Epilogue: Sapphire.
Beverly Stark:
El vaso de cristal se deslizó por mis dedos y acabó por hacerse trizas en el piso de madera, haciendo que los pedazos saltaran en todas las direcciones posibles, emitiendo así un tintineo desagradable que se expandió por toda la cocina.
—Desgraciado.
—¿Desgraciado?
Di un respingo, espantada, y me llevé una mano al pecho mientras giraba sobre mis talones.
—¡Señorita! —exclamé en voz alta y tremulosa por la impresión. Morgan me dedicó una sonrisa de lo más inocente—: ¿Por qué repites lo que digo?
—Porque papá dijo que todas las malas palabras las habías inventado tú. Si tú las dices, ¿yo no puedo? —preguntó, empleando un tono de voz sumamente cándido.
Apreté los labios, pues tenía que hallar una manera de esconder la creciente sonrisa que empezaba a tironear en las comisuras de mis labios. En mi estómago rebulló algo muy parecido a la emoción y las ganas de carcajearme.
—Yo las inventé, son mías. Inventa las tuyas.
—Qué maleducada —achicó los ojos y cruzó los brazos.
—¿Qué pasó en este piso? —inquirió Happy con extrañeza. Atravesó la sala para llegar a la cocina con el ceño fruncido—. ¿Morgan partió un vaso?
La niña lo miró mal.
—No fui yo.
—Fui yo —suspiré. Le eché un vistazo curioso a Happy—. ¿Por qué bajaste solo?
Happy dejó escapar una bocanada de aire y negó con la cabeza de forma desganada.
—Porque él todavía no se ha vestido. Sigue dándole vueltas a la habitación y dice que no se va a poner la corbata que le escogí, ¿puedes creerlo?
—Increíble —farfullé—. A esta hora ya debería estar vestido, ¡listo! ¡Ay, mira que hora es! ¿Qué le das de refrigerio a una banda de treinta, o más, superhéroes?
Happy se encogió de hombros.
—Primero resuelve el asunto de la corbata.
—Tienes razón —lo apunté con el dedo—. ¿Puedes llevar a Morgan con Halley? Me parece que también tiene a Grant.
El hombre del traje negro asintió, diligente.
—No te apures, Bevs. Yo me encargo, ve tranquila.
Le sonreí sin mostrar los dientes de la manera más honesta posible antes de echar a andar por las escaleras hacia arriba.
Tuvo que haber advertido que me acercaba, porque mis zapatos no hacían ningún trabajo por hacerme pasar desapercibida, y por eso encontré la puerta de la habitación abierta cuando llegué al final del largo pasillo. Me estiré el ajustado vestido negro y miré, por no más de cinco segundos, mis pies. Luego, me recosté del umbral de la puerta y crucé los brazos sobre mi pecho.
—Explícame por qué maldita sea no estás listo todavía —exigí con las cejas alzadas.
—Señora Stark —murmuró Tony, haciendo el mismo gesto que yo. Me dedicó una sonrisa torcida antes de añadir—: Tienes una boca muy bonita, ¿por qué no la usas para algo mejor?
Capté el sentido oculto detrás de sus palabras y, sintiéndome muy emocionada, no pude evitar seguirle la vuelta.
—¿Tienes alguna idea que me quieras dar?
—Creéme que tengo bastantes.
Se me escapó una sonrisa gigantesca, del tamaño de la que esbozaba el Gato de Chesire, y acabé mordiéndome el labio inferior en el proceso. Mi esposo avanzó a paso lento por la habitación, hasta poder tomarme de la cintura para que yo subiera los brazos y los envolviera alrededor de su cuello.
Había empleado la misma combinación exacta de palabras el día que nos conocimos, pero esta vez tenían un efecto diferente.
Se sentían como unos muy largos ocho años desde ese primer momento, y la verdad es que las circunstancias habían traído esa consecuencia consigo. El pasado se sentía pesado cuando tomábamos en cuenta todas la grietas que se habían abierto, los tornados que tuvimos que soportar y las veces que acariciamos la muerte. De esa última habían sido muchas. Pero todo eso nos había traído hasta aquí, ¿no? Incluso ahora mismo podía considerar esto como un milagro completo. Porque eso tenía que ser, un milagro. No existía otra forma de describir esto, porque se trataba de algo que no comprendíamos, simplemente pasó. Al menos en una punta, la muerte no había vencido.
Mi corazón era un desastre, sin duda alguna, pero poco a poco las cosas comenzaban a asentarse. Todo era con pasos pequeños, nada demasiado grande.
La batalla contra Thanos nos había dejado a todos rotos de alguna manera, así que cada quien tenía que encontrar la forma de sanarse. A pesar de la ola de júbilo y alegría que envolvía al universo en general, por haber regresado a lo que era antes, todavía habían pequeñas gotas grises que eclipsaban el panorama. El de nosotros, sobretodo.
No solo habíamos peleado la guerra más grande de todas, también habíamos atestiguado pérdidas monumentales, no solo para nosotros sino para el universo completo. Es cierto que un triunfo no puede sentirse enteramente así cuando se pierde algo en el camino, pero también estaba segura de que nosotros éramos quienes más lamentábamos todo lo que había sucedido. El universo estaba de fiesta, fuera de aquí las personas estaban felices y tenían muchos motivos para estarlo, pero hay que rendirle honor a quien honor merece, ¿verdad? Eso era lo que tratábamos de hacer.
Esa noche, yo había entrado en un estado de shock demasiado profundo para decir a ciencia cierta cómo había sucedido todo. Lo que recordaba eran vistazos inconclusos que realmente no construían demasiado, pues mi cerebro se había enfocado mejor en rememorar con suma intensidad las situaciones trágicas, una a una, no lo que pasó después. Pero todos los demás —o en su mayoría— sí estaban conscientes de lo que acaecia, y por eso tanto Tony como yo podíamos hacernos una idea a los momentos que le siguieron al chasquido de sus dedos después del sacrificio de Victoria.
