Capítulo 2
Volver a ver a Joshua después de tantos años dejó a Sydney perplejo al punto de no poder hablar.
Descubrir que él estaba trabajando para el gobierno, que a meses le seguía los pasos y que además lo había salvado de ir a la cárcel, luego de tener una pequeña "charla" con el juez a cargo de su caso, sacudió su mente y enredó sus pensamientos aún más.
Josh sabía sobre su pasado con el sacerdote asesinado. El religioso era uno de los muchos hombres que él estaba investigando e intentando arrestar, de hecho. Pero Sydney le quitó el placer; mató al anciano un día antes de que fuera detenido por el DPI.
—Nunca pensé que trabajarías para el gobierno.
—Nunca pensé que serías un militar.
—Pagaban bien y me daban de comer — Sydney bromeó y dio de hombros, pero su tono tenso arruinó el chiste.
Joshua de igual manera se rio, aunque su mirada entristecida no condijo con la curvatura de sus labios tampoco.
—Por lo que oí, estuviste estacionado en la base de Ardhimat...
—Lo estuve. Por algunos años.
—También me dijeron que cruzaste el desierto de Granadiz cuatro veces. ¿Eso es cierto?
—Sí —Sydney bajó la mirada, pensativo—. Tuve una misión en 2016 que requería atravesar las dunas y destrozar un campamento enemigo al otro lado, en Yahdid. Fue un viaje duro y solo se puso peor cuando llegamos a nuestro destino. Subestimamos la calidad del armamento enemigo y el número total de soldados... Fue una masacre. Y algunos de mis hombres fueron capturados antes de que yo diera la orden de retirada —se explicó, manteniendo su voz lo más estable posible. Apenas mencionar los eventos lo afectaba—. Al regresar a la base, me dijeron que ellos eran hombres muertos. Pero yo no podía dejarlos atrás, así que descarté las órdenes de mi superior, el general Brooks, que era un tremendo imbécil, y organicé un nuevo ataque... Cruzamos las dunas de nuevo, por la noche, rescatamos a nuestros soldados, destruimos el campamento enemigo, robamos sus provisiones y volvimos a Ardhimat. Brooks murió la semana siguiente y fue reemplazado por el general Hudson, quien me ayudó a ascender al rango de coronel.
Joshua asintió lentamente, absorbiendo la información.
—Y después de eso capturaste la ciudad de Mahjarat que, si no me equivoco, era la mayor de toda la provincia, ¿no?
Sydney concordó, pero no logró contener más su desconfianza:
—¿Por qué me preguntas todo esto? ¿Cómo sabes tanto sobre mí?
El agente cruzó los brazos y respiró hondo.
—Mi hermana es médica de combate. Fue parte del regimiento Nº22 de Rockwell.
La respuesta sorprendió al sicario.
—Ah... ¿En serio?
—Sí. Fue enviada a servir en un campamento militar en Fahkir, al oeste de Mahjarat. Ella se enteró que estabas trabajando por allá y me escribió, para contarme sobre tus hazañas... Incluso te llegó a ver, aunque de lejos, cuando fue enviada a la capital a recoger unos soldados heridos. Me dijo que te veías distinto... Más rudo y orgulloso de ti mismo. Pero también que te veías muy cansado. Sobrecargado con tus responsabilidades. Me insistió que intentara reconectar contigo, que te buscara de alguna forma y te escribiera algo, pero... tuve miedo de hacerlo en ese entonces.
—¿Por qué? —Sydney frunció el ceño y sus ojos se pusieron acuosos.
—No lo sé... Pensaba que te había arruinado la vida, de cierta forma. La paliza que tu padre me dio me hizo contextualizar a varias partes de tu comportamiento que nunca había entendido. Y esa claridad también me hizo estar bastante preocupado por ti. Si él fue capaz de golpearme tanto al punto de enviarme a un hospital, ¿qué te habría hecho a ti? —Joshua confesó y sus hombros se relajaron. Sentía que se estaba quitando un enorme peso de encima al confesarse—. No quise escribirte porque pensé que tal vez, tú me verías como un problema que se interpuso en la relación que tenías con tu familia... Una que ya no era muy buena, por lo que recuerdo.
