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thirty


xxx.
( ámame hasta el día de mi muerte )













Alex Carstairs había aprendido algo en su estadía con el bando tenebroso: todos allí eran unos idiotas rematados.

Entre más lo pensaba más convencida se sentía que allí en definitiva necesitaban otra cantidad de chicas (no como Alecto Carrow, al que debió de haberla afectado la endogamia de los sangres puras) que hicieran el trabajo, porque, por muy locas que Rhea y Bellatrix Lestrange estuvieran eran ellas las que prácticamente lo hacían todo, incluso desconfiar de uno de los novatos, una niña que no sabía nada de la vida y parecía portar con orgullo la marca.

¿Ven? Por eso es que necesitan más chicas.

El bando tenebroso tiene un espía y ninguno de esos tontos puede confirmar de quien se trata. A Alex le causa gracia que, en los tiempos de gloria de los mortifagos, hubieran sido ellos los que tuvieran infiltrados en todo lugar, incluso dentro de la Orden del Fénix (cosa que, por cierto, logró una chica). Ahora todo lo que habían hecho para poner la guerra a su favor era colocar un tabú sobre el nombre del cara de serpiente y esperar a que un insensato lo pronuncie (cosa que no sucedía desde lo de Kingsley, al que no pudieron atrapar ni un grupo de 8).

Ante todo, Alex agradecía lo idiotas que son. Si fuera lo contrario, ya estaría muerta.

Cuando Harry le contó de su plan a ella le pareció el suicidio más grande de la historia, al menos hasta que le habló de la situación completa. ¿Ver una melliza muerta que al parecer creció con él? Ella le habría tachado de loco si no fuera por los antecedentes de su familia. Los Carstairs, no importa qué, estaban todos locos. Crecer en esa familia le da algunas variadas experiencias con ese tipo de temas.

Además, ella es un género fluido. En un concurso de rarezas, ella va a la primera.

El plan era este: Alex se iría junto a Blaise, se infiltraría entre los mortifagos, le daría a Holly la información importante que pueda recolectar (luego de asegurarse que era la verdadera y no una simple trampa para atrapar al espía), ella se la daría a Harry y él mantendría a sus padres y familia a salvo de emboscadas.

Al principio a Alex le había dado un infarto de ver a Holly aparecerse en la habitación que tenía dentro de Malfoy Manor, y estaba segura de que si no puso el grito en el cielo fue solo por el parecido que le encontró a su tío James. Aparte, los ojos eran del mismo color de los de su tía, lo que solo le provocó un inmenso sentimiento de nostalgia que trataba de mantener a raya cuando ella volvía. Entonces, se convirtió en algo matutino entablar conversaciones con el fantasma de su prima, porque no había día en que ella no la visitara.

Pero el otro lado estaba en silencio y Alex empezaba a preocuparse de ello.

Ella (y Alec) no era una nigromante, ni mucho menos una banshee. El gen Carstairs había sido contrarrestado con el gen del género fluido que adquirió gracias a la perdida ascendencia mágica de su madre, y de toda la familia, ella era la única rarita que no tenía conexión alguna con los muertos. A pesar de eso, su padre Atticus no la había dejado en la inopia de la situación y le había enseñado a saber si algo andaba mal dentro del otro plano, porque era posible que lo necesitara en un futuro.

Se lo agradecía bastante, aunque por ahora la renegara al haberlos traicionado.

No podía quejarse, era algo que Alex aceptó al ofrecerse a ser la espía que Harry necesitaba. Él se lo había negado en un principio, y estuvo muy terco con el asunto hasta que algo o alguien (ella creía, Holly) le hizo cambiar de opinión. Harry en ningún momento había querido arriesgarla y menos hacer que sus padres la odiaran, pero era el precio que debía pagar si quería ser útil y ayudarle a su primo a ganar esa guerra. También está el hecho de que es inteligente, astuta y atractiva, porque los mortifagos (otra razón para creer que necesitan más chicas ahí) al ser unos misóginos de primera, no la creían ni la veían como una amenaza mientras estuviera callada y luciera bonita.

Y el género fluido, claro.

