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Capítulo 21

Recupero la consciencia tan de golpe como la he perdido, por lo que sé que no me he desmayado, si no que me han hechizado. Y tiene toda la pinta de que ha sido Claire, no solo porque sigue apuntándome con su varita.

— Siento haber hecho eso, parecía que no podías par-

— Está bien, gracias —la interrumpo, y aprovecho para coger algo de ropa y vestirme. Ahora me duele todo muchísimo más, y cuando me pongo unos pantalones puedo ver que tengo el cuerpo muchísimo peor que antes.

— Deberíamos ir a San Mungo, no puedes estar así —dice Fred, pero yo niego. No quiero acercarme allí, mucho menos para que me atiendan. Una cosa es estudiar allí, otra tener que ser la paciente. —Deja que al menos te vea mi madre, Abby.

— No quiero preocuparla, ¿vamos a ir a reconstruir La Madriguera?

— Tú no vas, te quedas aquí con Olivia, Ginny, Ron y Harry —ordena Claire, pero la ignoro totalmente. No pienso quedarme aquí.

— ¿Por qué tiene que quedarse Olivia? —pregunta Fred, y no puedo evitar soltar una carcajada, a pesar de que el asunto no tiene nada de gracioso.

— Es hija de muggles, bastante tenemos con que se hayan intentado llevar a esta loca y a Harry como para que lo intenten con ella también —dice Claire, y Fred asiente para luego salir de la cama solo en bóxers y empezar a vestirse. — Diría que es raro que te estés vistiendo delante de mí, pero probablemente sea lo más normal que me ha pasado en meses, así que puedes seguir. ¿Queréis café?

— ¿Sigue habiendo té? —pregunto, y Claire me mira extrañada ya que nunca lo tomo. —¿No puede apetecerme o qué?

— No, si yo no digo nada —dice y levanta las manos como pidiendo un alto al fuego. —Controla a tu novia, Fred Weasley, o nos matará a todos antes de que llegue la verdadera hora.

Claire sale rápidamente de la habitación y yo lo único que puedo hacer es cerrar de un portazo para luego apoyarme y resbalar por la puerta mientras que cierro los ojos. No se da cuenta de la realidad de sus palabras, y mucho menos del daño que hacen. Oigo los pasos de Fred viniendo hacia mí, pero ahora mismo quiero estar sola. Sé que si me abraza me voy a poner a llorar y no voy a poder parar y ahora tengo que ser fuerte, no puedo romperme más aún. Con solo una mirada, él lo entiende y solo acerca su mano de tal forma que puedo cogerla si quiero o dejarla ahí. Decido que voy a agarrarla, y empiezo a acercarla hasta que veo como la madera del suelo está empezando a pudrirse. Me muevo rápidamente para alejarme de él, con la mala suerte de que, a nuestra espalda, la puerta se rompe haciendo que caigamos contra el suelo y el polvo que es ahora.

— No hace falta que nos destruyas la casa, Abby —nos dice George mirándonos desde su altura. Me tiende una mano para que la agarre, pero en cuanto veo el aura negra que desprende, me alejo rápidamente.

— No os acerquéis —digo lentamente, pero los gemelos no me hacen ni caso y se acercan. —Por favor, chicos, no quiero haceros daño.

— No lo harás, Abby —dice Fred, y George asiente dándole la razón. Ambos me tienden la mano, pero lo único que puedo hacer es arrastrarme para alejarme de ellos. —Por favor, coge mi mano.

— No la toques —oigo murmurar a Olivia en el pasillo. Tiene unas grandes ojeras, como si no hubiera podido dormir en varias semanas, y eso que la última vez que la vi estaba perfectamente. —¿No veis el aura negra que la está rodeando?

— No tiene nada, Olivia —dice George, y vuelve a intentar acercarse, pero Sam que no sé de donde ha salido, le sujeta.

— ¡Ginny, Ron coged a vuestros hermanos antes de que se maten! —grita ella, y al instante los dos mencionados aparecen con Harry detrás, que entiende nada y menos. —Meteos en la habitación de George y no salgáis hasta que os digamos, ¿vale?

— ¿Qué pasa? —pregunta Ginny, y Sam se encoge de hombros. Me consuela saber que no soy la única que está así. Fred trata de volver a acercarse, pero Harry consigue tirar de él para que le siga y Olivia y Sam se acercan a mí.

— ¡Estáis locas! —chillo, pero ellas me agarran igualmente.

— No hemos pasado una gripe, deja de gritar —dice Sam, y me callo de golpe dejando que me lleven a donde sea, que resulta ser su habitación. —¡Claire, vente!

— ¿No habéis estado enfermas? —pregunto, y Olivia asiente mientras que Sam solo ríe. —¿De qué?