Resultaba que, después de todo, Amethyst tenía razón cuando dijo que solo Crystal podía hacer algo. La sirena había conseguido todo lo que Althea, Cyrano y Amethyst buscaron: destruir a Bacchus y también el collar, pero eso le había costado la vida de una manera muy dolorosa. Nos había salvado a todos, había librado nuestro linaje de milenios enteros de maldiciones, pero había tenido que entregarse ella misma como seguro de que todos quedaríamos en plena libertad. De que nuestros hijos estarían a salvo y jamás tendrían que sufrir los trágicos episodios que cada una de nosotras, individualmente, atravesó a lo largo de la vida. Ella hizo todo eso y más. Después de conseguirlo, la explosión de luz que generó el impacto se transformó en una llamarada espectral que blandió su fuego por un largo rato antes de apagarse y volverse cenizas. Pero cuando el fuego cesó, la brasa se alzó y, tras el destello de luz de un rayo, todo volvió a cambiar. Muy pocos segundos después de ese acontecimiento, los signos vitales de Tony volvieron a la vida. Las gemas se desprendieron por sí solas de su mano y todo el daño que había recibido el lado derecho de su cuerpo comenzó a sanar de manera muy lenta, pero perceptible.
Nadie lo decía en voz alta, pero yo sabía que había sido ella.
Tony hizo muchísimo por Crystal y a mí no me cabía la menor duda de que él representaba algo muy sustancial en su vida —más aún porque yo misma la había escuchado decirlo. Pero es que así era ella, ¿no? Dispuesta a soportar el golpe para que sus seres queridos no sufrieran. Soportó el golpe y recibió toda la culpa cuando Thor cayó en un profundo estado de depresión, se responsabilizó por el primer triunfó de Thanos y el chasquido, tomó la delantera en todo el asunto de la profecía y, personalmente, la arrancó de raíz. Ella siempre había sido mucho más poderosa que cualquiera de nosotras, pero también había sido la nunca dejó de luchar, por mucho que le doliera.
Crystal había hecho su sacrificio, de la misma manera en la que lo hizo mi hermana, y ninguna de las dos había regresado.
Mi hermana... dio su vida por la mía y no creo que eso sea algo que yo pueda perdonarme fácilmente. Porque pudo haber tenido un final distinto, pudo haber sido diferente si yo hubiera sido más rápida, si no hubiera tardado tanto en reaccionar, si mis sentidos no se hubieran apagado, si lo hubiera visto venir un poco. Yo había crecido sola, para después conocerla a ella, considerarla mi amiga y enterarme de que era mi hermana. Incluso desde el principio, antes de conocer todo el trasfondo de nuestra historia, ella había sido mi roca, mi brújula de orientación, la que me mantenía los pies sobre la tierra. Incluso antes de que yo la conociera, ella ya me lloraba, me recordaba y sufría por mí. Ella siempre supo mucho más que yo, pero eso no minimizaba todo el amor que le tenía. Era a lo único a lo que podía aferrarme con seguridad en todo es mundo retorcido y loco que representaba lo que éramos y de dónde veníamos, y ahora no estaba. Peleábamos, discutíamos, éramos muy diferentes en todos los sentidos, pero nos cuidábamos la espalda. Nadie me entendió jamás tan bien como ella. Y ahora no estaba.
Mi Victoria se había ido y se había llevado una buena parte de mi corazón con ella.
Pero era tan difícil sentirse completamente desdichada sabiendo que Tony estaba aquí, que la había librado. Una vez más mi corazón se dividía en dos: entre el dolor y el alivio, pero ahora se sentía muy diferente. Me dolía saber que Victoria y Crystal no estaban, pero hallaba un poco de consuelo en el pensamiento de que todo lo que hicieron fue por esto. Por traer a todos de vuelta, por acabar con la profecía, por terminar con Thanos y todo lo relacionado a las gemas. Su voluntad había sido tan grande que consiguieron sus deseos. ¿Los precios fueron altos? Demasiado, pero así era esta vida que escogimos. Y ellas eligieron sus caminos, y si las conocía de algo podía estar segura cuando decía que ambas se encontraban bien, que lo que más ansiaban era que nosotros también pudiéramos encontrar tranquilidad en todo esto.
Pero ahora, aquí, habían más cosas por hacer.
—¿Por qué no te has terminado de arreglar? —le pregunté de nuevo, esta vez en voz bajita y rozando mi nariz con la suya mientras enredaba los dedos en su cabello. Tony pasó sus manos de mi cintura hasta mi espalda y presionó suavemente—. Empieza a llegar la gente.
Depositó un corto beso sobre mis labios y suspiró, haciendo que su aliento me golpeara el rostro con calidez.
—Porque trato de encontrar el traje que me regaló Victoria la última Navidad.
Escondí mi cabeza en el hueco de su cuello y apreté los dientes. Mi corazón se aceleró mucho ante la contestación, por lo que tuve que hacer un esfuerzo tremendo por no romper la poca calma que había adquirido en las últimas horas.
—Bueno... —murmuré con dificultad, incapaz de agregar otra cosa—. Solo... baja, ¿si? No tengo idea de dónde está Edward, por favor búscalo antes de salir.
Mi esposo asintió levemente y me besó la frente con delicadeza.
—Cinco minutos —me aseguró.
Asentí de vuelta y me apresuré en salir de la habitación, bajar las escaleras y llegar hasta el jardín. La cantidad de personas que habían era impresionante.
Venían a celebrar lo que había hecho Tony con las gemas, la manera en la que desvaneció a Thanos y a su ejército completo, pero también venían a rendirle honores a Victoria. Thor no había dejado que nadie hiciera algo llamativo por Crystal, por lo que entre todos decidimos respetar su voluntad, después de todo era él quien tenía los derechos sobre eso. El rubio quería despedirla en Nuevo Asgard, cerca del océano, y allí estaríamos cuando decidiera que era el momento para hacerlo, solo nosotros. Él no quería a nadie más cerca de su sirena, solo los que habíamos pasado los últimos cinco años de su vida a su lado, y eso era lo que íbamos a hacer.
