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El rostro de la seducción

Narra Cusack

Luego de encontrarme a la hermosa Caeli en aquel pasillo, me dirigí de inmediato a la cocina para preparar la cena de Mael. No tenía muy bien en claro lo que le prepararía. Ni siquiera sabía qué tipo de alimentos comían las diosas. Así que me decidí por algo dulce, tal vez no era tan bueno cocinando, pero con que fuera comestible lo demás salía sobrando. Aunque realmente mi comida había mejorado bastante, pues había estado prácticando demasiado y también había aprendido cosas nuevas cada que iba al mundo humano.

Al cabo de unos minutos tenía listo un amasijo de harina, huevos de águila carroñera, azúcar de malta, leche de cabra saanen y manteca de
cerdo salvaje. Todos esos ingredientes los había conseguido en el mundo humano, ya que al amo Zeldris le encantaba la comida de allá, principalmente los panecillos que acompañaba con su té. Por esa razón, durante mis viajes había adquirido todos esos productos especialmente para él, pero ahora los usaría para la cena de ese molesto arcángel.

—Te ves bastante ocupado, dormilón —dijo una fastidiosa voz repentinamente, sacándome de mis pensamientos.

—Oh Chandler, eres tú. ¿A qué has venido ahora? ¿A criticar mis técnicas culinarias o la relación afectiva que tengo con la hija de Estarossa? —bufé, mientras seguía amasando aquella plasta amarillenta que se adhería a mis manos.

—Ambas —espetó con una risotada, lo cual me hizo poner los ojos en blanco.

—Ahora no, pacificador. Estoy demasiado ocupado como para escuchar tus sermones baratos —espeté irritado.

—Oye Cusack, iré al grano... —advirtió —Abre los ojos, por favor. ¿Acaso eres tonto o qué? —dijo el vejete entre dientes —La señorita Caeli es demasiado joven para un viejo como tú. Ella tiene derecho a estar con alguien de su edad o al menos con alguien apto para ella, pero no contigo.

—Chandler, por favor no metas tus narices donde no te incumbe. Además el único viejo aquí eres tú, yo a comparación de ti aún poseo la apariencia de alguien joven —espeté orgulloso de mi imagen.

—Dormilón, entiende. No porque luzcas fresco como lechuga significa que puedas estar con jovencitas. Sabes que ella es prohibida y si ese psicópata se entera tú vas a...

—¡Mierda! ¡Cierra la puta boca! —exclamé ya muy cabreado —Sé muy bien lo que hago y no me importa si se entera ese bastardo. Así que por favor, ahórrate las palabras que no estoy dispuesto a escucharlas.

—Bien —suspiró cansado —Sólo no confundas a esa chica —dijo el anciano y luego de eso se marchó, al parecer mi agresiva indiferencia lo había convencido de que jamás le haría caso.

Las palabras de Chandler me habían dejado de tan mal humor. Tanto que había empezado a amasar con odio y fuerza la infortunada masa amarilla.

Ciertamente él tenía razón en advertirme sobre las consecuencias que traería el juntarme con esa chica, pero eso me tenía sin cuidado. Había algo en mí que me impulsaba a seguir adelante sin importar qué. Después de todo se notaba que a ella le gustaba mi compañía, ella no parecía resistirse a mis caricias ni se veía dispuesta a rechazarme... Eso era un punto a ni favor.

Pasaron un par de horas y el pan dulce ya estaba listo para ser llevado a aquel pobre y desdichado prisionero. Tomé todos los que había preparado y los coloqué dentro de un cesto tejido de palma, uno que había adquirido en uno de los mercados del mundo humano a un bajo costo.

Caminé largos y casi eternos minutos hasta llegar a lo más recóndito, silencioso y solitario de las catacumbas. La oscuridad era demasiado densa que apenas mi Hell Blaze podía contrarrestarla, cosa que era extraña pues anteriormente había iluminado el lugar sin problema.

Luego de caminar por aquel laberinto gigante y pasar por encima de las viejas osamentas que crujían bajo mis botas y a la vez adornaban el suelo, miré a ese desafortunado arcángel a través de los viejos barrotes llenos de herrumbre. El peli plata parecía estar despierto y cabizbajo, tan triste e inofensivo.

—Buenas noches Mael —mi voz hizo eco en aquel lugar y retiré el hechizo de su celda de inmediato.

—Tú de nuevo —fue lo único que contestó de mala gana.

—Lamentablemente sí —suspiré, recordando lo difícil que era tratar con él.

—¿A que has venido ahora? —espetó probablemente incómodo.

—¿Qué no es obvio? —le dije levantando la cesta con pan y su rostro pareció ilumarse de alegría al verlo.

—No tengo hambre y si la tuviera no comería nada —replicó inesperadamente.

—Que desconsiderado eres, Mael —puse la cesta en el suelo y me senté frente a él con las piernas cruzadas.

—No necesito compañía —aseveró al verme cerca de él.

—No me malinterpretes, solo estoy haciendo mi trabajo. Sabes, ni estando al borde de la locura me atrevería a acompañar a un cochino arcángel —reí, cosa que no pareció causarle ninguna gracia.

