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3

Miré todo, no podía creer que me iba a meter en este mundo.

__ ¿Estás segura de lo que harás? -- me preguntó Hoseok preocupado, mientras mirábamos todo desde el auto.

__ Una vez entres en este mundo, no habrá forma de que salgas, Arabella - comentó Namjoon - Así que si vas a arriesgarte, asegúrate de convertirte en la puta Mafiosa más grande del mundo - yo sonreí con sorna.

__ No te preocupes, a partir de ahora, nació una nueva mujer - dije mirando a las prostitutas, a los hombres entrar y salir de ese prostíbulo.

__ ¿Que nombre usarás? - preguntó mi hermano

Sin mirarlo, respondí tranquilamente.

__ Santa- dije para abrir la puerta del auto - Esperenme a una cuadra de aquí, en la cafetería del frente - pedí - Dentro de poco les daré la buena noticia - terminé de decir para bajar del auto y emprender camino.

__ Si Dios está conmigo, no hay nada que temer - murmure para dejar salir el aire.

Comencé a caminar rumbo a ese prostíbulo, viendo a mujeres besarse entre ellas. Algunas follando ahí afuera con algunos hombres. Otras observando quién sería su próxima víctima.

Todos me miraban sin apartar la mirada, los hombres babeaban y eso me daba asco.

Las mujeres me veían con envidia y extrañeza.

¿Por qué cojones me miraban tanto?

Vi a una castaña dar una última calada a su cigarrillo, para tirarlo en el suelo, ponerle el pie encima, con esas enormes botas de tacón y su diminuta falda a punta de nalgas acompañado de una blusa corta, abierta en la parte de los senos dejando ver gran parte de ellos.

__ Buenas noches - salió de mis labios, una vez me paré frente a ella.

Ella alzó la mirada y frunció el ceño.

__ ¿Hablas conmigo? - preguntó asombrada, enarcando un ceja.

__  ¿Con quién más?- le contesté

Ella me miró de arriba abajo, analizandome.

__ ¿Que se le perdió a una mujer como tú, en este antro de mala muerte? - preguntó mascando un chicle de manera exagerada y vulgar.

_ Mucho - le contesté - Necesito que me lleves a dónde tú jefe - Sí, nada de rodeos. Fui directo al punto y ella dejó salir una risa de burla.

__ Mamita, mi jefe, el dueño de todo esto, no habla con mujeres de alta clase - me confesó  en un tono burlón - Solo habla con las que vienen en busca de un trabajo, ya sabes - terminó de decir para tocarse las tetas.

Yo hice una mueca

__ Vengo exactamente a eso - le dije - Necesito trabajar aquí

__ ¿Estás loca mujer? - dice ella con ironía - Una vez entres a este mundo, no hay quién te haga salir. Tendrás que acostarte con viejos rabo verdes, con peste a nalga, a bicho, a sarro y sudor - sus palabras me dejaron anonadada, pero el resentimiento que tenía en ese momento y las ganas de acabar con esos miserables, ganaba en ese instante- ¿quieres experimentar eso? Una señorita de prendas elegantes  - me miró detenidamente para hacer una mueca- Jamás te dejarán pasar

Esto se me estaba complicando más de lo esperado.

_ Me urge entrar - le dije nuevamente y ella alzó una ceja

__ ¿Eres una agente encubierta? - me preguntó  con burla- Si es así, solo dime y te ayudo a entrar de una

Yo alcé una ceja

_ ¿Tienes algo en contra de tú jefe ? - le pregunté

__ Tengo mis asuntos en este negocio de mierda, así como todas las que ves ahí- confesó, señalando a todas esas mujeres prostituyendose.

__ Llévame con tu jefe. Si te portas bien y me ayudas... te daré dinero - le dije esto último con la esperanza de que funcionase, vi sus ojos iluminarse.

_ Hubieras comenzado por ahí, cariño - dijo para sonreír - Acompáñame, por favor - pidió.

Fruncí el ceño algo confundida, ella caminó hacia la puerta, dónde estaban esos guardias.

Dejé salir el aire y me dispuse a seguirla.

Cuándo llegamos a las puertas, ella se detuvo debido a que los guardias interrumpieron nuestro camino poniendo las manos al frente.

- Tú puedes entrar, Sarah. Ella no - habló un rubio, alto.

Ella llevó sus manos a mi cadera, dejándome inmóvil.

- Es una cliente, Claudio- habló ella- Viene a por una mamada de panocha, ¿que puedo hacer? - me quedé sin respiración al escuchar sus palabras.

Ellos me miraron, como si no creyeran nada de lo que decía.

Estaba dispuesta a hacer lo que sea. No importaba si tenía que convertirme en bisexual a lo largo de mi trayecto, tampoco si tenía que besar a una mujer o dejar que me chuparan el coño, o peor aún, hacerlo yo.

