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2: Secuestro.

El bosque estaba tranquilo esa tarde, los rayos del sol se filtraban entre las hojas de los altos árboles, pintando el suelo con motas de luz dorada. Seokjin corría de un lado a otro, fascinado por el vuelo de las mariposas monarca que danzaban alrededor de él. Su risa resonaba como una melodía suave, arrancando sonrisas de Jungkook y Taehyung, quienes lo seguían a cierta distancia, envueltos en una conversación sobre los refuerzos en el castillo.

—Te digo que deberíamos doblar la guardia cerca de las fronteras —murmuró Jungkook, su ceño fruncido mostrando su preocupación—. Los rumores sobre los soldados de las tierras del norte no son cualquier cosa.

—Lo sé, pero Yoongi dijo que debemos ser cautelosos, no provocar un conflicto antes de tiempo —respondió Taehyung, con un tono más calmado. Ambos estaban tan inmersos en su discusión que no notaron cómo Seokjin se alejaba cada vez más, persiguiendo las mariposas. Fue entonces, al adentrarse un poco más en el bosque, que el pequeño omega sintió una presencia extraña.

—¿Hola? —susurró, mirando a su alrededor, pero no vio a nadie. Cuando una mariposa se posó suavemente en su dedo, Seokjin sonrió, completamente distraído. No se dio cuenta de las sombras que se movían detrás de él hasta que fue demasiado tarde.

Un grupo de soldados apareció de repente, con ojos llenos de sorpresa y codicia al ver al pequeño omega.

—¡Es un omega! —exclamó uno, con incredulidad en su voz—. ¡No hemos visto uno en años!.— Antes de que Seokjin pudiera reaccionar, uno de ellos lo agarró con fuerza, cubriéndole la boca para silenciar su grito. El niño luchó, pateando y forcejeando, pero su pequeño cuerpo no tenía oportunidad contra los soldados alfas.

—¡Es un niño! —dijo otro, entre risas burlonas—. Pero eso no importa, un omega es un omega.

Seokjin sintió cómo el pánico lo envolvía. Su corazón latía con fuerza, y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras trataba de liberarse. Los soldados no se lo permitieron, sujetándolo con más fuerza mientras discutían qué hacer con él.

—Esto puede traernos fortuna —dijo uno, mirando al niño con una sonrisa maliciosa—. El rey seguramente pagará una fortuna por un omega tan raro.

.  .  .

—¿Dónde está Seokjin? —preguntó Jungkook, su voz tensa mientras miraba alrededor frenéticamente.

El corazón de Taehyung se hundió al escuchar el silencio que reemplazaba la risa del niño. Ambos vampiros comenzaron a buscarlo desesperadamente, llamando su nombre mientras seguían su rastro.

Cuando finalmente encontraron signos de lucha, sus ojos se posaron en unas pequeñas huellas marcadas en la tierra, rodeadas de huellas más grandes. Jungkook apretó los puños, un rugido de ira escapando de sus labios.

—¡Se lo llevaron! —gruñó, sus ojos brillando con un rojo peligroso.

—No están lejos —dijo Taehyung, su tono bajo pero lleno de furia—. No permitiré que lo toquen.

Ambos vampiros se movieron con una velocidad letal, guiados por el olor de Seokjin y el rastro de los soldados. Estaban determinados a recuperarlo, sin importar el costo.

La desesperación se reflejaba en los rostros de ambos vampiros mientras seguían buscando alguna pista de Seokjin. Fue entonces que Jungkook se detuvo en seco, sus ojos afilados captaron algo brillante en la distancia, entre las hojas caídas del suelo.

—¡Es su zapato! —exclamó, corriendo hacia él. Levantó el pequeño zapato con cuidado, su ceño fruncido al imaginar al omega siendo arrancado de su seguridad y llevado contra su voluntad.

—Esto no está bien... —murmuró Jungkook, sus colmillos asomando mientras el enojo comenzaba a arder en su pecho. Taehyung, quien llegó a su lado, tomó el zapato y lo observó con cuidado. Su aguda vista notó marcas en la tierra cerca del lugar.

—Se lo llevaron en una carreta... Mira estas huellas. Ratas inmundas. —Taehyung apretó el puño, su mirada brillando con un rojo furioso. De repente, se giró hacia Jungkook, su tono autoritario y decidido.

