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51 ━━━ A small price.


BEVERLY BLACKWELL




—¿Qué le sucede a Vera? —me preguntó Tony en el oído. Afianzó su agarre en mi cintura cuando agregó—: Tiene cara de que ha visto un fantasma.

Me mordí el labio inferior y agucé la vista para ver a qué se refería mi prometido. La niña estaba sentada sobre un desnivel y aunque esencialmente estaba riéndose, un extraño contraste tenso remarcaba sus finas y delicadas facciones.

—Tienes razón, parece desorientada —convine con el entrecejo fruncido.

Tony me dio una palmadita en la espalda y me empujó hacia adelante.

—Te toca, yo me encargo del niño.

Inspiré profundamente y lo vi avanzar hasta donde se encontraba el niño que le decía algo a Harper. Por extraño que pudiera parecer, Vera se estaba riendo con Strange —o de Strange, con ella nunca se sabía en realidad.

Le eché un vistazo cauteloso al doctor de la capa roja y él me lo devolvió con unos ojos verdes denotando comprensión. Se alejó lentamente de la pelirroja y me dejó el espacio para que yo ocupara su lugar a un lado de ella.

Vera estaba bien, al menos físicamente hablando. Se veía serena, pero aún existía esa extraña nota desconcertada en sus facciones que seguro estaba tratando de ocultar, pero no era precisamente una mentirosa nata. Ella era demasiado transparente como para ocultar algo por un tiempo prolongado, motivo por el cuál todos nos habíamos dado cuenta hace bastante de lo mucho que le gustaba Peter Parker.

—¿Algo de lo que quieras hablarme? —le pregunté, alargando las palabras con precaución. Me senté a su lado en el desnivel y volví el rostro para buscar su mirada, pero la hallé con los ojos fijos en el movimiento rítmico que hacían sus manos.

—¿Es tan evidente?

—No —contesté en voz baja. Decir que no era una mentira piadosa, aunque era bueno asumir que Vera estaba consciente de su falta de destrezas para ocultar la verdad—, pero Tony te conoce bastante bien, y yo también lo hago.

La pelirroja guardó silencio por un instante, como si estuviera decidiendo qué tanto iba a contarme al respecto. Resopló y se sacó el pelo de la cara con frustración.

—Sigo teniendo estos... vistazos... Una y otra vez, y siempre me muestran lo mismo, pero te juro que no lo entiendo, Bevs. Mis poderes se rigen por una regla antinatural, porque solo atisban el tiempo futuro de personas que conozco. Como tú, mi mamá, Tony, incluso Peter. No puedo ver nada sobre alguien cuya existencia pase desapercibida para mí, es por eso que se me hace tan difícil comprender de dónde vienen éstos vistazos. Te juro que no la conozco.

—¿La conoces? —repetí, magnificando la palabra.

Ella asintió desganada.

—Todo lo que veo es una mujer... que se parece a mí. Mucho. Su cabello, su rostro, sus ojos, todo es como yo. Y ella me repite incansablemente que tengo que perdonarla, pero que no puedo escapar de lo inevitable y que el tiempo debe seguir su curso. Me dice que no tema a lo que va a pasar y me pide perdón por eso.

En los ojos de Vera lo que más relucía era algo muy similar al miedo. Ella siempre había temido a lo que podía hacer, desde que tenía quince, y estaba segura de que esto solo empeoraba la desestabilización de sus nervios. Pero en esta ocasión Victoria no estaba por aquí, así que dependía de mí hacer que la niña no perdiera la calma. Era mi responsabilidad, de la misma manera en la que lo había venido siendo desde que su madre se convirtió en una fugitiva.

Pasé una mano por su rostro y le saqué el cabello de la cara delicadamente, obligándola a alzar los ojos hasta mí.

—Lo que sea lo vamos a resolver, ¿de acuerdo? Una vez que esto termine y volvamos a casa —murmuré—. Te tenemos, Vera. Todos lo hacemos, como siempre.

Ella se inclinó hacia mí y me envolvió en una abrazo, porque a esta niña le encantaba abrazar y que la abrazaran. La estreché contra mí, haciendo mi mayor esfuerzo por brindarle calidez en esa inusualmente fría nave espacial, de modo que ella no se sintiera tan desorientada.

Todo había cambiado y la realización de ese hecho era apoteósico.

Yo había pasado de estar completamente sola, solo tener a mis abuelos, a ser parte de una familia de este tamaño. A no solo tener un hijo, pero también formar parte de algo más grande. Ahora no estaba sola, tenía donde recargarme, tenía a dónde ir y tenía un hogar con el que estaba feliz. Y tener todo eso, pero estar detenida en medio de una catástrofe como esta era lo mismo que me orillaba a invocar al miedo. Miedo a perder lo que tanto me había costado construir, miedo a no pertenecer más o a poner en riesgo a todos los que quería. Era imposible no sentir miedo cuando todas y cada una de las personas a las que amaba estaban en peligro mortal; yo incluida. Y era el mismo miedo el único capaz de mantenerme concentrada, porque estar asustada es no querer perder algo, y yo no podía perder nada de lo que tenía.

No estaba segura de poder soportarlo, y tampoco tenía ganas de averiguar si acaso podía hacerlo.

La nave se tambaleó irregularmente en ese momento.

—¿Qué está pasando? —preguntó Peter, acercándose hasta donde me encontraba con Vera.

Stephen Strange resolló.

—Creo que llegamos.

—Y yo no creo que esta nave se estacione sola —refunfuñó Tony con rapidez, echando a andar hacia los controles. Le hizo una seña a Peter con la cabeza para que lo siguiera, a lo que el niño salió disparado hacia su posición—: Mete tu mano en el cardán de dirección y ciérralo —indicó—. ¿Entiendes? Fue hecha para un grandulón, debemos moverla juntos.

