FINAL. Capítulo 27. Mary Walsh: la Emperatriz del Infierno. ⛧
«Rugía el poderoso trono, ya había cinco truenos que volaban a Oriente. Y el águila hablaba con voz poderosa: ¡Retiraos de la mansión de la muerte!»
La biblia satánica, undécima clave enoquiana.
Anton Szandor LaVey
(1930-1997).
Mary suspiró y se acurrucó entre los pechos musculosos de Satanás y de Quasimodo, igual que una gata en busca de calor. Encima, tenía las piernas enredadas entre las de Asmodeus y la sensación de gustito le calentaba el corazón. No sabía cómo se las había ingeniado para acomodarse así mientras dormía, quizá porque entre los poderes que le había obsequiado el Señor del Mal se hallaba el de convertirse en contorsionista cuando la ocasión lo ameritara.
Sonrió y abrió los ojos. Analizó la escena y sintió que un delicioso escalofrío la recorría por dentro al rememorar los momentos sexuales vividos durante la mágica noche.
—Quien solo se ríe de sus maldades se acuerda —le susurró Satanás en el oído y le dio un pico cariñoso sobre los labios—. Y esta madrugada, hermosa Mary, ¡sí que has sido mala, doy fe! Has hecho feliz a todos los demonios con tu sensual, incansable y ardiente cuerpo, aunque solo por cómo has pervertido a Brooke ya te mereces la corona imperial. Les has fastidiado a los ineptos y repugnantes ángeles sus proyectos porque la hemos corrompido y come de nuestras manos. —Volvió a besarla, en esta oportunidad de un modo apasionado—. Me encantaría que durante la coronación tu amiga se nos una, se lo merece por cómo hoy nos ha incitado a darlo todo. ¡Se comportaba como una groupie! En la próxima juerga seguro que casi coge tu ritmo. ¡Y eso que todavía es humana!
—¿Verdad, corazón? Estoy encantada con Brooke. ¡Muchas gracias por regalármela! Me gustaría, eso sí, que en cuanto puedas la conviertas en diablesa para que carezca de las limitaciones físicas y emocionales de los mortales. Si fuese un ser sobrenatural podría acompañarnos en todas nuestras diversiones y no se perdería la mejor parte. —La chica, estimulada, le pasó el dedo índice por el pecho y lo hizo estremecer—. ¡Qué pena que la noche haya terminado! —Efectuó el mismo puchero de una niña malcriada.
—¿Quién ha dicho que la juerga ha terminado? —Asmodeus se desprendió de la mano de Quasimodo, que le apretaba el muslo, se sentó en la cama y se acomodó sobre el cabecero—. Apruebo la moción de que convirtamos a Brooke en diablesa. Es más, debemos traerla ahora mismo y transformarla para que pierda el miedo a que le brindemos nuestras lujuriosas atenciones al mismo tiempo.
—¿Y tú qué opinas, Sheldon? —Satanás le propinó un golpecito cariñoso sobre la nariz al apreciar que el sirviente se desperezaba.
—Pienso que Asmodeus no solo es sexy, sino también sabio. Fue él quien primero guio a Brooke por el buen camino. ¡Qué pena no haber estado ahí! —Su blanca sonrisa iluminó la habitación—. Deberíamos aprovechar la ocasión para convertirla ahora mismo, no sea que luego algo se tuerza y que vuelva a ser la misma reprimida de siempre.
—¡Por mí perfecto! Aunque antes que nada, Satanás, permíteme que premie a Sheldon por tan inteligentes palabras. —Mary reptó hasta ponerse a horcajadas sobre el criado.
Solo tenía puesto el corsé, por lo que Quasimodo gimió al sentir el contacto de la piel desnuda y cálida.
—¿Necesitas que te dé permiso, mi amor? —El Diablo lanzó una carcajada, pero se interrumpió porque la puerta se abrió con gran estrépito: del otro lado Brooke los contemplaba con los ojos a punto de salírsele de las órbitas.
—¡No te entiendo! —La joven Payton caminó hasta el lecho, se mecía los cabellos—. ¿Qué ha pasado con la Mary Walsh que yo conocía? ¡Mírate! ¿Cómo puedes hacerte esto?