Ella y Alec compartían mente, pero no cuerpo. Nadie sabía de la existencia de ambos por su propio deseo, y la comunidad mágica (incluso sus amigos) solo estaban enterados de Alec Carstairs, el hijo de Atticus. Nadie reparaba en Alex, y no lo harían a menos que ella quisiera (cosa que no hacía). Las defensas de su mente y la razón por la que ni Rhea ni Bellatrix (las únicas medianamente sensatas para desconfiar) la descubrieron aún estaban ligadas al hecho de que, si ella pensaba como Alec pero seguía siendo Alex, lo que ellas leerían serían a Alex y no irían muy lejos, porque se daba cuenta bastante rápido de si practicaban legeremancia con ella.

Ser un género fluido le ahorraba aprender Oclumencia, lo que Harry pensaba era una suerte. Alex sabía lo mucho que él odiaba la Oclumencia gracias a Snape.

Aun así, y a pesar de que su papel allí es saber las cosas, ni en sus pensamientos más extraños habría esperado lo que vio a primeras horas de la mañana, cuando enero apenas empezaba y el clima invernal menguaba. Ella se había despertado, recibido el desayuno que le ofrecía un elfo doméstico, ignorado con toda la fuerza de voluntad que tenía el leve llanto de Narcisa Malfoy al encontrarse con un retrato de su hijo Draco, que había escondido de su esposo para poder sufrir su partida en silencio, bajado a la primera planta de la inmensa y tenebrosa Malfoy Manor para encontrarse con la sonrisita maniática de Rhea Lestrange.

— ¿Se murió alguien importante? — fue su pregunta, algo asustada de lo que pondría a esa psicópata tan feliz.

— El señor tenebroso estará muy contento hoy —le aseguró la mujer, enderezándose y quitándose el cabello de la cara, como si Alex no hubiera notado el temblor en su postura.

No debía ser bonito recibir la cruciatus cada día por ser, como la llamaba el señor tenebroso, una incompetente. Alex sabía que Rhea Lestrange era muchas cosas, menos incompetente. Tal vez siendo una madre, pero estaba demasiada comprometida con esa causa para serlo, lo que llegaba a ser aterrador.

La cantidad de cosas que hizo en nombre de su señor y este la recompensaba con torturas. A veces Alex se preguntaba dónde estaba su razonamiento lógico y empoderamiento femenino que le veía entre tanto machito al tratarse de Lord Voldemort.

En ese momento, antes de que llegara a compadecerla (cosa que Alex se negaba a hacer, más que nada en el mundo), las inmensas rejas que rodeaban Malfoy Manor se abrieron, dejando ver, en medio de éstas, el cuerpo alto, esbelto, imponente y pelinegro, de mirada que brillaba en plateado conforme avanzaba hacia la casa, entre las rosas de Narcisa y los pavos reales de Lucius, de Damon Achilles Malfoy.

Alex casi se queda sin aliento al reconocerle.

Damon cargaba a alguien consigo, alguien inconsciente. Parecía estar poseído o hechizado con imperius, y Alex lo confirmó en cuanto este estuvo frente a frente con su madre, sin expresión alguna en su rostro, y dejó caer el cuerpo inerte a los pies de la mujer castaña.

La novia de Harry, con varias heridas abiertas de cuchillo, las más profundas y las que aún sangraban al menos un poco en el muslo externo de su pierna derecha, el antebrazo izquierdo y el abdomen, se estrella en el suelo, pero permanece inconsciente. Alex traga saliva imperceptiblemente.

Rhea se ríe con fuerza.

— Sabía que no me decepcionarías, cariño — le acaricia la mejilla a Damon, amorosamente, y este no da el más mínimo indicio de querer apartarse, aceptando el mimo de su madre teniendo la misma expresión seria con la que llegó — Seremos recompensados por esto. Los errores de tu padre serán enmendados. ¡Es un día de gloria para esta familia!

Familia que está jodida, en cuanto Alex ponga sus manos alrededor del cuello de Damon, porque lo va a matar.

—Alexandra, ¿por qué no eres útil y le enseñas a Damon su nueva habitación? La que está al lado de la tuya —Rhea le miró, aún muy sonriente.