Mientras tanto, el resto se acercaba a dar las gracias al hombre de hierro y a pagar una última despedida a la super mujer. Y es que era imposible negarse a que se acercaran a la lápida de la castaña siendo que todo el mundo la conocía, de la misma manera que ahora pasaba con Tony.
Llegué al jardín y empecé a recorrer la instancia con la vista.
Cerca de la linde del terreno, rodeada de una buena cantidad de materos repletos de girasoles, se hallaba el pequeño pero significativo monumento que Steve, Thor, Natasha, Bruce, Clint y Tony habían construido desde cero la noche anterior. No era una lápida en todo el sentido de la palabra, ni mucho menos una tumba, era solo un cuadrado de mármol en el suelo, rodeado de girasoles, que ponía en una bonita letra cursiva: «Siempre sagrada». Habían escogido de manera muy minuciosa el lugar en el que lo iban a poner, sobretodo porque a eso lo acompañaría su tiara y su espada, y acabaron decidiendo que el mejor sitio para hacerlo era en el que ella podía pasar horas viendo las flores. Desde que Tony compró esta casa, ese era el lugar favorito de la castaña para mirar, dónde llegaba la luz del sol e iluminaba las flores de la manera más bonita.
Ahora podía referirme con más claridad y exactitud hacia todos los presentes, pues había memorizado sus nombres para no ser presa de la confusión otra vez.
Samantha Wayne estaba de pie cerca del lago, manteniendo una conversación con Clint, Laura y su manada de hijos. Aún estaba impresionada por lo mucho que habían crecido desde aquella primera vez que los vimos cuando ocurrió lo de Ultron, y mi amigo se veía tan feliz de tenerlos a todos de vuelta que su ánimo era contagioso. A una distancia no muy lejana a ellos, Wanda y Navah Larsen tenían la vista fija en el lago, con las manos entrelazadas mientras intercambiaban palabras en silencio y con expresión tristona. Ambas habían pasado gran parte de los años de fugitivos con Victoria, así que esto también les llegaba de una manera personal.
Scott Lang, Silena Vassos, Hank Pym y Janet y Hope van Dyne estaban más cerca de las escaleras de la casa, y su conversación rodeaba a dos muchachas que seguro rondaban la edad de Vera. La primera era la hija de Scott, Cassie Lang, y la segunda era la hermana menor de Silena, Alessandra Vassos. Aquellas cuentas no me cuadraban mucho, ¿pero quién era yo para juzgar?
Los guardianes también estaban aquí. Peter Quill, Nebula, Rocket, Calypso Auberon, Groot, Drax y Mantis se arremolinaban entre sí mientras sostenían una tertulia bastante casual cerca del sitio en el que su ostentosa nave se hallaba estacionada. Especialmente Peter y Calypso se veían un poco aprensivos, pero eso no impidió que este tuviera un brazo alrededor de la cintura de la morena y que ella estuviera descansando su cabeza sobre su hombro. Era bonito ver que ellos también se encontraban mejor.
Amethyst estaba hablando con Vera en una de las mesas que estaban del otro lado del lago. Vera se había mostrado un poco renuente al principio de todo esto, pero Steve y Natasha habían conseguido convencerla de que se acercara un poco a la Diosa del Tiempo, que después de todo era su madre biológica, la que le había dado la vida. Pero no disfrutaba mucho quedarse hablando sola con ella, así que Peter y su tía, May Parker, estaban con la niña mientras que la hermana de mi madre le contaba algunas cosas y mantenía una charla amena con ella. El castaño estaba abrazando a la pelirroja para que esta no pudiera olvidar que él estaba allí y no se hallaba sola.
Una situación bastante similar tomó lugar en las mecedoras que se encontraban junto a los árboles del lado norte, a unos cuantos metros de donde se extendían las tiendas de acampar de Edward y Morgan. Stephen Strange y Harper —porque Makenna ya había cedido el control por completo— hablaban en voz baja y sin mirarse. Lo único que los tenía considerablemente cerca era Rachel, la pequeña bebé que reposaba sobre las rodillas del hechicero y estiraba las manos cada tanto para alcanzar el rostro de la bruja. Rochelle, la madre de Harper, su esposo Hamilton y Wong también estaban allí. La castaña tenía problemas para comprender lo que estaba sucediendo con ella, pero era paciente y dejaba que todo el mundo le explicara algo y le hablara de ella. Aún no se había acercado a hablar conmigo, supongo que por la manera en la que toda esta situación me envolvía, pero no habían prisas por hacerlo. Strange estaba haciendo un trabajo excelente al ayudarla a orientarse, y Harper se veía tranquila cuando estaba cerca de Rachel. Puede que su mente no recordara nada, pero su corazón aún sentía de la misma manera que en el pasado, y ese era el paso más grande de todos.
Divisé a mis abuelos en compañía de Happy, Rhodey, Natasha, Halley, Morgan, Grant y Edward en los sillones del interior de la casa. Mis abuelos apenas estaban dándose abasto con todo lo que sucedió, pero se veían de lo más complacidos con ver el estirón que habían dado Edward y Grant, así como también con la inclusión de Morgan a toda la historia.
La familia real de Wakanda y Hiron también había venido. Toda la sucesión de la realeza, encabezados por la reina Senna de Hiron y el rey T'Challa de Wakanda, estaban un poco más alejados del gentío y sus posturas eran mucho más formales que las del resto. T'Challa y Sage estaban entrelazados entre sí, mientras que Senna, Shuri, Atenodora Hirose y Okoye hablaban con ellos de algún tema en particular. Todos estaban tan perfectamente arreglados que era imposible ignorar la naturaleza real que los envolvía como un aura.
Carol Danvers y Shannon Stryder estaban junto a Nick Fury y Maria Hill, también en el interior de la casa, y estos parecían estar poniéndose al día con las brillantes mujeres del espacio. A juzgar por la expresión en el rostro de Fury, Carol estaba dándole todo un informe detallado de lo que hacía sucedido en su prolongada ausencia de cinco años.
