Prólogo.
La guerra había dejado el mundo en un silencio aterrador. El pueblo, que alguna vez estuvo lleno de risas y vida, ahora era un lugar desolado, reducido a cenizas y escombros. Casas destruidas, árboles caídos, y el viento frío arrastrando el polvo de lo que alguna vez fue hogar.
En el centro de aquel paisaje devastado, un pequeño omega temblaba de frío. Su cuerpo estaba cubierto con jirones de ropa sucia y desgastada, incapaz de protegerlo del aire gélido que se filtraba entre sus huesos. Seokjin, apenas un niño, se abrazaba las piernas, encogido entre las ruinas de lo que parecía haber sido una plaza. Su estómago vacío rugía de hambre, y sus labios morados del frío temblaban mientras intentaba no sucumbir al sueño que sentía cada vez más pesado.
Había probado de todo: pasto amargo, flores marchitas, trozos de corteza que ya no podía masticar. Nada calmaba el hambre que lo devoraba por dentro. Las lágrimas surcaban su rostro sucio mientras sus pensamientos regresaban a la imagen de sus padres, quienes habían desaparecido en el caos de la batalla, dejándolo solo en un mundo que parecía haberlo olvidado.
— Por favor… no me dejen solo…— Su voz era apenas un susurro, rasposa por la falta de agua, pero cargada con un dolor tan profundo que parecía atravesar el silencio del pueblo. Seokjin miró hacia el cielo gris, como si esperara que alguien, quien fuera, respondiera a su súplica.
Su cuerpo flaqueó, y sus rodillas golpearon el suelo. Cerró los ojos, dejando escapar un último susurro lleno de desesperación.
— Alguien... ayúdeme…— Fue entonces cuando un leve murmullo rompió la quietud. Un sonido suave y elegante, como pasos que no pertenecían a un ser humano. Sin fuerzas para alzar la mirada, Seokjin solo sintió cómo la presencia a su alrededor cambiaba, envolviéndolo en un frío distinto, uno que no dolía, sino que lo calmaba.
Había sido escuchado.
La escena frente a ellos era devastadora, un retrato de la desolación. Jungkook y Taehyung se mantuvieron inmóviles por un momento, observando al pequeño omega en el centro del desastre. Su cuerpo frágil temblaba como una hoja al viento, sus mejillas estaban hundidas y su piel pálida parecía casi translúcida bajo la luz gris del amanecer.
— Es apenas un niño…— murmuró Taehyung, con un dejo de tristeza en su voz. Sus ojos de un profundo carmesí no se apartaban del omega que, a pesar de su evidente estado de debilidad, levantó la cabeza para mirarlos con una mezcla de curiosidad y temor.
Jungkook frunció el ceño, cruzando los brazos sobre su pecho.
— ¿Cómo ha sobrevivido aquí solo? Está hambriento, frío… un milagro que siga respirando.— Antes de que pudieran dar un paso hacia él, la figura del rey Yoongi emergió entre las sombras. Su porte imponente y su presencia silenciosa llenaron el aire, haciendo que incluso la brisa pareciera detenerse. Yoongi observó al pequeño omega con ojos oscuros, pero en su mirada no había frialdad, solo una calma profunda que emanaba una promesa de seguridad.
Seokjin los miró con ojos grandes y vidriosos, y cuando sus miradas se encontraron con la del rey, su cuerpo dejó de temblar por un momento, como si esa sola presencia lo envolviera en un manto invisible de protección.
Yoongi se acercó lentamente, inclinándose lo suficiente para quedar a su altura. Su voz fue suave, como el roce de una brisa nocturna, pero cargada de una autoridad inquebrantable.
— Pequeño omega, podemos salvarte. Te daremos un hogar, alimento y calor... pero a cambio, cuando alcances la mayoría de edad, serás nuestro.— Seokjin parpadeó, su mente infantil apenas procesando del todo las palabras, pero su corazón entendió lo más importante: no estaría solo nunca más. Sin titubear, asintió.
