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3: Académica De Vampiros.

En el salón principal del castillo, Jungkook estaba sentado frente a un escritorio lleno de papeles, revisando un informe detallado. La academia de vampiros más prestigiosa del reino había respondido a su solicitud, confirmando que podrían aceptar a Seokjin como estudiante. Sin embargo, mientras leía las reglas y la estructura de la academia, su ceño se frunció.

—¿Realmente piensas mandar al pequeño a ese lugar? —preguntó Joy una de las vampiras cuidadoras, cruzando los brazos mientras lo miraba desde la puerta.

Jungkook alzó la vista, dejando el informe sobre la mesa.

—Es la mejor academia del reino. Si Seokjin quiere aprender a defenderse y tener un futuro sólido, este es el lugar ideal.— yeri otra vampira, más baja pero con una presencia intimidante, se adelantó.

— Eso sería cierto si no estuviera lleno de vampiros hambrientos. Un omega humano en ese lugar será como poner carne fresca en medio de lobos.— La tensión en la habitación era palpable. Jungkook, aunque siempre confiado, no pudo evitar sentirse incómodo ante las palabras de las cuidadoras.

—Entiendo sus preocupaciones —respondió con calma—, pero él estará bajo nuestra protección. Nadie se atreverá a tocarlo sabiendo que es nuestro.— Una de las vampiras negó con la cabeza, sus ojos llenos de preocupación.

—Eso suponiendo que todos respeten las reglas. Pero los vampiros jóvenes… son impredecibles. Y Seokjin no es solo un humano; es especial. Lo sabemos, y ellos también lo sabrán en cuanto lo vean.

En ese momento, Yoongi entró al salón, su figura imponente acallando cualquier discusión inmediata.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, mirando a Jungkook y luego a las vampiras.

—Es sobre la academia —dijo una de ellas rápidamente—. No creemos que sea seguro para Seokjin.— Yoongi se acercó lentamente, tomando el informe que Jungkook había dejado sobre la mesa y revisándolo en silencio. Después de un momento, habló, su tono firme pero considerado.

—Entiendo sus preocupaciones, y tienen razón en ser cautelosas. Pero no planeo enviarlo allí sin asegurarnos de que esté completamente protegido.

—¿Cómo? —preguntó una de las vampiras, escéptica. Yoongi levantó la vista, sus ojos brillando con determinación.

— Personalmente supervisaré las condiciones de la academia. Además, Seokjin llevará consigo símbolos de nuestra protección. Nadie se atreverá a tocarlo sin enfrentarse a las consecuencias.

—¿Y si aún así alguien intenta algo? —insistió otra cuidadora. Taehyung, que había estado escuchando desde un rincón, finalmente intervino.

—Entonces lo sabremos. Y nos encargaremos de ellos.— El silencio se instaló en la sala, las cuidadoras intercambiando miradas. Aunque seguían preocupadas, las palabras de los tres vampiros al menos las tranquilizaban un poco.

Desde el pasillo, Seokjin, que había escuchado parte de la conversación, apareció tímidamente en la puerta.

—¿Tengo que ir? —preguntó con voz suave, sus grandes ojos llenos de curiosidad y un poco de miedo. Yoongi se acercó a él, arrodillándose para quedar a su altura.

—Solo si tú quieres, princesa. Nunca te obligaremos a hacer algo que no desees.— Seokjin se quedó pensativo por un momento antes de sonreír tímidamente.

—Si ustedes creen que es lo mejor para mí, entonces lo intentaré.— Yoongi le acarició la cabeza con una sonrisa tranquila.

—Siempre estaremos contigo, no importa dónde estés.

Las cuidadoras, aunque seguían preocupadas, no pudieron evitar sonreír al ver la confianza que Seokjin tenía en ellos. Pero en el fondo, todas sabían que este sería un desafío tanto para el pequeño como para los tres vampiros que lo protegían con su vida.

.  .  .

El carruaje estaba casi listo para partir hacia la academia, pero Yoongi no había dejado ningún detalle al azar. En su oficina, sobre una mesa grande, había una colección peculiar de objetos: frascos de agua bendita, rosarios y pequeñas bolsas llenas de ajo. Taehyung y Jungkook miraban todo con incredulidad mientras Yoongi inspeccionaba cada elemento con seriedad.

—¿Estás seguro de esto, hyung? —preguntó Jungkook, levantando una bolsa de ajo con dos dedos y frunciéndole el ceño—. Sabes que Seokjin es alérgico al ajo, ¿no?

