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Capítulo 9: Esencia Lunar


Saonyi sentía su corazón a mil, no podía creer lo que veía, seguía pensando que estaba soñando o alucinando, no lo soportaba, estaba en la luna, era increíble...

«Demonios... demonios...» se decía ella.

Saonyi se tomó su tiempo recordando momentos con su familia, y sus amigos, maldecía al pobre Sebastian, si él no hubiera aparecido ella no estaría en tal lío, y para rematar la situación, la gota que rebalsó el vaso fue que llegó a la luna desnuda.


Saonyi se levantó, iba a salir de ahí de alguna manera, debía relajarse, regresó a la villa de los conejos lunares, de la casa de Pickles tomó una pequeñas rocas de color rojo, tomó prestado el bolso rosa de Carrot, y advirtió que si algún conejo quitaba las rocas se la verían con ella.

Salió de allí, y empezó su recorrido.

«Uno»

«Dos»

«Tres»

«Cuatro»

«Cinco»

Contó para darse fuerza, le atemorizaba perderse aún más en la luna, pero sentía que debía hacerlo.

Regreso al lado visible de la luna y dejó la primer pequeña roca roja allí, su mirada reflejaba determinación, caminó y caminó, caminó más, y contemplaba la Tierra a la vez, hasta que llegó a un lugar especifico que no podría describir, ali habia estado el primer hombre en la luna, ahora era ella la primera mujer en la luna, bueno, chica, ya había perdido la noción de tiempo, la bandera estadounidense estaba allí, frente a sus ojos... Saonyi la sacó de allí:

«La Luna no les pertenece, ni la Luna ni la Tierra.»

Se sentó allí, más adelante encontró una huella, de humano, Saonyi con sus manos le dibujó una carita, y se rió en mente, y su expresión era alegre por primera vez en la Luna.

Empezó a danzar, olvidando por un momento que pareció infinito, o más bien, quién sabe por cuanto tiempo estuvo así, por su cuerpo traslúcido fluía la paz, en colores maravillosos, rojos, azules, verdes, amarillos, naranjas, rosa, púrpura y demás derivados, su sonrisa era amplia.

Estaba en la Luna.

Desnuda.

Danzando como una bailarina de ballet.

Esa era Saonyi Amurayama.

Su cabello flotaba y se movía al compás de la canción que sonaba en su cabeza, luego esta salió de su mente, de sus pensamientos, se oía aquella voz femenina y los instrumentos músicales, se formó un carnaval de alegría en su joven corazón.


Se imaginó en un vestido rosa,con sus padres y abuela allí, Tito y Tiago riéndo, una mezcla de melancolía y felicidad la inundó, lloraba de felicidad, era extraño... la Luna emitía una especie de esencia adictiva.

Mientras tanto en la Tierra, sus padres buscaban por todos lados a Saonyi, habían informado a la policía, Tiago y Tito estaban preocupadisímos, Gabriela también se enteró, los chicos se lamentaban no haberla detenido. No podían creer las letras de la nota de Saonyi:

" Queridos padre, madre y abuela:

No se preocupen sino me encuentran, no me creerían si les contara, es fascinante pero a la vez me atemoriza, nosé que pasará si me pongo el anillo familiar, no lo sé, no se preocupen estaré bien, esté donde esté, asumo las consecuencias de mis actos. Adiós a la cobardía.

Los amo."

-Amurayama Saonyi.


Mientras Saonyi seguía desprecupada en la Luna, ya había parado, ahora permaneció sentada contemplando la Tierra, se veía tan hermosa, tan llena de vida, fresca y acogedora, extrañaba los árboles y flores, el cielo azul, las nubes, tenía que encontrar a Sebastian, él la había metido en esto, él la sacaría de ello. La chica, después de tanta vuelta y tanto pensamiento se había cansado, decidió que dormiría allí mismo, después de todo, respiraba en la Luna, nada le pasaría, aquel frío cruel no la mataría, el calor de su corazón podía más.

Durmió con una sonrisa.

Al despertarse, regresó a la villa de conejos lunares, estuvo preguntando buen rato por Sebastian el conejo de bigote elegante.

«Starbucks, ve con ella» dijo Carrot.

«¿Starbucks?» pensó extrañada Saonyi.

«Es el nombre de nuestra hija, Sebastian nos mencionó que hay unas cafeterías con ese nombre, dice que su café es delicioso, pensamos que es un nombre hermoso» terminó la coneja gris.

