Capítulo 2.- Belleza fugitiva, parte dos.
II
Veintiún días pasaron, y por cada uno era el frío aliento de la muerte que con su blanco manto sumergía por igual a las tierras del norte, donde su yugo era mucho más feroz que en los reinos del sur era cada vez más implacable. Entre lamentos, la angustia de los enfermos, los hambrientos, madres y padres quienes temían por cada invierno que alguno de sus hijos y ancianos desfalleciera, o que maridos y esposas no volviesen de la caza siempre que se aventuraban poco a poco más adentro de los bosques y más alejados del pueblo, pues la comida escaseaba y el hambre era uno de los más grandes suplicios que en ocasiones a dar muerte les obligaba, o alimentarse de alguno de su descendencia o miembro de su parentela caídos o por otras causas;
Y entre las misteriosas sendas de los caminos aún del norte, una imponente figura de negro manto, cubierta no sólo por este, si no por un ya envejecido y maltratado abrigo de piel de jabalí. Con cadencia se movía; levantándose con la zurda ligeramente el largo de las faldas que había hecho cortar hasta la altura de sus tobillos, mismos que eran cubiertas por sus grandes y humedecidas botas. Mientras que con la diestra se apoyaba entre los árboles para poder pasar entre la nieve. Nuevamente regresaba la derecha, sea a sus ropas o a las armas que yacían invisibles entre los vestidos, Estaba en gran medida cansada, pero poco le faltaba para su descanso y la compra de provisiones, tal vez aprovecharía para la obtención de mejor calzado.
Había seguido rumbo al oriente; Dos días y dos noches más de camino junto a dichos mercaderes. Mas era cierta sospecha e incertidumbre de un mal presagio del alcance de su perseguidor lo que la motivó para que al comienzo del tercero decidiese no acompañarlos a su destino que era más al noroeste, atravesando nuevamente la extensa barrera natural de Heinem. Una osadía o un suicidio hacerlo en dicha época del año, con destino final a la ciudad de Dúlin, de las tres capitales de Avalon, y una corta estancia en el cálido refugio de las minas subterráneas de la comarcas en Calen Olin, la gran cueva de las esmeraldas. Dominio de los enanos en la colindancia un poco más al norte con los peligrosos andares, territorios de los salvajes Swihoniz, o también llamados ascomanni por los Avalonitas y Lochlanach por los británicos, en los terrenos de Sweoðeod.
No porque ella no lo desease así, sino por estrategia y despiste. Además Asmos tenía otros planes para sí y su lugar por ahora debía ser hacia el sur, decidiendo así que sus caminos debían, al menos por ahora, separarse. Un abrazo dado a las damas y un cálido beso en la mejilla de los caballeros fue el gesto que dio para despedirse en agradecimiento por su amabilidad. Bajándose así justo a medio camino del siguiente poblado, teniendo que continuar la otra parte de su trayecto, aunque esta vez no tuvo más opción que hacerlo a pie.
Cuatro días estuvo por esos rumbos; Dos de ellos bajo el techo de un hostal, comiendo y bebiendo en sucias tabernas, otras dos más como ermitaña por los alrededores, granjas y bosques de las afueras del pueblo. Y para antes del anochecer del cuarto día, Asmos ya había partido con siete piezas más de plata, diez de cobre y dos de oro, un abrigo, así como con ropas un poco más holgadas y agradables que aquellos incómodos y ceñidos vestidos de criada, a los que por las prisas le fue imposible ensanchar por la cota de malla que tenía, y debido que a la talla del vestido era un poco más pequeña, y sus bruscos movimientos en tan sólo cuestión de días acabaron por rasgar el área de la espalda, los hombros y los brazos. No tuvo otra opción que quemarlos cuando le fueron inservibles.
Y partió entonces a pie en dirección al sur:
En los siguientes dieciséis días, había tenido que realizar tres forzosas escalas de una y dos noches seguidas, dos de estas ofreciendo su cuerpo a jóvenes guerreros, mercaderes y bandidos como una cortesana y otra más allá por los establos, a afueras del pueblo en compañía de una;
La mujer era portadora de una belleza como de las que pocas veces había podido admirar; Una mirada tan tranquila como un campo de flores. Era el resplandor del firmamento el que brillaba en sus bellos ojos negros. Piel blanca como la nieve. Y era la forma de aquellos largos, como hermosos risos, aunque un poco alborotados lo que le había hecho enloquecer con tan sólo verla.
Y hubiese sido una de las más caras del burdel si tan sólo su piel no fuese tan seca, o no tuviese aquellas profundas cicatrices y marcas en los tobillos, presumiblemente, aunque nunca seguro del todo si fueron de azotes, cortes o golpes, sujeta con grilletes y cadenas. Ni tampoco le interesó mucho en averiguar si había sido ofrecida por su familia, nacida esclava o vendida como parte del botín de alguna guerra. Y nada más le había estocado su corazón, que no supo si culparla a ella, al aborrecible clima o la negligencia de sus anteriores amos;
¡¡Sus rizos!! ¡¡Oh, esos rizos, más perfectos que la espiral de las caracolas de mar, pero tan dañados como las cosechas de un campo en plena sequía!!
Durante los dos días siguientes que pasó con ella como el último de sus dueños en su joven vida y otros más luego de haber terminado con existencia , había tenido que apartar un poco la grasa de la sopa y sus reservas de manteca para intentar humectar ese maltratado cabello que ahora había pasado a ser parte de Asmos.
De la misma forma en que, logrando conseguir por un precio muy alto, y recurriendo al intercambio de algunos favores, telas dignas de su talla y altura, aunque un poco desgastadas y corrientes, puestas sobre las cortas enaguas que había hecho doblar sobre los tobillos. Vestiduras de terciopelo y obscuras tonalidades, algunos tejidos florales, no del todo estropeados se llegaban a apreciar.
Por cada día que pasaba era la imagen del ente que le perseguía la cual se le hacía más nítida, así como la sensación de amenaza se esfumada de su ser. Eso no significa que hubiese no tenido cuidado, siendo ahora un poco más atenta en haber escondido los cuerpos.