—Ve al castillo. Infórmale a Yoongi lo que ha pasado. Necesitaremos toda la fuerza que podamos reunir para recuperar a Seokjin.

—¿Y tú? —preguntó Jungkook, preocupado.
Taehyung miró en dirección al rastro dejado por la carreta, su expresión se endureció.

—Yo seguiré el rastro. No pienso dejar que se lleven a nuestra princesa lejos de nosotros.— Jungkook dudó por un instante, pero sabía que el plan de Taehyung tenía sentido.

—Está bien, pero no te atrevas a enfrentarlos solo. Espéranos. —Su tono fue grave, pero había un destello de preocupación en sus ojos. Taehyung asintió, aunque en su interior ya sabía que no podría quedarse quieto si veía a Seokjin en peligro. Jungkook, con un último vistazo al zapato que ahora Taehyung guardaba como prueba, se transformó en un borrón de movimiento mientras corría hacia el castillo a toda velocidad.

Mientras tanto, Taehyung se agachó, examinando las huellas más de cerca.

—No importa cuántos sean... No permitiré que lastimen a nuestra princesa —murmuró, antes de comenzar a seguir el rastro con una determinación feroz.

.  .  .

El ambiente dentro de la carreta era sofocante, cargado de tensión mientras los alfas discutían. Algunos parecían dudar, murmurando entre ellos sobre la rareza de encontrar a un omega, y otros estaban ansiosos, sus ojos brillando con un hambre primitiva.

—Es un niño... Esto es peligroso. No deberíamos meternos en esto —decía uno, su voz baja pero temblorosa.

—¡Un omega es un omega! ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que vimos uno? Esto es una oportunidad —replicó otro con un gruñido, su mirada fija en Seokjin como si ya lo hubiera reclamado.

El pequeño omega, acurrucado en un rincón de la carreta, temblaba. Las palabras de los alfas eran como cuchillas que lo atravesaban, llenándolo de terror. Su cuerpo frágil no podía dejar de temblar, y sus ojos húmedos miraban con desesperación hacia el camino que dejaban atrás.

"Hyungs... Jungkook, Taehyung, Yoongi..." Pensó, susurrando los nombres en su mente como un mantra, deseando con todas sus fuerzas verlos aparecer entre los árboles.

De repente, la carreta se detuvo con un tirón brusco, y uno de los alfas se giró hacia él con una sonrisa cruel.

—Es hora de bajar, pequeño.— Antes de que pudiera reaccionar, unas manos ásperas lo agarraron y lo empujaron fuera de la carreta. Seokjin soltó un grito ahogado cuando su pequeño cuerpo chocó contra el suelo polvoriento. El impacto fue duro; sintió el raspón ardiente en sus manos y rodillas al caer de cara.

—¡Levántate! —gritó uno de los alfas, impaciente, mientras otro se reía burlonamente al ver el estado del niño. Seokjin intentó levantarse, pero sus pequeñas manos temblorosas y sangrantes no podían sostener su peso. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, mezclándose con la tierra en su rostro.

Los alfas comenzaron a discutir de nuevo, ahora peleando abiertamente sobre quién tenía derecho a reclamar al omega. Sus voces eran fuertes y amenazantes, llenas de una tensión violenta que hacía temblar aún más al pequeño. Mientras todo esto ocurría, Seokjin giró su cabeza hacia el camino una vez más, su corazón clamando por sus vampiros.

"Por favor... No me dejen aquí. No me dejen..."

En ese instante, entre el ruido de las peleas y el miedo que lo consumía, Seokjin vio algo: un destello de negro y rojo moviéndose a través de los árboles.

—¡Cállense! —gritó uno de los alfas, deteniendo la pelea para mirar hacia el bosque. Algo estaba llegando, y los soldados comenzaron a tensarse.

Uno de los alfas, más grande y robusto que los demás, dio un paso adelante, su mirada fija en el pequeño omega que aún estaba en el suelo. Seokjin retrocedió como pudo, arrastrándose mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

—Mírenlo, tan frágil... —dijo el alfa con una sonrisa siniestra, inclinándose hacia él. Su mano callosa se acercó al rostro de Seokjin, quien cerró los ojos con fuerza, temblando.

