14: Los Celos De Eunha.
La música suave comenzó a llenar el salón, envolviendo a todos los presentes en una atmósfera mágica. Seokjin se encontraba de pie en el centro, con un brillo especial en sus ojos mientras miraba a sus tres esposos. Era su momento de bailar con cada uno de ellos, un gesto que simbolizaba el amor y la unión que los ataba para siempre.
Yoongi fue el primero en acercarse, extendiendo su mano con una elegancia natural. Siendo el rey, tenía el privilegio de iniciar este baile. Sus movimientos eran lentos y seguros, guiando a Seokjin con cuidado mientras sus ojos no se apartaban de los de él.
—No tienes idea de cuánto te amo, dulce luna —murmuró Yoongi con voz baja, haciendo que Seokjin sonriera tímidamente.
Cuando el baile terminó, Taehyung avanzó, con esa mezcla de carisma y dulzura que lo hacía único. Tomó la mano de Seokjin con delicadeza, inclinándose un poco como si estuviera frente a un tesoro invaluable. Sus pasos eran fluidos y llenos de gracia, pero lo que realmente destacaba era la forma en que Taehyung sonreía cada vez que Seokjin lo miraba.
— Eres la luz que nunca supe que necesitaba, estrella mía. Gracias por ser nuestro —susurró Taehyung antes de girar a Seokjin una última vez y dejarlo en el centro.
Finalmente, fue el turno de Jungkook, quien no pudo evitar sonreír de oreja a oreja mientras caminaba hacia Seokjin con paso decidido. Su amor por Seokjin era tan profundo como el de los otros. Tomó a su esposo de la cintura, guiándolo con movimientos firmes pero llenos de ternura.
—Te amo, ninnie. Prometo hacerte feliz cada día de nuestras vidas —dijo Jungkook con la voz entrecortada por la emoción.
Cuando la música llegó a su fin, Seokjin se quedó en medio de los tres, con el rostro iluminado por una sonrisa que reflejaba su felicidad. No había palabras suficientes para describir lo que sentía en ese momento; amado, protegido y, sobre todo, completo.
La boda transcurría llena de magia y felicidad. Seokjin estaba radiante, rodeado del amor incondicional de sus tres esposos y de la calidez de los invitados. Sin embargo, entre las sombras de aquella celebración, Eunha observaba con el corazón ardiendo de celos. Ver cómo Yoongi adoraba a Seokjin con cada mirada y gesto la hacía hervir de rabia.
Aprovechando un momento en que Seokjin sostenía una delicada copa de cristal para brindar, Eunha se acercó con una sonrisa falsa, simulando amabilidad. Pero, con un movimiento brusco y premeditado, chocó contra Seokjin, haciendo que la copa cayera al suelo y se rompiera en pedazos.
El ruido del cristal destrozado llamó la atención de todos, pero lo que realmente alarmó a los presentes fue el gemido de dolor de Seokjin. Un fragmento afilado había cortado su mano, y la sangre comenzó a teñir su elegante vestuario blanco, creando un contraste que parecía arrancado de una tragedia.
—¡Seokjin! —exclamó Yoongi, quien llegó primero a su lado, con el rostro lleno de preocupación. Sus ojos pasaron rápidamente del corte al rostro de Seokjin, como si quisiera asegurarse de que estaba bien.
Taehyung y Jungkook no tardaron en rodearlo también, sus expresiones reflejaban una mezcla de enojo y angustia. Jungkook se quitó rápidamente su pañuelo de seda para presionar la herida, mientras Taehyung lanzaba una mirada fulminante hacia Eunha.
—¿Qué acabas de hacer? —preguntó Taehyung, su voz grave y amenazante, mientras Eunha intentaba excusarse.
—¡Fue un accidente! Lo siento mucho, de verdad no lo vi... —dijo Eunha con fingida preocupación, aunque la satisfacción en su mirada no pasó desapercibida para Yoongi.
—Dulce luna, vámonos. Vamos a limpiarte esto —murmuró Yoongi con suavidad, tomando a Seokjin en brazos sin esperar respuesta. Taehyung y Jungkook se quedaron atrás, vigilando a Eunha con desconfianza mientras la tensión en el aire se hacía palpable.
La boda continuó, pero el incidente dejó una sombra sobre la celebración. Los esposos de Seokjin no dejarían que algo así quedara sin consecuencias, y Eunha lo sabía.
. . .