Mas era dicha ausencia de aquellos desaparecidos lo que había alertado, como posteriormente aterrado a las muchedumbres aventuradas en la búsqueda de los sujetos que en situaciones desconocidas no volvieron a ser vistos ni llegado a sus hogares tras adentrarse en las profundidades del bosque. Luego del comienzo y el esparcimiento de rumores sobre aquél desalmado servidor de las sombras y emisario de la muerte que rondaba los alrededores de la comarca y pueblos colindantes.
Fueron aquellos sucesos sirvieron de guía y rastro para cierto mercenario; tres personas habían sido, dos mujeres y un apuesto varón. Todos en la flor de su juventud y con largos cabellos.
No importaba cuanto huyese o cuanto cambiase, siempre tendría las mismas atracciones.
Había sido en vano la misión de encontrarlos, si no con vida, al menos sus cadáveres, pues el invierno era crudo, la nieve alta y las bestias hambrientas.
Pero no bastó más que un simple descuido que no escapó de la mira del cazador. Poco tiempo había bastado para que la tercera y última víctima fuera revelada con la llegada del alba, en el interior de una cueva entre los caminos hacia el sur por ciertos campesinos en busca de refugio de la tormenta invernal. Desnudada, su magullado cuerpo, tanto por el filo y la dureza de las rocas, como de tan terribles huellas dejadas por la demoniaca criatura en su piel, heridas aún frescas y amoratada piel. Rasgada del rostro, espalda desgarrada, expuesta así su carne y las zafadas vértebras. Abierta estaba desde el vientre, hasta el área de su sexo y regadas las entrañas, sólo habían dos cosas intactas; su rizada caballera era una de ellas, peinada y arreglada en elaboradas trenzas. Marca de esclava fue revelada en sus muslos.
Castigo cruel, reprochable acto y lastimero final. Ni siquiera un esclavo merecía semejante trato o haber acabado de esa manera.
Fue la noticia de tan lamentable escena lo que hizo asquear a los palidecidos pobladores; se trataba de una muchacha que trabajaba al servicio de la casa de placer.
Sin embargo, entre el oprobio, una socarrona sonrisa se formaba bajo la capucha que cubría la cabeza de Walter, luego de haberse enterado de dicho descubrimiento al adentrarse en medio del tumulto;
Observó entonces lo que quedaba del descuartizado cuerpo de la pobre mujer. Muchos podrían decir que tuvo mala suerte; atacada por un animal del bosque o interceptada, si es que escapar de su amo deseaba, o desechada cuando había dejado de ser rentable, o hasta el arrebato de un descontrolado amante, luego de haberse aprovechado de ella y posteriormente asesinado en un crimen pasional, tal vez víctima de un ebrio que se había pasado de tragos.
Pero el cazador, pudo sentir todavía vestigios de la esencia demoniaca; ese olor aún impregnado en ella. Se acercó un poco más para analizarla aún más de cerca, entre empujones y el estorbo de los curiosos. Tan sólo al allegarla a sus ojos, pudo ver mejor las marcas con la que su vida terminó...
Cosas como estas podrían escapar de la vista de cualquier pueblerino o campesino, pero no para alguien como el, aprendiendo con la experiencia del oficio diferenciar entre las mordidas causadas por un lobo, oso o cualquier criatura del bosque, ya sea por haberlas visto antes o sufrido de estas en algún momento.
No, estas claramente eran marcas producidas por algo mucho más grande y más fuerte; tan fuerte para haberle abierto en canal a un humano, como si fuese tela y de un simple tirón, y haber dejado aquellas huellas de desgarre a los costados, para haber podido arrancar como una cáscara la piel y la precisión para no llevarse consigo la carne del tejido muscular. Era ese negro y espeso líquido que se había mezclado con la sangre y laceraciones de la fallecida joven.. Su inmunda presencia, su asquerosa semilla...
Su presa había pasado por allí.
Permaneció un par de horas más en el pueblo, todo con el fin de averiguar algo sobre la identidad de la cortesana. Respuestas que le fueron dadas en la intimidad de los aposentos de las prostitutas, entre zascandiles y sucios verriondos tras cruzar las puertas del congal;
― Bien, lo dejare claro antes de que empecéis a maldecirme. Sólo decidme si alguien reconoce a la puta que murió. Así podré dar caza a quien lo hizo. – Habló de esta forma el mercenario.
―Oh, ella.. -Respondió una de las mujeres. Y más que pesar o espanto por la muerte de su colega, era también cierto disgusto en sus ojos. ―Desconozco de cómo es que llegó a morir o por qué terminó así. Se había ido de aquí hace dos noches con un hombre que la compró.
―Habladme de él. – ordenó Walter.
―No puedo decir mucho, mi señor. Son muchos los hombres que llegan por aquí. - Se excusó ― Aunque ese sujeto era muy extraño, no parecía de estos rumbos; Su forma de hablar y caminar no eran de un simple guerrero o campesino, y sus modales eran propios de un burgués. Era muy chocante y presumido, altanero; Llegó directamente con el patrón, nos hizo a todas formarnos desnudas frente a él para que acabase escogiéndola a ella, la más barata y fea. - prosiguió ―¡Estaba loco! ¡Ciego y loco! Debió ver las cicatrices que tenía en la espalda, en las piernas...En los brazos... Se le habían marcado las cadenas y los grilletes cuando la trajeron aquí. Y pagó una cantidad ridícula por ella; ¡Tres de plata, más del triple de lo alguien como ella puede valer! – se quejaba la ofendida cortesana.
―¿Cómo lucía? – Inquirió el mercenario.
―Era rubio. Tenía el cabello muy largo. - Por un instante calló -Era alto y fuerte como vos, aunque un poco más joven y delgado.
A diferencia de cierto encuentro pasado semanas antes, ellas parecían mucho más dispuestas a cooperar. Decidió entonces seguir indagando; no sólo preguntó sobre algunos detalles más de cómo lucía el supuesto burgués que había pasado por allí, sino también a cerca de las características físicas de la muchacha que lo acompañó.
Y sintiendo un poco más de confianza y satisfacción por parte del avance de su investigación, permaneció un rato más, sumergiéndose en sus bajos instintos carnales con tan grata compañía de esas "finas" y encantadoras damas.
Se marchó justo al medio día, en dirección al sur. Deduciendo por las anteriores desapariciones y la más reciente víctima la dirección que podría estar tomando el demonio. No sin antes haber pagado por los servicios que le fueron proporcionados y haberse despedido de la forma que el mejor conocía de la mujer que le había revelado la información que necesitaba. Entonces partió con un nuevo rumbo, en busca de tan evasiva presa.