—¡No grites, niña! —se quejó Asmodeus y se llevó la mano a la frente—. Mi pobre cerebro aún no está preparado para tu chillido insoportable. —La cogió del brazo y tiró de ella, de modo tal que le cayó encima—. No te pongas celosa, Brooke, aquí hay para todos. Y no te olvides de que eres muy sensual. ¿Qué os parece, chicos, si antes de enrollaros le demostráis a Brooke cuánto os gusta y la hacéis sentir especial?
Y apreciaron cómo la muchacha respiraba hondo la esencia del demonio y cambiaba de actitud. Mary y Quasimodo no se hicieron esperar, ya que Satanás los apuró con un movimiento de la mano para reafirmar la iniciativa de Asmodeus.
Mientras Sheldon besaba a Brooke y le acariciaba los pechos con suavidad por debajo del jersey, Mary aprovechó para desprenderle y bajarle el pantalón.
—No llevas ropa interior. —La acarició en el centro del placer y le recorrió la zona con la lengua hasta hacerla temblar de deseo—. Creo, mi querida amiga, que tu problema es que no te das cuenta de cuán hermosa eres y de cuánto te deseamos.
—Pues demuéstrale cuánto te gusta. Igual que se lo has demostrado esta noche —le pidió el Diablo con voz sensual.
Todos pudieron apreciar cómo, ante este pedido, Brooke hacía un esfuerzo sobrehumano para luchar contra las sensaciones. Cerró las piernas y se apartó de ellos. Se deslizó hasta el borde del amplio lecho e intentó respirar con calma.
—¡No permitiré, monstruo, que vuelvas a manipularme! —Se puso de pie, clavó la vista en Satanás y después señaló a Asmodeus—. ¡Ni a ti! ¡No sé qué me has hecho, pero has conseguido que me seduzcan!
—Y me alegro, pues mi función es romper las barreras mentales para que todos consigan la rebeldía de expresarse tal como son —le puntualizó este satisfecho—. Por lo visto he vuelto a hacer muy bien mi trabajo, pues incluso ahora mismo estás enfadada, pero te has sentido lo suficientemente libre como para volver a llegar al clímax con las atenciones de Mary y de Sheldon. Y no inventes una mentira, puedo oler tus fluidos. —Brooke se puso de color granate porque lo que Asmodeus decía era verdad—. ¿Para qué arruinar tu éxito por un simple enojo? Eras un pequeño capullo: cerrado, triste y mustio. Ahora tus pétalos se han abierto y pronto los podrás compartir de forma generosa con quien te guste, en el Infierno estarán encantados de acostarse contigo. ¿Conoces algún placer mayor que el que proporciona el sexo? Y sé sincera, por favor. ¿Recuerdas alguna libertad más absoluta que desear y que te deseen?
Notaron que estas palabras hacían mella en el ánimo de la muchacha... Pero también cómo Brooke Payton luchaba contra lo que su cuerpo le pedía.
—¡Maldito seas, yo no quiero ser así! —gritó Brooke, con rabia—. ¡Tú, tú... —Se detuvo y enfocó al Diablo con el índice—. ¡Has corrompido a mi amiga! Y ella ni siquiera se da cuenta de cuán bajo ha caído. Ahora pretendes hacer lo mismo conmigo. ¿O me vas a negar que tienes prisioneros a mi madre y a mi hermano? ¡Los has raptado y has fingido las muertes! ¡No me puedo creer de lo que eres capaz, Stan! ¿O debería llamarte Satanás?... ¡Se suponía que eras mi novio, que me querías y que me eras fiel! ¿¡Cómo pude enamorarme de ti!?
—Creo, Brooke, que le das demasiada importancia a lo que no la tiene. —Asmodeus se puso de pie y avanzó hasta ella: se le colocó detrás y le besó el cuello mientras le acunaba los senos entre las manos—. ¿Te parece que tus ñoños escrúpulos son más importantes que los estremecimientos que te provocan mis caricias? ¡Sé auténtica como esta madrugada, no finjas! ¿Acaso no te das cuenta de cuánto te ama Mary y del daño que le haces al rechazarla por simples prejuicios? Ha estado siempre a tu lado y sin esperar nada a cambio. ¿¡Cómo puedes ser tan egoísta como para no darte cuenta!? ¡Qué mala amiga eres! ¡¿No te da vergüenza tratarla así?!