— Acepto…— murmuró, su voz rota y débil. Yoongi sonrió con gentileza, una rareza para un vampiro de su posición.
— Entonces, no temas. Estarás a salvo con nosotros.— Jungkook se acercó rápidamente, quitándose su abrigo y envolviendo al omega con cuidado, protegiéndolo del frío. Lo levantó con facilidad, cargándolo sobre su hombro como si no pesara nada.
— Está tan ligero…— murmuró, con una mezcla de lástima y determinación en su tono.
— Vivirá, pero no puede hacerlo por mucho tiempo con su cuerpo en este estado.— dijo Yoongi, observando al omega envuelto. — Debe llevar nuestra sangre. Sólo así resistirá hasta que recupere fuerzas.
Taehyung asintió y se inclinó hacia el niño, hundiendo con delicadeza sus colmillos en el cuello pálido. Jungkook y Yoongi hicieron lo mismo, dejando una marca idéntica, un vínculo eterno que lo uniría a ellos. La sangre inmortal fluyó en el pequeño, fortaleciendo su cuerpo frágil y otorgándole los meses necesarios para sanar.
Cuando Jungkook lo cargó nuevamente, el pequeño omega ya respiraba con mayor calma, su rostro sereno por primera vez desde que lo encontraron.
— Vamos a casa.— dijo Yoongi, liderando el camino. Bajo el abrigo de Jungkook, el omega comenzó a dormirse. Su fragilidad había conmovido a los tres vampiros, y aunque aún no lo sabían, aquel pequeño marcaría sus vidas para siempre.
. . .
El castillo estaba sumido en un silencio habitual, solo interrumpido por los pasos apresurados de los sirvientes que esperaban la llegada de sus amos. Sin embargo, cuando Jungkook cruzó las puertas principales, llevando algo pequeño y envuelto en su abrigo, los curiosos empezaron a acercarse.
— ¿Qué es lo que trae, mi señor?— preguntó una de las sirvientas con voz temblorosa, inclinándose respetuosamente.
Antes de que pudiera responder, un mechón dorado asomó por el abrigo. La melena rubia desordenada y llena de polvo llamó la atención de todos. Murmullos se extendieron entre los sirvientes mientras Jungkook aflojaba el abrigo, dejando que la pequeña figura se revelara.
— Un omega…— susurró una de las cocineras, llevándose las manos a la boca.
Seokjin, aún adormilado, parpadeó lentamente. Su rostro, aunque cansado, reflejaba una inocencia tan pura que muchos de los presentes sintieron un nudo en el pecho. El omega no se movió, pero sus ojos grandes miraron a su alrededor, asustados y curiosos a la vez.
— Dejen de quedarse ahí parados.— ordenó Taehyung con su voz firme, haciendo que todos se pusieran en acción. —Necesitamos ropa limpia y cómoda, zapatos suaves para sus pies, y una bañera con agua caliente preparada de inmediato.
— ¡Sí, mi señor!— respondieron al unísono mientras corrían a cumplir las órdenes.
Yoongi, que había permanecido en silencio durante el camino, acarició el cabello rubio del niño con un gesto inusualmente tierno.
— Él debe bañarse y calentarse. También preparen comida caliente, algo suave pero nutritivo. No ha comido en días.— Un par de vampiras se acercaron con cuidado, inclinándose ante Yoongi antes de dirigirse al pequeño.
— Permítanos, su majestad. Nos encargaremos de él.— Jungkook se inclinó para depositar al omega en los brazos de las sirvientas.
— Tengan cuidado. Está débil.— advirtió, sin apartar la mirada de Seokjin, como si quisiera asegurarse de que el niño no se sintiera más asustado de lo necesario.
Las sirvientas asintieron con seriedad, guiando al niño hacia las habitaciones. Seokjin volteó la cabeza hacia sus salvadores, sus ojos llenos de incertidumbre y un leve temblor en sus labios.