―La cálida compañía suele ser abrigo suficiente para soportar el frio, pero el calor que me proporciona tan buena cacería lo es más. - comentaba el mercenario. Y era la perversa expresión de su rostro, así como la seca risa que por un momento fue dibujada en sí. Misma que no tardó en serle correspondida por la cortesana que lo acompañó hasta la salida.
Y continuó cabalgando con tal fiereza a pesar del atroz frio que azotaba, se extendía sobre las planicies, entre las montañas, cubiertas ahora de polvo, inundando el paisaje sobre su vista;
Las cumbres rebosantes de vidas ahora descansaban bajo pálido escenario.
Su mirada esbozaba una gran hambre, hambre de carne; Carne de su presa. Podía saborearla entre sus fauces, sintiendo el crujir de los huesos de esta sobre su boca. Eso le hacía enfervescer ante tal imagen. Ansiaba el poder escuchar los crueles gritos que escapaban de su pobre víctima, más de lo que deseó antes, ésta pidiendo clemencia, pero sólo haciendo que su trabajo fuese mucho más placentero...
Su encuentro con aquella cortesana no sólo le había dado pistas acerca del paradero de su objetivo, sino también repuesto sus fuerzas y acrecentado las obscuras pasiones de su ser.
Siguió de esta manera su trayecto sin descanso alguno hasta instantes cercanos al atardecer, donde ambas bestias, jinete y corcel descansaron en el interior de una gruta, a su vez que compartieron alimento y el fuego calentó sus agotados cuerpos. Con el transcurso del tiempo, no les había costado mucho el adaptarse el uno al otro, ya que el equino era manso de corazón y tampoco es que tuviera otra alternativa que tener que asumir que el sucio guerrero sería su nuevo amo. A pesar de haber sido testigo de sus salvajes costumbres y su crueldad, Walter no había sido tan malo con él; le compartía de sus alimentos casi siempre, aunque usualmente todo lo que le hacía comer era carne, y le puso por nombre dubi arhwō, que en la lengua de su tierra significaba "la flecha obscura" o "la flecha negra".
Allí permanecieron hasta el retorno de Belenus, Anar para los enanos y los elfos de los bosques de Ávalon, y sin más tiempo que perder, continuaron su marcha hasta la pequeña ciudad de Tricassess, ricas y fértiles tierras de los tres caudalosos ríos de Carman-Dublín.
Y no fue hasta después, justo a las afueras. Al poco tiempo de haber atravesado el último pueblo, fue que le vio nuevamente a la distancia; había tomado forma de mujer. Quizás por el paraje algo inclinado parecía de mayor estatura, o tal vez sólo percepción suya por tan largo viaje. De cualquier manera, tendría que verificarlo con sus propios ojos.
Fue así como decidió seguirle a distancia prudente, pues no deseaba revelar su presencia. Ya había pasado tanto tiempo desde que empezó a buscarle como para empezar de nuevo. Le dio entonces algunos instantes para que se alejase unos cuantos pasos más de distancia antes de que el subiese por el puente. Andaba despacio, teniendo sumo cuidado de que arhwō no resbalase o que los vientos fuesen a lanzarlo por los aires y hallar su fin por las heladas aguas y caudalosas del Dain, debido a que era un puente alto y de una peculiar forma circular. Se detuvo un momento en el punto más alto de este para observarla de mejor manera. Y supo que definitivamente era quien buscaba; Idéntica a como le habían descrito a la víctima que había sufrido en el pueblo anterior. Aún podría reconocerle por su gran estatura y los rasgos faciales que correspondían a los testimonios de las cortesanas en el congal, destacando la larga cabellera tupida y rizada.
Luego de ver hacia a donde se dirigía avanzó con su corcel, y una vez pasada la parte más peligrosa del puente y estar cerca del final, aceleró.
Junto con su caballo decidió rodear el lugar, adelantándose a su presa para así emboscarle.
Ya a una distancia considerable bajo de la bestia, dejándola atada a un árbol. Era momento de empezar su cacería. Midiendo cada uno de sus pasos, para que estos no alertaran a su objetivo que se acercaba poco a poco.
Asmos, se había detenido un instante para descansar de su exhaustiva caminata y ajustarse nuevamente su capa y el corsé. Eran unos misteriosos pasos que pudo escuchar entre los vientos y el aplaste de la nieve a causa de los suyos propios. Se sentía observada desde hacía ya un buen rato. Y el aire empujaba hacia atrás la capucha de su manto, por más que ella se lo tratase de volver a acomodar de nuevo. No obstante, al voltear a ver no encontraba a nadie. Probablemente sólo había sido un aldeano que pasaba por el mismo rumbo que ella, pero que tomo otra dirección, o tal vez no. Y recargó su brazo izquierdo en el tronco de un árbol cercano para tomar un respiro y admirar el blanco paisaje de tan bastos campos. Mas fue un escalofrío la que la abrumaba y aquella opresión en el pecho lo que perturbó su calma. Y era su derecha que apretaba la empuñadura de su arma. Tan tranquilas y serenas estaba a esas horas, donde la escasa luz del día daba su mayor fulgor y difuminaba un poco la niebla del invierno. Quizás necesitaba descansar un poco. Sin embargo, algo le extrañaba. Entonces se volvió de inmediato ante el rebuzne, notando a la distancia una figura de un animal. No le tomó tanta importancia, hasta que lo miró detenidamente.
Se trataba de un equino, pero no de cualquiera. Lo creyó haber visto en algún otro lugar. ¿Por qué estaría un caballo de esa magnitud sólo y sujeto a un árbol?. Entonces los recuerdos a su mente regresaron; era el mismo potro que había abandonado en las montañas para poder escapar de ese dichoso brujo.
Fue así que por fin lo comprendió. Los párpados por un instante apretó y dio una última bocanada de aire, exhalando una vez más antes de reabrir los ojos. Se irguió con vehemencia y a voltear hacia todas direcciones empezó..
