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S A S H E L 🌼

Mis abuelos en cada noche de primavera, antes de irme a dormir, me contaban la historia de Arcadis, y yo atentamente, la escuchaba mientras cenaba de sus postres caseros en la comodidad de su humilde hogar en medio de la nada:

“En lo profundo del bosque, habitando un pueblo antiquísimo que te hará dudar si la civilización realmente existe, se encuentran los verdaderos seres que no todos tienen la capacidad de visualizar, ya que su presencia significa permiso y protección. La única manera de averiguar y saciar tu curiosidad es encaminarte con una canasta llena de flores de colores, puedes decorar alguna carta o petición intentando suerte, postres caseros y proposición en aceptar todo lo que puedas ver y sobre todo, lo que pueda pasar. No es difícil dar un paseo recorriendo los alrededores del bosque hasta encontrar su profundidad, una profundidad que es protegida por criaturas que no puedes ver de día ni de noche, pero que sí puedes escuchar si prestas atención, mucha atención. No tengas miedo de lo sobrenatural que en Arcadis pronto vas a llegar. Puedes intentarlo cuántas veces quieras, recorrer el frondoso árbol, los pinos trillizos, las veintiún setas en círculo, los arbustos con bayas azules y por último, el río con el agua tan cristalina que puedes reflejarte en el mismo. Prosiguiendo, debes agacharte y dejar a un lado tuyo la canasta, pidiendo una oportunidad para demostrar que eres capaz de guardar el secreto de las criaturas, que eres el elegido, lo cual sellará el pacto cuando veas tu reflejo en el río y en algunos segundos logras escuchar algo detrás tuyo, debes voltear con lentitud, observando un tributo de flores hermosas y exóticas reunidas con la criatura dándote la bienvenida, celebrando que la persona que una vez apadrinaron, regresó para reclamar su presencia en Arcadis, su mundo. Aunque si ves tu reflejo, no escuchas nada y en cambio te encuentras con una piedra bruja en la orilla del río… Debes huir inmediatamente porque la noche está por venir y la noche significa huir.

Hay muchas criaturas habitando el enorme bosque, sin embargo, no todas son buenas. Especialmente las que salen cuando la noche cae, sin tener piedad irán por ti, por tu selección y una vez que te tienen en la mira, no te dejarán en paz hasta lograr apoderarse de ti, de tu magia selectiva con la que fuiste concebido, prometiendo un nuevo ciclo en las penumbras, en la oscuridad del bosque, en el lado oscuro de Arcadis. Porque todo lo bueno tiene algo de malo y lo invisible, pronto se reunirá para hacerse visible, al menos para que tú puedas verlos y si caes, será tu mayor bendición y perdición. Y eso es debido a que Arcadis llegó para quedarse, ya sea gobernado por la luz o la oscuridad."

Cada noche miraba por uno de los enormes ventanales de la casa el inmenso y oscuro bosque que teníamos al lado, parecías perderte en su infinidad de árboles grandísimos. Estaba prohibido salir de casa cuando el sol se ocultará, solamente el abuelo podía salir por leña, mientras la abuela preparaba la cena, yo imaginaba ese mundo mágico que me contaron y que ansiaba conocer. Sin embargo, me repitieron sinfín de veces que yo era especial, que los seres feéricos me habían elegido y que me protegían, porque yo era la luz en la oscuridad que combatían día con día.

Me enseñaban constantemente que si veía a esas criaturas que yo conocía como “hadas”, debía llamarlas “vecinas o seres feéricos”, así como lo que no debía hacer, como darles las gracias, decir mi nombre completo, bailar con ellas porque el tiempo pasaba diferente. No aceptar sus regalos ni comida, porque harían lo imposible por hacerme parte de su reino mágico.

Recuerdo que las dibujaba como creía que eran, seres bellos, angelicales, personas pequeñas, amables y brillantes, mientras comía galletas en el jardín, cerca del huerto de mis abuelos.  Mi infancia fue muy feliz, llena de amor, comida casera, picnics, caminatas por la naturaleza, lavar la ropa en el río y tenderla al aire libre, respirar el aire puro, coleccionar piedras, recolectar flores y frutos, haciéndole honor a mi nombre: Alhelí Olek. Siendo ridículo que recogía en mi cesta montones de alhelís amarillos, haciendo coronas de flores que le daba a mis abuelos y que mi abuela, a su vez aprovechaba para peinar mi largo y lacio cabello negro, el cual trenzaba y decoraba con las flores que sobraban… Aún lo recuerdo con ternura y melancolía.

