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Veintitres: Jaque.

Desde su posición al lado de la puerta JiMin ve a la señora Young recoger su botiquín y asentir en respuesta a su pregunta.

― Gracias señora Young.

La mujer de canas sonríe suavemente hacia Taehyung. ― No hay de qué, querido. ― Se levanta de la cama y se acerca a la puerta. ― Me retiro, con su permiso señor Park.

JiMin asiente sin devolverle la sonrisa a la mujer, no se siente de ánimos en estos momentos. Su esposo y su mejor amigo pelearon en medio de la noche, y su esposo terminó huyendo de casa. Definitivamente no ha sido un buen día, y espera que no se ponga peor. La señora Young sale de la habitación y finalmente tiene un momento de privacidad para hablar con Taehyung.

El pelirrojo tiene crema en cada uno de sus golpes y raspones, que son varios, más no parece sentir dolor alguno.

Se acerca para tomar asiento a su lado sobre la cama, y se miran. ― ¿Estás bien, Taehyung?

Él sonríe de lado. ― Debería preguntarte eso a ti. Jungkook se fue de casa.

JiMin asiente y sus ojos púrpuras miran sus manos en su regazo. ― Volverá... ― Taehyung suspira y lo vuelve a mirar. ― ¿Qué?

― No puedo creer que él se comporte de esta manera, y te haga sufrir en el proceso de su estúpida... ― Se calla antes de hablar de más. Pasa una mano por su rostro luciendo frustrado.

― ¿Es por eso que pelearon, verdad?

Descansa sus codos sobre sus rodillas. ― Tú lo sabes, yo lo sé, él no es el mismo... nunca pensé que llegaría a golpearme, o yo a él.

― Todos hemos cambiado, pero a él ya no puedo reconocerlo. ― Su voz suena tan desconsolada que su interior se remueve de tristeza y rabia.

¿Cómo es posible que JiMin sufra de esa manera? Para Taehyung no es justo, no debería ser de este modo.

― JiMin...

― No me mires así, como si fuera un pobre idiota... ya sé que lo soy. ― Deja salir el aire de sus pulmones con esa queja, y cubre su rostro con ambas manos.

Taehyung niega aunque él no lo ve, se inclina hacia él y quita con suavidad sus manos de su rostro. Se miran el uno al otro.

― ¿No has pensado en irte de esta casa?

― Ya hablamos de esto, Tae... ― Cierra los ojos y niega cansado, retira suavemente sus manos de su agarre.

― ¿Porqué no vienes conmigo?

En ese momento JiMin abre los ojos y busca los contrarios, sus labios semi-separados no sueltan ni una sola palabra por la repentina pregunta.

― Tengo una casa de campo a las afueras de Busan, ahí solía vivir con mi prometida...

― Taehyung...

― ¿Dijiste que querías irte lejos de todos, no? Nadie más que yo conoce esa propiedad, podría llevarte ahí, al menos un tiempo.

JiMin frunce ligeramente el ceño, la idea no le desagrada por completo y eso le molesta. ― ¿Me estás ofreciendo escaparme contigo?

― Te estoy ofreciendo mi ayuda. ― Suena seguro de su respuesta.

JiMin se acomoda en su lugar y junta sus manos sobre su regazo, viendo estas pasa saliva. ― Me gustaría... ― Alza la mirada, puede ver un destello de esperanza en los ojos de Taehyung. ― Me gustaría decir que sí, pero no puedo irme, soy un punto débil ahora mismo, y nuestros enemigos siguen allá afuera. ― Acaricia su vientre. ― Aquí estamos seguros.

Taehyung rasca su nuca. ― ¿Por cuánto más? ― Cuestiona al aire.

― Quizás no por mucho... pero aprovecharé este tiempo. ― Susurra para sí mismo.

No hay duda en sus palabras, es muy consciente de que su hogar se cae a pedazos poco a poco frente a sus ojos, pero salir ahora es un riesgo para él y su bebé.

― JiMin.

― ¿Sí?

― Pase lo que pase cuentas con mi apoyo, ¿Lo sabes, no?

JiMin le sonríe levemente. ― Lo sé. Gracias, Tae.

El sonido de un jarrón rompiéndose en fragmentos contra la pared resuena en toda la habitación. Las flores que habían dentro esparcidas por el suelo, rotas. Un pétalo cae en su zapato, su respiración errática no le permite escuchar a la pequeña voz de su razón, solo escucha a sus demonios rasgando sus límites poco a poco.

Las palabras de JiMin dándole vueltas a la cabeza una y otra vez, cada palabra la recuerda con un sabor amargo que quema su garganta. Desquita toda su ira con los objetos de la habitación, los únicos testigos de tal desastre en el que se ha convertido.

"No me iré, pero no falta mucho para que cambie de opinión"

― ¡Cómo se atreven!

No es él. No es Jungkook.

Es una bestia con sus mismos ojos, una bestia que ha tomado su cuerpo y que solo sabe gritar y maldecir a todos, una bestia que salió desde las sombras de su corazón fragmentado y herido desde la muerte de sus padres.

Sus pasos fuertes lo guían hasta el baño del departamento donde se esconde y cambia de apariencia para transformarse en Kim HaJoon. En sus manos lleva la pata de una silla de madera rota. La alza en el aire frente al espejo para clavarla en este... pero se detiene. Su reflejo lo detiene.

¿Quién es él? ¿Es HaJoon o es aquel fantasma en el espejo con el traje roto y el moretón en su mandíbula?

― No...

Su voz suena rota, se da cuenta de que no es él realmente. Son las voces en su cabeza y toman el control, son los límites en su cabeza que quieren ser rotos. Pero no pueden romperse, sus límites son los que lo mantienen cuerdo.

Retrocede hasta que su espalda toca la pared, en esta se desliza lentamente hasta quedar en el suelo. En eso su celular empieza a sonar, lo saca de su bolsillo y contesta.

― ¿Sí, Kim? ― Contesta.

Descansa una de sus manos en su cabeza, está por tener un horrible dolor de cabeza.

― Tenemos todo listo.

Frunce el ceño. ― ¿Tienen las armas que pedí? ¿La carnada?

― Todo lo que pediste, lo tenemos.

Sonríe ligeramente, aún cansado y confundido la noticia es bien recibida. ― Entendiendo, prepara a tus escoltas para la semana que viene.

― No me defraudes, Jeon.

― No lo haré, Kim. Los Manoban están en jaque, y tú serás testigo.

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