2.
Recuerdos.
Ahí estabas, con miedo a cerrar los ojos y caer en un profundo sueño, temiendo que tu secuestrador te haga algo. O bueno, aun no ha hecho algo.
Pero con toda esta oscuridad, ya ni sabias si tenias los ojos cerrados o no.
No sabias cuantos días habían pasado, tal vez semanas o meses. Pero de a poco desarrollaba un extraño miedo a la oscuridad que te tenia completamente engullido en esa habitación.
Además, cierta sensación de claustrofobia te amargaba aún más esa terrible situación.
Pero, ese sonido una vez más te puso alerta, el sonido de la puerta rechinando y abriéndose.
—¡Hola!—saludo animado Chara. El castaño al no resivir respuesta por parte tuya, encendió la luz, se acerco a ti con una bandeja llena de galletitas de chocolate.—Dije: “hola”.—replicó de manera cevera, ya agachado a tu altura.
—¿Qu-que quieres de mi?—preguntaste en susurro, ya que, no tenías fuerzas para hablar.
—Oye, se supone que deberías de devolverme el saludo.—el mayor sonrió aún más.—Ah, cierto, ha animales como tú, se les debe enseñar con castigo, como comportarse.
El castaño tomó una de las galletitas y la estampó en tu cara, haciéndola pedazo en tu rostro. Hiciste una mueca de molestia.
—¡¿Cuál es tu-?!—no pudiste finalizar, ya que, Chara estampó otra galletita en tu cara, pero esta vez, con más fuerza. Hiciste un sonido de quejido, algo que le resultó gracioso al castaño.
—¿Que acaso no recuerdas?—dijo el mayor.—Ah, verdad que no puedes.—sonrio.
—¿D-de que hablas?—tartamudeaste.
—Oh, no quisiera hablar de nuestras viejas experiencias, pero, ya que estamos.—el castaño se sento.—Tú y yo, nos conocemos desde el jardín de niños, yo fui adoptado por Toriel, quien era la maestra, y tú, al ver que ella era mi “madre”, me tratabas como un animal. Y un día, me dijiste lo mismo, y me tiraste mi almuerzo en la cara, delante de todos. No sabes la vergüenza y el odio que sentí.
En ese instante, recordaste pero de manera borrosa aquello, si, lo recordaste, no estaba tan claro pero, estabas seguro de que fue así exactamente.
Sentiste como en tu pecho se formaba una grieta, una profunda y dolorosa grieta, como si te hubieran roto el pecho. Te faltaba aire, y comenzaste a jadear de manera desesperada.
—Tan solo mirate, pareces un cerdo.—el castaño estampó la bandeja completa en tu cara.
Sentiste un fuerte dolor en tu frente, poco a poco una hinchazón se formó, no era algo grave. Eso era lo bueno.
—Tú y yo, para desgracia mía, siempre estuvimos juntos, hasta en la universidad, y siempre me molestabad.—rio por lo bajo el castaño, aun con una sombría mirada.—Es mi turno de molestarte, todo lo que me hiciste, te lo devolveré, ________. —el castaño se levantó.
Antes de que el chico pudiese cruzar la puerta, tú le llamaste.
—¡Chara! ¡Espera!—el mayor se giro confuso.—Aunque sea dime, ¿cuál es mi verdadero nombre?
Chara al oír aquello sonrio con malicia notándose a kilómetros. Como si fuese la sonrisa de un demonio, o del diablo mismo.
—Eso será para el final, cariño.
Con esa última frase, y con aquella mirada diabolica grabada en tu mente, el castaño se marchó.
Recordaste algo de tu infancia, querías recordar más, ¿como eran tus padres? ¿Tus amigos? Y, más importante, ¿porque molestabas a Chara?
Bueno, pero ahora sabes que no tienes escapatoria y que tendrás que esperar a algo muchísimo peor que simple comida en la cara. Sabias que esto apenas empezaba.
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