Capítulo 11.- Relatos de hospicio, cuatro...
IIII
Preparativos;
Dos días más tarde pasado y el sol se brillaba por lo alto de la avenida de los quincalleros, que a su vez daba a la calle de los tintoreros, donde además de telas, secretamente comerciaban con toda clase de fetiches, y se elaboraban velas, misma que se dividía entre una serie de angostos y laberínticos corredores, que daban pinta de ser interminables, pues conducían a otros distintos callejones...
Y mientras las gaviotas alegremente cantaban, a la par que del tejado el vuelo alzaban y en el cielo, junto a Anar, las alturas gobernaban...
Era el trivial ajetreo de otro día de trabajo que la algarabía de los mercados impregnaba, así como el olor a mar y tierra mojada que hasta los pequeños puestos bajo las carpas llegaban;
—Entonces... ¿Nos entendemos?... – Y cierto joven mercader con un misterioso hombre de considerable estatura y escuálida figura comerciaba, y era su capa lo que un antifaz de sombra sobre el tabique le formaba y las esculpidas facciones parcialmente le tapaban, pues a veces la columna contra la madera recargaba y ligeramente se encorvaba.
—Sí, supongo que podría darle lo que necesita... - César Baldi asertivamente contestaba, al tiempo que con la cabeza ladeaba y con la palma, a la entrada de la carreta se apoyaba.
—Ya lo creo... - Decía el otro mientras que, del bolso un segundo frasco sacaba y sobre la mesa lo dejaba. —Considerad esto como un modesto presente por la amabilidad mostrada... - Sonriendo maliciosamente, su hermoso rostro y esos afilados dientes blancos, cuales perlas, fugazmente le mostraba.
—¿Os dais cuenta que podría gritar, llamar a un guardia para que os quemen por brujo? – Era lo que el bardo, preguntaba. Luego de haber examinado el maldito brebaje con el cual lo sobornaba.
—Sí...– Entre secas risitas el cliente musitaba —Podríais... - Continuaba. Un poco acalorado, buscando aire fresco, la frente alzaba y la capucha de su cabeza se bajaba, y he aquí que de Lifer se trataba...- Y entonces yo podría contar lo que me han dicho de vos...
Luego de lo que por aquellos días pasó y las diversas pretensiones que esto generó, no es de sorprender que Lucifer hubiese realizado, aún desde varias ya semanas, su propia investigación; Merodeando un poco por las calles aledañas al sitio donde la gitana murió, con varia gentes se entrevistó y últimamente, hasta entre mercaderes, rufianes y burdeles de mala muerte se metió. Siempre de tras suyo, minuciosamente los rastros y similitudes diversas siguió.
Tarde o temprano con César, en algún momento se encontró y un oferta bastante tentadora le ofreció...
—Sí, así es... - Y a lo que estaban jugando, desde un principio el apuesto bardo comprendió. Esos labios tan sagaces torció. Sin embargo el ceño, levemente frunció y una ceja levantó. Fue así que, acomodándose el cabello suspiró. —¿Hay algo más que necesitéis o yo deba saber? ¿Y qué me otra cosa ofreceréis a cambio de mi silencio? – y tratando de mostrarse segur, firme y prudente inquirió. Adoptando un aire que en los negocios aprendió, reservado a la hora regatear, acostumbrado a cierta clase de clientes y asuntos un tanto más turbios con los que a veces le tocaba lidiar. Lo que en realidad significaba "¿Cómo estáis tan seguro que os traicionaré y de vuestra llegada a nadie informaré? ¿Y que me garantiza que no me engañaréis?"
—¿Es que con nada os complacéis? – Y ciertamente disgustado, protestó. Pero sin alzar demasiado entonación. —Entonces devolvedme mis cosas y mucha suerte cuando os aprendan y os torturen, seguro que en la hoguera pronto arderéis, porque yo no os sacaré.
—Bueno, ya... - De mala gana, un tanto hastiado le respondió. —Sólo decime el día del encuentro o cómo debo convencerlos... -Prosiguió. No obstante, la mira a los frascos de soslayo regresó y de nuevo ese pesado y abrumador silencio con sólo verlos la garganta le oprimió y de ese mal agüero le llenó, con el inflar del pecho y el apaciguar de su respiración. —¿De dónde diablos la habéis sacado? – De nuevo, susurrando le insistió. Al tiempo que, bajo la sombra, escondidos tras varios recipientes mejor los ocultó.
—Digamos que... Un amigo hace tiempo me las dio... - Lucifer simplemente sonrió. A césar, por su parte, esa respuesta no le complació;
No se trataba del intercambio de cualquier clase de poción, pues más valiosa que el oro resulta tan sólo un poco de polvo de escamas de dragón, incrementando las propiedades regenerativas que, junto a la legendaria sangre azul se atribuyó. Pues a diferencia de la sangre de demonio pudiendo llegar a ser negra o roja, hierve en agua bendita o experimenta alteraciones en el color a las altas temperaturas, esta singularmente es fría, tardando más en calentarse o aunque la pasen por el fuego, difícilmente llegue a evaporarse. No despide olor alguno y adquiere gradualmente una ligera tintura purpurina cuando se oscurece a la luz del sol.
—Y desde ese día las tuve yo... – Mintió. Y acomodándose la ropa, ese típico semblante estoico y serio, el rubio recobró. La cabeza a cubrirse volvió y estaba por darse media vuelta cuando finalizó —El miércoles por la plaza de los cuchilleros, a una esquina del burdel... Será antes del atardecer...
—Uh... Ya veo. Bueno, de todos modos, fue un placer hacer negocios con usted – pero satisfecho o no, a veces la ignorancia es una bendición. No obstante titubeó, y antes de retirarse, a Lucifer del brazo lo jaló; este, con vehemencia se volteó y esa súplica clemente en voz baja escuchó:
—A mi acompañante, la elfa no le hagáis daño, que en esto nada tiene que ver. – Apesadumbrado, fervientemente le rogó, pues la horrible punzada de la culpa estocó su corazón. —Y que esto quede entre nos...
—Correcto... - Y de un simple movimiento, sin mesura del agarre se zafó. —No la tocaré - Y Poco faltó para que hasta siseara de molestia, debido a la segunda interrupción —¿Y ahora qué?
—Si alguien pregunta, jamás tuvimos esta conversación... – y acercándose más al oído, sin mucha necesidad de ello, realmente, el demonio le oyó.
Lifer con la cabeza asintió, luego se dispuso a alejarlo, bastando menos de un empujón. César, desequilibrado tambaleó, pues sin haber hecho mucho, más fuerza en alguien tan blandengue y escuálido hayo de la que alguna vez creyó. Tan sólo observó como este caminó, y entre las gentes, el rastro con la vista le perdió... Y un intranquilo sentimiento, vestigios de esa macabra presencia, aún después de irse, por varios minutos le dejó...
Y aún luego de un par de horas, a ratos, rebuscando entre los tiliches, contempló calladamente el objeto de su inusual admiración, mismo que el demonio, en intercambio le entregó. Y una apabullante aura de incertidumbre con sólo acariciar el borde de uno de los frascos le invadió, y como quien teme al mal presagio, o tal vez a los rápidos latidos de ese atribulado corazón, cuyas acciones hasta la tumba, desde ese día le reprochó, más en esos instantes ni lo pensó... Pues el mágico elixir, su codicia sólo incrementó, y sin embargo... La paz y el sosiego del alma, abandonó.
