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Capítulo 17

Un año había pasado desde aquellas vacaciones en la playa. Sydney y Joshua seguían juntos, trabajando para el DPI. Chris, Juan y Thadeus se habían convertido en la nueva familia del sicario, junto a Izzy y su esposo, quienes básicamente lo habían adoptado junto a su gato.

Por primera vez en años, él temía a la posibilidad de salir a trabajar y no volver a casa. La idea de beber en exceso y despertar muerto lo asustaba. No quería herir a alguien en uno de sus ataques de ira.

Su humanidad y moralidad, dos cosas que creía haber perdido para siempre, habían regresado.

Era raro.

Sus pesadillas también habían disminuido y sus flashbacks repentinos, perdido su intensidad. Ahora ya no confundía el presente con el pasado, Apenas se desprendía un poco de la realidad. Él consideraba esto un gran avance. Y también lo hacía Joshua, quien prácticamente se había mudado a su departamento, a vivir con él y su gato.

Sydney estaba feliz, en paz con su vida privada. Y eso se reflejó en su trabajo. Su precisión, rapidez y eficiencia al matar a sus objetivos habían mejorado considerablemente. Sus distintas maneras de ejecutarlos, se habían vuelto más creativas también. Los demás agentes del DPI encontraban sus métodos un poco peculiares, bordeando cómicos, pero no se quejaban de nada. De hecho, algunos hasta encontraban a las obras del sicario divertidas. Ver a los bastardos que habían investigado por meses pagar por sus crímenes nefastos era satisfactorio.

La última misión de Sydney había sido un claro ejemplo de lo mucho que él estaba disfrutando su oficio. Sabiendo que el pedófilo al que mataría le tenía un miedo intenso y paralizante a los payasos, él se había disfrazado de uno, metido a su casa por la noche, y asustado repetidas veces antes de ejecutarlo. El DPI había confiscado los vídeos de la cámara de seguridad de la casa, y un pequeño clip de Sydney caminando a hurtadillas por el garaje de la residencia antes de aparecerse al frente del criminal se viralizó en el buró.

—¡Me encanta trabajar junto a Ronald McDonald! —James Worth, uno de los detectives que trabajaban en el DPI, comentó.

Ambos estaban almorzando en el comedor de la sede del DPI cuando el vídeo del veterano comenzó a circular.

—¿Qué? —Joshua se rio, confundido, y el muchacho metió su celular al frente de su rostro.

—Míralo, ¡está usando overoles amarillos y peluca roja! ¡Es Ronald McDonald!

—¡¿Ese es Sydney?!

—¡El Santo Sicario en persona! —el joven se rio y apartó el teléfono de nuevo—. Ahh... Después del día horrible que hemos tenido, esto fue necesario.

—¿Día horrible? ¿Qué pasó?

—Encontramos otro esquema de tráfico sexual más... Rescatamos a cerca de 22 chicas, todas menores de edad, y eso es bueno, pero... —James suspiró, entristecido y molesto—. También encontramos algunos cuerpos debajo de la casa donde todas estaban detenidas.

—¿Cuántos? ¿Y por qué no me enteré de esto?

—Estabas en reunión, jefe. Y en total, fueron diez cuerpos. Estamos tratando de identificarlos.

—¿Y los culpables?

—Tenemos una lista, pero aún falta gente... Estamos trabajando en ella.

—Así que tengas los nombres, házmelo saber.

—Sí, señor —James intentó hacer un saludo militar, pero terminó golpeando su platillo al bajar la mano y se ensució la ropa—. Mierda...

Joshua sonrió y sacudió la cabeza. Le ofreció su servilleta al joven y se levantó de la mesa, ya habiendo terminado su almuerzo. Volvió a su despacho y trabajó en silencio por algunas horas. Tenía varios documentos a los que revisar y correos a los que contestar, así que eso hizo. Eventualmente, el detective reapareció por ahí, a entregarle la lista solicitada.

—Estos son los sujetos que hemos identificado por ahora, señor... —le estiró una pequeña pila de papeles corcheteados—. Pero, ehm...