La luz suave del amanecer se filtraba por las cortinas, iluminando la habitación con un brillo cálido. Seokjin parpadeó lentamente, aún medio dormido, y giró la cabeza para mirar a Yoongi, quien seguía profundamente dormido a su lado, con una expresión de paz que rara vez mostraba ante los demás.
Seokjin sonrió para sí mismo, sintiendo el calor del cuerpo de Yoongi junto al suyo. Bajó la mirada hacia su mano, y ahí estaba: el anillo de bodas, brillando suavemente con los rayos del sol. Era precioso, un diseño delicado pero con un significado poderoso.
Sus dedos rozaron el anillo con cuidado, como si aún no pudiera creer que ahora formaba parte de algo tan especial. Su corazón se llenó de felicidad al recordar la ceremonia del día anterior, los votos, los besos y, sobre todo, el amor que compartían.
De repente, sintió un movimiento junto a él. Yoongi abrió los ojos lentamente, su mirada adormilada encontrándose con la de Seokjin.
—¿Te desperté? —preguntó Seokjin en un susurro, aún con una sonrisa en los labios.
Yoongi negó con la cabeza, esbozando una pequeña sonrisa mientras tomaba la mano de Seokjin entre las suyas. Sus dedos acariciaron suavemente el anillo que ambos llevaban.
—Es hermoso, ¿no? —murmuró Yoongi, su voz ronca por el sueño.
—Lo es —respondió Seokjin, sus ojos brillando de emoción—. Pero lo que significa es aún más hermoso.
Yoongi se inclinó y dejó un beso suave en la frente de Seokjin.
—Tú eres lo más hermoso, dulce luna.
Seokjin rió suavemente, sintiendo cómo su corazón se llenaba de amor por el hombre que ahora era su esposo.
. . .
En la sala principal de la mansión del vampiro, Seokjin y Jimin estaban sentados en un lujoso sofá, rodeados de una atmósfera oscura pero elegante. Seokjin suspiraba profundamente, apoyando su frente en una mano, mientras Jimin lo observaba con curiosidad, moviendo las piernas con impaciencia.
—¿Qué pasa, hyung? Te veo raro desde hace días. —Jimin le ofreció una copa de vino aunque ambos sabían que solo era para mantener las apariencias.
Seokjin levantó la mirada, su rostro una mezcla de frustración y vergüenza. Dudó por un momento, pero luego decidió hablar.
—Jimin-ssi… estoy desesperado.— Jimin arqueó una ceja, claramente intrigado.
—¿Desesperado? ¿Por qué? ¿Es por el estrés de ser el esposo de tres alfas? ¿Están siendo difíciles?.— Seokjin negó con la cabeza rápidamente, pero luego soltó un suspiro más largo que el anterior.
—No es eso… Es que… ¡no tuve noche de bodas! —confesó, llevándose las manos al rostro. Jimin parpadeó, procesando las palabras, antes de que una sonrisa divertida comenzara a formarse en sus labios.
—Espera, ¿qué? ¿No tuvieron...?
—¡Nada! —interrumpió Seokjin, claramente molesto—. ¡Ni siquiera se dignan a tocarme! Cada noche duermen como si nada, uno a la derecha, otro a la izquierda, y el otro en el sillón porque “no quiere incomodarme”. ¡¿Incomodarme?! ¡Estoy que me subo por las paredes, Jimin!
El vampiro apenas logró contener la risa, aunque su tono burlón era evidente.
— Jin-ah… ¿estás diciendo que tres vampiros se están portando como santos y tú estás frustrado?
—¡Exactamente! —exclamó Seokjin, con las mejillas rojas de vergüenza. Se puso de pie y comenzó a caminar de un lado a otro—. ¡Me casé con ellos, soy su esposo, y ni siquiera me miran con deseo! ¿Sabes lo frustrante que es eso? ¿Qué se supone que haga? ¿Que me tire encima de ellos?
Jimin, disfrutando demasiado de la situación, apoyó la barbilla en su mano y lo miró con ojos brillantes.
—Bueno… podrías intentarlo.— Seokjin se detuvo en seco, mirándolo con horror.
— ¡No voy a hacer eso! Soy un omega digno… aunque… — Se llevó las manos a la cabeza— ¡Ya no sé qué hacer, Jimin-ah!
El vampiro soltó una carcajada, inclinándose hacia adelante.
— Jin-ah, esto es oro puro. Pero mira, si realmente quieres “despertar” algo en ellos, quizás deberías intentar un enfoque más directo. ¿Has hablado con ellos?.— Seokjin lo miró con incredulidad.