Asimismo, hay un recuerdo borroso que tengo de todas esas historias y leyendas folklóricas celtas, tengo presente en mi corazón a Sashel Yves, mi amigo quien era un ser feérico. Lo atraje al seguir las indicaciones del cuento de Arcadis, apareciendo acostado al lado del río, rodeado de flores de colores, pareciendo despertar de un profundo sueño. Tenía el cabello blanco, la piel pálida, era larguísimo y su cuerpo era delgado, el cual cubría con ropa hecha de hojas. Tenía las orejas puntiagudas, una sonrisa radiante la cual me ofreció al despertarse, una personalidad inocente, juguetona, amistosa y aventurera aunque torpe, que combinaba con su alma pura. Corríamos por los alrededores del bosque, jugábamos en la cascada en el agua helada, nos columpiábamos en un viejo columpio de madera, tomábamos el té, metíamos nuestros pies en el frío río y apilabámos piedras las cuales decía que eran de la suerte. Una vez me enseñó lo que era una piedra bruja, con la cual podía ver cosas fuera de mi mundo, solía pasarme a su lado desde el amanecer hasta el atardecer y cada noche, me acompañaba a casa.

Él no entraba, regresaba a su hogar en un círculo de setas, las cuales abrían el portal a su reino, entrando por una gran puerta cubierta de flores, un frondoso árbol y unas escaleras que llegaban a su tierra. Por eso yo nunca debía pararme en medio de ellas. Tenía tanta curiosidad de ir a su mundo, porque me narraba que era lo más parecido a nosotros lo que llamamos “El jardín del Edén”, el paraíso de día, sin embargo, de noche, podría parecer el mismísimo infierno.

Me contó que las criaturas de la noche protegían a Arcadis, aunque su oscuridad hacían temer y gobernar a las del día, por lo que los seres elementales buscaban con desesperación a la persona que habían “apadrinado”, reinando el equilibrio con su llegada, aunque también lo podría quebrantar, pudiendo ser el antídoto y al mismo tiempo, el veneno fatal que corrompería la paz, hasta su destrucción.

No podía usar sus poderes mágicos ni sus brillantes alas en mi tierra, solamente en la suya, desaparecían y se volvía lo más parecido a un “indefenso humano” a comparación, aún así me sentía segura y protegida a su lado. Me decía que era una bella flor exótica de primavera la cual debía cuidar y proteger, eso fue hasta que mis abuelos fallecieron y no tuve razón para volver, dejando todo el pasado enterrado en ese lugar, con dudas sobre sus orígenes y el lado oscuro de Arcadis. Una puerta que abrí y nunca cerré, lo cual creía haber olvidado hasta este momento.

Visualizo el campo, las cosechas, a través de la ventana del tren en donde viajo, esperando llegar a la tierra de mi infancia al ahora, haber crecido, y haber heredado la vieja casa de mis abuelos. Hecha de piedra, llena de naturaleza, ventanales y con muebles hechos de madera.

Renuncié a todo para quedarme temporalmente aquí, necesitaba un respiro de mi vida en la ciudad con la cual estaba siendo infeliz, sobrevivía más no vivía, necesitaba conectar con esa niña interior la cual había dejado en el olvido.

Al llegar al pueblo antiquísimo, era como regresar a los viejos tiempos, estaba lleno de gente mayor con trabajo de campo. No había muchos productos para mis comodidades a las cuales estaba acostumbrada, mi luz era el sol o las velas, usaba el agua del río y no había señal, era perderse del mundo. El mundo del cual estaba agobiada y del que ya no quería ser parte.

Eso hasta que una mañana, decidí recrear el “ritual” para intentar ver nuevamente a mi viejo amigo del bosque. Con un desgastado papel en la mano con las instrucciones escritas, lleno de dibujos de él, me encaminé con una cesta llena de pan horneado siguiendo los libros de recetas de la cocina y flores recién cortadas, me animé a intentarlo. Temerosa, temblando y emocionada, sin saber qué esperar, sin embargo… No funcionó.

Esa noche me fui a dormir desalmada, tomé té de hierbas del bosque el cual solía beber al comer galletas, las cuales me hicieron tener un sueño que podría describir como “mágico”. Estaba lleno de recuerdos con él, ahora yo ya siendo adulta, paseando por el bosque en un bello vestido blanco, descalza, usábamos coronas de flores en conjunto y estábamos tomados de la mano como si hubiéramos tenido una ceremonia. Sus ojos cristalinos eran brillantes, mirándome con amor, dulzura, sonreía con dicha, se mostraban sus hoyuelos y se veía tan perdidamente enamorado de mí.

Saltábamos a la cascada desde arriba con una hermosa música de fondo, reíamos y jugábamos en el agua. Después estábamos los dos montando caballos blancos, usaba ropa blanca, el sol era tan cálido, hasta pasar a vernos teniendo un picnic en donde nos compartíamos postres caseros un poco quemados, riendo, con un anillo de flores en nuestros dedos, dando a entender que son de compromiso. Las escenas seguían y seguían, mirábamos las nubes del hermoso cielo, dormíamos abrazados con la leña ardiendo y calentando nuestros cuerpos, acariciaba su suave rostro, él mi cabello y nos besábamos con ternura. Cada escenario era tan precioso, irrealmente perfecto, significativo, emotivo, mágico.