—¿Sí?

—Los demás no se fijaron mucho en el apellido de uno de ellos, pero yo lo hice y me puse a investigar... —así que el director sacó las hojas de su mano, James se rascó la parte trasera de su cuello—. Y señor, creo que uno de los culpables es familiar de Sydney.

Joshua, quién había estado ojeando las páginas, lo volvió a mirar de inmediato.

—¿Perdón?

—Puedo estar equivocado, pero... la información de la ficha criminal de Sydney y de la ficha de este hombre encaja.

—¿Y cómo accediste a la ficha criminal del señor Duncan?

El detective hizo una mueca culpable y dio de hombros.

—Perdón, jefe... pero me metí a nuestros archivos internos sin su autorización. Tenía que hacerlo. Además, como dije... encajan. Ambos tienen los mismos apellidos, el mismo tipo sanguíneo, nacieron en el mismo condado, y el padre de Sydney tiene el mismo nombre que el hermano de ese sujeto...

—Okay —Joshua respiró hondo y sacudió la cabeza. Sabía que James no poseía malas intenciones. Sí, había roto el protocolo, pero por una buena razón. No lo reprocharía por ello—. Veamos entonces si estás en lo correcto —y con esto, siguió leyendo.

En la segunda página del documento que sostenía, donde aparecía la lista de casi todos los "clientes" del prostíbulo ilegal al que el DPI había sacado de operación aquella mañana, él divisó el apellido que buscaba.

—Walter Duncan.

Joder.

James tenía razón.

Era uno de los tíos de Sydney.


---


Joshua contempló que hacer a seguir por unas larguísimas dos horas. Al llegar al departamento de Sydney y abrir la puerta con su llave de repuesto, que él le había regalado meses atrás, el gato del sicario se frotó contra su pierna y luego se subió al sofá, a hacerle compañía, mientras él seguía pensando.

Su novio aún no había regresado de su sesión de terapia semanal con Thadeus. Eso le dio aún más tiempo para perderse en su cabeza. No quería mentirle respecto a los crímenes de Walter, así que no lo haría. Pero no lo dejaría defender a su tío tampoco - aunque dudaba que Sydney sería capaz de hacerlo-.

Sin embargo, Joshua estaba preocupado por la reacción del veterano. Si era sincero, no sabía qué sería peor: que su novio entrara en negación, que se decepcionara al punto de volverse melancólico, o que se dejara consumir por su ira. Los tres casos eran igual de peligrosos. Podían destruir su paz mental en segundos. Y esa no era la meta del director, en lo absoluto.

Al oír el ruido metálico del llavero de Sydney chocar con la puerta, él respiró hondo y se preparó para levantarse del sofá. Al ver a su novio entrar por la puerta, intercambió su expresión seria por una más blanda y amable, y acercó para besarlo.

—Hola... —el sicario no alcanzó a terminar de hablar. Los labios de Joshua lo interrumpieron.

—Hola —el director sonrió—. ¿Cómo fue tu día?

—Bien... antes de ir a hablar con Thadeus me encargué de la misión que me diste ayer. Kelsey Winston está muerta. Te mandé los datos del asesinato por el chat y también notifiqué a los del DPI... Ya van a recoger el cuerpo.

—Dime que no usaste el traje de payaso de nuevo...

—¿Cómo sabes sobre el traje? —Sydney alzó una ceja.

—La casa de John McAddams tenía cámaras. Un agente del DPI compartió un extracto de las grabaciones y ahora todos te han visto usando ese overol amarillo y peluca roja. Te están llamando Ronald McDonald, por si quieres saber.

En vez de enojarse, el sicario se rio.

—Cumplí con mi meta, entonces. Era justamente él a quien me intenté parecer.

Joshua sacudió la cabeza.

—¿No deberías estar llevando este trabajo en serio?

—Lo hago... McAddams murió, ¿o no? Ese bastardo ya no lastimará a ningún niño más. Pero ¿por qué no lo puedo atormentar un poco antes de que muera? ¿Qué tiene de malo en eso?

