•Five•
NamJoon caminaba de un lado a otro delante de la chimenea, su mente dominada por los acontecimientos del día. Un guepardo. Ella era un maldito guepardo. En lo que respecta a eventos raros, esté encabezaba la lista.
Aparte del hecho de que tenía una hermosa mujer guepardo desnuda, alojada en su cama, también tenía que lidiar con el hecho de que los cazadores furtivos estaban reuniendo animales para cazarlos en sus montañas.
Y pensar que había lamentado el hecho de que nunca pasaba nada emocionante en Elk Ridge.
Su primera prioridad... Infierno ¿Cuál era su primera prioridad? Tenía una gue... Mujer herida ¿Qué se suponía que tenía que hacer con ella? Y tenía cazadores furtivos para capturar y asegurarse de que sus días de importar animales exóticos hubieran terminado.
Se dio la vuelta, dio dos vueltas hacia el dormitorio y luego se detuvo y regresó a la chimenea de nuevo. La habitación estaba fuera de las opciones. Ella estaba en su cama. Desnuda. Era más tentación de lo que un hombre con sangre roja podría enfrentar, y una voluptuosa Diosa de ojos dorados, yaciendo como un regalo de Navidad, bien podría ser considerada como una tentación.
Flexiono los dedos, los apretó hasta que la piel quedó estirada y blanqueada a través de los nudillos.
Un sonido que llegó desde la habitación lo hizo girar la cabeza. Salió de la sala de estar y dobló la esquina hacia su cuarto. Cogió el marco de la puerta con la mano mientras se detenía allí.
Su aliento se atascó en la garganta, se hincho y rebotó en su pecho.
La piel con la que había cubierto a Raina estaba amontonada a sus pies. Yacía de costado, sobre su cadera, pero la parte superior de su cuerpo estaba girada, de modo que su espalda estaba pegada a la cama. Su brazo izquierdo extendido a un lado, y su mano derecha cerrada en un puño sobre su hombro.
Ella era... Completamente hermosa, incluso en su estado adolorido. Aparte de la herida de aspecto inflamado en su pierna, su piel no tenía una sola imperfección. Piernas delgadas hasta unas caderas considerablemente redondeadas, una cintura pequeña y dos pechos espectacularmente formados.
Jesús ellos eran perfectos. Ella era perfecta.
Pezones suavemente redondeados, de un color melocotón suave, se veían tan suaves que se sorprendió tragando mientras se imaginaba probándolos. Cerró los ojos. No podía ir allí. Se estaba volviendo para salir cuando ella se quejó de nuevo. Cuando la miro, pudo ver un brillo reluciente de sudor en su frente. La cabeza se movía de lado a lado, y luego sus ojos parpadearon y se abrieron.
Destellaban dorados, y sus alargadas pupilas se redujeron a una franja vertical. Sus músculos se contraían y saltaban, y se dio cuenta de que estaba luchando contra su instinto de cambio.
Inseguro de si debía quedarse allí o largarse como el infierno fuera de la habitación y cerrar la puerta, se quedó parado allí sin saber a qué atenerse.
La angustia de ella tomó la decisión por él.
Corrió a la cama y se arrodilló a su lado.
—Raina—susurro imperativamente—. Raina, despierta, cariño. —se acercó para tocar su húmedo rostro. Tiernamente, corrió un mechón de cabellos dorados detrás de su oreja, ella rozó la mejilla dentro de la palma de su mano.
Sus pestañas parpadearon y él respiró aliviado cuando vio que sus ojos volvieron a la normalidad.
—¿NamJoon?
—Estoy aquí—dijo. Luego miró hacia abajo y se dio cuenta de que su mano aún descansaba sobre su mejilla. Empezó a alejarse, pero ella cogió sus dedos con la mano.
—No, no te vayas—dijo—. Por favor.
Para su asombro, ella se acercó y envolvió los brazos alrededor de su cintura, luego se acurrucó contra su cuerpo tan apretadamente como pudo. Oh, infierno.
Se relajó en la cama para aliviar la incomodidad de la posición, lo que la llevó a acurrucarse más en sus brazos.