—¡Claro que no! ¿Cómo voy a hablar de esto? ¿Qué les voy a decir? “Hola, chicos, ¿pueden por favor actuar como alfas y no como monjes en celibato”?.—:Jimin no pudo evitar reír más fuerte.
— Tal vez no con esas palabras, pero sí, necesitas hablar con ellos. Créeme, Jin-ah, ellos te adoran. Seguramente están tratando de ser respetuosos contigo, pero no tienen idea de lo que sientes.
Seokjin lo miró en silencio, considerando sus palabras. Finalmente, dejó caer los hombros, agotado.
— Supongo que tienes razón… pero si esto sigue así, voy a perder la cabeza.— Jimin sonrió y se levantó, colocando una mano en el hombro de su amigo.
—Confía en mí, Jin-ah. Hablar con ellos será el primer paso… aunque, si necesitas ayuda, siempre puedo sugerir algo para encender el ambiente.— Seokjin lo miró con desconfianza.
—No quiero ni imaginar qué tienes en mente, Jimin-ssi…
SeokJin seguía caminando de un lado a otro en la lujosa sala de la mansión, con las manos en la cintura y el ceño fruncido, mientras Jimin intentaba contener la risa desde el sofá.
—¡De verdad, Jimin-ah, no puedo más! —exclamó SeokJin, lanzando un suspiro dramático—. ¡A este paso voy a pedir el divorcio si esos vampiros cobardes no me tocan!
Jimin, que estaba bebiendo tranquilamente su “vino”, casi escupe al escuchar las palabras de su amigo. Se llevó una mano al pecho mientras soltaba una carcajada.
—¿Divorcio, SeokJin? —dijo, entre risas—. ¡Ni siquiera ha pasado un mes desde la boda!.— SeokJin se detuvo y lo miró con las manos alzadas, como si fuera lo más obvio del mundo.
— ¡Exacto! Un mes y nada. ¡Ni una caricia, ni un beso decente! ¡Nada! ¿Qué clase de esposos son esos?— Jimin seguía riéndose, secándose una lágrima de diversión.
— SeokJin, eres increíble. Deberías decirles eso tal cual. Imagina sus caras si les dices que estás considerando el divorcio porque no cumplen con sus “obligaciones maritales”.
— Tal vez lo haga.—respondió SeokJin, cruzándose de brazos y mirando hacia otro lado con un puchero— Así tal vez dejen de comportarse como monjes.
Jimin negó con la cabeza, aún riendo, y se acercó para darle una palmada en la espalda.
— Jinnie-ah, de verdad te admiro. ¿Sabes qué? Después de esto, quiero estar aquí cuando hables con ellos. ¡Esto va a ser épico!.— SeokJin bufó, pero no pudo evitar soltar una pequeña sonrisa.
— No sé si debería estar agradecido o preocupado de que encuentres mi sufrimiento tan divertido.— Jimin se encogió de hombros con una sonrisa traviesa.
—Ambas cosas, Jinnie-ah, ambas cosas.
. . .
En la enorme sala privada del castillo, Yoongi, Taehyung y Jungkook estaban sentados en un silencio tenso. Sus rostros mostraban una mezcla de frustración, incomodidad y agotamiento emocional.
— Esto no puede seguir así —gruñó Taehyung, masajeándose las sienes—. ¿Cuánto tiempo más vamos a durar sin... hacer algo?
Jungkook, que estaba recostado en el sofá con un cojín abrazado, golpeó suavemente el mueble con el pie.
—¡Lo sé! Cada vez que veo a ninnie... ¡mis colmillos pican tanto que siento que voy a volverme loco!.— Yoongi, que estaba de pie junto a la ventana con los brazos cruzados, apretó la mandíbula.
—¿Y crees que yo no lo siento? Cada vez que lo veo sonreír, todo mi autocontrol se va al infierno.
— ¡Entonces haz algo! —estalló Taehyung, levantándose de golpe—. ¡Eres el mayor! ¡El rey! ¡Tú deberías dar el primer paso!.— Yoongi giró lentamente la cabeza, con los ojos entrecerrados.
— ¿Perdón? ¿Y por qué no lo haces tú, oh gran seductor? Siempre presumes de tu “encanto natural”.
— ¡Yo lo haría si Jungkook no estuviera pegado a él, todo el tiempo! —replicó Taehyung, señalando al más joven.