Steve estaba cerca del monumento, acompañado por Sam Wilson, Bucky Barnes y Clara Caillat. El rubio no tenía ninguna expresión en el rostro que denotara sus sentimientos, pero no había que indagar mucho encima de esa coraza para adivinar lo que sentía. Estaba hablando con ellos pero sus ojos estaban fijos en los movimientos de Vera. Y es que había una correlación bastante interesante sobre esto, el por qué miraba a Vera y no a Grant. Porque mientras que Grant estaba perfectamente a salvo con Natasha y Halley, la pelirroja se hallaba en una zona insegura con Amethyst. A Steve no le agradaba nada la Diosa del Tiempo y eso se podía entrever a millones de años luz de distancia.
Me pregunté dónde estaban Thor y Eyra, pero no pude seguir mirando porque dos personas se metieron en mi campo de visión.
Me sorprendí mucho de verlas y estuve segura de que eso se reflejó en todo mi rostro y en el tono de mi voz.
—¿Jess? ¿Kate?
La rubia de cabello alborotado, Kate, me dedicó una sonrisa un poco avergonzada. Pero la de cabello azabache, Jess, esbozó una mueca bastante familiar en ella; la sonrisa propia suya cargada de socarronería.
—Volví de la muerte pero no soy ningún fantasma, Beverly —dijo Jessica Chang, con un suave movimiento de cabeza.
Kate Brooklyn torció los ojos.
—Ha estado haciendo ese chiste desde que volvió. Me recuerda por qué no la extrañé tanto cuando desapareció.
—No puedo creer que estén aquí —solté en un murmuro bastante imperioso, con el ceño fruncido.
—Sí, bueno —Jess se encogió de hombros—. La noticia se expandió rápido, y aunque haya pasado el tiempo sigues siendo tú, Bevs. Queríamos ver cómo estabas, darte las condolencias.
—Exacto —convino Kate—. Sabemos que no tuvo que haber sido nada fácil lo que viviste, y todo lo que tú y tu familia y todos los Vengadores hicieron por el mundo, por el universo. Queríamos estar aquí para ti.
Se me cayó la mandíbula, anonadada por completo.
Aquello me hizo sentir muy mal, porque yo había pasado totalmente de ellas desde que comenzó mi aventura con los Vengadores, y sin embargo aquí estaban, tendiéndome su mano en un momento que creyeron necesario. En sus ojos no había reproches ni rencor, solo había unas ganas genuinas de ayudar y ofrecer apoyo.
—Lo siento tanto —me disculpé—. Fui una amiga espantosa con ambas, y ninguna se lo merecía. Lamento que se hayan perdido de tantas cosas en mi vida y yo también de las suyas, si pudiera hacer todo diferente lo haría, pero no puedo. Me alegra mucho saber que ambas están a salvo, sobretodo. No estoy muy segura de que hubieran podido vivir así de tranquilo si yo las seguía rondando —admití con una mueca.
Kate sonrió, divertida.
—Oh, lo sabemos. Después de lo del club y lo del restaurante nos quedó bastante claro que estabas metida en lo turbio.
—Sí, y al menos nosotras sí nos graduamos —Jes me guiñó un ojo—. Pero tú eres la casada, ¿así que qué digo? Siempre aposté por Kate primero y te le adelantaste.
Me eché a reír.
—Las cosas cambian —musité.
Jess asintió.
—Las cosas, sí. Los sentimientos, no. Beverly, tú no nos hiciste daño o te volviste una perra, solamente conseguiste otras prioridades. Eso no te hace una mala persona, eventualmente sucede. No estar todos los días no significa que no nos interesabas, Kate te seguía el paso en las noticias, ¿verdad, Katita?
—Estamos bastante orgullosas de todo lo que lograste —concedió la rubia—. Has salvado muchas más vidas en este trabajo que Jess como médico o yo como veterinaria, eso es un hecho.
Se me hizo un nudo en la garganta que apacigué con una sonrisa sincera.
—Gracias por estar aquí —articulé.
Ambas negaron, restándole importancia al agradecimiento.
Sentí un jalón en mi pierna.
—Mami, ¿puedo tomar helado?
Me volví para encontrarme con el puchero sobreactuado de Morgan, por lo que acabé entrecerrando los ojos hacia ella. Me estiré para cargarla y la puse sobre mi cintura.
—¿Cómo se dice? —le pregunté con una ceja alzada.
Morgan ladeó la cabeza y sonrió hacia los presentes.
—Hola —saludó.
—Hola, bonita —Kate le devolvió el saluo—. ¿Cómo te llamas?
—Morgan Harper Stark. Mi hermano se llama Edward Steven Stark y está allá —señaló detrás de mí. Efectivamente, Edward venía caminando de la mano de Tony—. Y ese es mi papá, y esta es mi mamá.
Estaba girada hacia ellos, pero escuché claramente a Jessica farfullar:
—Dios mío, que ahí viene Tony Stark. Alguien deme un vaso con agua que ya me calenté.
Y seguidamente resonó un golpe seco, así supe que Kate le había metido un codazo.
—Vamos a buscar un lugar —repuso Kate entre dientes hacia Jess—. Te vemos al rato, Bevs.
Me despedí de ambas con la mano y las vi avanzar por el inmenso jardín. Me percaté de que todo el mundo comenzaba a moverse también, lo que me indicó que esto estaba a punto de comenzar. Experimenté una punzada de dolor en la boca del estómago y por un segundo muy largo temí romperme de nuevo frente a todas estas personas, pero solo me bastó con echar un vistazo a mi lado para recordarme de que iba a estar perfectamente bien, que no era yo quien tenía que preocuparse. Tenía que mantener el semblante sereno para que Vera, Grant y Steve tuvieran más de dónde apoyarse. Estaba segura de que ese era el pensamiento de todos ahora mismo.
Tony no terminó de llegar hasta mi encuentro, fue detenido a mitad de camino por Halley, más sin embargo Edward sí se libró de su agarre y llegó hasta nosotras.
Me miró con mucha confusión.
—¿Qué pasa?
—¿Por qué está Morgan tocándote el estómago? —inquirió con una mueca llena de horror—. Te advierto desde ya que no voy a recibir ningún hermano, suficiente con esta sorpresa —señaló con la cabeza a su hermana.
