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22: Sospecha.

La luz tenue de la tarde se filtraba por las cortinas de la mansión de Jimin. Este se encontraba recostado en un lujoso sofá, descansando mientras acariciaba suavemente su vientre. SeokJin, sentado en una silla cercana, miraba pensativo la taza de té frente a él.

— Jimin, ¿puedo preguntarte algo? —dijo finalmente, rompiendo el silencio. Jimin giró la cabeza hacia él con curiosidad.

— Claro, dime, ¿qué pasa?.— SeokJin se removió incómodo en su asiento, jugando con la cucharilla en su té.

— Últimamente... he estado sintiéndome extraño. Apenas puedo comer porque todo me causa náuseas. Hasta el aroma de ciertas cosas me resulta insoportable.— Los ojos de Jimin se iluminaron ligeramente, captando el significado implícito.

— ¿Y crees que podrías estar...? —dejó la pregunta en el aire, sonriendo suavemente. SeokJin asintió con timidez.

— No estoy seguro, pero... hay algo en mí que lo sospecha. Aunque también podría ser solo el estrés o algo que comí.— Jimin dejó escapar una pequeña risa y se sentó un poco más derecho, mirándolo con calidez.

— SeokJin, no lo descartes tan rápido. A veces, nuestro cuerpo nos da señales antes de que podamos procesarlas.— SeokJin suspiró, apoyando la cabeza en su mano.

— Pero, ¿y si lo estoy? ¿Qué voy a hacer? Quiero decir... estoy rodeado de tres vampiros territoriales y sobreprotectores. ¿Cómo se lo digo sin que entren en pánico?

Jimin rió aún más fuerte, cubriéndose la boca.

— Oh, créeme, puedo imaginarme la escena. Pero, SeokJin, ellos te aman. Si realmente estás esperando un bebé, van a estar más emocionados que cualquier otra cosa.— SeokJin lo miró con duda.

— ¿Tú crees?

— Lo sé. —Jimin acarició su vientre con ternura antes de agregar— Aunque no te voy a mentir, también van a ser insoportables con sus cuidados y vigilancia.

SeokJin no pudo evitar reír un poco.

—Ya son insoportables ahora. No puedo imaginar cómo será si esto resulta ser cierto.

Jimin sonrió, inclinado hacia él como si compartiera un secreto.

—Bueno, al menos estarás aquí con alguien que entiende lo que estás pasando. Si necesitas escapar de su sobreprotección, esta mansión siempre estará abierta para ti.

SeokJin sonrió con gratitud.

—Gracias, Jimin. De verdad lo aprecio.— Jimin le guiñó un ojo. Jimin sonrió con picardía mientras acariciaba su vientre, como si recordara algo divertido.

—Aunque, SeokJin, hay algo que debo advertirte.— SeokJin lo miró, intrigado.

—¿Advertirme de qué?— Jimin soltó una pequeña risa antes de responder.

— Cuando estás embarazado, parece que los vampiros se vuelven... más activos en el ámbito sexual. Es como si fuera su propio antojo.— SeokJin parpadeó, incrédulo, mientras sus mejillas se teñían de rojo.

— ¿Qué? ¿Estás bromeando?.— Jimin negó con la cabeza, reprimiendo la risa.

— Para nada. Créeme, no te dejarán descansar los primeros meses. Siempre encuentran la excusa perfecta para estar cerca de ti... muy cerca.— SeokJin cubrió su rostro con las manos, claramente avergonzado.

— No puedo con esto. Si ya son intensos ahora, ¿qué será si esto resulta cierto?.— Jimin se encogió de hombros, divertido.

— Bueno, digamos que estarás ocupadísimo. Pero, al menos, tendrás muchas historias que contar.— SeokJin suspiró, tratando de procesar la información, mientras Jimin se reía suavemente a su lado.

.  .  .

SeokJin caminaba por el mercado humano, observando los escaparates con una mezcla de curiosidad y nostalgia. Había venido para despejar su mente, sin darse cuenta del peligro que lo acechaba entre las sombras.

