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Capítulo 3- El encuentro.

Nirali estaba estudiando la propuesta para la compañía de los Park, lidiar con Park Dogyeom era algo que prometía guerra; la mujer era conocida por su temperamento fuerte, resistía cualquier proposición sugerente que interviniera directamente con sus negocios y siempre se desenvolvía como el líder ganador. Para Nirali esto no era diferente de cualquier otro alfa, usando su atractivo innegable para disfrute personal, extremo e inflexible con sus negociaciones; lamentablemente para la señorita Park, así mismo era ella.

El sonido de su celular la sacó de su pequeño descanso para café, solo entonces se dio cuenta que eran pasadas las ocho de la noche, llevaba tres días en estudio del posible contrato, si lograba pasar la barrera impenetrable que sostenía la rubia y le atacaba con una propuesta irrechazable, había perdido la noción del tiempo hacía mucho.

—Byeol, ahora no es el momento —contestó ella, reconociendo la entusiasta voz de su amiga que llegaba amortiguada por el sonido de música estridente, escuchó algunas disculpas y un espera gritado antes de que el ruido disminuyera.

—Contigo nunca es el momento, pero esta vez es diferente —aseguró Byeol, saltándose cualquier ceremonia de saludo.

—Por favor, cuéntame cómo —se burló Nirali, regresando a su asiento delante del ordenador.

—Estoy en Elixir, el club de lujo para la alta jerarquía, y sé que eres adicta a investigar a fondo la competencia —dijo Byeol, tirando de su cabello anaranjado para que sus rizos se marcaran más—. Por cierto, este producto para cabello es increíble.

—Byeol, al punto —reclamó Nirali, negando con la cabeza ante la forma clásica en que la beta era capaz de distraerse.

—Muchos de tus futuros socios son con gente que está aquí. Así que te doy treinta minutos para arreglarte y otros treinta para llegar —afirmó la muchacha, sacando un brillo de labios para hacerse notar más con las luces de colores brillantes—. Te esperaré en la entrada a las nueve menos cinco —sin darle tiempo a contestar, Byeol colgó, dejando a Nirali confundida sobre lo qué estaba pasando.

Durante tres minutos, Nirali se dedicó a observar la pantalla del ordenador con el plan, estrategia, negocio y contrato más que revisados y aprobados, realmente ya no tenía más trabajo, y conocer a sus posibles inversionistas y socios en un ámbito fuera de trabajo había probado ser útil en más de una ocasión.

Nirali soltó un suspiro cansado, apagando el ordenador y retirándose a la ducha. A diferencia de las coreanas y su obsesión por la perfección, Nirali era más llamativa: se maquilló los ojos en tonos cafés y rojizos, haciendo un delineado fuerte, dejando sus labios con un simple brillo y tapando sus ojeras.

Cuando salió de la casa, colocándose adecuadamente los tacones negros, Nirali estaba determinada a no quedarse demasiado tiempo, menos aún en un club elitista para los alfas. Subió al auto y manejó hacia la dirección que el GPS le indicó, deteniéndose afuera de un club cuyas paredes exteriores eran negras y tenía cuatro guardias en la puerta.

«Demasiada seguridad»

Salió del auto, alisando la chaqueta americana de su traje azul oscuro, a juego con el pantalón ligeramente ajustado que subía hasta por debajo de su ombligo, dejando ver el piercing plateado con gemas verdes jade que tenía, y abriendo las solapas de forma que se viera el top de encaje negro y escote en corte de princesa. Avanzó hacia la puerta con seguridad, respirando tranquila al ver a Byeol aparecer con un sugerente vestido negro que marcaba todas sus curvas.

—Llegaste a tiempo —saludó la joven, dándole un cálido abrazo que permitió que Nirali sintiera el olor a alcohol frutal.

—Siempre —afirmó Nirali, molestando a Byeol.

—Vamos dentro, hay alguien aquí que no puedes perderte —aseguró Byeol, cambiando el ceño fruncido por una sonrisa y tomando la mano de Nirali.

Dentro estaba iluminado en un tono rosado que dejaba áreas a oscuras y otras con exceso de luz, con luces estereoscopias dando un ambiente disco que Nirali jamás atribuyó a los narcisistas alfas. Habían paredes que eran espejos, un escenario que se mantenía a oscuras y una barra altamente iluminada, con el propósito de facilitar a los embriagados clientes el encontrarla. Nirali se vio arrastrada hacia una esquina, detrás de una de las columnas de metal con arabescos tallados, y sintió el peso de Byeol apoyándose en su espalda.

—A la derecha, sentado al fondo, donde la iluminación cambia a azul —indicó Byeol, haciendo que Nirali mirase al hombre de alta estatura que lucía un traje negro impoluto marcando sus músculos, su cabello rojizo y risa atrevida no impidieron que esta lo reconociera.

