11: Galletas De Feromonas.
El olor a galletas y chocolate inundaba el castillo, impregnando cada rincón con su dulzura. Seokjin, con su delantal especial, amasaba cuidadosamente dos masas de diferentes tonos de marrón, dándoles forma de pequeños corazones. A su lado descansaba un frasco de cristal en forma de corazón, tan bonito como peligroso. Su contenido, un líquido rosa brillante, no era un simple adorno: era un hechizo de dominio diseñado para controlar alfas.
Con movimientos precisos, Seokjin abrió el frasco, permitiendo que el aroma dulce y embriagador del líquido llenara el aire. Tomó una pequeña cantidad y la mezcló con el chocolate, asegurándose de integrarlo perfectamente. Estas galletas no eran para él, sino para sus clientes. Seokjin dirigía un pequeño negocio de magia en el que ofrecía servicios que iban desde atraer amor, amansar a alfas, omegas o betas, hasta fomentar la fortuna, la salud, o incluso el amor propio.
Las galletas que preparaba contenían feromonas de omega y otros ingredientes especiales: pétalos de rosa, el alcohol más antiguo que pudo encontrar, y un toque secreto que solo él conocía. Cada una de ellas estaba diseñada para resolver problemas específicos. Algunos clientes querían fortalecer su matrimonio o hacer que su alfa dejara a su amante y se dedicara a la familia; otros buscaban fines más oscuros, como separar a una pareja.
Cuando las galletas estuvieron listas, Seokjin comenzó a empacarlas en pequeñas bolsas, etiquetadas cuidadosamente con los nombres de los clientes. Tan concentrado estaba en su tarea que no notó al vampiro más joven, Jungkook, acercándose furtivamente. Para cuando Seokjin giró la cabeza, ya era demasiado tarde: Jungkook había tomado una galleta y la estaba mordiendo con gusto.
—¡No te la comas! —exclamó alarmado, pero el daño ya estaba hecho.
—Envidioso. Seguramente te las ibas a comer todas tú solo —replicó Jungkook mientras degustaba la galleta.
La preocupación en el rostro de Seokjin era evidente. Señaló el frasco que aún estaba sobre la mesa.
—Tienen feromonas... pero creo que no te afectará. Sólo amansan a los alfas.
Seokjin volvió a su tarea, pero Jungkook, intrigado, tomó el frasco y lo olió. Una mezcla de aromas invadió sus sentidos: pétalos de rosa, una pizca de alcohol, y algo más... un leve olor a sangre.
—No, esto no es solo para alfas —dijo Jungkook con seriedad, mirando a Seokjin—. Tiene sangre... sangre de vampiro.
Seokjin tomó el frasco de sus manos, olió su contenido y abrió los ojos con sorpresa. No era cualquier sangre. Era dulce, potente, y contenía algo especial: la esencia de un vampiro enamorado.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Seokjin con preocupación, llevándolo a la sala para que se sentara.
—Estoy bien... aunque me intriga: ¿por qué haces galletas con feromonas? Sabes que es peligroso.
Seokjin sonrió con un leve rubor en las mejillas, como si hubiera sido sorprendido en un acto prohibido.
—Son para amansar a los alfas. Mis clientes... muchos de ellos están atrapados en matrimonios forzados o tienen alfas que los engañan. Solo quieren un poco de paz.
Jungkook frunció el ceño, aunque no pudo evitar notar el esfuerzo y dedicación detrás del trabajo de Seokjin.
El efecto de las feromonas comenzó a notarse en Jungkook apenas unos minutos después de haber ingerido la galleta. Una sensación cálida y envolvente recorrió su cuerpo, como si el aroma dulce y tentador se transformara en un leve cosquilleo que le subía desde el pecho hasta la cabeza. Aunque era un vampiro y creía estar por encima de tales efectos, las feromonas, mezcladas con la sangre de un vampiro enamorado, parecían desafiar su naturaleza.