—Bien, haz lo que quieras.

—Lo siento, pero tendrás que soportarme por un tiempo —aseguré.

—Pensé que estar aquí sería un infierno, pero me equivoqué, el verdadero infierno es tener que escucharte —dijo, sin más.

—Tus palabras están cargadas de veneno, bien podrías ser un demonio —declaré, cosa que pareció molestarlo.

—No me compares con los de tu inmunda especie —replicó con asco.

—No lo hago. Ustedes están por debajo de nosotros y sería un error compararnos con su despreciable raza —contesté divertido.

—Por todos los cielos, mejor cierra la boca y dame uno de esos asquerosos panes que trajiste, espero y con suerte tengan un poco de veneno para así no tener que estar aquí ni un momento más —tal parecía que lo había hecho perder los estribos.

—Lo siento querido, pero envenenarte solo me causaría problemas así que no cantes victoria —afirmé y tomé un pan, el cual partí por la mitad —Es dulce, espero que te guste —lo acerqué a su boca y este de inmediato le dio una mordida.

—Tiene buen sabor —murmuró después de masticarlo un par de veces.

—Por supuesto, yo mismo los hice —aseguré y volví a acercar el pan a su boca y este lo aceptó sin vacilar —Parece que estabas hambriento.

—No es verdad —mintió avergonzado con la boca llena.

—No es necesario que trates de ocultarlo, todos necesitamos saciar nuestras necesidades fisiológicas
—expresé acercando un nuevo pan a su boca.

—Creo que tienes razón —murmuró mientras mordía su comida un par de veces, quedando con la boca llena.

—Absolutamente —dije sonriente y pronto me di cuenta de que había olvidado algo importante —Maldición, no te traje agua. Debes estar sediento también.

—No importa, con esto me basta —una tenue sonrisa se dibujó en su demacrado rostro.

—No creo que sea así, pero te tomaré la palabra —dije con suavidad y me levanté del suelo —Volveré mañana temprano.

—Como quieras —suspiró volviendo a su taciturno estado de ánimo.

Luego de haberlo alimentado hasta que los panes se acabaran, aseguré la celda y me llevé la cesta vacía de vuelta a la cocina. Estaba exhausto y solo quería irme a dormir a mi habitación, por lo tanto busqué en uno de los bolsillos de mi pantalón una medicina que había preparado especialmente para reponer mis energías. Últimamente trabajaba al doble y atendía muchos asuntos que le correspondían al amo Zeldris. Claro, no me molestaba en absoluto, pues me encantaba poder ayudarlo y facilitarle las cosas a él. Yo siempre estaba encantado de aportarle mi fiel e incondicional ayuda.

Entonces saqué un pequeño frasco de vidrio que contenía esa medicina reparadora, el líquido era de un desagradable color verde y de un sabor amargo, que sin pensarlo dos veces me lo bebí todo. Era una dosis alta que probablemente me causaría efectos secundarios más tarde, pero no importaba, ahora mi cuerpo se sentiría revitalizado.

Caminé por un amplio pasillo que conducía al descuidado jardín donde todas las noches caminaba para ir directo a mi habitación, la cual se encontraba un poco retirada, pues quedaba justo en el otro extremo del castillo.

La noche estaba un poco más clara que de costumbre y el cielo pintado de preciosas estrellas brillantes. Todo lucía tan tranquilo, a pesar de que Mael había sido traído apenas unasa horas atrás.

Narra Caeli

Estaba recostada en mi cama, con mil pensamientos en la mente. La imagen de Estarossa no se me borraba ni siquiera un segundo después de aquel día. El sólo recordar las palabras de Zeldris diciendo que mi padre se acostaba con Meláscula sólo me causaba malestar.

Flashback

En aquel momento cuando aquello sucedió y el mandamiento de la piedad nos dejó solos luego de encontrarnos de esa manera tan íntima, tomé el valor suficiente y confronté a 'Rossa, pues yo sólo quería saber la verdad.

—¿Por qué no me lo dijiste? —espeté luego de unos minutos de silencio y me levanté de la cama aun estando desnuda.

—¿Decirte qué? —él se hizo el desentendido mientras estaba de pie frente a mí.

—¡Por favor no finjas que no sabes! —bufé molesta de brazos cruzados.

—No tengo por qué contarte mi vida privada —contestó tajante.

—Debes hacerlo, al menos así me hubiera evitado llegar tan lejos —murmuré y el me envolvió entre sus brazos. Quizá mi comentario lo había herido de algún modo.

—No tienes por qué molestarte, ella no es nadie importante —me susurró al oído.

—¡Mientes, eres un mentiroso! —pronto mis ojos comenzaron a picarme y las lágrimas salieron irremediablemente.

—Escucha Caeli, justo ahora tú eres la única para mí y puedes comprobarlo por ti misma. Meláscula quedó en el pasado, así que no tienes de qué preocuparte.

—¿Cómo sé que lo que dices es cierto? —refuté.