El miedo era demasiado, un peso insoportable en su pequeño cuerpo. Antes de poder evitarlo, sintió cómo su vejiga se relajaba, y el líquido caliente empapó sus ropas.

El silencio cayó por un segundo antes de que uno de los soldados rompiera a reír, señalándolo con burla.

—¡Así es como deberían reaccionar los omegas ante nosotros! ¡Mírenlo, completamente indefenso! —dijo entre carcajadas, mientras algunos de los otros alfas comenzaban a reír también. Seokjin, humillado y aterrorizado, apretó los ojos con más fuerza, deseando desaparecer.

—Por favor... Hyungs... Ayúdenme... —susurró en voz baja, casi inaudible.

Justo en ese momento, un frío repentino invadió el aire, silenciando las risas de los soldados. Un escalofrío recorrió el cuerpo de los alfas mientras una presencia oscura y amenazante se hacía evidente.

—¿De qué se ríen? —La voz profunda y helada de Yoongi resonó en el claro, como una promesa de muerte.

Los alfas se giraron rápidamente, encontrando al rey vampiro de pie entre las sombras del bosque, sus ojos brillando con un rojo intenso y sus colmillos al descubierto. A su lado estaban Taehyung y Jungkook, con expresiones igualmente letales, listos para desatar su furia.

—Están muy lejos de su territorio para estar acosando a alguien que nos pertenece —dijo Taehyung, su voz baja pero cargada de amenaza. Jungkook, quien ya había desenvainado su espada, dio un paso adelante, su mirada fija en Seokjin.

—Princesa, ya estamos aquí. No tienes que tener miedo —dijo con suavidad, pero su tono cambió al dirigirse a los alfas—. Pagarán por lo que han hecho.

Seokjin abrió los ojos al escuchar esas palabras, y un sollozo escapó de sus labios. Su corazón se llenó de alivio al ver a sus vampiros, sus salvadores. Yoongi avanzó, y con un simple gesto de su mano, los alfas retrocedieron, sabiendo que habían cometido un error fatal.

—Tómalo, Jungkook. Lleva a nuestra princesa a un lugar seguro. Taehyung y yo nos encargaremos de esto —ordenó Yoongi, sin apartar la mirada de los alfas. Jungkook se acercó rápidamente, recogiendo al pequeño omega en sus brazos.

—Te tengo, Ninnie. Estás a salvo ahora —susurró, envolviéndolo en su capa para cubrirlo. Seokjin se aferró a él, dejando que las lágrimas fluyeran mientras sentía, por primera vez en horas, que estaba seguro.

.  .  .

Los alfas, amordazados y con cadenas pesadas alrededor de sus muñecas y tobillos, fueron arrastrados al oscuro sótano del castillo. La humedad y el olor a hierro viejo llenaban el aire, intensificando el temor que ya los consumía. Sus ojos recorrieron el espacio hasta detenerse en cinco figuras femeninas, inmóviles como estatuas, pero con un aura inquietante.

Yoongi descendió por las escaleras de piedra, con una calma gélida en su semblante. Cada paso que daba resonaba, aumentando la tensión en la sala. Finalmente, se detuvo frente a los prisioneros y habló con voz baja pero llena de autoridad.

—Estos alfas cometieron el error de tocar lo que más valoramos en este castillo: nuestra princesa —dijo, mirando a las cinco vampiras que habían estado cuidando de Seokjin como si fuera su propio hijo. Las vampiras, al escuchar esas palabras, levantaron la cabeza, sus ojos brillando de anticipación.

—Un regalo para ustedes, niñas —continuó Yoongi, con una ligera sonrisa que no llegó a sus ojos—. Ellos son los que se atrevieron a llevarse a Seokjin. Asegúrense de que aprendan, aunque solo sea por un instante, lo que significa tocar a alguien que es nuestro.

Las cinco mujeres avanzaron lentamente, sus movimientos gráciles pero cargados de amenaza. Sus colmillos comenzaron a extenderse, afilados y relucientes bajo la luz tenue. Una de ellas, la mayor, habló con una voz suave pero mortal.