Lo miré mal.
—Ay, pero qué bonito. Voy a tener otro nada más para que tú lo cuides.
—¡Mamá!
—Yo sí quiero otro —refunfuñó Morgan.
—Nada de eso —resoplé—. ¡Ya no hay más! ¡Dos es mi límite! No había pedido ninguno y me mandaron dos, ya no más.
Morgan entrecerró los ojos.
—Otro más, ¿si?
—No, pulga —respondió Edward, haciendo un ademán con el dedo índice de su mano derecha para acentuar su declaración. Se movió hasta quedar delante de mí y se estiró para bajar a la niña de mi regazo, cargándola él de una manera muy ágil—. Ya me tienes a mí, ¿para qué quieres más? —le besó la mejila—. ¿Me amas, pulga?
Morgan se encogió de hombros.
—A veces.
Me carcajeé, pero verlos así de entrelazados el uno con el otro me hizo sentir muy bonito en el pecho, así que me agaché para quedar a la altura de ambos y les planté sendos besos en sus caras, lo que también los hizo reír. Me hacían sentir tan afortunada y, realmente, como toda una ganadora.
No podía encontrar algo que fuera capaz de explicar la manera en la que esas carcajadas se me metían en la piel, me alteraban el sistema y acababan con todos mis dolores. Ni siquiera Tony podía hacer eso, eran ellos. Ellos me hacían sentir como que nada me dolía y todo estaba muy bien, que estaría mejor, que no había nada que pudiera dolerme jamás o que no existía ningún sentimiento capaz de eclipsar este. Me hacían sentir completamente sanada, en paz, tranquila, y me resultaba imposible no pensar en lo mucho que habían cambiado las cosas. Pero para mejor. Porque antes de ellos todo se sentía oscuro y como que era tan difícil reponerse, pero Edward y Morgan me hacían creer que no era así, que era sencillo. Una simple sonrisa y ya me sentía bien, y antes yo no tenía eso.
—No lo creía pero es cierto —murmuraron detrás de mí—. No se parecen a ti, son iguales a Tony.
Contuve el aliento por un minuto completo, a la vez que Edward y Morgan torcían el gesto en una clara muestra de curiosidad a la persona que había hablado a mis espaldas.
Con deliberada lentitud, me enderecé de nuevo y giré sobre mis talones para encarar a Nadine. Esta se veía mucho mejor, en comparación a la última vez que la vi, y la verdad es que era un alivio saber que había ganado la batalla contra la locura.
Como si mis pensamientos los hubiesen llamado, mis abuelos salieron de la casa por la puerta de la cocina y se pasmaron cuando vieron la presencia de su hija al final de las escaleras de madera. Al igual que todos los demás, Nadine también vestía de negro y tenía una apariencia solemne.
—No quiero pelear hoy —la atajé de inmediato, colocándome delante de Edward y Morgan para que ella no los viera—. Así que si viniste por eso, puedes dar media vuelta ahora mismo. Si viniste por Samantha, se encuentra con todos los demás cerca del monumento. Yo me tengo que ir.
El semblante de Nadine flaqueó. Negó una sola vez con la cabeza y estiró una mano para evitar que me moviera un centímetro más.
—No, no vine por Samantha, ni tampoco a pelear —suspiró. Sus ojos marrones se encontraron con los míos por un segundo muy exasperante—. Lo siento, Bevs. Lo siento por Althea, por Victoria, por Crystal, por todo. Lo siento por todo lo que tuviste que vivir cuando te tenía conmigo.
Era muy difícil de ignorar su mirada, así como también el retortijón que azotó mi estómago después de que procesé sus palabras.
Pero este no era momento de ponerme a rezongar, de reavivar malos sentimiento o de, sencillamente, sucumbir hacia todo lo que me hacía sentir mal. No. Mi madre dijo que el momento de mi descanso había llegado, y eso tenía que incluir también un descanso emocional, ¿cierto? Mi hermana no me había salvado la vida para que yo quedara en pie siendo la misma rencorosa de antes, yo también tenía que soltar. Ahora mismo mi vida tenía demasiadas cosas buenas como para quedarme estancada en el pasado, lamentando lo que pasó, lo que no tuve o lo que pudo ser.
—Nadine, no voy a dejar que la memoria de Vic...
—Está bien, abuela —la interrumpí. Tragué saliva sonoramente y la miré para indicarle que todo se encontraba perfecto—. Nadine está ondeando una bandera blanca, ¿verdad?
Nadine asintió con una media sonrisa.
—Yo... Yo... Yo quiero hacer un... cambio.
Mi abuelo apretó los labios en una fina línea recta.
—No solo tienes que decirlo, Nadine —increpó él con brusquedad—. Hazlo.
—Lo sé —murmuró ella.
—Mami —Edward se asomó detrás de mi espalda—. Papá nos está llamando —me avisó. Aún tenía a Morgan cargada, así que se la quité y la puse encima de mí.
Observé muy bien cómo los ojos de Nadine siguieron todos los movimientos de Edward, que echó a correr en dirección a Tony, y cuando este se alejó lo suficiente se volvió para mirar a Morgan. Pero la niña estaba de espaldas a ella, viendo detrás de mí, y no me molesté en llamar su atención. Pasos pequeños, poco a poco.
—Gracias —susurré después de un minuto, empezando a bajar las escaleras también.
Nadine negó.
—Me voy a quedar con Samantha, ve a... Bueno, lo que vayas a hacer.
Eso se sintió muy extraño, y toda la presión que había acumulado para tener esa charla descendió hasta la punta de mis pies cuando empecé a caminar en dirección al monumento, dónde todos ya se encontraban posicionados para rendir los honores.
Procuré decirme a mí misma que Nadine solo quería un inicio fresco y nuevo porque, después de todo, ya no le quedaba nada. Le había entregado su devoción completa a Althea y mi madre ya no estaba, Olympia ya no existía, todo lo que había antes de los cinco años se perdió. Y todos teníamos derecho a tener una nueva oportunidad, a ganarle la batalla al lado oscuro de nuestros corazones y a querer empezar de nuevo. La vi enredar su brazo con el de Samantha, al mismo tiempo que yo llegaba con mi familia, y supe que cada una estaba donde debía estar.