— Ve con ellas.— dijo Taehyung con una sonrisa suave, inclinándose lo suficiente para estar a su nivel. — Te prometemos que estarás seguro aquí.
Seokjin asintió tímidamente, dejando que lo llevaran mientras un grupo de cocineras comenzaba a preparar una sopa caliente en las cocinas del castillo. El aroma de las especias y el calor de la chimenea pronto llenaron el aire, mientras las vampiras calentaban el agua y preparaban aceites fragantes para el baño del pequeño.
En medio de toda la actividad, Yoongi observó en silencio, cruzando los brazos mientras miraba cómo todos trabajaban para atender al omega.
— El pequeño ha sufrido más de lo que cualquiera de ellos podría imaginar.— comentó, su voz baja pero cargada de significado. — Nos aseguraremos de que nunca vuelva a pasar hambre o frío.
Y mientras Seokjin era llevado a su primer baño cálido en lo que parecía una eternidad, una sensación de calma comenzaba a llenar el castillo, como si la llegada del pequeño omega hubiera traído consigo una chispa de vida nueva.
Seokjin se sentó en silencio mientras las vampiras llenaban la bañera con agua caliente. Sus movimientos eran delicados, casi reverentes, como si temieran lastimarlo aún más. Una de ellas, con manos firmes pero gentiles, comenzó a desenredar el cabello rubio del omega, lleno de nudos y tierra. El niño observaba con fascinación cómo el vapor se elevaba desde el agua, llenando el aire con un ligero aroma a hierbas. Era la primera vez en mucho tiempo que veía algo tan cálido y reconfortante. Sin embargo, cuando comenzaron a retirarle la ropa desgastada, las marcas en su cuerpo quedaron expuestas: rasguños, moretones y pequeñas heridas cubrían su piel pálida, testigos de lo que había vivido.
— ¿Qué te pasó, pequeño?.— preguntó una de las vampiras, su voz suave pero cargada de preocupación. Seokjin bajó la mirada, como si revivir lo sucedido fuera casi tan doloroso como las heridas mismas. Apretó las manos contra sus piernas, sus dedos temblando ligeramente. Finalmente, habló con voz tenue.
— Escapé de los soldados.— murmuró, sus palabras casi inaudibles. — Me caí... de un acantilado. Había ramas y piedras. Pensé que si llegaba abajo, ellos no me encontrarían.
Las vampiras intercambiaron miradas, horrorizadas pero cuidadosas de no mostrarlo demasiado frente a él. Una de ellas se inclinó para limpiar una herida en su rodilla, mientras otra acariciaba suavemente su cabello.
— Debiste tener mucho miedo.— dijo una de ellas, tratando de contener el nudo en su garganta. Seokjin asintió, sus ojos llenándose de lágrimas.
— No quería que me atraparan. Vi cómo... cómo se llevaron a los demás. No quería ser como ellos.— Una de las vampiras tomó su pequeña mano, dándole un apretón tranquilizador.
— Estás a salvo ahora, pequeño. Nadie te hará daño aquí.— Mientras tanto, el agua de la bañera estaba lista, y otra sirvienta se acercó con aceites perfumados.
— Ven, vamos a limpiarte y a quitar todo ese dolor.— dijo suavemente, extendiendo los brazos para levantarlo. Aunque Seokjin se dejó guiar, su mirada seguía nerviosa, como si aún temiera que alguien pudiera irrumpir y arrebatárselo todo de nuevo. Las vampiras trabajaron con cuidado, lavando su cabello con agua tibia y limpiando cada herida con un cariño casi maternal. Y aunque las lágrimas de Seokjin seguían rodando, por primera vez sintió que no estaba solo.
En el fondo de la sala, una de las sirvientas susurró.
— Este pequeño es más fuerte de lo que parece. Sobrevivir a algo así... es increíble.