El cazador, oculto en un rincón oscuro, notó algo que lo hizo detenerse en seco. En el abrigo de SeokJin, una insignia brillaba discretamente bajo la luz del sol. Era inconfundible: un símbolo antiguo, ornamentado con una rosa rodeada por filigranas doradas.

Su mente se llenó de recuerdos y relatos sobre el clan Min, los vampiros que gobernaban con puño de hierro desde las sombras. Esa insignia solo podía pertenecer al rey o a alguien extremadamente cercano a él. El cazador entrecerró los ojos, su corazón palpitando de emoción y furia al mismo tiempo.

— Así que este es el esposo del rey Min…— murmuró para sí mismo.

Mientras tanto, SeokJin, ajeno a la atención que atraía, ajustó su abrigo al sentir una leve brisa. La insignia quedó más visible por un momento, antes de que él siguiera su camino, sin percatarse de los ojos que lo seguían.

El cazador sonrió con malicia. Ahora tenía un objetivo claro, y no pensaba desperdiciar la oportunidad de usar esa información en su favor..

El cazador siguió observando a SeokJin desde las sombras, sus ojos afilados escudriñando cada detalle de su objetivo. Entonces lo vio: un gesto sutil, casi instintivo.

SeokJin, mientras se detenía frente a una tienda, llevó una mano a su vientre, apenas un roce que denotaba protección. No había duda en la mente del cazador; ese gesto era inconfundible. Los omegas, especialmente aquellos en espera, lo hacían de manera inconsciente, como si su cuerpo supiera que debía proteger lo más valioso.

— Un omega preñado…— susurró el cazador, con una sonrisa torcida formándose en sus labios.

El cazador sabía lo que esto significaba. Si SeokJin realmente era el esposo del rey Min y además estaba embarazado, entonces había encontrado la manera perfecta de herir al poderoso clan Min. No necesitaría enfrentarse directamente a Yoongi; bastaría con atacar a lo que más le importaba.

Mientras SeokJin continuaba su paseo, completamente ajeno a los ojos que lo acechaban, el cazador se deslizaba entre las sombras, observando y planeando. Cada detalle que descubría sobre SeokJin fortalecía su decisión de actuar con precisión quirúrgica.

.  .  .

Mientras SeokJin estaba fuera del castillo, Yoongi, Jungkook y Taehyung comenzaron a notar algo extraño. Las despensas, que siempre estaban bien abastecidas, se estaban vaciando más rápido de lo habitual.

—¿Qué está pasando aquí? —gruñó Yoongi mientras examinaba los estantes. Las frutas frescas, las carnes curadas y los panes estaban casi agotados. Incluso los frascos con el sustituto de sangre estaban a la mitad.

— No sé... —respondió Taehyung, frunciendo el ceño—. Pero esto no es normal. Nunca comemos tanto, y Jungkook dejó el sustituto de sangre hace años.

Jungkook, que estaba recostado en un sillón, levantó las manos en señal de inocencia.

—No fui yo. Además, no tengo ningún motivo para volver al sustituto.— Yoongi frunció el ceño, claramente molesto.

— Entonces alguien está tomando más de lo que necesita. Esto no puede ser un descuido.— Taehyung inspeccionó los estantes vacíos y suspiró.

— Es raro, pero tiene sentido. He visto que SeokJin ha estado más... hambriento últimamente. Siempre está picando algo.

Jungkook se rió ligeramente.

—No digas tonterías. SeokJin siempre ha tenido buen apetito, pero esto es excesivo.— Yoongi, que estaba en silencio, cruzó los brazos mientras una idea comenzaba a formarse en su mente.

— ¿Y si...? —murmuró, pero se detuvo antes de terminar la frase.

— ¿Y si qué? —preguntaron Taehyung y Jungkook al unísono. Yoongi negó con la cabeza.

—Nada. Tal vez estemos exagerando.