Harper dio un salto de su lugar y se apresuró a llegar hasta nosotras que también nos pusimos de pie.

—Está bien, está bien, estoy listo —repuso el castaño, acomodándose en los controles. En ese momento, la nave empezó a precipitarse—. Debemos virar, ¡vire!

Tony se armó cuando empezamos a ir mucho más deprisa, y yo di un paso para cubrir a la niña, pero fueron Strange y Harper los que levantaron una protección alrededor de nosotros para aminorar el impacto contra el suelo, pero ni eso fue suficiente. Dimos un vuelco en la nave cuando esta empezó a chocar con todo a su paso e incluso salimos disparadas en varias direcciones.

Por suerte para mí, Tony me atrapó y me puso debajo de él antes de que pudiera quedar sepultada bajo las piezas que caían en pedazos.

—¿Estás bien, muñeca? —inquirió el pelinegro, ayudándome a levantar.

—Me di en el trasero.

—Eso lo podemos arreglar, ¿necesitas un masaj...

—¡Ah, carajo, se me partió una uña! —chilló Harper, poniendo mala cara. Señaló a Strange con el dedo y añadió—: Esto es tu culpa.

El hechicero rodó los ojos.

—De nada por atraparte antes de que le metieras la cabeza a los engranes, Harper.

Sacudí la cabeza y de forma rutinaria recorrí el lugar con los ojos. Agucé la vista y el oído, ¿algo se estaba acercando? Tony aún me tenía sostenida, por eso no me moví para verificar si mis sospechas eran ciertas, pero mis sentidos se hipersensibilizaron ante mi impulso automático.

Ellos no prestaron atención a lo que yo hacía y siguieron hablando.

—¿Atrapaste a la niña? —preguntó Tony, seguramente a Peter.

—Que va —replicó Vera con un bufido—, yo lo atrapé a él.

—Solo quiero decir, que si los aliens nos atrapan e implantan huevos en mi pecho y trato de comerme a uno de ustedes, lo siento.

Tony resopló muy cerca de mi oído, lo que me hizo estremecer y perder el cien por ciento de mi concentración.

—No quiero otra referencia de cultura pop por el resto del viaje —le ordenó, señalándolo con el dedo.

Yo no era muy consciente de ello, pero mis sentidos seguían agudos cuando Peter contestó:

—Trato de decir que algo se acerca.

Por eso estuve un poco atenta y pude darle un empujón a Tony hacia atrás cuando una bola plateada rodó por el suelo. Cuando esta explotó dejando escapar una onda impetuosa que nos mandó a volar a todos en direcciones opuestas, aún pude mantener la mente en claro y recuperar la compostura con rapidez.

—¡Thanos! —gritó una persona desde una de las aberturas de la nave, flanqueando detrás de tres más.

El que gritaba lanzó una serie de cuchillos que ágilmente fueron detenidos por Strange, justo para hacer que su capa se enredara en el rostro del aludido y lo lanzara al piso, inmovilizándolo. El del medio salió disparado hacia arriba mientras disparaba, lo que hizo que Tony también volara en su dirección para tratar de detenerlo.

La cosa se complicó súbitamente cuando una muchacha de piel morena y cabello castaño atrapó a Vera por la espalda. Harper había salido volando en busca de Peter que ahora se trepaba por los rincones de la nave huyéndole a las explosiones, lo que dejó a Vera sola en medio del desastre.

Desenrosqué el brazalete y lo enredé en el cuello de la aludida, aplicando fuerza para jalarla.

—Suéltala —le siseé. Bajé la muñeca y presioné parte del brazalete con mi pie para ejercer más presión en ella al jalarla, lo que la hizo soltar poco a poco el agarre de la pelirroja—. Eso es. Quieta.

De pronto, todo el alboroto se calmó.

—Quédense todos donde están. Cálmense —indicó uno de los hombres del otro lado, el de traje rojo tierra y que se encontraba apuntando la cabeza de Peter. Más allá de él, Tony tenía bajo su agarre al que había lanzado los cuchillos. Y en el medio estaba yo, aún sujetando el cuello de la morena. Este se sacó la máscara, dejando su rostro al descubierto—: Se los preguntaré una sola vez, ¿dónde está Gamora?

Tony también se sacó el casco para responder.

—¿Sí? Te tengo una mejor: ¿Quién es Gamora?

—¡Te tengo una mejor! —exclamó el hombre de piel verdosa bajo él—. ¿Por qué es Gamora?

El hombre de cabello castaño que sostenía a Peter respiró hondo.

—Esto es lo que va a pasar. Díganme dónde está Gamora y dile a cara bonita allí —me señaló con la cabeza—, que suelte a Calypso ahora mismo o juro que freiré a este engendro.

Alcé las cejas con incredulidad, pero Tony elevó la voz primero que yo.

—Adelante. Acércate a ella o disparale a él y yo le dispararé al tuyo, ¡vamos!

—¡Hazlo, Quill! —le pidió el de piel verde a su compañero, mientras era apuntado por el cañón del pelinegro—. Puedo soportarlo.

—¡No, no puede! —gritó una muchachita que estaba enredada en las telarañas del niño.

La morena que yo tenía sostenida, Calypso, se removió y alcanzó a gimotear entre dientes:

—¡No, Drax, no puedes!

—Tienen razón —convino Strange, que estaba recubriendo a Harper y a Vera—. No puedes soportarlo.

Quill soltó un gruñido inarticulado.

—¿Ah, sí? ¿No quieren decirme dónde está ni quieren soltar a Cal? Bien. Los mataré a todos ustedes y se lo sacaré a Thanos a golpes —afincó más su arma en la cabeza de Peter—. Empezando contigo.

—¿Qué? —dejé salir en voz alta, precipitadamente—. ¿De qué estás hablando?

—¿Thanos? Déjame preguntarte algo —me siguió Strange, como un eco—. ¿A qué maestro sirves?