El agua, ahora teñida con la suciedad y el dolor que cargaba, parecía llevarse todo lo malo con cada gota que caía. Seokjin, aún temeroso, permitió que el calor lo envolviera, y aunque no lo decía, en su corazón empezó a creer que tal vez, solo tal vez, podía confiar en esas personas que lo cuidaban como si su vida fuera el tesoro más preciado.
El suave roce del cepillo contra su cabello húmedo hacía que Seokjin se relajara más de lo que recordaba haberlo hecho en toda su vida. La vampira, con movimientos lentos y expertos, desenredaba cada mechón, dejando su melena rubia sedosa y brillante.
— ¿Te sientes mejor, pequeño?.— preguntó ella en voz baja, mientras acariciaba su cabeza con delicadeza.
Seokjin asintió ligeramente, sus ojos entrecerrados por el sueño y el cansancio acumulados. Cada tanto, su cuerpo se tambaleaba, inclinándose hacia un lado como si fuera a quedarse dormido allí mismo, en la silla frente al espejo. La vampira rió suavemente.
— Parece que ya casi te quedas dormido, cariño.— Otra de las sirvientas entró en la habitación, llevando un suave abrigo de lana para cubrir al niño.
— El comedor está listo. Es mejor que coma algo antes de que caiga rendido.
Las dos vampiras se miraron y sonrieron con ternura.
— Ven, pequeño.— dijo la primera, ayudándolo a levantarse mientras lo envolvía con el abrigo. — Te llevaremos a cenar algo rico.— Seokjin dejó que lo guiaran, sus pasos pequeños y algo tambaleantes resonando suavemente contra el suelo del pasillo. Todo en el castillo era tan grande, tan brillante, tan distinto de lo que conocía. Las lámparas de cristal colgaban del techo, reflejando la luz de las velas, y las cortinas de terciopelo ondeaban ligeramente con la brisa nocturna. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue el cálido aroma que provenía del comedor.
Al entrar, sus ojos se abrieron un poco más. Sobre la mesa había platos humeantes: una sopa espesa y fragante, pancitos dorados y esponjosos, y un jarro de agua fresca. Aunque no era una gran fiesta, para él era más comida de la que había visto en semanas.
— Todo esto... ¿es para mí?.— preguntó en voz baja, mirando a las sirvientas con un dejo de incredulidad.
— Claro que sí, pequeño.— respondió una de ellas, ayudándolo a sentarse en una silla que parecía inmensa comparada con su cuerpo. — Te lo mereces. Ahora, come despacito, ¿sí?.
Seokjin tomó una cucharada de la sopa, y en cuanto el calor y el sabor llenaron su boca, una lágrima solitaria rodó por su mejilla. No recordaba la última vez que había probado algo tan bueno. Luego, tomó un pedazo de pan y lo mordió, sintiendo cómo se deshacía en su boca.
El aroma de la comida caliente aún llenaba el comedor cuando las puertas se abrieron, dejando entrar a tres figuras imponentes. Jungkook y Taehyung caminaron primero, con la ligereza característica de los vampiros, pero fue Yoongi quien se robó la atención de todos al entrar detrás de ellos. Su aura era pesada, casi tangible, y cada paso que daba parecía resonar en los corazones de quienes lo miraban.
Los sirvientes, incluidas las cinco vampiras que habían estado atendiendo a Seokjin, hicieron una reverencia profunda, respetando la presencia del rey y sus acompañantes. Jungkook y Taehyung se acercaron al niño, quien los miró con sus grandes ojos brillantes llenos de curiosidad y algo de timidez.
— ¿Ya comiste, pequeño?.— preguntó Jungkook con una sonrisa, inclinándose ligeramente para verle el rostro. Seokjin asintió, abrazando el abrigo que aún llevaba puesto.
— Sí... estaba muy rico.— Taehyung sonrió y pasó una mano por el cabello recién peinado del omega.