— De lo mismo que lo estás tu ahora —dice Claire en cuanto entra en la habitación. —Solo que nosotros tardamos algo más en pillarlo que tú, que parece que has nacido con ello.

— ¿La has vuelto a ver? —pregunta Sam, y yo la miro esperando a que me de algo más de información. —La sombra, Abby.

— Fred dice que anoche estaba detrás de mí —murmuro, y las tres se llevan las manos a la cabeza y empiezan a maldecir. —¿Me lo ha causado ella?

— No sabemos que es, pero el día de Navidad nos levantamos como tú —dice Claire. —No podemos hacer lo que tú haces, pero sí que cada una de nosotras ha estado viendo cosas.

— ¿Qué? —consigo decir, y las tres se sientan en el suelo conmigo. Parece que aquí sí que aguanta lo que sea que estoy causando.

— Olivia no duerme porque cada vez que lo hace dice que ve cosas horribles, como la muerte de los Potter o la tortura de los Longbotton. Sam tampoco duerme mucho más, pero ella lo oculta mejor —empieza a decir Claire, y a su lado Sam suspira. — No puede dejar de ver como va a morir la gente en la batalla de Hogwarts.

— Pasado —susurro mirando a Olivia, luego cambio a Sam. —Futuro —aparto la vista y entonces miro fijamente a Claire. —Presente.

— Eso creemos, ¿has notado algo extraño con tu parte vidente? —dice Sam, y entonces sé que palidezco. Desde la visión de La Madriguera no había vuelto a ver nada. —¿Abby?

— No podéis tenerlo vosotras —consigo decir, perder ese don me hace casi normal. No puedo perderlo, no cuando ya estaba acostumbrada a él. —¡No podéis, es demasiado para vosotras, alejadlo!

— Ya sabemos que es demasiado, solo tienes que vernos —murmura Olivia, y eso consigue centrarme un poco. —No entiendo como has podido aguantar esto, solo tengo un tercio y te juro que si no me he tirado por la ventana todavía es porque ellas me lo impiden.

— Te acostumbras —digo, y las tres sueltan una carcajada llena de sarcasmo. —Es mejor si no os quedáis con ellas en la mente, compartirlas en papel o conmigo o entre vosotras, pero liberad todo lo que habéis visto u os volveréis locas.

— Lo he empezado a notar —dice Olivia masajeándose las sienes.

— ¿Cuándo se me va a pasar esto?

— Por lo que veo ya se te ha pasado —dice Claire señalando mis manos, y como ella dice, el aura negra ha desaparecido, lo que me alivia. —Sal a ver si destruyes algo, anda.

Decido hacerla caso y voy hacia la puerta de George, si consigo hacer lo mismo que con la de Fred me iré con Honey a casa, no puedo ponerles en peligro de esa manera. Toco la puerta con precaución, pero no pasa absolutamente nada así que respiro aliviada y oigo como las chicas también. Así que no puedo evitar salir corriendo a abrazarlas, ahora mismo necesitan todo mi apoyo.

¿Cómo decías que íbamos a morir, Sam? —pregunta Olivia, y ella solo sonríe.

Primero matamos a todos los que podamos, luego ella vendrá a por nosotras.

Espero que solo sea un toque, no quiero volver a aguantar ese frío —dice Claire, y Olivia solo niega mientras que Sam ríe.

A por ellos, chicas dice Sam y pone su mano en el centro, siendo acompañada por Claire y Olivia. —¿Qué somos?

¡Las moiras!

— ¡A desayunar, todos! —grita Sam para luego golpear la puerta donde están escondidos los demás. Me tranquiliza saber que no he perdido la posibilidad de tener visiones, pero que mis amigas se hayan llamar moiras no es algo que me encante. —¿Vienes de una vez, Abby?

— Sí, voy —digo, y trato de centrarme en el ahora, como había pensado en hacer. Sé que Olivia también está intentando centrarse, pero puedo ver como no está consiguiéndolo muy bien. Claire parece que tiene hiperactividad, lo cual tiene bastante sentido teniendo en cuenta que debe ver de vez en cuando cosas que están sucediendo en otro lado y Sam parece que soy yo. O como supongo que me veo. —¿Hay té o no hay té?

— Que sí, pesada —me contesta Claire y yo la saco la lengua.

Ninguno sale de la habitación de George, así que me acerco a ver que hacen ya que quieran o no, voy a ir con ellos a La Madriguera. Pero cuando abro la puerta solo están Harry, Ron y Ginny sentados en la cama de George, mirando el techo fijamente.

— ¡Serán cabrones! —grito, y oigo como Sam se parte de risa en la cocina junto con Claire.

