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Saturdays (1)

La mañana era fría, pronto sería final de mes, solamente faltaban un par de meses y días para Navidad y Nayeon pensaba seriamente en trabajar turnos dobles antes de las fiestas libres y pasarlas con sus hermanas.

Despreciaba mucho aquellas fechas, pero sus hermanas las adoraban y ella no sería estorbo para que pasen algunos momentos agradables.

Gracias a la luna el ambiente en el hospital estaba siendo tranquilo.

Nayeon es una linda y amorosa enfermera.

Hace un año aproximadamente pudo culminar sus estudios con mucho esfuerzo y dedicación, en la etapa práctica tuvo algunos turnos en el hospital donde ahora trabaja, por su buen desempeño y carisma con los pacientes se ganó un puesto como enfermera de turno.

Al ser omega siempre estaba a prueba, si algo salía mal sería despedida, es por eso que siempre se esforzaba para que todo estuviera bien.

En ese preciso momento trabajaba ordenando los historiales de los pacientes para llevarlos a las salas y así los médicos podían ver la evolución de los pacientes.

El teléfono suena y una de sus compañeras responde dejando al personal en completo silencio, al parecer una ambulancia se acercaba, pues hubo un accidente en la autopista. Uno de los médicos de planta corría por el pasillo seguido de algunos de sus compañeros.

Se apresura a ir para apoyar; sin embargo, a medio camino la doctora Shuhua, quien era su encargada, la detuvo.

—Nayeon, ¿podrías ir a la sala tres? —pregunta entregando un informe —. Tengo una paciente en espera y debo entrar a cirugía, son personas del accidente.

—¿No es necesaria mi ayuda aquí? —inquiere profesional despejando el área mientras toma los papeles.

—El reporte habla de heridas superficiales como raspones, algunas costillas y huesos rotos, al parecer la cirugía es porque uno de los tripulantes tiene algunos vidrios incrustados. Según los de la ambulancia todo está controlado, así que por ahora supongo que estaremos bien. —sonríe tranquila.

—Perfecto, si necesita algo estaré lista.

—Gracias, Nayeon.

—Está bien… —responde a lo lejos, se escuchó el ruido del automóvil, los demás compañeros estuvieron alerta para dar inicio—. Suerte, que todo salga bien. —termina de decir.

—Solamente tenle paciencia. —La doctora dice antes de irse detrás de la camilla de la persona que iba a cirugía.

—Bien. —Nayeon se da la vuelta para dirigirse a la sala correspondiente.

De camino tomó un par de vasos con café y llevó uno con un alfa de edad avanzada que estaba fuera de una de las habitaciones, su esposa había sido operada y aún no despertaba.

—Podría ir a descansar, yo estaré pendiente de ella. —sonríe cálida.

El alfa aceptó el vaso. —Gracias, pero no quiero dejarla sola, quiero estar con ella cuando despierte.

—Bien, si necesita algo estaré rondando por aquí. —Se despide con un saludo antes de ir a donde le corresponde.

Ya no recordaba cuantos vasos había ingerido, Nayeon tenía una adicción a la cafeína, amaba sentir lo caliente y amargo de la bebida pasar por su garganta, si no tomaba su café mañanero no funcionaba del todo bien.

Le recordaba tanto a su abuela, cada día a eso de las cinco de la tarde, su casa se inundaba de ese delicioso aroma. Entonces aquella linda omega aparecía con una pequeña taza llena de café, ella siempre llevaba zapatillas de tela con fondo acolchado. Tenía algunas cuantas del mismo color, con la diferencia en los detalles que lo adornaban. Su abuela era una mujer elegante, fina y alegre.

Las canas en su cabeza no eran vanas, era muy sabia, Nayeon amaba recostarse en sus piernas mientras ella enrollaba sus dedos en su cabello.

Amaba los sábados cuando ella preparaba dulce de leche o arroz con leche y canela. El aroma inundaba la cocina y Nayeon siempre corría hacia ella porque era la primera en tener una ración.

Siempre solía decir que los sábados se llevaban todo el dolor, pues ese día en especial pertenecía solamente a ellas dos.

Después que Yuna partió ya nada fue igual. Nunca más.