Repetidas veces, viendo a todos lados, en el más súbito secreto la ubicación de las pociones cambió, y queriéndolo o no la ansiedad le atormentó, cosa que el semblante palidecido de su rostro no ocultó;
—¿Qué hacéis? —Se decidía pues cual el mejor sitio para ocultarlas mejor, cuando de pronto la voz de Fridah escuchó, y tremendo sobresalto. Extendiendo la mano, de la espalda le tocó, ya que por detrás se le acercó.
—N... nada, nada... - El mercader titubeó. Inmediatamente, antes de darse media vuelta, entre sus ropas los objetos guardó.
—¿Y qué es eso? – La elfa, nada tonta... ese raro comportamiento notó y tan curiosa como a veces pueden ser los suyos, inquirió.
—Na... nada importante... - El joven bardo mintió. Y acomodándose los bucles, prosiguió — ¿Pero qué maneras son esas de aparecerse que hasta espantáis, mujer? - Una pausa, recuperando el aliento tomó. Fridah, por su parte, una ceja, algo incrédula, levantó. —Mejor decidme si nuestro amigo, el sucio Walter por fin ya se bañó...
—Uh... Bueno... - Y aunque, calmada en todo momento conservó. He de deciros que cierta intriga en su aliado le generó...
Era el olor a cuero, madera y tierra mojada el que impregnaba las calles aledañas al mercado de pescados, así como las sales y hediondas bestias que llevaban cargamentos de aquí y allá. De vez en cuando, la bulla de los niños y la risa de las mujeres se alcanzaban a figurar, entre las voces del galanteo de algunos varones con sólo verlas pasar...
Y oculto tras el velo de las sombras, tan sólo le quedaba resoplar, al tiempo en que de nuevo su barbilla palpar. Y al contemplarse sobre el reflejo del metal, sus ojos verdes aún no lo podían asimilar, pues como con crueles fantasmas del pasado se volviese a encontrar. Y le parecía como sí, por lo menos diez años de encima al afeitarlo, ese maldito bardo le hubiese logrado quitar. Y pese a las prisas, o lo complicado que a veces resulta trasquilar a alguien que se mueve demasiado y no deja de protestar, no consiguió su larga melena cortar, Walter al menos accedió a amarrarla, después de sacarle al menos unas cuantas liendres y dejarse bañar...
Le habían peinado el pelo, y ni eso bastó para todas su greñas desenredar, pues lo reseco y encrespado lo tenía de manera natural, así como conseguido por ahí un par de ropas nuevas, y en lo que las que tenía se terminaban de secar, al igual que todos los hoyos de parchar. A la vez que, tras los bordes de la angosta y solitaria callejuela por la que de vez en cuando, precavidamente se atrevía a mirar, como quien busca pobres almas contra las cuales atestar, cierto es que muchas cosas por más que uno cambie no se consiguen ocultar, pudiera ser que eso intentase aparentar o dándose valor para con las gentes atreverse a entremezclar. No sin antes convencerse así mismo, apreciando extrañado ese rostro con el que nunca se imaginó volverse a encontrar. Y el pesar de aquellos dolorosos recuerdos le llegaba sin duda, en silencio a atormentar. No es de sorprenderos su conciencia en las noches le reproche, colmándole de horrorosas pesadillas de tan pútrida que está...
Y allí estaba él, atisbando esa a veces difusa imagen que con los destello de la mañana y en contraste con la penumbra, en el filo de su navaja se llegaba dibujar. Decidió pues, la cuchilla por fin guardar y sea lo que los dioses quieran...
Y mientras se dispuso a caminar, poco a poco más con la chusma y por calles concurridas, entre los vulgos atrevióse a entremezclar. Y no hubo más que el ruido sordo del calzado al chapotear con el charco de las aguas, así como del arrastre de su lento y aún lastimoso andar. No del todo se había alcanzado a recuperar, podría decirse que de vez en cuando, por ratos hasta volvía a cojear. Pues inefable era el suplicio que debían continuamente soportar, incluso pudiéndolo regenerar. Con las manos en los bolsillos, alcanzaba a palpar, escondido bajo el manto donde traía el puñal, al tiempo en que de vez en cuando, atreverse de soslayo al entorno avizorar. Sólo para más transeúntes hallar.
Entre tanto, hacía esfuerzos para la atención no llamar ni adolorido gruñir y los dientes castañear, así como desviar oportunamente su camino, encorvarse y a dirección contraria mirar a la hora que veía el carruaje negro con la escolta de guardias y soldados pasar.
Siguió así hasta la plaza pública de Girenhar, cercana a la estatua de la fuente de Rhiannon. Uno de los puntos preferidos, no sólo por los vulgos, de reunión. Porque abundaba de todo y a toda clase de aventureros, magos y mercaderes trayendo exóticas maravillas y cosas de los puertos que se podían encontrar. También abundaban gitanos, músicos y cantantes dentro y fuera de algunas tabernas con vagos para charlar, y si sois astuto hasta de ciertas historias, secretos inenarrables os podéis enterar, cuentos y oscuros relatos de intimidad, entre otras cosas que no se pueden ni contar...
Con tan sólo deambular, abriéndose paso entre el gentío, pues presuroso era el ritmo de sus pasos y turbio el fulgor de su mirar. Se limitó a escuchar al viento y las olas cantar, y el vocerío de las muchedumbres y el repiqueteo de los caballos que de vez en cuando hacían al caminar, junto con ruidos propios de las ruedas en el lodo del empedrado crujiendo con cada vuelta al impactar y pardieses varias de aquellos cuantos del lado de la calle que consiguió embarrar de suciedad. Fue allí, regresando la vista al frente que pudo ser capaz de escuchar;
—Para poderle atrapar, debéis mostraros graciosa y atrayente, no hace falta ser muy hermosa... Aunque esto, las cosas a una suelen facilitar...
—Soy muy chica y vosotros más fuertes ¿Y cómo haré yo para poderlos dominar? - Y mirad con la clase de señoritas con que llegóse a topar; Y he aquí, cuatro truanesas de reputación dudosa, entre ellas la elfa Írimë saqueadora de criptas y asesina de un montaraz, con las dos Maleenas, una cortesana de armas tomar y la otra, amante de los venenos, estocadas silenciosas y prima de César.
—Todo hombre tiene una debilidad... Tal vez os falte enseñar un poco más... - Así joven de tupido cabello rizado le llegó a esa tremenda niña a contestar. —No demasiado... Tan sólo lo esencial. Todavía sois pequeña... Pero la inocencia a veces resulta la mejor arma, si queréis a un hombre domar.
—Hacedlo sentir a gusto y seguro, jugad un poco con vuestra presa y cuando lo agarréis, demostradle que de vos nunca escapará... - Prosiguió rubia Írimë, quien se sacaba un pequeño frasco de su escote, tan diminuto como un pulgar y a Kareehna se lo daba a guardar.
—¿Qué debo hacer con esto? ¿Debo tomarlo o él se lo debe de tomar? ¿Sirve para envenenar?
—Eso depende qué tanto le pongáis, una pizca puede el deseo y su amor avivar... Pero sólo una, no más. Decidme ahora a quién anheláis conquistar y quiénes son esos malnacidos a los que queréis hacer pagar...