Sin embargo, dentro de él, comenzó a crecer una sospecha. Había algo diferente en SeokJin últimamente: sus náuseas matutinas, su sensibilidad a ciertos olores, y ahora esto. Pero, por respeto, Yoongi decidió no mencionar nada todavía.

—Por ahora, reabasteceremos las despensas —ordenó Yoongi, dejando el tema en el aire. Pero los otros no sabían que esa noche Yoongi buscaría respuestas. Y estaba decidido a confrontar a SeokJin tan pronto como regresara.

.  .  .

Cuando SeokJin regresó al castillo, el cansancio era evidente en su rostro. Sentía las piernas pesadas, y el simple hecho de caminar lo agotaba más de lo normal. Aunque había disfrutado su breve salida, no podía ignorar la sensación de ser observado durante todo el trayecto.

Mientras se dirigía a la cocina, esperando encontrar algo que lo revitalizara, percibió el suave aroma de hierbas y pan recién hecho. Para su sorpresa, Yoongi estaba esperándolo, apoyado en la encimera, con una taza de té humeante y un plato con frutas y pan tostado.

— ¿Tuviste un largo día? —preguntó Yoongi con su voz calmada, pero sus ojos lo escaneaban de arriba a abajo, atentos a cada detalle. SeokJin dejó escapar un suspiro y asintió.

— Un poco... caminar me cansa más de lo habitual últimamente.— Yoongi le acercó la taza de té.

— Toma, esto te ayudará a relajarte. También preparé algo ligero. Has estado perdiendo el apetito por ciertas cosas, pero pensé que esto te sentaría bien.

SeokJin le lanzó una mirada agradecida y se sentó en silencio. Tomó un sorbo del té, disfrutando del calor que corría por su cuerpo. Aunque estaba agotado, no pudo evitar sentir una pequeña punzada de culpa al ver a Yoongi tan atento.

—Gracias, Yoongi. No tenías que molestarte.

Yoongi se encogió de hombros, pero había algo en su mirada que no podía esconder. Una mezcla de curiosidad y preocupación. Se acercó un poco más, cruzando los brazos.

—SeokJin, ¿estás seguro de que todo está bien? —preguntó en voz baja, como si no quisiera presionarlo, pero incapaz de contener sus sospechas. SeokJin dejó el té sobre la mesa y lo miró con un destello de duda en los ojos, como si estuviera decidiendo cuánto debía compartir.

— Estoy bien... solo un poco cansado, eso es todo — respondió con una leve sonrisa que no convenció del todo a Yoongi.

Yoongi no insistió, pero su mente seguía trabajando. El cansancio, el cambio en el apetito, los sustitutos de sangre desapareciendo... algo no encajaba, y estaba decidido a descubrir qué era.

— Si necesitas algo, avísame —dijo finalmente, dejando que SeokJin terminara su merienda en paz. Mientras salía de la cocina, Yoongi no podía evitar pensar que la respuesta estaba más cerca de lo que creía, y que tal vez era el momento de enfrentarla.

.   .   .

En un rincón oscuro de la ciudad, el cazador preparaba meticulosamente sus herramientas. Afilaba una daga plateada con runas grabadas, diseñadas específicamente para dañar a los vampiros. Su mente estaba fija en SeokJin.

— Un omega del clan Min... será mi mayor trofeo.— murmuró para sí mismo mientras colocaba cuidadosamente una trampa de plata en su bolsa.

.  .  .

Mientras tanto, en el castillo, la quietud de la madrugada solo era interrumpida por los pasos suaves de SeokJin. Bajaba las escaleras con cuidado, asegurándose de no despertar a nadie. Llegó a la cocina, hambriento, pero más que eso, sintiendo ese antojo inexplicable que lo llevaba a buscar algo que ni siquiera él sabía con certeza qué era.

Se acercó a la despensa y, como si fuera una segunda naturaleza, tomó uno de los sustitutos de sangre que los vampiros usaban. Su cuerpo casi lo exigía, aunque sabía que no era lo habitual para él. Justo cuando estaba a punto de llevárselo a la boca, escuchó una voz suave pero firme detrás de él.