Mas fue el ardor y el raspar de su piel por el rose de la cuchilla lo que le hizo voltear de inmediato. Se había tratado del disparo de una flecha que cerca estuvo de atravesarle el ojo derecho, y debido a su agudo oído le fue posible esquivarle y ladear la cabeza. Sin embargo no pudo evitar el daño. Con espanto pudo observar como la brillante punta, así como los afilados bordes del proyectil pasaban de largo justo debajo de los párpados, dejándole marca de su trayectoria por el medio del comienzo de su mejilla y rosando con suavidad la punta de su afilada nariz. Eso sin antes haberle rozado la oreja, dejando consigo un rastro de sangre en el rostro. Este que desapareció casi al instante. No se quejó, ni siquiera le dio tiempo de parpadear. Y fue el agudo dolor, junto con el brotar de la sangre lo que no emergió, sino hasta pocos segundos después, profanando su blanca piel.
Nuevamente se volvió en contra de la dirección de donde había provenido dicho proyectil, sintiendo de inmediato el pesar de una obscura presencia. Para después toparse con la imponente figura de su perseguidor, a su vez que le veía emerger de entre la nieve y los pinos. Se acercaba de la misma forma que no quitaba la mira de su objetivo, sobre el cual tenía ya otra flecha puesta para disparar.
Esta apenas alcanzó a evadirla, ocultándose de tras del tronco sobre el cual se había apoyado anteriormente, visualizando sus ojos a la distancia al asomarse. No estaba tan lejano, pero lo suficientemente cerca para reconocerle. Se trataba del guerrero al que se enfrentó hacía un par de semanas atrás. Cuando su mirada se cruzó con la suya fue una bruma lo que invadió su ser, y en un pestañeo la imagen de cazador empezó a difuminarse con el viento, como las llamas al extinguirse, dejando en su lugar una obscura y espesa niebla, no sólo este, sino que se expandía rápidamente por todos los alrededores directo a ella.
Era el desconcierto, así como el espanto en sus ojos. Impetuosa, emprendió de esta forma huida, acelerando su paso, buscando escapar de aquello que le era desconocido. Y si tan sólo hubiera sido más temprano, a la salida del alba, tal vez hubiese sido posible ver una delgada neblina por estos lugares, pero no una como esa, tal y como si albergase un mal presagio a su reserva. Se levantaba las enaguas para poder moverse con mayor agilidad, ocultándose entre los árboles para no ser herida por los flechas que continuaban siendo lanzadas, una tras otra, de la misma manera que rugidos de enfurecidas bestias resonaban entre los senderos, emergentes de aquella misteriosa neblina. Miraba atrás de vez en cuando para poder ser testigo de las horripilantes figuras de en ella albergaban, derritiendo consigo, evaporando la nieve, saleando la tierra y pudriendo las raíces, y de las decenas de brillantes ojos que esta misma poseía. Puede que pudiese sentirlo a él, pero no podía verlo. Algo como esto era inaudito, semejante poder no podía ser de un simple brujo, ni siquiera de un alto necromante. Humanos ordinarios no tienen los elementos necesarios para hacer algo así, o quizás este si los tenía.
No le causaba temor ver esas imágenes, más bien el hecho de que alguien, quizás ese guerrero, sería capaz de vencerle.
Poco a poco la desesperación y angustia carcomían su ser mientras emprendía huida, intentando contener la necesidad de tomar su verdadera apariencia.
Dejando de importarle que alguien del pueblo le viera, con tal de que las visiones la dejaran en paz, o tal vez era lo que el ente que le atormentaba quería, mas no fue así.
Tomando una desviación alterna que la devolvía ante las puertas del poblado que había dejado hacía un rato;
Cuando vio a algunos campesinos, o al menos creyó que eran personas, decidió adentrarse más por el camino de regreso a Tricassess. Y mientras más se acercaba, las visiones poco a poco se detenían. Siguió de esta forma hasta quedar ante las enormes puertas de la ciudad, y no fue sino el frío sudor de su frente, junto con sus impetuosos andares lo que llamó por un instante la atención de todo aquél que le veía correr desesperada y frenética, algo que tampoco pasó desapercibido de los centinelas y la guardia a la que ella no tardó en acercarse, desfalleciendo ante los brazos de uno de los caballeros. Le miraba llorosa y suplicante, rogándoles protección contra un terrible mal que yacía en el bosque;
Hablaba de un terrible bujo, o tal vez un demonio; servidor de los obscuros abismos que había tratado de tomar su vida. Normalmente, sería considerada una loca, pero tomando en cuenta las recientes desapariciones de las personas en las comarcas colindantes, era el tópico de conversación de distintos bardos y mercaderes en la zona, también el de algunos que solían hacer negocios en otros pueblos que al escucharla creyeron que ella había logrado escapar de la temible bestia que entre muchos se decía que se hallaba dentro del bosque.
No muchos se atrevieron a adentrarse en la fronda por señales de cualquier cosa que demostrara algo acerca de las desapariciones por miedo a ser aniquilados también.
Los pocos que entraron, lo hicieron en grupo. Pero después de una larga búsqueda que duró el resto de aquella tarde, no encontraron nada. Sólo tenían el testimonio de una pobre mujer que había aparecido de la espesura de las arboledas y cruzado el puente de piedra con su psique casi intacta.
Y tres horas transcurrieron desde aquél incidente, en las que Asmos oculta bajo forma de mujer, se aferraba con disimulo terror al brazo de los caballeros, ocultando su rostro en su pecho, fingiendo su llanto. Estos mismos pensaron, luego de haber escuchado su relato que era demasiado afortunada de haber sobrevivió de lo que sea que la hubiese atacado o afectado; Habló con sumo detalle de un malvado hechicero y acerca de cómo este había hecho terribles conjuros en el bosque, capturando a las doncellas y a los varones, ya fuese para comérselos, torturarlos o dárselos en sacrifico a los demonios.
Algunas fueron contadas por la dama, otros detalles agregados con exageraciones de los mismos pobladores que a veces interrumpían a la mujer. Murmuraban los unos a los otros y esparcían el rumor como el fuego, contando de cómo es que se libró tan precario ataque. Y mientras todo esto aconteció, el cazador permanecía al acecho de su presa, limitándose a observar oculto tras la vegetación y los troncos, siendo artífice de la oscuridad, estaba en su elemento al estar cubierto de sombras provocadas por los árboles. Tomó un momento para poder deslizarse y seguir a su presa hasta el pueblo, simplemente esperando el mejor momento para emboscarla, y su paciencia no tardó demasiado en dar frutos;
Caminó con sigilo entre las calles y senderos que rodeaban la ciudad para poder encontrarla. Un buen rato después, pudo hallarla sola, aunque siendo vigilada de vez en cuando por alguno de los guardias. Se acercó lo suficiente para estar de tras de unos leños. Sólo tenía que acercarse más para poder hacer de nuevo su ilusión y volver a afectarla. Se dice que un truco no funciona dos veces con la misma personas, pero Walter sabía que serviría, siempre y cuando agregara algo nuevo.
