único.
{Leer con la canción de multimedia}
Hola... Mi nombre es Min Yoongi, tengo 23 años y mi vida es totalmente aburrida, estudio música en una gran universidad y mis días se resumen en idas al hospital o tardes frente al ordenador haciendo cualquier cosa para distraer mi torturada mente.
A los ocho años, mi mejor amigo fue diagnosticado con cáncer de pulmón, a mis 10 años tuve qué entender lo que eso significaba, y me prometí que debía cuidarlo siempre, estar a su lado y convertirlo en mi prioridad, y así lo hice... Cambié mis tardes de juegos, por tardes en las salas de espera de algún hospital, fines de semana en familia, por tardes de películas en la casa de mi mejor amigo, y lo más importante, cambié mi meta de ser un gran músico, por la de hacer a mi mejor amigo feliz.
Su nombre es Park Jimin, actualmente acaba de cumplir 21 años y es la mejor persona qué conozco, su sonrisa de niño sigue intacta cómo la primera vez que la vi, y aún después de tanto, sigue manteniendo la frente en alto ante cualquier situación. Si me preguntaran qué es lo más hermoso del mundo, probablemente diría su nombre, estoy orgulloso de él, por ser tan valiente y tener tanta fuerza, por ver el lado positivo siempre y nunca perder las esperanzas.
Actualmente Jimin pasa sus días en un gran hospital, luchando contra la etapa avanzada de su cáncer y sometiéndose a incontables quimioterapias y hasta radioterapias.
Cada día es más difícil para mí y el resto de su familia entrar a aquella blanquecina habitación y tratar de sonreír cómo si todo marchara bien, dándole palabras de apoyo qué eran más una ayuda para auto convencernos a nosotros mismos.
En este momento me encontraba bajando de mi auto para ingresar al imponente hospital, el frío me azotaba con fuerza debido a la temporada, odiaba el invierno ya que era la etapa más dura para Jimin, odiaba cualquier cosa qué lastimara a mi pequeño niño, incluyendo ese maldito tumor qué estaba desgraciando su vida.
Entré al lugar sintiéndome abrumado por el color blanco, tantos años no habían sido suficientes para acostumbrarme, creo qué nunca sería posible acostumbrarme. Sonreí cansadamente a los enfermeros y médicos ya conocidos del lugar, estaba tranquilo, no había demasiada gente y eso me hacía sentir un poco más cómodo, caminé al ascensor subiendo hasta el piso de la habitación de Jimin.
Me abrazaba a mi mismo conteniendo el frío, mi cuerpo temblaba, a causa de los nervios más que del frío quizá, imaginar la sonrisa de Jimin hacía que mi corazón diera un vuelco, era mi calma total luego de un estresante día, ver su hermoso rostro al final de todo me recordaba qué tenía un motivo para permanecer allí, luchando, me recordaba qué era él quien le daba sentido a mi vida y a quién estaba entregando todo de mi.
Conocía aquel pasillo mejor qué el de mi propia casa, todas las puertas eran exactamente iguales pero yo podría saber hasta con los ojos cerrados cuál era la de Jimin.
Abrí la puerta con sumo cuidado, Jimin estaba sentado en la cama con su vista fija en el pequeño televisor, su cabello castaño había comenzado a crecer hace bastante y ahora caía rebelde sobre sus ojos, su vista se posó sobre mi y sonrió tan grande cómo solo él sabía, mi corazón se aceleró e inconscientemente le devolví el gesto.
Estiró su mano indicando qué me acercara y así lo hice, tomé su mano y me senté a su lado, apreciándolo en silencio, su belleza era exquisita y sus ojos me hacían olvidar todo a mi alrededor por un momento.
—Hyung ¿acaso no va a saludarme? —Jimin ladeó la cabeza con una sonrisa, mirándome divertido en seguida asentí.
—Por supuesto qué sí, Jiminnie —Sin soltar su mano me acerqué y besé su mejilla, extendiendo el contacto más tiempo del necesario.
