Capítulo 7- La ayuda.
Había recogido a Mina para ir a la gala, su semana había sido agitada en demasía y seguía sin tener noticias de Seung-ah, aunque se negaba a llamar a Moojin para preguntar, quería respetar su espacio, por eso había preferido ir a comer un par de veces más con Mina antes de ir esa noche al baile. La verdad era que había notado la belleza de la joven, sobre todo con el esfuerzo que había hecho para verse más tierna por ella, y Dogyeom se sentía halagada, pero sabía que eso también implicaba que ella tendría que actuar.
Las veces anteriores que había dejado a Mina en su casa, se había percatado de las obvias intenciones de la joven por pedirle que entrara, ella no lo había hecho, y no tenía muy claro sus motivos; quizás fuera el daño que le había hecho a Seung-ah, la forma en que su vida se había alterado desde el punto de vista de los negocios, o el juego del gato y el ratón interesante que sostenía con Nirali Kaif, pero fuera lo que fuera, Dogyeom no se sentía con ganas de entrar. No podía negar que eso la abrumaba, estaba tan fuera de su estilo que era casi ridículo, pero no por ello se forzó a sí misma, porque pensaba que Mina merecía que ella se tomara las cosas en serio una vez que ya había determinado conocerla a más profundidad.
Caminaron por la fiesta juntas, saludando cordialmente a viejos amigos, socios de negocios de Dogyeom, algunos conocidos del padre de Mina que se acercaron a ella, manteniendo todo con un aire formal que pronto le dio a Dogyeom un severo dolor de cabeza. Decidió dejar de lado los negocios, tomando dos copas de champan y brindando con Mina por el nuevo comienzo que habían tenido, admirando la sonrisa suave que se formó en sus labios mientras se sonrojaba y desviaba la mirada.
«Es bonita, entonces ¿por qué me está costando tanto?»
—¿Quieres bailar? —preguntó Dogyeom, ofreciéndole la mano a Mina.
—Sí, me encantaría —aceptó ella con una sonrisa radiante.
Ambas avanzaron hacia la pista, Mina colocando sus manos detrás del cuello de Dogyeom mientras esta le rodeaba la cintura, moviéndose al ritmo suave y armónico de la música. Mina no la miraba a los ojos, mantenía su sonrojo constante y se mostraba más recatada de lo que Dogyeom recordaba, fue solo cuando sintió sus delicados dedos hacer espirales en su cuello que lo entendió: Mina creía que esa noche volverían a acostarse, porque era obvio que Dogyeom estaba más atenta con ella. Reprimió el suspiro que amenazó con escapar de su boca, deteniendo el baile cuando la canción finalizó.
—Necesito ir al tocador un momento —comunicó Mina, viéndose visiblemente incómoda de tener que decir eso delante de Dogyeom.
—Adelante, iré por otra copa —dijo Dogyeom, sonriéndole amablemente antes de verla retirarse e ir ella misma hacia uno de los camareros con bandejas llenas de copas de champan, tomando una y yendo hacia la pared del fondo, apoyándose en esta y sintiendo la brisa helada que entraba por la puerta entreabierta del balcón.
—No te me acerques —la familiar voz llegó hasta ella de forma lejana mientras Dogyeom le daba un trago a su copa, haciéndola acercarse hacia la puerta del balcón y mirar a través de esta.
La escena transcurrió delante de ella como en cámara lenta, una ira helada apoderándose de su cuerpo mientras soltaba la copa, dispuesta a adentrarse y reventarle la cara a puñetazos a ese estúpido arrogante que ocasionalmente había compartido con ella de forma educada en algunas fiestas. Cuando la imagen cambió de forma abrupta, mostrando a Nirali dominando totalmente la situación y poniendo a Lee Jun-oh en su sitio, tirándolo al suelo, una sensación de orgullo sobrecogió su cuerpo, pero la mirada iracunda de Lee Jun-oh caló en ella, haciéndola incapaz de detenerse cuando sus pies avanzaron hacia dentro, sus palmadas captando la atención ajena mientras su mente intentaba mantenerse cuerda.
