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Capítulo cinco

Lisa y Jennie eran novias, algo que todos sabían, algo tan obvio y esperado, ninguna de las dos tuvieron que aclarar, ninguna tuvo que preguntar nada, sólo lo eran y punto.

Lisa aprendió esa palabra unos meses después, y cada vez que alguien se le acercaba a Jennie con otras intenciones (porque ella no era ninguna tonta como para no darse cuenta) sólo tenía que ir, abrazarla, mirar a la cara a quien sea el sujeto, y decir "Jennie es mí novia" y esperar a que se vaya.

No lo había hecho muchas veces, con suerte habrán sido tres o cuatro, pero debía admitir que le parecía divertido y solía ponerse muy feliz cuando se iban.

Paseaban de la mano juntas, se besaban, se decían apodos lindos, se entendían y se apoyaban la una a la otra siempre.

Incluso, a sus veintitrés años y a los veintiuno de la menor, cuando Jennie terminó su carrera de Terapia Ocupacional, Lisa estaba con ella en su acto de fin de año, y fue ella quien me entregó el diploma, subiendo al escenario, sintiéndose útil e importante por entregar un papel enrollado, estaba sonriendo mucho.

—Todo esto es gracias a ti, Lili, no hubiera hecho nada si no te conocía —le dijo, allí mismo, haciendo que se ruborizara mucho.

Y ya no se golpeaba cada vez que sentía el calor en sus mejillas, no desde que había aprendido qué era.

Un día, mucho tiempo antes de aquel día, se encontraban las dos solas, Lisa estaba en un muy mal día, había despertado sin ganas ni energías de nada, no tenía paciencia, no quería ver a nadie, no quería hablar con nadie, así que solo se había echado en la cama, con Jennie a su lado, mirando el techo.

Jennie sabía que su novia no estaba de humor para hablar, así que solo se recostó a su lado, le pidió permiso para poner algo de música suave y se acurrucó contra su cuerpo.

Al cabo de un rato de música, Lisa se sentía algo mejor, la música la distraía, y se dejó mimar por Jennie, se relajó y se sintió algo somnolienta, por lo que se giró sin decir nada y comenzó a besarla, tomando sus mejillas, insistiendo sobre sus labios hasta sentir sus pulmones pedir aire.

Jennie notó que quería más, y con una sonrisa llena de confianza decidió ser más intensa, colocándose sobre su cuerpo, con sus brazos a cada lado de su cabeza, la besó con profundidad, recorriendo con su lengua la cavidad bucal de la menor por primera vez, con lentitud en un principio, sin querer agobiarla de golpe, luego fue buscando que Lisa respondiera, cosa que esta entendió y acabaron en un cómodo baile de labios y lenguas, sintiendo calor y más calor, con suspiros y pequeños gemidos, hasta que fue demasiado y Lisa no soportó nada más, apartándola de un brusco empujón y saliendo de la cama a hacerce bolita en un rincón del cuarto, mientras sus manos golpeaban sus mejillas con fuerza para apagar tanto calor y esa sensación que crecía en su pecho y no se iba. Sólo podía pensar en lo bien que se había sentido todo pero no sabía qué era, y por eso se frustraba.

—Lisa, Lisa, no te golpees, ya —tomó sus muñecas y las apartó de su rostro, pero ella necesitaba de algo que la hiciera dejar de sentir tanto eso que desconocía, así que comenzó a golpear su cabeza contra la pared que estaba detrás suyo—. ¡No, no, Lisa!

Jennie la apartó de un empujón y tiró de ella para que quedara sobre su pecho, la abrazó contra su pecho con fuerza.

—Nada de golpes, lejos de la pared, eso no se hace.

La escuchó llorar y quejarse, sus manos se apretaban y sus dedos se retorcían en frustración.

—Lo siento si no te gustó, Lisa... —no encontró ningún indicio de que Lisa la estuviera escuchando—. Lisa, mírame, escucha.

Lisa asintió para demostrar que si le estaba prestando atención, pero toda su ansiedad y frustración no la dejaban mirarle.

