Caricias, traiciones y sospechas
Ya estaba cansado de seguir escuchando aquella conversación a escondidas, así que dio un profundo suspiro tratando de apaciguarse y caminó hacia la celda donde la súcubo y el arcángel se encontraban.
—Yo podría ayudarte a liberarlo —dijo el peli rosa, quien apareció para sorpresa de ambos.
—¡Cusack! —Caeli se asombró y en ese momento deseó que la tierra se la tragara. Acto seguido, dejó caer las pesadas cadenas al suelo.
—No tienes de qué preocuparte, ya lo sé todo —sonrió, muy a pesar de que tenía el corazón roto. Le era difícil verlos juntos y en especial ver a Mael algo distinto, como si ahora se vieran como simples rivales y no como íntimos amigos.
—Cusack, yo...
Él negó.
—No tienes que explicarme nada—le dijo, de manera amable.
Caeli entendió aquello y sólo se limitó a asentir. Volvió a lo suyo, tomando nuevamente las cadenas para romperlas, mientras escuchaba con atención al mayor.
—Al parecer mañana ejecutarán a Mael. Escuché a Estarossa pedir que fuera pronto —aseguró Cusack, quien había dejado la pequeña cesta con comida en el suelo.
El albino sonrió con amargura y el peli rosa no pudo evitar sentir pena por él.
—Parece que ya se hartó de mi presencia... Con gusto aceptaré mi muerte.
—¡Mael! —lo reprendió el de mirada afilada y Caeli miró con asombro que este se preocupara por él. Así que, por su mente pasó una pregunta: ¿desde cuando se habían vuelto tan cercanos?
—Lo siento, creo que debería ser así. No cambien el curso de las cosas, por favor —pidió el arcángel.
—¡Ludociel está esperándote, no debes darte por vencido ahora! —le recordó la chica algo entusiasta, quien sin darse cuenta, se lanzó hacia sus brazos, donde enseguida fue muy bien recibida, pues el arcángel también se moría de ganas por tocarla. En ese instante, Cusack sintió rabia y la envidia no se hizo esperar, pero aún así trató de no verse como un rival. Él no pretendía montar una escena de celos, así que sólo interrumpió el momento al aclararse la garganta de manera exagerada.
Mael y Caeli deshicieron el abrazo luego de sentir una pizca de vergüenza. El albino ni siquiera sabía que estaba abrazando a la que se suponía, era la mujer de Cusack, pues ella ni siquiera se comportaba amorosa con el demonio.
En ese momento la chica estaba tan jodidamente confundida. Dos hombres importantes para ella estaban allí en la misma habitación y eso la ponía algo ansiosa, pero también le excitaba eso.
Trató de echar a un lado sus pensamientos profanos, mientras Cusack se encargaba de ayudarla a romper las cadenas que ataban a Mael de sus tobillos.
—Es peligroso dejar que te vayas con los tuyos en este momento, mi compañero está haciendo guardia y eso será un problema —le dijo al platinado.
—Entiendo, entonces... ¿Qué puedo hacer al respecto? —preguntó algo ansioso por tener una pronta respuesta.
—Te llevaré a mi habitación —dijo el demonio para sorpresa de Caeli, quien por el asombro, sin darse cuenta lastimó la muñeca de Mael al cortar la atadura de su mano izquierda, quien al parecer ni se inmutó —allí estarás a salvo por esta noche. Mañana trataré de hacer algo al respecto, así que no te preocupes.
—Espero no causarte problemas —dijo, avergonzado —En verdad te lo agradezco mucho —murmuró, ahora con sus mejillas pintadas de rojo.
Cuando Cusack y Caeli terminaron de liberarlo, el demonio sonrió cálidamente y extendió su mano, Mael la tomó sin dudarlo justo cuando Caeli iba a hacer exactamente lo mismo. La chica se quedó mirando extrañada aquella escena poco usual, pues frente a ella tenía a dos hombres que iban tomados de las manos.
—Sospechoso... —susurró entrecerrando sus ojos y siguió su andar justo detrás de ellos.
La verdad es que Cusack quería que Caeli también sintiera celos. No quería que ella se acercara a Mael, ni que Mael se acercara a ella. De algún modo estaba celoso de ambos y eso le parecía estúpido, pero era inevitable. Tenía sentimientos por ambos y eso representaba un gran problema.
—Dormirás con nosotros —le dijo Cusack al arcángel, quien abrió los ojos de la impresión en cuanto llegaron a su destino.
—S-sí, seguro —tartamudeó nervioso, pues sería la primera vez que dormiría al lado de alguien.
Las mejillas de Caeli se enrojecieron un poco y eso pareció hacerla feliz, pues cada quien iba a tener una nueva experiencia, pero obviamente no habría sexo de por medio.
