24 de diciembre de 11 a 12 pm
❄sαntα tєll mє❄
En el capítulo anterior de Santa tell me...
"-Oiga, los pateses estos están buenísimos -dijo la Pantoja señalándolos-. ¿Dónde los ha comprado?"
Llamaron a la puerta de Ikea de los Babidiblú Ledelo, pero cuando abrieron no había nadie. Entonces escucharon ruidos en la cocina y pensando que podría tratarse de un ladrón, un violador o peor, un cobrador de Hacienda, se armaron de valor, de polvorones y de una espada para atacar al intruso.
Todos dejaron a Alejandra sola en el momento crucial e hizo un ridículo espantoso delante de su padre Paco, el cual era el que había generado los ruidos en la cocina. Así quedó todo cuando de repente el padre empezó a presentar invitados en una lista que parecía interminable, entre ellos, La Pantoja, que recién acababa de huir de la cárcel tras tirarse por la ventana y recogerle su hijo Paquirrín. Todos empezaron a comer y como yo deseaba que este fuese un cuento no muy largo, la llegada de tantos personajes supuso en mi cerebro la idea de ir eliminándolos sin que se notase mucho (cosa que conseguí con creces).
Llamé pues a un agente de policía más feo que una nevera por detrás para que devolviese a la cárcel a la Pantoja y a su hijo Paquirrín por haberla ayudado a escapar, pero estos huyeron despavoridos tras la entrada del hombre que confesó haber recibido una llamada alertándole de la estancia de la tonadillera de "Marinero de Luces" y el DJ de "Ay que se quite el top" en la casa de los Babidiblú Ledelo. Llamada cuyo ejecutor fue según Paz; la Sole, también conocida como "la hija de puta de la vecina".
Alejandra ante la gran presión que ejerció el policía amenazando con hacer preguntas, una tortura medieval demasiado intensa, le acabó diciendo por donde estos se habían marchado. Este fue a salirles al paso pero se le cruzo Petra, la cual fue detenida por el agente por put... digo; por ejercer la prostución, junto a su novio el tío Pelayo por practicarla. Quedaron 14 y de repente; el teléfono del tío Pepe sonó y fue informado de que le habían robado hasta las bombillas de su casa.
Todo esto y mucho más que no he podido contar fue lo que pasó en el segundo capítulo de ¡Santa tell me!
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-Familia, nos vamos -informó el tío Pepe levantándose de la mesa algo estresado-. Muchas gracias por todo eh, la comida buenísima...
-Cariño, tranquilízate -intentaba calmarle su mujer-. La policía está en casa, ya no pueden robarnos nada más.
El hombre comenzó a hiperventilar y las piernas le fallaron cayendo al suelo a plomo.
-¡Ay, Dios! Este marido mío siempre queriendo llamar la atención... -La mujer le zarandeó ligeramente con el pie-. Venga, levanta, que hay que irse.
-Paloma, por favor, que es tu esposo... -dijo Paz.
-Perdón, perdón, pero es que se tira todo el día igual, se desmaya por cualquier tontería, chica.
-Oye -Paco llamó a las dos mujeres y estas se giraron-, ¿dónde está todo el mundo?
La mesa se había quedado vacía y únicamente quedaban a su alrededor la tía Paloma, la abuela Pilar, Paz y Paco pues, el tío Pepe se encontraba tirado en el suelo cual salamandra que toma el sol sobre una piedra en verano.
-Uy, eso digo yo, ¿adónde se han ido todos? -repitió Paz mirando a todos lados.
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El sonido de un cuerpo sólido sumergiéndose en el agua tras caer desde una determinada altura retumbó por toda la estancia acompañada de un suspiro de placer.
-Qué a gusto me he quedado... -Pudri se humedeció la yema del dedo índice y pasó la página del periódico.
¡Eh, tú! -Tras oír mi bella voz llamándole la atención, el mendigo se asustó tapándose lo que tenía al descubierto con el diario de papel y alzando la mirada hacia arriba.
-¿Quién hay ahí? -preguntó con miedo.
Soy yo, Daniel T. Grey.
-¿Daniel T. Grey? ¿Y quién coño eres tú? No me suena tu nombre...
Soy el narrador de esta historia, ¡alelado!
-¿Qué historia? ¿Qué hablas? ¿Te importaría dejarme cagar tranquilo?
