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Capítulo 2: Daylight.

No creo en el destino o en el universo, y soy demasiado inteligente como para creer en Dios, pero tampoco creo en las casualidades. Todos los eventos, desde el más grande al más inútil e inesperado, tienen un significado. Una razón que va más allá de los deseos de alguien más, de la morbosidad de un escritor omnipresente. Una razón que se centra más en aprender de nuestras vivencias que en un designio o un final.

Porque los finales, felices o tristes, no existen.

Sería estúpido creer que sí tomando en cuenta que somos incapaces de predecir el mañana, si todo permanecerá como lo planeamos o lo escogimos, o lo que hay tras la muerte. Y te lo dice la opinión de un maldito experto. Me hacen falta dedos para contar las veces que he intentado planear mi vida y que no ha funcionado. Las veces que me he equivocado con los demás, y conmigo mismo.

Pero espero haber aprendido.

Por el bien de mi hijo.

*****

Dallas está lejos de ser mi ciudad favorita de Texas, pero apenas puedo manejar las emociones que se aglomeran en mi pecho mientras recorro sus calles en medio de la madrugada. Después de que inicié el proyecto del muelle y adquirí una propiedad en Corpus Christi pensé que ahí estaría mi hogar, pero eso cambió hace unas horas, cuando me enteré de que sería padre por medio de una llamada errónea. Poco tiempo después, como si todo estuviese alineado para acercarme a mi hijo, Wertheirmer me llamó para reafirmar lo que ya sabía. Que Savannah está embarazada de mi hijo y que desde hace algunas semanas, tras su divorcio, se encuentra con ellos.

Y ahora mi definición de hogar no se trata de un sitio, sino de una persona.

─No está mal ─acepto a duras penas al estacionarme frente a la Mansión Wertheirmer.

Puedo percibir su esencia en ella.

Savannah, más que una arquitecta, es una artista y su principal huella es hacer uso del espacio que rodea el edificio que va a diseñar o decorar, involucrándolo en su obra maestra. En este caso consiguió que la mezcla entre clásica y moderna de la construcción blanca y azul se fundiera a la perfección con el amplio cielo que se cierne sobre ella. Con el bosque de pinos altos que la rodea. Me tomo unos momentos para disfrutar de su trabajo mientras amanece, fumándome un cigarrillo.

En algún determinado momento de mi vida lo había dejado, luego lo retomé.

Ahora volveré a hacerlo.

Cuando termino de darle la última calada al último cigarro que pienso fumar por lo que me quede de vida, me separo del capó de mi auto y camino hacia la entrada de la mansión, tomándome cada instante, cada paso, para prepararme para lo que está a punto de suceder, pero el tiempo es insuficiente. Incluso si fueran años o meses, verla siempre se sentirá como enfermar y sanar de una enfermedad terminal al mismo tiempo.

Toco el timbre una, dos, tres veces.

Cuando estoy a punto de darme la vuelta para regresar al auto, la puerta se abre y un rostro familiar, usualmente amable, pero ahora serio y molesto, aparece frente a mí.

─Tanner.

Asiento en reconocimiento, sin responder al odio en sus ojos azules.

Es un buen tipo.

Siempre lo fue.

─Ibor.

─Son las cinco de la mañana ─gruñe, pero no respondo. Él debe saber por qué estoy aquí─. Mis hijos están durmiendo. Weston está durmiendo. Savannah está durmiendo. Nadie está despierto. ─Guardo silencio, haciendo ademán de agacharme para seguir esperando en su pórtico, pero suelta otro gruñido y abre aún más la puerta de su hogar, permitiéndome tener un vistazo de su iluminado y blanco interior. Para ser una casa de hombres, es algo afeminada. Como si hubiera sido creada para sus hijos, para una familia, y no para complacerlos a ellos en sí misma─. Pasa. Te haré café. Te ves como un animal atropellado.

─No es necesario. Puedo seguir esperando aquí.

Su mirada se vuelve letalmente amable, una extraña combinación.

─Insisto.

Aunque no me siento precisamente cómodo adentrándome en la guarida de mi peor enemigo, acepto su invitación. No tengo nada personal contra Ibor ni su familia, pero sí contra su esposo. Cosas del pasado que no puedo olvidar, ni él. Cosas con su personalidad y con la mía que las hace completamente incompatibles. Aun así mi mente no deja de asociar cada centímetro de la casa con Savannah, y de apreciarlo. De preguntarse si esto es lo que quiere o que le gustaría para nuestro hijo. Un hogar dónde la luz domine cada extremo, cada esquina, y los muebles blancos sean manchados con témpera, plastilina y comida a diario. Sea lo que sea, ellos lo tendrán.

─¿Cómo te gusta el café?

─Negro, sin azúcar.