Tal vez Nadine no había sido la mejor persona conmigo, pero sin duda alguna lo había sido con Samantha y eso era algo bueno, era un corazón roto menos en el mundo y ellas se tenían la una a la otra, sin importar qué pasara. Nadine no era mi madre, solo se encargó de mantenerme con vida por muchos años, pero ella no me debía nada. Althea lo era, y aún con su esencia narcisista y atolondrada alcanzó a estar en los momentos más cruciales de todos. No en mi floja vida humana, sino en la que le siguió. En las aventuras cósmicas, en el aprendizaje de algo completamente nuevo y, más aún, fue la que mantuvo a Edward con vida en aquel distante momento en el que lo necesité. Fue la que me ayudó a superar lo de Vladimir cuando ocurrió la segunda vez, la que dio su vida para que Victoria y yo viviéramos. Ella no era perfecta, y estaba segura de que más de uno la aborrecía, pero si no fuera por mi madre, yo no estaría aquí hoy. Althea forjó todo mi camino y acabó siendo el mejor de todos. Además, teníamos que agregar a lista de cosas buenas lo que había hecho por Natasha y Halley en Vormir, porque sin la Althea del 2014 tomando la gema del alma con sus propias manos, ni la rubia ni la pelirroja estuvieran aquí contando la historia con todos nosotros. Gracias, mamá.
Las personas se organizaron intercaladamente a varios metros del monumento. El final estaba constituido por Fury, Hill, Carol y Shannon, y delante de ellos estaba toda la familia real. Por primera vez reparé en la presencia del secretario de estado Ross en el lugar. Los Lang y los Pym se hallaban junto a estos, y más adelante estaban los guardianes. Strange, Harper, Rochelle, Hamilton y Wong a unos cuantos pasos de ellos y la familia Barton, junto a Samantha y Nadine, al lado de ellos. Bucky y Clara estaban más cerca del frente, con Bruce, Happy y Rhodes junto a ellos y Wanda y Navah detrás. Amethyst permanecía a un lado de todo, y su vista estaba en el suelo. Sam Wilson procuró estar cerca de Steve, y visualicé a Jess y a Kate un poco más al lado de él, específicamente junto a mis abuelos. La primera fila era, sin duda, Steve, con Tony y Natasha a cada lado de su cuerpo. La pelirroja lo sostenía de un brazo mientras que Tony le palmeaba la espalda con gesto ausente. Halley estaba junto a Peter y su tía May, y yo estaba junto a Thor detrás. Con Edward delante de mí, Morgan en mi costado y Eyra siendo sostenida por su padre. El rubio buscó mi mano a ciegas y entrelazó nuestros dedos, así que yo le di un apretón. Ambos habíamos perdido una hermana.
Pero completamente de primeros estaban Vera y Grant. Ambos iban tomados de la mano por el pequeño sendero; Vera sostenía la espada y Grant llevaba la tiara, con Steve a pocos centímetros de ellos.
La pelirroja se agachó para quedar a la altura de su hermano cuando llegaron hasta el monumento. Ella depositó con cuidado primero la espada, y después ayudó a Grant a poner la tiara encima de la dedicatoria. Después se abrazaron entre ellos, con Steve poniendo las manos en los hombros de cada uno.
Uno a uno, las personas fueron abriéndose paso para acercarse a dar el último saludo a Victoria Clare.
Me quedé mirando, en silencio, como todos se movían, e incluso cuando Thor se acercó yo no me inmuté. Tony me sacó a Morgan de los brazos después de un rato, me besó la cabeza y se quedó conmigo, pero seguí sin moverme. Todo lo que podía hacer era mirar al frente. Edward se quedó con Natasha y Halley, y ambas lo apretujaron en medio de las dos y se lo llevaron, y poco a poco, el campo empezó a quedar vacío.
Cuando ya no había nadie a mi alrededor fue que finalmente pude acercarme.
Tenía un nudo inmenso en la garganta cuando me agaché hasta tocar el mármol y también la tiara, se me llenaron los ojos de lágrimas y tuve que mirar al cielo, en busca de una ayuda que no conseguí.
—Las voy a extrañar tanto a las dos —susurré con la voz entrecortada—. Sé que fuiste tú, Crystal. Yo sé que fuiste tú la que lo regresó conmigo, porque solamente tú pudiste haber hecho una cosa así. Victoria seguramente le hubiera pateado el trasero en el más allá, pero eres tú la única capaz de devolverle la vida de una manera tan especial. Gracias —lloriqueé—. Gracias por eso, y te prometo que no voy a dejar a Thor y a Eyra solos. Te lo juro, Crysty, y sé que Tony también puede jurarte lo mismo.
» Y tú, Vi... Vi, ya me haces mucha falta. Tú hubieras sabido perfectamente qué hacer, qué decir y cómo actuar en esta situación... ¿Qué se supone que haga ahora? Ya sé —resoplé entre lágrimas—. Ya sé que no te gusta ver a nadie llorando, pero es tu culpa. Es tu culpa por ser la mejor persona que habitó el universo; pusiste el estándar demasiado alto para los demás, ¿sabías eso? Pero puedes estar segura que vamos a estar bien. Steve, y Grant, y Vera tienen a tantas personas que estarán aquí para ellos... Claro que ninguna de esas personas eres tú, pero no van a estar solos. Te lo prometo también.
Me llevé una mano hasta la boca para ahogar el sollozo, y fue cuando sentí a alguien apoyarse en mi hombro.
—Algo me decía que no solo te estabas despidiendo de Victoria —murmuró Halley, agachándose para poner la cabeza sobre mi hombro—. Yo también las voy a extrañar mucho, Bevs. Pero tanto...
Shannon Stryder se detuvo de mi otro lado y miró hacia el mármol.
—Todo el universo lo hará. Perdimos a dos grandes, aunque aún nos queda una —me miró de reojo—. Siempre las vamos a recordar cómo lo que eran: heroínas.
—Eran mucho más —repliqué en voz baja.