¿Y tú podrías ser más educado? Vamos a ver, Pudri, entendámonos... Yo, como narrador que soy te pido encarecidamente que te vayas a tomar por culo de mi cuento porque me sobras, ¿te has enterado?
-No mucho, ¿qué dices que tengo que hacer?
Largarte de aquí.
-¿Y por qué?
Porque me sobras como personaje, además que estás vagando por la casa a tu libre albedrío, ¿quién narices te ha mandado que abandonases la mesa?
-Joder, tío, que me ha dado un apretón...
¡Pues te aguantas y cierras el culo! Yo no te había ordenado que vinieses aquí.
-Pues he venido igualmente.
Y por eso quiero que te vayas.
-¿Qué me das a cambio?
¿¡Cómo!? -grité sorprendido-. Que encima de que te hago famoso en el mundo entero nombrándote en este preciosa historia de Navidad que estoy escribiendo a mediados de enero, ¿me vas a pedir más cosas?
-Sí.
¿Qué quieres? -Me di por vencido.
-Te pido poco porque me has caído bien, un bocata de chorizo.
¿En serio? Te acabas de poner hasta el culo de comer, ¿y me pides más comida?
-Es para el viaje de vuelta al Mercadona...
Bueno, en ese caso toma.
Enviando bocata de chorizo...
-Pero estírate, hombre, echale un tranchete o algo. Sustancia, sustancia.
Enviando bocata de chorizo con dos tranchetes...
¿Me puedes cambiar el pan? No me entusiasma mucho la baguette...
Enviando bocata de chorizo con dos tranchetes y pan de leña...
-¿Y podrías...?
¡No! ¡Ya no te lo cambio más!
-Vale, vale, me conformaré con esto...
Uy, la que te estás ganado...
Pudri mordió el bocata y tras saborearlo hizo una mueca de asco.
-Sabe raro, eh.
Es que me he restregado el chorizo por los huevos, ¡por habérmelos tocado de sobremanera!
-Tío, qué asco das...
Venga a tomar viento ya, ¡fus-fus, fuera, vamos, shushu!
-Que ya, que ya -dijo quejándose-. Deja que me limpie el culo por lo menos, ¿no?
Abandona la casa por la ventana, que no te vea nadie eh, que os enrolláis a hablar y me fastidiáis el libro.
-Que sí...
Venga, Feliz Navidad y que te vaya bien.
-Igualmente, tío.
Pudri saltó por la ventana y cayó sobre un mar de rosales llenos de espinas...
-¡Ah! -gritó de dolor.
...pero ese ya no era mi problema.
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Miles de envoltorios brillantes volaban por el salón de un lado otro, se había formado una guerra de polvorones entre los más pequeños de la casa... y Alejandra.
-¡No, Pablo! -gritó Alejandra-. ¡Los de limón no, tira los de coco que duelen más!
-¡Socorro! -gritaba Paula esquivando los lanzamientos de su hermano-. ¡Penélope ayúdame!
-¡Allá voy! -La chica tomó un rosco de vino que golpeó a Alejandra en una zona delicada.
-¡Guarra! -insultó-. ¡Me has desestabilizado todo el tampón!
Los niños se echaron a reír y la chica tomó un Ferrero Rocher.
-Os vais a cagar todos... -amenazó alzando el brazo.
Pablo, Paula, Penélope y la prima Perla echaron a correr hacia la puerta de la cocina para no ser aniquilados por el almendrado bombón de 50€ el kilo. La chica lanzó el proyectil con una fuerza que no consiguió ni que este avanzase 4 metros.
-Vaya fuerza pedo... -dijo Perla desilusionada.
-Tienes la puntería por donde amargan los pepinos -sentenció Penélope.
-¿Ah, sí? -Alejandra tomó un polvorón de coco de los del año pasado y lo tiró en dirección a la puerta abierta de la cocina donde los cuatro niños estaban arrinconados-. Chupaos esa.
De repente la puerta se abrió lentamente y apareció tras ella la abuela Pilar, cuya frente parecía ser la pista de aterrizaje perfecta para el misil.
-¡No! -gritó Alejandra llevándose las manos a la boca.
-¡No! -gritó Pablo.
-¡No! -gritó Paula.
-¡No! -gritó Perla.
-¡No! -gritó Penélope.
-¡No queda papel, coño! -gritó el primo Pascual, el cual se hallaba en el baño de arriba.