Las hojas caían en el bosque y nosotros estábamos entrelazados con pasión, mirándonos con tanto amor, acariciando nuestra piel desnuda lentamente, dirigiendo así a la escena en donde estamos abrazados, acariciando mi creciente vientre, repitiendo que se trata de nuestra dulce hija llamada “Silene”, otra flor exótica, esperando ansiosos su llegada, lo cual es algo polémico al ser híbrida, siendo reclamada por Arcadis, desencadenando un violento ataque hacia Sashel al protegernos con todo su débil cuerpo. No queriendo que seamos parte de su mundo, ya que nunca podríamos regresar al nuestro, moriríamos si eso pasará y él no podría hacer nada para salvarnos de nuestro natural destino al ser un ser inmortal. Lo único que podría pasar es que él nunca podría regresar al nuestro, se quedaría atrapado en el suyo, como un castigo.

Hay una guerra, sangre, Sashel está tirado, lastimado, su anillo está deshecho como mi alma al sentir su mano sobre la mía sin fuerzas, estoy derrotada, sucia, llorando de manera desgarradora con todo mi ser. Se lo llevan en un pequeño frasco en donde yace su cuerpo diminuto, desnudo, en su forma natural.

Un hombre de aura oscura y temible me observa en el bosque de noche, me siento observada y asimismo, protegida, siendo una criatura de la oscuridad la cual no sé su nombre. Nuestra hija crece, está sana, tiene mi cabello y los ojos cristalinos y angelicales de Sashel. Paso los días con el alma hecha trizas en esa pequeña casa, sin su presencia y sin poderme ir de ahí, como si fuera una prisión, un círculo encantado me prohíbe huir, como si fuera una maldición.

Corro por el bosque de noche, buscando pistas de algo, probablemente el portal para ir al reino mágico, a Arcadis. Sostengo con todas mis fuerzas a mi hija envuelta en un manto blanco, el hombre con largo cabello y con traje de guerrero, me persigue por doquier, me escondo hasta que siento sus enormes manos posarse en mí con fuerza, queriéndome atrapar, detenerme. Huyo hasta pasar por todos los lugares que Sashel y yo vivimos momentos tan especiales juntos, partiéndome el corazón, no pudiendo correr más, cansada, sin piedad. Me arrastro como puedo con los pies ensangrentados y la ropa desgastada, aferrándome a proteger a nuestra pequeña, no pudiendo seguir viviendo así. Hasta encontrar el círculo de setas en el cual me quedo quieta, cerrando los ojos, esperando el paradero de nuestro caótico y a la vez, hermoso destino juntos, unidos como una familia sin importar nuestra limitada felicidad.

Escucho a alguien tocar la puerta de madera una y otra vez. Despierto acelerada con los ojos llenos de lágrimas, asustada y alterada.

Corro a abrir la puerta de la que es ahora mi casa, la luz natural me encandila, el viento es fuerte y a pesar de todo eso, lo reconozco enseguida:

—Sashel…—sin poder creerlo y aguantar un segundo más, me aviento a sus brazos a abrazarlo tan fuertemente, dándole entender lo tanto que lo extrañé en esa realidad paralela que se sintió tan natural, tan real. Tan parte mía, él tan mío, yo tan suya, tan nosotros.

—Me llamaste y aquí estoy—escucho su dulce y encantadora voz, me corresponde el abrazo, y su tacto me hace desbloquear nuevos recuerdos, a la par que escucho pequeñas campanas sonar, brillos resplandecientes.

Estoy yo intentando nuevamente que aparezca, esta vez lo logro, me asusto al verlo aparecer a un lado y me caigo con la canasta de flores al río, se avienta a rescatarme, terminando empapados, por lo que le doy ropa pueblerina, quedándole enorme. Hay más imágenes, jugamos en el lodo, paseamos por el césped, enseñandole más sobre el mundo humano, le leo libros, le enseño a usar los cubiertos, a cocinar, ama la azúcar, se embarra y se tropieza dondequiera. El sol le hace feliz, estamos debajo de un frondoso árbol el cual me llevó a conocer para conocer el orígen de su nombre. Paseamos por la cascada, reímos y nos resbalamos, cayendo tan profundamente que no puedo aguantar más la respiración, me rescata pasándome aire, me sostiene hasta la superficie y al lograr estabilizarme, reímos antes de besarnos intensamente, dando inicio a nuestra mágica historia de amor, pareciendo un cuento de hadas.

—¿Qué fue todo eso?—le pregunto conmocionada y observo su rostro brillante ante mí, sus bellos hoyuelos dibujándose en su rostro angelical. Usa ropa color blanco y tiene una alhelí amarilla en su cabello.

Me acaricia el cabello y me pone la flor en mi oreja, respondiéndome:

—¿Viste nuestro futuro juntos? Regresaste mi bella flor exótica de primavera y yo… He vuelto por ti.

F I N.

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