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Epílogo:

Epilogo; Leves Brasas

Habían transcurrido 3 semanas más tarde y el sol iluminaba tan radiante la mañana en la calle de los tinteros, no muy lejos a concurrencia de los mercados y donde descargan los pescadores. Y nuevamente el mundo parecía tan amplio e impregnado de esperanzas, y el vigor de la juventud, así como la calidez del verano a los puertos impregnaban y de las venas y los poros les brincaban. Fuertes y agraciales marineros, rápidamente, en los depósitos se movilizaban, las doncellas... cómo es de esperarse en estas fechas, de elegantes adornos se ataviaban, y la dicha de los mercaderes, pues de todo esto se aprovechaban y con especias de todo tipo, sedas y deleitantes fragancias, traídas de Oriente o de la India comerciaban.

Así hubo y por todos los siglos había de ser, pues nada nuevo, bajo la mirada de los dioses y los astros, a quienes viven para siempre, en la tierra les podría llegar a parecer.

Sin embargo, era bajo la mirada flemática de esos ojos penetrantes que, más allá del bullicio de los mercados, las gentes y sus puestos ambulantes, el salpicar de los charcos y la risa de los niños, la conglomeración de voces y numerosas discusiones, el acarreo constante de mercancías, yendo y viniendo de los puertos, la gallardía de los jinetes y el porte de mensajeros elegantes, con todo lo que conlleva cada uno de sus aires, extrañas auras misteriosas y consternantes, como quien espera sin anhelo a entrever.

Y oculto tras el velo de las persianas, en el abrigo de las sombras, arrumbado en el olvido y el apesadumbrado silencio que las paredes de madera y el techo de lona de ese carromato le pudieron ofrecer, de cabeza gacha y espalda un tanto inclinada yace el. Y eran los anaranjados matices de las velas, junto con los rayos dorados colandose por las ranuras y agujeros en la tela que, esa delgada y desnuda figura de su torso lacerado, bajo esos largos, ondulados y zainos cabellos que, por debajo de los hombros, ya crecidos le llegaban a caer... No obstante, esa paz abrumadora típica de quién se resigna al misero destino, que es sino perecer. Aunque tratandose del bardo, esto no del todo verdad ha de ser. Pues de cuando en cuando, mientras negaba para si con a cabeza, nuevamente esa calida sonrisa, con cada suspiro atraviesele en el agracial rostro a aparecer... Y otro leve resoplido, relajando los musculos volvió de las fauces a emerger, y el pálido fuego de la lampara, situada al lado, por un instante a estremecer.

Y la reminiscencia del recuerdo, aun vivo en el tacto de su ser, con cada sutil moviiento, despertaba emanante siempre por las ranuras de su bronceada piel.

Y de no haber sido porque Cedrick, influenciado por la elfa Fridah, quien incansablemente hubo suplicado, abogando por su vida y clemencia, siempre le imploró, mientras, muy en los vestigios de la guerra, de esto, la troupe de comerciantes, junto con Maleena, su prima, de la noticia del arresto y su terrible enclaustramiento se enteró, y con sus amigas, la elfa Irimë y demás miembros del grupo de mercaderes y otros bandidos ella se alió. A un guardia engatusó. Y angustiada, con la caravana, sumidos en la más absoluta y genuina preocupación, sabiendo de antemano las diversas clases de tormentos que se le aplicó, al mismo soldado, con el dinero que aportaron todos, le sobornó y he aqui que en el encierro, fue quien menos peor de todos lo trató y al menos, aunque fuesen pocas veces, doble ración de comida y algo de manteca o leche, en secreto le pasó.

De brutales torturas y demás humillaciones de esta se salvó. Claro que no le faltaron cachetadas y palazos, fractura de huesos o desgarre de ligamentos, puede que otro desollamiento, entre otra serie de barbariaddes que Lady Bryanna, en compañia de Lady Meredith y su detestable sobrino, Sir Douglas, siete años mayor, le propinó. Pero en verdad os digo, que ni el mismo bardo hasta despues supo la suerte que le acompaño, porque de cosas aun más abominables e inmundas vejaciones se salvó. Por cuando de hasta donde llagaba la crueldad de este siniestro par de locas nunca realmente conoció.