Fue en ese entonces que el mercenario volvió a liberar una segunda neblina cerca de la criatura. Ésta permanecía peligrosamente cerca de las callejuelas. Revelando así su presencia a su enemigo, quien inmediatamente se reincorporó al ver como el cielo de repente se obscurecía de repente y aquellos aullidos, rugidos de abominables criaturas infernales que de la niebla emergían. Y eran sus gritos los que inundaban toda la ciudad, Asmos creyó al principio que sólo se trataba de las nubes que nuevamente se habían interpuesto entre los débiles rayos solares, pero nunca oscurece tan rápido.
Walter ésta vez había exagerado un poco más en aquella visión, pudiendo ver como aquellos misteriosos ojos que se abrían por decenas por la bruma negra que se expandía y poco a poco se dirigía ante ella, amenazando con tragarla, no importase como o cuanto corriese, andando así por donde su perseguidor quería, conduciéndola por los callejones y senderos solitarios del poblado, obscuros y ennegrecidos pasadizos, llegando así a arrinconarla contra el muro que ponía fin al callejón.
Era la sorpresa, así como la frustración lo que por un instante se vio reflejado en las pupilas de la dama, quien acorralada y sin una muestra de escapatoria alguna visible ante sus ojos. Levantó entonces la barbilla, elevando su mirada al cielo que estaba encima suyo, pero este era cubierto poco a poco por una leve, pero consistente negrura. Una oscuridad que lo rodeaba rápidamente. Era como si la noche misma lo estuviera cubriendo, y más que el anochecer, era el anuncio de la muerte; Las estrellas que orientaban a las barcazas estarían siendo sus faroles en tan fríos anocheceres, o al menos el leve fulgor de la luna sobre sus cabezas les guiaría, pero no era este el caso. No había nada arriba, sólo la obscuridad y nada más.
Cualquiera en esa situación se hubiese entregado a la desesperación o al miedo, ese fue el caso de Asmos, aunque no por mucho tiempo, pues al mirar arriba esbozo una leve sonrisa. Y moviendo sus manos a sus costados, desenfundó dos afiladas cuchillas.
―Vaya, realmente sois muy persistente. ¿Por qué no os mostráis ante mí, cobarde? - Hablaba, de mirada desafiante y firmeza en su postura.
Mas no hubo respuesta alguna. Sólo el sonido de su voz resonando entre las tinieblas, retando a la nada y afrentando a la neblina que se avecinaba sobre ella ―¡Sé que esto es una ilusión, no es real! - Fue en ese instante que una figura en ese momento a emerger de entre las sombras:
―Si en verdad sabéis que es una ilusión, ¿Entonces por qué os esforzasteis tanto en huir de ella? -Inquirió el cazador ―¿Es que acaso os molestaba lo que veíais o simplemente gustáis de ser la presa? -decía, de la misma forma en que caminaba con lentitud en dirección al objetivo ―Además.. -hizo una pausa para bajarse la bufanda que le cubría la nariz y la boca, dejándole ver así su rostro. ―Si sabéis que todo esto no es más que una visión, ¿Realmente creéis que verdaderamente estoy parado enfrente vuestro? – dijo, burlón.
Asmos simplemente se limitó a soltar una pequeña risilla antes de responder:
―Tomad en cuenta que el sol no se ocultará hasta varias horas después. – le contestó ―Si fuera eso, muchos aldeanos gritarían diciendo que hay magia afectándolos, o simplemente estarían en sus chozas. - Por un instante calló ―Además, el olor a sangre no impregna el aire y el calor del sol todavía me baña con su brillo, a pesar de que no pueda verle. Podréis engañar a mis ojos, pero no a mi olfato. Hueles a perro mojado..
Fue así como la densa neblina y la negrura que cubrían el lugar empezaba a desvanecerse de inmediato ante las luces de la tarde que por el callejón se asomaban. Al esfumarse la ilusión, pudo ver que no había nadie enfrente de ella, pero seguía sintiendo la presencia de aquel sujeto. Rápidamente volteó hacia la parte de arriba de las casas. Estaba sentado en lo alto del borde de los muros del callejón. Este se tiró, cayendo sobre los montones de paja y basura amontonados a la entrada del pasadizo, saliendo rápidamente se reincorporó y nuevamente acortó unos pasos la distancia contra su enemigo, quien a pesar de la socarrona sonrisa en su semblante, no había bajado la guardia.
―Veo que estáis solo - afirmó la joven ―Creí que alguna clase de hechicero o brujo os acompañaba para poder hacer estas cosas, pero noto el esfuerzo que ponéis en ello. Demasiado persistente para ser un simple cazador. ¿No pudisteis simplemente ir por otra presa o tienes una fijación conmigo?.
―Oh, podría decir que yo mismo soy un acosador, un artista en el arte del acecho. No sabéis como me.. cautiva.. la presencia que emanáis. ―Respondió Walter correspondiendo al mismo sarcasmo de su presa, al tiempo en que desenfundaba tres de las seis dagas arrojadizas que portaba ocultas bajo su capa.