Ella besaba su frente y Nayeon se deleitaba en el toque de sus manos y en aquel tintinear del reloj de mano que siempre usaba. Su abuela siempre olía a café, ese no era su aroma característico, pero su abuela Yuna siempre lo preparaba de forma artesanal y Nayeon simplemente amaba verla, disfrutar el proceso. 

Nayeon siempre la recuerda con cariño, ella fue todo para ella, sonríe al tener aquella memoria donde ella la admiraba de espaldas y su cabello blanco brillaba en lo dorado de la puesta de sol.

Amaba las cosas que ella hacía, su forma de hablar y de andar. Nayeon recuerda cuando ella le contaba que sin querer siempre captaba la atención.

Ahora solamente deseaba tener un poco más de tiempo, un momento más con ella antes de que partiera.

Deseó tanto fotografiarla y conservar su recuerdo para siempre, algo que fuera suyo. Pues cuando ella murió sus pertenencias se desecharon, su padre guardó bajo llave las pocas imágenes que existían.

Algo dentro de ella se quebró al ver a su otro padre usar las zapatillas de su abuela. Aquellas que usó por última vez.

Ella solía llevarla al jardín y recostarse en el césped a admirar las estrellas, le decía que allá había personas que ella amó mucho, y después de su partida el vacío de ausencia la acompañaba, porque su más grande amor era la estrella más lejana y brillante.

Suspira saliendo de sus pensamientos.

Camina saludando a todo el que se encontraba, suspiró feliz, pues por todo el pasillo se percibía un deje de un muy cálido y apacible aroma, café… eso la hizo sentir feliz y su omega se regodeó.

Era un tanto extraño, pues al ser un hospital hay muchos tipos de olores, y entre todos Nayeon es capaz de distinguirlo e inquietarse por su causa.

Voltea en todas las direcciones, su omega parece sentirse animada y con energía… es simplemente extraño. Reprendiendo a su instinto, sigue su camino a toda prisa. Hasta llegar a frente a la habitación donde la doctora la envió, por un instante se detiene y suspira sintiendo una opresión en el pecho, no es una sensación mala, es solo diferente. El aroma es más fuerte ahora.

Quizá la falta de sueño y la mala alimentación le esté empezando a afectar.

Da un par de toques para anunciar su entrada, su vista está fija en los papeles y no se da cuenta de quién está dentro, parpadea suspirando, ¡por la vida! Ese aroma es maravilloso, el potente aroma del café la envuelve.

No puede ser que su omega se inquiete por un aroma, Nayeon odia a su loba, en ocasiones puede ser tan sensible y diferente a su lado humano. Se reprende a sí misma y actúa como lo que es, una honorable enfermera.

Tratando de recomponerse y verse sumamente profesional, saluda.

—Buenos días, por el momento la doctora se encuentra en cirugía, así que yo estaré suministrando su medicamento. —Al final levanta la vista después de leer el apellido, es curioso, pues es igual al de la doctora Shuhua—. Señora Chou… —Nayeon se quedó viendo fijo a la alfa frente a ella.

—Hola —saluda cordial—, ¿sabes si demora mucho? —La alfa frente a ella luce algo distraída y ¿temerosa?

—Entró a cirugía, me temo que será un poco tardado. —Nayeon abraza el papeleo a su pecho, la alfa miraba directamente a sus ojos.

—Diablos… —maldice chasqueando la lengua, Nayeon supone que es como uno de esos pacientes que prefiere ser atendido por un médico, así que amable ofrece una simple solución.

—Si gusta puedo llamar a otro de los médicos. —dice abriendo la puerta de la habitación.

—No es necesario, no te preocupes, solo necesito la dosis y listo, tengo una junta urgente que salió de improviso y me tengo que ir lo más pronto posible.

—Muy bien, no se preocupe, ubíquese en la camilla, por favor. — Nayeon busca lo necesario y prepara todos los utensilios. Se da la vuelta mientras ponía el líquido dentro de la jeringa.

Díganle loca, pero puede sentir la fuerte mirada sobre ella. Suspira y habla: —Ya casi está, por favor acomódese en la camilla.

—De acuerdo.

—Bien, todo está listo. —informa dándose la vuelta y de inmediato jadea del susto, pues ahí está esa alfa de espaldas recargada sobre la camilla y con una nalga al descubierto.

—¿Todo bien? —pregunta la alfa.