—No lo volveré a hacer, ya está, ya pasó, no te gustó, no se hace, punto —dijo en voz firme, y la rubia negó.

Le había gustado, quería hacerlo de nuevo, quería continuar, estaba al tanto de todo lo que había pasado, no le había molestado.

Le molestaba no saber qué era lo que hacía su corazón acelerar, qué era lo que hacía sus mejillas rojas, que impulsaba la electricidad que corría por su cuerpo cuando Jennie la besaba, qué era eso que la llenaba completamente.

—Ven, ven —la acomodó para que le mirara, teniéndola en brazos como un bebé, sus ojitos cargados en lágrimas la miraron—. Ya está, ya pasó, no volverá a suceder.

—No, no —negó.

—¿No qué?

—Quiero, me gustó —al decir aquello sorprendentemente se sintió más calmada.

—¿Te gustó en serio, Lisa? —preguntó para estar segura, y la menor asintió—. ¿De verdad? —volvió a asentir—. ¿Entonces por qué reaccionaste así?

Lisa tocó su pecho, sobre su corazón, su mano siguió recorriendo su pecho, subió por sus clavículas, bajo hacia su estómago, volvió a su cuello y termino en sus mejillas.

—Cosa, siento algo —murmuró.

—¿Sientes algo? —preguntó Jennie, con cierta gracia, a lo que la otra asintió—. Pues es bueno saberlo, me dolería que no sintieras nada, bebé.

La miró y Jennie sonrió ampliamente, llena de ternura, de su linda Lisa confundida por una sensación bonita, la misma que ella tenía.

Y de nuevo esa sonrisa volvía a hacer su efecto, volvió a sentir lo mismo, se confundió otra vez, soltó un quejido y colocó su mano en su corazón, golpeando con su palma al ritmo de sus latidos, Jennie la tomó para que no se lastimara.

—Ese, ese.

—¿Ese qué?

—Ahí, otra vez, lo mismo, es lo mismo —intentó explicarse, sus ojitos rogaban que y entendiera.

—Lisa, se llama "amor"—tomó sus mejillas y limpió un par de lágrimas que habían escapado—. Es amor, estás enamorada de mí, por eso sientes esas cosas cuando me miras, cuando estás conmigo, o cuando piensas es mí.

—Era amor —murmuró, con algo de alivio.

—Si, bebé.

—¿Es malo? —preguntó.

Jennie negó, con una gran sonrisa.

—No, bebé no es malo, es muy bueno, es excelente. Y yo siento lo mismo que tú, las dos sentimos amor así que voy a entenderte siempre, voy a estar contigo, estamos juntas en ese sentimiento, Lili, no estás sola, podemos pasarlo juntas y no golpear nada.

Lisa la miró un momento y Kim se mantuvo callada esperando una respuesta.

—N-No sabía... Qué era.

—Ahora lo sabes, bebé, dime, ¿qué era?

—Amor.

—¿Y qué dices con el amor, Lili?

—Te amo —respondió, con una sonrisa, mientras sus dedos jugaban con los de la otra.

—Yo también te amo, mi linda Lisa —prosiguió a llenarla de besos hasta que Lisa rió y se sintió mejor, olvidando sus golpes.

Desde ese día, Lisa sabía lo que sentía al verla, y no se preocupaba por la emoción que le recorría, le gustaba y ya tenía un nombre.

Cada tanto, cuando sentía mucho amor, y se emocionaba, repetía constantemente esa palabra, diciendo una y otra vez "Amor" en una vocecita alegre que a Jennie le encantaba y terminaba riendo de ternura.

—¿Qué escribes, amor? —preguntó Jennie, dejando un beso en su mejilla viendo la letra perfecta de su novia en el papel, mientras seguía escribiendo.

—Es una carta —dijo, y no dejo que la leyera, así que la castaña no insistió.

La tailandesa comenzó a hablar más con el paso del tiempo y de su relación, Jennie la llenaba de amor y de confianza, la pequeña comenzó a tenerle gusto a probar cosas nuevas, a intentar una y otra vez, porque le encantaba la sensación que le inundaba cuando su novia la felicitaba con toda honestidad.