—Lo sé —respondió Yoongi, sin levantar la vista—, pero esto no es para que lo toque o lo consuma. Es para los demás.

Taehyung cruzó los brazos y apoyó una cadera contra la mesa.

—¿No crees que esto es un poco extremo? Somos inmortales, hyung. Ninguno de estos objetos nos afecta, pero… ¿realmente crees que los vampiros jóvenes en la academia respetarán límites solo porque lo ordenemos?— Yoongi alzó la vista, sus ojos oscuros brillando con determinación.

—No. Por eso estoy tomando todas las precauciones posibles.— De un cajón, sacó un pequeño frasco de agua bendita y lo dejó caer suavemente en un compartimento especial de la maleta de Seokjin.

—Ya rocié toda su ropa con agua bendita. También pedí que su habitación estuviera decorada con cruces y que solo tenga una cama. No compartiré habitación con nadie más.— Jungkook arqueó una ceja.

—¿Y qué pasa con el ajo?

—Las bolsas estarán colgadas en las ventanas y en las esquinas de la habitación. Es para mantener alejados a los más… atrevidos.— Taehyung dejó escapar un suspiro, aunque su expresión mostraba cierta aprobación.

—Supongo que no está mal pensar en todo, pero ¿y si Seokjin se da cuenta? No quiero que piense que no confiamos en él o que lo estamos sobreprotegiendo.— Yoongi se tomó un momento para responder, mirando hacia la ventana donde Seokjin jugaba con las vampiras en el jardín.

—Él sabe que lo cuidamos porque lo amamos. Es un niño, y no quiero que vuelva a sentir miedo nunca más.— Jungkook sonrió con suavidad, dejando la bolsa de ajo sobre la mesa.

—No importa lo que pienses, hyung. Seokjin siempre se sentirá seguro con nosotros.

Taehyung asintió, mientras sus ojos se suavizaban al ver al pequeño omega desde la ventana.

—Haremos lo que sea necesario para protegerlo.— Yoongi sonrió ligeramente antes de cerrar la maleta.

—Entonces estamos de acuerdo. Todo estará listo para su llegada a la academia.

Mientras el carruaje partía más tarde ese día, Seokjin se despidió de las vampiras, abrazándolas con fuerza y llevándose un peluche que le habían regalado. No sabía de los preparativos secretos que Yoongi había hecho para protegerlo, pero sentía en su corazón que sus vampiros siempre lo cuidarían, sin importar dónde estuviera.

.  .  .

El carruaje se detuvo frente a las imponentes puertas de la academia, cuya estructura de piedra negra y altas torres era intimidante incluso a la luz del día. Cuando Yoongi descendió primero, todos los estudiantes y profesores que se encontraban en la entrada inclinaron ligeramente la cabeza en señal de respeto. Sus miradas estaban llenas de asombro y, en algunos casos, temor.

Jungkook y Taehyung descendieron detrás de Yoongi, sus pasos firmes resonando en el suelo de mármol. A pesar de estar rodeados de vampiros de alto rango, los gran duques se movían con naturalidad, como si el lugar les perteneciera.

Seokjin apareció después, con movimientos tímidos, sujetando con fuerza el abrigo de Jungkook con una mano y el de Taehyung con la otra. Su pequeño cuerpo parecía aún más frágil frente a la majestuosidad del edificio y las miradas curiosas que le dirigían los demás.

El omega no podía evitar mirar a su alrededor, sus ojos brillando de curiosidad y algo de nerviosismo. Todo era nuevo y extraño para él: los uniformes impecables de los estudiantes, las figuras elegantes de los profesores, y el aire solemne que se respiraba en el ambiente.

Uno de los profesores más ancianos, con un semblante severo, se acercó a recibirlos.

—Su Majestad, Gran Duques, bienvenidos a la Academia Nocturna. Su presencia aquí es un honor para todos nosotros.— Yoongi asintió con elegancia, su mirada seria pero tranquila.

—Espero que todos los preparativos para mi pupilo estén listos.— El profesor inclinó la cabeza.

—Por supuesto, todo está preparado según sus instrucciones.

Seokjin se apretó más contra Taehyung cuando escuchó la mención de su "pupilo". Sentía las miradas de los estudiantes clavadas en él, algunas llenas de curiosidad y otras… de hambre. Sin embargo, la mano de Taehyung se posó sobre su cabeza en un gesto protector, calmándolo al instante.

Jungkook se inclinó hacia Seokjin y le susurró al oído.

