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24 de diciembre de 8 a 10 pm

❄sαntα tєll mє❄

Millares de luces policromadas recreaban un precioso 24 de diciembre en el que todo estaba teñido de blanco gracias a los ligeros copos de nieve que caían lentamente del cielo dibujando un perfecto ambiente de alegría y paz cuando de repente...

-¡Pero serás gilipollas! -gritó una chica que perseguía a un niño por un interminable pasillo. Esta portaba en su mano derecha una de sus pantuflas rosas con la intención de lanzársela a su víctima.

-¡Mamá! -llamó el niño-. ¡Socorro! ¡Quiere matarme!

Se trataba del tranquilo y bello hogar de los Babidiblú Ledelo. Una numerosa familia con cinco hijos ordenados de menor a mayor edad: Pablo, Paula, Penélope, Pedro y...

-¡Alejandra! ¡Deja a tu hermano en paz! -ordenó una voz desde el piso inferior-.

-Pero Mamá, que el tonto de Pablo me ha manchado el vestido de la cena.

-¡Pues límpialo!

-Es que lo ha manchado de turrón el muy cerdo y se ha quedado la marca.

-Ay, hija... -La mujer abandonó la cocina y subió las escaleras para ayudar a Alejandra-. Si es que todo tengo que hacerlo yo en esta casa.

La madre inspeccionó la mancha seca de chocolate e intento eliminarla raspando con la uña sin resultado alguno.

-Pues nada. Creo que esto no se va a quitar ni lavándolo, tíralo.

-¿Cómo que lo tire?

-¿Qué pasa? ¿Te costó mucho? -preguntó preocupada.

-No, qué va, si es de Mango.

-¿Y cuándo has ido tú a comprar a Mango?

-No, mamá, de mango de mangar. Que lo robé en el Carrefour, vamos.

-¿Cómo que lo mangaste? -La mujer levanto la mano y le asestó un golpe en la nuca a su hija-. ¿Esa es la educación que te he dado yo?

-¡Joder, mamá! No me des más collejas que me vas a dejar tonta -dijo frotándose la zona afectada.

-¿Más? ¡Si te han quedado siete, paleta!

-Mira, mejor deja el tema de las notas que es Nochebuena, tengamos la nochecita tranquila.

-Es verdad, es verdad. Búscate otro vestido rápido, que tu padre va a llegar en cualquier momento -El estrés de la mujer era fácilmente perceptible-. Y tú, ¿qué has hecho para mancharle el vestido a tu hermana? -preguntó dirigiéndose a su hijo menor.

-Nada -mintió Pablo haciéndose el inocente.

-Pero hijo, no mientas, que tienes chocolate hasta en las pestañas.

-Bueno... es que me he encontrado una tableta de turrón en el armario de Ale y...

-No me cuentes más, que ya veo como ha terminado todo. Tranquila Paz -se autoconsolaba-, todo va a salir bien.

Y así la alegre familia, fue preparándose para la cena de Nochebuena en la que...

-¡Pedro! ¡Sal de la ducha ya, coño! -mandaba Alejandra aporreando la puerta-. ¡Que no me da tiempo!

¡Cállate, coño ya!

-¡Hostia! -dijo la chica mirando al techo-. ¿Quién eres tú?

¿Yo? Soy el narrador de vuestra historia.

-¿Qué historia? ¿Qué hablas? -preguntó frunciendo el ceño.

Nada, tú déjalo. Solo quería decirte una cosa...

-Sí, dime.

¡Que como me vuelvas a interrumpir tú o alguno de tu familia os cruzo la cara y se acabó el cuento!

-Ah, vale, vale. Yo les informo, eh.

Muchas gracias, Alejandra.

-De nada, hombre. Puedes llamarme Ale si quieres.

No, no quiero.

-Joder, qué borde es este tío -susurró pensando que yo no la iba a escuchar.

Que oigo todo, estúpida.

-¡Esto es una intromisión a la intimidad, eh!

Que sí, que sí, pero a mí por lo menos no me han quedado siete. Ah, y una última cosa, como he oído que robas muy bien, mángame unos calcetines en el Primark, anda. Que me estoy quedando sin, y no tengo dinero para comprar más.

-Está bien, está bien.

Es que la verdad como narrador no es que te paguen muy bien que digamos... pero bueno, que te dejo con lo tuyo y yo me marcho a seguir contando lo que pasa.

-Venga, hasta luego.

¡Y no me interrumpáis más, eh!

-Que sí, que sí.

Pues eso, feliz navidad.

-Igualmente.

Como iba diciendo, los Babidiblú Ledelo se preparaban para la esperada cena bastante nerviosos y estresados, hasta tal punto de ni poder pararse ni a respirar.

-Pues te como y cuanto veinte -decía Penélope, la hija mediana, moviendo una ficha por un tablero.

-¡No vale! ¡Has hecho trampas! -acusaba Paula viendo como perdía la partida.

-Pero Paula, hermanita mía -dijo dulcemente -, ¿¡cómo voy a hacerte trampas en el Parchís!?

-¡Chicas! -La madre irrumpió en la discusión de sus dos hijas-, ¿pero qué hacéis así aún? Venga, rápido, duchaos y vestíos.

-Voy... -dijeron al unísono abandonando el tablero en la habitación.

