◦•●◉♰ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈𝐕 ♰◉●•◦
Al salir él del baño, ella tomó la toalla y se seco rápidamente y con cuidado antes de salir a la habitación, las preguntas se aglomeraron en su cabeza; no podia sacar de su mente a aquel hombre.
—Esto te puede quedar, no tengo mucho que darte— le dio una camiseta.
—Tranquilo, es más que suficiente, espero que no te moleste que esté solo en ella— se sentó en la cama dándole la espalda —Mi ropa interior se está secando—
—No hay problema, la puedes poner en la secadora si gustas—
—Gracias, eso hare—
Bajo la toalla hasta su cintura y se colocó la camiseta, esta le llegaba a medio muslo por lo delgada que estaba; y con justa razón, no había comido bien en semanas.
—Yo la pongo, voy camino para allá— el hombre se puso de pie y la miró.
—¿No dormirás aquí? — dijo confundida —Creí que me quedaría en el sofá—
—Para nada, tu mereces una cama decente— le hizo una leve caricia en la mejilla —Hay comida en el refrigerador, yo me iré a dormir ya—
—De acuerdo, muchas gracias Carlo— la chica sonrió.
—No es nada, si necesitas algo dime— se tocó la nuca apenado —Perdón por ser tan mal anfitrión, pero fue un día largo—
—No te disculpes, descansa— la suave voz de la joven fue acompañada por una tierna sonrisa.
Cuando el hombre salió ella se quedó en la cama unos momentos, pensando en la suerte que tenía, pero también en si realmente él gustaba de ella o solo era para no lastimar sus sentimientos.
Salió de la habitación para ir a cenar, encontró un poco de lasaña en el refrigerador y lo calentó un poco, en eso la secadora sonó, tomó sus bragas y se las puso rápidamente antes de cenar. Estaba tan feliz de por fin tener un techo y comida sobretodo. Al terminar de cenar notó que Carlo estaba dormido así que no quizo hacer ruido lavando platos.
Por fin después de años sin una buena cama y comida pudo ir a dormir cómoda y con el estómago lleno, el perfume del hombre le traía calma, así que abrazada a una de las almohadas se quedó dormida.
A la mañana siguiente, Carlo se alistó para ir al orfanato donde solía ir a apoyar en las mañanas; no sin antes dejarle algo de desayunar a la joven. Le dejó también una nota en la mesa de noche.
Alex, te deje desayuno y comida en la cosina, yo regresó más tarde; porfavor no salgas quédate acá, puedes usar la televisión y lo que gustes estas en tu casa.
Llegará un chico con una maleta, le abres y la recibes porfavor, no tengas miedo trabaja para mi
Cuidate
Carlo.
Al poco rato la joven despertó, se estiró y cuando estaba por bajar de la cama vió la nota, la tomó y sonrió; no había soñado nada, estaba segura en una casa normal.
Fue a la cosina y miro que estaba el desayuno ya servido, con una sonrisa en su rostro se sentó a comer. Le habían preparado panqueques con una taza de cafe.
—Eres un amor, gracias— dijo bajito aunque estaba sola.
Comió gustosa mientras miraba la televisión, una vez terminó se levantó para lavar los platos y hacer un poco de limpieza en la casa, no quería que Carlo pensara que era una acomodada.
Puso algo de música en la radio y comenzó a limpiar animadamente, dejó la casa impecable. Fue cuando llegó aquel chico, recibió la maleta algo tímida y cerró de nuevo, la dejo en el estudio de su anfitrión y siguió con lo que hacía.
Ya cerca del medio día se detuvo unos minutos, miraba por la pequeña ventana de la sala. Podía notar a algunas de las chicas de Giovanni trabajando, se le hacía un nudo en la garganta cada vez que lo hacía; ella estaba en ese estado tan sólo la noche anterior.
Estaba terminando de ducharse cuando escucho la puerta, se sobresaltó pero al escuchar la voz de Carlo, bajó la guardia.
—Alex, ya llegue—
—Carlo— la voz de la joven demostraba emoción.
Al verla sonrió, se acercó y le revolvió el cabello antes de abrazarla.
—¿Estas bien?— pregunto algo preocupado.
—Sí, gracias— lo miró a los ojos, esos bellos ojos verdes antes de regresar a la realidad —Yo... Yo te ayude a limpiar un poco—
—Ya lo veo, parece que estuviste ocupada querida—
La suave voz del hombre le daba escalofríos y paz al mismo tiempo.
—Sí así es, te... Te prepare algo también— el horno sonó, y Alexia fue a sacar las galletas recién horneadas
—Vaya, se ven deliciosas— sonrió y tomó una.
—Espero te gusten— la mirada en sus ojos estaba más viva entonces.
—Por supuesto que lo harán— besó su mejilla y se dejó caer en el sofá.
Lo miró ir al sofá y dejó la charola en la isla de la cosina, fue a sentarse en el sofá junto a él, aun algo nerviosa.
—Ven, siéntate acá— la miro con media sonrisa.
Algo nerviosa se sentó junto a él; la acomodo en su pecho y le acarició el cabello.
—Carlo, ¿puedo hacerte una pregunta? —
—Claro, dime—
—¿Por qué haces esto? ¿por qué me tratas como si sintieras cariño por mi? —
Las palabras de Alexia le hicieron pensar, la miro y tomó su rostro entre sus manos.
—Por que eres una... Una tentación, una hermosa y perfecta tentación—
—¿Y eso es malo? —
—Para mi no, para mi trabajo... — torció la cabeza un poco.
—Podría ser secreto Carlo yo... — el hombre la interrumpió.
—No, aún no— miro al suelo.
—Entiendo, entonces... ¿Que sigue? — la joven lo miró.
—Por ahora, te vas a acomodar aquí, y luego irás a trabajar conmigo— le acomodo el cabello.
—De acuerdo, espero que Giovanni no me encuentre—
—No lo hará, lo prometo—
La acerco a él y la abrazó, la sensación era perfecta ella era ideal para estar en sus brazos; pero debía ser fuerte.
La acomodo en su pecho de nuevo y se relajo en el sofá.
—Estas a salvó Alex— susurró.
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