Los labios de Ibor se curvan agriamente hacia abajo mientras ocupo asiento frente al mesón de su cocina. Está ridículamente expuesto, sin camiseta, en shorts y zapatillas, por lo que deduzco que se encontraba entrenando cuando llegué. Es la pieza más importante de la defensa de los Cowboys, pero últimamente ha estado demasiado distraído en el campo. Más violento. Más agresivo. Menos concentrado en sus jugadas.

─Toma. ─Se inclina sobre el mesón tras deslizar la taza hacia mí. Bebo el contenido, al cual le añadió toda la azúcar disponible en los Estados Unidos a propósito, sin inmutarme. Después de no conseguir ninguna respuesta de mi parte de esa manera, se echa hacia atrás─. Eres un bastardo arrogante e insufrible.

Las comisuras de mis labios tiemblan.

Es como ser insultado por un conejito.

─Te doy permiso de decirme todo lo que quieras, Ibor. No lo guardes. ─Me inclino hacia adelante─. Todo ese odio hará que tu corazón enferme, así que suéltalo.

Se pone cómodo, cruzándose de brazos y apoyándose en el mueble tras él.

─Siempre apoyaré a Sav. Siempre estaré aquí para ella. Siempre la defenderé, la cuidaré y la protegeré, incluso de alguien como tú. No como su amante, sino como su amigo, y espero que lo entiendas y no seas un asno queriendo alejarla de la gente que la ama. Que sepas que al momento en el que me llame diciéndome que se equivocó de nuevo contigo, estaré ahí para ayudarla a poner distancia de ti porque no creo que hayas cambiado. No creo que hayas mejorado, ni la merezcas o a su hijo. Al momento en el que la hiciste llorar por primera vez, debiste haber sentido tanta vergüenza como para querer alejarte para siempre. ─Eso hice, varias veces─. En el caso de que realmente significara algo para ti y no solo la vieras como un juguete. ─No respondo─. Nunca entendí cómo Sav se pudo haber fijado en un ser tan despreciable, egoísta y desagradable como tú. Qué vio en ti, porque considera al resto del mundo ciego en lo referente a encontrar buenas cosas y cosas que valgan la pena en Tanner Reed.

Aunque mis papilas gustativas chillan en respuesta, tomo otro sorbo de mi azúcar.

─Así que eso es lo que piensas sobre mí.

Afirma.

─Debí habértelo dicho hace mucho.

Suspiro. No puedo culparlo.

No puedo culpar a nadie por pensar en mí como el villano.

Lo soy y no perderé mi tiempo escondiéndolo.

─Lo sé, sé lo importante que es para ti y viceversa, y no es mi intención alejarla de nadie. Ni a mi hijo. ─Desvío la mirada─. Ellos son afortunados de tener a alguien... como tú.

Dónde antes había más que fuego ante la idea de que otros hombres pudieran estar cerca, ahora solo me causa tranquilidad que otras personas la quieran. Tras oírme, como si lo sacara de quicio no obtener las respuestas que quería de mi parte, que no nos estemos peleando en su cocina, sus manos se aprietan en puños. Esa ferocidad me transmite calma. Si un día no estoy, me alegra saber que no estarán solos.

Así son mis pensamientos ahora, desde hace unas malditas horas.

─Es injusto que un idiota como tú reciba tantas oportunidades para estar con la mujer que ama, y las desperdicie. ─Se gira como si no soportara mirarme, saliendo al exterior de su mansión para correr. Antes de hacerlo por completo, sin embargo, me dedica un último vistazo─. Ella merece algo mucho mejor que tú, Reed.

Niego.

─No estoy aquí por ella. Estoy aquí por mi hijo.

─¿Entonces no es tu intención romper su corazón por millonésima vez?

Me giro para ver a Weston, quién se une a nosotros con aspecto despeinado y cansado, en una ridícula pijama de seda azul oscuro. Él se dirige a la cafetera.

─Simplemente no creo que exista alguna reacción que remedie el daño que nos hemos ocasionado, pero con mi hijo es diferente. Es un nuevo inicio. Una página en blanco. ─Mi ceño se frunce. ¿Por qué demonios estoy hablando de esto con estas personas? Son amigos de Savannah, no míos─. No es mi intención arruinar a nadie. Mucho menos a la persona que se ha convertido en lo más importante para mí, aún sin nacer.

Weston se posiciona frente a mí una vez Ibor se marcha por completo, negando con la cabeza como si no me creyera, pero no me interesa. Solo me importan dos opiniones ahora. El resto del mundo puede irse a la mierda, como siempre. Tomo una honda bocanada de aire, mis mejillas calientes ante lo cursi que me he vuelto sin poder evitarlo y ante el movimiento que percibo desde el interior de la despensa.

Esos mechones de cabello negro que se ven por la rendija.