Y por supuesto que aquello a la cazadora de demonios, refunfuñando y para sus adentros, muy insarisfecha a ella y a muy enfurecida lujuria las dejo.

Y entre tanto, Walter Dean, parecía que tranquilamente dormía y los bufidos guturales, de cuando en cuando, en al turbación de su espiritu, divagante en el delirio, puertas de escape para su alma, el mercenario ocasionalmente señales de vida daba, entreabriendo un párpado y gimiendo a la hora en que se volteaba, pues tan terribles eran las profundas heridas y desgarres que su magullado cuerpo soportaban. cesar Baldi, por su parte yacia snetado en un taburete a los costados de la cabecesa del jergón, sirviendole precariamente de una cama.

Le habian hallado, alucinante, encolarizado y refunfuñante mientras, bañado en sangre y cubierto de olvo entre las cenizas y lso restos putrefactos, se arrastraba y con vehemencia, las telas de su vientre rasgaban, por cuanto el torcido y uno, con el hueso salido, de sus brazos todavía, extendiendolos hacia adelante, de vez en cuando titubeaba y flexionaba, haciendose bolita o por los costados se contorsioanba, pero al fin y al cabo el avanzaba. Sin embargo, penetrante el matiz verde en el fervor de su mirada, severa y encolarizada, no obstante, casi ciego y envuelto en lagrimas, a causa de los tormentos que pasaba. Y en la inmundicia de lso oscuros callejones, irreconocible, por la mugre, las capas de negrura, ampollas y piel semicalcinada, hallabase harapiento y desesperado por recuperar su espada.

Fue asi como, y pese a que en un principio, Maleena rotundamente se negó a aceptar, importando un carajo las veces que Cesar se lo llegó a rogar, consiguiendo no más que con eso fastidiar, pues bien sabido ya era los problemas que tan sólo matarle, reclamando al peligroso descuartizador de doncellas, cuyas leyendas rondando al fascinante terror que evocaba nombrarle en las historias, epopeyas y un sinfin de cuentos que se habrian de relatar, e inmortalizados en la memoria colectiva habria de quedar. No obstante, incapaces fueron de verle sollozar, por lo mucho que la culpa y el arrastre de su propia conciencia de forma inexplicable alcanzandole todavía a torturar. Por supuesto que, tanto a ella y a la tropa, una muy buena y larga explicación sobre esto les habria de contar, y es que recordad los riesgos que conlleva al aceptar esconder de les habria que contar, y es que recordad los riesgos que conlleva el aceptar esconder de los huestes a tan peligroso criminal. Pero queriendole o no, terminó de maña gana por aceptar ¿y que más da, si moribundo está? No contando con la asombrosa resistencia y la férrea voluntad que cuando se lo proponía podía tener Dark. De este modo, aun pese a todos los pronosticos, osaba al atrecimiento de todavía respirar.

Aunque, aquí entre nos, incluso ya tenia planeado en qué fosa o por qué barranco su barranco tirar en caso que, a causa de las heridas y la pérdida de sangre no fuese a durar, o alguna problema, más allá de ser descubiert por los guardias les llegase a causar. Pero, y como muchos de vosotros ya sabeis a peores calamidades habías obrevivido el mercenario, a quien entre los propios demonios se hizo del sobrenombre de "Loh-hark", pues grande era su bravura, cual si fuera un huracan y muy dificil de aplacar.

En cuando a Fridah, bueno... De vez en cuando, saliendo al mercado a comprar especias siguia yendo por ratos, ocasionalmente a visitar. Y no habiendo obtenido lo suficiente para hacerse de un abrigo, cogió parte de un ala que, rebuscando entre los escombros del budel alcanzó a encontrar, y la piel como ingredientes par auna posión elaborara, eso sin antes ir al tempo y mendarlos a purificar, pues se sabe bien de los efectos adversos como la locura demencial, euforia y pérdida a largo plazo de la memoria, así como la capacidad de civilizar como la gente, entre cosas que la ingesta de carne y sangre incluso lamiendo los huesos, podía causar, mismos que, teniendo como parte... se los quedó Cesar.