—Eh... - Y antes de que pudiese hablar, o para estar a nivel suyo la elfa se tratase de postrar. Fueron los ojos del cazador que, levantando una ceja, a pocos metros de distancia, bajo los arcos, se atrevía a juzgar, girando el mentón con suma brevedad, y ni al consternado rostro de la mujer o a la corona de flores, adornando los largos cabellos, cayendo por la espalda de la niña de encima pudo quitar. Y aún, oculto el mentón bajo la percudida capa, no sólo a la bella extranjera sin pronunciar palabra alguna logró callar, porque incluso a Dark también le sobrevino esa abrumadora sensación de incomodidad y unos escalofríos a todos el aire frío hizo llegar, pese a que, siendo de día los huesos de ellas hizo calar, y apenas atisbando la reminiscente imagen de la dureza de las facciones de la cara tapada por el juego de las sombras dibujadas por los bordes de la tela, esa misteriosa aura a Maleena le resultó extraña y aterradoramente familiar...
Alejóse de allí un par de pasos más, yendo de largo, echando un vistazo a la conocida taberna de la hermana de Harald, famoso por el grog y esa receta de pasteles de pescado que la volvía tan particular, lugar de vicio, apuestas y gula sin igual, y últimamente frecuentado por la pequeña Karehna y Rägvanald;
—¡Mentira! ¡Por las barbas de Odín y el buen nombre de mi padre, eso es una mentira! – Cierto de deslavados vestidos rojos y dorados cabellos tajantemente de falsas acusaciones se defendía, y aunque de noble corazón y alma pacifista, como fiero guerrero del norte, su humor tenía y si le provocáis lo suficiente, imposible es deducir lo siguiente que ocurriría.
Y tras el pequeño tumulto, a la entrada del establecimiento era lo que se oía y algunos chismosos de los portales, esperando ver sangre cual montoneros, poco a poco se reunían. Y he aquí que el Lochlanach, seguido de cuatro hermosos elfos salían...
—Típico de seres salvajes, no me sorprende viniendo bárbaros de su clase – Y haciendo como que le ignoraba, a los suyos comentaba. No obstante, queriendo que le entendiese en la lengua común de los galos hablaba. Altivo y ensañado a verle volteaba. —Si ni siquiera respetan a sus monarcas, mucho menos así mismos, viendo como viajáis y a vuestros acompañantes tratáis.
—Tan sólo miradle la cara, con ese viejo y anticuado bordado de halcón que parece que ya se deshilacha. Y esas botas...- Finos eran los grabados de sus ropas y largas las melenas que, siendo tradición de los propios elfos, sobrepasando incluso la cadera se dejaban. Hermosos de aspecto, pero dura e hiriente la frialdad en sus miradas.
—¡¿Cuál es vuestro problema y qué mal les he hecho yo para que me insultáis de esa manera?! – Inquirió Rägvanald.
—No nos gustáis, además sois hediondo y un mal ejemplo. ¿Qué clase de tutor permitiría que su protegida juegue con cuchillos, ande con los gitanos y hable con las plebeyas? – Reprochó el tercero.
—Corriendo a recoger flores entre el fango, ensuciando los dobladillos, se mete entre la paja con las ovejas... ¡como si fuese una de ellas!
—No me atrevo a imaginar cómo es que la cuida – Dijo el más alto de los tres. Be—Despreciable... arrastrándose en la tierra, como los cerdos. ¿Y cómo estáis tan seguro de la inocencia de alguien que pudo atacar a la corona y salir impune?¿ – Claro, se refería al asesino de doncellas? – prosiguió. —¿A caso tenéis pruebas? ¿Hay algo acaso que os haga dudar de su culpabilidad?
—¿Tan atroz crimen es dar una opinión? –Rägvanald contra interrogó.
— Eso no es propio de una señorita. Pero si así son los hombres de vuestra tierra, no me sorprendería que fuese cierto que sus mujeres rugen, gimen y corren en cueros, como las bestias...- Y no hubo más que la mofa, así como del tono despectivo en su hablar.
—¡No habléis así de ella! – Y muy cerca estuvo de desenfundar por fin su espada, con los puños cerrados y apretadas facciones, de cejas juntas puestas dando hacia abajo, enmarcadas por esos dorados cabellos ondulados...
Y a cuando sobre ellos ya se abalanzaba y la diestra a su arma lista estaba, justo apunto de desenvainarla, no hubo más que los aullidos, así como el reprimir de aquellos entrecortados quejidos al tirar brusco del manto y sus vestidos...
—No tengo tiempo para esto, muchacho... - Lo que pasó era que Walter tras del joven se posicionó y de la ropa, y luego de los pelos hacia sí lo jaló, por lo cual Rägvanald y por poco al suelo cayó de sentón. El consternado joven naturalmente se quejó y a los presentes sorprendió. —Yo me hago cargo de esto... - Lo único que por el rabillo del ojo se contempló el fantasma de las traspasantes y verdosas pupilas del cazador girándose de soslayo al trío espectador, no muy seguros del cómo o por qué pero temió y los huesos les caló. Un vibra extraña que los abrumó y que en ese momento nunca nadie adivinó de quien realmente se trató, tan sólo el atisbo de su imponente figura bajo la castaña cabellera que como velo usó y la cabeza, haciendo uso de la larga capa, cual espectro bajo las sombras se cubrió y el rostro parcialmente le escondió, tan sólo le atisbaron la silueta y el entrecorte de su enronquecida voz...
De este modo, en medio de las protestas erráticos movimientos del rubio buscando liberarse, cogiéndolo de las orejas como a un niño se lo llevó y el duelo interrumpió...
Arrastrarlo suficiente consiguió, pasando de la principal avenida, procurando siempre no llamar mucho la atención, que en más de uno lo logró, pero juzgando el modo en que le reprochó, posiblemente como un padre o mentor se le tomó. Yéndose por atajos y solitarios corredores por los mismos que antes pasó. Y no hubo otra cosa que fuerte azote contra la pared musgosa cuando sin previo aviso al interior de un callejón, no muy cerca, ni lejano, su tambaleante y escuálido cuerpo, cual si fuese nada arrojó y ferozmente le azotó;
—Veo cuánto os gusta buscaros problemas, niño....- Continuó. No obstante, un encolerizado guerrero, apenas recuperándose del impacto y enormemente confundido, teniéndolo de frente, defenderse intentó, sin embargo erró. Porque con el agua estancada resbaló y al suelo directamente se fue de sentón;
—¿Y a vos qué demonios os pasa? – Mas Dark hizo como que no le oyó, y pese a las patadas que quiso lanzarle o los pasos largos que el otro, moviendo la cadera para establecer distancia y escaparse realizó. El brujo sin mucho esfuerzo lo neutralizó; Simplemente las piernas a un lado empujó e indefenso Rägvanald quedó. De esta forma arremetió y jalándolo de la ropa, a reincorporarse lo obligó. Y contra el muro nuevamente le estampó...
—Eso mismo os digo yo... - Y contra el muro nuevamente le estampó. Y el rubio en ese momento no percibió otra cosa que la aspereza de su voz, así como el cálido aliento cuando este suspiró. Y fue allí, al levantar ligeramente la mira que su nariz con la suya juntó y en el misterio de esos penetrantes ojos como la hierba se perdió. Rägvanald entonces tiritó.
—.... – Mil pensamientos conjuró, pero su labio enmudeció. Fue allí cuando Dark le abofeteó;
—¡¿Es que acaso sois imbécil o el mosto pendejo os dejó?!– Severamente masculló. El desorientado joven, muy a su pesar un gemido emitió cuando por tercera vez con el muro sentía como, aunque menos fuerte que antes, le estampó. —¡Escuchadme bien, muchacho. No tengo tiempo para vuestras tonterías, para la otra van a mataros si seguís mariconeando por ahí!