— Si no os hubierais ido a la habitación no habrían podido irse —dice Ginny con una pequeña sonrisa.

— Como sea, venid a desayunar —contesto y me doy la vuelta para ir a hablar con Claire y Sam, que son las que se supone que iban a ir también. —Se han ido ya a La Madriguera, tenemos que ir ya.

— Relájate y desayuna, venga —dice Sam. Pongo los ojos en blanco y decido que por esta vez voy a hacerla caso. Tengo hambre, además de que el desayuno es la comida más importante del día. Y la única que hago realmente bien a no ser que esté cerca Molly Weasley.

— Nos vamos en cuanto acabe esto —digo con la boca llena de unos cereales de chocolate muggles que me encantan. Harry los ve y no duda en coger de ellos con una sonrisa mientras que Ginny y Ron lo ven raro. No entiendo como no han llegado los cereales al mundo mágico. —Siento no poder hacer tortitas ahora, tenemos cereales y fruta, normalmente prepararía las tortitas, pero...

— No te preocupes, lo probaremos —me interrumpe Ginny y aprovecha para meter su cuchara en el cuenco de Harry, quien la mira embobado. Le da un codazo a Ron, que hace exactamente lo mismo y Harry ni si quiera se da cuenta. —Pues está bien.

— ¿Ben? Etá delioso —dice Ron con la boca llena, con lo que se gana una mala mirada de Olivia que parece que ha vuelto a este tiempo.

— ¿Qué estabas viendo? —le pregunto y luego le paso un brazo por encima, sé que probablemente no es nada agradable lo que esta viendo, el pasado suele ser así.

— Como morían los Potter —me dice al oído, para que Harry no lo oiga. —Otra vez, últimamente es lo que más veo.

— ¿Qué más ves?

— A los Longbotton, los gemelos Prewett, a Diggory, a Black —susurra, y vuelve a perder la mirada en el tazón de cereales.

— Te ayudaré a controlarlo, sé que hay una manera para que puedas cerrar todo eso, aunque sea un rato —le digo, y ella solo asiente, sé que al final aprenderá a controlarlo porque lo he visto, pero no puedo evitar pensar en cuánto sufrirá para ello.

— ¿Qué pasa? —pregunta Harry, y Claire le revuelve el pelo de forma cariñosa. Todas hemos adoptado a Harry como hermano pequeño, y es algo que es difícil de quitar.

— Cosas de videntes —le dice Sam con una sonrisa, y Ginny solo mira fijamente mientras que Ron sigue concentrado en su desayuno. Algo que siempre hace.

— Tengo que ir primero a mi casa, luego me pasaré por La Madriguera —digo, y cojo mi abrigo del armario que está junto a la puerta. —¿Nos vemos allí?

— Creo que yo me voy a quedar con Olivia, no me encuentro muy bien —dice Sam, que se levanta con su cuenco del desayuno para llevarlo al fregadero.

Me coloco la bufanda que me regaló la señora Weasley por Navidad y termino de ponerme el abrigo para salir cuando oigo como se rompe uno de los cuencos. Sam está mirando fijamente la ventana, y está totalmente quieta. Hasta que veo que empieza a llorar no soy capaz de moverme, mucho menos de hablar. Pero veo como Claire se va a acercar a ella y ahora mismo debe ver lo máximo posible.

— No la toques, no sé qué está viendo, pero probablemente si la hablas o tocas o lo que sea la desconcentres —digo, y Claire me hace caso y se aleja un poco. —Debe ser importante, está llorando por ello.

— ¿Cómo has aguantado así todo este tiempo? —murmura Olivia, que no puede dejar de ver como está Sam.

— No he aguantado, he vivido con miedo porque durante siete años había pensado que moriría en una batalla salvando el mundo mágico —digo. —No te acostumbras, no lo superas, muchas veces no estás aquí porque estás tirada en el suelo inconsciente y corres el peligro de abrirte la cabeza en cualquier momento.

— Abby vete.

— ¿Qué? —Sam ha vuelto del futuro y ni si quiera ha sido capaz de mirarme cuando me ha hablado.

— Que te vayas, coge todas tus cosas y vete de aquí.

— ¿Perdona? —consigo decir sin entender nada.

— ¡VETE! —me chilla, y decido que, por una vez, no voy a pelear lo que alguien dice, así que salgo del apartamento con un portazo y bajo a la calle rápidamente.

Hace mucho más frío de lo que me esperaba, aunque es lo normal siendo casi enero. Me desaparezco para llegar hasta un callejón que sé que está cerca de la casa, ahora mismo Honey es la única que puede ayudar probablemente. O eso espero. Abro rápidamente la puerta y entro antes de que me vea nadie, aunque teóricamente no deberían poder, pero no me podido evitar sentirme observada. Probablemente paranoia mía.