Quill frunció el ceño.

—¿A qué maestro sirvo? ¿Qué se supone que diga, «Jesús»?

Tony intercambió una exhaustiva mirada con Strange en ese momento. De buena mano podía asegurar que este era uno de esos momentos en los que Tony Stark estaba cien por ciento harto de la estupidez humana.

—Eres de la tierra —le dijo a Quill con el rostro cansado.

—No soy de la tierra, soy de Missouri —contestó Quill en tono obvio.

—Sí, eso está en la tierra, pedazo de idiota —resopló—. ¿Por qué nos hostigan?

Lentamente, Peter dejó escapar un murmuro vacilante:

—¿Entonces no están con Thanos?

—¿Con Thanos? —repitió Quill a su vez, como si la sola idea le helara los nervios—. No, vine aquí a matar a Thanos, se llevó a mi... amiga. Espera, ¿quiénes son entonces?

Peter sacó la cabeza de la máscara cuando Quill aflojó el agarre en su cuello. Instantáneamente hice lo mismo con la morena, liberándola del agarre de la serpiente.

—Somos los Vengadores, hombre —replicó Peter con orgullo.

—¡Son de esos de los que nos habló Thor! —saltó la otra muchacha, la de las antenas.

—¿Thor? —me exalté un poquito más de la cuenta—. ¿Dónde está Thor? ¿Está bien?

Tony me puso mala cara por eso.

—¿Conocen a Thor?

—Sí —Quill hizo un mohín—. Tipo alto, no tan apuesto, necesitaba que lo salvaran.

Simultáneamente, Peter y Vera le lanzaron una mala mirada a Quill por esa acotación, pero fue Harper la que decidió alzar la voz por primera vez desde que estábamos allí.

—¿Es esa una descripción de Thor o lo que te dices antes de dormir para sentirte mejor? —inquirió, con una sonrisa burlona tironeando en la comisura de sus labios.

—Sí, todos sabemos que Thor es lo más bonito que tiene la galaxia —le siguió Vera, casi cuchicheando.

—Silencio —masculló Strange en dirección a ambas. Entonces viró su atención de nuevo a Quill—: ¿Dónde está Thor ahora?

Quill relajó los hombros.

—En Nidavellir, buscando un arma que asesine a Thanos. Tiene a dos de los nuestros consigo.

Rápidamente se entabló una acalorada conversación entre todos, pero yo no me dispuse realmente a prestarles atención.

La muchacha morena que respondía al nombre de Calypso se había movido de dónde estábamos detenidos y estaba avanzando por la nave, como si estuviera buscando algo, o a alguien. Sus ojos se pasearon ansiosamente por los escombros y también por el techo, demasiado interesada en lo que había como para reparar en lo que se hablaba detrás de ella.

Mis ojos siguieron sus tensos movimientos, pero ni siquiera pensé en ello, solo lo hice. Como si estuviera aguardado algún tipo de peligro proveniente de ella. Mi mirada se concentró en sus manos cuando ella llegó al lado sur de la nave y se puso de cuclillas para recoger el pedazo roto de la lanza de Neptune.

Entonces, como si alguien me hubiera echado un balde de agua fría encima, Quill le preguntó desde el otro lado de la nave:

—¿Es la alabarda de tu hermano, Cal?

No me giré, pero sí fui capaz de sentir las repentinas miradas de Tony, Strange, Peter, Vera y Harper en mi espalda. Me quedé observando a Calypso, enterándome que se trataba de la hermana de Neptune Auberon, haciendo que mi mente comenzara a vagar por los inminentes acontecimientos.

Y cuando ella se levantó con el pedazo roto del arma de su hermano en la mano, me devolvió la mirada, haciendo que la nave entera quedara envuelta en un silencio expectante.

—Esa es una armadura de Olympia. El brazalete en tu muñeca tiene una de las inscripciones de Althea —me dijo, y su voz salió tan inexpresiva que era imposible decir si lo que había detrás de ella era miedo o enfado—. Tú asesinaste a mi hermano, ¿verdad?

Más rápido de lo que fui capaz de advertir, tenía a Tony a mi lado y Quill se encontraba del lado de la morena.

—Sí —respondí.

—Con cuánta facilidad admites un asesinato —observó Calypso, con ojos entrecerrados.

Me encogí de hombros.

—No me arrepiento... ni un poquito.

—Esto se está poniendo tenso —carraspeó Harper.

—Ser hija de Althea no te da el derecho de quitarle la vida a quien te plazca —bramó hacia mí, con ojos enfurecidos—. Toda tu gente, incluida tu hermana y tu prima creen que pueden hacer lo que les provoque con el universo por lo que son y de dónde vienen. Pues te tengo una noticia, princesa: no pueden. Y si crees que puedes hacerlo, entonces estás tan jodida como tu madre.

Muy inoportunamente se me escapó una carcajada, que lo único que acabó logrando fue que ella se enojara más. Fue a dar una zancada hacia adelante, pero Quill la atajó antes de que pudiera hacerlo.

—Vamos, Cal, respira —le dijo muy cerca de su rostro—. Tú mejor que nadie sabes todo lo que Neptune hizo y que, incluso aunque te duela, se lo merecía. ¿Es hija de Althea? Muy bien, la bruja ya murió, no es culpa de ella. Tú eres mejor que esto, Cal, cálmate. Ya sabías que esto iba a pasar.

Esa muchacha era una extraña para mí, y estaba segura de que guardaba mucho resentimiento hacia mi madre, pero yo nunca la había visto. Y no podía arrepentirme por lo que había pasado con Neptune porque eso no sería justo para mí ni para ninguna de las personas que hizo sufrir. Simplemente no podía.

Calypso Auberon dio una sacudida atormentada de cabeza, pero no soltó a Quill. Fue él quien pudo calmarla.