—¿Cómo está? — Mirad quien entró por la puerta sin avisar. El bardo no hizo más que institivamente, sobresaltarse y voltear. Y he aqui que era la elfa rubia qué, siendole usual de ella. Avanzaba despacio, a pasos lentos, omitiendo ruido alguno, solía aparecerse de la nada, tomando desprevenido a cualquiera, cual si fuera una aparición espectral.

—No creo que reaccione más de lo que ha hecho ya - Respondió al mercader con asombrosa y desalentadora normalidad, al tiempo que nuevamente relajaba un suspiro y alcanzaba a suspirar. Sin embargo, es alegría de quien se siente seguro, hallando cálido refugio después de la tempestad se podía vanagloriar

—Si, es normal — Dijo ella, sin más. Acercose hasta el moribundo, pero debido a su gran altura, rozando con el techo, se tuvo que agachar, enconvando, la espalda y atreviendose al cuerpo más de cerca examinar, le sostuvo abriendole, los párpados con el dedo medio y el pulgar, examinó signos vitales y si todavía podiá respirar o si todavia poseía la capacidad, aunque muy entorpecida capacidad de poderse regenerar, rasgándolo con una navajita en el anular. Afortunadamente, no encontrando nada que los pudiese preocupar, al menos no de más. — Al menos ya consiguió reconstruirle una retina y la fisura que le hice. Se va a recuperar. — Aunque, diciendoles verdad, nadie estaba seguro si esto habría de tomarse como bien o para mal. Y eran las blancas vestiduras que con esos platinados cabellos de la elfa, se hubieron bajo las sombras tenus y el aspecto tan lánguido llegó a contrastar, viéndola de perfil, con el fuego y su vivacidad, esa imagen cadavérica. Pero de alguna manera bella. Una extrañeza que en esos momentos César, a lo que consideraba la más fea le llegó a encontrar, pues en ella no prevalecía la gracia o la alegría, mejor dicho una energia ansiosa de resaltar, sino un aire siempre de firmeza y rigidez sacerdotal. Pudiese haber dicho que, de ella resplandecía en el silencio la belleza de la piedad. Eso, y la templaza, su mejor cualidad.

— ¿Todo bien allá? — Cambiando de tema, el bardo optó a su amiga por preguntar. Oh, creo que hace falta mencionar qué, como pago por los favores, y en parte recompensándola por mostrarse tan generosa a la hora de cooperar, Cedrick la tomó como parte de su séquito, bajo el rol de sirvienta, o mejor dicho... esclava, poniendola al servicio del reino, con los otros sabios a trabajar. Pues más alla de los rencores o el juego de las conspiraciones, arreglo de tratos secretos y traiciones, era de la última guardiana viviade Hrym, y una de los pocos sobrevivientes de la invasión a Zemë, de parte de los salvajes en las guerras de Midgard, y de los conocimientos que albergaba le consiguieron interesar, asi como ese antiguo y perdido dialecto de los pueblos del norte su atención captar, pues tanto tiempo lejos de Avalon, su hogar, el acento de ellos adquirió su fino paladar.

— Si... — Sin embargo, era cierta remembranza de tristeza y melancolía que amanaba su exhalar, aun sin siquiera hablar, con tan sólo suspirar. Desviose entonces la mirada del hombre quien yacía catatónico a poca distancia de su lugar, puesto que, siendo elfa, bastante alta se le llegaba a figurar, y esto muchas veces le ocasionaba problemas cuando en construcciones o vehiculos hechos por hombres se habia llegado a alojar. Por menos de una palma, llegandole a la altura de la comisura de los labios, al propio demonio Asmos con sus sietepies, si os pusiesen viendose de frente o rozasen las espaldas, de mejor manera se pudiesen contemplar y con tres dedos hasta al propio mercenario Dark, inflando el pecho, siendo tan corpulento, facilmente lo podía rebasar. No obstante, regresó la vista a la imagen sosegado bardo que, más que esperando una respuesta, analizando en silencio cada gesto o desgane, un aura de cansancio y mied profundo producido por la seri de daños que la vida os puede causar, en la cúspide de su crueldad. No supo qué, pero con tan sólo verla desde ese primer día, pudo notar en ella, más allá de eso algo peculiar. - Me dijeron que os vais la siguiente semana - Y tan directa como siempre, sin rodeos, al grano habria de llegar.