— ¡Honey! —grito una vez que la puerta está cerrada, y la elfina aparece delante de mí.

— ¡Pequeña Abby! —chilla muy feliz, lo que me hace sonreír. Es tan fácil verla contenta que no hace falta un gran esfuerzo.

— Necesito tu ayuda.

— ¿Ayuda de Honey?

— Necesito algo para controlar las visiones del pasado —digo, y ella solo asiente.

— ¡Abajo hay una poción! —chilla, y se desaparece para volver con dos frascos. —Solo una gota al día, señorita Abby. Y esta otra es para que cure sus heridas.

— No te preocupes, Honey, lo controlaré —consigo decir sorprendida de que haya cogido un frasco para curarme.

— ¿Ha pasado algo más, señorita Abby? —pregunta la elfina, y de nuevo me sorprende que tenga tanta iniciativa.

— No te preocupes, Honey, solo era eso —le digo con una sonrisa, y ella se agarra su vestido que no es más que un trapo viejo. —Honey, si te doy un vestido bonito, ¿te estaría liberando?

— ¡No me libere señorita Abby! —empieza a chillar la elfina y no me da tiempo a calmarla cuando desaparece y oigo un ruido en la parte de arriba de la casa. Honey vuelve conmigo y está llorando a moco tendido, lo que me da un gran dolor en el corazón, no se merece esto. —¡Le he abierto el desván, no libere a Honey señorita Abby!

— No te iba a liberar, Honey —murmuro.

Sé que Honey dice algo más, pero siento que debo subir las escaleras. Algo me atrae con muchísima fuerza y solo quiero saber que es. Aparto a Honey y empiezo a subir las escaleras, sintiendo la fuerza que tira de mí aumentando a cada paso. Una parte de mí grita que salga corriendo, pero a la que le hago caso es la que dice que me meta en el ático. Noto como tiran de mi abrigo, pero insisto en seguir adelante así que me lo quito, dejándolo caer por donde sea. Solo tengo que subir un piso más, solo son quince escalones.
Catorce.
Trece.
Doce.
Once.
Diez.
Puedo ver la puerta entreabierta.
Nueve.
Lo que sea que ahí allí me llama con más fuerza.
Ocho.
Trato de mirar que hay dentro pero todavía no puedo.
Siete.
Vuelvo a sentir que tiran de mí, pero insisto en seguir subiendo.
Seis.
Noto como la bufanda empieza a ahogarme así que la lanzo al suelo.
Cinco.
Empiezo a ver el suelo de la habitación.
Cuatro.
Una corriente me revuelve el pelo.
Tres.
Siento que alguien me mira.
Dos.
Sé que hay alguien ahí dentro.
Uno.
La puerta se cierra en mi cara.

— ¡Señorita Abby aléjese ahora mismo! —chilla la elfina y me saca del trance en el que me ha metido el ático. O lo que sea que hay.

— Llévame abajo, Honey —consigo decir, sintiendo como el miedo empieza a llenar todas las partes de mi cuerpo. Ella me hace caso y en seguida estamos en la cocina, yo sentada en la mesa mientras que Honey prepara un té.

— ¿Con leche, señorita Abbby?

— Sí, por favor, y miel —susurro, pero ella me oye.

— Olvide lo que ha visto, señorita Abby —dice Honey y me tiende la taza que cojo con las manos temblando. —Dejaré el abrigo en el recibidor, junto con la bufanda.

— Honey, ¿quién está en el ático? —pregunto, pero ella ya se ha ido a buscar mi abrigo, así que cojo el té y me lo bebo de un trago, quemándome un poco en el proceso.

— Honey no puede decir quien está en el ático —murmura la elfina en cuanto me ve llegar al recibidor, me tiende el abrigo y la bufanda y luego se acerca a la pared contra la que empieza a darse cabezazos. —¡Honey mala elfina!

— ¡Para! —chillo y la agarro para que se relaje, al principio trata de resistirse, pero al final se calma. —Te prohíbo que te hagas daño, ¿entendido?

— Sí, señorita Abby —dice ella y veo que por fin puedo soltarla.

— Quizá vengo a pasar unos días, ¿estaría bien?

— ¡No, señorita Abby, tiene que alejarse de aquí! — dice, y abre la puerta de la calle para luego empujarme fuera con su poca fuerza. —¡Honey la llamará cuando sea seguro!

