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Te he amado desde que teníamos dieciocho, mucho antes de que ambos pensáramos lo mismo; ser amados y estar enamorados
El parque de diversiones siempre había sido el lugar preferido de Seungmin, la sensación de su estómago abriéndose en los juegos de caída libre era inigualable e incomparable por la cantidad de serotonina que le producía, y sobre todo por el estrés que liberaba sin importar que le dejara la boca seca.
Hyunjin por el otro lado era un tanto menos fanático de aquellas atracciones, pero siempre terminaba subiéndose a petición del entonces pelirrojo de apenas diecisiete años que siempre ganaba cuando ponía esos adorables ojos de cachorro que eran el talón de Aquiles del alfa. Claro que él nunca admitiría que se subía a cada juego temeroso, pero él aseguraba estar ahí solo para tomar la mano de Seungmin y que éste no sintiera tanto miedo.
El miedoso, sin embargo, siempre había sido y sería él. Hyunjin pasó la mayor parte de su adolescencia temiendo por su futuro y viviendo a la expectativa de su familia, amigos y maestros que aseguraban que su lugar era al frente de la compañía Hwang. Siempre tan estudioso y trabajador, enfocado en esa meta que ya ni siquiera sabía si era propia o más bien le había sido impuesta.
El alfa tenía una buena puntería, desarrollada por supuesto gracias a los viajes de caza anuales que solía realizar con su padre. Esto le daba mucha ventaja a la hora de ganar los juegos a cada feria que visitaba con Seungmin, y era un negocio redondo entre ambos, uno obtenía la satisfacción de haberse lucido y el otro simplemente agradecía con un beso en la mejilla y un chillido emocionado para cada peluche ganado.
Las manzanas de caramelo, las palomitas de chile, la pizza de champiñones y los raspados de cereza habían formado parte de tantos bonitos recuerdos de aquel parque de diversiones entre los amigos que poco a poco se fueron convirtiendo en un par de enamorados.
Hyunjin había conocido a Seungmin años atrás de la presentación del menor, todo porque fue solicitado para impartir tutorias sobre un curso de álgebra en el cual era un estudiante sobresaliente y al ser el presidente del consejo estudiantil en años avanzados, tenía la responsabilidad de ayudar a sus menores. Nunca imaginó que el chico de aquel primer año sería coincidentemente uno de los hijos del gran socio de su padre, ese con el que sus papás solían juntarse esporádicamente en algunos fines de semana en el club de los socialités.
Su corazón fue rápidamente roído por el cariñoso Seungmin y su gran corazón, la torpeza y facilidad que tenía para distraerse durante las sesiones de estudio. Seungmin simplemente era alguien cuya energía atraía a todo mundo hacia él, era bonito, carismático, noble, servicial, gracioso y sobre todo de una buena posición económica, que era la razón principal para que hubiera acumulado una larga fila de alfas detrás de él, esperando ansiosos a que el menor de la familia Kim cumpliera finalmente los quince años.
Los dos atendían a un colegio específicamente de varones, y a pesar de que varios alfas de cursos avanzados tenían muy bien puesto su ojo sobre Seungmin, era entre ellos como un eufemismo decir que Hyunjin sería el gran afortunado. Claro que no había ninguna duda, simplemente cualquiera que alguna vez hubiera decidido meterse con el pequeño Kim había terminado terriblemente perjudicado en manos de Hyunjin quien lo protegía como un perro a su carnaza, y parecían ambos estar bien con la idea de pertenecer al otro.
Toda esa popularidad duró hasta octavo grado, cuando por fin la temporada de revelados inició entre los de su edad. Seungmin se ausentó por tres días antes de las vacaciones de primavera, y cuando una semana después regresaron al colegio todos imaginaban que finalmente Hyunjin daría el primer paso para cortejar al omega, pero eso estuvo lejos de pasar.
Seungmin llegó y nada parecía haber cambiado en él, los niños de su grado presumían todos haberse vuelto alfas a excepción de un inesperado omega, pero cuando al que todos esperaban ver llegó presentado como un simple beta los susurros detrás de él en el pasillo no se hicieron esperar.