—Será temporal, Icenorum tan sólo es parte de nuestra ruta comercial. Necesitamos reabastecernos de mercancias, entregarle respetos a mi señora madre y la mayoría tenemos familia en Albion a lo que debemos de visitar. Estaremos aquí para las festividades de Samhain y el equinoccio, si así lo deciden los dioses.

—Oh... Correcto — Mencionó sin más. A pesar del título de sirvienta o protegida del imperio, el cual llegabale en gran manera a desagradar, no por odiarlo o despreciar la rutina y la soledad. Adecuada estuvo mucho tiempo al trabajo en los templos y su larga estancia en el norte, para desgracia suya le conseguía muchas veces a recordar. De todos modos, importaba con qué nuevo eufenismo o mal encarados apelativos podíasele de llamar, atada ahora a las ordenes de Cedrick, bajo amenaza de serios castigos, debía de rendir fidelidad. — Que Ëru y todos los vala os bendigan y den fuerzas en vuestro lugar caminar... — Sin embargo, con los suyos poseía tanto amor para dar.

—Alabados sean y así será...— A sus dioses y a los suyos, se abstuvo en especificar, pues bien, sabido es el gran pecado que resulta perjurar. Aunque a veces le costaba evitar pensar en las horribles tribulaciones que le hubiesen ocasionado a todos si con ella no hubiesen podido contar. Pero, a decir verdad, a salvo realmente, todos en algún determinado momento volvían a dudar, dependiendo claro, del maldito y desgraciado energúmeno del que cometieron la torpeza de rescatar en un afán de retrasar, o incluso evitar lo inevitable, por más que los estúpidos e inútiles cargos de conciencia se le quisiesen disfrazar.

Y cuando a punto de hablar estaba, y palabra alguna en la punta de la lengua, besándole los labios empezaba siquiera articular, fue un agudo chillido, seguido del crujido de la puerta y el estruendo de los metales y diversos cachivaches que en los suelos de tierra y madera llegaronse a estrellar y como quien se le mueve el piso, con el relinche una bestia y el golpeteo de las pezuñas y los cascos de los caballos, sintieron esa levesilla turbulencia que, de no haber sido por las ultimas onzas de agua derramada en ese cántaro de barro, a la hora de inclinarse y el contenido de derramar, no hubierse apagado esos pedacitos de leña y carbón al rojo vivo que en la madera de la carreta, justo a los pies de ambos, rozando las orillas del jergón, así como de los vestidos de la elfa, se alcanzaron a desparramar.

Acto seguido, entre el ruido de las bisagras, el repiqueteo del calzado y las voces entrando, pudo, en medio de ellas, notar el distintivo acento de una muy peculiar persona...

—¡Soltadme, pedazo de zoquete! — Exclamó, y así como esta, más y peores majaderías, tratando inútilmente de defenderse de los golpes, azotes y toda clase de forcejeos, llegósele al Tejon escuchar. Al tiempo que, jalado de las ropas, sometido por tirones, palancas y torceduras de muñeca, entre dos fornidos hombres de gran tamaño y estatura, siendo tan escurridizo, a duras penas... de pasos vacilantes, estampándose con la madera, barriles y montones de paja, se alcanzaba momentaneamente a liberar.

