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capítulo 3.- Malicia


Cinco semanas habían pasado desde el primero de aquellos encuentros en la vieja capital de los antiguos dominios de Bëah-dubhi, que hacía más de quinientos años pasó a ser alimento vivo de los cuervos; atada y clavada sobre un madero en la plaza pública de Amrum-Chebith; primera de las tres capitales de los reinos del norte en Annuvin, todo por la insaciable sed de guerra de Tar Gayath, el conquistador, a quien cuyos súbditos llamaron entre la complicidad de las calles Agarwen, que en lenguas álficas significa "Manchado de sangre", padre de Brethill. Ambos muertos; uno en batalla y otro por golpe de estado, mismo rey que concibió también a su vez al incomprendido Mällen, el último rey elfo en ocupar el trono de sus ancestros, quien gobernó hasta el último día con estricta rigidez y sabiduría: Triste fue su reinado sobre un país dividido y fraccionado, y trágica fue su muerte a manos de sus propios concejeros, quienes luego se pasaron el reino de mano en mano y de rey en rey, satisfaciendo sus intereses egoístas. Y fueron los peculiares caprichos del destino, o tal vez las depravadas influencias de entes misteriosos, perturbados y sedientos de poder como de anonimato a la vez, las que viciaron al conjunto de funestas casualidades que llevaron al trono a Medusa, la primera de las hembras e hija de los Ëngwar en ocupar la corona que por legitimidad había pertenecido a elfos.
Que Iluvve sea su juez y Männdos su verdugo.
De aquellas cinco semanas, al tiempo que el hijo de la casa Dean cabalgaba en pos del rastro de su presa, rumbo a Tricasses, en tan sólo catorce de los veintiún días, rumores y algunos bocetos empezaron a circular en la comarca y los pueblos colindantes, bajo la leyenda "Brujo" o "Asesino de doncellas", y en los otros catorce días siguientes ya se discutió qué precio aumentarle a su cabeza entre los mercenarios, reforzado con testimonios dados con anterioridad por ciertas mujeres, una de lacios y otra de tupidos cabellos negros que confirmaron con lujo de detalles cómo lucía el hechicero, mejorando los bocetos con ayuda de dos escultores del pueblo, los cuales se ofrecieron a retratarle, con base en el dibujo anterior.
Y blanca era la luna, y de plata el fulgor de las estrellas; blancos los vastos parajes que desfallecían ante el poderío de la gran señora de los espíritus, cuya presencia se había hecho aún más evidente con el retorno del Yule, extendiendo con furia el alcance de su inmenso señorío, sumiendo a la tierra en el más bello y profundo como lastimero de los letargos. Pues, y aunque más bello que pareciese el invierno, a diferencia de sus estaciones hermanas, no rebosaba de vida.
Esta contenía el descanso para todo ser vivo dentro de su gélido abrazo; plantas, animales, humanos, incluso los caminos mismos eran devorados por su tranquila blancura y sus gritos callados por un silencio sepulcral, silencio que sólo la muerte podía traer.
¡AY DE AQUELLOS INFORTUNADOS A QUIENES LA REINA DE LAS SOMBRAS ENCONTRARA A SU PASO, PUES SUS FUERZAS MENGUARÁN Y SUS CUERPOS PASARÁN A SER ALIMENTO, YA SEA DE TODA CLASE DE CRIATURAS, BESTIAS U HOMBRES! ¡DESDICHADAS SON SUS VIDAS Y MÁS DESDICHADOS SUS DESTINOS!
El hambre y las enfermedades abundaban como la nieve que cubría los bastos paisajes, turbada por la negrura de la peste y el aroma de la sangre que ese sitio impregnaba. Todo era permitido para sobrevivir. La ley de comer o ser comida seguía siendo la única que regía en este lugar. No importaba si sois varón, mujer, anciano o niño.
¡Afortunados eran los hombres a quienes la reina del inframundo se había llevado entre los susurros de la noche, pues no tendrían que sufrir la vesania de su conquista ni preocuparse por sobrevivir al filo de la guadaña sobre sus delgados cuellos!
¡Ay del pobre desgraciado que escogiese, pues en vida sufriría el menguar de sus fuerzas y el pudrir de su carne, y en la agonía de su cuerpo pasarían a ser alimento de sus hermanos, tal vez vendidos como esclavos u ofrecidos cual rameras por menos de una hogaza de pan!
Y entre la espesura de la bruma emergía una figura semejante a la humana; abriéndose paso por el medio del gentío que aún permanecía en las calles; no faltaba mucho para el completo oscurecimiento de los cielos. Se daban prisa, los que aún no lo habían hecho para retornar a sus hogares y calentarse en el fuego de sus chozas, encender algunas antorchas, velas o farolas y así alumbrarse.
Su opaco manto mantenía oculto de la vista gran parte de sus cortos vestidos que le llegaban a la altura de los tobillos; agudizaba sus sentidos y a pesar de lo bacilante en su elegante, pero rastrero caminar, de vez en cuando devolvía una mirada de reojo a los habitantes, a pesar del desolador escenario, la serenidad prevalecía en su rostro, parcialmente escondido debajo de la capucha.No importaba a dónde voltease o mirase, podía encontrarse con la inmundicia del lugar;
enflaquecidos perros peleaban por retazos de piel podría podrida o no; tampoco se podía estar seguro si eran de humano o un cerdo.
No había ni cruzado la entrada del pueblo cuando notó algunas mujeres, de todas las edades; rameras o no, ofrecían sus debilitados y temblorosos cuerpos por menos que unas cuantas migas, con desesperación a todo viajero que cruzase las puertas del pueblo. Doncellas se arrojaban a los brazos del primer varón que viesen con la falsa esperanza de comida o ser llevadas a lugares más cálidos. Lo único que cierto es que por esas temporadas las desapariciones proliferaban por montón, damiselas y hasta hombres podían salir de casa y no volver a ser vistos nuevamente.
Había emprendido marcha esa misma noche junto con un bardo, luego de aquella pelea contra su perseguidor; le fue más conveniente irse lo más pronto posible de esa ciudad, después de haber buscado y obtenido a hurtadillas dos de los bocetos del rostro del cazador, que fueron mostrados a algunas personas en los pueblos y las aldeas siguientes en plazas o puntos de reunión por donde pasase. En aquellas fechas su acompañante estuvo reforzando su testimonio, antes de separarse al cuarto día, ella se había quedado con uno de los bocetos y el otro entregado a él. A pesar de su lastimero estado, las heridas y fracturas obtenidas, pudieron regenerarse en el transcurso de las cuarentaiocho horas siguientes, pues ella podría volver y terminar lo que empezó. Hizo grandes esfuerzos por evadir preguntas innecesarias, apenas permitió que le regalasen vendajes para cubrirse las laceraciones; no permitía que nadie tratase de limpiarle la sangre con un paño; no deseaba perder tiempo.
Continuó así su camino, en busca de un lugar donde pasar la noche, pero la mayoría de las posadas estaban abarrotadas, con mayor prioridad a la nobleza o a gente de un estatus social más alto para que pudieran malgastar su dinero y llenarse de placeres mundanos. Uno de los propietarios de los establecimientos la echó del lugar diciendo que sí deseaba alojamiento y descanso tendría que tomar un lugar en los establos, porque no podría dejar que cualquiera se juntara con los más finos clientes. No tuvo más opción que acceder a regañadientes, con tal de hallar reposo en su larga travesía entre la nieve, maldiciendo en sus adentros al detestable Vailg.
Al abrirse las puertas se encontró con cinco personas más.
Para sorpresa, y disgusto; dos mujeres yacían detrás de unos pequeños montones de paja, probables prostitutas, realizaban actos lascivos con un joven que parecía disfrutar del calor que ellas podían proporcionarles en aquella helada noche de tan crudo inverno, sin importarles que hubiese una pequeña en el lugar, la cual hundía su enrojecido y horrorizado rostro en el pecho de quien parecía ser su padre, que intentaba tranquilizarla y distraerla, pues de vez en cuando, los desnudos torsos eran expuestos a la vista al erguirse la espalda de alguno de los sujetos.
―Sabía que los animales estaban en los establos, pero no esperaba cerdos revolcándose en su inmundicia... - murmuraba para sí. Intentó alejarse lo más que pudo de ellos, terminado postrada en una esquina de la habitación, quizás el sonido fuese menor, también notó algo en esa esquina; una grieta grande que sobresalía de una de las ventanas. Al parecer nadie intento repararla, o no les importaba, a pesar de que se colaban los vientos y enfriaban aún más el lugar. Ahora entendía la razón por la que el hombre y la niña preferían quedarse soportando el vergonzoso escenario que descansar lejos de ellos.
Permaneció así, recargada contra una de las paredes, intentanba hallar al menos un instante de calma, con la mirada en el vacío de la noche. Observaba de soslayo al resto de los inquilinos.
La condensación de los cálidos alientos, producto de profundas y lentas exhalaciones al contacto con el frío ambiente invernal parecían similares al humo de las hogueras y fogatas, la fumarada de las flamas que desafiaban a los vientos del norte brindaban tenues luces y calor en la densa oscuridad que no había tardado en hacerse presente.
―Aha... Elfos... -hablaba así Walter, sin mucho entusiasmo en la conversación. Se había empezado a cubrir parte del rostro con su bufanda, un tanto por el clima y otro por los eventos de semanas anteriores, la distribución de los retratos estaba empezando a causarle problemas y entorpecer el progreso de sus investigaciones.
―Cuenta la leyenda que su preparación es un misterio; un secreto celosamente guardado por las doncellas de esa zona...- comentaba un muchacho de rubios cabellos, apenas parecía tener un poco más de la mitad de años de Dark, un niño a sus ojos ―¡Dicen que es como la ambrosía de los dioses y que recupera las fuerzas de aquél que de él coma! - continuaba relatando el joven; cansada estaba su carne, mas nunca el entusiasmo de su espíritu soñador.
― ¿Y traéis de esos panes? - inquirió el mercenario, interrumpiendo abruptamente su relato. Hacía no más de tres horas que los caminos de ambos se cruzaron entre los nevados senderos del valle de Nortfolk a tan peculiar joven que según relataba, provenía de las altas tierras del norte y emprendía una especie de viaje de autodescubrimiento o algo así, tampoco era como si le interesase demasiado o de esforzase en prestar atención.
―Eh... no, pero...-respondió, titubeante.
― ¿Entonces por qué habláis de comida que no pensáis darme? - entonces apretó con ligereza la marcha de su caballo, dejando a su acompañante unos cuantas varas atrás. Hablaba mucho, demasiado para la paciencia del cazador, y de no haber sido porque ambos se dirigían al mismo destino tal vez no hubiese dudado en abandonarlo en el camino, aunque le era, de cierta forma, como estar hablando con el difunto Owen, su inexperto hermano menor, y el despertar de cierta nostalgia ante el añorar de los recuerdos de su juventud.
― ¡Esperadme, por favor! -allí se hallaba ahora, acelerando torpemente su paso para tratar de alcanzar a su compañero, puesto que sus piernas le pesaban más que en la mañana. De todos modos, no tuvo que correr demasiado, no faltaba mucho para llegar a la entrada del pueblo donde Walter le esperaba ― ¡Por los dioses! ¡¿Qué clase de cruel y desalmada batalla ocurrió aquí?! - exclamó, consiente del escenario que sus ojos veían.
― ¿Batalla? No ha habido guerras en esta región por más de veinte años - contestó el mercenario. Se había bajado rápidamente del caballo; decidió que sería mejor el paseo a pie. No había palabra alguna, ya fuese en lenguas humanas o élficas capaces de nombrar aquella devastación frente a sus ojos. Una punzada estocó su corazón, no cruzaron ni la entrada cuando unas personas; mujeres, niños, niñas temblorosas y enfermas en su mayoría, intentaban aferrarse a sus brazos o de rodillas suplicaban que las tomasen a cambio de al menos un trozo de pan o algo de grano; un hombre moribundo yacía alucinando, agonizaba por el frío y el abandono a orillas de las calles. Dio una última mirada al callejón para toparse con una pobre chiquilla con el rostro machado de rojo, se alimentaba a escondidas de lo que prefería pensar que era un trozo de corazón crudo de cerdo.
―Sí. ¿No es una belleza? - insinuó Walter, haciendo más que evidente su sarcasmo, de la misma manera en que con una mano jalaba ligeramente de la crin de arhwō para que avanzase. En cuanto al Lochlanach; este se había aproximada al anciano sobre el suelo, se sentó a su lado y le ofreció su manto para cubrirle; sacó de su mochila un trozo de carne sin desalar para que pudiese comer, reacción que no pasó desaparecida por Dark, tampoco para algunos pobladores que le observaron con ojos enfierecidos. Una pequeña no mayor a onde o doce años se acercó a su lado, ofreciéndole su compañía, se aferró con sus pequeñas manos y se colgó de su cuello en un cálido abrazo, que culminó con un cariñoso beso en la mejilla del muchacho, aunque éste respondió con una simple caricia en la cabeza de ella.
Una sonrisa socarrona y cómplice se iluminó bajo la mascada que cubría el rostro del cazador, al ser testigo del gesto dado a la infante; al parecer el chico se había ganado una compañera de juegos esa noche... Aunque, si era cuestión de gustos, las frutas no le resultaban apetecibles tan... tiernas. Una risa irrumpió entre las voces de ruegos y bullicio de los lugareños:
― ¡No pensé que os gustasen tan chicas!
― ¡Por favor, no digáis cosas así! - respondió indignado el rubio, cuyas mejillas se colorearon por la insinuación del mercenario― ¡Simplemente intento ayudar a las personas! ¿A caso eso está mal?
― ¡Lo que vos digáis, muchacho! -dijo Walter mientras la mirada cambiaba de rumbo, ya lo había ayudado a llegar a su destino, ya nada le obligaba a permanecer con él en ese punto ― ¡Que la disfrutéis! - se despidió, dándole la espalda por fin. Pasaba de largo a las personas que se le intentaban acercar, tiraba de vez en cuando de su brazo para hacer que las prostitutas y mendigos le soltasen, hizo un ademán de desenfundar su espada y se alejaron asustadas.
Se preguntaba qué hubiera pasado si se le ocurriese vaciar su cantimplora y derramar un poco de licor, hubiese sido muy entretenido verlos lamer y sorber la bebida como los perros... ¡O mejor aún!, el haberles arrojado algunas hojuelas de avena, tal vez unas cuantas habas, sólo para verlos pelear y empujarse para cogerlas. El hechicero soltó el gutural y ahogado sonido de sus secas risillas emergentes de la garganta ante tales pensamientos, pero se compuso de inmediato.
Resonaban las pisadas ante su brusco caminar, así como el arrastre de las cadenas y el desenvaino del acero que se hacían presentes entre el sigilo del anochecer, mismos que fueron ahogados entre los lamentos de los vientos de Morrigan.
Inaudibles para la mayoría, pero no para Asmos, quien se hallaba perdida entre la seminconsciencia, realizaba inútiles intentos para conciliar el sueño, no importaba lo que hiciese, pues era el calar de sus huesos, a causa del aire frío que se colaba a través de la grieta y a su vez su único alivio, pues el fuerte olor a sudor y esperma junto con la peste de las ovejas resultaban terribles para su sensible olfato.
Y no fue más que el impetuoso estruendo, el crujir de la madera, así como golpe seco del retiro del seguro y el azote de las puertas, lo que interrumpió con súbito su tranquilidad. Asmos, un tanto consiente de la situación, alzando entonces la vista al frente; se trataba de cuatro imponentes figuras masculinas que emergían de la espesura del invierno que se abría paso entre las sombras, apenas iluminados por la débil y menguante llama de la farola que uno de ellos llevaba, la única luz resplandeciente en el lugar, misma que era reflejada por el filo de las armas que portaban, incomodando en cierto modo los ojos del demonio que observa en silencio lo que ocurría.
El retumbo de los agudos gritos provenientes de la garganta de una mujer por unos instantes fue capaz de aturdirle e incluso ensordecerle, pero cumpliendo su función principal que había sido alertarlos a todos. Yacía oculta junto con su colega y su cliente entre los montones de paja, el cual se movía con apuro y desespero en búsqueda de su espada, maldecía en sus adentros su descuido entre sus previos arrebatos, pero el tiempo era escaso y los enemigos muchos, sus esfuerzos parecían inútiles, por lo tanto, decidió reincorporarse ante las extrañas personas que se aproximaban hacia ellos.
Una niña de ojos llorosos y piernas tambaleantes asomaba la mirada de tras de la espalda de su progenitor, quien ya había desenfundado un pequeño sable que empuñaba con firmeza para hacer frente a los enemigos, este le había ordenado alejarse para no ser lastimada.
― ¡Apartaos bellacos! - exclamó, preparado para enfrentar a dos de los oponentes que en silencio se movían con lentitud, pero sin vaciamiento alguno, poniendo en alto el filo de sus hachas. De valerosa postura, pero era, sin embargo, el sudor fío y el temblor de sus miembros, ya fuese por el clima o el repentino suceso, así como las lágrimas que resbalaron de su enturbiado rostro ante el filo de las cuchillas que rápidamente descendieron sobre su diestra, que, aunque no alcanzó a cortarlo, la fuerza de impacto le obligó a soltar su arma, permitiendo que el segundo cayera sobre su cráneo.
Y en medio de los constantes alaridos hubo un absoluto mutismo cortado por el clamor; los desgarradores berridos de una infante cuya desbordaba grande tristeza, no más que su espanto ante la pérdida de su guardián, al tiempo en que corría atemorizada del azote de tan sanguinarios ejecutores en dirección a la esquina; se coultó sin saberlo tras el sombrío manto del demonio, quien ya se había reincorporado ante la amenaza que sobre ellos se avecinaba. Con el rabillo del ojo siguió a la niña que estaba con ella, percatándose de su desesperado anhelo de, aunque efímera protección contra aquellos hombres, como si de un escudo se tratase. No hubo más que gran desprecio y repulsión al devolverle por un instante la mirada.
Poco le hubiese faltado para desenfundar su espada y establecer distancia ante el adversario que con vehemencia se había aproximado, más fue el veloz atrape a su diestra con la zurda de éste que, interceptó su mano antes de que siquiera lo intentase, mientras que con la otra levantaba el hacha para un golpe mortal a lo que parecía ser su siguiente víctima.
Sintió un repentino fervor en su sangre, y sus toscos movimientos y lanzó rugido feroz evocado con súbito arrebato de una furia latente, desatada en sus pupilas.
De ágil respuesta y veloces movimientos en el retraso de su pierna izquierda, le permitieron girar y quedar a espaldas del agresor, a quién le asestó un codazo en la nuca, haciéndolo desfallecer de un solo golpe; la sangre que brotaba de sus labios y su nariz ante el impacto, de la misma manera en que ahora se hallaba una ligera apertura en el occipital, más no cayó, debido a que el brazo derecho de Asmos se entrelazó con el suyo antes de que pudiese tocar por completo el suelo, para levantarle y arrojarlo al segundo de sus enemigos que ya se había aproximado para secundar a su compañero, con el jalar de sus hombros y al tirar de sus ropas, quedó así en el suelo, bajo el pesado cadáver de su compañero.
Esa demostración de fuerza y gallardía entre la brusquedad de sus impulsos no pasó desapercibida por los demás, que por un momento callaron; el demonio entonces no pudo más que injuriar contra sí mismo.
Las miradas se cruzaron y sus cabezas giraron hacia el inquilino bajo las tinieblas, que agilizó la marcha sin vacilación, pasando de los otros dos guerreros situados detrás de las puertas de los inmundos aposentos, haciéndolos a un lado de su camino que abrió sin dificultad, como el visillo de un dosel, como si de moscas se tratasen.Ningún hombre tenía aquella fuerza para lanzar a dos fornidos e imponentes a la vez por los aires y menos una mujer, por más alta o fuerte que luciese.
Grande fue su cólera y escasa su paciencia en aquellos instantes, descuido que pudo haberle costado la vida; había usado más fuerza de la necesaria contra ese hombre, dejando al descubierto su verdadero ser.
Y entre aquellos despistes no se oyó fragor como el desgarrador alarido del bandido, producto de la estocada en el ojo por la mano de una mujer, la cual se había escabullido a gatas en la oscuridad en búsqueda del arma de su cliente, cuyo vigor se turbaba ante injusta desventaja de los dos contrincantes armados que sobre él se venían.
Mientras que la otra cortesana se había abalanzado sobre el otro guerrero cuya mano tenía preparada una cuchilla para darle muerte a su amante, empezando así un forcejeo entre ambos, él para quitársela de encima y ella para tratar de frenar el ataque. El joven, sin embargo, había ido en apoyo de la dama, tratando de golpear al último de los rufianes en pie.
En precipitado escape, corría despavorida sin detenerse por las decadentes calles pueblo, corría con desespero al tiempo que se topaba de vez en cuando con algunos transeúntes que pasaban por esas horas de la noche, a los que intentaba evadir o empujar a un lado, aunque por esta ocasión reservó fuerza, mas no disminuyó la ligereza de sus andares. Raudo era su trote.
Y en uno de los cruces entre callejuelas del poblado rozó con una figura encapuchada con la que casi tropezaba.
Dark había permanecido oculto en la oscuridad, evitando a toda costa llamar la atención para realizar más cómodamente su tarea de arrancar y romper dos de los carteles de "Se busca" que empezó a hallar en esos últimos días; estuvo cerca de ser arrollado apenas emergía de entre los angostos callejones, pendiente de que nadie le observase romper uno de los bocetos.
A esas altas horas en que el anochecer deslumbraba en su absoluta magnificencia sobre los cielos galios; bajo el que pocas personas caminaban, sólo para comprar alguna bebida o maldecir a los dioses por tan ruinoso invierno, iba a dar vuelta en una de las esquinas, cuando cerca estuvo de ser golpeado por una gran figura que se movía con frenesí entre la niebla, y aunque alcanzó a esquivarle, eso no evitó que tambalease y perdiese el equilibrio ante tan rápida embestida.
―¡Fijaos por dónde andaos, imbécil! - vociferó con disgusto, de la misma forma le vio alejarse en dirección contraria al viento, dejando por un instante al descubierto sus dorados cabellos que colgaban en las dos trenzas rubias de la misteriosa dama, que apenas había virada un segundo, y detendo para cubrirse la cabeza, acomodándose así la opaca capucha.―¡Loca! - gritó al tiempo en que su figura cada vez se hacía más pequeña y se perdía entre el espesor de la neblina, casi parecía que había visto a un espectro o que su alma la llevaba el demonio mismo. Continuó su camino, olvidó lo ocurrido y siguió con su labor. Gritos e injurias audibles una cuadra de distancia más adelante despertó sus sentidos.
―¡Detenedla! - vociferaba uno de los hombres.
―¡Es una bruja! - gritaba otro.
―¡No, es un demonio! ¡Esa mujer es un demonio!
―¡Ha aventado a varios hombres por los aires, ninguna mujer tiene esa fuerza!
Se acercó a media cuadra de distancia a ellos, oculto detrás de barriles y escabulléndose entre algunos leños; por lo que había alcanzado a escuchar en los relatos, no sabía si eran exageraciones de borrachos, pues ninguna mujer, ni siquiera una bruja podría tener descomunal fuerza para aventar a varios hombres por los aires ni reventar los cráneos con un simple golpe, pero existían criaturas, entre ellas alguien que él conocía muy bien; alguien que seguramente podría realizar tales actos de semejante barbarie... Ese demonio...
Se dio media vuelta, desasiéndose con la negrura del manto nocturno, yendo ahora a tan ansiado encuentro con su presa...
Asmos había corrido con gran apuro y frenesí a través de las angostas calles y laberínticos callejones, importándole muy poco que alguien estuviese en frente o no; escaló por la resbalosas costallina, cuyo prolongado corredor le condujo hasta el corazón de la plaza pública.
Ya no ansiaba más que el tiempo, junto con el anhelo del herido abrazo del viento invernal, necesitaba la cabeza fría para pensar en algo para escapar o persuadir a las personas. Y cuando creyó haberse alejado lo suficiente, se detuvo, a descansar unos instantes en busca de frescor sobre unos gruesos troncos a las puertas de una taberna.
No se sentía tan casada, aunque sí agitada. Bajó la capucha que cubría su cabeza, y quedaron al descubierto suss largos y rubios cabellos.
Pasó minutos enteros con la mirada fija en el desgastado cuero del calzado, de vez en cuando subía la mirada al escuchar alguna voz o ver a los sujetos entrar y salir del establecimiento, pero su meditación fue interrumpida por la algarabía y la música que se aproximaban.
Al mirar hacia el frente notó lo habitual: hombres comportándose como brutos y salvajes animales; mujeres entregándose a los sudorosos brazos de tan inmundos cerdos, pero entre aquel cortejo de ebrios, vagos, rameras y los más viles rufianes estaba él; de firme barbilla y enaltecida frente; negro el manto y rojos sus vestidos que, bajo la desgastada armadura pretendía ocultar su hermoso aunque escuálido cuerpo.
Alzó la cabeza, al tiempo en que le veía pasar cerca suyo y sus miradas por un segundo se cruzaron al ligero inclinar de su mirarda. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal, erizando su pálida piel y Asmos calló, más su silencio lo dijo todo:
Hirvió su sangre y las llamas de la lascivia la consumieron al perderse en la inmensidad de esos profundos ojos azules. La elegancia de sus danzas similares a la de los faunos, en compañía de un pequeño séquito de adorables niñas, núbiles y jóvenes mozas que bailaban al compás de su flautín, la gaita y el laúd provistos por dos bardos, deseosos de conocerle y ansiosos por la bacanal.
Por un segundo, ver al mismo Dionysius creyó, y no halló otra palabra en su corazón que Mairon, nombre que en las lenguas élficas significaba "el admirable", pues tal era su belleza, semejante a los dioses.
Y nada más captaba su atención que el largo de sus bucles dorados que, de vez en cuando eran acariciados por los vientos y que alumbrados bajo los pálidos fulgores de las antorchas resplandecían en ellos tonalidades cobrizas, los que por un instante evocaron pasados ardores, producto de prohibidas pasiones en los puertos de Ciswy;
¡Cuánto ansiaba poseerlo entre sus manos, como un niño a un muñeco, como felino a su presa! Desnudarlo; nada lo enloquecía más que imaginar la textura de su piel blanquecina, comparable a la blancura de la nieve. Sus garras, impacientes, deseaban dibujar profundas marcas en sus vertebras, cuando estos desollaran su espalda.
¡Oh! El brotar de la cálida sangre de aquellos dulces labios y su llanto, efímero, pero tan lleno de dolor en ese inmaculado rostro. Todo ello despertó tan sublime estremecimiento; el crujir de sus huesos, la sensación de calor, ahogándolo con tanta fuerza al romperse las entrañas, como si se trataran de la más suave seda siendo rasgada. Placer como aquel sólo podía ser disfrutado lentamente. Y no tenía comparación.
Y el tan sólo pensarlo evocaba los ardores más sublimes mientras le veía alejarse lentamente;
El muchacho no solamente bailaba, sino que de vez en cuando se acercaba a las gentes, ya sea para llevarlos al caerse o entregarles a otros... Dividiendo pan en trozos, acompañado de una adolescente que a veces tomaba a otras personas de las manos, invitándolos a unirse.
Fue así como el demonio se reincorporó... Y entremezclándose en el cortejo, el apresuro de sus pasos y vehemente caminar tenía el afán de acercarse cada vez más a él, extendiendo su brazo derecho, acortando la distancia. Cerca estuvieron sus yemas de acariciar esa rubia melena, tan sólo un mechón... Sí tan sólo hubiese podido sentir tan sólo la punta de uno...
Sin embargo, dicho intento fue frustrado por repentinos y violentos empujones, ya que la obligaron a retroceder, junto con otros confundidos sujetos entre la peculiar comitiva.
La alegría se esfumaba y el amigable calor se desvanecía; en medio de la muchedumbre, observó como el muchacho se quedaba parado. Dio otro paso más y al acercarse lo suficiente, se detuvo para presenciar mejor la escena. Era como si la fiesta se hubiera convertido en un escenario de guerra:
―¿Qué habéis dicho? - una voz retumbó en el silencio; pertenecía a un hombre cuya edad podría ir un poco más de la mediana. Y pese al cansancio de su rostro y la debilidad de sus huesos, el fuego de la ira junto con la pena resplandecían en sus pupilas.
―¿Acaso dijisteis que proveníais del norte? -inquirió una fémina.
―¿Sois de Sweoöeod? - preguntó un corpulento hombre que los acompañaba, y portaba una espada. ―¡Un bastardo de Sweeöeod! - exclamó, de la misma forma en que levantó el filo de la cuchilla para matarle.
―¿Pero que tiene...? - Intentó decir el joven; sin embargo su charla fue interrumpida por la amenazante aproximación de aquél varón, junto con otro armado con una maza; pudo evadir al primero de esos con un simple avance lateral hacia su diestra y el veloz movimiento de su pierna derecha, que por un instante pudo ser entrelazado con la del sujeto y patearlo en el punto de articulación de la rodilla diestra, obligando a esta a flexionarse demás y causar un desequilibrio en su adversario, mientras que sólo bastó un tirón de sus cabellos hacia atrás con su mano derecha para hacerle caer.
A punto estaba de, una vez teniendo a su enemigo en el suelo, pisarle la muñeca para obligarlo a soltar su espada y ver si podría desarmarlo. Sin embargo, fue el gutural bufido que le hizo girar hacia su izquierda, y constar el segundo ataque que para él venía:
―¡Realmente despreciamos a vuestra gente aquí! - dijo el atacante.
En ese momento lo notó cómo el segundo combatiente levantaba con imponente fuerza su martillo, con deseos de aplastarle la cabeza o sus entrañas. El rubio se agachó para esquivarle, aferrándose rápidamente a la rodilla izquierda de él, recargando todo el peso de su cuerpo hacia atrás; intentó empujarle y hacerle perder el equilibro, al tiempo en que velozmente se dirigió a la pierna derecha, jalando hacia adelante la talonera de los pantalones de su oponente, que cayó de espaldas contra el suelo.
―Yo sólo he querido ayudarles... - se defendió el muchacho de tan hirientes palabras ― ¿Por qué entonces me pagáis de esa forma?
― ¿Vuestra ayuda? - exclamó. Aquellas palabras le habían hecho enfurecer aún más; para ese momento él había sacado una navaja, y se aproximó al muchacho que nuevamente retrocedía. ―¡Hace años vinieron aquí, desde las montañas de Heinem, como bárbaros carroñeros! Saquearon nuestras casas, destruyeron nuestros plantíos y violaron a nuestras mujeres. Tuve que tirar a mi hijo en una zanja, mientras mi nieto lloraba -hizo una pausa. ―La única forma en que nos ayudaríais es que os largues de aquí. - se arrojó enardecido sobre el muchacho con intenciones de matarle, aunque éste fue desarmado con facilidad por el extranjero, quien sólo le bastó un paso lateral, saliéndose del lugar y un movimiento de defensa media para desviar la trayectoria del ataque, y con la misma mano, atrapó la suya y presionó con ambos puntos situados entre el dedo medio y el anular del anciano para hacerlo soltar su arma y torcerle la mano, pero no se la rompió.
― No quiero lastimaros... Os lo suplico, no me obliguéis a hacer algo de lo que me arrepienta...- fue lo que dijo, mientras procedía a soltarlo y darle un ligero empujón para hacerlo hacia atrás, pues noble y piadoso era su corazón, tan cálido como el fuego, porque entendía lo que una guerra dejaba en las almas de quienes la experimentaban.
― ¿Veis los rostros sin vida de nuestros hijos y nietos? - habló la mujer que venía con ellos ― ¡Es por vuestra culpa; tomaron todo como si fuera vuestro; nada les importó ni nadie!
Corrieron las lágrimas en el rostro del viejo, tanto por el dolor de aquel tirón en los tendones, como el del arrastre de su inmensa pena. Tambaleando y flaqueando, pudo reincorporarse, sin antes darse él tiempo para arrebatar el puñal que el muchacho enfundaba a su cintura, dirigiéndose de nuevo hacia su objetivo, haciendo caso omiso de sus advertencias, se lanzó hacia el joven, le faltaban fuerzas, pero no determinación. Pues veía en el al alguien más que un enemigo; veía su agonía, su dolor y el terrible tormento que por años había yacido en su alma, y que buscaba apaciguar. No le importaba que el arma le fuera arrebatada de nuevo, tampoco la vida misma.
Grande era la tristeza de aquél viajero, no por él, sino por aquellos infelices desgraciados. Su ayuda y buena voluntad no llegaría a sus marchitos corazones por el rencor de guerras pasadas.
Se puso en guarida, preparado para desenfundar su espada ante la amenaza emergente. Aquellos guerreros que se habían levantado ya, derribados por él con anterioridad, así como el bullicio de los montoneros aumentaba, pero lo que más pudo conmoverle de entre aquella horda, fueron los llantos de la pequeña, consiente del final que darían a su nuevo amigo, de la misma forma en que era empujada y echada a un lado.
No le causaba ningún placer tener que lastimarlos, pero su vida era importante. Resignado, y viéndose forzado a defenderse de aquellas ofensas, dirigió su mano al mango de su arma. Sin embargo, no la desenvainó, su mano tembló y luego rigió, los miembros repentinamente se volvieron cada vez más pesados y el frío recorrió su espalda. No podía moverse, viéndose paralizado.
Desvió su mirada hacia el frente, atraído por los cánticos de una mujer, la misma que acompañaba a sus principales agresores, secundados por otra más joven, tras la mayor anciana:
¡Brujas! Un dúo de brujas lo habían encantado, obligándolo a permanecer inmóvil, por más que reuniese todas sus fuerzas para tan sólo mover un dedo, le era imposible...
Todo aquello fue reflejado en las verdosas pupilas de cierta fémina, vigilantes desde la lejanía sobre el objeto de su complacencia, Asmos podía observar todo. Hipnotizada por los movimientos del joven, objeto de su secreta admiración; los empujones y derribos sus enemigos, eran para ella la más graciosa de las danzas. Cada paso le era sublime, interpretado con tal majestuosidad.
Una sonrisa sus esculpidas facciones, que con cierta timidez intentó ocultar al cubrirse con las manos, y ahogar su pequeña risilla. Le causaba gracia aquella situación, pues hacía unos momentos había estado temiendo ser reconocida o interceptada por sus captores, y expuesta como lo que era, incluso pensaba en la posibilidad de cambiar nuevamente su forma o algo para desviar la atención al matar al muchacho, aunque convenientemente no fue necesario; parecía que se hubiesen olvidado completamente de ella.
...Y lo que más gracioso le parecía, motivo de su risa, era que no había tenido nada que ver en esto, todo había sido provocado por su propia estupidez.
¿Y los flautines? ¿A dónde había parado él bardo del laúd? ¿Acaso la gaita se había estropeado?, Se preguntaba por en instantes ¿Dónde estaba la música que tan necesaria es para la ambientación?
Cuando creyó que la ópera podría terminar al verle apretar el mango de su sable, para sorpresa suya, no se movió gracias al encantamiento de unas brujas. No obstante, sus orbes se dilataron al presentir más que la magia de aquellas damas, otra en especial, una presencia que conocía muy bien, aunque algo imperceptible anteriormente, ahora era más fuerte que nunca...
―¡Mierda!- pensó Asmos en lo profundo de sus adentros.
Y antes de que pudiese siquiera tener el tiempo de mirar, ponerse en guardia o si quiera, intentase pronunciar palabra alguna, el frío de la punta de una cuchilla acarició su cuello blanco. Entonces lentamente rotó la mirada; visualizó a su perseguidor por el rabillo de los ojos; yacía parado justo a su izquierda, con la mano levantada, apuntando con el filo de su arma.
― ¡Oh, pero qué agradable sorpresa para unos ojos tan cansados! - comentaba la rubia, quien por un momento palideció ante el cálido aliento del cazador y su enronquecida respiración muy cercana su oído izquierdo. ―Exquisita obra ¿No lo creéis? - inquirió, y por un segundo sus labios enmudecieron, mordiéndose así la lengua; recobró la compostura al poco tiempo se maldecía en los adentros por haber bajado la guardia. ― Siempre llegando a mí a donde quiera que vaya, como un perro volviendo con su dueño.
―No escaparéis tan fácil de mí. - dijo el cazador, al tiempo en su figura acortaba más la distancia entre ambos, pegando aún más los labios a las orejas de su presa. ―Mira qué tenemos aquí...Esta vez no he tenido que hacer tanto ruido para encontraros; vos sois la que ha llegado hasta mí, y no os dejaré ir...
―¡Oh!, Ya veo. Realmente debo ser muy importante para vos si siempre termináis en mis brazos - dijo burlonamente la dama ―Supongo que es cierto cuando dicen "El que os quiere, irá a buscaros". Aunque debo daros una disculpa sincera. Creí que sólo os gustaban los ejemplares masculinos, pero veo que mi forma femenina también es de vuestro agrado. - y no hubo sonido alguno más que la delicada y discreta risa de Asmos. Fue así como ladeó la cabeza y realizó un ágil movimiento con su mano izquierda a modo de una defensa media con intenciones de apartar, para después bajar el arma de su agresor.
Sin embargo, éste se había esfumado al menor de los tactos. Comprendió por fin.... Y no hubo más que la sorpresa; mil y una injurias fueron lanzadas contra él y contra sí misma, reprochadas en lo profundo de su mente... La había hecho caer.
―No tentéis mi paciencia - advirtió Dark, bastante disgustado, no sólo por su comentario, sino por los problemas que ésta le había empezado a causar por semanas enteras. Todo había sido una de sus ilusiones, trucos baratos y que sólo había bastado la mano del demonio para que su figura se difuminase, revelando así la verdadera ubicación del mercenario. Se hallaba aferrado tras la rubia, colgándose de su cuello con su brazo derecho, apretaba aún más el filo de su navaja contra la garganta de la mujer. ―No me sería tan difícil mataros de una puta vez - dijo; su rostro cada vez se pegaba más a los oídos de la dama ―Pero hacerlo aquí sería una solución demasiado rápida y poco dolorosa para una perra tan sucia como vos; quiero que todos vean la tremenda abominación que sois, tan vil y cruel como una bruja.
―No os conviene tampoco exponeros de esta manera en frente de tanta gente, sabéis que no necesito convertirme en demonio para partiros la cabeza... o hacer que os la corten. Creedme, he estado en mayores desventajas - respondió el demonio. Decía la verdad, pues seguía siendo más fuerte que él, y nada la costaría apretar la muñeca de su presa o presionar en uno de los tendones para hacerlo soltar su cuchillo, tampoco gritar o encontrar la manera de bajarle la capa ante aquella enfurecida muchedumbre. ―Pero si lo que buscáis es una bruja...- comentó, alentando la pronunciación y endulzando su tono de voz, a modo burlón ―perdéis el tiempo conmigo, ¿No lo sentís? ¿No aspiráis como yo la presencia de magia?
―Lo único que siento es la oscura peste que despedís...-contestó Walter. Con la contundencia de su voz, áspera y profunda.
―Oh, basta... Me abrumáis con tantos halagos - respondía entre risas ―Tan sólo basta que miréis en aquella dirección, tomaos vuestro tiempo y la hallarás, verás que hay más...
En ese pequeño lapso sus atenciones se centraron al frente, tal vez no pudiese sentir la presencia de energía mágica como un ser demoniaco lo hacía, pese a ello, alcanzó a escuchar los malditos cánticos de aquellas atroces mujeres, una bella joven y la otra casi una anciana; entonces pudo verle:
Se trataba del mismo joven que había conocido ese día; yacía petrificado, indefenso y sin libre movimiento para hacer frente a la horda de rufianes que, sobre él, preparaban sus armas, dispuestos a darle muerte.
Las voces retumbando en su cabeza, haciéndole revivir dolorosas imágenes, que pensó haber ocultado y se había esforzado en sepultar por tanto tiempo; un campo de batalla, y le pareció ver a otro joven parado allí mismo. Débil, asustado, temeroso y sollozante, ocupaba toda su voluntad para agarrar con fuerza el mango de su espada, junto a su hermana Enid, herida y con rasgadas vestiduras, empuñaba con firmeza la lanza, al lado de su menor pariente, quien parecía no poder defenderse de la horda de demonios que estaba dispuesta a acabar con ellos:
―¿Pero qué creéis hacéis, niño tonto? ¿Acaso queréis que os maten? - exclamó Walter de manera abrupta. Cierta tensión se apoderó entonces de sus miembros. Para sorpresa y mala suerte del demonio, pues le había lesionado gravemente los tímpanos, debido a la cercanía a su cazador del oído izquierdo, un pequeño flujo de sangre emanó de su canal auditivo. Asmos se sobresaltó al sentir el filo del arma hundirse con fuerza, y cerca estuvo de ser herida de muerte, si no fuese porque alcanzó a bajar la mano del hechicero y hacerse hacia adelante para quitárselo de encima, obligándole a tirar el puñal, más fue que rasgó su manto y con un ligero corte cercano a su clavícula lo que no pudo evitar.
―¿Pero qué es lo que os pasa? - se quejó la mujer. Se había vuelto de frente a él, cubriéndose la oreja con su mano izquierda.
No obstante, la tensión del cazador estaba ahora con el muchacho:
―¿A caso os acobardáis otra vez, Owen? - gritaba ―¡Venga, podéis hacerlo! ¡No pongáis excusas estúpidas de que no podéis moveros, es sólo el canto de una maldita bruja, podéis deshacerlo, todo está en la mente!
―¿Qué?
― ¡El ya no es un pequeño! ¡Si no aprende a librar sus propias batallas nunca forjará coraje! -reprochaba el cazador. Giró nuevamente a ver al demonio, muy extrañada ante aquella contradicción hacia sí mismo y la manera en que le hablaba, preguntándose si había acaso perdido la cabeza o estaba alucinando. El cazador volvió a mirar a Asmos, luego de haber recobrado la lucidez, lo que le permitió analizar lo que ocurría;
Era el joven nórdico, quien se encontraba bajo el dominio de un encantamiento de atadura.
―Muy bien...- dijo Walter ―Parece que, si hay algo más importante que vos en este momento, ¡Lo quiero vivo, detenedles!... Os propongo una tregua, ayudadme con el chico y tal vez os perdone la vida esta noche.
―¿Y por qué lo haría? -interrogó la fémina ―Sería una pena despojar una obra tan sublime de su actor principal. No todos los días se es testigo de un buen teatro callejero, en especial en esta. Una hermosa tragedia y divertida comedia. ¿No creéis lo mismo, cazador? -Palabras que enfurecieron al mercenario, cuya respuesta fue una bofetada con su zurda, detenida por la mujer. Acto que Dark había realizado al mismo tiempo en que dirigió una patada a los tobillos, haciéndola perder el equilibro. Para este preciso momento, Walter había desenfundado a Ëire con la diestra y estuvo a tan sólo un par de centímetros de enterarla en la cabeza rubia, sin importarle la sutileza y la discreción:
―¡Cómo gustéis, tonta!, ¡pero antes que a ellos, os mataré primero!
―Oh, vamos...No hay por qué exaltarse - respondió una titubeante dama, cuyo rostro palideció al observar la punta del sable cercana a su ojo, al tiempo en que desviaba la trayectoria de la espada con el bajar de su mano izquierda. ―¡Está bien! ¡Vale! ¡Una tregua! - dijo de mala gana. ― De todos modos, esta obra se estaba tornando aburrida...- continuó, estableciendo distancia del cazador ―Pero no puedo a la vista de tanta gente, necesito de vos... ¿Podéis hacer de nuevo el truco de las luces?
Tres segundos bastaron para sembrar la discordia en sus enturbiados corazones, en los que los clamores, así como los gritos e injurias resonaron en medio de la inmensa oscuridad que por aquellos momentos devoró todo centello, toda flama y todo fulgor, más no su calor, que aún seguía presente.
―¡Magia! ¡Magia negra! - un inmenso terror invadió el interior de las almas, ante los repentinos quejidos y ruidos secos de golpes y cosas que caían.
Un desgarrador berrido femenino acalló por un instante a las otras. Y para cuando las luces volvieron, era como si aquel tumulto hubiese sido dividido, abierto de par en par.
Echadas a un lado o arrojadas con violencia, estampados contra las paredes de las chozas, entre los leños o encimados unos en otros. Tambaleantes, otras en el suelo, había sido tan rápido que no les fue posible sentir el dolor de los bruscos movimientos y jaloneos hasta poco después.
Una mujer de demacrado y palidecido rostro se hallaba agonizante a causa de una herida hecha en su costado, similar al zarpazo de una bestia. No la mataría, pero tampoco le daría paz. Mientras que la segunda de las brujas yacía tumbada sobre el cuerpo de uno de los aldeanos, viéndose arrebatadas de su concentración, silenciando sus labios ante sorpresivos arrebatos.
Más fue para conmoción de los ojos del anciano que aún permanecía de pie; el muchacho había desaparecido...
―¿Eh? ¿Pero qué...? -eran las únicas palabras emitidas, acalladas por el mar de gritos, alaridos y maldiciones vociferadas por el montón, al ser cubiertos por la obscuridad. Seguido de un fuerte empujón, similar a una tacleada. No, un tirón, como si lo hubiesen jalado, para luego ser levantado del suelo. Pudo sentir el fuerte abrazo de aquellos misteriosos y fuertes miembros que lo obligaban a aferrarse al pecho del misterioso sujeto, por más que intentase zafarse de lo que sea que lo llevase,
Culminó con el feroz azote contra el suelo, arrojado con tremenda brusquedad, como si de un costal se tratase;
―¡Jag kommer att döda maditoen som gjorde det!- blasfemó en su lengua nativa, a su vez que fueron silenciadas por una bofetada de la izquierda, por parte de una misteriosa fémina. Para cuando pudo recuperarse de la caída y abierto por fin los ojos, las luces habían vuelto;
―¿Quién sois? - inquirió el nórdico.
―¡Silencio! - ordenó la dama.
Sólo pudo observar el negro manto de lo que desde el suelo pareció la imponente y gigantesca figura de una mujer; sobresaltada se asomaba por detrás del muro que los apartaba de la vista del resto de personas que empezaba a movilizarse, para luego tumbarse sobre el suelo, ante los ojos del confundido extranjero, que no dejaba de mirar como la doncella se postraba en posición fetal, apoyada su frente sobre sus rodillas, cubriéndose la cara con ambas manos, como si estuviese llorando. Posicionaba las palmas sobre ambas orejas, permaneció un par de minutos así, la cabeza le dolía, no más que sus oídos, pues se había roto su tímpano izquierdo y el derecho lo tenía lastimado. El dolor le era inconcebible, a causa a los gritos de su enemigo, debía admitir que se había sobreesforzado.
Walter emergía de entre las sombras, revelando su presencia entre el sito más oscuro del callejón; de pasos lentos pero firmes se acercaba, acortando la distancia, para quedar casi frente al joven que ya había conseguido reincorporarse. Más antes de que este pronunciase palabra alguna, el cazador ya lo había abofeteado en la mejilla derecha;
―Primera regla, niño. En el combate si alguien te lanza un golpe, lo golpeas ..- habló Dark, llamando la atención del rubio, obligándole a levantar la mira, reconociendo al mismo hombre con quien había llegado al pueblo. Cerca estuvo de tumbarlo de tan sólo un golpe, haciéndolo vacilar, obligándolo a retroceder. Poco hubiese faltado para que le tirase los dientes, si tan sólo hubiese aplicado un poco más de fuerza... ―Regla número dos... ¡En guardia! ¡No seáis marica! - reprochó. En cuando al joven, le veía con ojos enfebrecidos, a la vez que se cubría uno de sus enrojecidos pómulos con la mano. Y hubiesen sido dos cachetadas, si no fuese porque Asmos ya le había dado la primera. ― ¿A caso os volvisteis loco? - preguntó el mercenario, pero de los labios del muchacho no fueron emitidos más que leves quejidos de dolor. Sus oídos le zumbaban, aún seguía un poco atontado por los golpes, pues más que una bofetada, le había palmado en la oreja.
―¡Vamos, levantaos! ¡Dejad de lloriquear, que no tenemos toda la maldita noche! - le dijo. El muchacho aún no acababa de comprender del todo lo que había acontecido, en un momento estaba en las calles; en el otro rodeado de enemigos y apunto de haber sido asesinado, ahora, oculto entre paredes de un retirado callejón, junto con aquel extraño guerrero, que hacía poco había sido su guía y compañero de viaje, y una extraña mujer de la que sabía muy poco;
―Bueno, yo...- titubeaba, un tanto por el nerviosismo que le provocaba la situación, y otro porque ni siquiera le permitían defenderse o siquiera responder, Alzó la vista, encontrándose con la furtiva mirada del cazador, y nuevamente interrumpido, esta vez por la fémina, que había levantado la cabeza:
―¡Si no fuese por mí, hubieseis sido reducido a algo menos que carne picada! - reprochaba Asmos.
―Agradezco vuestro gesto, hermosa doncella, pero... ¿Por qué lo hicisteis? -interrogó el extranjero. No pudo evitar mirarla, al escucharla de nuevo, y analizar sus rasgos; le había parecido una mujer muy bella, aunque... rara; de hermoso y apacible rostro y brusco su trato, como un varón, fiera como una salvaje;
―¡No podía dejaros morir allí! ¡No hubiese podido vivir con ello! - respondió ella, aparentando una postura más amable y un tono de voz más dulce. Pero en sus ojos resplandecía el triunfo y la mofa, dirigidas principalmente a su perseguidor, quien en ese instante la miró con sumo recelo a espaldas de su protegido, el cual habíase inclinado ligeramente para tomar la mano de la debilitada joven que se apoyaba en el muro para intentar reincorporarse.
― Sois dos veces más valiente... No hay palabras o recompensa suficiente para pagaros. - comentó el rubio, cuya mirada por un momento se cruzó con la de la muchacha. Esta fingía mayor debilidad de la que en realidad sentía, pese a su gran estatura y que, por casi un pie de diferencia, se doblaba y apoyaba sobre los hombros del joven, en un engañoso abrazo.

―Si nos damos prisa, podríais tomar un caballo de los establos y largaros rápidamente de aquí - Interrumpió Walter, consciente de las posibles intenciones de su enemiga. ―Consideradlo una compensación por lo que ellos iban a haceros, estaréis mucho mejor que si os vuelvan a encontrar - Fueron aquellas palabras las que en ese instante llamaron la atención del rubio, quien no emitió réplica o afirmación alguna ante las recomendaciones del mercenario. ―No os preocupéis porque os vean, si andáis con cautela y cubrís vuestro rostro ... Yo me encargaré de ello. Corred y no miréis atrás - ordenó. ―No importa lo que ocurra, no debéis mirar...
Y fue así como emprendió huida por sendas oscuras y estrechos caminos, muy a pesar de los esfuerzos del demonio por retenerle a su lado o seguirle. Sin embargo, no obtuvo más que la fugaz despedida y una honorable promesa.
―Asmos... - fue lo último que le dijo la doncella, en un susurro a los oídos del muchacho ―si en verdad tenéis honor, nunca olvidéis ese nombre... -Lo había dicho de tal manera que casi sonaba a una deuda que debía ser pagada, un acuerdo que no debía ser roto.
Y el joven entonces comprendió, sacó de entre su manto un extraño objeto que disimuladamente le entregó en las manos;
―Dirigíos hacia el sur y preguntad por Rägvaland, hijo de Erick. Si no me halláis, entonces id hasta las fronteras con Albion - y súbitamente se apartó de ella; una extraña sensación lo había invadido al permanecer luego de varios minutos cerca suyo, una vibra extraña que le causaba una inexplicable incomodidad, que lo atribuyó al frío o a lo turbia de la situación y no a la presencia de un ser oscuro.
De esta manera, Asmos alejarse, entremezclando su oscuro manto con la niebla invernal y la tenebrosidad de la noche. Poco le faltó para emprender marcha en su persecución, pues ya había dado un paso al frente. Mas fue nuevamente la maldita presencia de su enemigo que había emergido como guardián al final de una de las callejuelas, lo que súbitamente le puso freno a sus pies. Y sus ojos se dilataron, así como sus sentidos se agudizaron al observar el brillo plateado, del borroso reflejo de la luna en el filo de su espada que él ya había él desenfundado;
―A él no tocaréis... Vos y yo aún tenemos asuntos pendientes...


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Notas de autor:
-Hago una sutil referencia a la historia del emperador Alejandro Magno y de una de sus más fieros rivales, la reina Zenobia, una reina guerrera que luchó junto a su ejército en contra del conquistador Alejandro, a quien ganó en más de una ocasión en las batallas, desafortunadamente al final, fue derrotada por él y capturada, humillada y obligada a desfilar por las calles como si fuese una esclava o botín de guerra, antes de ser ejecutada públicamente.
-Las palabras pronunciadas por Räg quieren decir en su traducción al español; "mataré al maldito que hizo eso", en idioma Sueco.
-Bëa-Dubhí es un nombre inventado por mi (que traducido a la antigua lengua gala significa "la mujer de las sombras"),
-Amrum-Chebin siginifica literalmente en el idioma élfico: "estancia del este",
-Gayah es un nombre élfico inventado por mi (y significa "el conquistador", derivado de "Gothaur", el cruel, ya que no encontré una palabra en élfico que tuviera ese significado), -Brethil es un nombre élfico que significa "el valiente",Malles "el sabio"
-Mandos es el dios de la muerte para los elfos, las almas, de los elfos son enviadas a las estancias de mandos, que depende de lo que hayan hecho en la vida, serán conducidos por mandos a su castigo o a su descanso
-Vailg perteneciente a una obra llamada "la lengua maldita" (De mi autoría), donde hablo del idioma demoniaco. Es una forma de denominar a los humanos y significa " los condenados a morir", pienso y deseo implementar este idioma en la saga, si desean conocer más acerca de esta lengua que estoy inventado, estoy empezando a crear un catálogo de palabras que ya está disponible para leerse.
-Hice referencia a las lembas del señor de los anillos, que en esa saga era un pan élfico mágico que recuperaba las energías de quien lo consumía y revitalizaba su salud con tan sólo un trozo (algo así como los items de recuperación de vida de los videojuegos)
-"La señora de los espíritus" es otro de los nombres por el que se conoce a Morrigan, diosa celta de la muerte, el invierno, la guerra y el deseo sexual.
-Realicé unas pequeñas referencias a Tar-Mairon, el rey admirable o el apuesto "Anatar", el señor de los dones, de la saga del señor de los anillos, conocido también como "Sauron", el aborrecible o "Gothaur", el cruel. Alumno de Melkor/Morgoth, el rebelde y su más poderoso sirviente, que luego de la batalla de la cólera llegó a mostrarse su potencial como uno de los villanos más emblemáticos de la saga
-"Yule" era una festividad de la religión celta, se hacía en honor al solsticio, para dar inicio al invierno.
-Dionisyus o Dionisio, también llamado "Baco" para los romanos, era para su mitología el dios de la cosecha de las uvas y el vino, el dios de la embriaguez y la lujuria, solían realizar fiestas ceremoniales en su honor, donde comúnmente se realizaban orgías (donde mínimo había 10 muertos en la celebraciones), dando origen al término "bacanal". Se le retrataba como un apuesto joven (usualmente rubio y de cabello rizado) que era acompañado por un pequeño grupo de ninfas y de faunos, estos sus compañeros de orgía.
Aclaraciones:
-Quiero aclarar que soy originaria del sur de México y los días 10 y 19 de septiembre fuimos víctimas de un terremoto de 8.5 grados que azotó nuestra ciudad y uno de 7.1 nuestra capital, por lo cual no estuve con muchos ánimos de escribir debido al inmenso estrés, en el primer terremoto tuve el infortunio de enfrentar la pérdida de muchos amigos de la familia, vecinos y tres tías, una situación lamentable para nuestra ciudad y nuestro país, quiero enviar mis más sinceros agradecimientos al apoyo de todos aquellos en estos momentos.
-Quiero agradecer a mi principal colaborador en este proyecto, mi querido primo y editor Enrique, cuyo apoyo y ayuda en este capítulo me sirvió bastante, en especial en esta situación donde debido a mis estrés no tuve muchos ánimos para escribir algo, el me dio mucha inspiración y ambos escribimos juntos este capítulo, se lo agradezco.
-Rägvanald, no es un personaje de mi pertenencia, es un personaje creado por mi amigo Leandro y sugerido para la saga, su nombre es completamente inventado, por lo cual no tiene un significado en la antigua lengua del norte, yo en mi caso le decidí dar uno; "Corazón de fuego".
//Septiembre. 2019. Terremoto en México//
Estoy enteramente agradecida con ellos y dedico de todo corazón este capítulo.
Y las preguntas prevalecen;
¿Logrará el cazador Dark W.D probar su inocencia? ¿Qué tan duro y profundo se la meterá a Asmos? (la espada XD) y se la mete y por dónde? ¿Quién demonios es Rägvanald, corazón de fuego y qué tan reelevante es esto para la trama? ¿Por qué estoy haciendo estas preguntas? ...XD

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