El cuerpo de Brooke tomó el control. Se frotó contra el pecho, las caderas y la erección de Asmodeus. Y gimió como una gata en celo cuando Mary se levantó y le besó los labios con ternura.
—Siempre te he querido como amiga y desde hace unos meses también te deseo. —La diablesa le mordisqueó el cuello y enredó la lengua en la de Asmodeus.
Después Mary bajó hasta llegar a las aureolas de los pechos y provocó que se irguieran como las flores de loto ante el sol.
—¿Todavía no te has dado cuenta de cuánto te queremos? —le preguntó y retiró la boca de los senos de Brooke.
—¡Sí, me doy cuenta! —gimió Brooke y se estremeció sin control—. ¡Pero por favor, Mary, no pares!
—Así me gusta, Brooke, que te dejes llevar por lo que sientes, ¿para qué reprimirte? —le susurró Asmodeus en el oído—. ¿Ves cuánto te desea? Ahora eres tú misma. ¿Comprendes cuánto te deseamos todos?
Y la apartó un poco de Mary y de él para permitirle que decidiese por sí misma y que aceptara su sombra, la cara oculta de sus culpas, de sus miedos, de sus limitaciones.
—¿Quieres que Sheldon también te dé placer, querida amiga? —Mary le mordió con suavidad el lóbulo de la oreja—. Se quedó apenado por no estar con nosotros esta noche. Deseo compartir toda mi felicidad contigo, te juro que jamás seré egoísta. —Y Quasimodo se unió en el abrazo.
—¡Oh, sí, por favor! —exclamó Brooke, se contoneaba contra los tres en medio del éxtasis.
Y cuando el sirviente la poseyó ahí mismo —de pie— Brooke, frenética, le buscó los labios a Mary. «¿Qué sentido tiene negarme lo que de verdad deseo?», pensó en tanto emitía un audible suspiro. «¿Acaso he sido más feliz por reprimirme y al ser la joven perfecta que todos creían que era?» Y el placer que le proporcionaban las embestidas de Quasimodo y las caricias y los besos osados de Mary y de Asmodeus le dieron la respuesta.
En medio del delirio un susurro se abrió camino. Al principio era una voz débil y desconocida, que le resultaba sencillo ignorar, pero con el paso de los segundos se hizo más fuerte.
Después de llegar al clímax sonó con gran estridencia:
—¡Brooke, corre, no los escuches, no te dejes convencer! ¡Vete ya!
Vio a Quasimodo, tembloroso, que no despegaba la mirada de la de Mary, como si esta fuese la estrella más brillante del firmamento. Asmodeus se preparaba para ocupar su lugar, mientras besaba con pasión a su amiga, que ahora parecía ser el sol alrededor del cual giraban los planetas en este universo paralelo. Hasta Satanás se hallaba pendiente de cada uno de sus movimientos y la observaba de una forma incomprensible, como si la amase... Y Brooke se sintió un cero a la izquierda, una simple marioneta.
Enfocó la vista en la joven. Le costaba creer que era Mary Walsh porque las dos imágenes —la anterior y la actual— se repelían. Pero un hecho resultaba incuestionable, su amiga ya no era la misma persona. Por fortuna, los cantos de sirena se desvanecían a medida que la voz de su madre cobraba fuerza. Y lo sorprendente era que solo ella podía escucharla. Por eso Brooke cogió el jersey, se lo echó por encima y salió a las corridas de la habitación.
—¿Y ahora qué bicho le ha picado a esta pesada? —Satanás emitió un quejido—. ¡Se ha escapado justo cuando iba a convertirla en diablesa!
—La razón le pide una cosa y el cuerpo la contraria. Habrá que transformarla ahora mismo o la perderemos. —Asmodeus efectuó un gesto de rabia.
—¡Thor! —gritó Quasimodo y cuando la bestia entró desde la habitación aledaña le pidió—: Sigue a Brooke, no debe escapar.
—¡Enseguida, compañero! —Y el animal salió detrás de ella.