Alex sintió ganas de ahorcarla también. Lo que sea que haya pasado, solo significaba una cosa para ella que quisiera mantenerlo cerca; tal vez Voldemort no la seguiría torturando, pero la desconfianza que le tenía no se iría ni la olvidaría tan fácilmente.

Mierda.

Atticus conocía la guerra.

Había pasado por ella (dos veces), conocía los horrores que esta traía consigo y se resignó a perder personas importantes para él cuando daba signo de aparecer (lo que ocurrió, dos veces). Aparte, la muerte y el abandono era algo a lo que se había acostumbrado con el pasar del tiempo; luego de presenciar el asesinato de su madre teniendo 6 años, Atticus creía que estaba listo para recibir cualquier obstáculo que se le presentara, porque no pensaba en nada más doloroso que aquel trauma infantil.

La vida le enseñó que no era así, y que siempre habría algo que le jodiera la poca paz que había forjado luego de ser rescatado de ese secuestro.

Su hermana gemela murió cuando tenían 18. No importa qué dijera Archie, no importa qué dijera la propia Lyra, no importa qué dijera Nyxiara. Él sabía que ella murió ese 31 de octubre en Valle de Godric y Atticus se metió en la cabeza demasiado rápido que no pudo hacer nada para impedirlo.

Su hija se había largado con el bando tenebroso.

¿Algo más jodido que tu propio padre te entregue a ti y a tu hermana en bandeja de plata para salvar su propio pellejo? Su niña, esa mocosita molesta que un día gritó a los cuatro vientos que se llamaba Alec, no Alex, y cambio de forma frente a su madre, que relativamente es una muggle no del todo acostumbrada a la magia y la cual casi sufre un infarto al presenciar tal despliegue de esta. Esa mocosita que se parecía a su novia más de lo que se parecía a él, pero cuando se volvía el mocosito tenía la misma actitud pacífica de su madre y hermana. Esa mocosita que se había convertido en la luz de sus ojos con tan solo enterarse de que existía... le había pisoteado la poca tranquilidad que tenía en la vida y se unió a quienes le cagaron la infancia y adolescencia.

Los caminos de la vida ¿eh?

Atticus habría enloquecido si no tuviera a Michelle con él. Estaba seguro de que, de los dos, era ella quien más estaba sufriendo la perdida de Alex. Si tuviera que comparar lo haría sin dudar con el caso de James y Harry. El trauma de su cuñado con la muerte (que él colaboró a agrandar, pero hey, no tenía la culpa, vio peligro y actuó) lo mantenía alejado en ese aspecto de la nigromancia de Harry. A Michelle le sucedía lo mismo, al ser una muggle prefería no torturarse con lo que mágicamente podían hacer los demás, incluida Alex, y se culpaba a si misma por no estar más pendiente de lo que ella hacía en Hogwarts, o de su vida en Hogwarts. Y aún así, Michelle había sido la razón por la que no había cometido un suicidio al ir a buscar a esa niña a la fortaleza tenebrosa para sacarla de ahí del cabello si era necesario.

Bueno, aquí va el sentimiento de culpa otra vez.

Por mucha resignación que tuviera a perder personas y no hacer nada para evitarlo, eso era justamente lo que le hacía sentir culpable. A veces se preguntaba si, de haber hecho algo diferente, las cosas no serían de esta manera. No podía no hacerlo, aunque recordaba bastante bien a Nyxiara diciéndole que nada de lo que pasa es su culpa. Esa rubia molesta que también se encargó de joderle la existencia antes, pero ahora resulta querer ayudar a la causa y con la cabeza de su sobrino metido entre las faldas.

Atticus piensa durante variadas ocasiones que todo sería más fácil si pudiera volver al tiempo en que le robaba cartas de tarot a Lily Evans de la túnica de medimaga para molestar a Lyra por un lado psíquico que ella no tiene.

No puede hacerlo.

Resulta triste.

— ¿Pusiste algo a mi bebida? — la voz de Michelle lo saca de su ensoñación y se gira a ver a la castaña, que está sentada en el sillón junto a la ventana y mira con los ojos entrecerrados algo más allá del cristal.