—Nada, supongo —el director corrió su mano por el cabello de Sydney, al que él había estado dejando crecer desde el año anterior. Luego de meses sin ser aparado, comenzaba a inflarse hacia los lados y hacia arriba de manera absurda. Parecía no saber que la gravedad era real.

—Puedes decir lo que estás pensando. Sé que me tengo que cortar el pelo.

—No iba a decir nada, me gusta tu pelo así... Pareces una oveja, pero es tierno.

Sydney se rio de nuevo y volvió a besar a Joshua, antes de apartarse y quitarse la mochila. La dejó sobre el sofá y a seguir agarró a su gato, quién se estaba frotando contra sus piernas desde que él llegó.

—Hola, Salem... ¿Tuviste un buen día?

El animal parecía haber extrañado a su dueño, porque no demandó ser bajado de inmediato. Se quedó quieto en los brazos de Sydney por un minuto completo, antes de hacerlo. Y mientras los se miraban, y el sicario le hablaba al felino con una voz de bebé, el corazón de Joshua por un instante se derritió.

Hasta recordar la noticia que debía entregarle, claro.

—Ehm... ¿Syd?

—¿Sí?

—Tengo algo que contarte, pero... —respiró hondo—. Es mejor si te sientas primero.

—No te metí en problemas en el DPI, ¿o sí?

—No, no... para nada. Has trabajado muy bien desde que te contratamos. No hiciste nada mal.

Sydney puso a Salem en el suelo y observó a su novio de pies a cabeza, preocupado.

—Por favor dime que nada te pasó...

—Nosotros estamos bien. Cálmate —Joshua puso una mano en su espalda y lo llevó hacia el sofá, haciéndolo sentarse—. Tengo que darte una noticia sobre tu familia.

La expresión del sicario de pronto pasó de recelosa y aprensiva, a distante e indescifrable. Había cierto rencor en sus ojos, pero más allá de eso, estaban carente de emociones. Su mirada fría no asustó al director, sin embargo. Él entendía muy bien los motivos de su novio para reaccionar así.

—¿Qué les pasó? ¿Qué quieren?

Joshua cruzó los brazos y se sentó al lado de Sydney.

—James Worth, uno de los detectives del DPI, está trabajando en una investigación para encontrar a todos los clientes de un prostíbulo ilegal que desarticulamos hoy. Él elaboró una lista, que sin duda será expandida en las próximas semanas, de todos los vinculados al caso. Entre ellos... lamento decir que estaba el nombre de tu tío, Walter.

El veterano tensó la mandíbula y desvió la mirada. Por un segundo, se vio asombrado con la información. Pero su sorpresa fue rápidamente reprimida y una expresión sombría cubrió su rostro.

Sydney abrió la boca para hablar, pero lo único que salió de su boca fue una risa molesta. Sus ojos se vidriaron, pero él no lloró. Tampoco se dejó consumir por su rabia, manteniendo una actitud impasible.

—¿Necesitas que lo mate?

—No. No te pediría algo así.

—¿Por qué no? Es un predador. Un pedófilo. Un tarado...

—Es tu tío.

—No me importa —sorbió la nariz—. Déjame encargarme del caso.

—No.

—Joshua...

—Quiero hacerte algunas preguntas, Syd —el director lo cortó—. Me acuerdo que Walter solía ser un amigo del sacerdote Grahm... y eso dicho, asumo que existen muchas más víctimas involucradas en este caso de lo que creemos. Además, Walter tiene dos hijas... ¿Crees que él les pudo haber hecho algo a ellas? ¿O tal vez a sus nietos?...

—No dudo de nada. Puede que las haya abusado, puede que no... pero cada segundo que ese maldito sigue vivo, es un segundo que más niñas están en peligro. Déjame agarrar mi fusil e ir a cazarlo...

—No es ético que te deje hacer eso...

—¡Nada de lo que hago en este trabajo es ético!