No me da tiempo a contradecirla ya que me cierra la puerta en la cara y oigo como chasquea los dedos usando su magia. No sé si podré entrar de esta manera, pero es lo que menos me preocupa ahora, hay alguien en el ático y eso es algo verdaderamente preocupante. Cierro la casa con mi copia de la llave y voy al callejón donde había aparecido para ir a La Madriguera. Necesito distraerme con algo, ya no es solo, también es como Sam me había echado de la casa. Necesitaba saber que había visto, y sabía que no me lo iba a contar de forma voluntaria. No pensaba hacer veritaserum ni usar legeremancia solo para tener la información. Tenía que hacer que confiara en mí para que lo hiciera o bien escuchar una conversación a escondidas y teniendo en cuenta de que había visto algo y me había ido no tenía muchas papeletas conmigo para enterarme. A no ser que no se hubiera atrevido a decir nada delante de Harry, Ron y Ginny, lo que sí que tenía una alta probabilidad de haber ocurrido.

Aparecí en La Madriguera y a lo lejos pude ver como gran parte de ella ya estaba reconstruida, lo que me hizo soltar un suspiro de alivio. Es una gran ventaja contar con la magia de tu lado, y en momentos así se nota. Según me acerco puedo ver como los gemelos junto con Bill, Fleur y el señor Weasley están levantando una de las chimeneas mientras que la señora Weasley les dice donde va exactamente. Ninguna de las dos cosas es algo sencillo, si mueves las partes de la casa no sabes donde van exactamente porque te falta perspectiva, pero si tienes perspectiva te falta el tacto que te da estar colocando las cosas.

— Hola, señora Weasley —digo según me acerco a ella, que termina de ordenar uno de los módulos y me abraza.

— ¿Cómo estás, querida? —me dice suavemente, como si pensara que me voy a romper. Y ahora mismo lo único que se va a romper aquí es mi mente.

— Podría estar mejor, ¿y usted? —digo con una sonrisa que sé que es triste, pero es lo que siento ahora mismo y sé que no me debo callar las cosas en ocasiones.

— Menos mal que lograste avisarnos, no sé qué hubiéramos hecho si hubiéramos perdido la casa —dice. —¿Te quedarás a comer?

— Venía a ayudar, señora Weasley —digo y esta vez sonrío algo más. —¿Necesita ayuda aquí o mejor voy con ellos a levantar partes de la casa?

— Creo que ellos necesitan más ayuda —dice la señora Weasley y luego empieza a reír, por lo que me giro para ver como los gemelos están tratando de entender como va la habitación de Ginny, que la están poniendo al revés.

Al final conseguimos dejar casi todo acabado antes de la hora de comer, que hicimos un parón para comer unos bocadillos para luego terminar de poner el ático y ordenar las cosas. Había habido que desmontar la casa entera para fortalecerla ya que no dejaba de ser una casa de madera sostenida por magia, lo cual es realmente peligroso.

Claire no se había dejado ver por La Madriguera, a pesar de que las únicas que habían dicho que no vendrían eran Olivia y Sam, así que cuando terminamos todo por allí pudimos ir por fin a casa. Los gemelos iban a abrir de nuevo la tienda al día siguiente, por lo que podría estar entretenida y no tendría tiempo de pensar en el ático de mi casa o Sam echándome. Algo que esa noche sí que hizo mella en mis sueños.

Cuando llegamos, conectamos la chimenea del apartamento con La Madriguera para que Harry, Ron y Ginny pudieran ir con más rapidez hasta allí. Además, teniendo en cuenta que no podían usar mágica, era el método más seguro, por mucho que pudieran hacer una aparición conjunta. Las chicas nos vieron y se encerraron en su habitación, que insonorizaron y no pude escuchar nada con las orejas extensibles de los gemelos.

Las pesadillas durante esa noche no se hicieron esperar, que incluían mi descubierto miedo hacia perder la capacidad de ver el futuro. También incluían la tortura de Bellatrix, en la que gracias a todo lo que había pasado, no había pensado mucho en ella. Mis sueños opinaban distinto, así que desperté varias veces durante la noche porque había estado gritando y Fred me había despertado. Había soñado que la persona del ático era Bellatrix y nos torturaba a todos, que era el mismo Voldemort y consideraba apoderarse del mundo mágico y muggle. Incluso en algún momento se había convertido en la sombra que no dejaba de perseguirme por todos lados.

Esta situación de estrés no mejoró en ningún momento, si no que aumentó debido a la apertura de la tienda a la que no dejaban de venir alumnos de Hogwarts para surtirse hasta el verano. Siempre venían por la mañana, cuando salir no daba tanto miedo, lo que hacía que durmiera poco. Porque la situación no era muy buena, a penas dormía por todos los tipos de pesadillas diferentes y si no, tenía insomnio.

