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satoru's gift

23 de diciembre, 2005

Los copos de nieve habían cubierto el campus de la Escuela Metropolitana de Hechicería de Tokio de blanco, haciendo que gran parte las zonas exteriores se encontraran indisponibles gracias a las grandes cantidades de nieve que había por doquier. Esto hizo que tanto el alumnado como los docentes se vieran obligados a resguardarse dentro de las instalaciones hasta que nevara con menos intensidad.

Satoru lo agradeció, ya que estos días los habían llenado a todos de incesantes sesiones de entrenamiento que ya lo tenían hastiado. Por lo menos tendrían unas excusas para no entrenar por unos días y seguir con su partida de Digimon World 5.

Su vista azulada se alejó de la pantalla de su GameCube para checar el calendario que se encontraba en la pared de su habitación. Hoy era viernes, 23 de diciembre. El sábado sería el 24 de diciembre.

24 de diciembre.

Ah, cierto. Navidad.

Desde que Suguru Getō formaba parte de su vida, se había familiarizado con varias costumbres y festividades que eran parte de los no-hechiceros. La navidad se había vuelto en una de ellas. Satoru, aunque nunca lo admitiera, ansiaba con poder experimentar lo que era la festividad. Culpaba a Suguru de haberle contado todas las veces en las que la celebró con sus padres, puso la vara de medir muy alta.

Se detuvo abruptamente. Allí fue en cuando cayó en cuenta de que esta sería la primera vez en la que celebraría la navidad solo, sin sus padres al lado suyo.

—Mierda —masculló entre dientes.

Tenía que hacer algo al respecto. Getō no se merecía pasar el 24 solo. Además, de todas las veces en las que el de cabello negro se rompió la espalda ayudándolo, era el momento de devolverle el favor. Tenía que por lo menos intentarlo, por él.

Así que salió de su cuarto y se dirigió rumbo a la habitación de Shoko.

Una mueca se formó en la cara de Shoko cuando comenzó a escuchar como tocaban la puerta de su habitación. Su respuesta fue enterrar su cara en la almohada y cubrirse más con los edredones, sin intenciones de querer dejar la cama. Desafortunadamente para ella, no dejaban de tocar en la puerta. Cada vez se hacía más fuerte y escandaloso, hasta llegando el punto de involucrar gritos llamándola. Harta, se levantó de su preciada cama y se dirigió a la puerta para abrirla y ver quien era la persona que la buscaba.

Y no era nada más ni nada menos que el imbécil de Gojō Satoru.

—¡Hasta que por fin abres! —le dijo, su tono de voz era una mezcla entre exasperado y aliviado—. ¿Acaso tu sueño estaba tan bueno como para no querer abrir la puerta?

—Solo dime lo que quieres ahora si no quieres que te cierre la puerta en la cara, Gojō.

Sin previo aviso, el chico de gafas oscuras entró al cuarto y se dirigió hasta su cama para poder sentarse. Pese a todas las quejas de Shoko, las ignoró por completo. La de cabello corto suspiró, como deseaba que lo-que-sea que Gojō quiera termine ahora y la vuelva a dejar dormir otra vez.

—¿Acaso sabes qué es mañana, Ieiri?

—Sábado.

—Pero no solo es un sábado ordinario, ¿no?

—Bueno, es 24... —la castaña se detuvo un momento, pensativa—. ¿Desde cuándo a ti te importa la navidad?

—Desde que me di cuenta que la puedo celebrar y que quiero darle un regalo a Suguru —le respondió—. Es la mejor oportunidad para poder regalarle algo a tu mejor amigo. El problema es: no tengo ni la más mínima idea que le puedo dar y, como tú conoces los gustos de Suguru mejor que yo, siento que me podrías ayudar.

—¿Y qué te hace creer que yo te voy a ayudar? Digo, tú también eres su amigo y aparte eres ridículamente rico. Seguro a ti se te pueden ocurrir mejores ideas que a mí...

—¿Qué tal si, a cambio, te compro todos los paquetes de cigarros que tú quieras hasta que nos graduemos?

—Trato —su respuesta fue inmediata. Satoru sonrió, satisfecho—. A Suguru le gusta mucho la sencillez, y eso es algo que se nota. Por lo tanto: nada de cosas exageradas. He notado que se decanta mucho por los accesorios o joyería, suelen ser de sus cosas favoritas. Te diría que le regales unos cuántos piercings, pero noté que ya tiene un par, así que dale algo que no tenga tanto.

—Fuiste mandada por los dioses a este mundo, Shoko.

—No exageres. Ahora vete de aquí antes de que te saque a patadas.

Gojō hizo caso a su petición y se retiró del cuarto de la muchacha. Un suspiro se escapó de los labios de la más bajita, quien al fin podría volver a descansar.

La mente de Suguru se encontraba concentrada fijamente en el libro que estaba leyendo –o intentaba leer–, pasando página tras página para poder seguir avanzando. Ese libro le estaba aliviando la terrible angustia que traía desde la mañana.