— Eso es bueno. Te ves mucho mejor ahora.
Yoongi, en cambio, observaba con calma a las vampiras que habían permanecido de pie junto a las paredes, discretas pero alertas. Su mirada afilada las atravesó, y todas ellas inclinaron la cabeza nuevamente, esperando sus palabras.
— Ustedes.— dijo el rey con su voz profunda y autoritaria, — han cuidado bien de este pequeño hoy. Lo he notado.— Las vampiras intercambiaron miradas entre sí, sin atreverse a hablar hasta que Yoongi continuó.
— A partir de ahora, serán sus cuidadoras oficiales. Me aseguraré de que no le falte nada, pero él necesitará figuras constantes a su alrededor mientras crece. Confío en que cumplirán con este deber sin falla.
Las cinco vampiras asintieron con rapidez, sorprendidas pero honradas por la responsabilidad que el rey acababa de depositar en ellas. Una de ellas, más atrevida, se animó a preguntar.
— ¿Desea que sigamos alguna instrucción específica, Su Majestad?.
— Quiero que lo traten como si fuera suyo.— respondió Yoongi sin titubear. — Será su tarea asegurarse de que esté sano, cómodo y protegido. Nos reuniremos en mi escritorio mañana para hablar de los detalles. Ahora pueden retirarse.— Con reverencias profundas, las vampiras aceptaron y abandonaron la sala, dejando al pequeño Seokjin con los tres vampiros mayores.
Cuando las vampiras abandonaron el comedor, el silencio llenó el ambiente por un instante. Seokjin seguía disfrutando de su crema de zanahoria, con pequeñas manos sosteniendo la cuchara mientras daba cada bocado con calma. Yoongi se sentó frente a él, cruzando las piernas con elegancia. Su mirada seria observaba cada movimiento del niño, quien, aunque tímido, no podía evitar alzar la vista hacia el rey de vez en cuando.
— Seokjin.— comenzó Yoongi, su tono firme pero tranquilo. — Hay reglas en este castillo que debes seguir. Este lugar es grande y complicado, y no puedes andar solo. Podrías perderte o meterte en problemas sin darte cuenta.— El omega, aún con la cuchara en la boca, asintió rápidamente, como si entendiera la importancia de las palabras del vampiro mayor. Sin embargo, mientras intentaba alcanzar el vaso de agua junto a su plato, sus dedos apenas lograron rozarlo antes de que Yoongi hablara de nuevo.
— Además, desde mañana tendrás tu propia habitación. Será cálida, cómoda y segura.— continuó el rey. — Y antes de eso, visitarás al doctor. Quiero descartar cualquier enfermedad o problema que tengas. Estarás bien cuidado aquí.— Antes de que Seokjin pudiera bajar la mano para intentar alcanzar de nuevo el vaso, Jungkook se adelantó.
— Aquí tienes, pequeño.— dijo suavemente, colocándole el vaso en las manos con una sonrisa. Seokjin lo miró con agradecimiento y tomó un sorbo mientras Yoongi continuaba.
— Somos tus hyungs ahora. Te protegeremos y nos encargaremos de ti.—
El omega dejó el vaso en la mesa, mirando a Yoongi con sus grandes ojos curiosos.
— ¿Hyungs?— preguntó en voz baja, como si estuviera probando la palabra. Yoongi asintió con un ligero movimiento de cabeza.
— Yo soy Yoongi.— dijo, apuntando a sí mismo con una calma que, sorprendentemente, no intimidaba al niño.
Jungkook se inclinó un poco hacia adelante, con una sonrisa más amplia.
— Yo soy Jungkook.— dijo, agitando ligeramente una mano. Por último, Taehyung, que había estado observando en silencio, apoyó un codo en la mesa y le dedicó a Seokjin una mirada juguetona.
— Y yo soy Taehyung. Nos llamarás hyung a todos, ¿de acuerdo?— Seokjin miró a los tres, sus labios formando una pequeña sonrisa tímida.
