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Prólogo:

Austin, Texas.

Ocho años atrás.

El trayecto de Houston a Austin es de dos horas y media. A lo largo de él mi hermano pequeño, Malcolm, no dejó de ver hacia el exterior con una expresión que me hizo saber que no estaba del todo conforme con la manera en la que logró estar en la mira de los reclutadores para las grandes ligas de la NFL más temprano. 

Se lesionó durante el juego más importante de su vida en cuestión de oportunidades para su futuro, así que ocupé su lugar como si estuviéramos dentro de una maldita película de Disney porque sé lo mucho que significa para él estar en la mira de los reclutadores, no importa que la industria deportiva funcione como una trata de blancas legalizada.

He intentado que se dé cuenta de eso, de que solo será una ficha en el tablero de alguien más que descartarán a la menor oportunidad. 

Pero aunque no esté de acuerdo, son sus sueños y el chico ha trabajado duro por ellos. Merece lograrlos aún si no estoy de acuerdo o tenga un mal presentimiento al respecto. Tampoco soy su maldito padre, me repito a mí mismo constantemente, pero si no estoy ahí para él, ¿quién lo hará? Wagner solo inseminó a su madre y se marchó, lo que me hace sentir un poco celoso.

Malcolm no lo sabe, pero me habría gustado estar en su lugar.

―Pres, qué bueno que llegaste. Tenemos un inconveniente ―dice uno de los chicos de la fraternidad, Geralt, a penas nos bajamos de mi camioneta.

Las luces de la construcción de la hermandad están apagadas para dar paso al efecto neón. Veo salir destellos de los más vibrantes colores a través de cada abertura de la construcción, lo que me indica que la fiesta ha empezado. Tomo una bocanada de aire, ya agotado de esto, y me repito a mí mismo que ya está a punto de acabar porque ya voy a graduarme. En un principio me era casi imposible respirar ante tanto desastre, pero luego aprendí a verlo como una herramienta para mantener distraído al prójimo mientras manejo cada elemento del campus a mi antojo. Ellos pueden tener sus fiestas. El alcohol. El sexo.

Yo tengo el control.

―¿Qué sucede? ―pregunto cuando no suelta la información importante lo suficientemente rápido.

―Gordon y su novia están ocasionando problemas de nuevo ―responde, sus ojos llenos de desagrado―. Están molestando a una chica en el segundo piso, ¿qué mierda se supone que hagamos?

Gordon y su novia son problemáticos.

No es la primera vez que causan problemas involucrando a una chica desafortunada del campus. Debería echarlo de aquí, pero también forma parte del equipo de fútbol y hay ciertos códigos de hermandad que se deben respetar. No puedo joder su existencia sin que el resto esté de acuerdo. En realidad sí puedo, pero no tengo un motivo lo suficientemente fuerte como para tomarme la molestia y todo en mi vida es planificado y meditado con anticipación porque no me agradan las sorpresas, y ser el defensor de una chica tonta que se puso a sí misma en una situación así no es mi meta.

No soy ningún superhéroe.

―Saquemos a esa chica de aquí ―digo, girándome hacia Malcolm después―. Tengo asuntos que atender, pero considera este tu palacio. Puedes hacer lo quieras y celebrar la victoria de hoy como desees. ―Estrecho su hombro―. Fingí ser tú. Ahora relájate y diviértete como si fueras yo. 

Malcolm me mira fijamente con sus ojos color café. 

Ya somos del mismo tamaño e incluso diría que es unos centímetros más robusto que yo porque cada segundo de su día consiste en entrenar para ser el mejor en el campo, lo cual involucra pesas y batidos proteicos con todas las comidas, pero siempre será ese niño de aspecto desgarbado dentro de mi mente. Tras retirar mi agarre de su hombro, se aleja. 

―No quiero ser como tú, Tanner, y no necesito ser visto como el hermanito idiota que necesita decir el nombre de su hermano mayor para obtener algo, pero gracias por la oferta. Buscaré una cerveza y una chica de los Longhorns para olvidar esta mierda.

Despeino su cabello, divertido con su actitud, cuando pasa frente a mí.

Le gritan algo sobre su chaqueta de los Cougars a lo lejos, así que se la quita y la arroja a un arbusto para poder entrar en Maleeh sin que lo abucheen por estar usar el logo de otro equipo.

―Tienes razón. Serás mejor, ¿no? El único Reed al que nadie llame idiota a sus espaldas.

A pesar de que me mira con rabia, como si pensara que me estoy burlando, la verdad es que no lo hago. Aunque la ira dentro de mí reconoce a la ira dentro de él porque su origen es el mismo,  sé que Malcolm es el hermano bueno. Lo veo en la manera en la que trata a su madre. En cómo trató a sus novias mientras crecía. En cómo una vez lloró y me llamó con histeria cuando asesinó por accidente a un cachorro en la carretera después de que le presté mi camioneta para ir por cerveza.

Para que se calmara tuvimos que enterrarlo como si se tratara de un humano. 

Una hora y diez minutos de mi vida desperdiciados para no herir los sentimientos de mi hermano.