Y por más que en esos instantes a la cara le gritó. El apuesto extranjero no contestó, sino que, difuso, entre el la furia y el escozor, así como atisbos de una nostalgia prevalecientes en el exhalar de su respiración. Una imagen en su mente remembró y de algún modo, todo esto tan familiar le pareció. Fue entonces cuando por fin se defendió;
Con la parte dura del antebrazo, en defensa media, adivinando el segundo golpe, lo bloqueó. Y usando el mismo brazo, en un tremendo derechazo arremetió. Mientras que usando la otra, del agarre se zafó, pues el puño apartó, bajo la uña del pulgar la suya le enterró. Dark de momento retrocedió, pues, siendo más fuerte, la agonía punzante, aunque bastante, no por mucho le duró. Ni siquiera se quejó. Eso sí, no se lo esperó. Tan fuerte fue el puñetazo que la nariz y el la comisura del labio le rompió. Y no hubo otra cosa que la sangre que de sus cuencas emergió.
Y por un incómodo segundo, ninguno, ni tan solo un sonido emitió. Sino que callado, viendo al otro con ojos perplejos y pupilas contraídas Walter viéndolo furtivamente, la manga los fluidos le limpió, cual sudor. A su vez que Ragvanald contempló de reojo el puño lastimado que a causa del impacto se le enrojeció, puesto que, debido a las muchas contusiones el cráneo al mercenario se le endureció.
—En guarida...Marica... - Jadeante, adolorido, no digamos blandengue y de piernas tiritantes, adoptando una postura defensiva, preparado para desenfundar su daga, a desafiarle se atrevió. Y fue allí que el cazador lo comprendió...
—¡Hijo de puta! - Y preparado para abalanzarse como una fiera se preparó. Y pese a que enfrentarlo, como último recurso de vida o muerte se planteó, a la imponente corpulencia, llegando el cazador a rebasarle más de un pie de altura, por gigantesco se lo tomó... Rägvanald temió... Un paso retrocedió...
No obstante Walter rio, y no fue más que aquella socarrona y violenta carcajada lo que por los callejones resonó. Tan abrupta y tan profunda como lo es caer en un pozo de perdición. Y allí estaba él, ese sorprendido guerrero tan sólo le vio echarse la mano a la frente, acomodándose las greñas. Hacia adelante ligeramente se inclinó, y muerto de la risa habló;
—¡Así me gusta, niño tonto! – Y conteniéndose, o al menos eso mejor que pudo intentó —¡Veo que ya estáis aprendiendo! – Prosiguió —¡¿A eso llamáis golpe?! – y dando un golpe de campana, la pared impactó. Y aunque no la perforó,... vaya que resonó, y hasta dicen que unas delgadas grietas chiquitas le dejó. —¡Hasta mi esposa querida me acaricia más fuerte que vos!... – A la izquierda por un instante volteó, y en su rostro cierta remembranza figuró. Pues aún sin mencionarla, invocar su solo recuerdo le estremeció y en el alma sintió que algo se rompió —¿Y sabéis algo? – la mira le regresó —¡LA MUY PUTA HACE DIECISIETE AÑOS SE MURIÓ! - y a carcajadas, sin lágrimas lloró.
Y aquello, al joven todavía de sobremanera confundió. Si os lo preguntáis, en parte ya se esperó en él ese repentino y abrupto cambio de ánimo, así como los atisbos de tan particular y macabro sentido del humor esa extraña sensación de haberlo oído antes le resultó. Sin embargo... igualmente, muchísimo le asqueó.
La guardia, visualizando recibir cualquier ataque, no bajó. Walter Dean, por su parte, viéndolo fijamente prosiguió;
—¿Y sabéis algo?...Que os joda, muchacho – Exclamó —Cualquiera en mi lugar ya os habría empalado por el culo, porque eso os ganaréis si seguís tan idiota como sois. – Y vaya que, en parte al difunto Owen en ese agracial rostro y esos largos bucles dorados visualizó... Y el peso de la culpa por siempre le persiguió. — Y yo no estaré allí para salvaros como aquella ocasión. – Y fue al contemplar de frente la faz de lo tosco de sus rasgos, a la luz del sol, que a partes del pasadizo, desde arriba se faltó, cuando el mercenario unos pasos caminó. Entonces Rägvanald lo comprendió;
—¡Sois vos! – y una alegría inmensa le abrumó. Pues durante meses la pesadumbre de su sacrificio y el agónico grito que esa vez escuchó, por haberlo abandonado, dejándolo morir, en la conciencia del desdichado mensajero torturó. —¡En verdad sois vos! – las pupilas dilató, y casi saltando de alegría para abrazarlo, guardando el arma hacia él se dirigió.
—Eh, chaval... - Y por más que al contacto suyo, de molestia balbuceó. Aquella muestra de afecto en parte aminoró la agonía de su corazón. —No tengo tiempo para estas tonterías niño... - No obstante, tan pronto como le estrujó, tan pronto le empujó.
—¿Qué fue lo que os pasó? – hubo siempre muchas cosas que a lo largo de su vida, las veces que sus caminos se toparon, de este enigmático guerrero de mal carácter y gruñón que siempre le intrigó. Sobre todo después de lo mucho que le ayudó, más que un sentimiento de agradecimiento, genuino estima con los años le cogió... —¿Qué fue de vos y del destino de la dama que os acompañó? – No la olvidó, pues la vida le salvó. Dark, sin embargo, su semblante cambió y las facciones con tan sólo mencionarla endureció;
—Justo era de ella que os quería hablar... Y precisamente fue en el preciso instante a la hora en que explicarle del asunto comenzó, una suave y dulce vocecilla gritar a cuatro vientos escuchó;
—¡Räg! ¡Raaag! - tan sólo la oyó y en verdad desconsolado se oía el llanto de su corazón.
—Kareehna... - Pero sin duda Rägvanald, aún entre el tintinear de los aceros y el ruido sordo del tacón de los calzados, aún entre el susurro audible de esos pocos transeúntes rodeando de vez en cuando la solitaria avenida y las voces de los soldados, la reconoció.
—¡Se ha ido por aquí! ¡Os juro que de lejos lo he visto, debéis creerme!... – Hallábase al borde de las lágrimas, naturalmente muerta de la angustia y la preocupación. Por conseguir guardias que vinieran en su ayuda se esforzó —Tan sólo estaban en frente de la taberna, y ese loco con cuchillos pegándole se lo llevó...
—Knulla... Jag glömde henne... - para sus adentros el joven musitó.
Dark al oírla blasfemó y la mira fugazmente asomó encima de los bordes del callejón. Y he ahí que acompañada por una triada de soldados yendo tras su cabeza encontró. Y sin embargo, una maliciosa sonrisa al rubio le dedicó. Pues, con picardía se sólo ver a la pequeña, y de deciros... pero que niña, aún pequeña y de ceñidos vestidos rosas, adornada y revestida con flores en las largas trenzas oscuras, mil cosas de su acompañante sospechó...
—Me dais asco, muchacho. Vos sí que estáis más enfermo que yo... - Negando con la cabeza, bromeó. Rägvanald, hasta de sólo pensarlo las mejillas ruborizó...
—¿Cómo os atrevéis? Es una cría... - Respondió. Indignado, sin duda por tal acusación...
—Sí.. eso dicen todos... - Walter Dean respondió. —Debo irme, hablaremos de esto otro día, niño. – Cazar o ser cazado, he ahí la cuestión.
—Me marcho a Albion al alba, pasando la noche de mañana...