Poco a poco me solté del agarre de Halley y me arrodillé frente al monumento. No me importó el vestido ni los zapatos, tampoco lo que la tierra le haría a mis rodillas, ellas lo merecían. Me arrodillé y alcé la barbilla, porque Victoria y Crystal nunca bajaron la cabeza.
Y por un segundo pensé que era cosa mía hacer esto, que lo hacía guiada por sentimientos personales, porque estaba muy ligada, sobretodo a mi hermana —de quién era ese monumento—, pero me llevé una grata sorpresa cuando, lentamente, empecé a escuchar movimientos detrás de mí. Eran las mismas que nos habían acompañado cuando necesitamos refuerzos en la batalla. Después de que Halley imitó mi acción y se arrodilló detrás de mí, las demás también lo hicieron.
Shannon Stryder, Navah Larsen, Clara Caillat, Sage Hirose, Calypso Auberon, Samantha Wayne, Silena Vassos y Harper Volkova se arrodillaron también para rendir sus propios honores a Victoria y a Crystal.
Entonces comprendí que, de una manera u otra, todas habían luchado al menos una vez junto a ellas. Todas las habían conocido, habían sido testigos de las personas que eran, incluso se habían movido bajo las órdenes de Victoria, acataron sus llamados y le prestaron atención, la siguieron sin dudar cuando alzó la voz. Habían sido testigos de todo lo que podía hacer Crystal, del poder que irradiaba y de la persona que era.
Yo sabía que, dondequiera que estuvieran, estaban juntas y estaban orgullosas de todo lo que habían logrado. Tenía que creer que era así.
💙 💙 💙
La ola de tristeza consiguió disiparse un poco después de un rato, y todo el aire acongojado que envolvió la casa se apaciguó cuando todos esos superhéroes pululando en un mismo sitio comenzaron a interactuar entre sí a la hora de una gran comida. Las historias empezaron a volar alrededor de las mesas, dirigidas primordialmente por Peter Quill y su repertorio de anécdotas intergalácticas.
Me acerqué hasta la mesa donde estaban los bocadillos justo a la hora que la noche envolvió la casa, pero nadie parecía muy dispuesto a marcharse aún. Este era un grupo que, de manera muy improbable, pudiera volverse a reunir en un mismo lugar otra vez, así que todos estaban sacando el mayor provecho posible a la situación antes de que nos viéramos rodeados por un éxodo en masas.
Todos estaban reunidos junto al lago, a excepción de una persona. Solté lo que tenía en la mano, me cercioré de que Tony estuviera dándole de comer a Morgan, miré para ver si Edward le estaba haciendo caso a Natasha y, cuando me aseguré de que todo estaba en orden, me encaminé con pasos lentos hasta donde Steve se encontraba sentado solo, en el final de las escaleras. Me abrí un espacio en medio de los dos y miré las estrellas del firmamento.
—¿No tenemos apetito?
—No mucho —admitió Steve en voz baja.
—Sabes —susurré, inhalando profundamente—. Mi abuela sigue diciendo que si de casualidad no fuiste tú quien llevó a Grant en su vientre, porque no ve ni un rasgo de Victoria en él.
El rubio sacudió la cabeza.
—Ella me lo explicó.
—¿Qué cosa?
—La razón por la que Grant, Edward, Morgan y Eyra no se parecen a ustedes tres sino a nosotros —repuso con la vista fija en el cielo—. Victoria tenía esta teoría de que ellos se parecen a nosotros por algo muy bueno. Porque significa que lo que las precede a ustedes finalmente se desvanece, y entonces ellos pueden ser mucho más que una profecía o una maldición. Pueden ser lo que deseen sin estar atados, de la manera en la que ustedes tres lo estuvieron. Ella estaba muy complacida, de hecho, de que Grant se pareciera a mí y no a ella.
Las comisuras de mis labios se alzaron en una sonrisa a medias.
—Conozco el sentimiento. A mí también me agrada mucho que ellos se parezcan a Tony y no a mí. Veo mejor el egocentrismo a que sean rencorosos.
Esto lo hizo reír un poco, pero acabó torciendo el resto con fatiga y desolación.
—Pero él no la tiene ahora, y si la olvida y no hay nada en él que se asemeje a ella... yo sé que no voy a dejar que la olvide, pero en serio la extraño. Ni siquiera ha pasado mucho, y me hace tanta falta, Bevs. Vera ni siquiera tuvo la oportunidad de hablar bien con ella.
—Lo siento, Steve. Lo siento tanto. Si ella no...
—Esto no es tu culpa, Bevs —me interrumpió antes de que pudiera seguir—. Nadie podía detener a Victoria jamás, ¿lo has olvidado?
Fruncí los labios.
—Supongo... Pero tú —lo miré—. ¿Tú vas a estar bien?
Steve lo consideró un segundo. Sacó la vista del cielo y empezó a mirar en dirección al lago, dónde todos estaban reunidos. La conversación grupal había llegado a su fin y ahora todos se habían dispersado, teniendo sus propias conversaciones en pequeños grupos alrededor de todo el espacio, pero sin perder la sintonía.
Thor estaba entrando a la casa con una Eyra dormida sobre su regazo, mientras que Sam Wilson y Halley trataban de hacer que Grant comiera un pedazo de pan que le estaban dando. Por primera vez en todo el día, Vera se estaba riendo por algo que Peter le decía en una de las sillas cerca de la mesa.
Entonces nos percatamos de una escena bastante particular. En el monumento de Victoria, Carol Danvers se hallaba arrodillada y con la cabeza gacha. La escena me causó mucha curiosidad, pero a Steve le pasó desapercibida.
Steve suspiró, una exhalación de aire llena de esperanza que hasta a mí me llegó al pecho.
—Sí —contestó con aplomo y decisión—. Estoy en casa, con mi familia.
Apreté su brazo y le sonreí. Después de todo, tenía razón. Todos éramos familia y estábamos en casa finalmente.