—Ha pasado mucho tiempo—susurro.
—¿Desde qué?—le pregunto mientras alisaba su pelo con la mano.
—Desde que sentí el toque de alguien sobre mi piel—frotó la mejilla sobre su pecho y luego tiró con impaciencia de su camisa, levantándola para poder presionar su cara sobre la piel desnuda.
Le pasó las manos por sus costillas y sobre su pecho como si no pudiera conseguir lo suficiente. Sus labios cálidos pasaron por el hueco, y él gimió cuando su polla, que había saltado reclamando atención desde el momento en que lo toco, se hincho dolorosamente en sus vaqueros.
—Ra-Raina, Raina—dijo más fuerte cuando ella no le hizo caso—. Cariño, tienes que parar—trato de alejarla haciendo palanca, pero no quería hacerle daño. La agarró por las muñecas y tiró justo cuando sus labios se encontraron con la columna de su cuello—. Dios—eso salió más como un gemido que como una palabra real.
—Tócame.
—Raina... No podemos...no hagas esto... Ah. maldita sea.
Sus labios le susurraban al oído, y ella mordió con delicadeza su lóbulo.
—Tócame—susurró de nuevo—. Por favor—capturó sus manos entre las suyas y las levantó hasta sus pechos.
Podría haber resistido incluso eso, a pesar del peso de los suaves montículos descansando sobre las palmas de sus manos, que hacía sus dedos picar por frotarle los pezones, pero cuando ella se estiró y deslizó la mano entre sus piernas para ahuecar la tangible protuberancia de allí, se perdió.
—Cálmate, cariño—pronunció—. No quiero hacerte daño, tenemos que tomarlo con calma. Tu herida no ha sanado.
Gemía incluso cuando lo dijo. Seguramente esto lo calificaba para la santidad. Tenía los brazos llenos de una curvilínea gatita intentando frotarse sobre cada pulgada de su cuerpo y él estaba diciendo estupideces como tomárselo con calma.
Bien podría cortarse el pene y tirarlo por la ventana.
Con un delicioso ronroneo, arqueo su cuerpo y se deslizó a lo largo de su pecho hasta que sus senos le golpearon justo en la boca. Incapaz de resistirse a tan dulce oferta, mordisqueo la cima y luego lamió el pezón con la lengua. Ella enredó los dedos en el pelo de su nuca y lo atrajo más cerca, hasta que chupo el brote tierno dentro de su boca.
—Sí—gimió ella.
Ya incapaz de engañarse a sí mismo al pensar que podría tomarlo con calma, la envolvió con sus brazos y la bajó sobre la cama. Él tiraba de sus pantalones mientras ella tiraba de su camisa. Y luego tuvo un pensamiento horrible.
Oh, Jesús, por favor que tenga alguno. Salió de la cama, corrió al baño y abrió un cajón.
Aleluya, una cama medio vacía de condones. Y esperaba como el infierno que los malditos no hubieran expirado porque había pasado un tiempo desde que los había utilizado.
Cuando regresó, Raina estaba completamente extendida sobre su cama, su boca entreabierta, el pelo desparramado sobre la almohada y los deliciosos pezones estaban arrugados y solo esperando por su boca.
Ella deslizó la mirada bajando por su cuerpo, y se sintió endurecer aún más cuando sus ojos brillaron con apreciación. Él no era un engreído hijo de puta, pero cuando una mujer lo miraba y le gustaba lo que veía, eso sin duda añadía dos pulgadas a su pene.
Tiró los preservativos sobre la mesita de noche y luego se arrastró en la cama a su lado.
La herida en su muslo estaba roja e inflamada, por lo que se inclinó y besó el área justo encima de ella.
Su mano se enredó en su pelo y lo acercó, instándolo a seguir por el resto de su cuerpo. Estaba duro e impaciente, y positivamente dolorido por estar entre sus piernas. Pero imagino que el camino más rápido para perder el encanto de una mujer que prácticamente se había arrojado a él, era dejar que todo acabara en exactamente tres minutos.
A medida que él bajaba su cuerpo cuidadosamente sobre el suyo, ella gemía de placer.