Nayeon siente su rostro enrojecer, ¿por qué diablos le suceden este tipo de situaciones a ella? El otro día una alfa lloró porque no quería dejarse inyectar, la otra vez un omega se desnudó porque la bata le picaba.

Ha visto muchos cuerpos y es tan natural en su trabajo, pero con esta alfa siente como el calor sube por sus mejillas, apenada carraspea. —Mmmm señora…

—¿Sí?

—Esto va en el brazo. —muerde su mejilla interior para evitar reír al notar a la alfa dejar caer la cabeza en la camilla.

Cierra los ojos intentando guardar la postura al ver a esa linda alfa incorporarse tan rápido que casi cae al piso, voltea para no ver de más, de pronto el aroma de la alfa se siente potente, ¿avergonzada?, ¿molesta? No lo sabe, pero su omega necesita calmarla.

Nayeon se molesta con su interior, eso es tan inapropiado, pero su maldito instinto le exige dejar salir su aroma.

—Lo siento, de verdad, Shuhua siempre las ponía… —La alfa intenta disculparse, se queda en silencio observándola fijo.

—No se preocupe, fue mi error, no di la explicación apropiada. —Le calma con una leve sonrisa.

La mujer se queda paralizada, observa con detenimiento a la omega.

Siente su olor y luego se recompone al darse cuenta de la situación —¡Oh por la luna!, qué vergüenza, lo siento tanto, pensarás que soy una pervertida o algo parecido…

—Tranquila, todo está bien, el informe dice que estas últimas serán en los brazos. —Se acerca mientras Tzuyu se despeja las prendas.

—Lamento eso. —La alfa se disculpa de nuevo dejando libre el lugar donde irá la dosis.

—No se preocupe. —limpia el área con un algodón y toma su brazo, la nota tensa—. Todo está bien, necesito que se relaje, no dolerá. — sonríe para calmarla.

La alfa suspira nerviosa. —Odio, yo odio esas malditas cosas, de verdad las odio.

Nayeon niega y saca una bandita que guardaba con mucho cariño, tenía unas figuras especiales y siempre hacía sonreír a algunos pacientes adultos y niños.

Tzuyu esboza una leve sonrisa. —No me pondrás eso, ¿o sí?

—Por supuesto que sí, además, combina con sus ojos, pero para eso debe tranquilizarse. —Tzuyu sonríe y niega.

—Perdona, soy peor que un cachorro, ¿no es así? Imagínate una alfa temiéndole a las agujas.

—No le veo nada de malo, está bien expresar nuestros miedos, no se preocupe.

Tzuyu cierra los ojos con fuerza al ver la jeringa acercarse.

—Respire profundo señora Chou, no se preocupe. —masajea la piel—. Siempre hay paletas para los pacientes que se portan bien.

—Te creo. —Tzuyu admira las facciones de la omega. Se pierde en los detalles de su rostro que olvida lo que están haciendo.

Nayeon sonríe. —Listo, ¿lo ve?, no dolió.

Tzuyu parpadea, no fue consciente, estaba muy ocupada observando el rostro de la omega.

—Eres muy buena, en realidad no sentí nada. —Sus miradas se conectan, ambas dan una sonrisa tímida y el momento se ve interrumpido cuando el celular de la alfa suena.

—Me alegro. —La enfermera dice colocando una pequeña bandita por el pequeño punto de sangre que salió. —Tzuyu se apresura a abotonarse la camisa y se pone su gran saco.

—Bien, muchas gracias y lamento todo de nuevo, espero verte pronto. Te compensaré lo sucedido, lo prometo.

—Que le vaya bien, señora Chou, no debe preocuparse. —La omega se despide marcando casillas en las hojas médicas y sigue con sus rondas.

Nayeon pasó toda la noche verificando si alguno de los pacientes necesitaba de su ayuda, consoló a un par de omegas en espera de sus alfas, acudió cuando un alfa de avanzada edad tuvo un ataque de tos a causa de sus viejos pulmones y llevó café a sus compañeros de piso.

Visualizó el reloj, faltaban tan solo diez minutos para su salida, pronto serían las seis de la mañana. La doctora Shuhua se acercaba con un té en las manos, se lo ofreció con una cálida sonrisa. —Nayeon, ¿cómo ha ido todo?