Al llegar al exterior olfateó el aire y corrió en dirección al tribunal. La vio a lo lejos y apuró el trote. Poco antes de llegar al edificio se puso al lado de la joven y bajó la velocidad para quedar a la par de ella.
—¿Te das cuenta, Brooke, de que eres una completa desagradecida? —Thor la asustó con su vozarrón de locutor de radio—. Te lo han dado todo y más. Y tú solo pretendes escapar de mis amigos, a pesar de la generosidad que te han demostrado.
Y ante estas palabras la serpiente de la cola abrió los ojos oblicuos y saltó sobre el rostro de la muchacha para amenazarla con los colmillos. Brooke, espantada, avanzó a mayor velocidad. Pero le resultaba imposible dejar atrás a Thor, pues cuando ella aceleraba el perrazo también lo hacía y sin que le costara el más mínimo esfuerzo.
—¿Por qué te niegas a que te quieran? —la volvió a interrogar—. También me has despreciado cuando lo único que yo deseaba era tu compañía y hacerte feliz. ¡Brooke Payton, nunca he conocido a alguien tan egoísta como tú!
Pese al cansancio no se pudo contener y le respondió con voz entrecortada:
—¡Ni yo... tampoco... he conocido...un perro que hable!
—Siempre te enfocas en los detalles irrelevantes, Brooke. —Thor movió la gran cabeza de izquierda a derecha—. Y lo peor es que no escuchas el mensaje principal: te queremos y nos importa tu felicidad —al percatarse de que llegaban al Fuego del Infierno, el descendiente de Cancerbero le advirtió—: Esta zona es extremadamente peligrosa, no deberías seguir avanzando.
—¿Por qué? —Brooke se detuvo y le hizo frente, sin pensar en que podía comerla de un bocado o matarla con el veneno de la cola—. ¿Tienes miedo de que me entere de que tienes a mi madre y a mi hermano prisioneros allí? —Y señaló en dirección a las cuevas de la montaña—. Llegas tarde, ya lo sé.
Pero Thor no le pudo responder porque Satanás y Mary aparecieron de la nada. Surgieron en medio de una explosión roja que olía a azufre y que se mezclaba con el hedor que provenía de la enorme fogata.
—Muchísimas gracias, Thor, regresa al palacio. —Mary le dio un beso en el hocico que lo hizo sonreír—. Ahora nos ocupamos nosotros.
Notó que su amiga solo se había puesto un vestido transparente, que no dejaba nada a la imaginación, y que su falso novio había optado por una túnica griega. No lo pudo evitar y se emocionó al verla. ¿Cómo no se había dado cuenta de que estaba mucho más hermosa que antes? Bella y desprejuiciada. ¿Qué habría hecho para conseguirlo? «Seguro que le ha vendido el alma al Diablo», pensó desesperada.
—Sí, esto es el Infierno, Brooke. —Satanás empleó un tono suave—. Tu madre y tu hermano no son nuestros prisioneros, sino que murieron y el Cielo no los reclamó. Como comprenderás no quisieron recibirlos allí por las maldades que cometieron en vida.
—¡Te lo inventas, monstruo, ellos siempre fueron buenas personas! —le gritó la joven Payton, histérica—. Además, de ser así, ¿por qué no podrían ir de un lado a otro de este sitio con total libertad?
—¿Cómo puedes creer que alguien que viola a mujeres durante años sea una buena persona? —la interrogó el Señor Oscuro, se hacía el sorprendido—. ¿Cómo es posible que alguien que oculte lo que hace su hijo y que lo ampare para que lo siga haciendo pueda ser una buena persona? ¡Despierta, Brooke! ¿No se te ocurre pensar que existen reglas superiores que debo cumplir y que me impiden liberarlos? —Y la chica ante estos argumentos se desmoronó y hundió los hombros como si la aplastase una roca gigantesca.
Luego respiró profundo y repuso:
—No creo que lo que dicen de mis familiares sea cierto. Todos los que hablan así son unos mentirosos.
—¿Mary es una mentirosa? —la interrogó Satanás con dureza—. Porque Joyce la violó tantas veces como quiso. Y Felicity, encima, la amenazó para que no se lo contara a nadie.