―Oh, ya veo.. -comentó. Su tono de voz había reducido, volviéndose más suave, lento y melodioso. Esbozaba una pequeña y delicada sonrisa. Se recogía las mangas y había arremangado sus enaguas, así como también tomado la libertad de despojarse con delicadeza del manto que le cubría, para que estos no se ensuciasen demasiado o le estorbasen el combate ―No os culpo de nada, muy pocos se pueden resistir ante mis encantos. – Asmos empezaba a acercarse sin miedo hacia su oponente, el cual había retrocedido con precaución ante cualquier movimiento de este. Eran aquellas risas y la mofa de su voz a la vez que con pasos largos y contoneando las caderas se aproximaba ante el enemigo, así como la lentitud de sus movimientos lo que le hacía tomar un aire más pícaro y juguetón. Un comportamiento que sin duda alertó al mercenario, quien arrojó aquellos proyectiles hacia su adversaria, mismas que fueron repelidas y desviadas con el extender de una de las cuchillas de su oponente, revelando así que se trataban de dos extrañas armas; peculiares abanicos, aunque estos tenían la particularidad de ser de metal y el porte de afiladas puntas metálicas que sobresalían de los bordes, a su vez que con el filo del otro se había cortado los botones del abrigo y los nudos que ajustaban el escote, rasgando parte de este, de seguros delanteros de la cota de malla que portaba debajo de la ropa y del corpiño bajo esta, ofreciendo generosa y sin mayor pudor la vista de sus senos desnudos, todo con la finalidad estratégica de desorientar por un instante a su perseguidor e incomodarle o molestarle de alguna forma.
Y era el sonido de aquella risa, que rompía el silencio, cual trueno en la oscuridad. Tenía en su mira su objetivo, tan cerca. Tenía lo que deseaba, tenía que saborear el momento, disfrutar cada segundo que tenía en su alcance. Intentar distraer y persuadir a su enemigo que en cuyos ojos había despertado el fulgor de la lujuria. Un calor inmenso que lo rodeaba, una cálida sensación se apoderaba del cuerpo del cazador haciéndolo entorpecer. Pero, manteniéndose concentrado. Ante tal encuentro sólo podía llenarlo de una sensación.. Interés, deseo, pero sobre todo asombro ante tan peculiar uso de armas poco conocidas que el demonio empuñaba, quizás de un lugar lejano o tiempo muy antiguo conocido por los hombres, simplemente tenía que ir con cuidado.
Retrocedió nuevamente, intentando establecer un poco más de distancia al ver como la amenaza se aproximaba con rapidez hacia él, Intentó desenfundar su espada contra ella. Sí, lo intentó, porque Asmos se había abalanzado sobre él;
Consiguiendo detenerle con la mano zurda, evitando así que Walter sacase su arma. Trató zafarse de aquél agarre, sin embargo la fuerza de un demonio era por mucho superior a la humana y ni siquiera alguien como él era tan fuerte como un demonio puro. Al ver que le sería difícil disponer de su espada en esos momentos, decidió entonces utilizar su izquierda para, ya fuese golpearla en la cabeza o jalarle el cabello, acto que no dio el resultado que esperaba, pues la criatura había conseguido desviar dicho golpe con el alzar de su brazo derecho, que igual utilizó para forzar a su oponente al tirar de la melena, cuando este se acercó aún más hacia ella.
Fue así como, al tener a su adversario tan cerca, Asmos hizo algo que el mercenario no se esperó;
Le dio un beso.
Y no fue más que la sorpresa y confusión lo que hizo que Dark retrocediese un poco. Podría ser que sus labios fuesen venenosos, tal como algunas clases de demonios, o que simplemente se estuviese burlando de él. Aprovechando un descuido de ella para pisarle un pie, recargando todo el peso de su cuerpo en tan sólo la punta de estos para causarle más dolor. Inmediatamente procedió ese instante de sorpresa para empujarla y quitársela de encima;
―¡Que truco tan despreciable de una criatura tan vil! - Fue lo que dijo el cazador
―Oh, mira quien habla.. – Respondía una colérica fémina ―¡Os ofende que una mujer os bese, pero se hace más evidente que preferís de la compañía masculina en vuestros cálidos aposentos!
―Oh perdonadme, bella dama – Hizo una pausa para proceder a limpiarse los labios, intentaba evitar que cualquier tipo de toxina que estuviese en ellos, con la manga fue removida. Al tiempo que desviaba su mirada hasta el borde del comienzo del callejón ―Lamento el malentendido que le haya provocado de mi parte, espero que no os hayan lastimado tan inmundas palabras que dije ante su hermosa presencia.
―¡¿Acaso os burláis de mí?! - vociferó Asmos.
―Uhhh.. – En instante, Dark había volteado nuevamente su atención a su presa ―Perdón, ¿Decíais algo? – inquirió, poniéndose otra vez en guardia ―Es que pasó una doncella por aquí. Debisteis verla, era una belleza. - Su voz era grave y bastante áspera, pero trataba ahora sonar un poco más rejada y melodiosa. Se estaba mofando de ella y no hacía nada por ocultarlo, ahora era quien reía.
―¡Daos por muerto! - Era el apretar de sus dientes, así como el leve rubor que había colorado su bello rostro, de la misma forma que estaba la ira resplandeciente en sus orbes. Presionaba con fuerza la empuñadura de las cuchillas, indignada y de cierta manera ultrajada ante la ofensa de su perseguidor. Se había esfumado la gracia de su ser, el encanto de los andares y la dulzura en sus facciones, cual amante despechada.
Fue así como nuevamente, una iracunda guerrera de firmes pasos y sin vacilación se aproximaba con vehemente apresuro contra su contrincante para asesinarle por fin. Este la esperaba en guardia con el filo de su espada dándole al frente, ansiosa por probar de su sangre.
Y no fue hasta cuando su enemiga se acercó lo suficiente, decidida a matarle. El cazador apretó con furia y coraje la empuñadura de Ëire, realizando un peculiar movimiento vertical, aunque este era de abajo hacia arriba, con el fin de evitar que una de las cuchillas llegasen a tocarle, cambiando su postura con el retraso de su pierna izquierda, quedando de lado. Desconocía la razón por la que aquellas extrañas navajas tenían esa forma, pero no permitiría que se acercase a él. Cuando su espada llegó al cenit de su alcance, dio un segundo corte circular, pero este de arriba hacia abajo, como si dibujase una media luna, con un enorme azote de su arma para intentar acabar con la amenaza. No obstante, esta se alejó antes de que este pudiese herirla.
Ahora era el que había ganado terreno. Convencido de la ventaja que el hechicero no pensaba desaprovechar, siguiendo a su presa y dando un tercer corte descendente, mismo que Asmos evadió; Con un paso lateral a su derecha y ladeando ligeramente su postura, con el fin de evitar que su hombro o brazo izquierdo acabase siendo rebanado, a su vez tiempo en que había extendido la diestra, inclinándose un poco más hacia adelante. Durante ese breve movimiento, la daga se extendió, mostrando de mejor manera los afilados y sobresalientes picos que tenía a modo de navajas en sus bordes dirigidos a la garganta dl cazador.