—Porque siempre te he protegido de todo, siempre he estado al tanto de ti y de las cosas que haces. Además, siempre he estado ocupado con asuntos que mi padre me encomienda y todo eso es por tu bien —respondió de manera suave.

—Tienes razón, pero también eres un sobreprotector y eso no es lindo.

—Lo sé, pero ¿qué haría si algo te sucediera? por esa razón actúo de esa manera tan exagerada. No me justifico, es solo que así soy yo...

Desde ese día y aunque las cosas no me quedaron del todo claras, ya no volvimos a tocar el tema, y sin embargo, él continuó tomándome las veces que quiso.

De algún modo me hacía sentir mejor el hacerlo con él. Me relajaba demasiado y recibía mucho cariño y atención de su parte. En ocasiones dormíamos juntos y tomábamos largas duchas donde el sexo no podía faltar. Todo era perfecto en cierto modo, pero yo seguía equivocada. Eso no era amor. Imposible de que lo fuera, sólo era deseo, uno que le tenía desde tiempo atrás.

Fin del flashback

Metida en mis pensamientos ni siquiera me di cuenta de lo tarde que era, ¿acaso me la había pasado tanto tiempo hablando conmigo misma?
La respuesta era obvia.

La noche se miraba tranquila a través de mi ventana. El deseo de ir a caminar un rato me invadió por completo y entonces salté por la ventana extendiendo mis hermosas alas de oscuridad.
Pronto aterricé en el seco y triste jardín del castillo, donde al parecer no había ni un demonio rondando por allí, cosa que lo hacía más tranquilo y relajante.

Me paseé danzando entre los secos rosales que una vez florecieron rebosantes de belleza, la cual había sido apagada por la pesada atmósfera del purgatorio. Ciertamente, solo pocas especies de plantas crecían allí. Muchas de éstas se habían adaptado al tipo de suelo y clima de la región...

—Bailas muy bien —dijo repentinamente una voz detrás de mí.

—¡Cusack! —me giré para mirarlo y estaba allí, con una radiante sonrisa, de esas que siempre tenía para darme.

—No imaginé encontrarte por aquí a estas horas —expresó acercándose a mí.

—Suelo dar paseos nocturnos algunas veces —admití.

—A escondidas de Estarossa, ¿cierto? —una sonrisa divertida
se plasmó en su rostro.

—Por supuesto —contesté avergonzada.

—Descuida, no te delataré —me dijo.

—Gracias, Cusack.

—Oh no es nada. Por cierto, ¿te gustaría bailar conmigo? —extendió su mano hacia mí y lo miré con una amplia sonrisa. Era la primera vez que alguien me pedía algo como eso.

—Claro —lo tomé de la mano y él me atrajo a su cuerpo. Nuestras miradas se encontraron casi de inmediato y no pude evitar sentirme avergonzada de ello. Lo tenía demasiado cerca y eso me ponía los nervios de punta, cosa que era absurda pues él siempre estaba así conmigo.

Pronto nuestros pies comenzaron a moverse al ritmo de un silencioso compás. Él me había tomado de un modo tan sofisticado y el escenario nocturno en aquel solitario jardín hacía que el ambiente tuviera un toque un tanto romántico.

—Tus movimientos son tan ligeros como el viento de esta noche —susurró mientras me miraba a los ojos de una forma en la que nadie lo había hecho jamás. Mi corazón comenzó a latir apresurado por la emoción del momento, mientras mi cuerpo lo seguía atentamente.

—Pensé que solo sabías cocinar —bromeé sin saber qué responder ante su poético cumplido.

—Que graciosa eres, Caeli. Sabes, sé hacer un poco de todo —respondió con una risita.

—Puedo imaginarlo, eres un hombre magnífico. Sabes, siempre he querido aprender a cocinar así como tú —dije, embelesada.

—Puedo enseñarte con gusto, si eso deseas —me susurró al oído depositando un cálido beso en mi mejilla.

—¿Cuando? ¿Hoy? —dije emocionada, pues en verdad deseaba aprender a preparar mis propios alimentos.

—Seguro —sonrió contento —Vayamos a mi habitación... Es decir, allí tengo una cocina también, ya que si vamos a la cocina principal es probable que Estarossa nos vea juntos y eso sería un problema.

—Tienes razón. Entonces llévame contigo —contesté, animada.

Nuestro baile terminó luego de que yo aceptara ir con él. Cusack me tomó de la mano y pronto corrimos por el extenso jardín cómo si fuéramos un par de niños jugando bajo la luz de la luna. Después me guió a través de un pasillo que conectaba con el otro extremo del castillo, uno al que jamás había ido antes y que me llenaba de emoción conocer.

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¡Hola! He vuelto después de una semana sin actualizar xd Quiero contarles que ahora si ya estoy casada legalmente uwu💛 sé que no les interesa, pero gracias a eso estaré más inspirada para escribir mis fics :B ya saben, el poder del amor 7w7 igual y también habrá días en los que no pueda actualizar pronto T-T pero no se preocupen, jamás abandonaré esto porque es lo que más amo hacer.

¡Bye, bye!💛✨

An Airad

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