— ¿A parte de un poco de tequila?

— ¿El tequila hace que vea a dos chicos viniendo hacía aquí?

Instintivamente saca la varita. Está preparado para luchar, lo ha estado desde que Harry tuvo su primer enfrentamiento con Voldemort en Hogwarts. Abre la boca para pedirle a Michelle que se esconda y si es necesario, se vaya de ahí, pero el sonido de pasos en la escalera lo para y su pelirroja e imprudente sobrina de 15 años desciende a la sala, directo a la puerta de madera.

Atticus la detiene antes de que pueda abrirla.

— ¿Estás loca de nacimiento o las voces ya te bailan la macarena? — le recriminó.

— ¡Son Harry y Draco, tío At!

Cuando James y Lyra le dejaron a Andromeda luego de la emboscada que les hicieron a inicios de septiembre, Atticus había creído que sería fácil mantener a esa niña alejada del peligro. Se equivocó. La niña era toda una Potter y Atticus le da dolor de cabeza que sea tan... Gryffindor. Si ya de por sí Harry tenía tendencias suicidas con la serpiente en la túnica, mejor ni hablaba de Andromeda porque se iba a frustrar.

Miró a Michelle, pero ella solo se encoge de hombros.

— A mi ni me pidas opinión — le pidió, alejándose un poco de la ventana — Decidí no meterme cuando se puso a hablar sola.

Sí, Michelle era igualita a James.

Andromeda aprovechó su indecisión para soltarse del agarre que tenía sobre su cuerpo y abrir la puerta. Atticus la sigue al reaccionar, la varita en alto. Las dos figuras toman forma masculina al acercarse, y Atticus reconoce la cabellera platinada de Draco Malfoy, arrastrando y casi obligando a caminar al cuerpo de Harry, que luce a punto de desmayarse. Aún así, y de la preocupación instantánea que la genera ver a su sobrino en ese estado de deterioro, no se confía, y atrapa a la niña en plena carrera, amenazando al dúo con la mirada.

— ¿Quiénes son?

— ¡Son ellos, tío At! — patalea Andromeda, mirando preocupada a su hermano mayor — Draco ¿Qué le ha pasado a Harry?

— No es... — el platinado traga saliva, evidentemente cansado de arrastrar el cuerpo de Harry (que no es precisamente un peso pluma) — No es momento. Me pidió que lo trajera — debió de notar su desconfianza aún latente, porque le miró directo a los ojos con una frialdad que solo los Malfoy pueden lograr — Lo envenenaron.

Atticus solo conoce un veneno tan potente para dejar en ese estado. Y, como particularidad, este afecta a nigromantes nada más.

— Llama a tu tía — le pide a la pelirroja, bajando la varita y acercándose a ayudar a Draco con Harry — Dile que busque en el sótano. Ella sabrá de qué hablo. ¡Rápido!

Andromeda asiente y se echa a correr a la casa de nuevo, mientras Atticus pasa uno de los brazos de Harry sobre su hombro y lo arrastra a la casa, con Draco a su lado. Le resulta extraña la falta del primogénito de Atlas, pero decide concentrarse en salvar la vida de su sobrino y luego sí podrá bombardear con preguntas al platinado por su primo desaparecido.

— ¿De dónde salió el veneno? — le preguntó, dejando caer al azabache sobre el sofá. La herida está tornándose morada y los fluidos que salen de ella verdosos, quemando un poco la piel alrededor. Draco parece a punto de vomitar.

— No tengo la menor idea.

— ¿Daga o cuchillo? — levanta la camiseta de Harry, haciendo una mueca al notar que está peor de lo que parece. El olor es ácido y Atticus tiene que aguantar la respiración.

— ¿Hace alguna diferencia?

Atticus le mira por unos segundos, pero Draco aparta la mirada y él se levanta, corriendo hacía el grifo de la isla para lavarse las manos. Llena una taza con agua y toma un trapo limpio, al mismo tiempo que Michelle y Andromeda vuelven a la habitación, la primera con una jeringa llena en mano.

— ¿¡Qué demonios!?