El inicio del nuevo año fue un desastre para mí, aunque al menos Olivia consiguió mejorar al empezar a tomar la poción que me había dado Honey y Sam parecía que se había convencido de que no me tenía que ir. Aunque lo más probable es que Claire hubiera tenido algo que ver ya que hasta antes de ese día, no había sido capaz de estar en la misma habitación que yo.

Harry, Ron y Ginny volvieron a Hogwarts unos días más tarde mediante la red flu, que había sido considerada por el ministerio como una forma más segura de viajar. Incluso las chimeneas de los nacidos de muggles habían sido habilitadas para esta ocasión, lo que solo podía indicar la gravedad de la situación mágica en estos momentos, a pesar de que aparentemente no había habido ningún ataque.

Gracias a que los alumnos de Hogwarts habían vuelto a las clases, el volumen de gente en la tienda disminuyó bastante, pero aumentaron los pedidos por lechuza, que era lo que los gemelos me habían puesto a hacer. Enero dio paso a febrero, y la relación con Fred aumentó bastante. Seguíamos durmiendo juntos, pero siempre había algo que nos interrumpía cuando nos íbamos a acostar, ni si quiera en Hogwarts había sido tan complicado, y eso que no había muchos lugares donde pudieran estar dos miembros de casas diferentes a solas. Tampoco lo consideraba como algo malo, el sexo no era algo que necesitara para sobrevivir, por lo que estaba bien así.

Entramos en marzo con la noticia de que Ron había sido envenenado, y tanto Claire como yo vimos como pasaba en ese mismo momento, incluso pudimos vernos la una a la otra durante la visión del presente. No nos dio tiempo a avisar a los señores Weasley ya que ellos mismos se habían enterado por Dumbledore antes de que llegásemos a La Madriguera. Los gemelos querían ir a ver a su hermano, pero nos recomendaron -o más bien obligaron- a quedarnos en Londres y no ir al castillo. Claire sufrió muchísimo al ver que no podía haber hecho nada por evitarlo, y Olivia que definitivamente volvía a ser ella misma consiguió tranquilizarla. Las tres decidieron irse de compras al mundo muggle, y me invitaron, pero decidí que era mejor no salir, no tenía ningunas ganas de hacerlo por mucho que me gustara pasar tiempo con mis amigas.

En abril fue el cumpleaños de los gemelos y les organizamos una pequeña fiesta sorpresa en el apartamento, donde vinieron Angelina, Lee y Alicia. Fue una fiesta que se alargó desde las doce de la noche del uno de abril hasta las doce menos un minuto de esa misma noche, durando veinticuatro horas. Los tres se quedaron a dormir debido a que era muy tarde y además muy inseguro.

Abril dio paso a mayo, y de lo primero que me enteré fue de que Ginny había empezado a salir con Harry por lo que no dudé en mandarla un vociferador en venganza por no haberme contado nada. Aproveché para grabarlo cuando los gemelos estaban en la tienda, y las chicas me ayudaron a que fuera lo suficientemente vergonzante como para que no olvidara contar algo así la próxima vez. Ginny nos contestó con una carta normal, mencionándonos que Hermione parecía que estaba medio saliendo con Ron y no dudamos en repetir la experiencia con ella, solo que Hermione fue más lista que Ginny y su respuesta fue un picotazo a cada una por parte de Hedwig, la obediente lechuza de Harry.

Mayo acabó antes de lo que pensábamos, y comenzó junio, lo que Sam y yo definimos como uno de los peores meses de la historia. Empezamos a ver fragmentos de Hogwarts en cualquier parte, y decidimos llenar la habitación de las chicas con todo lo que veíamos. Snape con Malfoy, Greyback por los pasillos, Dumbledore hablando con Malfoy, la cabaña de Hagrid incendiada, Tonks peleando y Bill en el suelo con grandes heridas. Cada día veíamos partes distintas, y por mucho que intentábamos reconstruir lo que pasaría, nos resultaba imposible. Hasta que, mientras los gemelos estaban en la tienda organizando todo y nosotras nos habíamos subido para preparar una cena rápida, Claire empezó a ver como Malfoy llamaba a unos mortífagos en Hogwarts. No teníamos posibilidad de llegar a tiempo hasta allí, y éramos perfectamente conscientes de ello, pero eso no nos detuvo para tratar de llegar. Sam y Olivia fueron corriendo a avisar a los gemelos mientras que yo me quedé con Claire, tratando de que fuera diciendo que veía. Pero fue tocarla y empecé a ver lo mismo, Malfoy hablando con Dumbledore en la torre de Astronomía del colegio, y a los mortífagos llegando. Supe que estaba viendo el momento de la muerte de Dumbledore, por lo que solté a Claire y traté de hacerla volver al apartamento, pero cuando vi la primera lágrima cayendo por su ojo izquierdo, supe que acababa de ver como Dumbledore caía desde la torre de Astronomía. Lo único que pude hacer fue abrazarla y en cuanto llegaron los gemelos, nos dirigimos hacia Hogwarts. Sam estaba al borde de un ataque de histeria cuando se dio cuenta de que Bill ahora mismo estaba en un pasillo del castillo agonizando, y pensaba que estaba muerto, pero le tuve que empezar a hablar de la boda que seguía manteniéndose y lo que había visto en ella. Conseguí que se tranquilizara y no sembrara el caos en los gemelos, pero en cuanto llegamos a Hogwarts y fuimos a la enfermería Sam y Claire no pudo evitar tener un ataque de ansiedad. Madame Pomfrey encargó a la señora Weasley que limpiase las heridas de Bill, pero Fleur le quitó el trabajo de las manos y no se alejó en ningún momento de su prometido. Intenté ayudar a Madame Pomfrey, pero al final acabó echándome de allí ya que cuando conseguía que alguna de las dos se calmara, aunque fuera un poco, volvían a empezar.