—Sydney —Joshua lo tomó de la mano y eso pareció calmar los ánimos del veterano—. Sabes por qué no te puedo dejar hacerlo. Lo quieras o no, él es parte de tu familia... y matarlo te haría más daño que bien. Chris se encargará de todo. Pero, si quieres, puedo ofrecerte la posibilidad de mandarlo a juicio en vez de...

—Mátalo. No quiero un juicio. Él no merece un juicio. Merece morir... —se levantó del sofá y caminó de un lado a otro por la sala, estresado.

Sydney, en aquel momento, estaba más preocupado por sus primas y las hijas de las dichas, que por el destino de su tío en sí. Noelle era viúda y dependía de la ayuda de su padre para pagar las cuentas. Angela era madre soltera y se veía en la misma situación. Su muerte sería un gran problema en sus vidas. Pero si él se iba a prisión, ambas estaban jodidas de la misma manera. Y dejarlo suelto no era una opción.

—¿Sabes si él tiene algún seguro de vida? ¿Algún dinero que podría ser redirigido hacia mis primas?

—No, pero puedo revisar mañana.

—Hm —el sicario se mordió la uña del pulgar—. Si lo tiene, dile a Chris que haga a su muerte parecer un accidente, por favor... En este caso es necesario, mis primas...

—Tienen hijos pequeños, lo sé.

Sydney bajó la mano y sacudió la cabeza.

—Debí matar ese hijo de puta cuando tuve la oportunidad... Debí haberlo despedazado a hachazos como lo hice con Grahm...

Joshua sabía que detrás de aquellas palabras furiosas y temperamento calmo, existía una montaña de dolor. Así que se levantó de sofá y sin demandar que el veterano se callara, sin decirle que estaba diciendo incoherencias, sin reclamar de nada, lo abrazó. Al instante, su novio se calmó. Y después de algunos segundos, lo abrazó de vuelta.

—Voy a solucionar esto, Syd. Tú no te preocupes por nada. Tus primas estarán bien. Y me encargaré de Walter. Me encargaré de descubrir quiénes más han sufrido por sus crímenes y haré que todos sean compensados por ellos, de alguna forma... confía en mí.

—Lo hago —el hombre en cuestión murmuró, contra su hombro.

—Solo tengo una última duda que necesito que me aclares...

—¿Hm?

—¿Fuiste tú una de sus víctimas?

Sydney respiró hondo y apretó su agarre en las ropas del director.

—No —Joshua hasta quiso soltar un exhalo de alivio al oír esto. Pero no fue rápido lo suficiente para hacerlo. Su novio no había terminado de hablar:— Pero él n-no me creyó... —el sicario sacudió la cabeza e intentó detener su llanto, en vano—. Le intenté h-hablar sobre lo q-que Grahm m-me hizo p-pero... él n-no... no...

El director frunció el ceño al escuchar esta acusación. Volteó la cara a un lado para besar el costado de la cabeza de Sydney y acarició su espalda, tratando de reconfortarlo.

—Te juro que lo haré pagar por todo lo que ha hecho... —Joshua murmuró, con dulzura—. Y yo sí te creo.


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Condado de Kautley - 2025

Walter Duncan salió de su automóvil rojo y cerró la puerta con una expresión cansada. Estiró los brazos, hizo sonar su cuello, y comenzó a caminar hacia su casa con un único objetivo en mente, dormir hasta el día siguiente. No quería cenar, bañarse, ni hacer cualquier otra cosa. Había trabajado todo el día y se merecía semejante flojera.

Además, ya era de noche, y familia debía estar durmiendo. No quería hacer mucho ruido y despertarlos.

Pero su colchón no sería su lugar de descanso aquella noche. Así que llegó al frente de la puerta de su hogar y sacó su llave, alguien rodeó su cuello con su brazo y lo ahorcó, mientras lo arrastraba lejos de la propiedad. En algún momento, la falta de oxígeno lo hizo caer inconsciente. Cuando se despertó estaba en un lugar desconocido - que aparentaba ser una cochera vacía-, atado a una silla plegable.