—Te sientes tan bien—murmuró ella, mientras sus manos recorrían su espalda—. Duro y fuerte. Mi gente te llamaría un guerrero.
—Estoy realmente duro, cariño, y no tiene nada que ver con ser un guerrero.
Ella se rió, y entonces él perdió el aliento cuando se estiró entre ellos y enrosco la mano alrededor de su polla.
—Cariño, si tienes el deseo de hacerlo durar, si quieres que te toque como tan encantadoramente me pediste, tienes que quitar la mano.
Con una sonrisa sensual, ella aceptó.
—Yo quiero que me toques. Por todas partes. Con las manos. Con la boca. Duro, rápido. Solía yacer en la jaula durante la noche y soñar con ser humana otra vez. Con tener las manos de un hombre sobre mi piel. Tocándome. Amándome. Con tenerlo llamándome una y otra vez.
Querido Dios, él no iba a sobrevivir a esto.
—Entonces creo que debo estar malditamente feliz que otro hombre no te encontrara—dijo entre dientes.
Ella tiró de él hacia abajo para que sus bocas se encontraran. Calientes, húmedas y lujuriosas, sus lenguas se entrelazaron, y él la probó. Dorada. Al igual que ella. Caliente como el sol.
Impacientemente, guío su cabeza hasta sus pechos. Él sonrió y perezosamente le pasó la lengua alrededor de uno de los pequeños brotes tensos. Ella se estremeció, y la miró a la cara.
—¿Te gusta, cariño?
Ella asintió con la cabeza.
A él le gustaba demasiado.
Jugo con sus pezones, disfrutando de la textura aterciopelada contra su piel callosa por el trabajo. Suave, como ella. El regordete montículo de su pecho se movía con cada lametazo. Ya no era capaz de no probarla, se inclinó y chupó el pezón dentro de su boca. Ella se acercó hacia él con un grito ahogado. La chupó y mordisqueó, alternando suaves barridos de la lengua con un pellizco de sus dientes afilados.
Su gatita disfrutaba el dolor.
Cuando liberó su pecho, el pezón estaba rojo y erecto, un contraste directo con el otro que todavía estaba intacto. Era una cuestión que rápidamente debía rectificar.
Cuando capturó el segundo pezón dentro de su boca, deslizó la mano por su vientre y sobre los suaves rizos entre sus piernas. Ella las abrió de inmediato, y sus dedos se adentraron en su húmedo núcleo.
—NamJoon—murmuró, y sintió un agudo sentido de satisfacción cuando su nombre brotó de sus labios.
Sus dedos se deslizaron fácilmente a través de sus pliegues, sobre su clítoris y luego sobre su apertura. Un dedo penetró en su interior, y estuvo malditamente cerca de correrse mientras se imaginaba lo que se sentiría cuando se cerrara sobre su polla. Caliente. Sedosa.
Húmeda. El último paraíso.
Ella apretó su dedo, cerrándose firmemente alrededor de la punta. Su cuerpo se cubrió de sudor. Dios, ella era pequeña. No veía la hora de zambullirse allí. Pero primero quería darle lo que ella deseaba.
Disponiéndose a sí mismo para mantener el control, salió de la cama y comenzó con sus pies. Le frotó las plantas, mientras que tomaba cada pequeño dedo dentro de su boca. Chupando suavemente por turnos. Ella se movía cada vez que tocaba un punto sensible, pero él mantenía un firme agarre, obligándola a dejarlo salirse con la suya. Cuando terminó con sus pies, beso una línea por el interior de cada pierna. Tuvo especial cuidado alrededor de su herida y presiono los labios en un patrón circular a su alrededor.
Omitió su coño, lo que incitó una protesta de ella. Él solo sonrió y pasó la lengua por la hendidura de su ombligo.
—Estoy guardando lo mejor para el final—susurro.
Jugó con sus pechos, mordisqueando, lamiendo y disfrutando de todos los sonidos de placer que ella emitía. Le encantaba el contraste entre la rigidez de sus pezones y la suavidad de sus exuberantes pechos. Entonces se imaginó durmiendo con la cabeza apoyada en ellos.