***


Tony y Peter Quill pasaron un largo rato trazando un plan al que pudiéramos amoldarnos para sacar adelante la situación. Una vez este se encontró establecido, tuvimos que dividirnos, y sorpresiva pero no inesperadamente terminé en el frente con Stephen Strange. El resto de nuestros compañeros y repentinos aliados se encontraban escondidos estratégicamente en sitios del desolado y destrozado planeta llamado Titán, el mismo que alguna vez fue hogar de Thanos.

Mientras eso sucedía, tuve la oportunidad de acercarme de manera más calmada a Calypso Auberon y tratar de entablar una conversación con ella con respecto a lo que estaba sucediendo. Ella, que en ese instante se encontraba con los ánimos más apacibles, me contó de forma detallada su historia y la participación de mi madre en la misma. Cuando lo hizo recordé que, una vez, Thanos me había hablado de ella. Él ya me había anticipado la maldición que mi madre puso sobre la morena, solo que yo no quise creerle. Y resultaba bastante irónico que, al final, él estaba siendo honesto conmigo.

Lo cual me hacía sentir muy amargada, porque por nada del mundo quería darle ni un solo crédito a esa bestia, y tampoco quería romper a pedazos los pocos méritos que Althea había hecho conmigo antes de morir. No podía hacerlo, porque si pasaba eso me iba a resquebrajar.

Pero al momento tenía algo más en lo que centrar mi atención. Strange y yo éramos los que aguardábamos de forma visible la llegada de Thanos, y ya que hace rato había invocado al miedo, era más que recomendable que ahora aprendiera a controlarlo. No estaba segura de poder confiar en mí misma al cien por ciento, pero sí sabía que esta iba a ser la única oportunidad que tendría jamás de cobrar todo lo que me habían quitado. Y Thanos me debía mucho.

Por ser la razón por la que me separaron de mi hermana, por asesinar a mi madre, por destruir Olympia y alejarme de mi familia por dos años. Por toda la gente inocente que había muerto por ese hecho. Por haberme clavado una espada, por ser el causante de mis pesadillas más aterradoras y por atormentar a Tony durante tanto tiempo. Por eso y más.

Todo lo que podía sentir era como si mis nervios se hubieran congelado o como si mi corazón estuviera paralizado en el interior de mi pecho. Habían tantas cosas que dependían de este momento, de esta pelea, que apenas y conseguía ponerlas en orden; pero había algo que brillaba por encima de todo lo demás y era lo que aún me mantenía cuerda. Tenía que librar esto porque debía volver a casa, debía regresar con mi bebé y asegurarme de que estaba a salvo. Eso era lo que me impulsaba con mayor fuerza, eso era lo que más deseaba en la vida.

Me moví lentamente —para mí— rodeando una de las piedras del suelo y le eché un vistazo esperanzado al cielo.

—Me sorprende que tu prometido te haya dejado estar tan al frente.

Volví el cuerpo para mirar a Strange, que estaba reposando en una de las rocas mientras aguardábamos lo inevitable.

—Es mi prometido, no mi jefe —contesté con una sonrisa socarrona.

Él sacudió la cabeza.

—Después de lo que te pasó, y de la conversación que sostuviste con la señorita Auberon hace un rato —comenzó de nuevo, clavando la vista en mí—, ¿esto no te hace sentir incómoda? ¿No te gustaría estar detrás de las líneas?

Lo observé detenidamente y serené mucho más mi expresión. Crucé los brazos sobre el pecho al tiempo que suspiraba.

—Si tenemos suerte, esta puede ser mi última pelea. Me lo debo a mí y a un montón de gente —le admití con sinceridad. Él asintió y regresó la vista a sus manos, pero yo decidí preguntarle algo también—: ¿Qué hay de ti? ¿No te es incómodo estar aquí, aún conociendo los catorce millones seiscientos cinco finales?

Strange me devolvió la mirada serena.

—Conocer los finales no significa que me gusten, señora Stark. Todos luchamos por algo, ¿no es así?

—O por alguien —completé yo.

Eso lo hizo sonreír brevemente, y a mí también. Stephen Strange era un hueso duro de roer, todavía me preguntaba cómo le había hecho Harper.

Ese pensamiento me llevó a buscarla con la mirada, solo para asegurarme de que se encontraba a salvo. A ella, a Vera, a Tony y a Peter. Una vez me cercioré que todos estaban en perfectas condiciones, pude regresar mi atención al frente.

Procuré acompasar todas mis respiraciones, pero lo que se mantenía muy inquieto era mi brazalete. Se enrollaba y de desenrollaba en mi muñeca una y otra vez, serpenteaba de arriba abajo como si le doliera algo y no se mantenía quieto. La serpiente estaba sumamente intranquila y eso solo lograba calentarme unos nervios que tenían rato fríos. Era muy difícil concentrarse en otra cosa cuando el metal presionaba con tanta fuerza contra mi piel, como si quisiera atravesarlo. Me dieron unas ganas tremendas de arrancármelo, pero eso no sería muy inteligente de mi parte.

Entonces, mientras fijaba mi atención en la presión del metal en mi muñeca, frente a nosotros se abrió un portal azulado. Y de el salió a quien con tanta ansía esperábamos. Instintivamente comprendí que por eso la serpiente estaba inquieta; trataba de avisarme que Thanos se estaba acercando.

Me resultó imposible no detallarlo y no compararlo, porque lucía excepcionalmente diferente a la última vez que lo había visto. Su resplandeciente armadura y gigantesca espada habían desaparecido, ahora sus brazos estaban descubiertos, al igual que su cabeza, y lo único remarcable era el guantelete dorado que cubría toda su mano izquierda. Thanos recorrió el destrozado planeta con la vista, hasta que finalmente reparó en nosotros.