Desde que se fue de su hogar para poder estudiar en la Escuela Metropolitana de Hechicería de Tokio, se había vuelto una costumbre entre él y su familia tener llamadas telefónicas una vez al mes. Pero, gracias a la insana nevada de esta semana, la señal telefónica estaba más pésima que nunca. No poseía ninguna forma de poder contactar a sus padres. Por un momento pensó en ir a la ciudad y tomar una de esas cabinas telefónicas para poder hacerlo, pero la nieve había bloqueado toda forma de poder salir del instituto. Tampoco podía usar ninguna maldición que le ayudara a transportarse por obvias razones.

Suspiró con pesadez, sintiéndose impotente. Odiaba ser incapaz de hacer algo.

—¡Suguru! —su amigo albino lo llamó, estirando la última "u"—. ¿Estás ahí?

—Sí.

—¿Puedo pasar? —preguntó.

—Claro.

Escuchó como el pomo de la puerta giraba y Satoru entraba a su habitación. Despegó la mirada de las páginas del libro para poder visualizarlo mejor: sus lentes negros reposaban sobre su cabeza, dejando a la vista sus ojos azulados. Se encontraba usando un sencillo suéter blanco junto con unos pantalones negros, sus pies estaban cubiertos por medias igualmente claras, y el único calzado que traía eran unas pantuflas rojo claro.

—¿Yaga nos está llamando? —cuestionó. Se le hacía raro que Gojō lo buscara hoy.

—Para mi suerte, no —le contestó el albino. Se sentó en el borde de la cama de Getō—. Este año ha sido único, ¿sabes? Digo, desde que me inscribieron acá solo pensé en lo aburrido que sería estar aquí. Aprender a dominar mi técnica, ir a misiones, exorcizar maldiciones, ocasionalmente aprender historia sobre los hechiceros. Ya sabes, lo típico. Pero me alegra que no haya pasado, porque bueno, estás tú aquí. Cada día es mejor que el anterior y-

—Satoru —Suguru lo llamó, haciendo que el mencionado dejara de hablar casi de inmediato—, aprecio mucho tus palabras, pero... ¿no crees que te estás desviando un poco?

—¡Me hubieras dicho cuando terminara! Ahora ya no recuerdo como continuar —el de ojos azules suspiró rendido—. Como sea, lo que quería decirte era: feliz navidad, tonto.

De los bolsillos de su pantalón, Gojō sacó una bolsita de papel roja con un lazo verde. Extendió su mano hacia Getō para que la tomara. Con un poco de duda, la recogió, y ya que estaba decidió abrirla para ver que se tratara.

Se sorprendió, al mismo tiempo en el que sentía como su cara se calentaba un poco. Era un brazalete de hilo negro bastante sencillo, con el detalle de que tenía un pequeño zafiro ovalado consigo. Satoru tenía una pequeña sonrisa en su rostro, viendo lo perplejo que estaba su amigo.

—¿Y qué tal? —le preguntó, curioso—. Sé que esto debe de ser nada a comparación de lo que te hubiera dado tu familia, pero me esforcé. Valió la pena teletransportarme ayer para ir a la ciudad, lo único malo era que las tiendas estaban abarrotadas y tenía pocas opciones.

—Esto es... Satoru, gracias. Aún no puedo creerlo... enserio, gracias. Es precioso.

—¿Para qué están los amigos? Además, ¡mira! —se bajó la manga derecha de su suéter, revelando una pulsera que era exactamente igual a la suya, solo que en lugar de tener un zafiro tenía una amatista—. Se podría decir que combinan.

Getō sintió como el sonrojo de su rostro se intensificaba. ¿Acaso Satoru siempre era así?

—¿Qué tal si jugamos un rato Resident Evil 4? —propuso Suguru.

—¡Dale! Tengo tiempo en que no continúo con mi partida.

Ambos adolescentes se levantaron de la cama de Suguru en dirección hacia el cuarto de Satoru, con intenciones de jugar juntos y pasar una atípica navidad juntos.

24 de diciembre, 2017

El cuerpo sin vida de Suguru Getō se encuentra recostado en contra de una de las paredes de lo que, en algún momento, fue su instituto. En frente del cadáver, se encuentra Satoru Gojō, observándolo. Sus ropas oscuras habían sido manchadas gracias a la sangre del fallecido luego de haberlo ejecutado, después de tantos años haciendo lo posible para poder posponer este momento.

Nunca se imaginó que llegaría.

Se acerca hasta el cuerpo inanimado, en busca de algunas cuantas posesiones. Es capaz de encontrar el carné estudiantil de Yuuta, junto con aquel brazalete que alguna vez le regaló en su juventud.

No esperaba que, después de todos estos años separados, aún lo conservara. Que aún le guardara cariño a aquel objeto, luego de todo lo que vivieron juntos.

Al menos Satoru podía morir en paz, sabiendo que por fin le había dicho a Suguru lo mucho que lo amaba.

Digamos que este one shot es resultado de haberme escuchado Last Christmas de Wham y This December de Ricky Montgomery mientras pensaba en estos dos gays. No lo calificaría como songfic pq no hay ninguna referencia explícita a ambas canciones. En fin, extrañaba escribir de estos dos y JJK. Feliz navidad atrasada y año nuevo!
Cherri

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