—Pues mejor... - Dijo, pese a que el otro tal vez nunca comprendería a lo que realmente se refirió. —Os veo mañana, tras el paso de los cuchilleros... - Sentenció, justo antes de escabullirse entre las sombras y empujarlo bruscamente a fuera del callejón, a modo de señuelo y desviar un poco la atención. Sin embargo.. Aun tambaleando, una cosa, cual fuera ruego el viento a los oídos de RÄgvanald le susurró;
—Aléjaos de esa puta... por favor...
Y malos presagios en su pecho le afloró...
Y mientras tanto: Era el apuro de su trote, así como el repiqueteo de la suela de sus zapatos ahí sobre la tierra, contra lo duro del empedrado. Y meditando en silencio, luego de por casualidad habérsele topado y en caprichos del destino, breve tiempo otra vez juntado, de nada hubiese sorprendido encontrarse con Asmos asechando (Si no es que todavía agonizando), o en las calles merodeando. Ahora bien, Fridah, sin ventura yacía andando. De semblante pálido y ojos fijos, pero extraviados, a la vez que corría seguía pensando;
Hacía tan sólo un par de horas que a su secreto inquilino, planeando realizar unas compras, reponiendo provisiones había avisado. Viendo apenas de reojo, tan pudorosa y procurando no mirarle demasiado, como Walter, herido y magullado, a regaña dientes seguíase acicalando... Lo dejó, pues, esperando regresar temprano...
Ya os imaginaréis lo que conllevó el volver y no haberlo ni a él, ni a ninguna de sus cosas encontrado. Y más cuando os apremia el dolor y el destino, junto al peso en vuestros hombros del precio de vuestros designios...
Sucedió al avivarse el calor de la mañana, poco antes de reunirse con César y luego del rozar al alba. Entre inentendibles murmullos y ese pútrido olor a tripas de pescado que no sólo a ella tanto le repugnaba. Así pues, cruzando en medio de las gentes se hallaba, y no obstante... aquel inefable sentimiento el sosiego le turbaba y desde hacía ya varias cuadras una extraña punzada, similar en todo al arrastre de pesadas cargas, o tal vez siendo atravesada por el filo de una espada. Esto sin duda, no sabiendo el motivo le perturbaba...
Mil pensamientos le pasaron por la cabeza al tiempo que su trote gradualmente aceleraba y aunque las piernas le flaqueaban, a base de empujones y unos que otros tropezones, tirando uno que otro fruto de su canasta, las largas faldas, buscando correr más rápido ya se arremangaba.
Esperando perderle, entre las gentes se mezclaba, a veces por avenidas y callejuelas intransitadas, buscando ganar tiempo y perderle, se infiltraba. Sin saber que justo era lo que de ella deseaban...
Confundida y desorientada inhóspitos rincones como atajo tomaba, no obstante... Aquél siseo atroz más fuerza ganaba, y entre más tiempo pasaba... en un gruñido se tornaba. Y aún bajo la propia respiración, se hacía más clara. Pese a ello, al este u oeste no halló nada. Y hubiera seguido así, de no ser pues, que el cansancio la mataba y siendo tan flaca y escuálida, o lo blandengue que su cuerpo resultaba, no es de esperar que tambaleara y de los muros se apoyara. Y cuando a la salida del pasadizo ya se acercaba y con desespero, en un atisbo de esperanza contemplaba el dorado fulgor de la mañana que vivaz, cual candela para ella en ese momento brillaba... El brazo estiraba, y casi jurando que la palpaba. No hubo más que el agudo gemido de espanto que sus fauces ahogaba, así como de aquella misteriosa sombra que, desde arriba, como un felino saltaba y con gracia silenciosa se ocultaba.
Con vehemencia, dispuesto a todo, sobre la elfa se abalanzaba. Y fue tan rápido que la pobre no le dio ni tiempo de conjurar algún hechizo o magia, tan sólo atisbar como de lo alto la capa negra con el viento le hondeaba y parecía que le clavaba las garras...
Y sin embargo, azul zafiro era la flama ardiente de sus ojos e hilos de luna los alborotados cabellos que le enmarcaban el palidecido rostro, cayéndole por poco encima de los hombros. El corazón de Fridah nuevamente palpitó y una sola palabra, su alma entonces pronunció...
Fue allí que la dama de espaldas titubeó, y gracias al muro, de espaldas no cayó, sino que la palma en este apoyó. Fue allí cuando reincorporarse de un salto hacia la ella le vio;
— lyë.. – Balbuceó. Y una mezcolanza de sentimientos encontrados, teniéndolo nuevamente tan de cerca, le sobrecogió. Casi encima, apenas un par de pasos de distancia el de cuclillas, apoyado con las manos, él cayó. Las escamas escalando por partes de aquél esbelto y atlético cuerpo, apreció.
—Hiril... - El silencio rompió. Fue de todas la primera palabra en la lengua de los elfos que se memorizó. Pero más que el fulgor de la ira o el rencor, fue una mirada suplicante lo que en sus ojos la elfa contempló. La vista entonces, a las afiladas uñas de aquellos delgados dedos, rojizos y moreteados... desvió; traía los brazos desollados y al cuello aquella dolorosísima marca de espinos, producto de una escarificación. Y no sólo hasta la nuca, cual serpiente, se le enredó.— Fridah... - Exhausto, de voz entrecortada titubeó. Esta, de primeras el contacto rehusó;
—¿Cómo es que estás aquí? – Le preguntó. Sin embargo, cuando más a la rubia se acercó, y sus labios, articular sonido alguno intentó. No hubo otra cosa que el ahogar de los gritos entre las lágrimas de dolor y el ahogar de su propia respiración...
—¡Nooo! – Fridah exclamó, y llanto genuino desbordó;
Lo que pasó fue que, de un instante al otro, la criatura, desplomó y brillaron las marcas de escarificación, y pese a que su propia carne quemó, éste no gritó. Sino que el aire le faltó y la cicatriz que tenía en el cuello, como espinos le molestó...
—¡Tejón! - Espantada nunca olvidó la macabra escena de cómo en el suelo, agonizando se retorció...Pero más que eso, esto comprobó la horrible corazonada que desde un principio se temió. Al frente la mira regresó y he aquí que a una joven mujer, de oscura melena y expresión seria, con amuleto extraño colgando de la diestra, un conjuro pronunció. Mientras que con la otra, sujetaba fuertemente la correa de su perro pastor...
Asustada, pero llena de ira, reaccionó. El ceño frunció, y sin pensarlo, un maldito e inentendible cántico susurró. Y en verdad os digo que hay lenguas tan poderosas donde tan sólo basta la más efímera evocación. Y sin embargo, la morena con gran altivez a través de esos ojos marrones contempló y resaltando el pecho, bajo el hermoso bordado de esas telas amarillas, la desafió. Pues con el dolor ajeno se regocijó y de ella se burló. Esto a Fridah le molestó, y pensando matarla varias cuchillas de hielo invocó;
De pronto, se sintió como en poco tiempo la temperatura abruptamente en esa área de los callejones disminuyó y un viento helado, a todos... incluso a la misma elfa, los huesos bajo la ropa le caló. Suficiente energía suficiente, de las yemas de los dedos, junto con la columna, rasgando las ropas, cinco estacas de hielo, capaces de perforar tejidos y atravesar la carne canalizó. Y gradualmente las puntas de estas se formó. Y pese a que en un principio, no siente nada de dolor, porque el congelamiento sus músculos adormeció. Creedme que horas más tarde, agonizó... pues la piel aún más se le amorató, y de quemaduras por frío el cuerpo se le llenó. Ese es el precio que un mago de hielo siempre pagó...