Jungkook frunció el ceño mientras la incomodidad lo golpeaba. No solo estaba lidiando con la dulzura envolvente que alteraba sus sentidos, sino también con el recuerdo del alfa que lo había llamado "abuelo". El insulto seguía fresco en su mente, y ahora, esa combinación de feromonas y humillación parecía alimentar una frustración contenida.
—Esto es... raro... —murmuró, apoyando los codos en las rodillas y ocultando su rostro entre las manos.
Seokjin, que estaba observándolo con atención desde la cocina, no pudo evitar soltar una pequeña risa nerviosa.
—¿Qué pasa? ¿Te sientes atraído por alguien, Jungkook? —preguntó, un toque de diversión en su voz, mientras le ofrecía un vaso de agua.
—No es gracioso —respondió Jungkook con un gruñido. Levantó la cabeza, y sus ojos estaban ligeramente más brillantes de lo normal—. Ese maldito alfa... ¿¡Cómo se atrevió a llamarme abuelo!?
Seokjin rodó los ojos, dejando el vaso en la mesa frente a Jungkook.
—¿Eso sigue molestándote? No es la gran cosa, Kook. Además, tal vez sea un buen momento para reflexionar sobre por qué alguien podría pensar eso. —Seokjin se encogió de hombros, su tono lleno de una ironía ligera.
—No lo digas como si fuera gracioso. —Jungkook miró a Seokjin con el ceño aún más fruncido, pero su semblante se relajó brevemente cuando el aroma persistente de las galletas lo invadió de nuevo.
Era como si todo lo que sentía estuviera amplificado, y eso solo empeoraba su orgullo herido. Pero lo que más le molestaba no era el efecto de las feromonas en sí, sino el hecho de que Seokjin lo mirara con esa calma burlona, como si disfrutara de verlo lidiar con un efecto que claramente no había planeado.
—Por lo menos, dime que esto va a pasar rápido... —Jungkook suspiró, tomando el vaso de agua sin mirar a Seokjin directamente.
—Depende —respondió Seokjin con una sonrisa, volviendo a su tarea—. Podría durar unos minutos... o unas horas. Supongo que será interesante ver cuánto aguanta el "abuelo".
—¡Ya basta con eso! —Jungkook gruñó, mientras Seokjin contenía una carcajada. Jungkook se levantó de golpe, su molestia y el efecto de las feromonas mezclándose en una tormenta de emociones que apenas podía controlar. Seokjin, al verlo tan alterado, retrocedió instintivamente, hasta que su espalda chocó contra la fría pared de la cocina.
—¿Qué estás haciendo, Jungkook? —preguntó con voz temblorosa, notando cómo el vampiro se acercaba lentamente, sus ojos oscuros brillando con una intensidad inusual.
—No sé qué tienen esas galletas, pero tú... —Jungkook murmuró, sin terminar la frase, mientras una de sus manos se apoyaba en la pared, justo al lado de la cabeza de Seokjin, encerrándolo completamente.
El corazón de Seokjin comenzó a latir con fuerza. Nunca había visto a Jungkook así; era abrumador, casi intimidante. Antes de que pudiera decir algo más, sintió el aliento del vampiro tan cerca que apenas pudo procesarlo cuando los labios de Jungkook rozaron los suyos en un beso inesperado y lleno de urgencia.
Seokjin abrió los ojos con sorpresa y lo empujó ligeramente, logrando crear un pequeño espacio entre ambos. Su voz salió temblorosa, mezclada con nerviosismo y una pizca de miedo:
—Koo-hyung... no olvides que tengo quince años...
Jungkook parpadeó, como si aquellas palabras fueran un balde de agua fría que lo devolvieran a la realidad. Retrocedió un paso, llevándose una mano a la frente, evidentemente abrumado por lo que acababa de hacer.