Cusack consideraba la idea, pero realmente quería hacerlo sin que uno de ellos dos estuviera presente, pero eso era algo que no sucedería. Jamás le mostraría a Caeli su otra faceta, esa donde perdía los estribos por un hombre... por Mael.
Cusack le dijo a Mael que durmiera en la orilla cerca de él. La razón era simple, quería tenerlo solo para él. Detestaba la idea de que el albino estuviera cerca de su amada. No quería siquiera que ellos se tocaran.
Esa noche el Segador Dormilón olvidó que tenía que seguir haciendo guardia durante la madrugada y en lugar de eso, prefirió dormir en los brazos de Mael.
Esa mañana, el arcángel fue despertado con un suave beso. En un principio se imaginó que la dueña de aquellos labios probablemente eran los de esa chica, pero cuando sintió que una barba un poco crecida y un bigote bastante largo le picaba el rostro, se dio cuenta de que Cusack lo había besado.
Mael dio un salto en la cama que lo hizo caer y Cusack rio un poco al darse cuenta de que lo había asustado.
—No te preocupes, ella se está dando una ducha —le dijo el demonio para tranquilizarlo.
—Menos mal —murmuró, tratando de regularizar su respiración agitada.
—Ven, vuelve a la cama —una de sus manos palmeó el colchón.
Mael volvió a subir con él y Cusack lo envolvió entre sus brazos casi enseguida. Quería sentirlo cerca, sentir ese calor abrasador que poseía debido a su gracia y oler el aroma a manzana en su cabello.
—Voy a echarte de menos —le dijo Cusack al oído, mientras acariciaba su cabellera plateada.
—Yo también —susurró —Extrañaré las conversaciones contigo y la comida que me preparabas. Gracias por todo lo que hiciste por mí. Jamás lo olvidaré.
—Qué lindo, gracias —murmuró y acarició su rostro. Ambos se miraron fijamente y lentamente acercaron sus rostros para sellar sus labios en otro dulce beso.
Mael no pudo evitar sentir un cosquilleo en su estómago y la cálida sensación de los labios del demonio.
Para cuando Caeli regresó a la habitación, encontró a Mael y Cusack abrazados.
—Pero que demo... —murmuró, nuevamente asombrada por tal muestra de afecto entre ambos, pero sólo quedó allí. No se atrevió a interrumpirlos y se fue directamente a la cocina, pues su hambre era más fuerte que sus sospechas de que ellos tuvieran algo.
Mientras esto sucedía, un Estarossa entusiasta fue directamente hacia las catacumbas en compañía de Zeldris, quien al abrir la celda donde se suponía estaba, Mael no pudo evitar sonreír por no encontrar absolutamente nada.
—Vaya, tal parece que se nos han adelantado —murmuró el menor.
—¿De qué hablas? —preguntó el albino con el ceño fruncido
—Mira por ti mismo —Zeldris lo invitó pasar y Estarossa entró rápidamente.
Cuando sus ojos examinaron el lugar, vio que la celda estaba vacía, salvo a unas plumas blancas regadas por el suelo y las cadenas oxidadas que mantenían prisionero a Mael.
—¡Mierda! —exclamó y uno de sus puños golpeó con fuerza la vieja pared que enseguida se vino abajo —¡Haz que alguien lo busque! ¡Diles a esos inútiles de Cusack y Chandler que vayan tras él! —gritoneó Estarossa, bastante furioso.
—Bien, pero trata de no perder los estribos, ya que tu propio mandamiento podría ser peligroso en un momento como este —le recordó Zeldris, quien pronto abandonó el lugar para emprender la búsqueda del arcángel prófugo, dejando atrás a Estarossa, quien seguía maldiciendo y destruyendo aquel sitio.
Realmente le daba lo mismo que Mael hubiese escapado, pues eso era problema de su hermano. Pero sí había algo que detestaba. Algo que le hacía hervir la sangre y que cambió su semblante por completo en cuestión de segundos. No soportaba la puta idea de que alguien hubiera tenido los cojones para atreverse a traicionar a su propia raza tan sólo para ayudar al enemigo.
Zeldris no toleraba ese tipo de cosas, ni siquiera por compasión ni empatía. Y mientras caminaba, recordó a alguien que podría estar implicado en todo ese asunto, alguien que siempre frecuentaba a Mael, alguien que cuidaba de él día tras día...
<<¿Está contigo, no es así? >>le dijo una voz a Cusack, quien alejó sus manos de Mael de inmediato <<Nunca pensé que llegarías a traicionarme, maestro >>le dijo Zeldris, con un tono serio, mientras su mentor temblaba del miedo sin responder a su llamado.
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Quizá a partir de aquí empiece a escribir usando este tipo de narración, debido a los acontecimientos que habrá en la historia...
An Airad
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