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Ryu

Edad: 19 años


—Me niego.

—¡¿Qué?! —Serius revienta su taza, regando el líquido por los muebles y su cuerpo, reacciona apenas la quemadura en su mano le hace recordar lo que es el dolor. —Gracias. —dice, recibiendo mi pañuelo para secar lo que queda. 

No está contenta.

—Haré que te traigan huelo. 

—No. golpea la mesa con la palma abierta, Daniel retrocede y yo la miro de lado. —¡¿Cómo puedes ser tan necio y lanzarme una negativa sin haberlo pensado antes?!

—Simple. Me niego. —Reúno las piezas de porcelana que quedaron sobre la mesa, apilándolas una tras otra sobre la charola de plata, el mayordomo no tarda en aparecer y, al ser testigo del desastre, le da un gesto de desaprobación a Serius, para luego cumplir con su tarea, limpiando el monumental caos y retirándose al finalizar, dejando un nuevo silencio que no tardo en romper. -Si es todo lo que tenías que decir, creo que será mejor que te vayas. 

Serius me mira sin creérselo. 

—¡No puedes negarte! —exclama irritada. Odia perder, odia que no pueda tener la razón. 

—De hecho, es lo que acabo de hacer. —le respondo, ocupando una de las servilletas de tela para limpiar el líquido dulce de mis dedos. 

—¡No estás pensando! —contraataca. —Te acabo de decir que si no actuamos rápido morirán, por eso deben venir conmigo, los llevaré a otra realidad, los mantendré a salvo. 

—¿Y por qué querrías hacer eso? —cruzo las piernas, sin esperar su respuesta, que anticipo con certera precisión, le respondo. —Dime, Serius, ¿por qué quieres salvarnos? ¿Por qué ahora?

—No hagas preguntas tontas, Ryu, no van contigo. —regresa al sillón e imita mi postura, aunque no mi calma, explotando en su interior. —La respuesta es simple, no quiero que mueran. 

—Mientes.  Te sientes culpable, ¿no es así? —no la señalo y aún así la acusación es directa, tanto que su rostro se descompone, hasta el punto en el que sus mentiras se arruinan. —La culpa es de los peores enemigos con los que cuenta el ser humano. Te está atormentando , día y noche, como las furias griega. No hay tregua, no hay descanso. 

Se ríe entre dientes.

—¿Culpa dices? —eleva su barbilla, pero esta tiembla, no mucho, aunque sí lo suficiente para llegar a ser perceptible. —¿De qué sentiría culpa?

Es mi turno de alzar una ceja y suspirar cansado, usando sus propias palabras contra ella. 

—No hagas preguntas tontas, sorella, no van contigo. La estupidez es un pecado genuino, junto a la ignorancia, tú estás pecando mucho de ambos a propósito. Sabes a lo que me refiero, sabes de qué hablo. Esa vez, —le recuerdo. —cuando ocurrió todo, ¿nos salvaste? ¿O los salvaste a ellos usándonos a nosotros? Quieres venderme un cuento blanco de buenas intenciones, sin embargo, déjame decirte que hace tiempo perdí la ingenuidad de creer en ellos, Ni blanco, ni negro, gris y rojo. Así somos los humanos. Y sí, quizá no te conozco, pero sé lo que es tener culpa y cargar con ella.

Vuelve a reír sin ganas, tomando otra taza para servirse más café y beberlo, ignorando su sabor amargo y vapor que indica una temperatura en exceso alta. 

—Creí que trataba con un niño, creo que olvidé que Ryu siempre fue maduro e intuitivo. Me disculpo por subestimarte.

—Descuida. —respondo. —Estoy acostumbrado a que lo hagan. 

—Mas, en algo he de corregirte. -baja su taza y se concentra en sus manos, en el pañuelo que tiene entre sus dedos, recorriendo el patrón bordado con cariño. —Si antes fui egoísta ahora quiero solucionarlo. Ahora de verdad quiero que vivan. 

—Lo que quieres es no cargar pecado. —digo. —¿Se acaba el mundo, dices? ¿Acaso nuestra vida en otra realidad n alteraría ese orden? Y, suponiendo que no, ¿de verdad quieres salvarnos? ¿Lo haces por nosotros? ¿Segura? ¿O es otro engaño con un trasfondo egoísta para proteger ese realidad y a ellos? —no dice nada y sin saberlo, me lo dice todo. Su silencio es la única respuesta que necesito. —Tu realidad está siendo afectada, ¿cierto? No puedo decir qué pasa con certeza, pero quizá esté relacionado con anomalías temporales. ¿No? Así que, pregunto de nuevo, ¿lo haces por nosotros o por ellos? ¿Quieres salvarnos o liberar algo de tu culpa y hacer que este mundo se pierda? No te presionaré por una respuesta ahora, pero, ten en cuenta que, sin importar cómo me mientas, sabré la verdad.

Esta vez es más cuidadosa y metódica al hablar, cambiando de paso la postura altanera que conservaba, bajando ambos pies y centrándolos bien en la tierra,  mientras juguetea con la porcelana cálida, que transfiere el calor del café a su piel. 

—Maldito monstruo con cerebro. —se queja, recargándose en el sofá; despeina su cabello y soba su cabeza, como si cinco minutos de conversación conmigo resultara más sofocante que todo el entrenamiento al que fue sometida. —¿No puedes dejar de usar tu mente aunque sea un rato?

—La tengo por algo, que deshonra sería no sacarle provecho. Es una herramienta, no un adorno. 