—Oh, sí —alargó Strange, sin alterar su postura—. Tú sí pareces un Thanos.

—¿Eres tú en serio, niña? —me preguntó sin expresión alguna—. Puedo asumir que entonces Maw y Auberon están muertos. Este día ha sido muy costoso —musitó, empezando a dar pasos hacia nosotros.

—¿Tan costoso como la caída de Olympia? —cuestioné con voz queda, sin moverme del lado de Strange.

Thanos no alteró su expresión, pero sus ojos se dirigieron al pecho de Strange.

—Tu madre era una de mis misiones que ya se cumplieron. Y aunque Maw y Auberon murieron, aún así alcanzaron su objetivo.

—Te vas a arrepentir —repuso Strange—. Te puso frente a frente con el Maestro de las Artes Místicas.

—¿Y dónde crees que te puso a ti? Si no quieres tomar mi palabra, puedes preguntarle a ella. Hoy me ha quedado genuinamente claro que lo que heredó de su madre es la incapacidad de aceptar una derrota.

—Y aún así siempre la necesitaste —mascullé entre dientes.

El atisbo de una sonrisa pretenciosa apareció en sus labios, más no fue él quien dijo algo.

—Todo lo que sé es que estamos en... déjame adivinar, ¿tu hogar?

Thanos ladeó la cabeza y recorrió el suelo con la vista, únicamente para acabar enderezándose después mientras que accionaba la brillante gema roja que reposaba sobre su guantelete dorado. Con tan solo hacer eso, el panorama de Titán pasó de la desidia a la diligencia.

—Lo era, y era hermoso —nos contó—. Titán era como la mayoría de los planetas: muchas bocas que alimentar y muy pocos recursos. Y al enfrentarnos a la extinción, ofrecí una salida.

—Genocidio —adivinó el pelinegro sin esfuerzo alguno. Arrastró las palabras como si le pesaran, y sus ojos resplandecieron de un intenso color verde al hacerlo.

Thanos asintió.

—Pero aleatorio, objetivo, para ricos y pobres por igual. Me llamaron loco... y aconteció lo que predije —accionó la gema roja de nuevo, haciendo que el planeta volviera a su desolación original.

Tragué saliva.

—Me pregunto por qué te dirían loco.

—Felicidades —prosiguió Strange—. Eres un profeta.

—Soy un sobreviviente. Y tú, niña, puedes llamarme loco pero incluso tu madre compartió mis ideales en el pasado.

—Lo sé —repliqué con el gesto pétreo—. Y mira dónde está ahora.

—Mientras que tú sólo quieres matar a billones —instó Strange.

Thanos negó con la cabeza.

—Con todas las gemas solamente podría chasquear los dedos y todos dejarían de existir. A eso lo llamo... piedad.

Me le quedé mirando mientras debatía la cuestión para mis adentros, más sin embargo no fui capaz de hallarle sentido a sus palabras más allá de uno bastante macabro y siniestro.

—¿Y luego qué? —quiso saber Strange, mientras se ponía de pie y avanzaba unos cuantos pasos hacia adelante.

Thanos miró el cielo.

—Luego podría descansar y contemplar la salida del sol en un universo agradecido. Las decisiones más difíciles requieren las voluntades más fuertes.

—Verás que nuestra voluntad se iguala a la tuya.

De un tirón dejé salir la serpiente del brazalete y también vi cómo Strange se posicionaba para pelear, mientras que desde el cielo Tony dejaba caer la edificación encima de la cabeza de Thanos.

Pan comido, Quill —canturreó Iron Man a través del casco.

Peter Quill venía desplazándose rápidamente hacia la escena.

—¡Si tu objetivo era enfadarlo, sí!

Ese fue el punto donde toda la adrenalina comenzó.

Con la simple activación de la gema púrpura, Thanos se deshizo de la edificación que tenía encima. Con accionar la roja, convirtió los escombros en una cantidad insana de aves que arremetieron contra Tony, que era el que volaba cerca de ellas.

Apresuradamente salí disparada en medio de los escombros y enrede el brazalete en la mano con la que sostenía el guante. Al mismo tiempo, Peter Parker disparaba una de sus telarañas a los ojos del gigante y Vera desenfundaba la centella blanca llameante de aspecto filoso. Drax, el extraterrestre de piel verdosa, también arremetió contra Thanos: atravesó parte de su pierna derecha con sus cuchillas, y junto a él aparecieron Makenna y Strange a través de un portal. El de la capa roja atacó con una espada de energía dorada, y la castaña usó una cantidad alarmante de bruma blanca para tratar de inmovilizar su cuerpo. Thanos se sacudió a la mayoría con un simple destello de la gema púrpura, y como acabó soltando mi brazalete, lo convertí rápidamente en el palo de regreso y decidí hacer uso de un ataque más frontal.

Thanos me atestó un golpe al pecho pero afortunadamente pude dar una voltereta hacia atrás antes de que me mandara a volar hacia los escombros. En ese momento, Calypso Auberon utilizó una larga alabarda como la de su hermano y le dio en la espalda al gigante con todas sus fuerzas, justo para que Peter Quill pasara volando y le pusiera un aparato en la parte de atrás de su cabeza.

—¡Boom! —se regodeó el castaño, enseñándole el dedo medio y atravesando un portal que se mantenía abierto por Makenna.

Cuando el aparato en la espalda de Thanos explotó, la capa de Strange se enredó en su puño y le imposibilitó cualquier conato de usar las gemas. Igualmente, Peter y Vera empezaron a saltar de portal en portal como si fueran unos monos, atestando patadas y golpes al cuerpo del gigante. Este acabó interceptando sus movimientos un segundo después, y le dio un manotazo a la pelirroja que la mandó a volar a lo lejos. Por fortxxuiuna, Makenna la atajó en el aire, pero a Peter sí lo estrellaron con fuerza contra el suelo y lo lanzaron hacia Strange.