Ese olor a caramelo salado.

─¿Qué demonios haces aquí, Reed? ─El rubio llama nuevamente mi atención.

─Tú me llamaste, Wertheirmer.

─Sí, para que supieras lo que un día a mí me hubiera gustado saber. Para que no pasaras por algo que no le deseo ni a mi peor enemigo. O sea, ni a ti. ─Su ceño se frunce mientras toma mi taza y vierte el contenido en el fregadero como una ama de casa enojada, lo cual agradezco─. No para que aparecieras en la madrugada en mi casa y te bebieras mi café, Reed, ¿qué demonios pasa por tu cabeza? Eres la última persona a la que invitaría aquí o le ofrecería un sorbo de mi kopi luak.

Kopi luak es el café más caro del mundo, el cual importo a veces.

Le enviaré un maldito bulto esta semana.

─Tu esposo no opina lo mismo. Él me dejó entrar.

Su mandíbula se aprieta.

─Bueno, yo te dejaré salir. Cuando Savannah quiera verte, estoy seguro de que ella misma te buscará. No tenías por qué haber venido a esta hora. Eres un psicópata.

Me levanto.

Podría pasar toda la mañana discutiendo con él, toda la maldita vida, pero ahora tengo prioridades en lo que se refiere a gastar mi energía.

─Dile que la espero afuera.

─¿Qué? ─Se atraviesa en mi camino, tomando la tela de mi camisa. Al percibir la tensión desde afuera, Ibor se adentra nuevamente en la cocina─. No soy tu maldito mensajero. Si tienes que decirle algo, estoy seguro de que puedes dejar un mensaje en su buzón de voz. Savannah no quiere...

No planeaba hacerlo de este modo, pero si él insiste.

Giro mi rostro hacia su despensa, la cual se abre al cabo de unos segundos. Weston me suelta cuando visualiza a Savannah descalza, en una bata de dormir blanca, su cabello negro suelto y sus labios entre rojos y rosados rodeados de migajas de galletas. Sus mejillas están sonrojadas debido a que fue atrapada, y sus ojos...

Sus ojos siguen siendo belleza que me deja sin aliento, el primer síntoma del malestar que la morena induce en mí con solo encontrarse en la misma habitación.

─No tienes por qué hablarle así. ─Weston la mira como si se hubiera vuelto loca. Ibor alza las cejas. Yo dejo escapar una profunda bocanada de aire─. Tanner no es el malo. Él nunca hizo nada malo. ─Sus ojos grises se llenan de lágrimas. Una licuadora se apodera de mi pecho. Sin poder aguantarlo, empujo a Wertheirmer lejos de mí y me quito la chaqueta. Hace demasiado frío para ella y para mi bebé─. Lo siento. ─Su bonito rostro se deforma todavía más cuando la alcanzo. Un poco de agradecimiento llena su mirada cuando la cubro. Se ve sensible y hermosa embarazada y no tiene que decir que me necesita para que lo sepa. Lo sentí. Lo siento con cada latido─. Malcolm y yo habíamos estado planeando tener un bebé antes de que todo sucediera. Yo... lo olvidé, pero no lo hice a propósito. No quería obligarte, amarrarte o forzarte a amarme. Sé lo que piensas de mí, pero nunca usaría a un bebé de esa manera.

Trago, consciente de lo culpable que soy de que se sienta así.

─Eso no importa una mierda, Sav. ─Mis labios se curvan lentamente hacia arriba, temblorosamente. No están acostumbrados a sonreír─. Vamos a ser padres.

Parpadea.

─¿Tú... estás feliz por eso?

Río. Weston e Ibor nos contemplan con horror.

Al parecer Savannah no les ha contado la historia completa, pero no puedo culparla por no querer pronunciar las palabras en voz alta. Estas conllevan demasiado dolor. Dolor por el que no quiero que pase otra vez, por lo que puedo seguir siendo la peor escoria sobre la faz de la tierra. De todas formas, independientemente de lo que le haya hecho Malcolm, lo soy al haberla lastimado como lo hice.

Y por otras cosas que he hecho a otras personas, pero eso no va al caso.

─No existe ninguna palabra con la que pueda describir mi nivel de alegría, así que solo diré que sí. Estoy feliz por este bebé. ─Sin importar lo que cualquiera diga al respecto, me inclino para tomarla en brazos y llevarla a mi auto─. Vayamos a casa.

─¿Dónde es eso?

─Corpus Christi o cualquier sitio que te provea tranquilidad durante estos meses.

A pesar de que su mirada contiene incertidumbre, asiente antes de ofrecerle una disculpa con los ojos a los dos rubios y esconder su rostro en mi pecho.

─No puedo creer que esto esté pasando otra vez ─susurra Wertheirmer cuando lo dejamos atrás.

