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12. Jeon JungKook, un misterio

Nadie sabe cómo fue que Jeon JungKook llegó hasta la manada de los Lobos del Valle.

Unos dicen que fue encontrado en las afueras, otros dicen que llegó a las puertas de uno de los orfanatos y otros tantos, que estaba en plena plaza pública; nadie lo sabe a ciencia cierta, pero lo que sí se sabe es que Jeon JungKook estaba dentro de una canasta entre finas mantas de piel y algodón y una carta simple y escueta, pero llena de significado lo acompañaba.

No puedo quedármelo, pero sé que entre ustedes estará bien cuidado.
Su nombre es Jeon JungKook y espero algún día volver por él.
Díganle que fue amado. Díganle que si mi destino fuera otro, hoy estaría entre mis brazos, saciado con mis pechos llenos y no siendo abandonado de esta manera.
Eres amado, hijo. Siempre serás amado.

JungKook aún conserva esa nota que fue la única que le dio fuerzas cuando, años después, fue desechado del orfanato a sus tiernos dieciséis años por una pelea que él no provocó. Pero es que fueron años en donde de la peor manera descubrió que los niños también pueden ser muy crueles y su apariencia distinta a la de los demás llamó de manera negativa la atención de los otros adolescentes. Comenzó a defenderse y en la última pelea dejó a los que lo ataban inconscientes en una disputa que él no recuerda.

Nadie quiso adoptarlo nunca, aunque era brillante y talentoso. JungKook siempre sobresalía. Era trabajador y constante. Aprendía con rapidez sus disciplinas y para nadie fue sorpresa que a sus catorce años se presentara como alfa.

Cuando lo sacaron del orfanato vivió con algunos amigos que también eran huérfanos y vagó de casa en casa mientras trabajaba en lo que hubiera. Hasta que llegó a dar a la calle.

Sí, Jeon JungKook sabía lo que era dormir a la intemperie y no por gusto. Entre la humedad y el frío de la noche, fue cuando más leyó esa escueta carta en la cual, la que él creía era su madre le decía que lo amaba.

Tiempo después un tímido omega de cabellera rubia y rasgos hermosos lo encontró y le dio la oportunidad de su vida, la cual no dudó en aceptar pues a él también le interesaba mucho. Le dio techo y educación.

Fue ahí que ingresó al mundo de los gestantes. Aprendió sobre educación reproductiva con los mejores maestros y siguió tímidamente los pasos de su eterno hyung, a quien amaba como a un hermano, Kim TaeHyung, su salvador, hermano y amigo.

Dondequiera que fuera el omega iba él también, incluso se encandiló tanto con él que por impulso le pidió cortejarlo, aunque luego de que ambos estallaran en carcajadas, se dieron cuenta que ambos estaban destinados a ser amigos, los mejores.

Fue así que llegó a estar bajo su mando en el orfanato más grande del pueblo. Ahí cuidó y amó a cada cachorro que tuvo bajo su tutela, tanto como hubiese querido que lo cuidaran y amaran a él cuando llegó a esa manada.

Esa fue la vida que llevó desde que llegó a la manada de los Lobos del Valle y ahora, siguiendo a su eterno hyung, por supuesto, había llegado a la manada de los Lobos de Fuego.

Llevaba unas semanas viviendo ahí, habitando entre ellos, tratando de adaptarse y había sido acogido por muy buenas personas que le habían dado techo.

Sin embargo, hace dos días, Jeon JungKook había vuelto a dormir a la intemperie, había vuelto a sentir lo que era no poder dormir por la humedad y el frío. Volvió a leer aquella carta que había jurado no volver a abrir y volvió a sentirse triste y vacío.

No quería que su mejor amigo lo supiera, él ya tenía problemas con los qué lidiar, recién se había casado y su relación con su esposo era bastante tensa.

Escuchó, aún sentado en ese tronco lo que era un orgasmo, no que tuviera mucha experiencia, pero sabía lo que era ser cambiado por el omega de turno, muchas veces oyó a sus amigos copular y por los ruidos podía deducir que el alfa guerrero Kim NamJoon le estaba dando a ese pobre omega el placer de su vida... eso o lo estaba matando. Negó con la cabeza y de repente recordó.