El grito de Draco no detiene a la castaña, que le inyecta a un Harry convulsionante el líquido amarillo en la vena yugular. Las sacudidas de Harry se detienen y el chico parece inmerso en un sueño profundo. Andromeda se arrodilla junto a él y le acaricia la frente, mordiéndose el labio inferior.

Michelle frunce el ceño.

— ¿Daga o cuchillo?

— ¿De verdad hace alguna diferencia? — se queja Andromeda.

— Por supuesto que la hace — Michelle hace una mueca, aceptando la taza con agua y el trapo que Atticus le tiende — No estudie 5 años de medicina y no llevo 10 salvando el culo de tu tío para que me preguntes eso, Andromeda.

— Primero salva el culo de Harry y luego sí preguntan — masculló Atticus — O mejor ¿Me dices ahora si es daga o cuchillo?

Draco rodó los ojos, sin dejar de mirar al azabache.

— Daga.

— ¿Quién es tan retorcido para eso? — a pesar de la incredulidad en su tono, Michelle no deja de limpiar la herida, con una delicadeza y destreza que llama la atención de Draco.

— Es una sanadora de los muggles — le explica Andromeda al notar su cara. Draco asiente, pensativo, y vuelve a centrar sus ojos sobre Harry.

Atticus sabe lo que significa que sea daga. La daga le da más potencia al veneno, normalmente porque viene equipada para que surja un efecto más doloroso. Solo alguien que sabía de ese veneno, y de las propiedades que implicaba la daga, la utilizaría.

El veneno había sido creado hacía siglos por los inefables del Ministerio de Magia, estaba hecho para descubrir nigromantes y así poder condenarlos a Azkaban. En un mago normal, el veneno pasaría desapercibido, no provocaría nada y sería expulsado a través del fluido corporal. En un nigromante, y en una cantidad fuera de las recomendadas, provocaría muerte. El Ministerio lo creo solo para utilizarlo en dos gotas, los síntomas aparecieran y se podría encarcelarle.

Quien sea que utilizó el veneno en Harry, fue a matar.

— ¿Tienes la daga contigo?

Draco asintió, sacando de su bolsillo un bulto de mantas. Atticus la alzo con cuidado, encontrándose el filo brillando en el líquido azul.

— ¿Estás bien, Draco? Te ves pálido — Andromeda, luego de asegurarse de que Harry estaba en buenas manos con Michelle, se giró a ver el platinado y notó el cansancio en su mirada.

Draco esquivo los ojos de Andromeda y asintió.

Atticus levantó la ceja al ver lo que pasaba. Su sobrina estiró la mano al rubio y este, dudando un poco, la tomó, dejándose arrastrar tras ella hacia la planta de arriba.

Michelle se detuvo unos segundos, viéndolos. Parecía estar a nada de reírse.

— Los amoríos adolescentes.

— ¿Tú tuviste amoríos adolescentes?

— Más que tú, eso lo aseguro, Casper.

El veneno le provocaba alucinación.

Las alucinaciones siempre seguían sus recuerdos de Damon. Ahora lo hacía, más específicamente, en la boda de sus padres.

Ellos por supuesto ya estaban casados desde siquiera antes de que él naciera, Harry escuchó la historia de que su boda fue en Las Vegas, clandestinamente, tío Remus y Colagusano de testigos y con Sirius vestido de Elvis. Pero, luego de que el desastre de quinto año terminara y antes de que comenzara el de Nyx, su padre decidió que era hora de tener una ceremonia digna, como mandaba la tradición.

¡Le prometiste a papá que lo harías! Andromeda le acuso, estrellando el ukelele contra su pecho. Harry bufo, indignado.

¡Eso fue antes de que hubieran tantas personas!

¡Por amor a Merlín!

¿Qué pasa aquí? Damon le pasó un brazo por el hombro a la pelirroja al verla tan tensa y miró a Harry, que fruncía el ceño tercamente y seguía enfurruñado en su posturaTía Lyra ya está preguntando qué sucede...

Lo que pasa es que Harry es un cobarde gruño la pelirroja ¡Le dijiste a papá que lo harías!