El polvorón de coco estalló en la frente de la abuela Pilar con tal potencia que fue capaz de tumbarla en el suelo dejándola inconsciente.
-¡Abuela! -Alejandra corrió hacia ella y se arrodilló a su lado.
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La mesa se había quedado vacía y únicamente quedaban a su alrededor la tía Paloma, la abuela Pilar, Paz y Paco pues, el tío Pepe se encontraba tirado en el suelo cual salamandra que toma el sol sobre una piedra en verano.
-Uy, eso digo yo, ¿adónde se han ido todos? -repitió Paz mirando a todos lados.
-A saber... -respondió la tía Paloma.
El tío Pepe despertó de su caída y se incorporó de un salto.
-Estoy bien eh, estoy bien -informó sacudiéndose la ropa.
-Bien por ti, cariño -dijo su mujer-. A todo esto, ¿tú sabes dónde está toda la chusma?
-Paloma, me he desmayado, ¿cómo quieres que lo sepa?
-Ay, Pepe, yo que sé, ¡deja de atacarme delante de la familia! -ordenó moviendo exageradamente los brazos-. ¡Ataques gratuitos aquí no eh, Pepe, ataques gratuitos aquí no!
-Que sí, que sí...
-Voy a ver qué ha pasado con los niños -la abuela se levantó de la silla y caminó despacio hacia la puerta para abrirla-. Que ya veo cómo se preocupan sus padres...
La vieja mujer agarró el picaporte y tiró hacia ella. Instantáneamente una bolsita dorada estalló contra su cara expulsando un polvo marrón claro.
-¡Hostias! -grito Paco de la impresión.
Los cuatro adultos se acercaron a la abuela y vieron a los niños a su alrededor impresionados y a Alejandra a su vereda.
-¿Pero qué ha pasado aquí? -preguntó Paz boquiabierta.
-¡Ha matado a la abuela con un polvoronazo! -acusó Pablo señalando a su hermana-. ¡Asesina!
Las piernas del tío Pepe volvieron a vencerse tras ver la situación de su anciana madre y se desmayó de nuevo.
-¡Que dejes de intentar llamar la atención, Pepe! -le gritaba Paloma a su inconsciente marido-. No le intentes quitar protagonismo a la abuela.
-Rápido, llevadla al coche, hay que ir a urgencias.
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-¡No queda papel, coño! -gritó el primo Pascual, el cual se hallaba en el baño de arriba.
Al no obtener respuesta el chico comenzó a buscar a su alrededor algo con lo que limpiarse la cloaca. Tras valorar varias opciones que afloraban en su cerebro con cada objeto que veía, su mirada se cruzó con una la solución más viable.
-Caza y pesca -leyó en voz alta el título de la revista que había escogido-. No creo que nadie la eche mucho de menos...
Pascual arrancó una de las hojas y cuando se la pasó por donde todos sabéis su cara se convirtió en una mezcla de dolor e incomodidad. Se lo dejó lo más limpio que pudo y al terminar, desechó en el váter las páginas utilizadas. Se vistió y tiró de la cadena. Pero en vez de tragar y hacer desaparecer toda la biomasa, la tubería se atascó, produciendo la subida del nivel del agua hasta comenzar a desbordarse todo lo anteriormente vertido en su interior.
-Joder, joder, joder -dijo en voz baja-. Tanto estrés para un niño de 13 años no es bueno.
La superficie del baño se inundó rápidamente y Pascual, sin saber qué hacer ante tal situación, abandonó la estancia cerrando la puerta y dejándolo todo como estaba.
Recorrió el pasillo en dirección a las escalerad para descenderlas cuando se encontró con una habitación en cuyo interior se oían ruidos.
Debido a su curiosidad, el chico abrió con sigilo la puerta y asomó la mirada.
-¡Pedro te voy a comer todo el...!
Nada más ver la escena que se estaba reproduciendo en aquel lugar cerró rápidamente y palideció por la impresión.
Bajó las escaleras cual fantasma medieval y se encontró con Paz y Paco llevando en brazos el cuerpo de la abuela Pilar al exterior de la casa.
-¿Que ha pasado, mamá? -le preguntó el chico a Paloma.
-Nada hijo, la abuela que se ha quedado inconsciente.
El tío Pepe se incorporó de nuevo ya recuperado de su segundo ataque.
-¿Y tú por qué estás tan mustio? -formuló Paloma preocupada-. Te veo pálido.
-Es que he visto algo muy feo -dijo.