—Lo extraño mucho cuándo no está aquí... —Sus labios formaron un pequeño puchero qué me hizo derretir por la ternura.
Acaricié su mejilla con mi otra mano metiendo algunas mechones rebeldes que caían por su rostro detrás de su oreja, su piel era totalmente suave, y a pesar de estar encerrado aquí siempre el tono carmín nunca abandonaba sus mejillas y labios.
—Quisiera estar aquí contigo siempre, pero ya sabes qué debo ir a estudiar... —Jimin tomó la mano que sostenía sobre su mejilla entre las propias y la acercó a sus manos besando el dorso.
—No se preocupe, sólo saber qué existe me hace feliz —Le sonreí en grande, sintiendo el efecto qué sus palabras hacían en mi.
Me acerqué lentamente, sintiendo qué no había prisa alguna y posé mis labios sobre los suyos, sintiendo cómo sonreía antes de corresponder mi beso, era totalmente sútil, lleno de sentimientos qué me hacían sentir plenamente feliz, acarició mi nuca atrayéndome más, una de mis manos se posó sobre su cintura y luego de unos segundos nos separamos, no queriendo forzar su respiración, no dejó que me alejara demasiado, enseguida rodeó mi cuello con sus brazos atrayéndome en un abrazo que correspondí al instante.
Su pequeño cuerpo se sentía frágil en mi brazos, sentía su corazón latir con calma y su respiración levemente agitada al igual qué siempre, su aroma seguía siendo característico, no había perdido su esencia, seguía siendo dulce y agradable al igual que él, en ocasiones sentía que lo amaba tanto qué dolía.
—Algún día saldré de aquí, hyung, y podremos tener la vida qué queremos, la vida qué mereces... —Lo escuché susurrar sobre mi hombro y lo apreté un poco más pero sin llegar a lastimarlo.
—Mi vida está donde tú estés, Jiminnie... No importa el lugar —Sentí como sonreía y me separé un poco para poder apreciar la obra de arte qué era.
—Ni diez vidas me serán suficientes para agradecerte todo lo que hacer por mí, hyung.
Sus ojos brillaban, nunca perdían aquel brillo esperanzado, nunca estaban tristes, esos ojos eran perfectos, tan perfectos cómo su portador.
—No debes agradecerme nada, Jiminnie, ya la vida me recompensó todo poniéndote en mi camino —Acaricié su mejilla una vez más, besando su frente y apreciándolo lo más que podía, queriendo grabarlo en mi mente cómo si en cualquier momento fuese a escapar.
Nos quedamos en silencio, no era necesario tener qué decir algo, los sentimientos podían sentirse en el aire, la simple presencia del otro era suficiente para todo, podría mirarlo todo el día y nunca me aburriría, podría mirarlo mil veces y siempre encontraría algo distintito en él, soy la persona más distraída del mundo, pero yo ya había contado todas sus pestañas.
Cualquiera podría pensar que aquel era un escenario bastante deprimente, una simple habitación de hospital, adornada por dos chicos qué se aman y refuerzan su amor con promesas qué no saben si serán cumplidas o no, hablando a través de miradas y sonriendo al sentir el latir de sus corazones sincronizados.
—Yoongi, ven un momento cariño, debemos hablar contigo... —La señora Park asomó su cabellera negra por la puerta haciéndome señas, le sonreí a Jimin y susurré un "ya vuelvo" antes de salir de la habitación.
La expresión cansada de la mujer siempre estaba allí, sin embargo, su sonrisa tan radiante cómo la de Jimin, nunca se borraba. Sin embargo, podía notar el dolor más allá de su expresión, y eso, nunca significaba nada bueno, los recuerdos me golpeaban de manera ruda, y por más que trataba de alejarlos, no podía.
"Jimin no irá hoy a clases, tiene un pequeño resfriado."
"Jimin volvió a enfermarse, deberías volver mañana."
"Jimin tiene neumonía, no es nada, se pondrá bien."