—¿Es esto cierto? —interrogó a su amiga en un último esfuerzo por negar la realidad.
—Sí, es verdad. —La diablesa le mantuvo la mirada y Brooke se puso a llorar.
—¡No entiendo cómo nunca me di cuenta! —Se golpeó la cabeza con la palma de la mano, anonadada, y se mesó los cabellos—. ¿Pasaba cuando se encerraba contigo para ayudarte con los deberes?
—Sí, por supuesto. Y cuando tú tenías que salir a hacer los recados que él te pedía y decía que era mejor que yo me quedara. —Le costaba sincerarse, todavía le dolía—. A veces, incluso, entraba por la ventana de mi habitación cuando mis padres se dormían. Le tenía miedo y no me atrevía a decirle que no... Y no me gustaba lo que me hacía ni encontraba ningún placer.
—¡Te juro que lo siento, Mary! —Brooke se hallaba desmoralizada—. ¡Nunca imaginé que pudiesen ser así! Si lo hubiera sabido te hubiese protegido de alguna manera. ¡Yo qué sé! Hubiera hablado con tus padres, con el mío o con mi tía. ¡Qué sé yo! Pero algo hubiera hecho, ¡te lo juro! —y como si recién se le ocurriera la idea, le preguntó—: ¿Los has matado tú?
—¡Por supuesto que no, Mary es incapaz de hacer algo así! —le mintió Satanás, sonaba sincero—. ¡¿Cómo puedes pensar que tu amiga haría algo semejante?! La asesina fue una de las chicas violadas que asistió al funeral.
—¡Dios mío! ¡¿Cómo haré para procesar tanta información?! —Y Brooke cruzó la avenida de un extremo al otro sin percatarse de que lucía rojiza por el resplandor del potente fuego—. Y tú, Satanás, dime: ¿alguna vez me has querido o lo nuestro ha sido una mentira que solo ha existido en mi cabeza?
—Lo siento, nunca he estado interesado en ti, sino en Mary —el Diablo se confesó en un rapto de sinceridad—. Pero ella te aprecia y yo os he ayudado para que estéis juntas. Aunque reconozco, también, que esta noche lo he pasado genial contigo y que pronto podría llegar a quererte. Era muy aburrido cuando te contenías, parecías una anciana de la época victoriana. Pero ahora te prometo que podría repetir a diario esta experiencia. ¿Sabes cuánto placer nos has dado a Mary y a mí? Y también a Asmodeus y a Sheldon.
—¡Olvídalo, esa extraña no soy yo! —gimió Brooke, luego giró sobre sí misma y se golpeó la cabeza con ambas manos de manera repetida—. ¡No sé qué me habéis hecho, la mujer de esta noche no soy yo!
—Sí que lo eres, Brooke. —Mary no se atrevía a acercarse porque se hallaba fuera de sí y temía que pudiese hacer una tontería, pues ni siquiera reparaba en la enorme fogata que los calentaba más y más—. Asmodeus ya te ha explicado que jamás forzaríamos tu voluntad.
—¡No sé si creerte! —Lloraba y se tiraba de un mechón de pelo—. ¡Además, he visto lo que haré si vivo aquí y yo no deseo ser así!
—¿Cómo es eso posible? —se desconcertó Mary, e, incrédula, contempló a Satanás.
—Habrá bebido finalmente La sangre de Anubis —le explicó el Señor Oscuro—. Le pedí a mis guardianes que se la dieran a probar para que viese cuán feliz podría ser si residiese en el Infierno de modo permanente.
—Y sí que era feliz, pero a costa del sufrimiento de otros —le replicó Brooke y lo observó con asco—. Me convertía en un monstruo igual que tú.
—Deja que te abrace, cariño. —Mary la ciñó entre los brazos y la volvió a besar en los labios—. Yo estoy aquí y soy muy dichosa. ¿Acaso te parezco un monstruo? —Y bajó la mano hacia la entrepierna de la muchacha para demostrarle qué fácil era hacerla sentir placer.
—¡No lo sé! —La joven Payton, confusa, suspiró a su pesar—. ¡Ya no sé quién eres, Mary, no te reconozco! Cuando estás al lado de este engendro creo que eres capaz de hacer cualquier cosa que él te pida. —Y señaló con desprecio al Enemigo de Dios.