Jódete ―sisea en alemán, lo cual me hace sonreír ligeramente ya que yo se lo enseñé.

Todo lo que mi padre le negó, intenté dárselo.

Me gustaría decir que solo lo hice porque soy un buen hermano, pero no es cierto.

Me giro hacia mi Raptor una vez veo a Malcolm desaparecer en el interior de Maleeh. Es hilarante la manera en la que algunos ebrios lo confunden conmigo palmeando su espalda, pero su actitud esta noche no se diferencia mucho de la mía. Abro la puerta de mi camioneta para tomar mis cigarrillos del compartimiento en el lateral en el que los guardo. Mi ceño se frunce al no hallarlos. Suponiendo que se me cayeron mientras me cambiaba para entrar en el uniforme de Malcolm y después de nuevo en mi ropa, me fuerzo a mí mismo a no pensar demasiado en ello a pesar de la irritación y el malestar que perder algo que me ocasiona, incluso algo tan insignificante. Tras cerrar de nuevo, me enfoco en Geralt.

―Consígueme un paquete de cigarrillos y un nuevo encendedor. Yo me encargo de la chica.

―Está bien, pres.

Toma mi orden como un soldado, caminando directamente hacia la calle.

Sé que no tiene un auto, por lo que andará a pie por casi dos kilómetros para complacerme. Tampoco tiene dinero, así que es probable que gaste parte importante de sus ahorros para comprarlos. Tengo una faja de billetes de cien en la guantera, pero no voy a hacerle las cosas más fáciles. De nuevo con la mirada clavada en la entrada de Maleeh, una opresión se apodera de mi pecho.

Debería estar ansioso por entrar tomando en consideración que es mi reino, pero la sola idea de rozar mi cuerpo contra el de cientos de personas llenas de sudor y mugre me ocasiona náuseas. Tomo una honda bocanada de nuevo antes de adentrarme en la fraternidad. Intentan retenerme en el primer piso, pero no lo permito, seguro de que soy el único estudiante de último año que nunca ha bailado entre la multitud. Continúo con mi camino hasta alcanzar las escaleras. Ya allí las subo casi de dos en dos hasta alcanzar el segundo piso y la habitación que Gordon comparte con su compañero. Debieron saber que Geralt iría conmigo ya que cuando abro la puerta estos ya no se encuentran allí, pero sí la chica.

Ella se abraza a sus rodillas, sangrando a través de cortes en sus brazos, y mantiene el rostro escondido en una almohada. La parte superior de su ropa ha desaparecido y no la veo en ningún sitio, así que me quito la camiseta y la coloco sobre ella porque lo último que necesito es un problema de este tipo.

La sensación de la tela cubriéndola hace que alce su rostro hacia mí.

―Gracias ―murmura incorporándose para ponérsela, sus mejillas rojas, y la escucho a pesar de la música que inunda el ambiente―. Pensé que tendría que usar algo suyo para bajar. En serio gracias.

Niego.

―Dile gracias a tu bajo autoestima por prestarle atención a alguien como Gordon. Es más importante que le agradezcas a eso por terminar aquí y no a mí. Yo solo sentí lástima y vergüenza ajena por ti y reaccioné en consecuencia. ―Inclino la cabeza hacia a la puerta―. Vete de mi hermandad y no vuelvas hasta que sepas diferenciar entre un sociópata con novia y el resto de los infieles que solo quieren sexo.

Se levanta con movimientos temblorosos ya que Anahí la lastimó en todas partes, pero se detiene frente a mí. Eleva la mano para intentar tocarme. No lo logra. Retrocedo y me giro hacia el escritorio de Gordon fingiendo buscar algo que no existe ya que el imbécil ni siquiera se toma la molestia de simular que estudia. De no ser por el fútbol no tendría ninguna posibilidad real para el futuro.

El futuro.

El futuro es en lo único en lo que pienso siempre. Es como si el presente no existiera. Solo el pasado y el futuro, siendo el presente tan solo un enlace entre ambos. 

―Idiota ―dice la chica tras de mí, pero ni siquiera giro el rostro hacia ella.

Me han dicho cosas peores.

Me limito a mirar por la ventana hasta que se va y escucho el sonido de otra persona entrando en la habitación. Su característico aroma a cigarrillo y marihuana hace que lo reconozca.

Solo un adicto o un narcotraficante huele así.

No trato con adictos, así que se trata de la segunda opción.

―¿Cómo van las ventas hoy? ―le pregunto mirando hacia el patio por la ventana, dónde una linda rubia que no había visto antes lleva más de treinta minutos teniendo mi atención. Treinta minutos en los que la vi sufrir una metamorfosis y pasar de la tímida chica en un banco a un ángel intentando volar saltando desde una mesa. Esta lleva un vestido blanco que parece salido de un taller de confección celestial. No puedo evitar sonreír cuando empieza a aletear con sus brazos como si fueran alas, pero mis manos se aprietan alrededor del borde de madera de la ventana cuando veo que intenta salir de su vestido y recuerdo que las personas a su alrededor no se ríen en su compañía, sino de ella ―. ¿Qué le diste? Vi que le ofreciste algo nuevo a la chica de allá abajo. ―Mi mandíbula se aprieta―. ¿Es algo que te tengo prohibido, Hans? ¿Algo por lo que nuestra sociedad se romperá?

