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EPÍLOGO. ॐ El Bien y el Mal.⛧

«Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para la preservación del alma».

Hebreos 10:39. La Biblia, Nuevo Testamento.

A Brooke Payton le resultaba milagroso instalarse cerca de la cima del Monte Songshan. Se hallaba a una altura de más de mil metros y gozaba de la energía cósmica que la traspasaba como si fuese una simple nebulosa en medio del Universo infinito. Mientras, la voz de Da Mo retumbaba contra los riscos y la contagiaba con su brillante calma.

     Lucía maravillada porque desde que llegaron y comenzaron a pronunciar la sílaba sagrada Om  produjeron ecos celestiales que atraían a las aves más osadas. Al principio la sorprendió no sentir frío dado el desplome de la temperatura, pues debería habérsele formado escarcha en los brazos desnudos. Se sorprendió... hasta que recordó que había muerto.

     Aún se asombraba de que la hubiesen elegido para participar en la eterna lucha entre los ángeles y los demonios por las almas de los humanos. Todavía le costaba asimilar la razón por la cual el Mal le había resultado tan atractivo a su amiga de toda la vida. Mary Walsh le había robado el novio, se había regodeado en la depravación y en la lujuria, había mentido descaradamente y había asesinado a la gente que conocía por simple capricho.

     Brooke aspiró hondo el aroma del rocío, de la hierba y de las piedras. Y con gran esfuerzo vació de la mente las emociones destructivas, pues el odio solo significaba un veneno corrosivo para quien odiaba. Se repitió en silencio cuán bajo había caído ella misma y lo cerca que había estado de perderse para toda la eternidad.

     Consideró que esto requería una explicación, así que le preguntó a su mentor:

—Hay algo que no entiendo, arcángel Da Mo. ¿Por qué me permitisteis que llegase tan lejos y que amara al mismísimo Diablo?

—No te martirices, Brooke. Solo reflexiona que es imposible combatir al Mal sin conocer de primera mano cuán poderosa es su atracción y qué tentador resulta —le expuso con paciencia—. Tu sacrificio no fue en vano, te inmunizaste contra ese virus y pronto será tiempo de recoger lo que sembramos. Junto a Danielle trabajaremos para vencerlo. ¡Nunca hemos estado tan cerca de saberlo todo acerca de la vida demoníaca!

—Siento repetir siempre lo mismo, querido Da Mo, pero no puedo olvidarme de que por mi culpa murieran personas a las que quería. —Brooke, valiente, retuvo las lágrimas—. ¿Cómo perdonarme de que Mary asesinara para castigarme? Y yo sin enterarme de nada...

—Ya no era tu amiga, sino una diablesa. No te culpes —la consoló y le acarició con cariño la refulgente cabellera—. Era Mary bajo la influencia del Rey del Infierno. Y recuérdalo cuando por tu trabajo angelical te vuelvas a cruzar con ella. Porque la Emperatriz del Infierno hoy en día es más despiadada que Satanás. Y te aborrece porque la abandonaste y nos elegiste.

     Tuvo que darle la razón al ser testigo de cómo su antigua compañera se mantenía imperturbable cuando Sheldon le colocaba la corona imperial sobre la cabeza. Las imágenes surgían delante de ambos igual que si viesen una película, en lugar de hallarse sentados en posición de loto al borde de un precipicio. Los detalles eran tan realistas que olía el hedor a azufre del Fuego del Infierno. Y esta situación le provocaba escalofríos al recordar la angustia y el dolor inaguantable al consumirse su humanidad y quedar petrificada dentro de él.

     Enfocó la atención en el rostro de Mary y lo analizó. Era tan duro como el acero. Más que cara parecía una máscara esculpida para evitar que le leyesen los sentimientos... Esto si todavía los tenía.

     Ni siquiera el vestido encarnado que llevaba puesto, estilo princesa, lograba disimular la sensación de absoluta inclemencia y de crueldad.

—Es una pena. —Da Mo señaló a Quasimodo mientras le ponía la corona a su jefe—. Si todo hubiese sido diferente podría haber gozado de un espacio en el Cielo.

—¿Por qué lo dices, Gran Maestro? —le preguntó, curiosa.

—Porque cuando tenía cinco años Satanás se le metió en la mente y le pidió que matara a la familia —murmuró como si le costase expresarlo—. Y Sheldon obedeció...

—¡Pero si solo era un crío! —exclamó Brooke, chocada—. ¿Y por qué no lo aceptaron aquí? Podíais haber evitado su caída total...

—Por una simple razón, mi estimada alumna. Sheldon disfrutó al matarlos y en ningún momento se arrepintió de seguir la Vía del Mal. —El ángel efectuó una pausa y frunció el entrecejo—. Ahora es el principal servidor del Diablo, su demonio de confianza. No le niega nada que él le pida.