Era todo un espectáculo de lo más sensacional observar la escena que tenía lugar en el jardín de mi casa. El cielo estaba iluminado, estrellado hasta sus rincones más lejanos, y en la lejanía se observaba con gran claridad una progresión de fuegos artificiales de todos los colores existentes. Las personas aún seguían de fiesta en esta parte del mundo, y seguramente el espíritu de júbilo se extendía hasta lo más recóndito del universo.
No pude evitar sacarme el brazalete del brazo y mirarlo fijamente. Mi fiel serpiente me había acompañado desde que tenía memoria, me había abandonado por un tiempo pero eventualmente acabó regresando a mí. Sin embargo, tenerla enrollada alrededor de mi muñeca significaba que estaba alerta y preparada para una pelea, y eso era precisamente lo que más quería dejar atrás. Ya no habían más amenazas, más miedo, más terrores, todo eso había llegado a su fin con Thanos. Todo eso se terminó cuando todos regresaron de la muerte, así que ya no había ningún motivo para que esta serpiente siguiera adherida a mí como una segunda piel. Era hora de colgar la armadura y no mirar atrás.
Así que, lentamente, fui sacándome el metal del brazo y lo dejé sobre la mesa de la cocina. Luego encontraría un lugar para él en el garage junto a todas las armaduras de Tony que, esperaba, ya no tuviera que usar más. El esperado descanso había llegado. Aunque claro, aún habían cosas por hacer y otras más que establecer, pero para eso solo necesitábamos espacio, y eso era lo que más teníamos. Por primera vez en mucho tiempo podía estar segura de que este era el final definitivo a todo el pasado tortuoso que cargábamos sobre nuestras espaldas.
—Señora Stark, ¿qué hace tan sola en este lado de la casa? Los invitados están del otro lado.
Recostada del barandal de la parte trasera de la casa, miré a Tony avanzar en la penumbra apenas iluminada por los faroles blancos y le sonreí.
—Tú también estás aquí —comenté con los brazos cruzados.
—Te me perdiste, no te encontré y vine a buscarte —explicó mientras me tomaba de la cintura con ambas manos. Solté mis brazos y los subí hasta su cuello; esa definitivamente era mi posición favorita. Tony inclinó la cabeza hasta juntar su frente con la mía y me regaló un beso profundo—: Sabes... Estaba pensando que, tener a todas estas personas aquí me recordó algo.
Lo miré curiosa.
—¿Qué te recordó?
Rozó sus labios con los míos en un movimiento casi desesperante, al tiempo me abrazaba y me apegaba más y más a su pecho.
—Batalla contra Thanos, estábamos rodeados de todas personas —prosiguió, pero cada vez que decía una palabra me besaba y luego seguía—. Tú quisiste ir a dar un paseo encima de los aliens, me pediste que te bajara y te dije que me debías. Tú dijiste, y cito: «te pago esta noche» y todavía no me has pagado.
Se me escapó una risotada en medio del beso.
—¿Cuál es la prisa? —inquirí—. Todavía tenemos mucho tiempo, ¿no te parece? Esta es la primera vez que vamos a estar juntos en completa calma. Ya no hay más que luchar.
Se rió sin aliento y me besó el mentón.
—No hay más miedo, muñeca. Mi muñeca preciosa. Ya no hay más miedo, ¿verdad?
—Ya no hay más miedo —concedí con una sonrisa.
—Eso es —comenzó a besarme otra vez, pero se detuvo y me acunó el rostro con sus manos. Se me quedó mirando por un largo minuto, con una sonrisa en su rostro precioso, y entonces meneó la cabeza con incredulidad—. ¿Por qué tan hermosa? De verdad que le haces honor a tu otro nombre. Eres el zafiro más bonito que he visto jamás, el más fuerte, el más brillante, el más perfecto de todos.
—Mentiroso.
—No —me besó la nariz—. Esta vez podemos recrear la escena de la casa de Clint, ¿sabes? Esto es como muestra propia granjita. Incluso tenemos a Gerald para confirmar eso.
Hice un sonido de disgusto.
—¡Por favor! ¡Fue la mejor noche!
—No me estoy quejando de la noche.
—Deliberadamente voy a ignorar que te refieres a Gerald —me señaló—. Solo... Abrázame, muñeca. Abrázame, que así te siento mucho más cerca. Ya no nos van a separar. Ya no me van a quitar a mi zafiro —murmuró.
Le hice caso, pero lo que comenzó como un abrazo terminó en un beso. Tenía los ojos cerrados, pero escuché cómo en la distancia estallaba el espectáculo de fuegos artificiales, así que abrí un ojo para ver si se veía. Efectivamente: todo ese lado de la casa quedó iluminado por los destellos de colores azules, un azul muy similar al de mis ojos. Así que sin dejar de besarnos, dejamos que los fuegos artificiales sirvieran de escenario para una puesta en escena perfecta.
Después de todo, brillaban como un zafiro, como mis ojos, como yo.
El zafiro se había roto; las grietas lo cubrieron, las cicatrices lo marcaron y la sangre lo manchó, pero aún así, con todo y eso, el zafiro halló su camino entre todas las demás piedras y terminó brillando a su manera. No era la piedra preciosa que todos esperaron que fuera, tampoco era como las demás joyas, solo era. Era una piedra fuerte, porque no importó cuántas veces lo destrozaron, siempre encontró la forma de recomponerse. Nunca se rindió. Ahora, todo se sentía bien. El zafiro no estaba curado o remendado, tampoco sanado, estaba bien, como si no hubieran habido grietas o cicatrices, como si la sangre jamás lo hubiera alcanzado. El zafiro ya no tenía miedo.
El zafiro era yo.
N/A: Wow....
No puedo creer que realmente le esté poniendo un fin a esto.
En fin, aquí no daré las gracias ni nada de eso, queda para el próximo apartado.
Aquí solo les diré que estos no son los finales de Holyground y Bravado, esos finales suceden después de estos acontecimientos y luego verán por qué 👀 ya saben que esas historias se convierten en mi prioridad a partir de ahora
Y bueno, sigo llorando por todo esto...
Nos leemos en los agradecimientos donde sí podré llorar y decirles todo como se debe😭
Los amo, tonys virtuales para todas 💙
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