—Todo bien, doctora, gracias. Los pacientes recibieron sus dosis, únicamente el anciano presentó dificultades para respirar, pero lo solucionamos.

—Perfecto, me alegra tanto no haber perdido a nadie.

—Lo sé, es un alivio, todos parecen estar bien por el momento.

—Perfecto, muchas gracias por tu entrega, las personas te aman, tienes carisma, humanidad y empatía. —Ella sorbe de su propio té, hace rato se encontró con una omega mayor quien no dejaba de preguntar por Nayeon.

—No es nada, me gusta lo que hago.

—¿Cómo te fue con Tzuyu? ¿Se dejó inyectar? —pregunta con algo de pena.

—¿Tzuyu?

—Sí, la paciente que te pedí atender por la mañana, es un poco especial, no le agradan muchos de los aromas y nunca se deja inyectar.

—Sí, todo bien, llevó su dosis. —Nayeon sonríe.

—Espera… ¿se dejó inyectar? ¿Todo salió bien? ¿Estás segura de que hablamos de Tzuyu, de la misma Chou Tzuyu? —La alfa se sorprende dejando su vaso a un lado.

—Sí, usted se refiere a la señora Chou, justo aquí tengo los historiales y esperaba verla para entregárselos y continuar con el chequeo.

—No puedo creerlo… —Ella la observó extrañada.

—¿Qué sucede?

—Tzuyu es mi melliza, la tonta tiene veintiséis años y le aterran las agujas, ¿puedes creerlo? Supuse que vendría a buscarme antes de terminar mi turno, es una alfa en toda la extensión de la palabra, pero muéstrale una aguja y parece un pequeño cachorro asustado.

—Encontré un gran parecido en ustedes, es algo extraño… No demostró nada de lo que usted menciona. —Nayeon sonríe al recordar lo sucedido—. Claro, se puso algo nerviosa, pero se tranquilizó y todo salió bien.

—¿Por qué ríes? Hizo algo raro, ¿no? La última vez fingió desmayarse cuando otro intentó inyectarla o solamente pone esta expresión de alfa enfadada y asusta a todos.

—No es nada, ella no hizo nada raro. —mete las manos en su traje, las voces de sus compañeros le hicieron recordar su salida.

—¿No te habrá incomodado y por pena no lo quieres decir?

Nayeon niega con la cabeza. —Se lo prometo, todo fue muy bien.

—Bien, eso espero, si no, la pondré en su lugar, es tu hora anda. — Ella le da un par de palmadas en la espalda como muestra de agradecimiento y cariño.

—Muchas gracias por todo, doctora Shuhua.

—Descansa Nayeon, lo necesitas, espero en casa te reciban con todo el cariño que mereces. —Ella se puso de pie y la abrazó, la doctora era una alfa muy linda, respetuosa y carismática.

Le tomó un cariño especial y conectó de inmediato con su personalidad, Nayeon sentía que era como una hermana mayor.

—Gracias —le da una sonrisa melancólica—, saludos a Minnie y Yuqi, y dígale que gracias por la comida, es muy lindo de su parte.

—Yo le diré, ya sabes cómo te adora, incluso he llegado a creer que te quiere más a ti que a mí. —bufa, Nayeon suspira e ignora perfectamente aquellos amargos sentimientos.

La doctora Shuhua estaba enlazada con una linda omega llamada Minnie, el producto de su gran amor les trajo como obsequio a su pequeña cachorra.

Nayeon conoció a la familia cuando la pequeña bebé enfermó con altas fiebres. Minnie llegó una noche en medio de llanto rogando por ayuda, Nayeon la atendió junto a uno de los médicos de planta y este estuvo al pendiente toda la noche yendo al área de pediatría. Minnie se encariñó mucho con Nayeon y le agradeció con su amistad. En aquel entonces la doctora Shuhua no estaba presente, pues estuvo fuera por algunas conferencias.

Ambas se despiden, Nayeon va a los casilleros y se pone una sudadera, rezonga para sus adentros al ver en la pizarra de informaciones que se aproxima la Navidad, ¿quién hace decoraciones e informes tan anticipados? Odia tanto esas fechas.