Hacia falta ser muy recio, fuerte o mañoso si habéis de competir contra un demonio dotado naturalmente de músculos firmes y una fuerza descomunal, agregadle ahora las afiladas garras y su envidiable flexibilidad, dones adquiridos en labores de escapismo en sus días cuando deambulaba cual salvaje ciervo de los bosques Nimhïth, no muy lejos de Khät. Pues bien, eso tenían Lehanro y Lucas, los más sabios hechiceros de Ardhad; Uno, peleador entrenado por los monjes en artes traídas de Oriente, o como este a veces se le daba por contar, y el otro, maestro arcanista, especialista en antiguas runas y que, de cuando en cuando, cual médico del equipo y adivino tarotista, conocedor de amarres y saberes prohibidos, en la tropa de mercaderes, con los gitanos una vez se lo llegaron a encontrar. Y pese a la grosura de su cuerpo, puedo deciros que, alguien tan noble ni una mosca se atrevería a dañar, a menos que sea necesario. Obviamente, hasta el más compasivo se decide a actuar.

—¡Caminad! — Ordenó el monje, seguido de otra reprimenda del corpulento hombre que, avanzando a su lado, al infortunado Gait-Fëiar a andar le obligó.

Aconteció que, en otro de sus escapes, con la misión de vigilar a Fridah, cerciorando la seguridad del terreno y evaluando desde las sombras, distrayendo a todo la guardia o dar aviso cuando hubiese algún enemigo cerca, siendo usual en su naturaleza y viéndolo todo en calma se detuvo un rato a curiosear entre las trastiendas y el carromato de Maleena, lugar donde habíase de reunir en privado para discutir acuerdos de negociación con importantes clientes, o bien en búsqueda de sosiego y calma a la hora en la que una se arregla o se cambia, y en el que sólo podían ingresar para verse a con ella a solas, amigas suyas o personas de muy absoluta confianza... Imaginad pues, el grito desesperado, así como la rabia de sentirse indefensa y de alguna manera, violada en momentos privados al instante en que vislumbraba unos ojos avizores colarse tras la opacidad y los vivos colores de transparentes y bordadas persianas.

Más de uno acudió enseguida al escuchar su grito y contemplar la trayectoria de un volador cuchillo, impactando justo en las vigas de la carreta, cortando las riendas del caballo, alterando al ya asustado animal en leproceso, situado tan sólo a un par de yardas, a ver lo que ahora le pasaba.

—Creo que esto os pertenece, mi señora — Lehanro explicó, al tiempo en que, viendole quejarse y moviéndose cual culebra ponzoñosa, y temiendo que nuevamente tratase de escaparse, simplemente le bastó un golpe de campana a los testículos, seguido del pateo de costado, a la espinilla o bien del barrido a los talones para desequilibrarlo, forzándolo a caer arrodillado. Sin embargo, era el sosiego en sus gentiles facciones y la calma taciturna resplandecientes en esa voz suave, el exhalar y su entrecorte; y pese a la brusquedad turbia o estresante que resulta la peculiaridad de dicha clase de situaciones, lo cierto es que varios tomarían esa paciencia como digan de dioses, pero Fridah miró algo en él, oculto, una templanza que sólo asimilan aquellos que comprenden la modesta simplicidad, el valor de las cosas que únicamente explorando los confines de la mente les podía proporcionar, intentó vanamente en su asombro disimular.

Y pese a que, al notarlo entrar y un manotazo a la frente, sobándose las cienes en señal de ajena vergüenza, fastidio y hartazgo, ese niño inmaduro sepa cómo se convenció en dejarla un principio de seguirla y con sus planes colaborar, había que admitir que, importando las veces en que la hacía rabiar, no pudo evitar en el cierta macabra inocencia vislumbrar. Pero fue el monje Lehandro en quien, se dedicó disimuladamente a mirar, pues bello era su rostro recién acabado de afeitar y oscuro el cabello lizo y grueso que bajo los hombros, a media melena llegándole a acariciar y vestigios de la historia de una vida poco amable en esos brazos fuertes y su atlética complexión, en contraste con el cansancio de esos ojos curtidos de brillo y un resplandor digno de admirar, y sólo una pregunta le aquejaba. ¿Cómo es que, con esa horda de mercaderes, gitanos y rufianes, alguien de su clase había llegado a parar?