Y ese hubiera sido el final de los días del guerrero; decapitado, o con él ojo perforado con la punta del arma, si tan sólo no hubiese sido porque consiguió inclinar su cabeza hacia atrás, y al evitar tal ataque contra su cuello, decidió tomar distancia. Arremetió con una patada hacia el tobillos de su contrincante, permitiéndole desequilibrarla y obligarla a retroceder, estableciendo así algo de lejanía contra dicha arma, para luego realizar otro movimiento, con la intención de rebanarle la cabeza; pasando su sable por encima de la coronilla, en un corte de "media luna" de arriba hacia abajo, en dirección a la garganta de su presa. No obstante, esta pudo bloquearlo con el otro abanico que tenía cerrado en su zurda, en un veloz movimiento conocido como "defensa media" o "defensa del espejo", ahora con la intención de hacerle una estocada con su derecha. Con la distancia tomada, Asmos volvió a lanzarse sobre el cazador, avanzando un paso más, pero ahora su objetivo sería al estómago. Desafortunadamente para la dama, no tuvo el resultado que deseaba, pues aunque no falló en tomar a su adversario desprotegido, no contó con que este también portase una cota de malla bajo la ropa.
Dark, sin embargo no pudo evitar esbozar una macabra sonrisa a su presa;
―¡Habéis caído! - Exclamó, al tiempo en que liberaba así la diestra, acabando por terminar empuñando su espada con sólo una mano, y de golpe bajaba la derecha de su enemiga de un manotazo para pasar a atraparle rápidamente el antebrazo, apretando fuertemente su agarre, tirando incluso de ella, con la intención de hacerla soltar su extraño cuchillo.
En cambio para Asmos, al ser consiente del atrape de su miembro, rehusó la ofensiva con el cruzar; el retraso de su pie izquierdo, permitiéndole posteriormente girar hacia atrás y quedar justo a espaldas de su perseguidor, aprovechando para, con el otro abanico que tenía libre, ponerle el filo de este al cuello:
―¿Decíais? -Se burlaba el demonio a los oídos del cazador con voz suave y lentitud en su hablar.
Y no fue sino al sentir la calidez de sus labios rozando su oreja izquierda que sus sentidos se agudizaron y los escalofríos recorrieron su espalda ante la cercanía con el filo de la muerte. Soltó entonces su espada, dejándola caer al suelo, liberando así su otra extremidad y en un ágil movimiento, antes de que Asmos se atreviese a degollarlo, dando fin a la vida del mercenario. Pero este usó sus propias manos para cubrirse la garganta, presionando con fuerza el filo de la cuchilla del oponente, dando comienzo a un forcejeo. Y no fue más que la sangre que escurría de las palmas del cazador, al tiempo que soltaba quejidos de dolor. La mujer trataba de jalarlo hacia atrás y con su otra mano que tenía liberada clavársela en la cabeza. Walter, en cambio se esforzaba por ir hacia adelante y con su derecha desviaba y atrapaba la segunda ofensa dirigida hacia él, preocupado no sólo por el corte, sino también por aquella posición que también lo privaba de la respiración.
Y en un instante que Dark pudo coger un poco más de aire, al mismo tiempo en que había conseguido lograr que la diestra soltase su arma, pudiendo ahora tener ambas manos para encargarse del filo de la otra que amenazaba su cuello. Tomándola con ambas manos, no para quitársela, debido a que el demonio era mucho más fuerte que él y además su brazo derecho ya secundaba al izquierdo, si no podía cortarlo, entonces lo asfixiaría.
El mercenario con ambas extremidades, aseguró las de su presa, dando un paso al frente y con el inclinar de su espalda hacia adelante, tal y como aquél que intenta agacharse, pudo así librarse de ella; Asmos fue arrojada al suelo impulsada por su propio peso, debido al movimiento del cazador.
Una vez teniéndola en el suelo, se dedicó a patearla en la cara para desorientarla. Acto seguido, con su pierna izquierda pisó una de las muñecas de su enemiga con toda la intención de provocarle una fractura, logrando que abriese las manos y soltase el otro abanico que tenía, alejando de una patada su arma para dejarla fuera de su alcance. Nuevamente volvió a patearla y pisotearla una segunda, tercera y cuarta vez, cada una con más fuerza que la anterior en áreas como la cara o la frente, haciendo que el preciado líquido carmesí emanase de sus labios, nariz y de entre sus rizados cabellos.
Y por esos instantes no se escucha más que los alaridos de dolor de la joven, haciendo enfervecer la sangre de su agresor, quien se había inclinado para poder cogerla de su melena. Tiró entonces de ella, obligando a su víctima a abrir los ojos, para encontrarse con aquellos penetrantes ojos verdes del cazador, el cual le dedicaba una macabra sonrisa. Sus bucles caían directamente a los costados de Asmos.
―Podría daros muerte ahora, cortaros vuestro miserable cuello, comeros vuestra cerne y beber de vuestra sangre.. - Explicaba así el hechicero. Una macabra sonrisa fue dibujada en sus toscas facciones. Su voz era gruesa, cortante y rasposa. ―Pero hasta yo sé que no hay nada como la compañía de una mujer, después del éxtasis de una batalla...-continuó, de la misma forma en que volvía a jalar de los cabellos de su presa y acercaba más su rostro al suyo ― Créedme..- río un momento para sí, a la vez que los dedos de sus callosas manos se atrevía a dirigirse al seno izquierdo de la víctima, dejando consigo huellas y acortaba la distancia aún más con esta, lamiendo la sangre que resbalaba del rostro hasta las orejas y partes del cuello de la dama. ―Antes puedo hacer de esta experiencia mucho más placentera...- y no fue más que los ardores de la lujuria que ardieron en el fuego de su mirar, así como las más mórbidas, siniestras asquerosas perversiones en su rostro, calando los huesos del demonio mismo. Dicen que los ojos son la ventana del alma, y ella había viso demasiado. Era la consternación, así como el terror y la repulsión expresada en sus rasgos los que hablaron en su lugar, haciendo evocar entonces que un fuerte y agudo grito de angustia desde lo más profundo de su ser, lastimando los tímpanos de su perseguidor, pues había gritado tan cerca suyo, causando su aturdimiento por un momento y pudiendo aprovechar esto para librarse; rápidamente le había tomado de la cintura al enemigo, aprovechando de sus previos descuidos. Con gran denuedo, a pesar de las fracturas de su brazo, pudo levantarlo del suelo y cargarlo, al tiempo en que con esfuerzo reincorporaba su espalda, arrojando a su oponente al frente. Este impactó contra el muro que daba fin al callejón, dejando escapar un desgarrador rugido de dolor de su garganta.