―Ketamina, una nueva droga inofensiva con efectos similares al LSD ―responde cuando me giro para obtener una respuesta, pero termino viendo una píldora blanca sobre su mano―. Mi proveedor acaba de traer estas de prueba de California. Ya allí está en todas partes y aquí ya han empezado a preguntar por ellas. Podemos ser los primeros en suministrarlas en el campus, pero sé que necesitas ver los resultados por ti mismo antes.

Mi garganta se cierra.

Las pruebo porque no quiero que nadie muera en mi patio y que eso nos salpique, no porque quiera.

―¿De cuánto dinero estamos hablando?

Hans, de aspecto desgarbado y despreocupado, su cabello negro largo, se encoje de hombros, pero sus ojos brillan y sé lo que eso significa para ambos: un último período, un último trabajo. Me gustaría rechazarlo, pero nunca he estado más cerca de lograr el control sobre Reed Imports que ahora que mi abuelo ha manifestado su deseo de cambiar su testamento, lo cual no puedo hacer sin dinero para superar todas las trabas legales o no que mi padre pondrá en su camino y en el mío.

―Cientos de miles de dólares para cada uno ―contesta y mi corazón empieza a acelerarse ante la idea de perder el control de mi cuerpo, pero puedo soportarlo siempre que sea debido a algo más grande.

Como mi futuro.

Tras tomarla de su palma, la llevo a mi boca.

Cuando termino de sentirla descender por mi garganta, guío mis manos a su camisa.

―Espero que esta mierda no me haga hacer el ridículo.

Hans me empuja hacia atrás, todavía sonriendo.

―Los efectos empezarán en cinco minutos más o menos. Te aconsejo recostarte o terminarás como el sujeto de prueba número uno ―ríe mientras inclina la cabeza hacia la ventana.

Hacia la chica rubia que ahora luce como si en cualquier momento fuera a caer y romperse un hueso.

Debería dejar que sucediera, pero sería una lástima que se arruinara de esa manera cuando es tan perfecta. Desde su cabello rubio claro a su piel blanquecina y aspecto angelical, diría que es exactamente lo que he esperado desde hace mucho tiempo: las tres I. Influenciable. Inocente. Ingenua. Tras maldecir a Hans con la mirada, quién solo sonríe evaluando el efecto de su droga en mí y en la chica, me doy cuenta de que solo tengo cinco minutos para presentarme ante ella antes de que los efectos comiencen y me convierta en un imbécil. De esos cinco me toma tres llegar hasta donde está.

Me apresuro, ya sintiendo mi frente sudar, cuando la veo trastabillar sobre la mesa.

Extiendo mis brazos y ella cae sobre ellos.

Mi pecho se llena de satisfacción cuando me mira fijamente con sus ojos marrones.

―Sav... Sav... ¿dónde está mi amiga? ―pregunta, lo cual hace que frunza el ceño.

Durante el tiempo que llevo observándola no he visto a ninguna amiga.

Ni siquiera debería llamarla así tomando en cuenta que la dejó sola en un sitio así.

―No lo sé ―respondo―. Pero no es una buena amiga si te dejó sola.

Ella empieza a negar como si la hubiera insultado y salta fuera de mis brazos.

―No ha-hables así de ella ―tartamudea con un poco de tono enloquecido.

Sintiéndome como si me hubiera ganado la maldita lotería, empiezo a planear dentro de mi cabeza.

Una vida.

Un hermosa casa con dos o tres niños.

Una bonita esposa que nunca se ha dejado ensuciar por ningún otro hombre.

Porque si la virginidad pudiera oler a algo, olería a ella.

―¿Quieres que te ayude a encontrarla?

La rubia entreabre los labios, pero lleva sus ojos de mí a una chica morena saliendo de la fraternidad. Se reúnen con emoción, así que voy por un trago para ellas. Desisto al regresar y no hallarlas en el sitio dónde las dejé. Mi propio mundo empieza a dar vueltas en ese momento y esa no es la idea que debería llevarse de mí la futura señora Reed, así que regreso al interior de la fraternidad y subo a mi habitación. Hoy he sido un anfitrión de mierda, pero estoy seguro de que sobrevivirán. Tras acostarme sobre mi cama, la rubia de rostro redondo y mejillas rojas grabada en el interior de mis párpados como un objetivo, extiendo mi mano para alcanzar mi almohada, pero detengo su movimiento cuando encuentro mi encendedor y mi paquete de cigarrillos. Tras tomarlos, suponiendo que los dejé aquí, enciendo uno y me miro en el espejo, de cabeza, ideando un maldito plan para encontrar a la rubia por la mañana.

Al menos la noche no fue del todo un desperdicio.

No cuando he conocido a la madre de mis futuros hijos hoy.

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