—No te preocupes, piojito. Nadie se atreverá a tocarte mientras estemos aquí.

Seokjin asintió levemente, sintiéndose un poco más seguro. Su mirada regresó a los vampiros que ahora murmuraban entre ellos, fascinados por la presencia del niño omega.

Yoongi dirigió una última mirada al profesor.

—Recuerden que nadie tiene permiso de acercarse a él sin mi autorización.

El profesor asintió rápidamente, mientras Jungkook y Taehyung escoltaban a Seokjin hacia el interior. Las paredes de la academia eran altas y estaban decoradas con enormes candelabros y pinturas ancestrales de vampiros ilustres, pero el pequeño omega apenas notaba los detalles. Solo podía pensar en mantenerse cerca de sus vampiros, los únicos que lo hacían sentir a salvo en ese nuevo y extraño lugar.

El momento de la despedida llegó más rápido de lo que Seokjin habría querido. Estaban en la entrada de la academia, justo frente al imponente portón principal. Jungkook y Taehyung se agacharon para quedar a la altura del pequeño omega, quienes lo miraban con expresiones suaves, aunque sus corazones estaban llenos de preocupación por dejarlo.

—Prometemos escribirte todos los días, piojito —dijo Jungkook con una sonrisa cálida, extendiendo su mano para acariciar la cabeza de Seokjin. El omega lo abrazó con fuerza, su pequeño cuerpo temblando un poco.

—Los voy a extrañar mucho, hyungs —dijo con un hilo de voz, sus ojos brillando con lágrimas contenidas. Taehyung, siempre el más expresivo, tomó la mano de Seokjin y la apretó suavemente.

—Pequeña flor de loto, esto no es un adiós. Nos vemos en vacaciones, ¿sí? Serán pocos meses, y cuando vuelvas a casa, te estaremos esperando con tus platos favoritos.— Seokjin asintió, aunque su mirada seguía triste. Después de todo, ellos habían sido su refugio desde que llegó al castillo. Separarse era un desafío para el niño, pero el calor en las palabras de Taehyung lo reconfortó un poco.

Yoongi, que había permanecido observando en silencio, finalmente habló, su voz grave pero cargada de tranquilidad.

—Yo me quedaré aquí una semana más, para asegurarme de que los profesores cumplan con su trabajo y que estés bien atendido.— Los ojos de Seokjin se iluminaron un poco al escuchar esas palabras. Al menos no estaría completamente solo tan pronto.

—Gracias, hyung —susurró mientras miraba a Yoongi con una mezcla de alivio y gratitud.
Jungkook y Taehyung lo abrazaron una última vez, cubriéndolo con sus brazos en un gesto protector.

—Sé bueno, escucha a los profesores y cuídate, ¿de acuerdo? —dijo Jungkook.

—Y si alguien se atreve a molestarte, no dudes en decírselo a Yoongi-hyung. Sabes que él no permitirá que nadie te haga daño —añadió Taehyung con un guiño.

Seokjin los abrazó con fuerza una vez más antes de soltarlos con reluctancia. Cuando finalmente se apartaron, lo miraron por última vez antes de subir al carruaje, que pronto desapareció entre el espeso bosque que rodeaba la academia.

Yoongi colocó una mano en el hombro de Seokjin, guiándolo suavemente hacia el interior del edificio.

—Vamos, princesa. Hay mucho que explorar aquí, y no voy a dejar que te sientas solo.

Seokjin miró hacia donde el carruaje había desaparecido, luego dirigió su atención a Yoongi y asintió con determinación. Aunque los extrañaría profundamente, sabía que estaría en buenas manos mientras Yoongi estuviera a su lado.

.  .  .

Seokjin comenzó a adaptarse lentamente a la vida en la academia, aunque el recuerdo de Jungkook y Taehyung lo acompañaba constantemente. Un día, mientras caminaba por los pasillos con Yoongi, dos jóvenes vampiros se acercaron a él con sonrisas cálidas.

—¡Hola! —saludó uno de ellos, un vampiro de cabello oscuro y ojos brillantes, quien extendió una mano hacia Seokjin—. Soy Park Jimin, pero puedes llamarme Jimin-ah. Este es Kim NamJoon —dijo, señalando al otro vampiro, un chico de cabello oscuro y gafas, que sonrió tímidamente.

Seokjin los miró con curiosidad, sintiéndose un poco nervioso pero al mismo tiempo atraído por su amabilidad.

