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prólogo


Todos sus problemas habían iniciado desde que era una célula en evolución dentro del vientre de su madre... aunque eso es ir demasiado lejos, incluso para Harry que acostumbraba a divagar un poco al hablar. En si, todo se resumió a una pregunta que le hizo a su tío cuando estaba lo suficientemente aburrido como para que su mente llegara a ese pensamiento en cuestión.

— ¿Somos capaces de revivir a alguien? — preguntó, dejando caer el mentón en el puño cerrado de su mano, con el codo apoyado en la isla de la cocina donde su tío servia el desayuno.

Su tío Atticus se había girado, frunciendo el entrecejo ante la repentina pregunta del azabache, y casi mirándole con desconfianza al ver la sonrisita inocente que se deslizaba por su cara.

— ¡Es solo curiosidad! Ya sabes, con eso de que manipulamos cadáveres y toda la cosa...

— No es ninguna cosa, Harry. Además, como si no hubiera suficiente ironía en que el niño que vivió naciera con la magia oscura corriendo por sus venas ¿también quieres meterte más con la muerte? — Harry había tenido que morderse los labios para no soltar algún comentario sarcástico respecto a lo dicho por su tío, y terminar fregando los platos que utilizarían para la cena en consecuencia — Y por supuesto, nuestros poderes no tienen ese alcance.

Harry sabía que ese nuestros en realidad era un tus, y se sintió un poco indignado al verse subestimado por su propio tío, quien era su mentor. Sólo que decidió no comentar nada, por el bien de su salud, y prefirió revolver los huevos en su plato sin mucha hambre hasta que un pesado libro cayó junto a él.

— ¿Era necesario eso?

— Al menos dejaste de mirar la pared como idiota, Harry — su tío Atticus le sonrió con burla, pasando por alto la mirada fulminante que Harry le dirigió. — Saldré y no volveré hasta tarde; pero confío en que sabrás manipularlo bien sin que yo este vigilando. Eso sí, si no sabes la pronunciación, no la hagas. Si por pasarte de listo te matas, tu madre me mata a mi y luego te hago sufrir en el más allá. ¿Estamos claros?

— Como el agua — Harry le dio la sonrisa más brillante que tenía, pasando por alto el bufido que dio su tío al recordar la cantidad de veces que ve a su padre darle la misma sonrisa.

Y así fue como se quedo solo en su habitación, encendiendo velas mientras procuraba mantener el pesado libro sobre su cama abierto por la mitad, donde había encontrado un hechizo que le había llamado suficiente la atención como para detenerse a intentar hacerlo.

— Amo Harry — murmuró el elfo doméstico, Clovi, casi temblando en su lugar al verlo caminar de aquí para allá como si estuviera a punto de realizar un ritual satánico, lo cual era irónico, porque a ojos de muggles, eso era exactamente lo que en un engendro del demonio como Harry estaba haciendo — Clovi no cree que esto sea una buena idea, amo Harry.

— Oh vamos, un hechizo más un hechizo menos. Sé lo que hago, Clovi.

Cuando su tío Atticus decía algo era para que Harry se lo grabara en la cabeza, pero siendo sinceros, Harry seguía sintiéndose bastante indignado al ser subestimado y no había prestado mucha atención. Fleur Delacour lo hizo una vez, incluso le llamó niño, cuando Barty Crouch Jr metió su nombre al Caliz del Fuego ¿y quién ganó el estúpido torneo, eh?.

Entonces, pronunció el hechizo ignorando los pequeños chillidos del elfo a unos metros de él. Al principio no notó ningún cambio en el ambiente, como acostumbraba a pasar cuando practicaba su magia. Por lo que creyó que o su tío Atticus le jugó una broma dándole ese libro, o enserio no era capaz de alcanzar todos los niveles de nigromancia que había en el mundo de la magia.

Harry tendía a ignorar mucho esa segunda opción, por lo que optó por la primera y apagó las velas.

Él sólo salió por unos segundos de la habitación, unos malditos segundos, enserio, para ir buscar algo de comer. Pero como a Harry James Potter le seguían los problemas, no le debió de ser una sorpresa que al volver, hubiera una chica de piel pálida y desnuda en el medio del cuarto, con el cabello rubio platino despeinado y los ojos verdes mirando enloquecidos a su alrededor.

No debí haber encendido esas velas pensó, sintiendo un escalofrío recorrerlo al reconocer el frío ambiente como una consecuencia a sus poderes.

Harry podía ir haciendo su testamento, eso seguro.








Edición de último minuto: ámenme, Harry tiene a sus padres vivos y coleando.

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