Walter, a pesar del azotón, no recibió tantos daños como se esperaba, pues su armadura y el abrigo había amortiguado el golpe en la columna, aunque aquella sensación de mareo y zumbido en sus tímpanos, como también la rotura de su cabeza debido la caída seguían presentes. Tardó unos instantes más en recuperarse. Pudo ser consiente del golpetear del calzado de su presa al correr y los quejidos que esta hacía al caminar, de los sollozos que se hacían apenas audibles para él. Momentos después fueron los pasos de la muchedumbre y el raspar de las armaduras de los caballeros que se dirigían ante el lugar atraídos por los gritos, alarmados por una vacilante y afligida doncella que provenía de allí; se lanzaba ante los hombros de los guerreros y se postraba, brindando una penosa imagen, advirtiendo sobre el asecho de un terrible asesino.
―¡Maldita prostituta! ¡Inmunda ramera! ¡Hija de la gran puta! - Y para cuando Dark consiguió levantar nuevamente su mira, mil maldiciones fueron emitidas de sus labios...
---------------------------------------------------------------------------
Notas de autor:
La ciudad de Tricasses realmente existió dentro del territorio de francia, era una antigüa ciudad gala, y era más el nombre que se le daba a un pueblo y su capital era la ciudad de Troyes a rillas del río sena, como ven en este capítulo hice referencia a esto (así como que ambas ciudades están cerca de un río)
Cartman es el nombre de una de las diosas celtas de la brujería, de los demonios. Tenía consigo tres hijos: Dub ("oscuridad"), Dother ("mal") y Dain ("violencia"), destruyendo cualquier cosa o a cualquiera que se entrometiera en su camino, causaba el terror y el espanto , era sinónimo de muerte, hasta que en la shistorias describen que los Tuatha De Dannan, los "pueblos de la diosa Danu", usaron su magia para luchar, derrotándola y llevándose a sus hijos a través del mar. Hice referencia a eso nombrando a los ríos y al gran lago como ellos (incluso su "relación" con el agua)
Anar, así como Ithil en la mitología tolkiana es la encarnación de la luna, el es a encarnación del sol, eterno enamorado de Ithil, sin embargo Elberth decidió separarlos y se dice que por esta razón ocurren los oclipses en la mitología élfica, es anar buscando acercarse o ver nuevamente a Ithil y que hay noches o días donde su barca se caerca demasiado a la suya, sin embargo no pueden estar juntos por mucho tiempo.
Las palabras "Calen Olin", son de idioma élfico de Tolkien y literalmente significa "piedra verde".
Swihoniz/Sweoðeod/Lochlanach fue el nombre que se le dio en la antigüedad a los de las tribus y pueblos del norte de Suecia.
Las palabras "dubi" y "arhwo"son igualmene palabras del lenguaje antigüo, la segunda siginfica "negro" o "obscuridad" en la lengua gala y la segunda sinfica flecha.
Quiero mencionar algunos datos que se me escaparon en los capítulos anteriores, como el hecho de que en la edad media NADIE se bañaban o no era tan bien visto el bañarse con regularidad, ya que extraña y contradictoriamente se creía que el baño era malo para la salud, además de que hubo un tiempo donde pensaban bañarse en grupo en las casas de baño fomentaba el pecado y porque no todos tenían el lujo de disponer de un baño privado o de las comodidades la actualdiad, los nobles (y es exagerando que eran fanáticos de la limpieza) se bañaban como una vez al mes y los pobres como una o dos veces por año. A veces las personas se solían frotar con flores o pasar superficialmente por su piel algún paño remojado en perfume sólo para disimular su mal olor (de hecho, de la edad media surgió la tradición de regalar flores a la mujer o que las mujeres se adornasen con muchas flores, pues intentaban disimular el mal olor) tampoco se solían lavar o limpiar los dientes con tanta regularidad (usaban hojas de romero, paillos o cenizas de romero para enjuagarse la boca con ellas).
Así como no solían cambiarse la ropa o bañarse, tampoco solían levarse el cabello tan seguido o cambiarse el peinado (podrían tener el mismo peinado por semanas o meses, no se lo lavaban para mantenerlo, como ven los cuadros antiguos con esas muejres que se arreglaban el cabello en esos elaborados y excentricos peinados), o al menos no con tanta regularidad si eran demasiado elaborados como antes, y usaban la grasa para "humectar" sus cabellos.
Anteriormente uno podía hacer sus necesidades en la calle o en una bacinica y los tiraba de los balcones o de lo alto de su casa (siempre dado antes de tirar una advertencia, gritando "¡agua va!", aunque se decretaorn leyes que lo prohibían, nadie hacía caso de estas.)
debido a que algunos deliberadamente podrían orinarse o ..bueno cosas poco agradables en su casa, la gente lo que solía hacer era poner paja en en interior de sus hogares con alguna hierba aromática o flores entre ella para intentar darle mejor olor al lugar.
Los perfumes anteriormente no eran como los concoemos (y el cristal, tna sólo un baso de crital era algo muy caro en la época), no se vendían en frascos de cristal (y si lo hacían eran muy grandes o se vendían litros en cántaros),eran bastante costosos y no todos podían acceder a ese lujo.
La ropa igual rara vez se cambiaba (generalmente podían usar la misma ropa por semanas o meses, o sólo se cambiaban cada cambio de estación, los habitos de higine eran .. bueno, la higiene brillaba por su ausencia).
El esclavismo era socialmente aceptado en es época, era común ver a los esclavistas viendiendo personas en las plazas públicas, eran en su mayoría prisioneros de guerra de algún pueblo o país conquistado, raptados y secuestrados, había igual ditintos tipos de esclavos, distintos precios para cada uno (dependiendo de muchos factores como edad, físico, salud, conocimiento, fuerza o condición física, si era casto/virgen, etc..), había también un mercado específico de esclavos sexuales.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro