Sensaciones +18
De vuelta al arco de la historia original de Save Me Mael...
Que lo disfruten.
An Airad
♠️♠️♠️
Narra Mael
Los labios de Caeli eran tan suaves y adictivos. Me gustaba la sensación que dejaban sobre los míos. En nada se comparaban a aquellos besos que Estarossa y Cusack me habían dado. Los suyos eran bruscos y sus barbas me picaban el rostro, aunque probablemente la mía había hecho el mismo efecto en Caeli...
Inconscientemente dejé que mis manos descendieran hacia sus piernas. Acaricié lo largo y regordete de sus muslos y disfruté de aquella suavidad que jamás podría encontrar en un hombre, ella soltó apenas un dulce sonido mientras la besaba.
Así que mis curiosas manos seguían tocando aquella parte de su cuerpo y subí su falda para tocarle las nalgas también, porque me moría de ganas por atraparlas y apretarlas fuertemente.
Grave error.
Un fuerte golpe en mi mejilla hizo que retrocediera casi enseguida. Ella simplemente había cambiado de parecer a todo eso y terminó por abofetearme.
Me sentí realmente mal. Me había sobrepasado demasiado y llegado más allá de lo que debía. No esperaba que ella reaccionara así, pero la comprendía. A nadie le gustaría que le tocaran las nalgas así de repente.
Esa noche comprendí que Caeli no iba a perdonarme tan fácilmente.
—Lo lamento —fue lo único que me dijo antes de salir huyendo a prisa, dejando en mí una completa incertidumbre.
¿Habría hecho mal en haber sido tan impulsivo? No lo dudaba. Quizá ahora ella no querría saber más de mí.
Nuevamente estaba devastado. Ahora seguramente ella no volvería a venir por aquí por mi culpa.
¿En qué estaba pensando cuando me le fui encima? Sólo veía por mis propios intereses, pero nunca pensé en ella. Nunca consideré que probablemente ya no fuera la misma chica dulce, sincera y valiente de antes. De sólo pensarlo me eché a llorar.
Narra Cusack
Exhausto, me caí al piso justo cuando entré a mi habitación. Apenas podía moverme y con suerte había logrado llegar a tiempo antes de que el amo Zeldris me buscara. Seguramente él estaría enfadado por todo lo sucedido, pero para ser honesto me sentía increíblemente bien. Claro, emocionalmente hablando.
Al fin le había dado en la madre a Estarossa y lo había hecho añicos con mis feroces ataques. Estaba orgulloso de mí mismo y de lo buena y efectiva que había sido mi estrategia.
La satisfacción de casi matarlo podía saborearla todavía. El recuerdo de la deliciosa sensación de su roja y tibia sangre cayendo sobre mi cuerpo me hacía sentir muy excitado. Nunca imaginé que destrozar el cuerpo de mis enemigos me hiciera sentir esa clase de cosas. De algún modo era extraño, pero me gustaba...
—¡Cusack! —la voz de Caeli me sacó de mis pensamientos y la miré, mi visión era algo borrosa y apenas logré distinguir unas lágrimas resbalando por su bello rostro.
—No te preocupes, estoy bien —le dije para tranquilizarla, pero ella no se fío de mis palabras.
—Te llevaré al baño, debes lavar tu cuerpo para que puedas descansar adecuadamente en tu cama —afirmó, mientras me levantaba del suelo dificultosamente.
—Perdón por ser una carga justo ahora —murmuré, apoyándome con su cuerpo para poder caminar a la par de ella.
—No te preocupes por eso. Lo importante es tu bienestar —sonaba bastante preocupada.
—Gané —le dije de repente.
—¿Qué cosa?
—La batalla contra tu padre —contesté medio sonriente.
—¿Qué? —ella parecía no entender de qué hablaba.
—Imaginé que no lo creerías.
—No es que no te crea, sino que... No sabía que había pasado algo como eso mientras yo estaba con Gelda...
—Bueno, en sí pasaron tantas cosas. Así que sólo puedo decirte que él está en tan mal estado a diferencia de mí —apenas logré reírme.
—Oh Cusack, aunque él sea tan cruel conmigo, el hecho de que esté tan grave no me hace ninguna gracia. Él es mi padre. Lo sabes —manifestó, con preocupación.
—No comparten la misma sangre. Creí que ya te habías desecho de esa idea tan tonta —le recordé.
—¿Tonta? —repitió esa última palabra y detuvo su paso justo cuando llegamos al cuarto de baño —¡Tonta la idea de pelear contra él! Sólo ganaste heridas y golpes. ¡Sólo mírate! Estás hecho mierda también. ¡No entiendo porqué estás tan orgulloso de lo que pasó si a ti también te fue mal! —alzó la voz, bastante molesta.
—¡Oye Caeli, no me hables de ese modo! —la reprendí.
—¡Entonces no te atrevas a hacer eso otra vez! ¡Pude haber perdido a mi padre! ¡O a ambos! ¡O a ti! —gritó, con lágrimas en los ojos y salió corriendo de allí, sin que yo pudiera hacer algo al respecto.
—Mierda... —murmuré al darme cuenta de que había hecho sentir mal a mi pequeña, justo lo que menos quería, ya que ella había sufrido bastante al lado del maldito de Estarossa.
Una horrible sensación de desespero me inundó el cuerpo al estar todo incapacitado y no poder ir tras ella. Quería abrazarla, pero el dolor en mi cuerpo era casi como la muerte.
Ahora no sólo me sentía adolorido, sino que también preocupado, culpable y triste por lo que había hecho.
Narra Zeldris
Llegué a la habitación de Meláscula después de un rato. Yo llevaba el cuerpo de mi hermano. El muy idiota seguía perdiendo sangre. Mucha sangre.
Lo había arrastrado sin piedad por todo el castillo y una considerable mancha roja había quedado plasmada sobre el piso, seguramente a mi padre no le agradaría eso, pero qué más daba, para eso estaban los malditos sirvientes.
La pelirosa me hizo pasar a su habitación tan pronto vio a Estarossa inconsciente.
Cuando Monspeet y Galand me ayudaron a subir a mi hermano a la cama, Meláscula se abalanzó a él y comenzó a llorar desconsolada. Derieri trató de apartarla para que se controlara un poco, pero eso sólo intensificó su llanto.
—Si no atiendes a mi hermano sus heridas van a infectarse y perderá sus extremidades —le dije de manera dramática, fingiendo preocupación para que se diera prisa.
Meláscula se asustó bastante y secó sus lágrimas de inmediato para después ir al baño por un poco de agua para lavar las heridas de Estarossa.
—Oye no seas tan exigente con Mela, ella está embarazada —espetó Galand, luego de que ella se retirara.
—Era necesario, no parecía que fuera a quitársele de encima a mi hermano —respondí y me crucé de brazos en un rincón de la habitación mientras obtenía las miradas serias de Monspeet y Derieri, quienes se estaban encargando de retirarle la ropa hecha trizas a Estarossa.
Galand no dijo nada y fue al baño junto con Meláscula para ayudarla con algo o quizá para decirle que se diera prisa, porque joder, se estaba demorando demasiado la cabrona.
—¡Volvió a desmayarse! —dijo repentinamente el demonio de armadura roja desde el baño.
—MIERDA —bufé y salí rápidamente de allí con la intención de ir por Gelda, ya que ella era muy eficiente en ese tipo de cosas. Aunque esperaba encontrarla pronto, ya que momentos antes de la tragedia, le había pedido que se llevara a Caeli lo más lejos posible.
Narra Gelda
Caminé con desgano a través de aquel interminable pasillo silencioso. Tenía la certeza de encontrarme a esa chica vagando por allí, pero en realidad no había rastro de ella por ahí cerca.
Así que seguí mi andar hasta que tropecé con algo. Aquello había pegado un gritito bastante peculiar. Uno que me hizo reír bastante.
—¡Oye fíjate por donde caminas! —me dijo Zeldris, quien se había caído de nalgas al suelo.
—¡Escoria, el que debió tener cuidado debió haber sido otro! —espeté, ayudándolo a ponerse de pie.
—Diantres, Gelda. Creo que se me clavó una astilla en el culo —se quejó, tan pronto lo hube levantado.
—Déjame revisar —
rápidamente mis manos palparon sus glúteos y al no sentir nada los apreté fuertemente —Mmm... Nada mal —murmuré a su oído, tentada a morderle el cuello para beber un poco de su sangre.
—Por favor, no ahora —la voz de Zeldris salió como un chillido y al tener su piel tan cerca de mi boca, lamí suavemente aquella zona tan delicada —¡Joder, no! —mi amado comenzó a bajar su traje de cuerpo completo desesperadamente, comenzando a deslizarlo hábilmente por sus hombros. Al parecer se había excitado con ese suave roce y ahora quería subir al siguiente nivel.
—¿Vas a tomarme aquí? —le pregunté bastante sorprendida, conteniendo una risita burlona al ver sus mejillas coloradas.
—Sí y no quiero que me pongas ninguna excusa —trató de sonar rudo a pesar de que se moría de vergüenza por lo que iba a hacerme.
—Bueno... Aunque no estoy segura si lo que te voy a decir sea una excusa o no, pero ahí va... Recuerda que aquí se encuentra alguien cautivo —aseguré y él sólo levantó una ceja en respuesta.
—Me importa un carajo, Gelda. Yo quiero estar contigo a como dé lugar. ¿A eso viniste aquí al purgatorio, no? Dijiste que tus dedos no eran suficientes para satisfacerte por culpa de mi ausencia. La ausencia que mi propio padre provocó debido a que no deja de joderme a cada puta hora desde que el pendejo de Meliodas se fue con esa diosa inútil —dijo, casi paranoico, mientras acariciaba su pene por sobre su ropa para no perder su firmeza.
—Calma, querido. Entiendo cuán enfadado y resentido estás, pero... ¿No crees que tu explicación sólo nos está haciendo perder tiempo? —le dije y levanté mi vestido en señal de que ya estaba lista para entregarme a él.
Zeldris asintió y ruborizado se acercó a mí.
—No pienso estimularte esta vez —me advirtió, casi enseguida.
—Con tu saliva es más que perfecto —le dije, sonriente.
—Como quieras —apartó su mirada de la mía, fingiendo estar enfadado y se llevó dos dedos a la boca.
—Nada mal —murmuré bastante complacida, luego de sentir la manera en que él frotaba sus dedos por mi entrada para lubricarla mejor.
—No es gran cosa —contestó.
—Lo es —afirmé, moviendo mi trasero un poco.
—Que no —negó molesto.
—¡Que sí!
—¡Oye, ya cierra la boca o voy a perder la puta erección, mujer! —exclamó.
Me reí y él en venganza me la metió con rudeza y sin avisar.
Sus movimientos de caderas eran bastante fuertes a pesar de que su cuerpo fuera tan pequeño. Me admiraba bastante que mi amado supiera moverse tan bien, pues en tan poco tiempo había aprendido bastante.
Sí, apenas hacía unos días habíamos comenzado a tener intimidad, puesto que él estaba absteniéndose, alegando que era muy joven para hacer eso, pero de un momento a otro cambió de parecer y empezó a lucirse en la cama.
¿Se estaría acostando con otra y por eso sabía tanto?
Aquella interrogante pasó por mi mente, haciendo que una pizca de celos se apoderaran de mi mente.
—Oye, ¿no te está gustando o qué? —me preguntó repentinamente.
—Sí es sólo que... —me interrumpió.
—¿Cómo osas pensar en otra cosa mientras te follo? —dijo entre dientes.
En menos de un instante, pasé de estar en cuatro a estar contra la pared, con el pecho descubierto, con la espalda arqueada y las piernas flexionadas para que Zeldris pudiera alcanzarme.
—¡Mierda, se siente muy bien! —gemí, luego de que él presionara su pelvis contra mi trasero de manera brusca.
—Pocas veces hago esto, pero veo que en verdad te gusta —dijo, bastante feliz.
—Eso es porque me parece muy excitante que un enano me domine —bromeé.
—Qué graciosa —murmuró y me dio una feroz embestida que me hizo poner los ojos en blanco.
—Eso es... Dame más...
Zeldris me hizo caso y me tomó de las caderas con fuerza y empezó a moverse aún más rápido.
—Terminaré dentro —me avisó.
—Uh, alguien quiere ser padre —volví a bromear.
—No es verdad —respondió, quizá nuevamente avergonzado.
—Yo creo que sí —le dije para que se molestara.
—Te equivocas. Aún soy joven para eso...
—Entonces no te arriesgues.
—No le tengo miedo a un bebé —afirmó, altanero.
—No dirás lo mismo cuando nazca —le eché miedo.
—Afrontaré las consecuencias como Estarossa —me dio como respuesta.
—Me agrada escuchar eso, viniendo de ti. Seguramente serás un padre ejemplar —lo alabé.
—No es verdad... Y sólo déjame terminar, ¿sí? Perderé la erección si seguimos hablando —gruñó.
—Bien, ya no diré nada. Después de todo, ya escuché bastantes cosas lindas de ti —reí.
Zeldris se molestó un poco. Ser dulce no era su fuerte, pero él sabía que a mí me gustaba eso y se esforzaba en ser así. Aunque no era necesario, pues él era perfecto tal como era.
—Te amo, Gelda —dijo, justo antes de derramar su cálida semilla dentro de mí.
Seguramente ese pequeñín se moría de ganas por tener descendencia también.
Narra Zeldris
Esa noche mi amada y yo volvimos a hacer el amor, pero esta vez en mi habitación y justo cuando planeaba dormir cómodamente a su lado, recordé el motivo por el cual había ido a buscarla...
—Mierda... Olvidé por completo que Estarossa necesitaba la atención inmediata de Gelda —murmuré, mientras acariciaba el hombro desnudo de ella, quien dormía plácidamente a mi lado con su cabeza apoyada sobre mi pecho —Bueno, supongo que no importa... Él no va a morirse por desangrarse un poco. Espero...
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Ya tenía ganas de escribir algo de Gelda y Zeldris así. Espero que les haya gustado...
Perdonen si me tardo tanto en actualizar, a veces creo que si dejo pasar cierto tiempo me vienen ideas mejores... Espero estar en lo correcto.
¡Hasta luego!💛
An Airad
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