—No. Yo jamás pensé eso. Nunca te culpé por nada —Sydney se inclinó adelante, y hubiera intentado tocar la mejilla de su antiguo novio si sus muñecas no estuvieran encadenadas—. De hecho, pensaba que tú me odiabas por lo que pasó. Era lógico que lo hicieras... mi padre te sacó del armario a la fuerza y te hizo trizas, literalmente.
—Nunca podría odiarte... No puedo odiarte —el agente aseveró—. Pero confieso que si estoy... perplejo, por las cosas que has hecho. Todos estos asesinatos tienen buenos motivos, pero siguen siendo eso, asesinatos. Y el del sacerdote John... —Hizo una mueca de disgusto—. Estuve en la escena del crimen, junto al equipo de pericia. Había sangre goteando del techo, Syd. El rostro de ese hombre era irreconocible.
—En mi vieja ocupación, aprendí que a veces ese tipo de violencia es necesario —el criminal se defedió—. Puede que te de asco escuchar esto, pero tengo la consciencia limpia. Al menos, con respecto a él. Mereció el final que tuvo —Estiró las manos lo máximo que pudo y agarró la carpeta beige que yacía sobre la mesa—. Ahora... vayamos a lo importante. ¿Qué exactamente quieres que haga en el DPI? ¿De qué se trata tu visita?
Joshua estiró su postura, algo perturbado por lo que acababa de oír. Luego, metió la mano adentró de su traje y sacó de su bolsillo interno sus lentes de lectura. Sydney tomó el gesto como una seña para que abriera la carpeta en la mesa y eso mismo hizo, aunque con cierta dificultad.
Adentro había fotos en blanco y negro de hombres adinerados, fichas criminales, datos personales, y mapas.
—En el DPI, es común que organicemos misiones enormes para desmantelar a círculos de prostitución, de pedofilia y abuso infantil. Generalmente, nos concentramos en los jefes de estos esquemas, los que los organizan, distribuyen contenido ilegal, venden personas, las prostituyen... Los "capos", por así decirlo. Pero casi siempre, estas redes de conexión son tan grandes que no logramos capturar a todos los involucrados en ella. Y el costo para arrestar a todos los miembros menores individualmente es muy elevado, por lo que el Estado nos impide de hacerlo. Por ello, el gobierno tiene una opción más barata y directa de lidiar con estos desgraciados: contratar el servicio de sicarios para que los neutralicen por nosotros... ¿entiendes a lo que voy?
—¿Quieres que trabaje para el DPI como un asesino a sueldo?
—Sí.
Sydney ojeó los contenidos de la carpeta por un instante. Se mordió el labio inferior. Sacudió la cabeza.
—¿Qué pasaría con mi récord criminal? ¿Cómo justificarían mi libertad?
—En tu caso, fingiríamos tu muerte. Adoptarías un alias. Y tendrías que tener reuniones con el director del DPI todas las semanas, para explicar qué hiciste, qué no hiciste, a quién mataste, por qué los mataste, en fin...
—Debriefing —Sydney usó el término militar.
—Sí. Eso mismo.
—Pero si finjo mi muerte, perdería todos los pocos beneficios médicos que tengo por ser veterano de guerra. No podría encontrar un trabajo fuera del que me ofrece el Estado. Además, la muerte de Conrad saldría impune —Cerró la carpeta, frunciendo el ceño.
—¿Conrad? ¿Quién es?...
—El niño que se murió en el accidente de auto que yo causé, huyendo de la policía. Conrad Oliver.
—El que te hizo entregarte...
—Sí —El coronel tragó en seco, conmocionado—. Por él no puedo concordar con esto.
Joshua se alteró por dentro, pero mantuvo la calma por fuera.
—Te pido que reconsideres. Entiendo que su muerte haya sido un shock para ti. Entiendo que te sientas culpable por ella. No estabas planeando asesinarlo, a final de cuentas.
—Ese niño era inocente.
—Lo sé... Pero hay muchos niños que están siendo perjudicados por estos esquemas que también lo son —Josh se inclinó adelante y lo hizo mirarlo a los ojos—. Syd... no puedes revivir a Conrad. Quisiera decirte que es posible, pero no lo es. Lo que sí puedes hacer, es evitar que chicos como él mueran, no por accidentes, no por casualidades, sino pro el abuso constante de cerdos como John Grahm.
Oír el nombre del sacerdote y ser recordado de sus asquerosos actos hizo al sicario arrugar aún más su rostro y luchar contra las lágrimas en sus ojos.