—Ni se os ocurra herirla... Guardiana de Hrym... - Le llamó;
Y cuando finalmente por poco y la mató. Y he aquí que Cedrick, lanzando un pequeño haz de luz consiguió derretirlas, antes de que siquiera la tocasen, con el brillo y su calor. Salió así, rápidamente de la otra salida del callejón y a la dama blanca, de los pelos ligeramente jaló y con daga en mano amenazó. Fridah, no obstante verdaderamente más alta resultó, y tan sólo bastó un codazo a la cara para atontarlo y propinarle un buen empujón. No obstante... Las pupilas achicó y dolorosos recuerdos el infortunio avivó.
Pues he decir que el sabio, ese acento de los antiguos dialectos del norte reconoció... Y esto, de momento a la elfa le bastó para bajar la guardia, oportunidad que el otro no desaprovechó;
—No tentéis mi paciencia, que me siento hoy benévolo y de buen humor... - El mago prosiguió. —No estáis en buena posición si se trata de luchar contra dos... - Seriamente le habló. Y aunque ese golpe lo enfureció, le era mejor contenerse y no la dañó.
—¡¿Qué queréis? ¿Y por qué me hacéis esto a mí?! – Preguntó.
—Si queréis al muchacho con vida y sea borrada cualquier acusación, salvaros a vos y a los vuestros del arresto y ser parte de la tortura y ejecución pública. Debéis cooperar y a cambio veinte monedas de oro, provisiones y un buen caballo para que vuestro viaje sigáis - Y al verse encrucijada, en la cuadra floja más veces había camino. No obstante, esta vez se hallaba limitado, estrictamente vigilado. Tuvo que tomar medidas desesperadas, una de ellas fue utilizar y arriesgar a su supuesta sobrina Megara, el último recurso que le quedaba. Quien de ponto, teniendo al demonio a causa de la asfixia desmayado, interrumpiéndolo había hablado. — Si os negáis, se os acusará por traidora y complicidad...- Luego de haberlo sometido a una serie de dolorosos y tortuosos experimentos, fue por mismas órdenes de Cedrick que optó por liberarlo. Lo suficiente para que creyera haber escapado, sin saber que a la elfa los había guiado...
—¡Entregad al brujo y al bardo, o en su lugar tomaremos la vida de vuestro querido hermano! – Exigió el sabio. Y en estos días, de terribles formas a su sirviente interrogaron y algunos detalles íntimos de ella averiguaron.
Ese día, lágrimas saladas, en la soledad, silenciosas, de sus ojos derramaron y contradictorios pensamientos le apremiaron, así como de las cargas que sobre sus lomos depositaron. Y no fue sino que, apesadumbrada y caminando, pues de correr nuevamente se había cansado, los recuerdos le atormentaron;
—Tenéis hasta el alba para pensarlo. Si no estáis mañana acá mismo, no dudéis que les ordenaremos cazaros, y hasta bajo la piedra que os escondéis irán a buscarles. Y si es que paneáis traicionarnos, recordad que os estaremos vigilando...
Y el alma se le partió en mil pedazos, ya sentía como si por dentro se estuviese desangrando, porque más pálida que la luna había quedado. La pobre hasta se andaba sofocando, y la pesadez al caminar torturando. Los primeros remanentes de la pérdida de energía y las quemaduras de la espalda ya le andaban provocando estragos, y sin embargo... en otra cosa la mantenía reflexionado, en medio de cierto atisbo de angustia por regresar dónde alquilaba y no haberlo encontrado. Se hallaba pues, en dirección al mercado, planeando dar aviso a César, yendo a buscarlo...
Y cuando creyó que Dark se había largado, siendo esto lo mejor... O tal vez peor, y sin decirles nada, dejado. Fue la sorpresa, junto con el espanto que, al mirar al frente, en tan sólo un abrir y cerrar de ojos sintió como algo la tacleó...
—¡Fridah! – y adivinad a quién había invocado, puesto que justo en el, maldiciendo para sus propios adentros anduvo pensando. —¡¿Qué carajo?!.. Fijaos por donde camináis...- Cogiéndola del brazo, con vehemencia a levantarse casi obligó.
—Eso es lo que yo me estaba preguntando.... – No obstante, del agarre con el tirar de la zuda se soltó, y viéndolo severamente, reclamó. —¿Qué creéis que estáis haciendo? ¡Os he estado buscando! – Y aunque mareada, pudo haber hasta jurado que, ni un caballo, con esa fuerza o brusquedad la habría empujado. Pues, en el suelo de sentón la había empujado.
—Tardabais demasiado y me estaba fastidiando...Además, en algún momento tendría que probar si esta mierda realmente podría funcionar...- Referíase a la primera fase del plan, que era modificar lo más posible su apariencia, como César había planteado, y que en parte... le ayudó a pasar más desapercibido. Se hallaba pues, de regreso al escondite, huyendo de soldados. Aunque algo agotado, luego de haber usado su magia, ayudándole a sumergirse en las sombras, dándole vitales segundos para escapar más rápido. No obstante... no fue por aquello que de repente había pausado. Sino el mal semblante de su aliada lo que consiguió extrañarlo. —¿Qué os pasa? - Y por más que lo negara, aquellas marcas y el enrojecimiento de las manos, junto con lo helada que seguía al tacto, en parte la delataron...
Y sin embargo, fueron los ojos de Fridah que de su rostro, a la izquierda, viendo abajo se desviaron, y un quejido de dolor había soltado. Porque sin querer, el dedo en una de las heridas, al halarla de nuevo había lastimado...
Y cayendo la noche. A lady Bryenna, como llegó a serle usual, durante aquella hermosa, pero furtiva y salvaje primavera y ápices del verano, pues no faltaban más que un par de semanas para abril y los asomos de mayo, cuando el servicio del reino o las constantes preocupaciones que le arrastraban sus investigaciones le daban tiempo, gustaba frecuentar mucho más que las tabernas, la pequeña propiedad de Lory. Mansión que Sir Harriel, de parte de la familia de su madre, ha heredado, y mismo que, presentándola como invitada, en su nombre, bajo representación suya dio permiso para organizar allí las reuniones...
Y sin embargo, era la brisa agradable de los prados, así como el perfume de las flores de sándalo, que con el frescor de los prados y el canto de los grillos había levantado.
A veces, cuando alguien emprende el camino de la mentira, suele creer que el trayecto será fácil y rápido, y se vanagloria al saborear las mieles, sobrepasando sin mayores dificultades lo límites y los primeros obstáculos, experimentando los placeres que conlleva el arte del engaño.
Pero pronto el dulzor se amarga y le sobreviene el sentimiento de frustración, ira y desesperanza cuando ve que la ruta se difumina y los senderos se ramifican y las posibilidades, una a una, se acaban. Pues todos a la misma ciénaga os arrastran, y con cada paso uno se hunde o resbala. En vano dilapidan sus fuerzas...
El despacho principal estaba decorada por dentro con grandes y frondosos fresnos, pintados de una manera un tanto... Peculiar y que, a la tenue luz de las velas, inmersos en la espesa penumbra, daban la pinta hasta de ser real; y en los que caían algunas de sus florecillas, entremezclándose con cicuta y belladona y el rojo de las amapolas, nacientes y ocultas entre la maleza. Algunas gladiolas y narcisos crecían con los tréboles en el estanque. A la derecha, una bella dama yacía desnuda, vestida con nada más que los largos rizos como la sangre, observando atenta al hermoso hombre, despojado de sus ropas, que vislumbraba su reflejo, antes de caer al agua y ahogarse.
Los pilares y las bisagras vigas del techo también estaban pintadas. No obstante, era al vacío, a la oscuridad y el frío que Bryenna prefería mirar...
La estancia estaba amueblada con mesas y ornamentos de plata y cobre, repleto de cofres tallados de flores, estandartes con escudos de armas y pesadas espadas, bañadas con hierro dorado...
—Ya está hecho... Mañana acontecerá... -Y mientras Lifer terminaba de explicar, fue por el rabillo del ojo que alcanzó a vislumbrar como ella, arrimando la silla, se paraba abruptamente de su lugar. —Y si todo va conforme a lo planeado, tan sólo queda esperar... - Sin embargo, Bryenna parecía no escuchar, sino que, dándole completamente la espalda, a la ventana abierta su mira parecíase asomar. — Después de todo, las piezas por fin en su lugar... - Al demonio, aquello se le hizo digno de extrañar, pese a ello, la compostura y la rigidez inexpresiva se esforzó por conservar;
Y allí estaba él, degustando de su infusión de especias orientales, con las piernas separadas una en el suelo y otra apoyada en los bordes del diván, con la espalda y el cuello ligeramente arqueados hacia atrás, al tiempo en que saboreaba con su lengua bípeda, mejor dicho... devoraba otra almendra garrapiñada. Era su segundo cáliz y no se dudaba que a lo mejor un tercero íbase a tragar...
En cuando a la cazadora, simplemente se abstenía a callar, buscado desesperadamente, en el estante con las vasijas, otro tanto de hipocrás, aparentando servirse más... Una mueca de disgusto, más que de asombro o espanto, en ella se pudo articular, a la vez en que... Movía los recipientes discretamente de su lugar... No obstante, fue el ruido sordo del blandir del metal, así como la voz siseante del rubio, en un susurro en sus oídos resonar...
—¿Buscabais esto? – Interrumpió. Y cual fue la sorpresa al voltearse Lady Bryenna. —Eso debí imaginar... la hallé debajo del librero de atrás, supuse que era vuestra... Porque no tengo ninguna con ornamento floreal... - Y así fue, cuando la dama, esperando ganar tiempo, buscaba con gran apuro su daga envenenada con extracto de belladona y acónito, esperando que con el opio sus fuerzas fuesen poco a poco a menguar. —¿Qué más sigue? ¿Arsénico en vuestro anillo? – pero no fue sino el macabro acierto que justo en el blanco, a ella le fue a dar. Los huesos de la guerrera empezaron a temblar...
Resulta que, bajo la exigencia de Bryenna. Ambos hubieron acordado apenas entrar, su cinto y todas las armas enfundadas entregar y apilados en un lugar donde ella pudiera verlas siempre dejar. Pues, desconfiando ambos de la lealtad del otro, y haciendo más equitativas las cosas con un demonio, consiguió... Casi a regañadientes que el accediese a dejarse desarmar, pero con la condición de Lucifer de que la armadura de batalla y la cota de malla ella también se debería de quitar, gustándole la idea o no, la cazadora no tuvo más que acceder sin rechistar. Al menos tuvo el logro de haberle hecho resbalar la capa y el abrigo y dejarse, pese a las medidas tomadas, revisar...
Pero no contando con que el escondite de sus armas ocultas Lifer habría de encontrar.
—¡¿Cómo os atrevéis?! – Evidentemente, iracunda ya hasta se preparaba para cualquier cosa que podría allí pasar. —¡Maldito bastardo! – Todavía con el cáliz en mano, lista para arrojárselo.
—Os daré un concejo. Si es que realmente queréis a un demonio matar. La mejor forma de esconder el olor de ciertos venenos es siempre perfumarlos con especias o flores dulces, pero no demasiado... O éste podría sospechar – Lucifer, por su parte... Calmadamente simplemente se abstuvo a explicar. — No soy idiota, lady Bryenna. Olí el veneno al entrar... - Y derramando el contenido del tarro. Levantándose, prosiguió en su hablar. —Y la próxima vez, no escatiméis en el incienso... con A esto le falta opio, además... - Los ojos de la guerrera entonces se posaron en el líquido dorado que el suelo habría de ensuciar...
Se acercó así, rápidamente y con cuchillo en mano, abalanzándose sobre ella. No obstante, fue la propia cazadora quien, interrumpiéndole, de improviso había lanzado el primer ataque. Y no hubo más que el gruñido que entre dientes él ahogó, pues la muy zorra, buscando ganar tiempo una jarra de vino le aventó y toda la bebida encima suyo desparramó. La mira entonces Bryenna volteó, y he aquí que hacia el candelabro de mesa, con intenciones de prenderlo en llamas, arrojarle intentó. Pero y antes de que siquiera se arrojara, o estirando las manos alcanzara, Lucifer la tenía bajo su cuerpo, contra la pared y con el filo de la envenenada cuchilla apuntándole a la cara y a su merced...
—¿Os es tan difícil comprender que soy yo el que tiene los planes? – Inquirió. La mujer de alborotada melena tan sólo contempló, las escamas que por esos instantes su hermoso rostro, de azuladas escamas de serpiente, el contorno de la cara y frente, las cienes, a los costados de los pómulos, deslizando y emergiendo del cuello se revisitó. Y gradualmente palideció, hasta podría decirse que la piel se le azuló y en carne propia sintió como el agarre en fuerza aumentó y el brazo una garra escamosa se le transformó y pudo jurar que el filo de sus garras el cuello, con intenciones de matarla le oprimió. — Si realmente los dos sacaremos beneficio de esto y cumplimos nuestra parte del trato, no hay nada que debáis temer. Después de todo... Somos aliados... ¿No lo creéis? - Pero de matarla, todavía no tuvo la intención... Sino que, siendo amable jalar suficiente aire la dejó. Y sin embargo, fueron gotas de vino tinto, como la sangre que de los cabellos resbalaron y consigo, a Bryenna empaparon. Le había hecho despojarse la capa, el abrigo y toda la parte de arriba, dejándole tan sólo la camisa de cáñamo que Lucifer traía encima. De haberlo sabido, se hubiera sentido más cómoda dando estocadas a diestra y siniestra, con los atuendos desprovistos, no tenido más que la delgada tela de ese viejo y holgado vestido, debajo del jubón de ante largo que sobre su corssette, la cintura le ha oprimido y respirar adecuadamente a la agitada cazadora de demonios no pudo haber permitido. —Honestamente, esperaba más viniendo de vos. Se supone que lo más importante de un ataque sorpresa es que no lo vea venir, tratad de manteneros serena y no dejéis que el objetivo sepa siquiera que existís. - De este modo continuó e inclinándose levemente con su larga lengua, parte del líquido que sobre el cuello de la dama había caído hubo gustosamente lamido. —¿Sabéis? Las especias del hipocrás mejores resultados os hubieran traído...
Semejante burla, ciertamente a la fémina enfureció y el sólo hecho de tocarla le asqueó. Pues más que desagradarle el contacto de su persona, le odió... Con toda el alma y corazón. Fue así que, aún agarrada de las manos, de un rodillazo, al menos por un segundo lo desequilibró, no sin antes haberle puesto un bien dado pisotón. De esta forma, ganó algo de tiempo y de una patada en la entrepierna lo alejó...
—Ya os he dicho que a menos que el tipo sea de verdad muy estúpido, la táctica no funciona dos veces... – pese al golpe, ya se lo esperó. Por ello mismo, esa parte se protegió... Esto disminuyó en parte el impacto y el dolor...