—Jinnie, ¿qué haces?.— SeokJin se congeló, el frasco temblando ligeramente en sus manos. Giró lentamente, encontrándose con la mirada penetrante de su madre, Irene. Ella cruzó los brazos, observándolo detenidamente, y algo en sus ojos se suavizó, como si hubiera descubierto algo importante.

— ¿Estás esperando, Jinnie?.— La pregunta cayó como un susurro cargado de significado. SeokJin no respondió de inmediato, pero el rubor en sus mejillas y su mano que instintivamente tocó su vientre delataron lo que sus palabras no podían decir.

Irene suspiró, acercándose y quitándole suavemente el frasco de las manos.

— No, amor mío. Si los comes crudos, te harán daño. Déjame prepararte algo rico. Sé exactamente lo que necesitas.

SeokJin, sorprendido por la calma y ternura de su madre, solo pudo asentir. La vio moverse por la cocina con la gracia de alguien que llevaba años cuidando de los demás, seleccionando ingredientes y encendiendo la estufa.

— ¿Cómo lo supiste? —preguntó finalmente SeokJin en un susurro. Irene sonrió mientras colocaba un plato en la mesa.

— Una madre siempre sabe. Además, he visto cómo te tocas el vientre, cómo has cambiado tu forma de comer... No me hace falta mucho más para saber que estoy a punto de ser abuela.

SeokJin sintió que una lágrima rodaba por su mejilla, pero Irene se apresuró a secarla con sus dedos.

— No llores, Jinnie. Esto es una bendición. Y pase lo que pase, yo estaré aquí para protegerte.— Mientras Irene le servía un plato de comida caliente y reconfortante, en otro lugar el cazador ajustaba su equipo, listo para acercarse al castillo. La amenaza se cernía sobre ellos, pero en ese momento, la cocina del castillo era un refugio de amor y esperanza.

.  .  .

A la mañana siguiente, Irene caminó con determinación hacia la sala principal del castillo, donde Wendy, Yeri, Joy y Seulgi estaban reunidas discutiendo asuntos triviales del día a día. Apenas Irene entró, todas giraron la cabeza hacia ella, notando el brillo especial en sus ojos.

— ¿Qué pasa, Irene? —preguntó Wendy, inclinándose ligeramente hacia adelante, como si ya sospechara que algo importante estaba a punto de ser revelado. Irene no perdió el tiempo.

— Nuestro pequeño Jinnie... está esperando.— Un silencio se apoderó de la habitación por un breve momento, antes de que todas reaccionaran al unísono.

— ¡¿Qué?! —exclamó Yeri, llevándose las manos a la boca con ojos enormes.

— ¡¿Un bebé?! —añadió Seulgi, sonriendo ampliamente mientras Joy daba pequeños aplausos emocionados. Wendy se levantó de su asiento con una mezcla de incredulidad y emoción.

— ¡Seremos abuelas! Esto es maravilloso. Tenemos que prepararnos.— Joy asintió rápidamente.

— Sí, podemos preparar comida adecuada para humanos. Algo nutritivo para un omega embarazado. Puedo buscar recetas ahora mismo. Si mas recuerdo que compré un libro de recetas cuando Jinnie era niño.— Sin embargo, Irene alzó una mano, deteniéndolas a todas con una mirada tranquila pero firme.

— No es tan simple. Ese bebé no es un humano. Es un vampiro.— La declaración cayó como una bomba en la habitación.

— ¿Cómo lo sabes? —preguntó Yeri, inclinándose hacia adelante, curiosa. Irene suspiró y, cruzándose de brazos, explicó.

— Lo descubrí anoche. Mi pequeño Jinnie ha estado comiendo de la reserva de sangre de los vampiros. Y lo peor... —hizo una pausa dramática, observando sus rostros atentos— ¡lo ha estado comiendo crudo!