— ¡Oye! —se quejó Jungkook, poniéndose de pie—. ¡No es mi culpa que ninnie sea tan adorable! Además, tú también estás todo el tiempo siguiéndolo con esa cara de “misterioso príncipe oscuro”.
— ¡Es mejor que parecer un adolescente desesperado! —soltó Taehyung, avanzando hacia él.
—¡Basta! —interrumpió Yoongi, dando un golpe en la mesa. Su paciencia finalmente había llegado al límite—. Somos vampiros milenarios, por el amor de la oscuridad. ¡Estamos actuando como perros peleando por un hueso!.— Ambos lo miraron en silencio por un momento antes de que Taehyung hablara, en un tono sarcástico.
— Bueno, disculpa si nuestro hueso es un omega perfecto que no podemos dejar de desear.— Yoongi gruñó, llevándose una mano al rostro.
— ¡Lo sé! Créeme, lo sé.— Hubo un silencio cargado, hasta que Jungkook suspiró, dejándose caer de nuevo en el sofá.
— ¿Qué hacemos, entonces? No podemos simplemente saltar sobre él como salvajes.
—Tampoco podemos seguir evitándolo —murmuró Taehyung, cruzándose de brazos—. Va a pensar que no lo deseamos.
—¿Y qué se supone que hacemos? —preguntó Yoongi, volviendo a mirar por la ventana con frustración. Su voz sonaba más suave esta vez—. SeokJin merece algo especial... algo que no lo haga sentir como un simple objeto de deseo.
— Pero si seguimos esperando, voy a perder la cabeza —admitió Jungkook, llevándose las manos al cabello—. Ninnie es demasiado... demasiado todo.
El silencio volvió a reinar en la sala, pero ahora era más desesperado que antes. Los tres se miraron, conscientes de que compartían el mismo tormento. Finalmente, Taehyung suspiró.
— Si seguimos así, terminaremos devorándonos entre nosotros antes que tocarlo.— Yoongi soltó un bufido.
— Pues más les vale que ninguno de ustedes lo haga primero.— Jungkook levantó una ceja.
—¿Ah, sí? ¿Y qué vas a hacer si lo hago?
El comentario encendió una chispa peligrosa. En cuestión de segundos, los tres estaban peleando como si realmente fueran animales salvajes, lanzándose comentarios mordaces y gruñendo entre ellos.
Pero en el fondo, todos sabían una cosa; estaban desesperados, perdidos en su deseo por el hermoso omega que los tenía completamente hechizados.
La discusión en la sala alcanzaba su punto máximo. Jungkook estaba gruñendo bajo, Taehyung lo señalaba con enojo, y Yoongi había comenzado a dar órdenes como si estuvieran en el campo de batalla.
Entonces, la puerta se abrió con un crujido, y los tres vampiros se congelaron como si los hubieran atrapado cometiendo un crimen.
— ¿Qué están haciendo? —preguntó SeokJin con voz plana, deteniéndose en el umbral. Yoongi fue el primero en reaccionar, enderezándose y ajustándose el cuello de su chaqueta como si nada hubiera pasado.
— Nada importante. Solo... asuntos de vampiros.
— Oh, sí. Muy importantes —añadió Taehyung, cruzándose de brazos, aunque una gota de sudor traicionera corría por su sien.
— Exacto —murmuró Jungkook, mirando al suelo, incapaz de ocultar su incomodidad.
SeokJin alzó una ceja, claramente desconfiando de sus excusas, pero decidió no insistir. Con un suspiro pesado, pasó de largo hacia la cocina. Los tres vampiros lo siguieron con la mirada, tensos como si estuvieran en un juicio.
En la cocina, SeokJin abrió un gabinete y comenzó a sacar lo necesario para prepararse algo de comer. Sus movimientos eran rápidos y algo bruscos, una clara señal de que no estaba de buen humor.
— ¿Quieres que te ayudemos? —preguntó Yoongi, apareciendo en la puerta con su tono más suave, intentando calmar las aguas.
— No, gracias —respondió SeokJin sin mirarlo, su voz fría.Jungkook y Taehyung se asomaron detrás de Yoongi, intercambiando miradas nerviosas. El olor del mal humor de SeokJin era inconfundible incluso para ellos.
Finalmente, SeokJin se giró hacia ellos, con los brazos cruzados y una expresión seria.
— ¿Saben? No sé si he cometido un error casándome con tres vampiros tan... cobardes.— Los tres se tensaron al escuchar esas palabras.