—Yo... —Jungkook cerró los ojos con fuerza, maldiciendo entre dientes—. Jin, lo siento, no sé qué me pasó.
Seokjin se llevó una mano a los labios, aún sintiendo el calor del momento. Estaba asustado, sí, pero también preocupado por Jungkook, quien parecía estar lidiando con el efecto de las feromonas de una manera que no había anticipado.
—Está bien... pero... Koo-hyung, las feromonas no son algo con lo que se juegue. —La voz de Seokjin era baja, tratando de calmar tanto al vampiro como a sí mismo.
Jungkook asintió lentamente, todavía evitándole la mirada. Su cuerpo parecía rígido, como si estuviera luchando contra algo interno.
—Lo sé... y no volverá a pasar. —Sus ojos finalmente se alzaron para encontrar los de Seokjin, con un atisbo de arrepentimiento y preocupación—. Pero, por favor, ten más cuidado con esas cosas. Esto... esto no debería haber pasado.
Seokjin simplemente asintió, aunque su corazón seguía latiendo rápido. Sin decir nada más, Jungkook salió de la cocina apresuradamente, dejando a Seokjin apoyado contra la pared, intentando procesar lo que acababa de ocurrir.
. . .
El cielo comenzaba a teñirse de tonos anaranjados mientras Jungkook caminaba hacia el jardín, tratando de calmar la maraña de emociones que lo consumía. Su mente volvía una y otra vez al momento en la cocina, al beso inesperado, al rostro asustado de Seokjin y a las palabras que lo habían sacudido como un rayo.
Cuando llegó, encontró a Yoongi y Taehyung sentados en una de las bancas de piedra, compartiendo un cigarrillo, una de las pocas cosas que parecían relajarlos. Ambos levantaron la vista al verlo llegar, notando inmediatamente la tensión en su rostro.
—¿Qué te pasa, Jungkook? —preguntó Yoongi, exhalando el humo en una suave nube mientras lo observaba con atención.
—Estás más pálido de lo normal. Y eso ya es decir mucho —añadió Taehyung con una sonrisa sarcástica, aunque sus ojos denotaban curiosidad.
Jungkook se dejó caer en la banca junto a ellos, sacando un cigarrillo de su abrigo con manos temblorosas. Encendió uno y dio una calada profunda, aunque el sabor amargo no lograba apaciguar el nudo en su estómago.
—Hice algo que no debía... —murmuró, evitando mirarlos directamente.
—¿Qué hiciste? —preguntó Yoongi con voz calmada, pero su ceja arqueada indicaba que ya estaba interesado. Jungkook exhaló el humo lentamente, como si eso lo ayudara a ordenar sus pensamientos, antes de soltarlo todo de golpe.
— Besé a Seokjin.—:Hubo un instante de silencio, roto únicamente por el sonido de las hojas movidas por el viento. Yoongi y Taehyung se miraron, sorprendidos, antes de que Taehyung soltara una carcajada.
—¿Tú? ¿Besaste a Seokjin? —preguntó Taehyung, incrédulo pero claramente divertido—. ¿Qué pasó con "abuelo"? ¿Te afectaron las palabras de ese alfa más de lo que creías?
—Cállate, Tae —gruñó Jungkook, llevándose una mano al rostro, claramente avergonzado—. No fue por eso. Fue... fue por las feromonas.
Yoongi frunció el ceño, su expresión endureciéndose.
—¿Feromonas? ¿Qué feromonas?
—Seokjin estaba haciendo galletas con un hechizo de dominio para alfas, y... comí una sin saberlo. —Jungkook suspiró, dejando caer los hombros—. No pude controlarme. Estaba tan molesto por lo del alfa llamándome "abuelo" que, cuando me afectaron las feromonas, simplemente... pasó.
Yoongi apretó los labios, visiblemente molesto, mientras Taehyung parecía debatirse entre reírse o preocuparse.
—¿Y cómo reaccionó Seokjin? —preguntó Yoongi finalmente, su voz grave.
—Estaba asustado. Me dijo que no olvidara que tiene quince años... —Jungkook apretó los dientes, claramente arrepentido—. Me siento como un idiota.
Taehyung dejó escapar un suspiro, apoyándose en el respaldo de la banca.
—Bueno, al menos no hiciste nada peor. Aunque deberías disculparte con él... y mantenerte lejos de cualquier cosa que huela a feromonas.
—Eso ya lo sé, gracias —murmuró Jungkook con sarcasmo, apagando su cigarrillo en el cenicero de piedra.
Yoongi lo miró fijamente, su voz más firme esta vez.
—Deberías agradecer que Seokjin no parece guardar rencor. Pero ten cuidado, Jungkook. No podemos permitir que algo así arruine lo que estamos construyendo con él.
Jungkook asintió lentamente, sintiendo el peso de las palabras de Yoongi. Sabía que tenía que arreglar las cosas con Seokjin, pero por ahora, solo podía esperar que el omega lo perdonara.
. . .
El sol comenzaba a ocultarse tras las colinas, bañando el castillo en tonos cálidos. Seokjin caminaba con cuidado por los pasillos, sosteniendo una bandeja con la comida favorita de Jungkook. Había pasado horas en la cocina, asegurándose de que todo fuera perfecto, como una forma de expresar sus disculpas.
Frente a la puerta de la habitación del vampiro más joven, Seokjin respiró hondo antes de tocar suavemente.
—¿Koo? ¿Puedo pasar? —preguntó con un tono suave pero firme. Tras un momento de silencio, la puerta se abrió lentamente, revelando a Jungkook sentado junto a la ventana. Sus ojos oscuros reflejaban un destello de melancolía, pero también curiosidad al ver la bandeja en las manos de Seokjin.
—¿Qué haces aquí, princesa? —preguntó Jungkook, dejando entrever una pequeña sonrisa mientras intentaba parecer despreocupado.
—Traje algo para ti. —Seokjin entró, dejando la bandeja sobre la mesa cercana antes de girarse hacia él—. También quería disculparme.
Jungkook levantó una ceja, sorprendido.
—¿Disculparte? Princesa, no fue tu culpa. Yo fui quien perdió el control...— Seokjin negó con la cabeza, acercándose hasta quedar frente a él.
—Pero yo fui quien dejó las feromonas al alcance, sin pensar en lo que podía pasar. Y sé que te puse en una posición incómoda, Koo.— Jungkook bajó la mirada, su expresión suavizándose. Antes de que pudiera decir algo más, Seokjin se inclinó y lo envolvió en un abrazo cálido, sus manos acariciando suavemente su espalda.
—Koo, debes esperar un poco más —susurró Seokjin, sus palabras llenas de significado mientras hablaba con ternura—. El capullo de peonías aún no está abierto. Se paciente, solo espera un poco más, ¿sí, hyung?
Jungkook cerró los ojos, dejándose envolver por la calma que emanaba de Seokjin. Las palabras del omega resonaron profundamente en él, como si le recordaran que todo en la vida, incluso las cosas más hermosas, requerían tiempo.
—Lo prometo, princesa. Seré paciente. —Jungkook respondió en voz baja, sintiendo cómo el peso de la culpa se desvanecía lentamente. Seokjin sonrió al escucharlo, soltándolo para tomar asiento junto a él y señalar la bandeja.
—Bien. Ahora, come antes de que se enfríe. No acepto excusas.— Jungkook rió suavemente, asintiendo mientras tomaba el primer bocado.
—Está delicioso, princesa. Siempre sabes cómo animarme.— Seokjin negó con la cabeza, ligeramente sonrojado, pero sonriendo de forma genuina. A medida que el ambiente se relajaba, ambos compartieron un momento tranquilo, dejando atrás lo ocurrido y fortaleciendo el vínculo entre ellos.
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