A su alrededor estaban tres hombres, vestidos por completo de negro. Dos cargaban fusiles en sus espaldas. Uno no tenía nada más que su traje y corbata encima. Este último, no le costó demasiado reconocer. Era un muchacho que había metido a su familia en problemas a varios años atrás, y que había obligado a su hermano menor a mudarse del condado en que todos vivían.

—¿Joshua?

—En persona.

—¿Q-Qué haces?... ¿P-Por qué estoy a-aquí?

—Reconoces este lugar?

El hombre miró alrededor.

—N-No...

—Es el garaje de la casa de John Grahm.

—¿Y p-por qué?...

—Los dos eran muy amigos, ¿no? Cuando él aún vivía —Joshua caminó en círculos alrededor de Walter—. Cercanos lo suficiente como para que tú ocultaras sus perversidades y sus crímenes... Cercanos lo suficiente como para que tú participaras en ellas...

—J-Juro que n-no sé de lo que hablas...

El director puso ambas manos sobre los hombros del sujeto. Se inclinó adelante y le dijo, al lado de su oreja:

—Sé que eres consumidor de material pornográfico infantil. Sé que vas a prostíbulos todos los fines de mes. Sé que has acosado y abusado de más de quince chicas en este condado. Tengo todas sus confesiones registradas. Tengo toda la evidencia lista para salir a la luz. Pero no quiero que estés vivo para defenderte. No quiero que te salgas con la tuya de nuevo. Así que todas estas verdades solo serán reveladas al público cuando tú estés muerto y enterrado seis metros bajo tierra. Pero antes, vas a sufrir. En nombre de todas esas pobres chicas y mujeres... vas a sufrir. Y en nombre de Sydney, tu sobrino, a quién decidiste ignorar cuando te habló sobre los abusos de Grahm, vas a gritar —Joshua le pegó unas palmaditas a sus hombros antes de apartarse—. Chicos... diviértanse."

Los dos hombres prepararon la escena bajo los ojos curiosos del director. Cubrieron la boca del secuestrado con cinta adhesiva. Cerraron todas las ventanas y puertas. Apoyaron sus armas en la pared y abrieron sus mochilas, que Walter no alcanzó a ver antes, en su letargo.

—¿Qué dices, Juan? ¿Comenzamos arrancándole las uñas de los pies, o de las manos?

—Pies, Chris. Son más sensibles.

Walter intentó gritar, pero por culpa de sus labios sellados, lo único que se escuchó adentro del garaje fueron gruñidos.


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Blueville- 2025

Joshua estaba sentado junto a Sydney en el sofá, viendo el matinal antes de irse a trabajar, cuando el reportaje sobre la muerte de Walter fue exhibido. El sicario, al ver el rostro de su tío en la pantalla, se inclinó adelante de inmediato, cautivado por la falsa narrativa que el canal compartía con el público.

Narrativa que había sido escrita por el director del DPI, descansando a su lado.

Según lo que decía el reportero, Walter había muerto en un incendio de origen desconocido, adentro de la casa abandonada del sacerdote Grahm. Le había enviado un mensaje a sus hijas - en realidad Joshua lo hizo por él - diciendo que había ido a la propiedad a buscar un acuario que le había regalado al religioso, antes de su brutal asesinato.

Dicho acuario sí existía, y el director lo había visto en la sala de estar al explorar el resto del hogar, mientras Chris y Juan trabajaban en la cochera. En el vidrio había una pegatina blanca, con un mensaje de amistoso de Walter.

Era una excusa perfecta para justificar su aparición por el lugar.

No que ellos necesitaban tener una para matarlo, siendo agentes del gobierno, pero sí era bueno tener un cuento convincente al que compartir con el público.

Y la historia les resultó creíble tanto a los miembros del condado, como a los habitantes de las grandes urbes del país. Walter era amigo de Grahm. Había ido a buscar un viejo regalo para que no se echara a perder. La casa estaba desocupada y sin mantenimiento a bastante tiempo, era posible que algo raro ocurriera con su viejo circuito eléctrico, al ser activado por el visitante. O tal vez, había alguna fuga de gás que Walter no percibió. Las posibilidades eran infinitas.