—¡Satanás es mi todo, Brooke, jamás permitiré que lo menosprecies! —La diablesa la soltó muy enfadada, abrazó a su pareja y la miró desafiante—. Solo Satanás es capaz de entenderme, de consolarme, de aliviar el dolor que siento en mi interior por lo que me hizo tu familia. Tú solo piensas en ti y no tienes en cuenta mis sentimientos. ¡Por favor, Brooke, Joyce me violó una y otra vez durante años! ¿Cómo es posible que nada de lo que hacía te llamara la atención? Me dejabas sola con semejante monstruo y te ibas sin admitir lo que no te convenía... Porque tu hermano sí que era un monstruo... Tú te limitabas a decirme que me veías rara. ¿Qué temías? Seguro que sospechabas la verdad y no querías admitirla. Resultaba imposible que no te enteraras de que Joyce me violaba con la complicidad de tu madre. Pero era mejor eso que reconocer qué sucedía en tu propia casa... Ahora soy feliz y te hacemos feliz a ti, pero no permitiré que tu actitud de siempre arruine lo que he construido al lado de Satanás. Si yo he borrado el pasado para que podamos seguir adelante y no te culpo, ¿¡cómo puedes ser tan egoísta, tan desagradecida, como para destruir mi felicidad?!
Ante estas palabras Brooke se ablandó. Rememoró el placer de la noche anterior y de esa mañana. Y admitió a regañadientes que era cierto que lo habían compartido con ella sin egoísmos. Quizá sí podría ser dichosa en el Infierno... Pero a continuación recordó cómo disfrutaba —auxiliada por Apofis— al torturar a los infelices que saturaban las mazmorras.
Enfocó la vista en las llamas resplandecientes y lloró desgarrada... Y recién ahí comprendió que en ellas radicaba la solución a los remordimientos que la agobiaban y que nunca le darían la paz. Porque entendió que cualquiera fuera su decisión perdería una parte fundamental de sí misma.
—¡Yo no soy así y jamás lo seré! —Brooke saltó sobre la baranda y cayó en el Fuego del Infierno.
—¡No! —exclamaron Mary y Satanás al unísono.
El Señor del Mal se desmaterializó y en un intento de rescatarla la buscó en medio de las llamas, que a él no lo dañaban. Pero resultó una tarea imposible, pues cuando la encontró estaba petrificada. Antes de regresar con Mary la depositó en una de las cuevas para no causarle más dolor. Odiaría que se sintiera culpable por haberla empujado al suicidio.
Cuando volvió a aparecer al lado de su mujer la abrazó y se disculpó:
—Lo siento.
Porque Satanás sí creía que le había fallado. Y por primera vez en su larga vida lágrimas auténticas le descendieron por las mejillas. Se desconcertó porque la emoción le cerraba la garganta y le impedía vocalizar.
—¡Jamás fue mi intención que tu amiga se matara! —Lloró sobre el hombro de la muchacha—. ¡Eres el amor de mi vida, Mary, te juro que te amo! Solo espero que a partir de ahora no me odies... Te prometo que la reviviré. Me llevará unos meses, pero haré que vuelva a ti.
La joven percibió que el Diablo de verdad se sentía inseguro en relación con ella. ¿Cómo, justo él, el Emperador del Infierno, podía suponer algo semejante? ¡Cuánto la amaba! Lo apartó un poco y lo observó directo a los ojos.
—Y tú eres mi universo, Satanás, estás por encima de todo y de todos. ¡Claro que te sigo amando, nada podrá cambiar jamás mis sentimientos hacia ti! —y después de besarlo en la boca con dulzura, agregó—: No te culpes, Brooke era débil y no comprendía el enorme privilegio que tú le concedías. —Mary efectuó una pausa y respiró hondo—. ¿Quieres que te diga la verdad? Al suicidarse solo ha conseguido decepcionarme más. El numerito de esta mañana ha sido vergonzoso. Se derretía, nos buscaba y luego decía tonterías para culparnos en lugar de reconocer que era ella la que deseaba que le hiciéramos el amor de millones de formas que nunca había imaginado. Después de todo lo que hicimos por Brooke, del placer que le dimos, ¡¿nos tira a la cara su frustración, los remordimientos estúpidos y su mierda?! No deseo que la revivas, corazón mío. ¿Sabes qué es lo que más lamento de su muerte? Que el Bien nos haya vuelto a ganar. Porque tengo muy claro que mi amiga me ha abandonado a mi suerte. Estoy convencida de que, una vez más, Brooke me ha dado la espalda para que me las arregle yo solita. Exactamente igual que cuando me violaba su hermano...