Cuando llegaron a la puerta del baño se encontraron con su hermana mayor Alejandra aporreando la puerta al grito de "Pedro, sal ya".

-¿Qué pasa, Ale? -preguntaron extrañadas.

-Pedro lleva media horaen la ducha... No me va a dar tiempo a prepararme -El pesimismo ya se había apoderado de la joven-. Ah, por cierto, ni se os ocurra interrumpir al narrador, eh -avisó obedeciendo mis órdenes.

Paula se dio la vuelta y le susurró a Penélope:

-¿Qué dice?

-Déjala, es el estrés...

Ambas la tomaron por loca y decidieron ir a preparar la ropa que iban a ponerse para la cena tras ver la gran demanda que tenía en ese momento el baño.

-¡Pedro! ¡Deja de tocarte y ábreme la puerta! - ordenó.

-¡Que no me estoy tocando, pesada!

-¿Y por qué no me abres entonces?

-¿De verdad quieres que te deje pasar ahora?

-Sí -afirmó cortante.

El sonido del cerrojo le indicó a Alejandra que la puerta ya se encontraba dispuesta a ser abierta.

Tras bajar el picaporte y empujar se encontró con su hermano completamente desnudo peinándose.

-Pero tápate, hijo de mi alma, de mi vida y de mi corazón...

-Eras tú la que querías entrar -dijo él.

-No sabes cuánto me estoy arrepintiendo ahora mismo... -confesó-. Hale, a tomar por culo de aquí que es mi turno.

-Que te esperes, coño.

-Pedro, que te cojo de los huevos y te saco, que sabes que soy capaz -amenazó señalándole las partes pudendas con el dedo.

-Sí, sí, si tú el tema de agarrar rabos lo llevas bien, bien... -dijo vacilante.

-Huy, lo que me ha dicho -Se hizo la ofendida-. ¡Ni que fuese yo Taylor Swift!

-¿Qué dices? -preguntó sin haber entendido la broma.

-No, qué dices tú, que me has llamado puta.

-¿Yo? Qué va, si tu eres muy puritana...

-Mira, se acabó, te vas a cagar -Alejandra tomó a su hermano del brazo y lo lanzó fuera del baño.

-¡Loca! ¡Que estás loca!

La chica cogió fuerza, le asestó una patada en la entrepierna y cerró la puerta del baño.

-Halehop, caso cerrado -solucionó sacudiéndose las dos manos y empezando a quitarse la ropa para ducharse.

Mientras tanto, su hermano en el pasillo...

-¡Joder, joder, joder! -gritaba de dolor con las manos en la zona afectada-. Esta en la cena va a alucinar, ¡se arrepentirá de lo que me ha hecho! ¡Mi venganza será terri...!

-¿Qué haces, Pedro? -preguntó una voz.

El chico alzó la mirada viendo a su atónita madre junto a su hermano Pablo.

-Nada, mamá -mintió tragando saliva aún desde el suelo.

Aunque Paz sabía perfectamente que su hijo no decía la verdad, decidió dejar pasar el tema debido al estrés que llevaba encima.

-Pedro, por favor, ya que eres el único que te has duchado, vistete rápido y ayúdame con la cena.

-Ya mismo.

La madre y su hija bajaron las escaleras y Pedro fue reptando hasta su dormitorio por si aparecía otro hermano suyo y le veía en aquella embarazosa situación.

Se vistió rápidamente y cuando se estaba abrochando los zapatos salió corriendo tras escuchar unos estrepitosos berridos como si de un burro siendo maltratado por la peor forma de tortura existente sobre el planeta Tierra se tratase.

-Paula, ¿qué haces? -preguntó preocupado.

-Estaba cantando -respondió señalando la canción que estaba reproduciendo su ordenador.

-Ah, qué susto.

-¿Por? ¿Qué pasa?

-Nada, nada, pero mira, mejor vamos a jugar a "El Playback", ¿vale?

-¿Y cómo se juega a eso?

-Pues muy fácil; solo tiene que poner la canción y, cuando oigas que empieza, en vez de cantar tú también, mueves solamente los labios, como haciendo que eres tú la que cantas, ¿entendido?

-Me gusta -dijo risueña.

-Muy bien, pero recuerda, tú no emitas ruido alguno, eh. Nada de cantar.

-Vale, vale. Haré como que soy Ariana.

-¿Qué?

-La canción; es de Ariana Grande.

-¿Cómo se llama? -preguntó fingiendo interés.

-Santa tell me.

Nadie se lo esperaba, ¿verdad? Bueno, mejor sigo narrando...

Tres duchas, cinco cochinillos, diez caídas y ochenta y siete "¡joder!" después, el timbre de la puerta de los Babidiblú Ledelo sonó y ya, por fin, tras tantos impedimientos que había presentado la familia, todo estaba listo...

-¡Joder, quieres terminar ya! -Se quejó Alejandra impaciente-. A este paso nos da Año Nuevo...

Perdón, ochenta y ocho "¡joder!" después, todo estaba listo para recibir a los invitados de la cena, una cena que os narraré en el próximo capítulo, pues este ya se va a acabar en tres, dos, uno...

"¡Alejandra, puta!" grité por haberme vuelto a interrumpir.

Se acabó.

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