-¿El qué?
-Patricia y el primo Pedro... estaban haciendo cosas... -El chico no quería ser demasiado explícito.
-¿Qué cosas? -preguntó sin saber a lo que se refería.
-Follando, mamá, estaban follando.
-¿¡Qué!? -grito de repente el tío Pepe que se desmayó por tercera vez.
Paloma, perpleja, le pidió a su hijo que le llevase a la zona de la casa donde estuviesen haciendo eso y este se lo indicó. La mujer subió corriendo las escaleras y abrió la puerta de la habitación de par en par encontrando a su hija y su sobrino completamente desnudos.
-¡Pervertidos! ¡Cerdos! ¡Viciosos! -gritaba mientras pegaba a ambos con el bolso.
-¡Pero tía Paloma...! -El chico intentó excusarse.
-Pedro, tápate, ¡tápate! -Ambos jóvenes comenzaron a vestirse
-¡Mamá, cálmate! -Patricia intentaba tranquilizar a su madre.
-¡Que sois primos! ¡Pero cómo habéis podido!
-¡Paloma! -se escuchó a Paco gritar desde el piso de abajo-. ¡Rápido, baja!
La mujer voló hacia las escaleras preocupada seguida por Patricia y Pedro que lo hacían semidesnudos.
-¿Y vosotros qué hacéis así? -preguntó Paz señalandolos perpleja.
-Nada, mujer, que tenían mucho calor... -decía Paloma cabreada y colocándose el bolso en el hombro.
-Ya está la abuela en el coche -informó Paco-. Llevadla a urgencias y luego id a ver qué os han robado, venga.
La tía se acercó a su marido que aún seguía en el suelo y con los dos brazos lo zarandeó fuertemente.
-¡Despierta, Pepe!
Esto no surtió efecto alguno y por el cerebro de la mujer apareció la solución.
-Por favor, los que seáis sensibles a determinadas imágenes no miréis -rogó.
Todos se dieron la vuelta y lo siguiente que se escuchó fue un escalofriante grito del tío Pepe.
-¡Hale! No ha sido tan difícil... -La mujer se sacudió las manos y llamó a sus hijos-. ¡Perla, Pascual, Patricia! ¡Vámonos, que se nos muere la abuela!
Los cinco abandonaron la casa y justó cuando se cerró la puerta "Jagharen smärta i röven" el silencio y la tranquilidad volvió a reinar en la casa de los Babidiblú Ledelo.
-Estaréis contentos... -Paco estaba muy enfadado por cómo se había dado la noche-. Habéis jodido una de las que iba a ser la mejor Nochebuena de mi vida...
-Cariño, cálmate -dijo Paz viendo la que se avecinaba.
-¡No! -estalló-. ¡Es que ya me habéis hinchado mucho la polla!
-¿Qué es una polla? -preguntó Pablo.
-La mujer del pollo -respondió Paula.
-No -negó Alejandra refiriéndose a la respuesta de Paula-. Se refiere a la cola.
-¿Qué cola? -volvió a preguntar Paula-. ¿La fila que haces en el supermercado?
-No, tonta -regañó Pablo-. La cola es un refresco.
-Tampoco es eso, chicos -dijo Pedro-. La polla es el nabo, el rabo...
-¿Un nabo no era lo que plantaba el abuelo en su huerto?
-Y el rabo es lo que tienen los perros en el culo, ¿no?
-¡El pene! -gritó Alejandra-. ¡Es el pene!
-¿Me ha llamado alguien? -preguntó Penélope asomando la cabeza desde la puerta del baño.
-¡Callaos ya, joder! -espetó Paco-. A dormir todo el mundo.
Los cinco hijos corrieron a sus respectivas habitaciones a dormir. Y aunque pareciese obvio, los cinco miembros de la familia se encontraban muy cansados por la nochecita que habían tenido.
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¡Rudolph! -gritó un hombre viejo y gordo que volaba por el cielo en un trineo tirado por renos en la madrugada-. ¡Gira que nos la hostiamos!
Ante el pasotismo del reno, el hombre comenzó a ponerse nervioso.
-¡Rudolph, gira! ¡Rudolph!
Pocos segundos después el trineo se había estampado contra el tejado de una casa y el anciano se encontraba despatarrado en la nívea superficie.
-Pues ya hemos llegado, la casa de los Babidu... Babidible... Bubodabo... de los lerdos estos, coño.
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