─Ni yo ─secunda Ibor, pero estamos en la misma situación.

Tampoco yo.

Tal y como dijo, he recibido demasiadas oportunidades y esta se siente como la última. Como si mi felicidad fuera tan frágil como los sentimientos de la mujer que sostengo.

*****

Savannah es una mujer salvaje, libre, llena de vida.

El arma más letal para cualquier hombre.

Verla acurrucada contra el cuero de mi auto durante todo el trayecto a Corpus Christi, indefensa y vulnerable, se siente incorrecto de mil quinientas formas diferentes. A pesar de que estoy seguro de que amará con ferocidad a nuestro hijo independientemente de su origen, me preocupa que esté deprimida más allá de lo que pueda arreglar o controlar por sí misma.

Me desvío a San Antonio después de pasar Austin.

Aunque eso hará nuestro viaje más largo, no puedo permitir que su estómago ruja.

─Tanner, ¿qué hacemos aquí? ─pregunta cuando nos estacionamos en una gasolinera que se le hace familiar, a lo que simplemente me bajo de mi Audi.

Entraríamos a comer dentro si Savannah no se hallase prácticamente desnuda de no ser por mi chaleco. Antes de irme me inclino sobre su ventanilla y le doy un par de golpes, a lo que se sorprende primero y luego reacciona bajando el cristal unos centímetros. Casi como si temiera deshacerse de la barrera física entre nosotros. La entiendo. Su presencia también me causa un malestar difícil de procesar.

─¿Aún te gustan las doble queso sin tocino? ─Parpadea y luego asiente─. ¿Con las patatas dentro? ─Traga, afirmando de nuevo─. ¿Coca Cola?

Savannah se estremece.

─Sí.

Me echo hacia atrás.

─Bien.

Es fácil recordarlo cuando le gusta lo mismo que a mí.

Ya de regreso en el auto con nuestras órdenes, la expresión de su rostro es confundida y más alerta que antes. Como si estuviera sufriendo un ataque de pánico. No me acerco, dejándola hablar. Los audiolibros que escuché de camino a Dallas sobre cómo lidiar con embarazadas aconsejan que se les dé su espacio en estos casos, a menos que su conducta empiece a atentar contra su propia vida y la de los demás.

─Esto está mal. No puedo ir simplemente a tu casa.

─Sí puedes.

─Estuve casada con tu hermano ─continúa como si no me hubiera escuchado─. Y me embaracé de ti, de una de las dos personas que más daño me hizo en la vida. De una de las personas a las que más lastimé. A la que más destrocé. Tenías toda una vida planeada antes de que me metiera en ella a la fuerza porque tú nunca me quisiste. ─Me mira, lágrimas nuevamente deslizándose por su bonito rostro─. No soy buena, Tanner. Destruyo todo lo que toco, incluyéndote a ti, y no quiero hacerle lo mismo a nuestro hijo.

Calidez se apodera de mí.

Aunque tenerlo la está volviendo loca, para Savannah ni siquiera es una opción deshacerse de él. Así su origen sea catastrófico como nosotros, es preciado para ambos.

─Estoy convencido de que serás lo mejor que le pasará a nuestro hijo. ─Coloco la bolsa con la hamburguesa sobre su regazo cuando su estómago vuelve a rugir─. Con respecto a mí... ─Puedes destrozarme las veces que quieras. Incluso una parte retorcida de mí lo ansía─. No te preocupes por eso. Nada de lo que haya pasado antes tiene relevancia ahora. ─Ya nosotros no tenemos relevancia─. Tenemos que ser un equipo para nuestro hijo. Eso es lo único que importa a partir de ahora y para que ese niño sea feliz no puedo odiarte, ni tú a mí. ─Me giro, sin poder resistir la tentación de colocar un mechón de cabello tras su oreja. El contacto es electrizante, pero también contiene cierta tranquilidad que no poseía antes. Con respecto a su mirada, hay cierto alivio en sus ojos de que no pasará por esto sola que también siento. Madurez. Los dos hemos aprendido y cambiado tanto desde que nos vimos por primera vez─. Padre y madre, Sav. Juntos. Prométemelo.

Su labio inferior tiembla.

Aunque se ve como si se odiara a sí misma por ello, presiona su frente contra la mía y asiente.

─Te lo prometo. ─Su nariz se frunce─. Pero sigo sin querer vivir en tu casa.

Enciendo el auto, separándome antes de que sea demasiado tarde y mi cuerpo haga algo de lo que me arrepienta más tarde o en este mismo instante.

La prioridad es mi hijo, no yo.

La prioridad es él o ella, no nosotros. 

─No te preocupes por eso.

Ellos tendrán lo que quieran a cambio de simplemente existir, porque son lo más valioso para mí.



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