—¡Pudriros! – Y poco le faltó para llamar a grandes voces y de coger el candelabro, correr a la puerta, llevándose una de las armas, mandándolo de vuelta al infierno... o de donde esa cosa hubiese salido. Lifer consiguió sujetarla, tirando de los cabellos, junto con el hombro derecho.
—No, ni lo penséis. Además... De nada os serviría, en un lugar con tan pocos sirvientes y donde sólo debería de haber por el momento un invitado... - Y en parte, era cierto. Y para cuando alguno de los de la dormida servidumbre, refundida en sus dormitorios, o el portero escuchase algo... Hubiese sido quizá, que a una Bryanna moribunda habrían encontrado.
—¡Soltadme!– Exclamó, al tiempo que un codazo le propinó.
—Entendido... - Y previniendo el golpe, retrocedió. —Aclaro, la que empezó esta riña fuisteis vos... - Sobándose las cienes, comenzó a caminar hacia el balcón. Y cogiendo de la mesa la copa que ella dejó, sin más se la bebió. Y gruñendo para sus adentros, Bryenna suspiró y otro largo y gran trago, hasta el fondo se sirvió...
De este modo, en una aparente tregua... Luego de la tempestad, la calma reinó y entre el delicado silencio, esa incomodidad, sin demostrarlo les ganó, pero para dialogar les bastó. Pasó más de una hora de aquella discusión y con ella, los detalles de la emboscada arregló, e incluso de lo que después harían medianamente se habló. Cada quien, de no revelar demasiado se cuidó, pues era evidente el aire de tensión que sentían entre los dos y cada quien, incluso y hasta se había trazado... Muy en la intimidad de su corazón, previniendo cosas funestas o improvistos... Una distinta táctica de traición, pero saboreando las mieles de la victoria, si todo salía conforme a lo calculado. En cuanto a Lifer, acostumbrado a este tipo de improperios extrañamente se mostró, los tiempos haciendo equipo con cierta criaturita alada, hubo temporadas donde a ello se acostumbró...
Y puede que, tal vez muy para su gusto y desagrado, demasiado de Asmos en ella encontró... Pero de esto pronto se encargaría y la recompensa por su cabeza hasta dos veces cobraría capturando primero a ese susodicho cazador, darle su buen escarmiento y desestabilizar a Morgana, discreto y certero desde la comodidad del anonimato y la sombra de Bryanna, Y de paso, llegaría a cobrarle todas a esa arpía en la mejor ocasión... Tres pájaros de un tiro... O mejor dicho, cuatro... Si se da el lujo de incluir a la probable y futura mariscal debiéndole un gran favor...
—¿Y cómo estoy tan segura que esta ves cumpliréis y que como a los otros no me traicionaréis?? – Entre tanto, la cazadora ya había tenido suficiente con la sarta de rumores y habladurías, sospechas de amantes y una posible conspiración que en los pasillos del cuartel oyo discutir. Teniendo que optar por lugares un tanto más discretos para reunirse — ¿Y cómo es que os enterasteis Cedrick y el caso? - De muy poco le hubiese extrañado hallarlo partícipe incluso del asesinato de la propia princesa, o testigo indirecto de... id vosotros a saber... Aunque a decir verdad, prefería mil veces que se dijera que eran amantes a lo que realmente estuvo haciendo secretamente con él...
—¿Qué no os haya perforado la garganta por menos que eso no responde vuestra pregunta? - Y levantando una ceja contestó. Otro sorbo del vaso se sirvió. Jugaban con fuego, eso era claro... Donde ambos corrían con cierta probabilidad de salir quemados. —Os falta aprender que no todo son las huestes. Es por eso que dicen que sois una salvaje... - Y mientras este hablaba. Fueron las voces del guardián de la puerta, junto con el repiqueteo de los caballos de los nuevos invitados que Sir. Harrien, viniendo de regreso escoltaba. Y he aquí, de Sir. Kennenth, Kendra, Breda y Kaellen se trataban —Bueno, supongo que debo marcharme. Os veo en la mañana... - Dijo, a la vez que, el cinto se sujetaba y el resto de sus cosas serenamente tomaba. — Os recomiendo que no aviséis a nadie y limpiéis todo cuanto antes. Lo más importante es no dejar ni una pizca de vuestra presencia u otros podrían buscaros por lo que habéis hecho...- Agregó sin más. Bryenna tan sólo contempló como este, asegurándose de no ser visto, de los balcones saltó y entre los árboles y arbustos, con la maleza y la bruma de la noche, su figura se perdió...
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Notas de autor;
-Hago referencia a la leyenda/mito de los reptilianos/draconianos. Criaturas con una apariencia entre ... reptiliana y humana. A los que comunmente se le atribuye la sangre azúl. En la naturaleza también hay clases de animales que tienen la sangre este color, como el Limulos. (que habita en las costas de México) (y cuya sangre es usada para elaboración en compuestos de medicamentos)
-Rhiannon, es una heroína de las leyendas populares del folklore celta. (Quien de alguna manera sufrió influencias de los mitos de artemisa y la diosa diana)
-Quiero aclarar que el nombre de Fridah significa "La guardiana", de ahí que Cedrick la haya llamado de esa manera. Otro dato que quiero aclarar es que Hrym, es el nombre de la deidad vikinga a la que se atribuyen los gigantes de hielo, cuya contraparte es su hermano Surt, rey de los gigantes de fuego.
-La frase que dijo RÄg. Es en sueco, cuyo significado es Knulla... Jag glömde henne...= Carajo... me olvidé de ella...
-lyë.. En la lengua de los elfos es "Tú/vos" y Hiril, palabra que significa "Ama/ mi señora". la palabra ginerenar, compuesta por dos vocablos del élfico quieren decir "LA danza del fuego".
-El acónito, era un veneno muy usado para envenenar flechas en la edad media. Al igual que se solía recurrir mucho al estracto de belladona, las amapolas y el arsénico (todo un clásico). Dando a relucir las intenciones de Bryanna de asesinar a Lifer , dándole sutilmente lo que se conoce como un "Coctel de drogas". Usualmete se le atribuye al opio, ya sea fumano o ingerido de forma oral (o en téz) ese amargo sabor, así como los efectos de somnolencia, pudiendo sumergir quien lo pruebe en la inconciencia (o incluso la muerte). En todo caso, siendo un demonio. Bryanna buscaba asegurarse, de no funcionar todo ello... si no muere por la pérdida de sangre al ser apuñalado, el veneno (o los distintos veneos) lo acabarían matando.
Aclaraciones;
- Hago cierta rreferencia a uno de mis villanos preferidos de las sagas literarias, Lestad de Lioncurt (De Anne Rice) y al fetiche del vampirismo.
Igualmente quiero agraecer a mi co-escritor Henry, que me ayudó con lso diálogos de este capítuulo. Y a Mi amiga, Pamela TB, a quien le hice un "Cameo" con la elfa Irimë.
Agradezco a todos por leer, y... las preguntas prevalecen... ¿Qué pasará con Dark? ¡Qué descición tomará Fridah?. Lograrán Bryanna y Lifer consumar su venganza? y la más importante...
Se imaginan a Lifer y Asmos discutiendo así y agarrándose hasta de los cabellos en una pelea digna de teledrama barato? "Ay, estúpido. MI pelo, idiota!!" XD...
¡¡¡¡Eso averiguarlo en otro "emocionante" capítulo de su telenovela favrita "Esto no es jeugo de tro.... Digo, Sangre y Acero XD!!!!
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