¿No era la fantasía de cualquier hombre?
Siguió desde la curva de su hombro hasta la columna de su cuello y la sensible piel debajo de la oreja. Por un momento, jugó con el lóbulo y sonrió cuando sintió que corrían escalofríos a través de su piel. Cuando finalmente volvió de nuevo a sus labios, ella lo besó vorazmente, con los brazos rodeando su cuello y aferrándolo en el lugar. Se alimentó de él, no había otra manera de decirlo.
Él le devolvió los besos, disfrutando de su pasión y su entusiasmo. No podía recordar hacer el amor alguna vez a una mujer que fuera tan sensible, tan ansiosa por todo lo que podía darle. Era malditamente adictivo. De mala gana se alejó de la dulzura de sus labios y bajó lentamente por su cuerpo de nuevo. Ella se estremeció, y él sonrió porque sabía lo que ella creía que sucedería a continuación.
Se extendió a su lado, acariciando los rizos dorados entre sus piernas con dedos gentiles. Encendiendo y provocando, acarició, gradualmente volviéndose más audaz, yendo más profundo. La regordeta carne lo atraía, le daban ganas de explorar más a fondo. Quería probarla, alimentarse de ella. Con dos dedos, le separó los labios y envió un tercer dedo en su interior.
Como un suave susurro, toco, acaricio y tocó otra vez, disfrutando de cómo su clítoris crecía erguido y tenso, como se sacudía cada vez que frotaba correctamente. Con su mano libre, buscó abajo y rodeo su tronco con los dedos. A medida que seguía acariciándola, se acariciaba, disfrutando del placer e imaginando cómo se sentiría cuando ella lo tomara.
Miro hacia arriba, y la descubrió observándolo a través de sus párpados entrecerrados, con sus ojos brillantes de pasión.
—¿Ves lo que me haces? —preguntó con voz ronca.
Ella se lamió los labios y estuvo malditamente cerca de correrse en su mano. Alejo la mano, pero su miembro quedó dolorosamente erecto, encumbrándose desde su cuerpo.
—Quiero saborearte—dijo ella.
Él gruñó.
—Cariño, no hay mucho que me gustaría más, pero si vas a envolver esa dulce boca tuya alrededor de mi polla, quiero estar en un estado donde pueda disfrutarlo. Si pones esa lengua en cualquier lugar sobre mí, estaré acabado.
Ella hizo un puchero, haciendo sobresalir ese delicioso labio inferior. Maldita sea si no quería mordisquearlo de nuevo. Pero había otras partes de su cuerpo que quería disfrutar primero.
Ignorando el dolor entre sus piernas y el hecho de que estaba tan condenadamente duro que temía que su tronco fuera a quebrarse, giró sobre sus caderas de modo que su cara quedó unos centímetros por encima de los tenues rizos rubios en el vértice de sus muslos.
—Separa esas piernas para mí, preciosa. Con cuidado, y sin lastimar la herida.
Lentamente ella se movió, extendiendo su pierna sana para que su brillante carne rosada quedará a su vista. Bajo la cabeza, presionó la lengua sobre su apertura y lamio hacia arriba con un solo movimiento, deslizándose sobre su clítoris y luego deteniéndose allí. Ella gritó y agarró su cabello en un puño. Él se rió entre sus piernas.
—Deja mi cabello, mi amor. Vas a dejarme calvo.
Ella soltó su agarre, y él pasó la lengua en pequeños círculos alrededor de la pequeña protuberancia de carne. Siempre le había sorprendido la cantidad de pasión que una mujer podía abrigar en ese diminuto paquete de nervios.
Uno podría llevar a una mujer al orgasmo en treinta segundos con la cantidad justa de estímulo.
O podía hacerlo bueno y lento, como tenía previsto, y construirlo y retirarse, construirlo y retirarse hasta que ella rogara. No había mucho que decir acerca de terminar en treinta segundos de todos modos.