Se despide de sus compañeros y sale, el frío azota en su piel, intenta abrazarse un poco al temblar, ya que la tela de la sudadera que lleva puesta no es nada adecuada, ya pronto recibiría su sueldo y podría comprar algo abrigador para ella, lo último lo utilizó en sus hermanas y la despensa de casa. Suspira intentando tener un poco de calma a causa de lo helado del ambiente.

De camino a casa entra a una panadería para comprar algo para el desayuno.

Nayeon era la mayor de cuatro, estaban Sooyoung alfa y Jungeun omega quienes eran mellizas, tenían quince años, eran extrovertidas y estudiaban mucho para entrar a una buena universidad y por último estaba Yeojin una linda alfa que pronto cumpliría once años, era muy callada y reservada; sin embargo, le encantaba estar cerca de Nayeon, nunca se despegaba de la omega.

Apresuró sus pasos, siempre llegaba a tiempo para hacerles de comer. Pronto saldrían de vacaciones y eso le animaba un poco.

Al estar al fin en casa, respiró y sonrió al sentir el aroma de sus hermanas, jazmín, pastel de fresas y chocolate amargo. Dejó su bolso colgado, se encaminó a la habitación de las chicas, bufó negando al pasar por la sala y ver las botellas de licor tiradas por todos lados.

—Otra vez… no puede ser. —suspira con cansancio y sube por las gradas hasta llegar a la habitación de su padre, lo ve desparramado sobre la cama, cierra la puerta al sentir el olor fuerte y rancio que emanaba de él.

Por muchos años Nayeon se sintió preocupada por él, sintió lástima y mucha culpa por todo lo que sucedía en casa, se culpó de todo… hasta por existir.

Para la desgracia de su familia, su padre omega los abandonó cuando Nayeon tenía diez años, y de ahí en adelante todo fue un rotundo caos. Su padre se sumergió en el alcohol y en una fuerte depresión, lo que ganaba era para alimentar su vicio. Nunca fue capaz de superar el abandono de su omega, y nunca fue capaz de velar por su propia vida, mucho menos por la de sus cachorras.

Nayeon supuso que su padre saldría adelante, pero no fue así, llegó un punto donde la terminó culpando por la ida de su padre. Intentó ayudar a su padre y consolarlo junto a sus hermanas, pero lo único que ganaron fue el desprecio y el repudio del alfa.

No había familiares cercanos, Nayeon no conocía a sus otros abuelos, solamente un día escuchó a sus padres hablar sobre la muerte de alguien cercano.

Nayeon no entendía cómo fue capaz de llegar hasta donde está. Fue ella quién tuvo que crecer y olvidarse de ser quien era para convertirse en lo que sus hermanas necesitaban.

Eran tan solo unas niñas siendo cuidadas por otra niña que se obligó a crecer.

Los hermosos colores de las paredes fueron suplantados por tristes grises, no había fotos familiares ni de ellas porque su padre las odiaba. Cuando creció y entendió que su padre tenía una fuerte tristeza y por la luna, en verdad le suplicó buscar ayuda, pero siempre se negó. Al final él solo deseaba que un poco dé felicidad regresara.

Lo único que recibió fue una fuerte reprimenda y una fuerte bofetada que tardó en desaparecer, su padre la culpaba y nunca supo el porqué.

Al llegar a la habitación de las mayores, notó a Sooyoung preparada, ella sonrió y fue a sus brazos.

—¿Cómo te fue, Nayeon? —pregunta preocupada, Sooyoung es un amor, tenía cabello corto hasta los hombros, piel blanca y ojos café claro, justo como los de su padre.

—Tranquila, estoy bien, me fue bien, gracias por preguntar, ¿estás lista? Traje algo de pan.

Nayeon era la única con los ojos verdes, justo como los de su padre omega. Vaya suerte. Se dirige a la cama de Jungeun y le habla, ella se cubre el rostro algo enfadada. —Deja de molestar, Nayeon.

Sooyoung la reprime por lo bajo, Jungeun tenía un carácter difícil de llevar, era algo complicada y problemática.

Nayeon suspira cansada, Sooyoung le dice que se hará cargo. —Bien, iré con Yeo, luego prepararé algo para comer.

—No te preocupes, ayer dejé algo listo solo para calentarlo y… —se da la vuelta buscando algo en uno de sus bolsos, sacó un par de billetes y se los entregó, Nayeon la observa con sorpresa. —No te enfades, estoy haciendo unos turnos en una cafetería…

—Sooyoung… no.