—Es el dueño de Industrias Banged —comentó Nirali, sabiendo que su compañía llevaba meses en un desesperado intento por hacer negocios con esta empresa.

—Exacto, me enteré por el barman que viene aquí todos los viernes, seduce algunos omegas, siempre mujeres, y luego vuelve a repetir el ciclo a la semana siguiente —informó Byeol.

—Realmente te tomas tu trabajo en serio —se burló Nirali, pero en el fondo se encontraba agradecida.

—Soy reportera, vivo de esto —repuso Byeol en tono orgulloso—. De todas formas, aquí tienes un bufé libre para que analices a todos los futuros socios. Yo voy a bailar y ver de qué me entero —dándole un beso en la mejilla, Byeol regresó a la pista de baile, moviéndose provocativamente.

Observó por un rato más al tipo, notando varios datos resaltantes que podría usar más adelante, y luego decidió dejar el papel de acosadora e ir a conseguir un trago. Avanzó entre las personas hacia la barra, hasta que pudo alcanzar el asiento y hacerle una seña al barman.

—Buenas noches, ¿qué puedo traerle? —saludó el muchacho, un beta, obviamente.

—Algo que me relaje, pero me permita mantener mis sentidos —pidió Nirali, sabiendo que era poco probable que conociera el nombre de ninguna de las bebidas que ofertaban.

—Enseguida —aseguró el joven, alejándose para preparar su trago.

En poco tiempo Nirali tuvo delante una copa de un exótico color rojo y verde que se mantenían perfectamente delimitados, con una cereza en el fondo y un escarchado rojo; el barman le sonrió diligente al dejarle su bebida y se alejó, permitiendo que Nirali sintiera el alivio quemante del alcohol dulce bajar por su garganta; si la misión de aprender algo de los alfas fallaba, al menos habría tenido una noche de relajación.

—Una elección de trago interesante —comentó una voz femenina, ligeramente grave, en un tono suave que acompasó por un instante el sonido de la música, y Nirali sintió su corazón detenerse de nervios ante la imagen de la Reina Rubia en persona, mirándola con ojos depredadores.

                             👑

Dogyeom había asistido por cortesía, un socio la había invitado y, después de la semana que había tenido, no veía nada malo en relajarse un poco. Había escogido un vestido de dos piezas totalmente negro, encontrando la parte superior un top con escote de corazón y mangas cortas y la falda que empezaba inmediatamente debajo, ajustándose a sus curvas hasta que llegaba al muslo, donde tenía dos cortes verticales que dejaban ver las piernas en cada lado, acompañados de unos tacones negros altos y su cabello suelto, por eso no fue extraño para ella atraer la mirada de más de un omega y beta apenas llegó, incluso algún que otro alfa.

Llevaba más de una hora allí, bebiendo tragos suaves que no la emborracharan, hablando con algunos socios, coqueteando con omegas hombres y mujeres, intentando por todos los medios dejar atrás la semana intensa que había tenido, donde no había vuelto a saber de Seungh-ah; su hermano Dojun le había dicho que le diera su tiempo cuando Dogyeom había buscado su consejo en él, pero dejar ser las cosas era más difícil.

—Señorita Park —saludó Kim Nam-tae, uno de los más antiguos socios de la compañía—. Me alegra verla por aquí, temía que se ocultara del rostro público después de lo sucedido con el contrato que las Empresas M le arrebató —el motivo por el que Dogyeom no le gustaba tratar con el señor Kim, era que siempre se portaba arrogante y adoraba tirarle la basura a los demás en la cara con ese aire de suficiente que traía.

—No veo motivos para eso, señor Kim —refutó ella, manteniendo un tono frío y profesional—. Todos hemos perdido negocios alguna vez, al menos tengo la tranquilidad de que mi compañía puede perderlos sin terminar dependiendo de otra como un parásito —parecía un comentario casual, pero su elección de palabras dejó turbado al señor Kim, quien notó la indirecta hacia su compañía.

—Claro, ustedes no tienen esos problemas —comentó él, incómodo—. Como sea, me parece muy relajada para alguien que tiene a menos de quince metros a la mujer que le quitó el contrato con solo una hora de reunión.

—¿Qué? —sus palabras atrajeron la atención de Dogyeom, entendiendo que eso significaba que Nirali Kaif estaba allí.

—Es la joven de la barra con el traje azul —indicó el señor Kim, Dogyeom de inmediato buscó a quien él decía, encontrando a una muchacha de cabellos lisos sueltos que mostraba una pasividad extrañada de ver en aquel lugar.

—Disculpe, señor Kim, tengo asuntos que atender —dijo Dogyeom, excusándose de la mesa y avanzado a paso firme hacia la joven, viendo la bebida llamativa que el barman le ponía delante y la satisfacción en su expresión cuando bebió—. Una elección de trago interesante —comentó, haciendo que Nirali voltease a verla.