Le chupo suavemente el clítoris hasta que ella gimió y se retorció debajo de él. Luego vagó por la pequeña abertura estrecha y la bordeó con su lengua. La extendió más ampliamente con los dedos y se deslizó dentro con su lengua, saboreando su piel caliente.
—¡Nam ah! Oh por favor—jadeo.
Él sonrió.
Introdujo un dedo dentro de su coño mientras su lengua lamia de nuevo hacia arriba. Como terciopelo, su coño se aferró a su dedo, lo acunó mientras lo llevaba más profundo. Entonces se encontró con el área que estaba buscando, un poco más rugosa y diferente a la textura de las paredes resbaladizas de su vagina. Doblo el dedo hacia arriba y ella gritó, levantando la cabeza.
—¡NamJoon!
Chupo su tembloroso botón y movió su dedo en un nuevo movimiento de vaivén lento, hasta que ella estuvo retorciéndose debajo de él. Supo que estaba cerca de llegar cuando cada parte de su coño convulsionó y se apretó alrededor de su dedo.
Solo el conocimiento de que quería que ella se corriera con él, que explotase alrededor de su pene, lo hizo alejarse.
Ella gimió su decepción, pero él sonrió y se abrió camino de vuelta sobre su cuerpo con tiernos besos. Cuando llegó a su boca, ella se lanzó ávidamente sobre él y luego se detuvo un segundo cuando se probó a sí misma en su lengua. Él profundizó el beso, la idea de que estaban compartiendo su esencia entre ellos, envió espasmos de deseo cursando por todo su cuerpo.
—Te deseo.
Esas eran hermosas palabras viniendo de labios deliciosamente hinchados.
Él bajó la mirada a sus cuerpos e hizo una mueca. Simplemente no había una manera fácil de hacer esto, estaba seguro como el infierno de no querer que ella gritará de agonía si golpeaba su pierna. Quería que gritara por una razón completamente diferente.
—¿Qué pasa? —le pregunto con el ceño fruncido—. ¿Tú no me deseas?
—No sé cómo vamos a llevar esto adelante, cariño. Esa pierna va a doler, sin importar cómo lleve adelante esto.
Ella puso una mano sobre su pecho y lo empujó. Con el ceño fruncido, la dejó alejarlo mientras poco a poco movía su cuerpo hasta que quedó acostada sobre su estómago.
Con una profunda respiración sus dedos se agarraron con fuerza alrededor de las sábanas, ella alzó su cuerpo hacia arriba hasta que se quedó de rodillas.
—Oh, cariño, no, no—dijo, porque no quería causarle ningún dolor.
Se volvió para mirarlo por encima del hombro, con sus brillantes ojos dorados.
—Tómame.
Esa única palabra envió una aguda necesidad que se arrastró por su piel hasta que se convirtió en algo apretado e incómodo. Ella se inclinó hacia adelante, el culo al aire, sus piernas separadas para que su coño quedara expuesto a su mirada, a sus manos, a su polla...
Con la herida lejos de su alcance y la necesidad de extenderla desaparecida, podría funcionar. Su miembro gritaba por montarla, pero no quería hacerle daño. Por lo que se acomodó detrás de ella, agarrándole las caderas con sus manos. Entonces se acordó del condón.
—Dame un segundo, mi amor—salió de la cama y agarró uno de los condones, rasgó el paquete con sus dientes y lo saco. En otros dos segundos, tenía el condón enrollado, y se reposiciono detrás de ella.
Mientras se guiaba a sí mismo a través de su apertura, se preguntó brevemente si esto iba a funcionar. Ella era pequeña. Él no lo era. Aunque le preocupaba que estuviera herida, también ansiaba saber cómo se sentiría envuelta alrededor de su polla como un tornillo. Sus manos suavizaban sobre su culo, masajeando y acariciando mientras la extendía más ampliamente. Cuando la punta de su pene tocó su humedad, tuvo que cerrar los ojos y rezar por mantener el control. Fue avanzando centímetro a centímetro. Apretando los dientes mientras se introducía en su interior. Ella gemía y se convulsionaba en torno a él. Tratando de moverse hacia atrás, queriendo más de él, pero la contuvo con sus manos.