Recordó que hace unos días ese alfa le había hablado de un cabaña abandonada, a pasos de ahí, ¿qué perdía con ir a echarle un ojo? Absolutamente nada, pues eso era lo que tenía en ese momento. Lo único que tenía de valor, era la bendita carta que guardó, como siempre, en su alforja, la que siempre llevaba consigo.

Dio con la famosa cabaña entró en ella y a pesar de no ver absolutamente nada, se quedó ahí. Ya en la mañana vería qué haría.

Jeon analizó el lugar y para su fortuna estaba mejor de lo que pensaba.

Había un gran agujero en los techos, los pisos estaban sucios, pero tenía futuro, nada que no pudiera reparar. Es que JungKook suponía que al tener en sus genes sangre de lobo del Ártico era muy bueno con la madera. Sabía muy bien cómo trabajarla sin que nadie le hubiera enseñado. Se construiría una gran cama para él y su futuro omega, con el que soñaba mucho últimamente.

La casa contaba con cuatro habitaciones, dos baños y una gran cocina, así que iría de a poco.

Ató su larga cabellera plateada en una mullida trenza y apenas percibió los primeros rayos del sol, ventiló el lugar. Abrió las puertas y quitó las barricadas de las ventanas. Hacía frío, pero nada terrible para él. Eligió la habitación más grande para él, las demás serían para sus cachorros. Sonrío al pensar en eso.

Limpió la gran habitación. Sacó las ramas que amenzaban con enraizar aún más ahí. Barrió el lugar y lo dejó impecable.

Hizo lo mismo con el baño principal, el cual tenía una tinaja, pero estaba en muy mal estado. La repararía luego.

Cuando sintió que era el mediodía, decidió salir e ir por su hyung.

Golpeó la puerta, pero nadie atendió. Tenía hambre. ¿Qué haría? Por lo general lo alimentaban o Kim NamJoon, o Kim TaeHyung, en fin, algún Kim. Pero hoy no tenía donde ir.

--¿JungKookie? --una reconocida voz dulce le habló. Se giró y lo corroboró.

--Beta Jung, buenas tardes.

--Como has estado, muchacho. ¿Buscas a nuestra Luna? --El beta siempre tenía una sonrisa sincera, ese día no era la excepción.

--Sí, mi hyung es quien siempre me da comida y tengo hambre.

--Ven conmigo. Preparé estofado. De hecho les iba a llevar a ti y al alfa NamJoon, pero... al parecer está demasiado ocupado.

--Sí, hace unos días llegó un omega en celo a buscarlo. Se me lanzó encima a mi, pero... ¿le cuento un secreto?

--Sí, claro...

--Bueno, es que a mi... me desagradan mucho los aromas de los omegas de aquí. --le susurró y para su sorpresa el beta se carcajeó.

--Já. Creí que me ibas a confesar que te gustan los alfas o algo así.

--¿Por qué todos creen que me gustan los alfas?

--Es que es muy raro ver a un alfa de tu edad tan guapo y tan solo.

--Al parecer también le desagrado a los omegas de aquí, en el Valle me iba peor. Tal vez estoy destinado a morir solo, hermoso y virgen... Omita lo último, yo y mi bocota. --el beta volvió a reír de manera escandalosa, pero agradable y contagiosa.

--Eres muy divertido. Vamos, te invito una grata comida.

Caminaron juntos mientras comentaban el clima y las pocas lluvias, lo que traería malas consecuencias.

El beta lo hizo entrar y lo sentó a la mesa.

--¿Y te estás quedando en la casa de Kim NamJoon?

--Sí, o sea, no. Me refiero a que me estaba quedando ahí, pero llegó ese omega y tuve que irme por salud mental. Además están usando mi espacio provisorio. No me dan ganas de volver, créame.

--Te creo. --dijo cabizbajo.

JungKook no era bueno leyendo a la gente como su hyung, pero notaba algo extraño.

--¿A usted le gusta el señor alfa guerrero NamJoon?

--Tanto se me nota...

--¡¿Qué?! Pe-pero yo creí que usted tenía novia.

--¿Novia, yo? Claro que no, no me gustan las betas, ni los omegas en general, siempre he sentido atracción por los alfas, pero cuando lo conocí a él, lo confirmé.

--No le puedo creer. --fue su comentario, como quien ama el chisme.

