Saturday
Las manos de Nayeon hormiguean mientras se baña, asegurándose de limpiar correctamente su cuerpo y al salir, incluso usó una crema corporal nueva, con un olor bastante bueno. Para terminar se lavó los dientes con cuidado, usando hilo dental y enjuague.
Al terminar se pone una simple bata, porque sabe que no va a necesitar la ropa en cuanto Tzuyu llegara.
Se sienta en la cama, observando a su fiel consolador sobre la mesita de noche, a su lado había lubricante y su cosa favorita; un collar con correa, que a veces usaban.
Muerde su labio inferior, comenzando a excitarse ella sola por el solo pensamiento de tener a Tzuyu como en otras ocasiones, ella sabe que está prohibido, pero si solo era algo de diversión entre ambas, entonces nadie lo sabría.
Observó la foto de su hermano colgada en la pared, justo frente a ella, por lo que decidió tomarla y guardarla en un cajón de ropa, ya que no era momento para sentir culpa alguna, Tzuyu era su cuñada, pero no le importaba en ese momento; porque Nayeon había conocido antes a Tzuyu, ellas siempre habían llevado una amistad que tenía sus beneficios, así que no era su culpa que su hermano decidiera casarse con la chica que le daba un orgasmo cada sábado.
Recordó la primera vez que Tzuyu la folló, fue después de una fiesta universitaria. La taiwanesa la había estado rozando de forma más íntima desde que la fiesta había empezado, pero al término, Tzuyu le ofreció divertirse en su casa, ya que sus padres millonarios le pagaban un departamento con jacuzzi y muchos otros lujos.
Nayeon cerró los ojos y desabrochó su bata mientras tocaba sus duros pezones, al mismo tiempo en que su mente se esforzaba para recordar cómo se sentía el delicioso toque de la taiwanesa sobre su cuerpo. Su coño comenzó a mojarse cuando recordó lo delicioso que fue ser follada con fuerza contra el cristal de los ventanales.
Cuando estaba a punto de bajar sus dedos para saciar su deseo, el timbre de su departamento sonó.
Se levantó y corrió a la puerta para abrir, sin importar el notorio sonrojo en su rostro y sus muy erectos pezones rozando contra la tela de la bata abierta.
Tzuyu ni siquiera habló, sólo entró como siempre y cerró la puerta tras ella, rodeando la cintura de Nayeon y estrellando sus labios en un beso húmedo.
La coreana jadeó, pues Tzuyu la había recargado contra una pared fría, deslizando su rodilla entre sus muslos —¿Qué hacías sin mí, princesa?— movió su rodilla contra la humedad, frotando el clítoris necesitado de la coreana.
—Estaba solita, en mi cama— contestó la mayor, con un tono juguetón.
La taiwanesa bajó su mano izquierda y apretó una de sus nalgas — Me encanta, ¿Estabas pensando en mí?— le dio una pequeña nalgada mientras su rodilla seguía moliéndose contra su coño mojado, Nayeon ahogó un gemido.
—Sí, pensaba en ti— su voz baja, pero tentadora, alentaba a Tzuyu para seguir provocándola.
—¿Ah, sí? Cuéntame qué estabas pensando— la levantó para cargarla, llevándola hasta el cuarto de la coreana, quien tenía el rostro sonrojado.
La dejó en la cama, recargada contra las suaves almohadas —Estaba recordando la primera vez que me follaste— relamió sus labios y con la mano derecha se hizo el cabello hacia atrás, provocando que se pusiera algo rebelde, con varios mechones cayendo sobre su rostro.
Tzuyu se quitó el crop-top que llevaba puesto, junto a sus botas y pantalones, quedando solamente en ropa interior —Mhm, las primeras veces nunca se olvidan ¿Cierto?— llevó sus manos hacia la bata de Nayeon y preguntó gentilmente —¿Puedo?— la coreana asintió.
Tzuyu le quitó la bata, observando el delicioso cuerpo ligeramente bronceado de la coreana. Aunque su mirada se quedó pegada en el par de senos rellenos de la chica —Siempre se ven tan hermosos— Tzuyu se inclinó sobre Nayeon y con cuidado tomó el seno izquierdo.