—No quiero hacerte daño, cariño—logró susurrar roncamente.
Ella levantó la cabeza y se giró para mirarlo, con el labio inferior apretado entre sus dientes.
—Follame, NamJoon.
Oh, joder, sus palabras actuaron como un látigo y lo impulsaron a la acción. Se lanzó hacia adelante, enterrándose en su interior. Cuando miro hacia abajo, vio que aún tenía dos pulgadas por recorrer. Llegaría allí. Solo tenía que prepararla para que acepte más de él.
Se retiró y empujo de nuevo y miró hacia abajo para asegurarse de no dañar la herida aún más. A ella no parecía importarle, sin embargo. Se movía para encontrarse con sus empujes y apretarse en su contra.
—Quiero que tomes todo de mí—él gruño—. ¿Puedes hacer eso Raina? ¿Puedes tomar toda mi polla?
Ella se estremeció al oír sus eróticas palabras y bajó la cabeza para que su ángulo de penetración fuera mejor.
Se retiró y empujo de nuevo. Esta vez más fuerte. Ella tomó una pulgada más.
Cerró los ojos y la mantuvo allí por un momento, simplemente disfrutando de toda la sensación de toda esa carne sedosa y húmeda alrededor de su pene. Cuando ella se movió con impaciencia por debajo de él, comenzó a empujar. En un primer momento, ligeramente y luego más fuerte con cada embestida.
Con un leve grito, se abrió más para él. podía sentir su coño ceder suavemente y aceptarlo, y los globos de su culo apretándose en su abdomen. Dios todopoderoso, no había otra sensación como este en el mundo.
Su cuerpo tomó el mando. Empezó golpeando hacia adelante, con la mente envuelta en una nube de placer eufórico. Ella se apretaba a su alrededor, su cuerpo se estremecía y podía oír sus gemidos y pequeños dulces suspiros escapar de su boca.
Maldijo el condón. Quería sentir piel sobre la piel. Quería entrar en erupción dentro de ella, quería ver su semen gotear de su coño cuando se corriera en su interior.
La sintió dejarse ir, oyendo sus gritos, y entonces sintió una ráfaga de humedad rodeándolo cuando ella se corrió. Esto estimuló su clímax. Sus bolas se apretaron dolorosamente. Se engroso cuando el orgasmo se levantó, corriendo hasta su polla. Con una embestida más fuerte y un grito, se enterró profundamente dentro de su cuerpo y se sintió a sí mismo explotar en su interior. Se quedó allí de rodillas, desplomándose contra su culo mientras su polla se sacudía con el último espasmo de su liberación. Esperaba como el infierno que no se hubiera vuelto a abrir la herida ni haberla dañado. Bajo la mirada y pasó suavemente sobre la lesión para asegurarse de que no estaba sangrando. Luego cuidadosamente salió de su cuerpo.
Las piernas de ella temblaban, se volvió sobre su lado bueno y se derrumbó sobre la cama. Él se quitó el condón y lo arrojó al contenedor de basura más cercano. luego se arrastró al lado de ella y la tomó en sus brazos.
—Eso fue...—ella parecía luchar para encontrar las palabras correctas. NamJoon podía entender su dificultad, porque maldito fuera si él podía poner en palabras lo que había sucedido entre ellos dos—. NamJoon, eso fue maravilloso—susurro.
Se acurrucó contra él, su cuerpo débil y tibio. Hizo pequeños sonidos de felicidad contra su cuello, y pensó que tal vez, él había muerto realmente y se había ido al cielo. Esto... Esto era la perfección.
—Descansa ahora, cariño—murmuró en su oído.
Le alisó el pelo, acariciando los hilos con los dedos mientras ella cerraba los ojos y se fundía en su contra. Cuando estuvo seguro de que estaba dormida, cuidadosamente se estiró detrás para apagar la lámpara y luego la envolvió de nuevo a su alrededor.
Esto no era exactamente como imagino que sería la noche, pero estaba absolutamente seguro de que no iba a quejarse. Todavía no había descubierto que diablos iba hacer con ella, pero supuso que había un montón de tiempo para descubrirlo mañana.
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