Si Dogyeom esperaba aquellos ojos esmeralda clavados en ella con ferocidad, sin una pizca de sumisión o miedo, realmente diría que mentía; había esperado alguien determinado, pero esa mirada acerada y confiada no era propia de los omegas. De forma sutil, como había aprendido desde muy temprana edad, Dogyeom agudizó su sentido del olfato, buscando el aire algo que le confirmara que el físico que la chica portaba con orgullo y confianza era de un omega, pero en el aire no había olor.

«Podría ser una beta»

—No vienes a lugares como estos a pedir un whiskey —repuso Nirali tranquilamente, asintiendo cuando Dogyeom señaló la silla a su lado en una petición clara para sentarse.

—Voy a admitir que me he acercado porque me han comentado que usted es la persona que me quitó de las manos un contrato importante —dijo Dogyeom, sabiendo que su imagen era pública y no tenía ningún sentido fingir, cuando la mujer delante suyo sabía quién era ella.

—Nirali Kaif, la misma en persona —se presentó la hindú con orgullo, no negando la acusación implícita sobre el contrato, Dogyeom contuvo una sonrisa.

—Me causó usted pérdidas considerables, señorita Kaif —aseguró Dogyeom, haciéndola una seña al barman para que le trajera otro de los tragos que ella acostumbraba a beber allí.

—Así es el mundo de los negocios, no es que usted no se lo haya hecho a alguien más —argumentó Nirali, dándole un trago a su bebida y alzando una ceja en dirección a Dogyeom con expresión confiada.

—Touché —Dogyeom pronunció la palabra de forma lenta, un tono bajo que rozaba lo pecaminoso, y se dio cuenta tarde de que lo había hecho de forma inconsciente, hacía tanto que no conocía a una persona tan interesante, alguien que debería de bajar la cabeza y ceder el paso a los alfas, y que, sin embargo, se codeaba con ellos como un igual y les sostenía la mirada de forma abrasadora.

—¿Por qué se acercó a mí esta noche, señorita Park? —preguntó Nirali, viendo como el barman dejaba una bebida de un azul intenso en un copa larga, con escarchado de menta y una rodaja de limón en el borde de la copa.

—Porque no he parado de pensar en usted en toda la semana, pensé que conociéndola podría satisfacer mi curiosidad, podría darle respuesta a la intriga que me es su persona y seguir adelante, ya que no es común que alguien me gane en mi propio juego —confesó Dogyeom con sinceridad, recordando la cantidad de veces que intentó encontrar información sobre Nirali en alguna parte durante la semana, desde internet hasta socios en común con las Empresas M, nadie sabía nada, la chica era un fantasma—, pero debí saberlo mejor que eso.

—¿A qué se refiere? —inquirió Nirali, llevando su copa cerca de sus labios y mirando a Dogyeom a través de sus largas pestañas.

—Debí conocerme lo suficiente como para saber que nunca estoy satisfecha —afirmó sin reservas, mirando directamente a aquellos ojos retadores.

—Debe ser una tortura —comentó Nirali con aire condescendiente, haciendo a Dogyeom incorporarse más sobre su altura en la silla, tomando su bebida azul entre sus dedos.

—¿Usted sí lo está? ¿Satisfecha? —cuestionó Dogyeom en un lento tono penetrante.

—No, nunca —declaró Nirali, Dogyeom no pudo ocultar la sonrisa ladina que se formó en sus labios—. Dijo que no estaba acostumbrada a perder, ¿eso la frustra? —preguntó Nirali, continuando con ese juego del gato y el ratón que ambas sostenían.

—Mucho —admitió Dogyeom, adquiriendo un aire serio, pero igualmente relajado.

—En ese caso, espero que tenga buenas técnicas de control, señorita Park —comentó Nirali, dándole el último trago a su bebida y depositando la copa delicadamente sobre la barra de nuevo, bajándose del asiento, por lo que quedó frente a frente con Dogyeom; aun cuando Dogyeom era más alta y solo estaban separadas por escasos centímetros, al punto en que sus alientos se mezclaban, Nirali no bajó la mirada ni se mostró intimada, por el contrario, Dogyeom podía jurar que veía el fuego en su mirada acrecentarse—. El juego acaba de empezar, y el tablero está a mi favor.

No pudo decir nada, por algún motivo, esa frase con aquel tono arrastrado y bajo erizó su piel y la dejó muda, para cuando Dogyeom pudo reaccionar y bajarse de la silla, Nirali ya había dejado un billete en la barra, pagado su bebida y salía del club a paso firme, sin mirar atrás ni un solo momento, pero atrayendo la mirada de Dogyeom hasta un punto casi magnético, haciéndola sonreír ladinamente. Esa noche, Dogyeom no se quedó más tiempo en el club.

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Aquí el encuentro esperado, espero que sea de vuestro agrado y que la tensión entre ellas, además del interés de Dogyeom, haya sido adecuadamente planteado.

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