Las demás se quedaron boquiabiertas.

— ¿Crudo? —repitió Wendy, entre sorprendida y divertida.

— Eso no es normal, incluso para un omega — murmuró Joy, mientras Seulgi trataba de contener una risa.

— ¡Ay, nuestro pobre bebé! —exclamó Yeri, cubriéndose la boca con dramatismo. Irene negó con la cabeza, suspirando nuevamente, pero con un toque de ternura en su voz.

— No es tan grave. Es el instinto de un vampiro puro. Pero ahora debemos asegurarnos de que tenga comida adecuada y nutritiva para ambos, sin que le falte nada.

Wendi asintió, recuperando la compostura.

— Entonces, prepararemos un menú especial para él. Algo que combine lo que necesita como humano y como vampiro.—
Seulgi agregó con una sonrisa.

— Podemos incluir un poco de la reserva de sangre... pero cocida.— Todas rieron ante la broma, aunque Irene seguía observándolas con seriedad.

— No es momento de tomar esto a la ligera. Ese bebé será un vampiro del clan Min. Y eso significa que debemos estar preparadas para protegerlos a ambos, pase lo que pase.

Las risas se desvanecieron rápidamente mientras el peso de las palabras de Irene las hacía asentir. El círculo se unió para empezar a planear cómo cuidar de SeokJin y del pequeño que llevaba en su vientre, mientras Irene miraba hacia el pasillo con una mezcla de orgullo y preocupación.

.  .  .

Jungkook, Taehyung y Yoongi habían comenzado a notar algo extraño en SeokJin. Últimamente, se escapaba con frecuencia a la mansión de Jimin, algo que ellos atribuían inicialmente a su deseo de socializar o de relajarse. Sin embargo, algo no cuadraba.

SeokJin, que siempre había llevado con orgullo el abrigo con la insignia del clan Min, ahora parecía más descuidado. Una tarde, mientras SeokJin descansaba en su habitación tras regresar de una de sus visitas, Jungkook y Taehyung se reunieron en la sala principal con Yoongi, quien examinaba con detenimiento el abrigo de SeokJin que había quedado colgado en la entrada.

— ¿No lo sientes extraño? —preguntó Jungkook, mirando a Yoongi, quien permanecía en silencio, frunciendo el ceño. Taehyung se acercó al abrigo y lo tomó en sus manos.

—¿Qué estás viendo?.— Yoongi señaló el lugar donde solía estar cosida la insignia del clan Min, la que marcaba claramente que SeokJin no solo pertenecía al clan, sino que era el esposo del rey.

— La insignia no está —dijo Yoongi en voz baja, su tono cargado de una mezcla de confusión y enfado. Taehyung abrió los ojos con sorpresa y se acercó más para confirmar.

— ¿Qué? ¿Por qué se la habría quitado?

— Eso es lo que quiero saber —murmuró Yoongi, su mandíbula apretada. Jungkook, aunque más joven, no pudo evitar sentirse preocupado.

— ¿Y si alguien se la quitó? ¿O... qué tal si lo hizo él mismo?.— El silencio que siguió fue ensordecedor.

—No tiene sentido —dijo Taehyung finalmente, intentando calmarse. —Él sabe lo importante que es esa insignia. No es solo un símbolo; es una declaración. Nadie se atrevería a desafiarlo si la lleva puesta.

—Exacto —respondió Yoongi con frialdad. —Entonces, ¿por qué no la lleva?

El ambiente se tornó tenso mientras los tres intercambiaban miradas. No era solo un descuido. Algo estaba sucediendo con SeokJin, algo que él no les estaba diciendo.

— Voy a hablar con él —declaró Yoongi, dejando el abrigo sobre la mesa. Su tono era firme, pero sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y rabia contenida. Jungkook lo detuvo, colocándole una mano en el hombro.

— No lo confrontes todavía. Si algo está pasando, no queremos que se sienta acorralado. Déjame intentar hablar con él primero. Tal vez me diga algo.— Yoongi asintió a regañadientes, pero sus ojos no abandonaron el abrigo. Sabía que la ausencia de esa insignia no era un accidente.