—¡Caesar! — Y he aqui que, antes que siquiera uno terminase de hablar, una ofendida e iracunda Maleena, roja de coraje y cubriéndose las partes privadas y el pecho descubierto al enfundarse en una capa de cuero y el cáñamo de tela de las cortinas, habíase de quejar. — ¡Hoc bonum est nihil quod infiltrated bastardis, ut laver in adytis, et snoop me temptatis! — El sorprendido, incómodo bardo miró con nerviosismo el puñal de doble filo que en la derecha todavía llegaba, con vehemencia y sin mesura a amenazar.

—Tranquila, Maleena. ¿Qué te pasó? — ¿Cómo pedirle a quien muy bien algo que le es imposible? Si evaluando la situación, su reacción también era plausible

¡Ut spectentur dum mutare! Et hoc accidit eis auxilium me amare... — En su propia lengua se quejó. Y quién sabe cuantas barbaridades, que estando en pleno uso de razón, de sus delicados labios pronunció que, hasta su propio primo, consiente de su carácter se sonrojó... Pues ni al más bravo marinero hablarle así escuchó.

—Correcto... Pero baja el arma, ¿Queréis? — Y no sólo fue él, sino todo aquél que, conociendo el idioma de dicha región mediterránea, le entendió.

No obstante, pese a qué oyendo cada una de las quejas de quién coloquialmente pudiendo ser llamada como su hermana menor, fue siempre la templaza y esa actitud fría que con su bestial furia controló y cual si fuese el mediador, pese al dolor de sus heridas y al magullado de su cuerpo, a las dos partes dejó dar su versión. En tanto que el Tejon, simplemente dijo haber buscado a Fridah y no fue sino hasta ahora que la encontró, y atraido por el olor de las hojuelas, mieles y el incienso que, por curiosidad, simplemente se asomó. No obstante, aquello a la chica todavía más encolerizó.

¡¿Et corripe amicum temperare bestiae aut iterum miseris incautum occidere?! — Y señalando con el índice, contra la elfa toda su ira encausó. - Pero César detuvo a la luna, antes que de nuevo se parase y entre ellas empezase lo peor. Más no fue, sino las campanillas que a veces solía adornarse Rodwoulf en la ropa que, sosegada y tranquilamente, viéndola de reojo, interfirió.

— ¿Es esta la espada, César? — Al bardo se dirigió. Y he aquí qué, entre sollozos fue escuchado entre susurros el lamento del cazador, por la pérdida de Ëire, único vestigio del recuerdo de su eterno amor. Resulta qué, caminando por la plaza y puestos varios, aledaños a los puertos. El viejo ermitaño encontró, en compañía de la Elfa Irimë a un grupo de mercaderes, y entre ellos una peculiar hoja de doble filo cuya inscripción de runas llamó la atención; Y no es de sorprenderse, el hecho de que de entre los escombros... Muchos aldeanos, bellacos y toda la chusma, actos de rapiña realizó, rebuscando en los cadáveres alguna pieza de valor... Por cuanto ni a los muertos o moribundos en su agonía se respetó. Por tal motivo, que incluso todo tipo de acero, retazos de telas, oro chapado y piedras preciosas se vencía o recolectaron los piratas al por mayor. He de deciros pues, que mucho de aquella preciosa espada se habló, con el mango algo desgastado y rellena de óxido, que estaba maldita y por su peso y tamaño que hasta un orco o un demonio la portó y sin embargo... flores de todo tipo era evidente que alguna vez un artesano alguna vez las grabó.

—¡SI TEMERE AD PALMAM UIA EGO FACIO CERTUS UT VESTRI CORPUS LANIAVIT MILLE DAEMONES ANIMAM TUAM NEC REQUIES CORDIS DEVORANDOS CUM AFFECTU FEROCIORES TER SINGULOS PUNZAR UT MISSAE FERRUM LIBAVERUNT...!

