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〝•Final

–Quacks, ¿qué paso con tu carta, la que estabas escribiendo hace tiempo? Nunca me la mostraste.

Quackity se encogió de hombros, estaba ocupado pintando en un cuaderno con dibujos de mandalas, que eran bastante difíciles y con mucho detalle para el gusto de Luzu, pero al pequeño le gustaban, por eso se compraba cada vez que veía uno nuevo.

Era su último hobby, y tenían guardado todos los libros que había completado con el tiempo.

Luzu miró la hora, siendo las doce menos veinte, y suspiró, sabiendo lo que vendría.

– Quacks, ve terminando por hoy qué hay que dormir – murmuró, se acercó a él y dejó besos en sus mejillas y en su oreja.

– No quiero – dijo, sin dejar de mirar el cuaderno. – Me falta mucho para terminar, no puedo.

– Quacks, sólo por hoy, por esta vez, ¿puedes dejarlo un rato bebé? Te prometo que seguirá allí tal como lo dejaste.

Quackity negó.

– Por mí, vamos, por favor.

Se lo pensó un poco, y sabía que si insistía de esa forma era porque le resultaba importante al mayor, así que suspiró, cerrando el libro y guardando los colores.

– Muchas gracias mi amor – agradeció el castaño, sonriendo y besando su mejilla sonoramente, haciéndolo sonreír.

Se levantó para buscar un vaso con agua y la pastilla que debía darle.

Le rompía el corazón tener que hacerlo dormir con medicamentos para que no sufriera con los fuegos artificiales de Año Nuevo, pero no volvería arriesgarse a lo que había sido la única noche en la que había permitido que se mantuviera despierto.

Quackity era bastante tolerante a los ruidos, pero sí eran muy fuertes, como una lluvia torrencial con rayos y truenos, o especialmente, una noche donde un montón de idiotas se divertían explotando cositas para ver colores y formas que duraban menos de un segundo; se alteraba, demasiado.

Lo había comprobado una noche, dónde Quackity rogó que lo dejaran despierto una vez, porque quería saber lo que era Año Nuevo, y la fiesta, y los fuegos en el cielo.

Y con los pucheros lo habiá convencido totalmente.

Esa noche, al marcar las doce, sentados en el balcón, Quackity vió por primera vez los fuegos artificiales, y fue en cuestión de segundos para que comenzarán las explosiones fuertes y el amontonamiento de fuegos y ruidos.

Cubrió sus oídos con las manos y sintió su cabeza doler, creía que hasta iba a estallar, comenzó a gritar de dolor.

– ¡Quackity! ¡Quacks, ya!

– ¡Basta! ¡Lusu has que pare! ¡Basta! – comenzó a gritar mientras las explosiones continuaban, y Luzu no podía hacer nada por él, abrió la puerta del balcón para entrarlo y fue ese segundo que se alejó de él lo suficiente para que el menor fuera hacia la pared y comenzara a golpear su cabeza con fuerza.

– ¡No, no! – Luzu se había casi lanzado sobre el menor para abrazarlo, alejándolo de la pared, y Quackity intentó continuar golpeándose contra el hombro de su novio, hasta qué el castaño lo abrazó con fuerza para que no pudiera moverse de su pecho.

No pudo siquiera entrarlo, no pudo hacer nada por él, sólo sostenerlo allí, en el balcón, apretándolo para que no se golpeara, aguantando su llanto y sus gritos, sus ruegos llenos de dolor en búsqueda de paz y silencio, por alrededor de media hora que el último ruido se detuvo.

Cuando paró, Quackity respiraba agitado, seguía llorando y Luzu lloraba con él.

– Lo siento, Quacks, no volverá a pasar nunca más.

– No me... gusta... el Año nuevo... – murmuró mientras intentaba recobrar el aire.

A Luzu le dolía mucho tener que dormir a su novio con pastillas, pero le dolía más que sufriera como aquella noche

Así que le daba su medicamento, lo acompañaba hasta la cama y se quedaba a su lado, abrazándolo, hasta que se quedara dormido.

Eso hizo esa noche de nuevo, el menor cerró sus ojitos y durmió, sin escuchar ni un solo ruido proveniente de afuera.

Luzu, curioso y aprovechando su inconsciencia, buscó el cuaderno de Quackity, que estaba en su mesa de luz, buscando la carta que una vez el menor había escrito, la curiosidad lo comía.

Pasó un par de páginas y encontró las cosas más tiernas del mundo.

Quackity había dibujado todo lo que habían pasado, desde el regalo de la funda de celular, sus primeras flores, hasta el día en qué Quackity tuvo su primera crisis, y cada dibujo tenía una pequeña frase escrita del tipo "Lusu me ha regalado estrellas en una funda" , "Lusu se ve bonito con sus flores", "Lusu me abrazó hasta que deje de llorar".

Lágrimas comenzaron a caer por su rostro y sólo pudo limpiarlas y continuar.

Encontró la carta cuando vio el texto largo, simplemente supo que era aquello.

"Querido Lusu" – comentó, sintiéndose halagado.

"Te conocí al ver tu sonrisa, y una emoción nueva que desconocía apareció en mi corazón, y no sabía como lo hacías, aún no lo sé.

Me acerqué a ti porqué quería saber quién eras, porque sentía confianza contigo, porque me mirabas a los ojos, porque me dabas atención, porque algo me pegaba a ti.

No sabía que era, no sabía que sentía, no sabía quién eras para hacerme sentir eso.

Me enseñaste que es amor.

Era amor.

Todo este tiempo.

Tú eres amor, y yo soy amor.

No puedo decirlo, no me salen bien las palabras, pero yo soy tuyo y tú eres mío, el amor es más que eso incluso, el amor es elección, y yo elijo ser tuyo, y sé que eliges ser mió, porque sino, te hubieras ido hace mucho.

No puedo hablar mucho, me trabo, las palabras se van, desaparecen, en el papel las puedo acomodar mejor, me ha costado días ir escribiendo esto.

Gracias por no irte nunca, espero que te quedes mucho tiempo conmigo.

Espero mucho que te quedes porque te amo.

Y quiero estar contigo más que nunca, para siempre, quiero tener mi final feliz contigo

Por eso, ¿podemos casarnos? "

Con el ruido de los fuegos artificiales en su máximo esplendor, terminó de leer aquella carta que Quackity había escrito muchos meses atrás, más de un año antes, Luzu rió y sus lágrimas caían por sus mejillas, se tomó su tiempo para borrarlas y para aclararse un poco, al pasar a la otra hoja, no pudo evitar soltar una carcajada.

Quackity había trazado su mano, y había dibujado un anillo de oro con diamantes, idéntico al suyo, en su dedo.

Abajó, decia: "Lusu arruinó mi sorpresa, se adelantó".

Cerró el cuaderno, sintiendo que ya había visto demasiado, sintiendo que estaba más que conforme y más que seguro.

Lo dejó en su lugar y se volteó hacía el durmiente Quackity, seguirá así hasta la mañana siguiente, así que se acomodó a su lado, acurrucandose contra su amor, tomando su mano y acariciando el anillo de su pareja.

– Te amo, Esposo – murmuró, dejó un beso en su mejilla, antes de quedarse dormido junto a él.

Lamento haber dejado la historia un poco abandonada, la dejé por cosas personales, ¡pero al fin la terminé!

Gracias a los qué la leyeron, las demás historias seguirán en curso de igual manera.

CHAUUUU LOS QUIERO

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