—Me gustaría saber algo. —Y se detuvo como si le costase pronunciar las palabras—. ¿Podríamos traer aquí a mi madre y a mi hermano? Los he visto sufrir mucho y no soporto saber que siguen allí con ese monstruo.

—Lo siento, Brooke. —Él movió la cabeza de izquierda a derecha—. Los pecados que cometieron fueron muy graves y les corresponde residir en el Infierno debido al pacto entre el Bien y el Mal. Nosotros no podemos intervenir en los castigos.

     Y luego Da Mo se llevó el índice a los labios para que se mantuviera atenta a la escena que se desarrollaba en la pantalla improvisada. Gracias al sacrificio de Brooke era la primera ocasión en la que tenían acceso total al Infierno. Y había que reconocer que se trataba de un momento crucial porque marcaría un punto de inflexión en las relaciones entre ambos bandos.

Yo, Satanás, Emperador del Infierno, te reclamo a ti, Mary Walsh, mi otra mitad, como esposa. Me entrego a este matrimonio con la totalidad de mi alma corrupta, negra y pervertida, pues te amo como jamás creí que fuese posible amar. —Brooke notó que decía las palabras con tanto sentimiento que hasta se le reflejaba en la mirada esmeralda: rememoró cómo le había hecho creer que la quería y la furia y el dolor se le fusionaron en el corazón que por culpa de este engendro ahora no latía—. Prometo por toda la eternidad serte veraz e infiel, compartir contigo las alegrías y las tropelías, el asesinato y el engaño. Mi lujuria nos quemará y provocará incendios entre los mortales. Seremos avariciosos para cuidar de los nuestros y nuestra gula trascenderá cualquier límite. Nuestra ira nos servirá de combustible para vencer a los enemigos y nuestra envidia nos permitirá construir mundos similares a los de ellos, pero pervertidamente perfectos. Seremos perezosos y pasaremos largas horas en la cama e invitaremos a nuestro lecho a los que quieran unirse, pues destierro el egoísmo del Infierno. Amada Mary: te entrego mi vida, a los míos y todo lo que soy.

Yo, Mary Walsh, Emperatriz del Infierno, te quiero a ti, Satanás, por esposo. Y, aunque tú me creas tu igual, no lo soy en absoluto. Por este motivo te serviré con humildad y seré tu sombra, pues te considero el Lucero del Alba y a mí un simple y pálido reflejo tuyo.

     El vestido rojo, que dejaba expuestas las aureolas de los pechos, onduló por la leve brisa y le dio a la diablesa una apariencia irreal. Brooke volvió a sentir que la consumía la rabia. Ahora respirar hondo no la ayudó, se indigestaba al escucharla igual que si comiese basura envenenada. Y renegaba de la anterior amistad.

     Mary clavó los ojos celestes en el Señor del Mal y continuó:

Prometo serte infiel y compartir tus orgías. En las alegrías y en las tropelías te seguiré; en el asesinato, en el engaño y en la mentira seré tu guionista y tu brazo ejecutor. Nos burlaremos de Dios y de sus tontos ángeles y cambiaremos el destino de los mortales. Te prometo que desde hoy nuestras compañeras de la academia se dejarán preñar por nuestros demonios, tal como me lo juraron con alegría. Sus retoños, todos del sexo femenino, crecerán a velocidad de vértigo para repoblar nuestro amado mundo. Porque yo te amo, Diablo mío, y todo aquel que se te oponga también es mi enemigo. Eres mi día, mi noche, mi luz y mi oscuridad: dime lo que deseas que yo, por amor, lo haré.

     Los estudiantes de arte dramático aplaudieron y dieron vítores. El Infierno era ahora su hogar y sabían que gracias a Satanás sus carreras despegarían a velocidad de vértigo. Y los novios se dieron un beso apasionado, que determinó que Brooke se sintiera más dolida y más tonta aún. Después humanos y seres malignos se mezclaron para darse placer con frenesí, convencidos de que la semilla fecundaría esa misma madrugada.

     Leticia, Walter y Frank, desnudos, se acercaron al cuerpo petrificado de Brooke e hicieron gestos obscenos. Mientras, los demás reían a carcajadas y aplaudían la hazaña.

     Escribieron sobre él con tiza blanca:

«¡Gira la cabeza, hipócrita, no mires!»

     Horas más tarde, cuando todos dormían exhaustos, los párpados petrificados de Brooke se levantaron y la boca fosilizada sonrió con ironía. Porque había algo fundamental que el Emperador del Infierno ignoraba: que ella, desde el Cielo, podría entrar dentro de su estatua y vagar por allí cada vez que Dios o su mentor se lo pidiesen. Por primera vez desde la expulsión y la caída de los ángeles rebeldes, gracias a Brooke podrían espiar a estas alimañas en su madriguera.



https://youtu.be/7LyuV888IdY



https://youtu.be/shHTYg-rOAg





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