Decidí ir hacia la torre de Astronomía, donde podía tener una vista privilegiada de los jardines del colegio. Sabía que la próxima vez que viniera sería en la Batalla y quería conservar todos los recuerdos bonitos que pudiera de este lugar, y el paisaje era una de esas cosas que sabía que me ayudarían a mantener la cordura.

No me di cuenta de que en la torre estaba un Harry totalmente callado, con una capa a sus pies y mirando al horizonte hasta que no estaba junto a él. Ninguno dijimos nada durante unos instantes, hasta que Harry decidió que era momento de desahogarse con alguien:

— Podía haber evitado que muriera si no le hubiera hecho caso.

— No es tu culpa, Harry, es mía —murmuro, sabiendo en el lío en el que me estoy metiendo. —Sabía muchas cosas de las que iban a ocurrir hoy, pero no fui capaz de relacionarlas.

— Ves el futuro, no eres una superheroína que pueda evitar todo, Abby —dice Harry, y no puedo evitar reír.

— ¿Pero tú si tienes que salvar a todo el mundo?

— Se supone que soy El Elegido —dice con un suspiro, y sé que está sintiendo demasiada presión ahora mismo.

— ¿Qué tal te va con Ginny? —decido preguntar para cambiar de tema, pero no sé qué es mejor ya que enseguida veo como sus ojos se entristecen aún más.

— Tengo que protegerla —susurra, y entiendo perfectamente que es lo que va a hacer. Lo que intenté en mi primer año en Hogwarts con un éxito nulo.

— Buena suerte con ello —le digo, y él solo asiente.

En ese mismo momento, Hermione y Ron llegan así que decido que es momento de salir de ahí. Abrazo rápidamente a Hermione y Ron y decido volver a la enfermería, esperando a que Madame Pomfrey me deje estar allí, aunque sea cinco minutos. Que para mi sorpresa me deja estar diez, tras los cuales me echa junto con los gemelos y los señores Weasley para que vayamos a dormir.

La profesora McGonagall nos guía hacia una de las aulas abandonadas y allí hace aparecer siete camas, y no lo entiendo hasta que no veo llegar a Ron y Ginny, que parece que también van a dormir hoy aquí. Me siento una intrusa totalmente, por lo que no dudo en soltar una excusa y me voy a vagar por los pasillos. Normalmente no habría hecho esto nunca, siendo alumna de Hogwarts es imposible que me dejasen pasar aquí, pero ahora mismo no lo soy. Ni nunca más lo voy a volver a ser.

Decido pasear por todos los sitios donde he estado, aunque me muero de ganas de ir hacia los jardines, de noche es imposible salir ya que las puertas están cerradas. Decido ir hacia la bruja tuerta una última vez, por donde siempre nos escapábamos para ir a Hogsmeade. O de fiesta muggle como la última vez. No puedo evitar sonreír al recordar los buenos años que he vivido en este castillo, pero el año que viene estará totalmente destruido o casi.

Evito que las lágrimas salgan pestañeando con fuerza y sigo andando por todo el castillo. No puedo evitar acabar delante de la puerta de la sala de los menesteres, aunque no la invoco y solo miro la pared, hasta que mis pasos me llevan a la puerta de la sala común de Ravenclaw, pero no intento entrar, ya no es mi lugar.

Decido volver a la sala donde la profesora McGonagall nos ha habilitado las camas para dormir un poco, aunque sea, pero sé que va a ser complicado. Sé que empieza la guerra, solo queda un mes para la boda de Bill y Fleur y eso significa que el ministerio caerá.