—Soy Seokjin —respondió tímidamente, cogiendo la mano de Jimin, quien la estrechó con suavidad. Jimin, siempre extrovertido, observó a Seokjin con una sonrisa brillante.

—Escuchamos que eres un niño increíble, muy agradable. Nos encantaría que te unieras a nuestro grupo —dijo Jimin, guiñándole un ojo. NamJoon, quien se mantenía un poco en segundo plano, intervino con una sonrisa tímida pero genuina.

—Sí, es un grupo muy relajado. Nos reunimos a menudo para estudiar y pasar el tiempo. —Miró a Jimin con cariño, claramente el más tímido de los dos, pero su mirada se suavizó al ver a Seokjin.— Sería genial si te unieras. Además, si alguna vez necesitas ayuda con algo académico, soy el experto en todo lo relacionado con historia y matemáticas.

Seokjin, aún un poco cauteloso, no pudo evitar sonreír al ver lo amigables que eran. Aunque no sabía muy bien si encajaría, la idea de tener amigos aquí le parecía reconfortante.

—Gracias... me gustaría unirme a ustedes —dijo finalmente, con una sonrisa tímida. Jimin le dio una palmada en el hombro con entusiasmo.

—¡Eso es genial! Bienvenido al grupo, Seokjin-ah. Aquí te haremos sentir como en casa.

Desde ese día, Seokjin empezó a pasar más tiempo con Jimin y NamJoon, aprendiendo sobre la vida de los vampiros jóvenes en la academia. Jimin, el extrovertido y carismático, lo llevaba a eventos sociales y actividades, mientras que NamJoon se aseguraba de que Seokjin estuviera al tanto de todas las lecciones. Seokjin empezó a sentirse menos solo, especialmente porque Jimin no dejaba de hacerle reír con sus bromas y NamJoon lo alentaba constantemente a seguir aprendiendo y a no tener miedo de explorar.

Además, Seokjin desarrolló una ligera admiración por Jimin, quien, aunque algo travieso, siempre se preocupaba por él, y NamJoon, con su naturaleza protectora y sabia, le ofreció un tipo de consuelo que Seokjin aún no había experimentado.

.  .  .

Seokjin, ahora más acostumbrado al ritmo de la academia, se sentía cada vez más en casa gracias a sus nuevos amigos. Jimin y NamJoon, quienes tenían una profunda pasión por los libros de fantasía y acción, le presentaron nuevas lecturas, y a pesar de que al principio Seokjin se sentía un poco perdido entre los términos y referencias que no conocía, poco a poco empezó a disfrutar de esos mundos imaginarios y épicos.

Jimin siempre tenía un libro en las manos, mientras que NamJoon, el más serio y tranquilo, le explicaba detalles sobre la trama o los personajes cuando algo no quedaba claro. Seokjin estaba fascinado, aunque al principio se sentía un poco fuera de lugar, pronto se dio cuenta de que, al igual que en los libros, en la vida también debía luchar por lo que deseaba y que cada uno de los personajes, incluso los más débiles, podían convertirse en héroes.

Era una tarde tranquila cuando Yoongi entró en la habitación, su presencia calmada y segura inundando el ambiente. Seokjin levantó la vista de su libro y lo miró con un aire de tristeza.

—¿Ya te vas? —preguntó Seokjin, con los ojos tristes, mientras sus dedos jugueteaban con la esquina de la página. Yoongi asintió, su expresión seria, pero llena de ternura al ver lo mucho que Seokjin había crecido y se había adaptado a la academia.

—Sí, pequeño, tengo que regresar al castillo. Pero no te preocupes, estaré escribiéndote mucho. ¿Prometes que me vas a escribir también? —le preguntó Yoongi, mientras se agachaba para estar a su altura. Seokjin asintió con una sonrisa pequeña, pero sincera.

—Prometido... pero no olvides que me quedé aquí, ¿sí? —su voz era baja, un tanto tímida, como si temiera que Yoongi lo olvidara en medio de sus responsabilidades. Yoongi sonrió y le acarició suavemente el cabello, su mirada llena de cariño.

—Nunca te olvidaría, princesa. Siempre estarás en mis pensamientos, no importa dónde esté.— Seokjin, a pesar de la tristeza de ver partir a Yoongi, se sintió reconfortado por las palabras de su protector. Con un leve abrazo, ambos se despidieron, y Yoongi dejó la habitación, sabiendo que Seokjin ya no era el mismo niño temeroso que había llegado al castillo.

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