Mejoró muchísimo en muy poco, Moonbyul estaba encantada y orgullosa.

—Está mejorando porque quiere ser parte del mundo, esta vez tiene un interés y es estar contigo, Jen —dijo la pelimorada, casi se le caían las lágrimas.

—¿Por qué lloras, tonta? —pregunta con algo de risa, la abrazó sin dudarlo.

—Porque crecen muy rápido... Conozco a Lisa desde hace años y ahora... Mírala, está tan feliz y conectada al mundo... —la señaló, por primera vez en su vida, Lisa había ido a comprar un algodón de azúcar sola, y claro que estaba siendo vigilado por su novia y su terapeuta.

Era algo simple para cualquier persona, pero era algo enorme para Lisa, y lejos de estar nerviosa, estaba emocionada. Fue con toda la confianza del mundo.

Se había fijado a ambos lados antes de cruzar la calle, aunque no era muy concurrida, por eso le habían dejado ir sola, había ido hasta el carrito, hablado educadamente, pidió especialmente el que era de color azul, le entregó el dinero y volvió a cruzar la calle mirando a ambas lados de nuevo, Jennie la recibió con un abrazo enorme y la felicitó por su logro. Lisa se sintió tan bien que comenzó a reír.

Kim consiguió trabajo en una escuela, ayudando a los niños con inclusión, los acompañaba un rato cada día, y tenía una oficina donde podían ir en busca de ayuda si necesitaban, a demás de ella, había otra mujer llamada Roseanne, quién se hizo amiga de ella rápidamente, y se dividieron los alumnos de la escuela para tratarlos mejor a todos.

—¿Por qué decidiste estudiar Terapia Ocupacional, Jen? —preguntó Park un día, había preparado café para ambas y se estaban tomando media hora de descanso, ambas en la oficina de la escuela.

—Mí novia tiene autismo, y ella siempre me gustó bastante, así que quise estudiar algo que me sirviera para su vida, y para la mía, para lo que hagamos juntas también.

Rosé sonreía ampliamente.

—Qué lindo, algún día quisiera conocerla, no es muy común que alguien salga con, ya sabes, una persona algo diferente.

—Se pierden muchísimo, son un amor, no cargan ni un gramo de maldad en su cuerpo, y les encanta tanto estar con alguien que sepa comprenderles, no tienen desperdicio. Y como plus, Lisa es especialmente adorable, más que cualquier otra persona que yo haya conocido, mira que no todos dan ternura, pero ella sí. Ojalá pudiera traerla a la escuela, pero es que odia este lugar, cuando me viene a buscar hace un gran esfuerzo.

Lisa no soportaba la escuela, no le gustaba los salones ni la gente.

En su juventud había ido a una escuela especial, era ella con otros diez chicos en un salón con dos profesores capacitados para tratarlos, y estaba con otros chicos con sus propios problemas, no eran solo autistas.

Había aprendido a leer, escribir, sumar y restar, en su momento también algo de multiplicación y división, había visto algo de ciencia, biología y demás, pero no era igual a una escuela normal.

Trataban temas de vida, enseñaban sólo lo que necesitaban para vivir y ser independientes, no trataban temas como binomios en Matemáticas, o literatura griega en clase de Lenguaje, ni muchos menos compuestos químicos, fuerzas y circuitos eléctricos en Química o Física.

Ellos aprendían cosas útiles.

Jennie había hablado con el padre de Lisa y con Moonbyul, para preguntar si era buena idea que esta trabajara, ellos estuvieron más que de acuerdo, su pequeña merecía independencia, hacer las cosas por sí misma, ser parte del mundo, obtener un salario y poder mantenerse, o al menos en parte, porque estaba junto a Jennie y con su familia para todo lo que quisiera.

Tenía la suerte que Rosé le había comentado que una conocida suya iba a abrir un pequeño supermercado, y necesitaban a alguien para acomodar los productos.

—Ser repositora es fácil, tienes que cargar un par de cosas, pero principalmente es acomodar todo por la mañana y después ya se termina. Las personas con autismo tienen esta obsesión con la perfección, y el orden, nunca pueden dejar una tarea a la mitad, que la volvería lo más apto para el trabajo.