Satanás, admirado, se perdió en los ojos azules de Mary. Advirtió por primera vez que era mucho más fuerte que él, cincelada en diamante, una Emperatriz del Infierno por derecho propio.
—¿Sabes una cosa, mi alma? —le preguntó la diablesa—. Cuando nazca tu hija quiero que seamos nosotros y no Gerberga los que la criemos. ¡No permitiremos que se convierta en una mujer tan floja y sin personalidad como Brooke! Debemos enseñarla para que desde pequeña se sepa defender en este mundo corrompido por los ángeles. —Y pronunció la última palabra con todo el odio y el asco del que era capaz.
—Te conozco, vida mía, y sabía que me lo pedirías en algún instante. Por eso tomé medidas para cumplir tus deseos. —Satanás se reía entre las lágrimas, era la primera vez que lloraba y quizá por este motivo no podía parar—. Astarot y Gresil nos la traerán cuando nazca.
—¡Por eso te amo tanto, Diablo mío, siempre te adelantas a mis deseos! —exclamó Mary y lo besó con pasión.
—¡Le enseñaremos cómo enfrentar al Bien! Te prometo que la convertiremos en un arma de destrucción masiva a la que emplear contra Da Mo, contra las malditas brujas, contra lady Danielle y su prole y contra el mismísimo Dios —le prometió Satanás mientras le devoraba los labios y la abrazaba con fuerza.
—Esto lo dices ahora porque no te sientes padre —se rio Mary—. Pero verás que cuando tengas a tu hermosa bebé entre los brazos la amarás tanto como yo por ser parte de ti. Incluso la querrás más que a mí y yo nunca me sentiré celosa, porque en ella veré tu imagen.
—¡Es imposible amar a alguien más de lo que yo te amo, Mary! —Satanás, tierno, le acarició el rostro—. El día de la coronación también nos convertiremos en marido y mujer, no tiene sentido esperar más. ¿Estás de acuerdo?
—¡Me parece perfecto, amor de mi vida! —La chica saltó sobre el demonio y le rodeó la cintura con las piernas—. Por supuesto Astartea será nuestra primera hija, pero la seguirán muchos más.
—¿Astartea? —la interrogó, sorprendido.
—Tenemos que ponerle un nombre y Astartea me encanta. ¿También te gusta? —inquirió, preocupada.
—¡Me fascina! —Satanás, entusiasmado, se hacía a la idea de su próxima paternidad; resultaba curioso porque había intentado robarle el hijo a Danielle sin siquiera considerar que podía utilizar su propia semilla.
Dos semanas antes de la coronación, Mary organizó un acto en honor a Brooke. Convocó a la totalidad de los habitantes del Infierno en la plaza en la que a la fallecida le habían dado a beber La sangre de Anubis.
En «honor» a la muerta habían construido en el medio una fuente de agua cristalina. Y, justo en el centro y sobre un pedestal, habían colocado los restos petrificados de la joven. La estatua era idéntica a las que había a lo largo de la avenida y compartía con ellas la misma expresión de pavor.
—Dejadme que la coloque —les pidió a los demonios que cargaban la placa conmemorativa que pondrían a los pies de Brooke—. No hay nada que me dé ahora mismo mayor satisfacción que hacerlo por mi cuenta. —Y así lo efectuó, pues su magia era tan poderosa como ella.
En letras doradas, elaboradas en oro y en sangre y que había escrito de su puño y letra, sobre un fondo negro como la noche más oscura se leía:
Aquí en el Infierno yace otra estúpida protegida de Da Mo. Brooke Payton: cobarde, mala amiga y suicida.
Año 4.543.000.000.138 después de la caída.
https://youtu.be/4lOE9GV096E
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