Di un salto hacia adelante y usé el látigo del brazalete para tomarlo de uno de los pies. Halé con todas mis fuerzas hacia atrás, haciéndolo caer, y entonces pisé el metal para hacer que los ojos de la serpiente canalizaran la potencia de las corrientes naturales desde mi interior hasta la fibra del látigo, haciendo que una descarga eléctrica la atravesara y lo hiciera soltar un alarido. En ese mismo momento, Tony sobrevoló nuestras cabezas y dejó caer una buena cantidad de explosivos sobre el Titán, no sin antes tomarme de la mano para sacarme de las llamaradas.

Y después Thanos recobró control sobre las llamaradas, así que las redirigió hasta donde nosotros nos alejábamos y el impacto acabó por hacernos estrellar contra una de las edificaciones más altas.

Tony me recubrió con su armadura así que realmente no me hice más daño que golpearme la cabeza.

—Tu mamá tenía un terrible gusto de novios, ¿sabías eso? —farfulló aún encima de mí.

Le puse mala cara.

—Ugh, eso es asqueroso. Gracias por ponerme esa imagen mental.

El pelinegro se rió roncamente.

—No es que no disfrute estar encima de ti, pero tenemos que movernos.

Nos sacó volando de dónde habíamos quedado atrapados y nos bajó de nuevo hacia la pelea, dónde nuestros aliados y compañeros se habían dado a la tarea de tratar de inmovilizar a Thanos, de acuerdo al plan.

Strange y Makenna sostenían de un lado, haciendo que la magia roja y la bruma negra se mezclaran en un solo lazo que sostenía el brazo izquierdo del Titán. Yo sostenía el brazo en el que se encontraba el brazalete con el látigo, haciendo toda la fuerza de sostenibilidad para que Tony y Peter pudieran sacarle la manopla. Vera sostenía desde atrás, Drax tenía sus piernas aprisionadas y la chica de nombre Mantis había caído sobre su cabeza y estaba haciendo todo un esfuerzo por calmarlo, pues el Titán no dejaba de gritar en protesta.

—Dense prisa —gimoteó la muchacha—. ¡Es muy fuerte!

Quill y Calypso aterrizaron un metro más adelante de nosotros, luciendo muy campantes y no haciendo absolutamente nada. Clásico.

—Creí que sería más difícil de atrapar, ¡Y fue mi plan! Ahora no eres tan fuerte, ¿eh? —se regodeó el castaño con una sonrisa—. ¿Dónde está Gamora?

Mi Gamora —replicó Thanos con la voz pastosa.

Calypso se veía particularmente callada mientras observaba los movimientos de Quill.

—Déjate de tonterías, ¿dónde está?

—Está angustiado —avisó Mantis con expresión atormentada. Asumí que podía sentir todo lo que Thanos sentía y que, de alguna manera, eso también le afectaba a ella—: ¡Está de luto!

—¿¡Por qué podría estar de luto este monstruo!? —rugió Drax.

Una nueva persona, cuya presencia me había pasado completamente desapercibida hasta ese momento, fue la encargada de darle respuesta a la pregunta retórica de Drax.

—Gamora...

Quill giró el rostro bruscamente hacia la muchacha de piel azul y partes robóticas.

—¿Qué? —jadeó el castaño.

—La llevó a Vormir —explicó ella, con voz acongojada—. Regresó con la Gema del Alma, pero no con ella.

Aquella mención consiguió avivar algo en mi nebulosa memoria. Vagamente rememoré un momento pasado, específicamente de la noche que Olympia cayó. En ese momento, Thanos y Althea mantenían una conversación tensa en la que él le exigía que le dijera dónde había escondido la Gema del Alma, y quizás yo no recordaba las palabras exactas, pero mi madre había respondido algo muy similar a: "yo no sé dónde está, pero puedes preguntarle a Gamora", y después de eso se desató la masacre ya conocida.

Ahora parecía que finalmente Thanos había encontrado la Gema del Alma... y a un precio alto.

—Quill —lo llamó Tony, y la desesperación en su voz fue completamente tangible—. ¡Cálmate ahora mismo! ¿Entiendes? ¡No lo enfrentes, ya casi se lo sacamos!

—Dime que está mintiendo —le pidió Quill a Thanos, como si aún tuviera esperanza alguna—. Maldito, ¡dime que no lo hiciste!

El gigante de rostro purpúreo turbó su rostro con dolor.

—Tuve que... hacerlo...

Entonces todo pasó muy rápido.

Cuando Peter Quill dio el primer puñetazo al rostro de Thanos y Tony soltó el guante para detenerlo, todos perdimos el balance. Los primeros en recibir el manotazo fuimos Peter y yo, que estábamos del mismo lado, pero rápidamente el Titán se sacudió a todos con violencia.

En el momento que Peter se quito de mi lado y salió volando para atrapar a Vera y evitar que ella se golpeara con algo más fuerte, yo me incorporé con rapidez y me impulsé hacia adelante para darle una patada en el rostro a Thanos y luego agacharme. Empujé con mucha fuerza hacia él, pero estaba  tan enojado que interceptó todos mis movimientos y de un manotazo me sacó del camino. Aún en el suelo, Tony voló hasta el Titán e intentó atacarlo, pero este usó la gema púrpura y, sorprendentemente, le lanzó la luna.

El planeta entero empezó a estallar por todos lados.

—Demonios —gruñí, rodando para escapar de las explosiones. Estaba segura de que me había dislocado algo. Thanos estuvo solo por un breve instante, hasta que Makenna aterrizó delante de él y un intercambio impresionante de descargas empezó a suscitarse entre ambos.