"Jimin parece estar empeorando."
"Jimin tosió un poco de sangre."
"Jimin tiene cáncer de pulmón, Yoongi..."
La voz de la mujer resonaba en mi cabeza en forma de dolorosos recuerdos, mis ojos picaban y traté de tomar aire, buscando relajarme de alguna manera.
—¿Sucedió algo? —la pregunta salió casi sin permiso, el silencio de la pelinegra me ponía nervioso.
—Yoongi... —Definitivamente ese tono de voz no era nada bueno —Jimin está empeorando... El tumor sigue creciendo, tendrán qué operarlo...
Y fue allí.
Qué el mundo bajo mis pies tembló.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, podía escuchar las palabras del doctor en mi cabeza repitiéndose casi con burla "En el peor de los casos, tendríamos que operarlo", quería tirarme al piso y llorar, jalar mis cabellos y gritarle al mundo el porqué todo aquello estaba pasándole a ese precioso ángel.
La mujer frente a mi rompió a llorar y enseguida me acerqué a ella envolviéndola entre mis brazos, buscando entregarle al menos un poco de consuelo, incluso aunque estuviese a un paso de romperme.
—S-Sólo hay un 30% de probabilidades para qué sobreviva... —Cerré los ojos con fuerza, sentía las luces apagarse en los caminos imaginarios qué formaba en mi mente.
¿Qué se supone qué haría? ¿Qué haría después de eso? ¿Qué pasaría si aquel 30% no era suficiente?
Mi corazón bombeaba con fuerza mientras mi mente creaba trágicos escenarios para atormentarme, creía que nada podía ir peor cuando escuché aquel sonido qué provenía de la alarma del cuarto de Jimin, enseguida observé a las enfermeras correr a la habitación de mi pequeño y llamar al médico casi a gritos.
Estaba teniendo otro ataque, estaba empeorando.
Las lágrimas cayeron sin permiso, sentí que debía sentarme antes de caer, escuchaba a Jimin toser y respirar de manera demasiado agitada desde la habitación, quería estar allí como siempre, quería decirle qué ya pasaría y que todo estaría bien, pero en ese momento, no tenía fuerzas, no podía dar la cara en ese momento, no cuando estaba punto de romperme, sintiendo mi mundo volverse pedazos en mis manos, sintiendo el aire evaporarse cada vez más.
Salí del lugar a pasos rápidos, sintiendo qué colapsaría en cualquier momento si permanecía allí, aquellos trece años siendo fuerte y soportando todo me estaban pasando factura, estaba llegando a mi límite, el momento que tanto temía estaba llegando, estaba perdiendo las esperanzas.
Me subí a mi auto y apreté el volante en mis manos con fuerza, sintiendo las lagrimas caer sin detenerse nublando mi vista, mi cuerpo tembló cuando audibles sollozos comenzaron a escapar de mis labios, sentía cómo el dolor me carcomía, la desesperación me estaba ahogando y no sabía qué hacer.
Conduje con rapidez por las calles queriendo escapar, sin saber de qué, quizá de la cruda realidad qué me envolvía, la realidad que parecía reírse de mí y escupirme en la cara que despertara y dejara de vivir en una burbuja imaginaria.
No se cuánto tiempo había pasado, los recuerdos me golpeaban acompañados de más lágrimas, me torturaban, me quemaban vivo y me hacían querer pararlo todo de una vez, estacioné frente a un bar, no sabía que estaba haciendo allí, no era del todo consciente en esos momentos, la ira me cegaba, la ira de no poder hacer nada, no poder cumplir las promesas qué alguna vez le hice a mi pequeño.
Antes de bajar, mi celular vibró indicando un mensaje, dudé antes de sacar el aparato,, temiendo lo que pudieran haberme escrito.
"De: Señora Park.
¿Dónde estás Yoongi? Operaran a Jimin de emergencia, no puedes derrumbarte ahora..."