Lo único que me importaba era concluir mi plan, matar con mis propias manos a ese Infeliz. Así tuviera que estar con medio mundo, en ese entonces no me importaba.

Me acerqué más a ella, llevando mis manos a su mentón para obligarla a mirarme.

Cuando nuestros ojos se encontraron, sin pensarlo tanto la besé en los labios. Coño, no fue un beso inocente, sino un beso con todo. Incluso sentí su aroma y sabor a cigarrillo.

Su lengua comenzó a jugar con la mía, mientras podía sentir sus labios carnosos. Llevó sus manos a mis nalgas, para apretarlas con fuerza. Gruñi por lo bajo.

No era que me desagradara, pero nunca pensé  llegar a tal extremo. Se sentía como besar a un puto hombre.

¿La diferencia?

Que sabía que no lo era.

Lentamente me separé de ella, mirando sus ojos llenos de lujuria.

Volví mi mirada a los porteros, viendo como ellos nos miraban como si estuvieran extasiados de la escena que presenciaron.

- ¿Me dejan entrar o debo alzarme la falda aquí para que me chupe la panocha? - indague con seriedad, mientras enarcaba una ceja.

Ellos negaron para quitarse del medio y dejarnos pasar.

Sonreí y me dispuse a entrar.

La música resonaba por todo el lugar, provocando que mis oídos se volvieran locos.
El olor a cigarrillo y bebida, inundaban mis fosas nasales de manera descarada. El estómago se me revolvía.

Pude ver a mujeres bailando en el tubo, mujeres desnudas haciendo poses con su vagina al aire siendo contempladas por hombres llenos de deseos.

Eran jóvenes, viejos, ancianos. Hasta mujeres.

Todos bebían, fumaban

Algunas mujeres estaban haciéndole orales a los hombres, incluso a algunas mujeres. Todo se dejaba ver.

Era tan asqueroso y repugnante.

- A ver, cariño... - habló la mujer a mi lado, me tomó de la mano ocasionando qué nuestro andar se detenga- No puedes mirarlos así, con esa cara de asco.

Hice una mueca.

- No hay gandinga para esto - respondí con sinceridad.

- Si de casualidad tú intención es introducirte en este mundo, debes adaptarte a esto- me dijo con burla- Tendrás que hacer todo eso, desde trios, hasta orgias.

Me negaba rotundamente.

- Sarah... - se acercó un viejo a nosotras, mirándome con oscuridad en sus ojos- ¿Quién es esta mamasita? -

Ella le sonrió.

- La nueva prostituta del lugar - le respondió con diversión para llevar sus manos a mis labios, tratando de limpiar algo- ¿Verdad mi cielo?

Solo me le quedé mirando.

- ¿Cuánto cuestas, mami? - preguntó ese viejo vestido de traje, para acercase a mí con descaro.

Sus manos fueron a parar a mis caderas, lentamente las fue bajando hasta llegar a mi feminidad. Mi rostro de asco era notable, solo quería matarlo ahí mismo.

Pero Sarah me negaba, me miraba y negaba constantemente

- Si no me lo quitas de encima, te juro que te mato. - le dije entre dientes, apretando la mandíbula y llevando mis manos a su precioso cuello- Y no tienes idea del puto placer que me dará hacerlo - apreté levemente su cuello, viéndola asustarse y tensarse bajo mi agarre.

- Shh, tranquila Diabla... - me dijo de repente, para llevar sus manos a mi agarre y tratar de debilitarlo

Cerré mis ojos sintiendo los dedos de ese asqueroso adentrarse por mi falda.

"Si vas a adentrarte en ese mundo, asegúrate de ser la puta Mafiosa más buscada de toda Corea. "

Esas palabras resonaron en mi cabeza.

- Esteban, aún no está disponible la nena- dijo Sarah para tomarme de la mano y apartarme del viejo- Primero la prueba el jefe

El hizo una mueca.

- Pero ve preparando el bolsillo... - le dijo para sacarme de ahí 

El alma me vino al cuerpo.

- ¿Y así piensas formar parte de un prostíbulo? - preguntó alzando la voz mientras caminábamos.

No respondí nada, me quedé callada decidiendo ignorarla.

- Ya estamos aquí - sin ni siquiera preguntar si estaba lista, abrió la puerta dejándome ver a un hombre de unos treinta años, totalmente serio.

- ¿Que cojones? - habló con enojo para que los guardias se pusieran en la puerta prohibiendo el paso.

Trague fuerte.

- Esta nena quiere hablar con usted, jefe. - habló la mujer a mi lado para mirar a los guardias- Y ya un cliente desea tenerla.

Hubo un silencio, miré a la mujer a mi lado totalmente seria.

- ¿No me digas?...- escuché su voz gruesa- Dejenla pasar...

Los guardias se hicieron a un lado para que yo pudiera pasar.

Me le quedé mirando fijamente, era rubio, de ojos azules. Nariz perfilada, cuello largo pero varonil. Hombros anchos, pero sobre todo una mirada imponente.