—Espera, es para ayudar un poco, sé que no es mucho, pero servirá en algo. —sonríe con ternura para evitar que se preocupe.

—No puedes hacer esto, tus estudios pueden verse afectados y ahora debes tener más tiempo por lo de las evaluaciones para prepararte e ir a la universidad.

—Tranquila, la dueña es abuela de una de mis compañeras de clase, nos da tiempo para hacer tareas, es muy buena y me obsequió unos pastelillos… traje tus favoritos, hermana. —Ella se acerca y la abraza para calmarla.

—No lo sé, no quiero que por esto te distraigas y se complique…

—No lo hará, créeme por favor, es más, si tu vez que algo cambia me dices y lo dejaré, solo quiero ayudarte Nayeon, eres una omega y te esfuerzas mucho por nosotras.

—Bien… —corta con intención de que su hermana no se sienta comprometida o culpable por todo lo que ella pasa.

Al salir se dirige a la habitación de Yeojin, al no verla en su cama, ladea el rostro y nota el enredo de cobijas que está en el suelo y en el centro se encuentra Yeojin.

Nayeon siente una opresión en el pecho, Yeojin era una alfa muy sentimental, tierna y amorosa, en un par de ocasiones ha recibido comentarios hirientes de Jungeun y su padre por su forma de ser.

Siempre la ha defendido, trata de hablarle y alentarla. Pidió que la terapeuta de la escuela hable con ella al igual que con sus hermanas, sabe que su vida no ha sido nada fácil y busca ayudarlas de todas las formas posibles.

Esa imagen le partió el corazón y le hizo recordar los días tan difíciles que pasó hace años cuando Seokjin se marchó.

Era ella sola intentando consolarlas.

Sus hermanas lloraban, Yeojin era una bebé y las mellizas tenían cinco años y ella diez. Terminó llorando de mera frustración de no saber qué hacer, su padre no estaba y eran solo ellas en esa gran casa.

Como pudo intentó formar un nido con las mantas con el aroma de todos, ella no quería a su padre omega, su olor le causaba dolor de estómago y fuertes náuseas, pero todo era por sus pequeños hermanas.

Nayeon intentó hacer el nido una y otra vez, pero no parecía funcionar, se sintió inútil y solo quería salir corriendo e ir a su habitación y esconderse bajo sus cobijas, ella solo quería a su padre de regreso, necesitaba a su abuela y que le dijera que todo estaría bien.

En medio del llanto se le ocurrió levantar un fuerte así como los que su abuela Yuna hacía, buscó más prendas y las acomodó para que los olores de sus padres estuvieran cerca de las pequeñas y fue así cómo logró calmarlas.

Odiaba los estúpidos nidos, fue ahí donde las abandonaron.

Los días después de eso fueron igual de caóticos, Nayeon aprendió por sí misma a hacer muchas cosas que no le correspondían, y también a dejar salir su aroma con medida para no sofocar a sus hermanas, Yeojin tuvo un shock a causa de su aroma a galletas cuando intentaba consolarla.

Con el pasar de los días el aroma de su padre desapareció y Nayeon entendió que él no volvería más, que ni el llanto sobre todas sus prendas, ni los interminables ruegos iban a hacer que él regresara.

Nayeon suspira y se acerca con cuidado y antes de dar un paso Yeojin despierta y sonríe con pena, refriega sus ojos, que parecen miel.

—Llegaste. —dice levantándose para correr y abrazarla.

Nayeon sonríe, Yeojin en realidad es una alfa muy tierna, su actitud sumisa provoca la necesidad de cuidarla, protegerla, es tan linda y delicada.

—¿Dormiste bien? —pregunta peinando su cabello.

—Sí, gracias… —voltea a ver el montón de ropa y se sonroja—. Lo siento, yo lo recogeré después.

Nayeon besa su frente. —Está bien cachorra, no te preocupes. —Nayeon le sonríe y el sonrojo de Yeojin aumenta.

—Me hiciste mucha falta.

—Lo sé, cariño, tú también a mí.

Nayeon ha sido citada en muchas ocasiones en la escuela de su hermana por profesores que se cansan de su actitud sumisa y tímida, compañeros que la molestan y abusan de su forma de ser alegando que no es una buena alfa.