Mientras tanto, en su habitación, SeokJin miraba por la ventana, sintiendo un peso en su pecho. Había tomado una decisión, pero aún no sabía cómo enfrentar las consecuencias de ello. No podía negar que cada vez que miraba a Yoongi, a Jungkook o a Taehyung, el remordimiento lo carcomía.

Sin embargo, había algo más que los demás no sabían. La insignia no estaba perdida. Estaba en manos del cazador.

SeokJin estaba de pie junto a la ventana de su habitación, los brazos cruzados sobre su pecho mientras sus ojos escaneaban el oscuro paisaje exterior. Su mirada se perdía en las sombras, buscando... algo. No sabía exactamente qué, pero no podía sacudirse la sensación de que alguien lo observaba.

Esa vigilancia que había sentido durante días no era reconfortante, no era como la seguridad que le ofrecían Yoongi o los demás en el castillo. Era opresiva, como si una presencia ajena estuviera esperando el momento perfecto para atacar.

Suspiró y pasó una mano por su vientre plano. Un gesto inconsciente, pero reconfortante. Sin embargo, justo cuando pensaba alejarse de la ventana, un ruido repentino detrás de él hizo que su corazón se detuviera.

—¡Jungkook! —exclamó, girándose con rapidez. El vampiro estaba parado en el umbral de la puerta, con una sonrisa traviesa.

— ¿Te asusté?.— SeokJin lo fulminó con la mirada, pero su respiración acelerada delataba lo afectado que estaba.

—¡Claro que me asustaste! ¿Qué te pasa entrando así?

—Lo siento, ninnie —dijo Jungkook, levantando las manos en señal de disculpa, aunque su sonrisa no desapareció del todo. —Quería ver si estabas bien. No has estado muy... tú últimamente.

SeokJin desvió la mirada, regresando su atención a la ventana.

—Estoy bien.— Pero Jungkook no se dejó engañar. Dio unos pasos hacia él, deteniéndose a una distancia prudente.

—No lo pareces. Has estado mirando por esa ventana todas las noches, como si esperaras algo... o a alguien.

SeokJin apretó los labios. La sensación de ser observado volvía a su mente. No podía explicarlo, pero cada fibra de su ser le decía que algo malo estaba por suceder.

—Solo... siento que algo no está bien —admitió finalmente, su voz apenas un susurro.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Jungkook, frunciendo el ceño. SeokJin dudó antes de responder, sus dedos jugueteando nerviosamente con el borde de su camisa.

—No lo sé. Es como si alguien me estuviera observando. Incluso aquí, en el castillo.

Jungkook tensó los hombros al escuchar esas palabras. Su instinto protector se activó de inmediato.

—¿Por qué no nos dijiste nada?

—Porque tal vez solo estoy paranoico —respondió SeokJin, forzando una sonrisa débil. —Quizás es solo mi imaginación.

—Jin, eso no es algo que puedas ignorar. Si sientes que algo está mal, probablemente lo esté.— SeokJin se volvió hacia Jungkook, su mirada cargada de preocupación.

—¿Y qué puedo hacer? ¿Decirle a Yoongi que estoy asustado por una sombra? ¿Que siento que me observan?

—Sí —respondió Jungkook con seriedad. —Porque si alguien se atreve a ponerte en peligro, no vivirá para contarlo.

El tono oscuro y protector del alfa hizo que SeokJin sintiera un pequeño alivio. Sin embargo, no podía sacudirse el miedo. Por más seguridad que el castillo ofreciera, sabía que había fuerzas allá afuera que no podían detenerse con una simple amenaza.

Y, sin que ninguno de ellos lo supiera, en la lejanía, el cazador afilaba sus herramientas, una sonrisa maliciosa en su rostro. Había esperado mucho para este momento, y sabía que pronto, muy pronto, sería el turno de SeokJin.

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