Llevó los codos de sus manos a la mesa llena de papeles, junto a una pistola negra. Sus manos descansaron debajo de su mentón, cada dedo estaba lleno de oro.

- No estás nada mal... - dijo con un pequeña mueca, mirando todo mi cuerpo con descaro.

- ¿Que esperas? ¿Te arrepentiste? -habló con burla la mujer a mi lado.

¿Arrepentirme? Apenas estaba empezando. Si quería encontrar a ese criminal, debía ascender sin importar el precio. Pero para eso, debía demostrar que era una mujer fuerte, sin miedo.

- El arrepentimiento es para los débiles. - confesé sin mirarla. Estaba tan centrada en ese hombre, que no podía apartar la mirada.

Dejé salir el aire y comencé a caminar hacia él. Mi pierna derecha daba pasos seguros, la izquierda seguía por detrás mientras mis caderas se movían de manera sensual y elegante. La frente en alto, espalda recta, mirada activa y máscara de hielo.

El se me quedó mirando atentamente, alzando una ceja.

-Mm... mujer elegante, de clase alta. - sin sonreír un poco, me detuve frente al escritorio. Su mirada de deseo y curiosidad, no pasó por apto ante mis ojos. - Dudo mucho que quieras ser una prostituta.

- ¿Cree que sea de la DEA, FBI o algo así, Jefe? - le preguntó uno de los guardias.

El hizo una mueca, dejando en evidencia que podría ser posible.

- No está armada.- habló la mujer desde la entrada de la puerta.

- Aún así no me puedo fiar- ladeó la cabeza hacia los guardias e inmediato sentí las armas, las cargaron y me apuntaron.

Mi pulso se aceleró inmediatamente. Más no le tomé importancia, a pesar de que mi corazón no dejaba de latir con furia sintiendo el miedo en carne propia.

Miré a los dos guardias apuntandome, y a pesar de que en realidad quería llorar o expresar mi miedo, sin poder evitarlo sonreí con sorna.

Volví a mirar al rubio frente a mí. Me incliné hacia adelante apoyando las llemas de mis dedos en el escritorio.

Mi cabello cayó a mis costados y el llevó su mano derecha a su pistola.

- Después de llegar tu solo a esa conclusión... - hablé con vacilación- ...pensé que querrías saber el motivo por el que estoy frente a tí, corriendo el riesgo de que una bala atraviese mi frente. - alcé una ceja ante su atenta mirada- Podría tener una propuesta difícil de rechazar para tí.

El dejó salir una risita de burla.

- ¿Tú? - habló con sarcasmo- ¿Que me vas a proponer? ¿Que te abra las piernas? ¿O que haga una show para que tus papás te dejen de mimar? - se empezó a reír con burla.

Puse mis ojos en blancos por pequeños segundos.

- ¿No es este prostíbulo, dónde trafican con mujeres? - pregunté alzando una ceja, provocando que su sonrisa cesara- trata de blancas. Oh... tsk tsk - chasquie la lengua con vergüenza fingida-

El se levantó con furia, provocando que me enderezara de golpe y los guardias caminaran hacia mí.

- ¿Quién carajos eres? - preguntó para apuntarme con su pistola, directo a mi frente.

Sentí mi mano temblar, sin embargo, me demostré fuerte.

- ¿Eres de la DEA? - su miedo era notorio, la mujer que antes me acompañaba cerró la puerta de golpe.

Reí con cinismo.

- No creo que la DEA sepa, que cada dos días a la semana... traen un contenedor lleno de mujeres a cambio de Kokaina. -solté con descaro.

Lo vi tensar su mandíbula.

- ¿Quieres morir, maldita perra? - preguntó por última vez.

Dejé salir el aire.

- Quiero que negocies conmigo, no que me mates. - le dije con chuleria.

El dio paso a una sonrisa torcida.

- Yo no hago tratos con mujeres. - respondió del mismo modo.

¡VERGA!

- Machista- más que una pregunta fué una seguridad, una respuesta segura.

¿Que podía hacer?

Necesitaba ganarme a ese Imbécil.

¿Que más podría...?

- Última vez. - hablé mientras dejaba salir el aire- Detesto los rodeos, seré directa. - El alzó una ceja- Si me enseñas a todos los narcotraficantes, que vienen a este club y me conviertes en la dueña del cincuenta por ciento de todo esto... - alzó ambas cejas con burla-...

- ¿Que me darías a cambio? - preguntó con burla.

Sonreí del mismo modo.

- quince kilos de coca- su sonrisa se fué a la basura- Cada Semana.

- ¿Que Demonios? - salió de sus labios.

Me incliné hacia adelante para que la pistola quedara justo en mi frente, el ladeó la cabeza al ver lo que había hecho.

Sin dejar de mirarle, procedí a hablar.

- Aceptas... O me matas aquí mismo...

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