«Tiene razón, es un hermoso nombre» pensó Saonyi, y es que en cierta manera si era un nombre lindo.

Starbucks guió a Saonyi a casa de Sebastian, una linda cabañita, de color celeste, y unas florecillas extrañas en la entrada.

Atendió la llegada una coneja regordeta, blanca al igual que Sebastian, llevaba un moño rosa en su cuello, les invitó a pasar.

«Ho-hola... Soy Saonyi... busco a Sebastian...»hasta en sus pensamientos es miedosa, la coneja regordeta la intimidaba un poco, a diferencia de los demás conejos ésta lucía mucho, mucho más grande.

«Ah, en un momento regreso»dijo la coneja despreocupada, pasó desapercibido el temor de la jovencita.

«Uff» resopló de alivio mentalmente.

Esperó un momento y la coneja le indicó a pasar, a lo que ella obedeció, ultimamente se había vuelto temeraria, desde que llegó a la villa Lima, se había vuelto un poco imprudente, un poco más.

De entre todo lo de aquel pasillo pudo distinguir que habían fotografías, Starbucks le advirtió que no tocara nada, ya que la coneja regordeta, era muy quisquillosa con esas cosas.

Y al fin, llegó a un cuartito, por fuera la choza parecía pequeña, pero vaya que le tomó rato llegar a la habitación de Sebastian, una habitación muy ordenada, la cama del conejo era color rojo vino, las paredes eran de amarillo pálido, pero a la vez alegre, el piso de cerámica blanca y le techo tenía cielo falso blanco, junto a la cama una mesita de noche y al lado de este un closet, así de simple, así de básico.

Sebastian se encontraba despierto, leyendo un libro, al ver a la humana allí observándolo, bajó el libro.

«Niña» dijo el conejo un poco cansado.

«Sebastian...¿qué tal estás? ¿te pasó algo malo?»pensó preocupada.

«Solo me agotó el tiempo que estuve en la Tierra, gasté mucha energia...»

«Sebastian...»

«No te preocupes... Saonyi, no es tu culpa» dijo el conejo.

«Bueno... viéndote así, no puedo pedirte que me lleves a casa...»pensó envuelta otra vez en tristeza, ya quería volver a la normalidad, pero el conejo al parecer había estado buscándola.

«¡U-un momento!»interrumpió Starbucks «¡no puedes volver a casa! ¡te necesitamos, es por ti que Tío Sebastian fue a la Tierra»dijo la conejita dejando unos rastros de lágrimas en su pelaje.

«¿Me necesitan?» pensó sorprendida, aún nadie le explicaba eso... ¿Por qué de entre tantas personas la eligieron a ella?

«Sí, te necesitamos» respondió Starbucks. Saonyi olvidó por un momento que sus pensamientos eran su voz y que podía ser "oída" por los conejos.

«Niña, hay unas ropas para ti» habló Sebastian.

Saonyi estaba más que aliviada, por fin cubriría su desnudez, la coneja regordeta-que más tarde fue presentada por Sebastian se llama Lucrecia, siendo la hermana mayor de Sebastian y tía de Starbucks- llevó a Saonyi a un cuarto igual al de Sebastian pero con piso distinto, al muy estilo tablero de ajedrez, allí le dió a escoger ropas.

Escogió un vestido con base blanca con estampado de zanahorias con detalles dorados como decoración, a los lados se dejaba caer telas de color rosa pastel que en sus orillas tenía franjas blancas y negras, delgadas, en la cadera había otra tela, era negra y un poco pomposa, en el torso era el mismo rosa pastel pero con un chaleco de cuadros combinados con las franjas, las mangas eran negras con revuelos y encajes blancos,  y en los hombros la tela tenía detalles dorados, muy a lo clásico, excepto por el color rosa.

A pesar de no ser muy de su gusto, estaba cómoda, ya que no estaba desnuda, agradecía la "suerte" que tenía.

Ahora, solo restaba interrogar a los conejos.

¿Por qué la necesitaban?

¿Por qué la escogieron a ella?

¿Ser su reina? ¿Iban en serio?




Holaa, gracias por la paciencia, me he tardado bastante en actualizar, pero andaba corta de inspiración.

Gracias a quién leyó. Si te gustó: VOTA ★ COMENTA ✍ RECOMIENDA ✉ Sería de bastante ayuda y me haría muy feliz..

Hasta luegoo!! :D






















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