—¿Puedo al menos pensarlo?
El agente soltó un exhalo paciente, volvió a apoyar su espalda en el respaldo de su silla y recogió la carpeta.
—Claro que puedes —Joshua accedió, con una sonrisa amable—. Pero solo te puedo dar tiempo hasta el viernes.
—Okay. Hasta el viernes entonces.
—Excelente... Vendré a visitarte —Él llevó su mano hacia el micrófono de la mesa—. Alguien nos puede traer más café, ¿por favor?
—Sí, director.
La respuesta hizo al visitante enrigidecerse y al sicario alzar una ceja curiosa.
—Me dijiste que tendría que darle explicaciones sobre mis actividades todas las semanas al director del DPI... y te acaban de llamar de director. ¿Me estoy volviendo loco, o qué?
—Sí... yo... —Joshua sacudió la cabeza y soltó una risa seca—. Soy el nuevo director. Sorpresa, supongo.
—Pero tienes treinta años. ¿Cómo carajos llegaste al cargo de director con apenas treinta años?
—¡Tú llegaste al rango de Coronel con veinticuatro!
—Estaba en una guerra, es distinto.
—¡¿Cómo?!
—La gente muere en guerras, caso no te hayan contado. Uno de los coroneles de mi batallón se murió y se abrió una vacante.
—No te creo. No es así que el escalafón funciona.
—Otra vez, estábamos en guerra. Las leyes de quien asciende o no de rango son muy flexibles —Joshua se rio y giró los ojos. Sydney sonrió y bajó la mirada. Ambos extrañaban este tipo de discusiones casuales, livianas. Hace tiempos que no las tenían—. Pero, ehm... supongo que debo darte mis felicitaciones. Por volverte director. Asumo que no fue fácil llegar a ese puesto.
—No... de veras no lo fue. Pero disfruto mi trabajo, dentro de todo. Así que fue un desafío placentero.
La puerta de la habitación se volvió a abrir. El mismo enfermero que había aparecido antes regresó, cargando sus cafés. De esta vez, Sydney no le prestó atención. Dejó que hiciera lo suyo y se marchara sin incomodarlo.
—Bueno... aprovechando que sigues aquí... —El criminal bebió un sorbo de su vaso—. Dale un fin a mi curiosidad, ¿qué has hecho desde que nos separamos?
—Uff... Muchas cosas
—¿Tienes a otro lugar al que ir ahora?
—No, en verdad.
—Entonces habla... Soy todo oídos.
Esto, Joshua hizo. Y luego de pasar una hora completa charlando con su antiguo novio sobre sus días de entrenamiento en la academia de policía, transferencia al DPI y dura escalada hacia la cima de la cadena de mando de la organización, un médico del hospital abrió la puerta de la habitación y les informó que la hora de visitas había terminado y que Sydney debía regresar a su confinamiento.
Pero antes de que el director pudiera retirarse, el sicario impulsivamente se levantó de su silla —asustando ambos al agente y al doctor—y dijo:
—Me uno.
Joshua, en shock, dejó que sus labios se partieran como los de un pez muerto.
—Pero dijiste que querías tiempo para pensar...
—Cada hora que pierdo aquí es un abusador al que dejo escapar. Además, tienes razón... si no puedo hacer nada por Conrad, puedo hacerlo por otros niños. Esa será mi manera de redimirme por su muerte.
El médico, sin entender nada de lo que ambos hombres hablaban, señaló hacia la salida, pero ninguno de los presentes le dio relevancia a su directriz silenciosa.
—¿Estás seguro, Syd?
—Sí. Quiero volver a hacer algo de útil con mi vida.
Joshua, placenteramente sorprendido, le regaló una sonrisa de despedida cálida y gentil.
—Volveré a verte mañana entonces... y ajustaremos los detalles de esta decisión juntos. ¿De acuerdo?
Sydney, estirando sus hombros y recuperando el vigor que a semanas había perdido, replicó:
—De acuerdo.
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El sicario estaba tan entusiasmado por la idea de ser libre otra vez, de tener un propósito otra vez, de sentir la adrenalina pura de un asesinato merecido otra vez, que con suerte logró dormir tres horas. Se levantó bien temprano, hizo su cama y se puso a leer para pasar el tiempo más rápido. Hizo flexiones. Sentadillas. Caminó de un lado a otra en su habitación, aburrido y nervioso.