***

Sin duda alguna el funeral de Albus Dumbledore es lo más triste que ha pasado en todo el año. Claire sigue sin poder levantar la vista del suelo, sintiéndose culpable, al igual que Sam que no puede mirar a Bill, al que Madame Pomfrey le ha dejado salir de la enfermería con la condición de que luego vuelva para que siga tratándole. No sabemos si se llegará a convertir en hombre lobo, pero lo que está claro es que Fleur no piensa abandonarle. Olivia trata de hacer que ambas chicas vuelvan al mundo real, pero no consigue hacer nada, por lo que en cuanto termina la ceremonia y el cuerpo del director Dumbledore es enterrado junto a su varita en un sepulcro de color blanco las llevo a parte para hablar con ellas.

— Ya sabía que Dumbledore moriría —digo nada más ver que estamos a solas. —No es tu culpa, Claire, y que Bill esté herido tampoco es culpa tuya, Sam, yo ya sabía que habría mortífagos en el colegio, pero no supe leerlo.

— Tampoco es culpa tuya —dice Olivia acercándose a abrazarme, pero niego y la empujo contra Claire, que lo necesita mucho más que yo. —Mira como estaba hace unos meses y mírame ahora, no tengo nada que ver y eso es gracias a ti.

— No se como lo soportas —dice Sam, mientras que se abraza las piernas. Hemos venido cerca del lago negro, aprovechando el calor de julio para estar un poco al sol. —No quiero ver nada de esto, quiero bloquearlo, ¿no hay nada cómo lo que ha tomado Olivia para parar las suyas?

— No lo sé, no lo preparé yo, fue mi elfina doméstica —confieso, y las chicas solo se quedan mirando asombradas. —En realidad creo que es una receta de mi madre, pero no estoy nada segura, llevo sin acercarme a verla desde que conseguí la poción para Olivia en Navidades.

— ¿La has dejado sola todo este tiempo? —pregunta Claire, y yo solo asiento.

— Me echó de casa, literalmente —añado, y Claire y Sam levantan una ceja. —Creo que mi madre le enseñó mucho de libertad, desde luego que no es la elfina doméstica más obediente.

— ¡Pero es una elfina, tiene que obedecerte!

— Eso es esclavitud —dice Olivia seriamente y mirando mal a Sam, que parece no entender el punto de vista de nuestra amiga.

— Por eso la dejo estar, además, preferiría no tener que volver hasta que no sea totalmente necesario —digo, y esta vez las tres me miran interrogantes. —La casa tiene un ático en el que no podía entrar, y Honey pensó que le iba a dar una prenda para liberarla en lugar de darle algo para que estuviera más cómoda y... bueno, abrió el ático.

— ¿Qué había ahí? —pregunta Claire, y me encojo de hombros.

— No lo sé, estaba a punto de entrar cuando Honey me sacó de allí —digo, y cuando miro de nuevo al lago negro, sé que tengo que dejar salir lo que me lleva atormentando meses. —El ático me llamaba, y cuando estaba demasiado cerca pude ver que había alguien dentro.

— ¿Estás de coña?

— Me encantaría estar de coña, pero no es así. Tampoco me importa quien viva en el ático, no tengo pensado vivir en esa casa y la puerta está totalmente cerrada —trato de quitarle importancia al asunto, pero sé que algo que tiene gran importancia.

— ¿Y lo vas a dejar así? —dice Claire incrédula.

— Era el plan.

— Vamos ahora mismo a esa casa —Sam se pone en pie y las demás se levantan, pero yo sigo sentada. Me tienden una mano, pero la rechazo con un simple movimiento de cabeza. —¿Por qué?

— Perdí el control, Sam, no puedo volver allí. Lo que sea que hay en el ático es capaz de controlarme, y si no puedo estar en esa casa hasta que no esté preparada para aguantarlo no iré —confieso, y esta vez sí que me pongo de pie, pero para volver con todos los demás.

Las chicas me siguen sin decir nada, y yo lo agradezco muchísimo. No veo necesario volver a exponerme al maldito ático, y si se supone que el año que viene sabré que hay, no pienso adelantarlo.

Cuando llegamos al castillo, podemos ver que todos los alumnos van arrastrando sus baúles, sinónimo de que el curso ha acabado. Para algunos de ellos por última vez, entre los que sé que Harry, Ron y Hermione están entre ellos. Lo he visto y sé que el curso que viene no vendrá ninguno, y por mucho que quiero acercarme a ellos y ofrecerme para luchar a su lado, no soy capaz de hacerlo. 

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Generalmente no pongo notas, ¿quién quiere leer algo que no va con la historia? Pero esta es importante porque quedan seis capítulos y el epílogo, y va siendo hora de que decidáis.

¿Queréis ver los finales alternativos del fanfic? 👀

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