El pezón erecto chocó con su fría palma, lo que hizo que la coreana se estremeciera un poco, pero contrario a todo, ella lo único que quería era sentir el toque de esas manos sobre su cuerpo.
Tzuyu se inclinó y atrapó el pezón derecho entre sus labios calientes, jugó con su lengua, rodeándolo y succionando de vez en cuando, sin descuidar el izquierdo, que giraba entre las yemas de sus dedos.
Nayeon abrió las piernas, deseando sentir algo de estimulación en su vagina. Tzuyu se tomó las cosas con paciencia, sin querer terminar rápido, porque sabía que el primer orgasmo, siempre era el que la coreana más disfrutaba.
—Preciosa, me encantas— susurró contra su piel perfumada, subiendo de a poco hacia el cuello, donde trazó un patrón de besos húmedos —Tienes un cuerpo hermoso— atrapó sus labios en un beso tranquilo pero húmedo, que hacía temblar a la mayor.
—¿Te gusta?— preguntó con la voz agitada, mientras observaba los delicados labios de la coreana, esos deliciosos labios hinchados que tanto amaba besar, más que los de su esposo.
Nayeon, pareciendo hipnotizada, acarició las facciones de la taiwanesa —Sí… me gusta— su voz agitada revelaba sus verdaderos sentimientos, junto al latido de su corazón en su pecho, que subía y bajaba con cada respiración.
Los largos dedos de Tzuyu acariciaron los muslos de la coreana, con sutileza, poniéndole la piel de gallina —¿Qué es lo que más quieres? — las yemas de sus dedos acariciaron entre las piernas, justo en el vello recortado de la coreana, tanteando los fluidos que se esparcían por su coño.
Nayeon dejó escapar un gemido —Que me folles— rogó con la respiración agitada. Tzuyu relamió sus labios —Primero debes hacer algo para mí, no te lo dejaré tan fácil como las otras veces— su dedo índice jugó con el clítoris, acariciándolo juguetonamente de arriba abajo, provocando a la mayor.
Nayeon se mordió el labio inferior para evitar gemir —¿Qué debo hacer, Tzu?— su angelical rostro sonrojado la hacía ver sexy.
Tzuyu plantó un corto beso en sus labios y susurró contra su oreja —Mastúrbate para mí— mordió el lóbulo de la oreja y sonrió cuando notó que la respiración de Nayeon se quedó atascada en su pecho, demostrando su impresión. Tzuyu se alejó un poco, sentándose frente a la indefensa chica.
Nayeon parecía sorprendida por la petición, pero no era algo que le desagradara, así que con cuidado abrió las piernas y bajó su mano derecha, usando dos dedos para abrir sus labios vaginales y enseñarle a la menor lo mojada que estaba —¿Hasta correrme?— preguntó traviesa. Tzuyu, con la mirada pesada y centrada en su coño mojado, asintió.
—Hasta correrte.—
La coreana lamió dos dedos y los bajó de nuevo, esta vez para centrarse en su clítoris, que se mostraba ansioso por recibir caricias. Masajeó suavemente y en círculos, sin dejar de ver directamente a su cuñada.
Jugó con sus labios, acariciándolos un poco para después volver a su botón de placer —¿Te gusta lo que ves?— su voz jadeante hizo estragos en Tzuyu, quien no podía evitar sentir la incómoda humedad de su propia ropa interior —Continúa— dijo con la voz tensa.
Nayeon bajó más e introdujo dos dedos en ella, al mismo tiempo en que dejaba salir un gemido y su cabeza se dejaba caer sobre la almohada —A-Ah, Tzuyu— sus dedos salieron y entraron, primero lentamente y después se alternaron con caricias al clítoris, todo subiendo de velocidad —Mgh— la coreana era un mar de gemidos y Tzuyu no podía evitar desear ser ella quien estuviera tocándola.
Nayeon no podía dejar de gemir y retorcerse contra las almohadas, hasta que por fin llegó a la cima, sintiendo cómo tocaba las estrellas.
Tzuyu por su parte, ya estaba pensando qué era lo siguiente que harían —Bastante bien, princesa— tomó el lubricante de la mesita de noche y el consolador —¿Lista para lo siguiente?— la coreana asintió, mientras intentaba regular su acelerada respiración.