Vio la comprensión y el miedo plasmarse en aquellos ojos marrones, haciéndolo levantarse e irse, pero esto solo obtuvo su atención unos segundos, porque unos ojos verdes la llamaron de forma casi magnética, absorbiendo la imagen de Nirali de pie, en el balcón, el viento moviendo sus mechones sueltos y la rabia marcando sus facciones. Cuando el sonido de la puerta cerrándose llegó hasta ella, vio la máscara derrumbarse, un temor sordo correr por dentro de aquel cuerpo que se mostraba en posición de batalla.
Dogyeom no había visto muchos ataques de ansiedad en su vida, pero eso no hizo que no reconociera la forma en que el descontrol se abrió paso en Nirali. La vio respirar profundo e ir perdiéndose a sí misma, los temblores dominando sus extremidades, su rostro contraído en una expresión frustrada, y la tensión en sus músculos cuando se aferró a la barandilla.
Fueron las lágrimas, sin embargo, lo que activaron algo dentro de Dogyeom, haciéndola avanzar rápidamente hasta que sus manos acunaron con delicadeza sus suaves mejillas, sus pulgares limpiando las gotas saladas y su cuerpo emanando feromonas pasivas, manteniéndolas a raya, soltando solo las suficientes para atraerla hacia la calma, de regreso al control.
—Shh, shh, respira hondo, tranquila —susurró firme y bajo, percibiendo como Nirali le hacía caso, respirando hondamente hasta que su propio cuerpo respondió a las feromonas de Dogyeom—. Eso es, lo estás haciendo maravillosamente bien.
Continuó observando la paz llegar a la muchacha, sus facciones relajándose, la tensión desapareciendo hasta que sus manos se separaron de la barandilla, apoyándolas casualmente en las caderas de Dogyeom. Sintió una corriente casi eléctrica recorrer su cuerpo desde ese punto de contacto, haciéndola erizarse mientras tragaba grueso, viendo esos ojos cristalinos abrirse y calar hasta su centro en la mirada verdosa que se mostraba frágil por primera vez, pero no era débil, simplemente era un momento de vulnerabilidad que la hizo sentir responsable de su bienestar, siendo imposible para ella desprenderse de esa conexión.
—Ya todo está bien —afirmó en un murmullo bajo, observándola respirar con suavidad, elevando su pecho en una inhalación profunda antes de soltar un suspiro y volver a mirarla, sus ojos ahora estaban más claros, la tormenta había pasado—. Te llevaré a casa.
—No —negó Nirali, alejando sus manos de Dogyeom y relajándose contra la barandilla; Dogyeom retiró sus propias manos de sus mejillas, notando que el momento había terminado.
—No es necesario hacerse la fuerte —repuso, dando un paso atrás.
—No es eso, es que no puedes —rebatió Nirali, dándole la espalda y girándose hacia la imagen de la cuidad cubierta de luces; Dogyeom se paró a su lado, una de sus manos cerrándose sobre la barandilla y sus ojos fijos en Nirali con una interrogante obvia—. Te recuerdo que viniste acompañada.
—Mina —farfulló Dogyeom, recordando de golpe la existencia de la joven, hasta que una sonrisa ladina se formó en sus labios con otro pensamiento—. ¿Qué tanta atención me prestas que lo notaste?
—Hiciste todo un espectáculo al entrar, era imposible no mirarte —admitió Nirali, dedicándole una mirada divertida que volvía a sacar a la superficie ese espíritu guerrero que Dogyeom tanto disfrutaba.
—Siempre puedo llevarte y regresar —propuso, viendo la disposición de Nirali a irse y notando que no quería que se fuera.
—Prefiero no dar pasos a malos entendidos —explicó Nirali y, a su pesar, Dogyeom tenía que darle la razón, igualmente no podía forzarla a aceptar su compañía.
—Quiero hacerte una pregunta —admitió Dogyeom, viendo como Nirali alzaba una ceja en un gesto altanero antes de sonreír.
—Puedes hacer tres, en agradecimiento por esta noche, yo veré si contesto o no —ofreció Nirali, haciendo a Dogyeom sonreír mientras apoyaba la cadera en la barandilla y se cruzaba de brazos.