— Cobardes, dices... —murmuró Yoongi, claramente ofendido pero sin atreverse a mostrarlo demasiado.
— Sí, cobardes. ¿De qué otra manera puedo llamarlos? Han pasado semanas desde la boda, y ni siquiera han intentado... —SeokJin se interrumpió, sintiendo que su rostro se calentaba de vergüenza, pero rápidamente se recompuso. — Olvídenlo.
Se dio la vuelta, decidido a concentrarse en su comida, pero murmuró lo suficientemente alto como para que lo escucharan.
—A este paso, voy a pedir el divorcio.
Eso fue como un rayo cayendo en el centro de la habitación. Los tres vampiros se miraron entre sí, completamente horrorizados. Jungkook fue el primero en reaccionar, dando un paso adelante.
—¡Princesa, espera!.— Pero SeokJin ya había salido de la cocina, dejando a los tres inmortales paralizados y aún más frustrados.
—Esto se está saliendo de control —murmuró Taehyung, pasándose una mano por el cabello. Yoongi apretó los puños, con la mandíbula tensándose.
— Tenemos que hacer algo. Ahora.— Jungkook, con los ojos brillando de determinación, asintió.
— Sí, antes de que realmente nos deje.
Por primera vez en siglos, los tres estaban de acuerdo, debían actuar, y rápido.
. . .
Los tres vampiros estaban reunidos en el salón, todavía discutiendo sus próximos pasos para ganarse a SeokJin. Habían acordado que no podían seguir retrasando las cosas, y Jungkook incluso había sugerido un plan romántico para compensar su falta de acción.
—Mañana, le preparamos una cena especial y... —comenzó a decir, pero su voz se apagó cuando un silencio extraño llenó el castillo.
—¿Lo escuchan? —preguntó Yoongi, levantando una mano para silenciar a los otros dos. Taehyung frunció el ceño.
—¿Qué cosa?
— Eso es exactamente el problema. No se escucha nada —respondió Yoongi, su tono tenso.— Seokjin es ruidoso cuando se esta tocando pero no se escucha nada, ni siquiera su respiración.
Los tres se miraron, y un mal presentimiento los invadió. Sin decir una palabra más, se apresuraron hacia la habitación de SeokJin. Cuando abrieron la puerta, encontraron la cama vacía, las sábanas desordenadas, y el aroma dulce de su omega comenzaba a desvanecerse.
—¿Se fue...? —preguntó Taehyung en voz baja, su pecho hundiéndose al pensar que tal vez SeokJin realmente había decidido abandonarlos.
Jungkook negó con la cabeza, olfateando el aire con desesperación.
—No. Hay algo más aquí. Hay otro aroma... uno que no pertenece a él.
Yoongi se adelantó, sus ojos oscuros brillando con furia mientras inspeccionaba el lugar. Entonces, notó un pequeño objeto en el suelo: una cinta negra. La recogió y sus colmillos se alargaron al instante.
— Eunha —gruñó, su voz baja y mortal.— Esa zorra desgraciada.— Los otros dos vampiros quedaron tensos.
— ¿Eunha? ¿Estás seguro? —preguntó Taehyung, sus ojos brillando con una mezcla de miedo y rabia. Yoongi asintió, apretando la cinta entre sus dedos hasta que esta se rompió.
—Sí. Ella lo ha secuestrado.
Jungkook golpeó la pared con frustración, dejando un hueco en la piedra.
— ¡Y nosotros pensamos que había escapado porque estaba molesto con nosotros!
— Esto es nuestra culpa —murmuró Taehyung, su tono lleno de culpa.
— No hay tiempo para lamentarse. Si Eunha lo tiene, está en peligro. Esa zorra no dudara en hacerle daño. —Yoongi se giró hacia los otros dos, sus ojos ardiendo con determinación—. Tenemos que encontrarlo. Ahora.
Sin dudarlo, los tres salieron del castillo, siguiendo el rastro débil del aroma de SeokJin. Sus corazones, a pesar de ser inmortales, latían con fuerza ante la posibilidad de perderlo para siempre.
. . .
Mientras tanto, en un lugar oscuro y desconocido, SeokJin estaba atado a una silla, mirando con desafío a Eunha.
—¿Crees que esto cambiará algo? —dijo con voz firme, a pesar del miedo que sentía—. Ellos vendrán por mí.
Eunha soltó una risa fría y arrogante.
—Tal vez. Pero para cuando lleguen, ya te habré comido…
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