Detente ahí, rojita el pelinegro le puso la mano sobre la boca, confundido¿No lo harás? ¡Draco hasta acepto hacer los coros!

No pensé que habrían tantas personas cuando lo hice Harry sintió sus mejillas colorearse, rascándose la nuca con incomodidad. Damon levantó la ceja ¿Qué?

Harry se vio empujado hacia el escenario por su hermana. Intentó protestar y bajarse, pero las luces hechizadas de las velas flotantes no tardaron en enfocarlo y todos los invitados giraron a verlo. Harry apretó el mango del instrumento entre sus manos. Tragó saliva y miró a su padre, que le miraba expectante sentado junto a su madre, que lucía confundida.

Harry fue a disculparse con él, porque de verdad no podía hacerlo, pero un cuerpo cayó junto al suyo antes de que hiciera algo de lo que se arrepentiría luego y Damon sostuvo el micrófono.

Tú tocas, y yo canto le ofreció el pelinegro, con su mano sobre el micrófono para evitar que les escucharan. Damon le guiño el ojo Oye, si vas a hacer el ridículo, prefiero verte desde aquí que verte desde abajo haciendo unos perfectos coros con Draco.

Harry miró hacia Draco, el que en cuanto lo notó, torció los ojos y levantó los pulgares en señal de apoyo.

¿Siquiera te sabes la canción? No eres precisamente fan de Elvis Harry trató de limpiar el sudor que le provocó sus nervios sobre la túnica, algo ansioso por las miradas del resto.

Damon se encogió de hombros.

El que en esta familia no conozca Can't Help Falling in Love deberíamos vetarloy entonces, con esa confianza por la que tanto lo conocían, llevo el micrófono a sus labios y regaló una sonrisa galante a su público ¡Muy bien gente! Es hora de que los novios tengan su baile especial. ¡Grábame ésta Nestor!

Harry comenzó a abrir los ojos cuando su corazón dejó de agitarse por los recuerdos de su mejor amigo. Le dolía la cabeza inmensamente, y aún sentía algo del ácido veneno corriendo por sus venas. Parpadeo varias veces y exhaló.

— Bienvenido al mundo de los vivos, Harry.

Bostezó, tanteando su alrededor en busca de sus gafas. Los puntitos se hicieron nítidos al tener el marco sobre su nariz y la sonrisa cálida de la de piel bronceada le recibe.

— Hola, tía Michelle — saluda, sintiéndose demasiado cansado para moverse. La mujer le acaricia la frente, quitándole las gotas de sudor que le provocó la fiebre con su dedo pulgar. Estaba preocupada, escudriñando el rostro de Harry.

Él sabía que a pesar de los años, y los sube y baja que traería tener como pareja a Atticus Carstairs, Michelle no era la muggle más interesada en conocer el mundo mágico de norte a sur, por lo que trataba de entender lo básico comparándolo con lo muggle. Ser envenenado y estarse muriendo era algo que ella, como médica, podía entender bastante bien, lo que tampoco ayudaba para calmarla por completo.

Harry le sonrío levemente.

— ¿No te moriste? — la voz burlona de su tío se hace oír en la estancia, y el pelirrojo esquiva hábilmente el cojín que Michelle le ha lanzado, notando que Harry no estaba en condiciones de hacerlo él — Es bueno verte, engendro del mal.

— Es bueno estar de vuelta, tío At — se remueve en el sofá, tratando de encontrar el frío que a su cuerpo le hacía falta.

Pero incluso con la alucinación y el cansancio mental, Harry comprendía una cosa: que se acabara el mundo antes de permitir que Damon se fuera sin luchar por él.

Eso era lo que hacía la familia ¿no?

Además; esos malditos desgraciados tienen a su novia. Harry haría que volviera a él. Aunque tuviera que pisotear un par de cabezas para conseguirlo.

Los haría pagar.















Adivinen quién se estaba muriendo y aún así hizo el esfuerzo de escribir
Asies, yo, ámenme.
Idk mis examenes terminan el VIERNES Y ME EMOCIONÉ LPM
disfruten el cap porque de aquí en adelante nos vamos bien intenso


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