--Pues créeme. Me gusta él desde que lo conocí, y cuando lo conocí también noté lo promiscuo que era. Al principio envidié a todos los omegas con los que se involucraba, pero luego noté que no discriminaba. También se metía con betas y alfas y descubrí que el problema, pues, era yo. Yo no soy de su gusto.

Pero qué horrible situación. Ambos se gustaban, pero uno no tiene la suficiente confianza para confesarse y el otro cree que el contrario tiene novia y por eso se aparea con cualquiera que se le ofrezca. Estaban destinados al fracaso, a menos que él interviniera. Sonrió ladino. Hablaría con el alfa NamJoon apenas pudiera y le ayudaría al muy idiota pervertido a enfocarse en el simpático beta. Kim NamJoon a pesar de todo era un buen alfa. Fue amable con él y nunca le negó un pan.

Lo primero que debía hacer era alejarlo de los omegas que le pedían ese tipo de favores sexuales. Ya vería como le haría después.

Estaba casi atardeciendo y JungKook moría por darse un baño. Ya había comido y había pasado una agradable tarde con Jung

Hoseok, pero ahora le urgía asearse.

No tenía su baño habilitado aún, sin embargo estaba el río. Decidió que era buena idea usarlo, así que caminó hasta el lugar con unos cuantos jabones y una toalla de lino en su cesta. Se metió entre algunos matorrales encontrando el lugar perfecto para tener algo de privacidad. Se quitó su ropa y se hundió en la fría, pero pausada corriente del río. Se estremeció un poco por lo gélida que estaba, pero rápidamente se acostumbró a esta y se permitió relajarse en ella.

Se acercó a la cesta de los jabones y sacó uno que olía a rosas. Y es que, Jeon JungKook amaba oler bien. Era muy sensible con los aromas y de ahí la casi repulsión a los omegas que olían a comida. Prefería su propio olor a pino y leve eucalipto antes que a ajo o comino, que luego de unos minutos se le hacía desagradable.

Acarició su cuerpo con la barra y la deslizó por su torso, especialmente su cuello. Luego tomó otro y lo aplicó en su larga cabellera plateada hasta formar espuma y se sumergió para enjuagar, sin notar la presencia de alguien que se acercaba hasta su escondite.

Luego de un minuto salió a la superficie lentamente y miró hacia la cesta de jabones y lo vio. Desnudo, hermoso, a solo un metro de distancia.

Parpadeó creyendo que era una ilusión, pero no lo era. Un omega de largos cabellos de plata le daba la espalda. Olía a manzana y canela, como una cálida noche de invierno.

Se acercó cauteloso para no asustarlo, pero fue inútil. Al girarse el omega dio un salto y un gritito que ocultó entre sus manos.

Y si JungKook creyó que era hermoso de espaldas, de frente era como un sueño. El más hermoso omega de todos estaba frente a él y olía exquisito. Su curvilíneo cuerpo estaba cubierto por algunos mechones mojados y sus ojos, sus ojos pardo eran los más hermosos que había visto en su lamentable vida.

El omega se ruborizó al saberse desnudo, pero no soltó el jabón que había atrapado entre sus dedos.

--Es-está bien, puede quedárselo.

--Yo... siempre vengo a este lugar a darme un baño. N-no sabía... --habló el omega con la voz más dulce que escuchó alguna vez, casi como un canto.

--Lo siento. No tenía idea de que alguien más utilizaba este espacio, te-tendré cuidado.

--¡OMEGA! DATE PRISA, TENGO HAMBRE.

--Es... mi esposo. --Susurró con tristeza. --Debo irme. Gracias por esto, no me puedo dar el lujo de tener algo así.

--Dejaré unas cuantas barras más por aquí, para que las use.

El omega volvía a ruborizarse, pero asintió con una leve sonrisa llena de calidez.

--¡¿QUÉ ACASO NO ME OISTE, INÚTIL?!

JungKook quiso golpear a ese idiota que interrumpía su interacción con el amor de su vida, no le importaba si era el esposo de ese ser tallado a mano por la Madre Luna

--¡Ya voy! --se puso en pie, permitiéndole al peliplata observar su desnudez, mientras el agua escurría por su preciosa figura, pero aún así, Jeon JungKook solo se enfocó en sus ojos, soñaría con ellos a partir de ese día. --Adiós. --su voz dulce lo dejó idiota por unos segundos.

--A-adiós.

Y el omega se alejó, llevándose el corazón del plateado con él.

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