Desde que me enteré que Harper había empezado a usar su cuerpo como hotel, nunca realmente le pregunté qué podía hacer con eso o cuál era el fin de toda esa situación, así que pronto me hallé muy sorprendida de ver todo lo que podía hacer Makenna. Levitaba sobre sí misma y sus manos se movían con tal facilidad que era capaz de retener el impacto de todas esas gemas y, al mismo tiempo, regresar los ataques con la misma intensidad. Este intercambio sucedió hasta que Strange tomó su lugar, pues Makenna había comenzado a tambalearse con falta de energía.

Tragué saliva. Harper tenía totalmente prohibido morirse ese día, y si lo hacía yo la iba a matar después.

Cuando Strange también se vio en apuros, tuve que dar otro salto hacia adelante y retener con el látigo el brazo de Thanos antes de que pudiera accionar las gemas en su dirección. Él me devolvió la mirada mientras esbozaba un rictus cruel.

—Tu madre estaría orgullosa de ver lo necia que eres, Zafiro —masculló.

Respiré hondo.

—¿Qué tan irónico sería que, así como no me pudiste matar a mí, ella también estuviera viva?

Y por supuesto que eso lo hizo enojar.

Esta vez me concentré toda mi fuerza en no flaquear, me obligué a mí misma a resistir hasta la última instancia de todo esto. Por eso cuando mi lucha con Thanos se volvió una más personal, hablando en términos de combate cuerpo a cuerpo, me recordé que esto no era, ni de cerca, lo peor que hubiera vivido, y si sobreviví todo eso, ¿por qué esto sería diferente? Rodé, salté y me escabullí debajo del Titán, pero este siempre me obligaba a retroceder con golpes limpios. Hasta que canalicé gran parte de mi fuerza a través de mi puño derecho y lo estrellé contra su rostro impetuosamente, al tiempo que le propinaba una patada igual de potente en el pecho.

Al verlo trastabillar, desenredé la serpiente de nuevo, esta vez en forma de palo, y la clavé en su costado. El aullido inarticulado del Titán inundó el desolado planeta, y me aproveché de ese breve momento para atestar otro golpe imperioso a su rostro y otra patada a su pecho, acabando con rasgar más su costado con la punta del palo, haciendo que de este emergiera una nueva descarga de corriente.

Pero estúpidamente me distraje con su rostro, y con la mano del guante accionó todas las gemas y las accionó en mi dirección. Inesperadamente, el brazalete se encogió ante el impacto e hizo un escudo nuevo para mí que recibió la poderosa descarga y me libró de morir achicharrada. Sin embargo no todo terminó bien, pues Thanos tomó una de las vigas rotas que estaban tiradas en el suelo y —sorpresa, recuerdos de Olympia— me la clavó en el costado, justo como yo acababa de hacer con él.

Tony me lo sacó de encima medio segundo después.

—Si me vuelves a tirar otra luna, voy a enojarme —dijo al aterrizar frente a él.

—Stark —escupió Thanos con una fría sonrisa.

—¿Me conoces?

El Titán entrecerró los ojos.

—No eres el único maldito con conocimiento.

El pelinegro guardó silencio durante un segundo que se me hizo eterno, pero cuando respondió su voz hizo el mismo sonido que una fractura:

—Mi única maldición eres tú.

Jadeé en busca de aire y me arrastré por el suelo cuando el combate entre esos dos comenzó. El costado me ardía y la serpiente había comenzado a inquietarse de nuevo en mi muñeca, como si estuviera avisándome de algo.

Sentí una extraña opresión en el pecho y recorrí todo con la mirada. Strange estaba en el suelo, con apariencia inmóvil, y la que reconocí como Harper no se veía mejor. Ay, no. Por favor no. Quería acercarme a ella pero estaba sangrando de manera alarmante y no estaba segura de poder llegar a tiempo al otro lado. Y cuando vi a Vera correr desde el otro lado para tomar el rostro de Harper entre sus manos, fue cuando lo comprendí. Harper estaba agonizando.

No, no. Porfavor no. Ella no.

Me desesperé tanto por llegar hasta allá que no reparé en lo que estaba sucediendo a mi lado hasta que escuché la voz lúgubre de Thanos llenar mis oídos.

—¡No! —grité, lanzándome hacia adelante cuando me percaté de lo que estaba haciendo. Solo alcancé a acercarme unos centímetros cuando Thanos me bateó con su mano libre de nuevo contra un montón de escombros.

Ahí sí me partí algo, pero definitivamente no fue tan doloroso como verlo apuñalar el estómago de Tony con su propia espada. No me dolió tanto cómo girar el rostro y ver que el color de Harper se desvanecía cada vez más.

—Tienes mi respeto, Stark —alcancé a escuchar a Thanos decir—. Cuando termine, la mitad de la humanidad aún estará con vida. Espero que te recuerden.

Me removí sobre los escombros e ignoré el dolor atosigante de mis terminaciones nerviosas. Había invocado al miedo, y este me había paralizado. Solo había conseguido congelar un momento interminable, y en consecuencia, extender una agonía que no podía soportar.

No podía solo quedarme sobre mi dolor mientras veía como Thanos estaba a punto de acabar con la vida de Tony... pero lo estaba haciendo. No podía inmovilizarme aún sabiendo que Harper estaba agonizando a centímetros de mí... pero lo hice. Yo sabía que la muerte era inminente, que se acercaba a nosotros como el más cruel de los destinos, y aún así me estaba tomando por sorpresa.

No podía. No podía soportar eso, porque se sentía como si en realidad me estuvieran matando a mí. Y yo no podía hacer más.

—¡Detente! —jadeó Strange, desde su posición moribunda—. Déjalo vivir y te daré la gema.

Thanos contempló a Strange sin despegar los labios mientras analizaba su propuesta, aún con el guante apuntando al cuerpo de Tony.

—Sin trucos —decidió.