Mi cabeza daba vueltas, quise volver, pero mi cuerpo no cedía, me maldije mil veces por ser tan débil, por caer ahora cuando Jimin más me necesitaba.
Lo siento mucho, Jiminnie, te he fallado...
Bajé del auto, cerrando con un portazo y caminando hasta la puerta de aquel viejo bar, entré decidido, sentándome en la barra y decidiendo qué la mejor manera de afrontarlo todo era ahogándome en el alcohol. Debería estar apoyando a Jimin, debería estar susurrándole así fuese de lejos qué todo estaría bien, pero no podía, no ahora, no cuando sentía que yo estaba incluso más roto qué él.
Después de unos cuántos tragos ya no podía sentir el ardor en mi garganta, ya no podía ser consciente de nada, probablemente estaba llorando y no lo sabía, probablemente ahora parecía un maldito loco y no lo sabía.
Mi mente se nublaba cada vez más, sumergiéndome en mis propios recuerdos y torturándome.
Jimin apareció en mi mente, riendo mientras jugaba con un pequeño perro, había sido un par de años atrás, recordaba su sonrisa mejor nada, el sentimiento cálido que me envolvió aquel día "—Cuando vivamos juntos tendremos un perrito ¿sí, hyung?"
Las imágenes pasaban por mi mente cómo un álbum de fotografías, su risa me inundaba y sus palabras hacían eco en mi cabeza, estaba sonriendo y llorando al mismo tiempo, temía que al final sólo me quedara eso, recuerdos...
"Sonríe, hyung, te ve más bonito cuando sonríes."
"Algún día nos casaremos ¿cierto, hyung?"
"Si caigo, me sostendrás ¿me lo prometes?"
"La vida es tan corta..."
El recuerdo de aquél día me golpeó, tan vivo cómo si estuviese ocurriendo justo ahora, su respiración entrecortada, aquella fina capa de sudor recorriendo su cuerpo desnudo debajo del mío, sus bajos gemidos y sus pequeñas uñas enterrándose en mi espalda, su cuerpo uniéndose al mio como si fuésemos uno, su interior caliente envolviéndome y entregándome el momento más maravilloso de mi vida, sus labios cerrándose sobre mi cuello y sus ojos cerrándose con fuerza.
—Si muriera ahora, no me importaría hyung, moriré feliz, porque he tenido todo lo que quiero...
Me levanté con brusquedad, quería verlo, debía verlo, si ese era nuestro último día, quería verlo sonreír por última vez, quería estar a su lado, quería cumplir al menos una de mis promesas.
Subí a mi auto encendiéndolo casi enseguida, mis movimientos no coordinaban debido a la cantidad de alcohol en mi sistema, no podía procesar nada, mis manos sudaban y estaba totalmente mareado, era una ola de sensaciones demasiado abrumadoras, mis sentidos estaban adormecidos y ahora solo estaba centrado en volver al hospital.
"No importa cómo, ni de qué manera, pero siempre estaré junto a ti, hyung..."
El auto iba muy por encima del límite de velocidad, escuchaba las bocinas de los otros autos pero poco me importaba, yo solo pisaba el acelerador con más fuerza, cuando sentí mi celular vibrar en mi bolsillo, era una llamada, lo saqué enseguida atendiendo sin siquiera ver, la pastosa voz de la mujer llegó a mi oído.
—T-Todo se complicó... Y-Yo... Lo perdimos, Y-Yoongi... lo perdimos... —Aquellas palabras fueron directo a mi corazón cómo puñaladas.
Deje caer el celular, escuchando la voz de la mujer lejana, mi vista se nubló permitiéndose recordar su rostro una vez más.
Murió....
Perdí el control del auto, me dejé llevar, no traté de hacer nada, un muro frenó el auto, sentí el golpe seco y enseguida, todo se volvió oscuro...
Ahora estábamos en el mismo lugar...
Te prometí que estaríamos siempre juntos, debía cumplir al menos una promesa...
Te amo...
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