《—¡Es un beta! Kim Seungmin es un maldito beta》
《—Oh, entonces ¿Supongo que todos al fin se dieron cuenta de lo insípido que siempre ha sido? No sé qué le veían especial.》
《El único favor que nos hizo a todos es haberse quitado del camino para Hyunjin, no puedo esperar a que él se entere si es que no lo sabe ya.》
Todos compañeros recién convertidos en omegas que parecían guardar un gran rencor hacia él, quien estaba ahogándose en su propia miseria por la noticia que terminaba sin asimilar. Era sin duda alguna la decepción de su familia y es que, justo como su padre Soojun le había dicho; un hijo alfa era el orgullo de cada familia por las puertas que se les abrirían, las universidades a las que podrían acceder y los trabajos que conseguirían. Un hijo omega al menos servía para arrendar un buen matrimonio beneficiario, para ser una buena ama de casa o un socialité que representara a la familia.
Pero ¿Un beta? Estos en su país eran despreciados porque se tenía la antigua creencia de que ellos eran la raza más débil de la pirámide, productos de la debilidad y como una mancha para el apellido de cualquier familia. Ellos solo podían reproducirse entre ellos y acceder a carreras técnincas o medias, algo que no ocupara espacios en carreras comúnmente dirigidas por alfas en las universidades. Por ello mismo, solían tener unos colegios especiales conformados de betas que pudieran recibir el mismo nivel de educación.
Seungmin se escondió ese día en los baños con los ojos rojos y sus bonitas lagunas eran indundadas en desánimo y conmoción, él detestaba ser un beta. ¿Qué haría ahora? Toda su vida se la pasó preparándose para ser un omega ejemplar, él ni su familia tenían motivos para pensar que sería un alfa, así que se acopló. La idea no le molestaba, y mucho menos a su madre quién suponía sería la pareja de Hyunjin tarde o temprano. Pero todos esos sueños se habían ido al demonio, habían sido estropeados por completo y para él no habrían posibilidades así nunca más.
Rowoon, un alfa de último grado al igual que Hyunjin había entrado a los baños de los omegas sin reparo alguno, ahí donde Seungmin había ido a esconderse siendo su otra opción eo baño para alfas. No pisaría ahí de broma, así que la idea más óptima fue subir al cuarto piso en los baños abandonados.
—¿Qué tenemos aquí? Al pequeño Kim.—Pronunció con lascivia en su lengua.—¿Estás triste porque ya no podrás ser la puta de Hyunjin?
—Déjame en paz, Rowoon. Quiero estar solo.
—¿Solo? No, Seungmin, tú no deberías estar solo... sería un desperdicio no aprovechar este baño solitario y olvidado.
—¡Maldita sea, déjame en paz!—Espetó completamente odiando como el mayor se burlaba de él.
—Oye, no me importa que no seas omega, yo todavía te follaría. Lo haría tan bien que vas a desear ser un omega para quedar preñado.
—Aléjate de él ahora mismo antes de que aplaste tu maldita cabeza.—Un escalofrío le recorrió entonces con la columna temblando por la voz de mando que había utilizado Hyunjin detrás de ellos. Nunca la había escuchado antes, pero definitivamente era lo suficiente aterradora para hacer que Rowoon se moviera de ahí a regañadientes.—¡No vuelvas a acercarte a él! ¿Entendido? Deberías cuidar tu maldita boca cerca de mi om–...
—¿De tu qué, Hwang? ¿De tu maldito beta?—Se echó a reír como si la gracia entera le hubiera llegado solo a él.—No sirve ni para marcar ni para engendrar. Seungmin, mi padre es cliente en un burdel de betas, son las zorras de los alfas porque no pueden embarazarse y dice él que no dan muchos problemas. ¿Por qué no lo intentamos, huh? Podrías–
No terminó de completar su diálogo antes de que Hyunjin le lanzara el primer golpe haciendo crujir su nariz. Ambos se gruñeron, Seungmin gritaba por ayuda y entonces un crujido de dedos y el rechinar de una puerta se escuchó antes de que lograra salir. Volteó horrorizado encontrándose con la tétrica imagen de Hyunjin rompiéndole la mano con la puerta al idiota de Rowoon, y rápidamente se acercó para jalonearlo y que dejara de meterse en problemas por él.