El Hechicero negó con la cabeza una sola vez, y entonces Thanos viró su atención a él completamente. Escuché a Tony renegar el ofrecimiento del pelinegro, pero este lo ignoró magistralmente. Y en su mano derecha apareció la brillante piedra verde; la Gema del Tiempo.

La extendió hacia el Titán, y entonces su guantelete estuvo casi completo. Así que cuando Quill apareció de nuevo, tratando de atacarlo, todo lo que hizo fue desaparecer a través de un portal.

—¿Perdimos? —preguntó Quill, horrorizado.

—¿Por qué lo hiciste? —inquirió Tony a su vez, dirigiéndose a Strange.

El hechicero tragó saliva.

—Estamos en el juego final.

Peter Parker llegó en ese momento para ayudarme a levantar, y lo acepté de inmediato porque necesitaba llegar al otro lado. Necesitaba llegar a Tony, necesitaba llegar a Harper. Necesitaba hacer algo, pero apenas y podía moverme. De pronto me pareció que estuviera caminando sobre arenas movedizas mientras el niño me ayudaba a mover, porque sentía que me hundía.

Pasé por en frente de Tony, y acabó dándome un asentimiento de cabeza para que siguiera mi camino hacia Harper. Al borde de un posible colapso mental lo hice.

Strange sostenía temblorosamente la mano de mi prima castaña, y ella estaba muy muy pálida, pero estaba tratando de sonreír. La veía con ese semblante apagado desde que Makenna se enfrentó sola a Thanos; y me dieron ganas de abofetearme mentalmente por no haber sido lo suficientemente astuta como para comprenderlo en ese momento, porque tal vez, si lo hubiera hecho, la habría podido ayudar. A su lado, Vera sostenía su otra mano.

—¿Bevs? —preguntó en un hilo de voz al verme llegar.

Vagamente escuché cómo todos comenzaban a aglomerarse detrás de mí, pero no pude girar a verlos. Todo lo que pude hacer fue verla a ella y hacer un terrible trabajo en retener las lágrimas que me quemaban los ojos. Me invadió una desesperación tan grande que no supe qué hacer.

—No hables —le ordené, quitándole el cabello de la cara, pero la voz se me quebró espantosamente—. Vamos a arreglar esto, te lo prometo. Vamos a encontrar una solución, porfavor no te esfuerces.

—No llores, Bevs —me pidió, y soltó la mano de Vera para buscar la mía.

Estuve segura de haber escuchado mi corazón romperse.

—No me hagas esto, porfavor —le pedí, sollozando—. Tú no me hagas esto, te lo pido. No me dejes sola, porfavor. Tú no.

Ella negó, pero apenas y podía moverse. Se dejó caer de lado, recargándose por completo del costado de Stephen Strange, que la envolvió con su brazo izquierdo para sostenerla. Escuché un lloriqueo silencioso y no tuve que volverme para verificar que se trataba de Vera.

—Solo quiero descansar —murmuró Harper, cerrando los ojos.

—No... ¡No! ¡No! —grité espantosamente, moviendo su cuerpo para que los abriera de nuevo... Pero no lo hizo—. ¡No me dejes sola, Harper, te lo pido! ¡No me dejes sola! ¡Tú no! No, no, no, no...

Enterré mi cabeza en su cuello y dejé escapar otro grito de dolor, y probablemente me hubiera quedado encima de su cuerpo, me hubiera aferrado a ella con todas mis fuerzas para no dejarla ir, si Tony no me hubiera tomado de los hombros y me hubiera hecho separar.

Y todo fue muchísimo peor en ese momento, porque mientras mis ojos no se despegaban del cuerpo sin vida de Harper, el cual Strange abrazaba con todas sus fuerzas, sentí otro cuerpo colisionar con el mío con vehemencia. Vera se me había guindado del cuello.

—¡No me sueltes! ¡No me sueltes, porfavor, Bevs, no me sueltes! —me pidió en medio de gritos.

No comprendí al instante a lo que se refería... y entonces Mantis habló:

—Algo está pasando... —y se desvaneció.

A través de las lágrimas vi como toda la muchacha se hacía polvo, y entonces el chillido de Vera sobre mí se intensificó.

—¡No me dejes, no me dejes! ¡No quiero ser eso, quiero ser eso! —lloró, aferrada fuertemente a mi tórax—. ¡No me sueltes, no me sueltes!

Pero todo se movió muy deprisa. Lo próximo que vi fue como Drax, Calypso y Quill también se desvanecían.

Giré para buscar a Strange con la mirada, y lo encontré depositando un beso sobre la frente de Harper antes de decir:

—Tony... No había otra manera —musitó, para también desaparecer.

El agarre de Vera en mí se afianzó y la escena se repitió, pero con Peter.

—¿Señor Stark? —lo llamó, dando pasos torpes hacia él—. No me siento muy bien. No sé qué pasa, no sé... —se tambaleó sobre sus pies y cayó justo encima de Tony, aferrándose a él con vagas fuerzas—. No me quiero ir, señor Stark. Porfavor, no me quiero ir.

—No me sueltes, Bevs —me volvió a pedir Vera, así que traté de abrazarla con suficiente fuerza para no hacerlo—. No quiero ser eso....

Y la niña se me escurrió de entre los brazos, hecha polvo, justo cuando pensé que mi corazón estaba completamente destrozado. Cuando me volví hacia Tony, sin saber qué hacer, me di cuenta que Peter tampoco estaba. Mi mano voló hasta mi boca para ahogar un sollozo terrible, y todo lo que sentí fue la forma en la que Tony llegó hasta donde yo estaba detenida y me estrechó entre sus brazos al tiempo que repetía una y otra vez:

—¿Estás aquí? Sí, estás aquí. Estás aquí... Estás aquí...

Llegué a ver la mirada perdida de la mujer de piel azul cuando murmuró:

—Lo hizo.







***
N/A: yo también me hice polvo para que no me digan nada 🤗🥰😂

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