Yeojin es muy linda, realmente una alfa muy tierna de ojos color miel, piel lechosa, pecas por todo su rostro y cabello corto, su complexión física no es tan robusta, es esbelta y muy linda. Es muy delicada, ordenada y educada. Y era la más cercana a Nayeon.

La alfa sonríe. —Sooyoung trajo unos panecillos, ayer la ayudé a preparar algo para el desayuno, está horrible, no lo comas.

Nayeon niega sonríe. —Iré a preparar algo. —Yeojin se abraza a ella y sale para ir al baño, la sonrisa en el rostro de Nayeon se borra al ver una marca vieja en la parte central de su espalda.

Su padre se volvió loco cuando ella tenía seis años y llamó mamá a Nayeon. El alfa mayor explotó y golpeó a ambos. Después de eso se volvió aún más distante de lo que era.

Anteriormente, cuando según ella todo iba bien y su padre omega estaba junto a ellos, su padre alfa tenía un buen trabajo, era arquitecto, su otro padre socio en una empresa y ella era cuidada por una nana cuando su abuela murió.

Parecía que todo iba bien, eran lo que se podía llamar felices, luego Seokjin volvió a quedar embarazado y decidió por cuenta propia quedarse en casa y trabajar desde ahí.

Su padre empezó a tener trabajos importantes, el tiempo en casa fue escaso. Su padre empezó a actuar extraño. Aquel omega hogareño fue sustituido por alguien que se encerraba en su oficina por largas horas.

Después de un tiempo su padre se arreglaba más, sus trajes eran brillantes. Nayeon siempre le decía lo hermoso que lucía, pero él no agradecía, solo la observaba con seriedad y se iba dejándolas solas con la nana.

Nayeon notó a un hombre que llegaba con flores a la puerta, era una niña y creía que las flores las enviaba su padre, porque ella también lo hacía cuando llegaba del trabajo.

Las cosas cambiaron rotundamente cuando él empezaba a irritarse con la presencia de las pequeñas, les gritaba y golpeaba para que la dejaran en paz.

Gritaba que ellas eran las culpables de todo y las hacía llorar con sus ataques de furia, su nana entraba y se las llevaba a la sala de juegos para entretenerlas.

Jennie, la nana, era una omega algo mayor que las quería mucho, era viuda y fue despedida al encontrar a Seokjin besándose con un alfa dentro de un auto.

Seokjin les prohibió hablar de ella, las cosas entre sus padres iban mal, su padre llegaba y Seokjin empezaba peleas absurdas, le hacía pensar a su padre que todo lo que hacía no era suficiente, que le importaba más su trabajo dejándolos a ellos olvidados.

Todo era complejo y tormentoso, su padre dijo que pediría algunos días para restablecer su hogar y así fue, los primeros dos días fue tranquilo, al tercero Seokjin le reclamó diciendo que perdería importantes ingresos si seguía en casa.

Todo pintaba a ir bien hasta que él dio la noticia de estar embarazado.

Su padre era un devoto amante de su esposo, Seokjin era todo para él y creyó que un bebé nuevo compondría todo lo que estaba destruido.

En el embarazo él lloraba todo el tiempo y Namjoon se desvivía por hacerlo sentir bien, él intentaba hacer lo mejor para que su omega estuviera tranquilo y cómodo, le obsequiaba cosas, cumplía sus antojos y todo lo que estaba en sus manos.

Al final él agradecía y solamente decía que estaba cansado y que no podía con todo, fueron nueve meses arduos.

La Navidad se acercaba y ellos estaban emocionados por la llegada del bebé, cada año se reunían para decorar y hacer galletas caseras como lo solían hacer con su abuela.

Namjoon intentaba hacer lo mejor para todos y se dio cuenta de que nunca fue suficiente cuando a los días de que Yeojin nació Seokjin se había marchado, justo en Navidad, ¡vaya regalo!

Dejó una carta para explicar su decisión profesando doloroso amor. Jurando que regresaría cuando se sintiera mejor, dijo que todo lo hacía por ellos para no hacerlos sufrir.

Nayeon suspiró con molestia por aquellos recuerdos y fue a la cocina para preparar algo para sus hermanas.

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