Ese fue el último año de Seungmin en ese colegio, los directores fueron estrictos con sus padres al declarar que tenían una política de puras sangres alfas y omegas en sus aulas, así como cero violencia y, desafortunadamente, encontraban al menor una distracción para sus compañeros y Hyunjin por las tres peleas siguientes en que éste se vio involucrado por defenderlo.
En casa había pasado de ser el hermanito consentido, la adoración de su padre y el favorito de su hermano mayor Changbin, al más aislado y solitario. Changbin era comprensivo al ser el más grande, él nunca cambió su forma de tratarlo pues ante sus ojos siempre sería el pequeño Minnie, pero su reciente matrimonio con su omega y el puesto en la empresa familiar lo tenían atado de manos, que nunca se dio cuenta de la depresión en que se hundió Seungmin lentamente.
Somi, la segunda más pequeña, era una omega inteligente y social. Ella había asistido toda su vida a un colegio para mujeres, y no paraba de hablar acerca de cómo ese año en su escuela hubieron únicamente omegas.
《—Este año hubieron tantas omegas que incluso tuvieron que abrir nuevos grupos. ¡Justo como el año pasado! Pero lo bueno es que yo voy de salida, papi, estoy ansiosa por casarme y tú todavía no has conseguido a alguien para mí.》
A pesar de los pocos años de diferencia que se llevaban, Somi era todo lo contrario a Seungmin. Ella a diferencia de él parecía disfrutar de la comodidad de la sumisión que un matrimonio arreglado le traería, tenía una cabeza hueca que se fijaba siempre en lo material, portaba algo rosa todos los días y su boca era malditamente hiriente. Un tipo de dolor que te implantan, no que es directo, porque claro que ella nunca le diría las cosas en la cara a la gente.
Cuando Hyunjin tuvo la suficiente edad para obtener su propio auto volvió a buscarle con más insistencia. Él sabía que en las reuniones familiares de sus padres definitivamente ya no estaría presente Seungmin, porque no había nada qué presumir de él. El primogénito Hwang obtuvo su libertad y autonomía un año antes de ser legal, y entonces nadie podría detenerlo de buscar a Seungmin todos los días fuera de su casa.
Nadie ni nada los alejaría nunca, y aunque sabían que no era posible entre ellos, sentían en el fondo de su corazón que eran destinados.
El en ese entonces recién pelirrojo estuvo perdidamente enamorado en cuestión de semanas cuando Hyunjin le robó su primer beso en el parque de diversiones. Se tomaron una foto, algo que añoraba todos los días acostado en su cama digno de un romántico empedernido.
No solo fueron sus primeros besos los que le entregó, si no todo lo demás. La primer cita, su primera mamada, su primera vez, su primer amor. Todo le pertenecía a Hyunjin, y todo lo del alfa le pertenecía a él. Estaban completamente entregados el uno al otro.
Los rumores en las fiestas pronto se esparcieron, pues aunque Seungmin ya no asistía a ninguna de éstas, su nombre seguía resonando por su familia. El par de enamorados tuvo entonces que aprender a lidiar con ellos, y para que dejaran de molestar simplemente decían que sí a todo.
"—Escuche que Seungmin te la chupó en tu auto, no es la primera vez que los han visto
—Lo hice. Amo hacerlo y lo hago solo para él."
"—¿Es cierto que están en una relación? Seguramente ni sus padres lo aprobarían. Los Hwang y el hermano de Kim parecen gente con principios.
—Sí, somos pareja. Honestamente no nos importa la opiniónde nadie más."
Cuando el pelirrojo cumpliera la mayoría de edad como Hyunjin, tenían planeado marcharse, vivir la vida que ellos tanto hubieran querido sin la presión de sus familias. Seungmin quería ser un gran dentista y el alfa añoraba ser un maestro infantil. Claro que nunca lo diría en voz alta porque aquello lo haría ver débil ante la sociedad en la que vivían, pero él completamente adoraba a los niños. Es por eso que su hermano menor significaba un gran sacrificio de dejar, quería lo mejor para él porque lo había cuidado durante toda su infancia y sabía que en cuanto se marchara sería desheredado con Seungmin, y temía por el futuro de su hermano Jeongin.