Hace un movimiento, que se queda restándole importancia a mis palabras y dejando expuesta su rendición a pelear contra mí, o eso quiere aparentar. Es una Red River después de todo, si la necedad no está entre sus características, seguro es adoptada. 

Por ello no me sorprende en absoluto cuando intenta lo mismo bajo otras reglas, usando al chico sentado a mi lado como motivación.

—Piensa en Daniel. —comenta y yo sonrío. Usa mi punto débil, que astuta. —¿Dejarás que muera aquí por un capricho tuyo?

—¿Qué pasa si yo no tengo problema con eso? —pregunta Daniel, alzando la mano sin dejar un rastro visible de inseguridad o duda. —Los humanos, o más bien, la vida de los humanos, es efímera, va y viene, nunca regresa. Moriremos tarde o temprano, sin importar nada. Yo prefiero morir junto a la persona que amo a vivir una eternidad sin él. —me señala con la cabeza y suelta su propia bebida, dejando libres sus manos para poder entrelazarlas con las mías. Su tacto es cálido, más de lo usual, no tiembla, lo cual, debo admitir, me sorprende. Esperaba que estuviera mintiendo.

—Que raro. —Serius examina con notable curiosidad. —Naturalmente Ryu es el de las tendencias suicidas, hablo desde mi experiencia, en la realidad que conozco —agrega. —,Daniel que conozco ama la vida tanto como a su esposo. Ryu no dejaría morir a Daniel y Daniel no pediría morir. 

—¿Por eso te sacrificas por ambos? —pregunta Daniel y Serius asiente sin problema. 

—Por ellos y para ellos, doy la vida. 

—Son afortunados de tenerte. —continúa Daniel. —Por desgracia, esta realidad es diferente. -su agarre se intensifica. —Nosotros somos diferentes. 

—Eso es lo que veo. —Serius suspira. —Los dejaré decidir, Ryu tiene razón, es su vida,  después de todo. Elijan que hacer con ella, vivan o mueran. —Se pone de pie y nosotros hacemos lo mismo. —Esa cosa —agrega, refiriéndose al portal por el que llegó. —, va a resistir como mucho unas setenta y dos horas, no quiero arriesgarme, así que me iré mañana después del desayuno. Espero que hayan recapacitado, aunque sea un poco, para entonces, y sino, pueden morir junto a los suyos en este miserable mundo. 

—Digas lo que digas todos los mundos son miserables, Serius. —le digo.

Sus ojos están perdidos en la decoración, lejanos, muy lejanos, así que tarda en responder, tomándose su tiempo para inhalar y digerir., y darme la razón.

—Tienes razón, Ryu. —me dice. —Tienes razón.


Serius Red River

Edad: 28 años


Me detengo en la entrada del cuarto que tantas veces he ocupado sin tener que pedir permiso, claro, en otra realidad.

El pequeño Ryu, un recuerdo casi perfecto del que me espera en casa, (furioso de seguro), se detiene también, sin reflejar nada. 

"Es como él", pienso, y me causa  escalofríos comparar a mis dos primos. 

Si no hubiera visto de primera mano la capacidad mental y de manipulación que presentó al asesinar a sangre fía al viejo, seguiría creyendo que este mocoso, de pie frente a mí, es un niño todavía. En parte es lo que debería ser, un niño.

Un adolescente.

Eso si no fuera Ryu, cabe recordar que él jamás fue un niño, ni siquiera a los tres años. Su mente tuvo un potencial nato que lo categorizó como el "más apto" para liderar y llevar a la alianza a la gloria. 

No es que él no quisiera ser un niño, es que no le dejaron serlo, le quitaron las opciones y lo forzaron a caminar entre el oro y las serpientes.  Explotaron su capacidad mental a tal punto que a los cuatro ya podía cometer asesinatos sin dejar rastro. Más tarde mientras yo aprendía de elementos en la tabla periódica y luchaba con las complicaciones en álgebra y aritmética, él elaborava planes de guerra que eran aprobados por historiadores y líderes militares. 

Pudo ser un tirano, tenía las capacidades, los recursos, las motivaciones, pero, para pura suerte del mundo, lo educaron para ser un líder justo.

Aquí, parece que esa capacidad presumible, a la que tanto admiro y temo, no es menor, al contrario, con el entrenamiento requerido y dos años, su nivel superaría a su versión mayor. 

Líder.

Monstruo.

Perro.

Amante...

—No piensas dejarlo morir, ¿verdad?

—Tú vas a cuidarlo. —responde sin vacilar. 

No es una orden, ni tampoco una petición. Está afirmando, está demostrándome que, incluso aquí, en otra realidad que no es la mía, él tiene poder sobre mí.

—Esa es una afirmación muy directa, ni siquiera estás dudando. —le digo. Se encoge de hombros, un poco divertido.

Maldito niño rico.

—¿Por qué debería? Será tu modo de cumplir tu deuda a mí, a nosotros. 

—Lo haré. —afirmo, entrando al cuarto lleno de sombras y secretos. —Lo protegeré con mi vida y todo lo que tengo. Hasta el final.

—Hasta el final. —repite. —Está en tus manos desde hoy. 

—No dudes que haré lo imposible por mantenerlo a salvo. Buenas noches, Ryu. —me despido.

Él baja la cabeza.

—Buenas noches. —contesta, y eso se vuelve otra mentira entre nosotros.

Otro secreto.

Otra promesa.

Quizá la última que le haga.

"Hasta el final" le dije, y hasta el final será.

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