—¿Eres omega? —preguntó de golpe, aceptando la generosa oferta que podría no tener otra vez; vio la mirada interrogante de Nirali y no pudo evitar explicarse—. Pensé que eras beta porque no tienes olor, pero respondiste a mis feromonas.
—Sí, soy omega —respondió Nirali escuetamente, Dogyeom entendió que no recibiría argumentos mayores a eso y lo respetó.
—Si te invito a cenar, ¿aceptarías? —continuó, sintiendo su pecho apretarse con el obvio rubor claro que cubrió las mejillas acarameladas, Dogyeom encontró tierno que su nariz también se sonrojara.
—No, eres casi todo lo que detesto de los alfas: arrogante, con exceso de poder y el ego en las nubes, que se creen que obtendrán todo lo que desean solo por ser quienes son —contestó Nirali, hiriendo de cierta forma el orgullo de Dogyeom, no porque la rechazara, sino porque no podía negar lo que la joven decía.
—Qué raro que no añadieras promiscuos a la lista —comentó Dogyeom, viendo a Nirali sonreír mientras negaba con la cabeza, alejándose a pasos lentos, dispuesta a irse.
—Cada cual tiene derecho a vivir su vida sexual como quiera, eso no suma o resta nada a su carácter —declaró ella, metiendo una mano en su bolsillo y mirando a Dogyeom por encima del hombro; por un instante, la rubia quedó perdida en la mirada oculta tras los revueltos mechones oscuros, antes de verla caminar nuevamente hacia la salida.
—¿Por qué casi? —preguntó, justo cuando la mano de Nirali se cerraba sobre la manilla de la puerta del balcón, haciéndola detenerse y mirar en su dirección, intrigada—. Dijiste tres preguntas, solo hice dos. ¿Por qué soy casi todo lo que detestas de los alfas?
El silencio se extendió entre ellas, sus ojos fijos en los de la otra, y Dogyeom podía ver la tranquilidad en la mirada de Nirali, como su rostro impasible mostraba la lucha interna en búsqueda de decidir si responder o no. Detalló la forma de su cuerpo, las curvas afianzadas por la tela oscura, la forma en que la brillantina de la tela destacaba más su piel, la visión de sus senos a través del escote y el encaje, su figura enaltecida y sin vergüenza mientras giraba hacia ella con actitud decidida; Dogyeom sintió su respiración cortarse.
—Porque aceptas cuando te dicen “no” —admitió Nirali con voz suave y tono firme, haciendo a Dogyeom sentirse contrariada; por una parte era placentero ser reconocida por algo, pero el saber que eso era una característica positiva, resaltaba la cantidad de alfas que no aceptaban las negativas de los omegas y solo le hacía sentir un asco repulsivo hacia su propia especie—. Buenas noches, Dogyeom.
Su nombre pronunciado de esa forma lenta por esos labios envió un escalofrío placentero por su espalda, haciéndola sentir calor en medio del clima templado del balcón. El viento movió sus cabellos, la noche siguió su curso y la música entró por la puerta por un instante, hasta que se volvió a cerrar. Nirali se había ido, pero Dogyeom sintió muy presente su presencia.
Durante el resto de la velada, aun rodeada de sus socios y amigos, pese a tener a Mina al lado y disfrutar entre bebidas y bailes, donando una considerable cantidad en nombre de la Compañía Park y Empresas M, apenas un detalle más para ayudar a un socio, o eso se dijo a sí misma, Dogyeom no logró sacarse de la cabeza la imagen de Nirali, la forma de su cuerpo, su actitud vulnerable y luego altiva, la tesitura de su voz, y la manera en que tensaba la cuerda que parecía haberse enrollado entre las dos.
Esa noche, cuando dejó a Mina en su apartamento, luego de darle un beso casto que no pudo profundizar sin evocar un pensamiento extraño donde a quien besaba era a Nirali, en un beso provocador y tentador donde ambas luchaban por mantener el poder y el control, y ocultando la decepción en su interior, Dogyeom tampoco entró al apartamento.
«Tengo que romper con ella»
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¿Y qué les parece? Entiendo que ahora pueden tener preguntas e incluso algunas hipótesis, si las dejan en comentarios, los respondo, aunque sin dar spoiler.
Dicho esto, ha sido un gusto compartir con ustedes, nos leemos pronto.
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