La taiwanesa caminó con seguridad hacia el armario de la coreana —¿Aún conservas el arnés?— Rebuscó entre la ropa y sonrió cuando se encontró con el arnés olvidado en el fondo.
Nayeon aclaró su garganta y con la voz agitada le contestó un seguro —Sí, lo he guardado para un momento como éste— mordió su labio inferior, observando cómo es que Tzuyu se lo ponía, abrochándolo a su cintura —Te queda perfecto—
La taiwanesa acomodó el consolador y lo lubricó un poco, sonriendo siniestramente cuando la mayor abrió de nuevo sus piernas, invitándola a meterse entre ellas —Me pregunto si después de tanto tiempo, recuerdas cómo moverte con eso— Nayeon estaba burlándose de ella, como siempre hacía desde que se conocieron.
Tzuyu sonrió de forma socarrona, siguiéndole el juego —Créeme cuñadita, que aún lo recuerdo bastante bien— envolvió sus manos alrededor del cuello de la coreana —Se me viene a la mente esa vez en el hotel, cuando tuvimos nuestro “viaje de chicas”— alineó la punta e ingresó un poco, solo para molestarla.
Nayeon tenía el rostro sonrojado y se mordió el labio inferior, provocando a la menor —Te movías bastante bien— dejó salir un gemido cuando la taiwanesa lo metió todo de golpe —E-Espero que tus labores de esposa no te hayan hecho olvidarlo— cerró los ojos cuando Tzuyu comenzó a embestirla.
—Ya verás que no— aseguró presuntuosamente.
La coreana jadeó y gimió, mientras Tzuyu se movía sobre ella, haciendo que el consolador golpee fuertemente dentro de ella.
Tzuyu jugó con los pezones de la mayor, succionando el izquierdo con delicadeza, al mismo tiempo en que su mano derecha bajaba para estimular con cuidado el clítoris hinchado de la chica.
La habitación se llenó de gemidos cada vez más fuertes, pues Nayeon se caracterizaba por ser bastante vocal en el sexo.
Tzuyu cubrió sus ojos con su mano derecha y susurró en su oído— Ponte en cuatro, preciosa— movió sus caderas, dando una embestida más fuerte que las anteriores y la coreana se estremeció.
Nayeon acató la orden, moviéndose con cuidado para darse la vuelta, haciendo todo lo posible por no dejarse caer contra la cama. Tzuyu le dio una nalgada y entró de nuevo en ella —Siempre has sido muy obediente— la tomó por la cadera y comenzó a moverse nuevamente.
Dio otra nalgada, admirando cómo es que sus dedos quedaban pintados en la piel que se tornaba rojiza —Por eso siempre me has gustado más— sus hábiles dedos alcanzaron el clítoris, acariciándolo rápidamente.
Nayeon no podía seguir soportando más tiempo, estaba sonrojada hasta las orejas, su trasero ardía con cada nalgada, sus pezones se sentían sensibles y su clítoris también —Tz-Tzuyu… por favor— sus brazos se vencieron, haciendo que su pecho quede recostado y su culo se levante.
La taiwanesa sentía el sudor bajando por su cuello hasta el centro de sus pechos, su cadera comenzaba a doler por los intensos movimientos, pero valía cada maldito momento, porque le encantaba arruinar a su cuñada —¿Quieres venirte?— su voz agitada no perdía la burla que hacía sentir avergonzada a Nayeon.
La coreana con lágrimas en los ojos comenzó a asentir —Sí, sí, sí, quiero venirme, déjame terminar— rogó mientras sus dedos se volvían blancos al tomar con fuerza la sábana blanca.
Tzuyu le dio otra nalgada —Adelante princesa— concedió, satisfecha.
La coreana se estremeció algunos segundos después, sus muslos temblaron y sus paredes vaginales apretaron con fuerza al consolador —A-Ah, Tzu…— dijo entre gemidos.
Tzuyu salió de ella poco después y respiró intentando calmar su respiración —Levántate preciosa, aún no terminamos— se quitó el arnés y sonrió, quitándose su ropa interior manchada de su propia humedad.
Nayeon relamió sus labios, lista para hacer terminar a su cuñada.
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