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CINCO MESES DESPUES - 2021.

Ya era diciembre.

La época favorita del año después de Halloween.

Las calles ya comenzaban a estar adornadas con luces navideñas, y algunos objetos representativos a Santa Claus y a los renos, el nacimiento, los fantasmas de Scrooge. El castillo de los reyes Mal y Ben no iba a ser la excepción, ya que el ocho de diciembre se encenderían las luces navideñas del castillo y habría una fiesta corta.

Mal le había confiado a Jane la decoración este año. Y sin dudarlo ella accedió con mucha felicidad, ella no lo había vuelto hacer desde el 2019. Así que, ese día la pequeña hada se encontraba supervisando todo y tachando en su lista lo que ya estaba listo. 

Se había prometido a sí misma y a él, que comenzaría a dejar atrás el dolor, para poder estar en paz y que él pudiera descansar. Honraría su memoria, recordando los momentos felices, recordando las sonrisas, las citas, sus besos, su amor, y su sonrisa; e imaginaría a su pequeño como una versión mini de él. Pero, ya no habría más llanto ni culpabilidad.

Afortunadamente, las pesadillas disminuyeron. Ya no venían todas las noches, se podría decir que ya se habían ido y dejarían de ser un tormento.

—Audrey, ese plato no debe ir ahí, sigue la secuencia.— ordenó Jane amablemente, pues la castaña había colocado dos platos verdes seguidos, debía seguir el dorado.

—¿Desde cuando eres la jefa?— ambas rieron, ya que antes la que daba las ordenes era la princesa de Auroria.

—Desde que me dejaste al mando hace unos cuantos años.— la pelinegra le sacó la lengua—, Pero en serio, es: Rojo, verde, y dorado.

Audrey tomó el plato dorado y lo colocó en donde debía ir. Jane levantó su pulgar para darle aprobación a su amiga.

—¡Perfecto! Ya terminamos con la parte de las mesas, ahora vamos con el exterior del castillo.

—Okay... Espera, ¿qué?

—Ay, Aud.— soltó una delicada carcajada al ver la cara de sorpresa que tenía la castaña—, Por cierto, ¿Y Chico?

—¡Jane!— se escuchó que gritaron desde el otro lado del salón, después un ladrido.

La pelinegra volteó a mirar, se puso de rodillas y golpeó sus piernas con sus dos manos.

—¡Chico! ¡Perro travieso, te extrañé!— exclamó al abrazar al perro que pertenecía a su novio, Chico movía mucho su cola y lamía las mejillas de Jane—, ¡Te extrañé, te extrañé!

—Suéltame que me asfixias, por favor.— pide el pequeño perro, Jane le hizo caso pero antes le dio un beso en la cabeza—, Yo también te extrañé, las caricias en la barriga me hacían falta.

Un estornudo se escuchó. Había sido Audrey.

—Chico, yo te amo, pero soy alérgica a los perros.— se disculpa la princesa—, Te veo afuera, Jane.

—Me parece una ofensa que digas que te doy alergia.— protestó el perro, la pelinegra comenzó a reírse.

—Ella es alérgica desde pequeña, no la culpes.— dicho esto ella lo cargó en sus brazos—, ¿Qué tal te portaste con Jay y Lonnie?

Chico sacudió su cabeza, haciendo que algo de su pelaje callera sobre la punta de la nariz de Jane y la hiciera estornudar.

—No me digas que tú también eres alérgica.

—Puede ser, pero, siempre desobedezco las reglas.— el perro se ríe por el comentario—, ¿Me vas a responder?

—Ah, sí. Carlos no me deja tranquilo por un minuto, pero, es un niño muy bueno.

—Espera, ¿qué dijiste?

Lonnie entra corriendo con un pequeño en sus brazos, estaba algo alterada, quizá porque estaba buscando a Chico.

—¡Chico, me asustaste!— exclamó aliviada al ver que estaba con Jane—, ¡Hola mi pequeña saltamontes!

Jane saludó a su mejor amiga de un abrazo y un beso en la mejilla, su vista se quedó en el bebé, que quizá y solo quizá, tenía menos de un año de edad.

El pequeño era pelinegro, de ojos claros y algo rasgados, su cabello formaba algunos churcos que parecían pequeños resortes que colgaban de su cabeza. Tenía un chupo con forma de dálmata.

—Bueno, chiquito. Te presento a tu tía y madrina, Jane.

Una sonrisa se plasmó en los labios de la pelinegra, con su mano acarició la mejilla del infante. Este le sonrió, dejando ver unos pequeños hoyuelos.

—Hola pequeño travieso, eres más precioso que en las fotos que me mandaba tu mamá.— dice la hija del Hada Madrina en un tono de voz muy bajo—, Chico ya me dijo como se llama el bebé, ¿es cierto?

La hija de la salvadora de China miró con el ceño fruncido al perro que había pertenecido a Carlos. Después relajó su rostro y asintió.

En la Luna gritan a solas tu voz y mi voz

—Sí... Perdóname por no haberte dicho, la decisión fue de Jay, ya sabes que fueron mejores amigos, y así...

Jane negó.

—Tranquila, Lonnie. Es una bonita manera de honrar su memoria, y este chiquito es muy digno.— la pelinegra tenía una amplia sonrisa en sus labios—, Lo único que sé, es que te lo malcriaré.

—Si como no, eso no te lo cree ni Chico.


***

Diciembre de 2019.

Jane estaba sentada en una silla colgante que había en un árbol. Aquel día la habían invitado al castillo, pero, se negó a ir.

Hacia un rato estuvo a punto de cometer algo que no estaba nada bien. Aquello le había salido mal, porque devolvió las pastillas que se había tomado.

La brisa fría rozaba sus mejillas, por ende las tenía bastante rosadas. Y de igual forma jugaba con su cabello, haciendo que este fuera hacia cualquier dirección. No se sentía motivada, diciembre ya no iba a ser lo mismo, no sin él. 

En esa fecha siempre se acostumbraban a ir con los chicos a esquiar, hacían muñecos de nieve, jugaban al santa secreto y más cosas.

Pidiendo perdón, cosa que nunca pudimos hacer peor 

—¿Por qué? ¿Por qué todo tuvo que ser así?— cuestionaba mientras que sus mejillas se seguían empapando en lágrimas—, No te pude decir lo mucho que te amaba, lo mucho que disfrutaba tu compañía... Perdóname por no haberte podido salvar, perdóname por no haber podido salvar a nuestro hijo. 

Sus manos se posaron en su rostro, sus sollozos expresaban el dolor que sentía en ese momento.

—Perdóname a mí, no quería dejarte sola...

—¿Qué?...— levantó su mirada, inspeccionó hacia todos los lados—, ¿Carlos?

No había nada, no tenía compañía. Pero, ella juraba que había escuchado su tierna y dulce voz, y esa voz que nunca se olvida. 

Aunque ella no lo viera, él estaba ahí, abrazándola y limpiando las lágrimas que caían de sus dulces ojos azules.


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