Era un detalle pequeño pero muy fuerte, para los que eran como Lisa, a la hora de una tarea deben empezarla y terminarla, dejarla a la mitad los estresa demasiado, tomar un descanso o una pausa no existe para ellos, son meticulosos y regulares.

Jennie la acompañó en su primer día, y la dueña de la tienda, una mujer bastante graciosa
llamada Haseul le tuvo paciencia y consideración, se tomó su tiempo para ganar su confianza.

Para el final del día, Lisa se sentía lo suficientemente bien con su presencia que podía mirarla a los ojos, en los últimos años, gracias a su avance podía confiar más en las personas.

Consiguieron un departamento para las dos y pudieron vivir juntas, cuando Lisa conoció el lugar por primera vez había comenzado a correr por toda la casa y Jennie la veía con gracia mientras dejaba las cosas de ambas en el suelo.

—¡Baño! ¡Cocina! ¡Mesa! —la rubia estaba emocionada y nombraba cada cosa que veía. Kim sonreía con ternura—. ¡Balcón!

—¡Al balcón no!—dijo, y soltó la caja para correr detrás de ella y abrazarla por detrás antes de que llegue a tocar el barandal de metal del modesto balcón.

—Es muy alto.

—Si, por eso no te acerques —susurró, y la dio vuelta, la menor volvió entrar a la casa corriendo.

Jennie se quedó suspirando algo agitada, con el corazón acelerado, preguntándose por qué un departamento en el séptimo piso fue lo único que pudo conseguir.

—¡Jennie, tiene una cama grande!

Sonrió y fue hacia el dormitorio donde Lisa miraba la cama tamaño matrimonial con una sonrisa.

—¿Para qué es?

—Para hacer hijitos —respondió con gracia, a lo que Lisa no entendió bien—. Para dormir juntas, bebé.

Era la primera vez que la tailandesa veía una cama grande para ambas, normalmente, se arreglaban para estar las dos en una individual, pero estaba abierta a los cambios.

Se quitó los zapatos y se arrojo a la cama, Jennie fue con ella y rápidamente la menor se acomodó sobre su pecho, abrazándola.

—¿Te gusta? —Lisa asintió—. ¿Quieres quedarte conmigo para siempre? —volvió a asentir—. Bien, te tengo un regalo entonces.

Lisa la miró mientras buscaba en el bolsillo de su pantalón una pequeña cajita, al abrirla había dos anillos.

—Quiero que lo cuides muy bien, Lili, no sólo porque es de oro y me costó mucho, sino porque este anillo representa lo que hemos pasado, representa nuestra unión, me representa a mí y a ti, y también representa que lo nuestro va a ser eterno, y que cuando seamos viejitas y estemos arrugadas... Seguiremos juntas, para toda la vida —dijo, colocando el anillo en su dedo—. Con este anillo te digo que te amo, y que te amo para toda mí vida, hasta que la muerte nos separe.

Lisa sonrió al ver qué tenía brillitos y que al moverlo estos deslumbraban.

—Tiene estrellas —dijo.

—Tiene estrellas, sí —Jennie no le iba a decir que eran diamantes, ya que lo iba a cuidar muy bien si pensaba que eran estrellas.

Lisa tomó la cajita y sacó el que quedaba, que no tenía estrellas, y era más simple, se entristeció un momento pero sabía que Jennie le dejaría el más especial para ella y sonrió sintiéndose mimada.

Igual que la mayor había hecho con ella, colocó el anillo en su dedo.

—Ahora nos declaro esposas —pronunció Lisa, con una sonrisa. Jennie no se lo esperaba.

—Sabías que eran de matrimonio —dijo, con una risa—. Adivinaste, bebé.

—Los anillos son de matrimonio —habló en tono obvio.

—Eres tan inteligente bebé —besó su mejilla de forma sonora y la hizo sonreír—. ¿Te gustan?

Lisa asintió con ganas y llena de emoción, le gustaba, claro que sí.

Fue hacia ella para abrazarla por el cuello y besarla, se separó sólo para decir un "Te amo, esposa" y después volver a ellos.

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