— Hyungs.— repitió, como si saboreara la palabra.
— Eso es.— dijo Yoongi, sus labios curvándose apenas en algo que podría haber sido una sonrisa. — Ahora termina de comer. Necesitas recuperar fuerzas.
Los tres vampiros lo observaron con atención mientras el omega volvía a concentrarse en su comida, y aunque ninguno de ellos lo dijo en voz alta, todos compartían el mismo pensamiento: protegerían a ese pequeño con cada fibra de su ser.
Seokjin terminó su comida bajo las miradas atentas de los tres vampiros. Cuando finalmente dejó la cuchara sobre el plato, alzó la vista, sus ojos aún reflejando un leve temor mezclado con cansancio.
— ¿Puedo… dormir con ustedes esta noche?— preguntó en un susurro casi inaudible. Sus manos se aferraban al borde de la mesa, y su cuerpo pequeño parecía encogerse en su silla, como si temiera una negativa.
Los tres vampiros se miraron entre ellos, pero fue Yoongi quien respondió primero. Su voz, aunque firme, tenía una suavidad que rara vez usaba.
— Claro que sí, Seokjin. Esta noche no estarás solo.— Al escuchar la respuesta, el omega dejó escapar un pequeño suspiro de alivio, su semblante relajándose un poco. Antes de que se levantaran de la mesa, una de las vampiras regresó al comedor con algo entre las manos: un pequeño peluche en forma de conejo.
— Para que tengas dulces sueños, pequeño.— dijo con una sonrisa mientras le entregaba el conejo a Seokjin. El omega lo tomó con cuidado, abrazándolo contra su pecho como si fuera un tesoro invaluable.
— Gracias.— murmuró, su voz suave.
Jungkook lo cargó en sus brazos mientras Taehyung se adelantaba para asegurarse de que la habitación estuviera lista. Cuando entraron, el lecho era amplio, con mantas gruesas y calientes que habían preparado especialmente para él. Los tres vampiros lo acomodaron en el centro de la cama, asegurándose de que tuviera suficiente espacio y que estuviera arropado cómodamente.
— ¿Estás bien?— preguntó Taehyung mientras le daba un suave toque en la frente.
Seokjin asintió, aunque sus manos seguían aferradas al peluche.
— Tengo miedo… de despertar y que todo esto sea un sueño.— confesó, su voz temblorosa.
— Esto no es un sueño, Seokjin.— dijo Jungkook mientras se recostaba a su lado, envolviéndolo con una calidez protectora.
— Estamos aquí contigo, pequeño.— añadió Taehyung, acomodándose del otro lado para asegurarse de que estuviera completamente rodeado de seguridad.
Yoongi, como siempre, fue el último en acostarse, asegurándose de que todo estuviera en orden antes de ocupar su lugar. Sus ojos se encontraron con los de Seokjin, y en un tono bajo y sereno, prometió.
— Nunca volverás a estar solo. Te lo juro.
El omega se acurrucó entre ellos, el calor de las mantas y los cuerpos de los vampiros rodeándolo por completo. Sus párpados comenzaron a cerrarse, y, abrazado a su peluche, cayó en un sueño tranquilo por primera vez en mucho tiempo, protegido por quienes se convertirían en su familia.
Antes de continuar con los capítulos y de que me funen de que seokjin es básicamente un niño, SeokJin ira creciendo pero mostrando que es un niño inocente y que los vampiros NO se aprovechan de ello, solamente lo cuidan y lo protegen.
Obviamente no tendran cariño de padre/hijo porque yoongi ya puso ese papel en las vampiras, ademas de que no sienten eso es molesto tanto para yoongi, Taehyung y Jungkook como incómodo para seokjin porque sus padres eran crueles con él. Eso es todo.
Eso es todo amistades, solamente reclacar que seokjin si ira creciendo.
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