¿La mejor parte? Su seguro de vida cubría incendios. Sus hijas recibieron el dinero que necesitaban para sobrevivir su ausencia.

—Te dije que me encargaría de ello, ¿no? —Joshua comentó, poniendo una mano sobre la espalda de Sydney y acariciándola.

El sicario lo miró, sin decir nada, y examinó su rostro con una expresión desconfiada. La manera de hablar de su novio le había resultado curiosa.

—Por acaso tú...

—¿Qué?

—¿Estuviste ahí, cuando Walter?...

Joshua suspiró y asintió, dejando que Sydney comprendiera la implicación de tal gesto antes de responder:

—Y no me arrepiento de nada. Ese hombre... era un monstruo. Y mi trabajo, como director del DPI, es cazar a ese tipo de monstruo antes de que se convierta en la peor pesadilla de cualquier niño. Llegué un poco tarde en su caso... Pero al menos él ya no podrá asombrar otra vez a sus viejas víctimas. Y eso para mí es suficiente — siguió masajeando la espalda de su novio.

El sicario volvió a mirar a la televisión por un instante. Su labio inferior se curvó hacia arriba y él sonrió, emocionado. Con lágrimas en los ojos, se giró al hombre a su lado una vez más, enseguida buscando refugio entre sus brazos.

—Gracias, Josh... Muchas gracias.

—No necesitas agradecerme —el director besó la cima de su cabeza—. Fue un placer ayudar.


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Condado de Kautley - 2025

Sydney había logrado su cometido. Había encontrado sentido para su vida y aprendido a usar sus impulsos violentos para el bien común, trabajando para el gobierno. Había salvado a Joshua del peligro, como no pudo hacerlo en su juventud, había declarado su amor por él públicamente, y ahora tenía a una pequeña familia de amigos a su alrededor, que lo amaba y protegía más que sus propios padres lo habían hecho.

Joshua también había logrado su cometido. Le había devuelto a Sydney parte de la humanidad que había perdido en la guerra. Lo había ayudado a aceptar sus emociones y miedos, en vez de reprimirlos o transformarlos en rabia. Había hecho justicia en nombre de su novio, terminando de ejecutar a todos sus enemigos del pasado, y había reparado su vieja relación, luego de rescatarla del polvo del olvido.

Pero aún había una cosa que ambos debían hacer, para cerrar este ciclo de dificultades y desgracias que estaban al fin dejando atrás.

Hacer las paces con el fallecimiento del único inocente en toda esta historia.

Conrad Oliver, el niño que Sydney había matado por accidente mientras huía de la policía, minutos después de haber asesinado al sacerdote Grahm.

Ambos el sicario y el director viajaron al cementerio donde el chico había sido enterrado, a visitar su tumba. Le dejaron dos ramos de rosas y un oso de peluche, al frente de su lápida. Joshua se quedó de pie, rezando por el pobre niño en su cabeza. Su novio tomó otra ruta. Se sentó al lado de la sepultura y comenzó a hablarle en voz baja, como si su alma siguiera por allí. Le pidió disculpas por todo, le dijo que sabía que jamás lograría deshacerse de la culpa que cargaba por haber terminado con su vida, y le prometió que, de alguna manera, ayudaría financieramente al resto de su familia. También le juró que pasaría el resto de sus días en la tierra intentando pagar por su crimen, ayudando a niños vulnerables, encerrando a sus malechores, y matando a aquellos que ya habían cruzado la línea de la locura.

Al terminar su largo discurso, Sydney se inclinó adelante y besó la lápida, mientras sus lágrimas rebotaban en la piedra abajo.

—Descansa, Conrad —dijo en un volumen más elevado al levantarse y volver a mirar a Joshua.

El director le extendió la mano, sonriendo.

Él la tomó, sonriendo de vuelta.

Mientras caminaban a la salida, cruzaron las tumbas de Martha y Walter Duncan, la madre y el tío de Sydney.

Ninguno se detuvo a mirarlas. Y con los dedos entrelazados, la consciencia un poco más liviana, y los ojos fijados en el futuro, se fueron de allí.

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