—¿De verdad pensaron que podían lastimar a nuestro pequeño y salir ilesos?.— Otro de los alfas intentó retroceder, pero las cadenas lo mantuvieron en su lugar. El terror en sus ojos era evidente.

—Es todo suyo —dijo Yoongi, dando un paso atrás mientras una sonrisa fría se dibujaba en sus labios—. Diviértanse.

Sin más preámbulos, las vampiras atacaron. Su furia no conocía límites; cada mordida y cada golpe eran un recordatorio de que nadie podía dañar a su pequeño príncipe sin pagar un precio.

Desde arriba, Taehyung y Jungkook esperaban junto a la entrada del sótano. Taehyung miró a Jungkook y murmuró con una mezcla de orgullo y diversión:

—Nadie toca a nuestro Ninnie y vive para contarlo.— Jungkook asintió, sus ojos aún oscuros por la rabia que no había desaparecido por completo.

—Que esto sea una lección para cualquiera que piense lo contrario —respondió, cruzándose de brazos mientras el eco de los gritos comenzaba a desvanecerse.

En ese momento, el vínculo entre todos en el castillo se reforzó aún más: nadie dañaría a Seokjin, no mientras ellos estuvieran allí para protegerlo.

.  .  .

Seokjin estaba sentado en la gran mesa del comedor, balanceando las piernas en su silla mientras disfrutaba de una sopa caliente. Los rayos del sol se colaban por las enormes ventanas del castillo, bañando la estancia con una luz tenue, que contrastaba con la presencia imponente de sus tres vampiros.

Jungkook y Yoongi conversaban en voz baja, mientras Taehyung, sentado al lado de Seokjin, revisaba algunos documentos. La tranquilidad del momento era palpable, un respiro del caos que había vivido recientemente. Fue entonces que Seokjin notó algo extraño en Taehyung. La mirada del omega se centró en una mancha roja que adornaba la barbilla del vampiro. Frunció ligeramente el ceño, dejó la cuchara a un lado y se inclinó hacia él.

—Hyung —dijo con su dulce voz, llamando la atención de Taehyung. El gran duque lo miró, confundido al ver cómo Seokjin alzaba una pequeña servilleta y con cuidado limpiaba la mancha de su rostro.

—Tenías algo aquí —dijo el omega, sonriendo suavemente—. Ya lo limpié.

Yoongi y Jungkook se detuvieron a mitad de su conversación, observando la escena con una mezcla de sorpresa y diversión. Taehyung se quedó inmóvil por un momento, tocándose la barbilla después de que Seokjin terminara.

—Gracias, princesa —respondió finalmente, su voz suave y cargada de afecto.

Seokjin volvió a su sopa como si nada, pero todos en la mesa sabían lo que era esa mancha: sangre. Era un recordatorio silencioso de lo que ellos eran, de lo que hacían para sobrevivir. Después de unos momentos de silencio, Seokjin habló de manera casual, sin siquiera alzar la vista de su plato.

—Sé que comen humanos. Pero no me importa.— Las palabras del omega resonaron en la estancia, cargadas de una honestidad que dejó a los tres vampiros sin palabras por unos instantes.

—¿No te importa? —preguntó Yoongi, su voz baja y cuidadosa. Seokjin levantó la vista, sus grandes ojos llenos de determinación y dulzura.

—Mientras me cuiden, me den un hogar y me quieran… eso es lo único que importa.

El silencio volvió a llenar la sala, pero esta vez era diferente. Los tres vampiros intercambiaron miradas, sintiendo una mezcla de orgullo, ternura y un profundo respeto por su pequeño omega.

Jungkook rompió el silencio con una sonrisa amplia y cálida.

—Eres increíble, Ninnie.— Taehyung asintió, sus ojos brillando con algo que parecía admiración.

—Eres más fuerte de lo que pareces, pequeña flor de loto.— Yoongi, con una mirada más seria pero llena de ternura, se inclinó ligeramente hacia Seokjin.

—Y por eso siempre estaremos aquí para ti, princesa.

Seokjin les devolvió la sonrisa antes de volver a concentrarse en su sopa, sintiéndose más seguro que nunca de que había encontrado su lugar en el mundo, incluso si este era oscuro y lleno de peligros.

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