No quería que corriera con su misma suerte, presionado a ser el mejor a base de abuso y manipulación, pero una vida lejos de Corea con Seungmin a su lado era su más grande sueño, plan para el que se había esforzado desde el primer día en que tuvo que defenderlo de los acosos de los alfas por ser beta.
Hyunjin le prometió una noche en el hotel que siempre solían frecuentar que lo protegería, el otoño acercándose cada vez más, marcando el fin de mes cuando Seungmin finalmente cumpliera dieciocho.
Hyunjin tuvo cuidado al darle una última estocada y sin poderse contener marcó su cuello con algo como un violento moretón que tuvo al menor chillando de dolor, pero no se atrevió a intentar usar los dientes porque sabía que no estaba preparado físicamente para soportarlo. Lamió tanto como pudo y besó ese hermoso cuello que era suyo.
—Voy a protegernos a ambos, Minnie. No importa lo que tenga que hacer. Te mantendré a salvo ¿Sí? Nunca dudes de cuánto te amo, porque cada cosa que yo haga es por tu bien. A la larga es por tu bien.
Seungmin movió sus caderas aún sintiendo el miembro del mayor dentro suyo llenándole tan bien como él sabía hacer, y con las lágrimas de placer y conmoción ladeó su cabeza confundido.
—¿Por qué parece que te estás despidiendo, tonto? Dentro de una semana estaremos lejos de aquí, y te olvidarás de protegerme de todos ellos porque estaremos bien. Estados Unidos es completamente diferente ¿Lo recuerdas?—Hyunjin se escondió en su cuello para soltar un quejido mientras lloraba silenciosamente.—¿Qué tienes, Hyunnie?
—Es solo que te amo mucho, como a nadie en este mundo.—Entrelazó sus dedos y besó su pecho.—Eres mío y yo soy tuyo para siempre.
Nunca odio tanto haberse quedado callado como aquel día. Fue el peor de su vida, definitivamente el día más horrible. Tuvo que saber que algo andaba mal desde que Hyunjin quiso entrar a su casa, argumentando que sus padres estaban esperándolo dentro. El carro de los Hwang en efecto estaba ahí, y Kim sentía que casi no podía respirar cuando se acercaron a la puerta. Temía lo peor.
Yoona e Inseong, padres del alfa, sonrieron complacidos al verlos llegar. Parecían demasiado tranquilos con sus copas en mano, igual que sus padres y hermanos.
—¡Miren quién está aquí! Mi futuro cuñado.—Celebró Soojun alzando su copa en dirección a Hyunjin. Seungmin reprimió un chillido ¿Cómo siquiera se había enterado? Y sobre todo ¿Por qué no parecía opuesto a la idea?—Seungmin, preparaste bien al chico. Luce espectacular nuestro querido Hyunjin.
—Y-yo...—Le estaba costando hablar.
—Ahora, ven para acá hijo. Enséñanos a todos la sortija de compromiso que obtuviste para Somi, ella bajará las escaleras en cualquier momento.
Somi, sortija, matrimonio. Esas tres palabras se atascaron en la mente del beta cuando se dio cuenta, y se sintió tan estúpido cuando por un momento pensó que Hyunjin había platicado con los adultos y ellos estaban ahí para festejarles.
Esa era una maldita fiesta de compromiso, y todo fue distorsionado en su mente mientras observaba a Somi sonriendo y llorando de la felicidad cuando el anillo fue puesto en su dedo. Ella saltó a sus brazos y aceptó, no podía estar más contenta de que el guapo amigo de su hermano, ese que le había gustado desde los quince era por fin su prometido.
Era horrible ver a alguien viviendo su sueño, lo que era para él le fue arrebatado de la manera más cruel frente a sus ojos y, lo peor, era que todos parecían saberlo pero a nadie le importaba. ¿Un beta con un alfa como Hyunjin, viviendo felices para siempre?
Seungmin desde ese día aprendió una gran lección, si quería salir adelante tendría que hacerlo por su propia cuenta, y nunca depender de nadie. Confiar en un alfa de regreso no era una opción, y mucho menos en el mentiroso egoísta e hipócrita de Hwang Hyunjin.
hyunjin en esta fic no es malo, suele tener motivos para hacer todo lo que hace, pero sí da suficientes razones para odiarlo
piensen en esto desde una perspectiva en donde los betas son marginados, y seungmin está completamente solo :(
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