—¡señora!No obstante y cuando Maleena más iracunda estaba, e incluso Fridah o César se vieron ofendidos por tan hirientes palabras, la elfa hasta ya se preparaba para coger su báculo y golpearla, fue Yiarlon, príncipe relegado, quien había accedido a guiarlos a su destino a cambio de unt alentó de oro plata y metales varios y una litera compartida a veces con la prima del Bardo, trabajando como su mercenario. —Noticias del sur, my lady -entrando y atlético estaba su cuerpo con sus casi siete pies de altura y rubios sus largos cabellos. —Han sido encontrado otro cuerpo en los caminos a Albion.....- y cuando este ingresó, desvió ligeramente la mirada al darse cuenta de que, sin mesura la había empujado y con esto, dejando caer la manta de cuero que su desnudez tapaba y que por los hombros resbalaba, así mismo con los hombres a excepción de unos cuantos que discretamente, no queriendo, la miraban. Pues ofenderla es lo que menos deseaban. —este tenía signos de lucha, le habían roto las costillas en canal, no parecía ser el ataque de un animal....yo la he visto, debe creerme, la habían abierto justo por la mitad...y...- Mirad, que hasta el pobre titubeaba y contra sus propios instintos y la curiosidad, con sus ojos verdes luchaba. Fueron las gitanas Zarya, Patrisha, Sharon y la elfa Irimë quienes la ayudaron a reacomodarse la "toalla", recuperando la calma. —estaba tan desfigurado que de no haber por el sexo o el hecho de que llevaba una peineta de flor de cera, hubiera sido imposible identificarla... Porque le habían arrancado a tajos la cara- Ved que ahora al pobre Yiarlon, ruborizado, un tanto por la sorpresa otro tanto por el mensaje, muerto de vergüenza titubeaba.

—¿Y eso a mí qué me importa? – mordazmente contestó. No obstante, a Fridah y a César de alguna manera si les afectó.

—Cerca del cadáver y entre las hebras de sus cabellos, se encontraron plumas blancas, firmes como las águilas, llamativas y semejantes a las de un blanco pavorreal

—Pero las aves del norte no sobrevuelan hasta invierno.....- Fridah agregó.

—¡¡¡¿QUÉ?!!- Y antes de que yiarlon siquiera culminasen, en un estruendo rugido Dark súbitamente despertó, y pese a sus heridas de un sobresalto se levantó. Fue entonces cuando todos sintieron verdadero terror....

Y, sin embargo Maleena, consiente del peligro que albergaba y como excelente comerciante sacó provecho de la situación;

—Oh, veo que nuestro reformado forajido a despertado ya. Y veo que al parecer la noticia te interesa – hizo una pausa —Y no os culpo, os han ofendido demasiado. – acercándosele lentamente le susurró.

—Maldita prostituta...-farfulló, nadie estuvo seguro si al demonio o a Maleena se refirió.

—Te propongo un trato, "cazador". Te proporcionare protección y ayuda económica, si a cambio tú te encargas de ese pequeño problema del sur.- lo dijo mientras le extendía la mano, mientras que con la otra se mantenía cubriendo con la manta. —¿Quieres ser mi mercenario?

Dark, intentándose incorporar, simplemente sonrió....

—Mi nombre es Walter, my lady...













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notas de autor:

las palabras raras que dice maleena son insultos en latín: "decile a vuestra amiga que controle a su bestia o los mando a fusilar" y ""Si tienes la osadia de volver a cruzarte en mi camino, me asegurare de que tu cuerpo sea destazado por mil demonios, tu alma no tenga descanso alguno y que tu corazon sea comido por los cuervos más feroces mientras sientes cada punzar como si hierro fundido fuera vertido ahi"

dedicado a mis amigos; Henry, leandro, shie, pamela, rodolfo, lucas, enderman y todos aquellos que hicieorn posible este proyecto. metomaré 6 meses para coger inspiración y espero proseguir con una secuela, como les dije, planeo una trilogía.

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