A las diez de la mañana, un doctor apareció a buscarlo. Lo llevó, junto a tres guardias y un enfermero, hacia el mismo recinto donde había charlado con Joshua el día anterior. Lo sentaron en la silla, dejaron un vaso de café a su frente, junto a una galleta con una cara feliz hecha de chocolate, y se fueron.
Él comió todo, mirando a sus alrededores con cierta confusión. El director debió traerle el dulce, pero ¿por qué aún no aparecía por allí?
Cuando terminó de desayunar, limpió las migas de la mesa y las metió a la boca. Las luces del techo aún sonaban. La habitación aún era blanca y sin vida. Él aún no sabía por qué estaba allí y ya estaba sentado a solas por unos treinta minutos.
De pronto, la puerta se abrió. Lo que sucedió a continuación ocurrió tan rápido, que él no logró reaccionar. Un hombre vestido de negro, con rostro oculto por una máscara, marchó hacia él con pasos de gorila y sin más preámbulos lo inmovilizó sobre la mesa, golpeando su cabeza contra la madera. Mientras Sydney gruñía e intentaba soltarse, una aguja entró a su cuello y un líquido misterioso fue inyectado en sus venas. Él se quedó dormido en segundos.
Cuando despertó, mareado, entumecido y bastante desorientado, ya no estaba más en el hospital, sino acostado en una cama cómoda, en algún departamento modesto de la gran ciudad. El ruido de las construcciones y del tráfico afuera fue un indicador de ello.
—¿Qué... carajos? —Su letargo era fuerte, pero sus ganas de defenderse lo eran aún más.
Se levantó del colchón con suma dificultad y buscó un objeto cercano al que pudiera usar como arma. Sobre la mesa de noche, vio una pila de ropas y una nota, que leía:
"Quítate ese atuendo horrendo del hospital y ponte cómodo en tu viejo uniforme de sicario."
Reconocer la caligrafía de Joshua lo tranquilizó, porque se le hizo evidente que él estaba por detrás de esto. Pero pese a su alivio, Sydney se vistió con los ojos pegados a la puerta, con miedo de ser atacado nuevamente. Y al terminar, se sorprendió al ver que hasta su gorro y lentes de sol redondeados habían sido devueltos. Añadiendo los accesorios, recogió una botella de vidrio que vio en el otro velador e hizo su camino hacia la sala, empuñándola como a una espada.
—¡OOF SYDNEY DUNCAN! —un grito desde el sofá lo hizo prepararse para golpear al vacío—. ¡Te ves guapo!
—¡Por mi puta madre, Joshua! — el veterano reclamó, bajando la botella—. ¡Por un instante casi te tiro esto a la cabeza!
—Perdón por el susto, pero no pude contenerme —El director se levantó de su asiento y caminó hacia él—. Te ves bien. Pero pareces el protagonista de Léon: The Professional.
—Esa es la idea.
—Ah... Ya veo.
—Pero dime de una vez, ¿dónde estoy? ¿Por qué estás aquí? ¿Qué sucedió en el hospital...
—Calma, calma, calma... Ya te contaré todo —Joshua removió la botella de la mano del criminal y lo agarró del brazo, conduciéndolo hacia el sofá. Fue entonces que él se dio cuenta de las bolsas plásticas que yacían sobre la mesa de centro—. Comamos primero. Debes tener hambre.
—Necesito explicaciones...
—¿Veamos las noticias mientras lo hacemos? —el hombre siguió hablando por encima de él, dejando la botella a un lado y recogiendo el control de la televisión, a la que prendió—. Es bueno tener un ruido de fondo.
Los colores de la pantalla se abrieron y un canal de noticias fue pronto proyectado en ella. Los reporteros estaban hablando sobre la muerte de un famoso criminal del Condado de Kautley, Sydney Duncan...
Espera.
—¡¿Ya fingiste mi muerte?! ¡¿Tan rápido?!
Joshua sonrió —Orgulloso de la rapidez y eficacia de su trabajo—, se sentó en el sofá, y recogió su pote de comida china.
—Ven a almorzar conmigo, cariño. Ya te dije que te contaré todo.
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Nota de la autora: Le dedico la canción del header a Sydney y Joshua jejeje
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