
Capítulo 2
El baile de los vizcondes de Sídney era legendario en la temporada social de Londres y todo miembro de la aristocracia hacía todo lo posible por recibir una invitación. Sus banquetes eran de los mejores en todo inicio de temporada, la flor y la nata de la sociedad lucía sus mejores atuendos para ver y ser vista.
Lady Georgia Westhampton se encontraba ataviada con un vestido de mangas largas de color lila-el cual realzaba solo un poco sus pechos-ese vestido se lo había obsequiado Becky en su cumpleaños; le había pedido a su doncella que le recogiera su largo cabello en un tocado y con ayuda de pinzas calientes le hiciera rizos por doquier. Le permitió que le colocara plumas del mismo color de su vestido en su cabello; en el cuello llevaba una gargantilla de diamantes que fue obsequiada por Wolfram, en sus orejas llevaba unos pendientes a juego.
Ésta abrió su abanico japonés que le había traído Aitasis en su viaje con Uriel a Japón. Era consciente que era el centro de muchas miradas pero estaba más que enojada, hace dos horas y más Wolfram se había reunido con el vizconde Sídney y otros caballeros en la sala de fumadores y no salía de allí.
Ésta se encontraba en un grupo de mujeres insípidas las cuales solo les hablaba por necesidad social.
—Pienso que en la temporada pasada vino más gente—comento Lady Caroline, vizcondesa de Castlereagh—¿Qué piensa usted Lady Georgia?
Georgia colocó una expresión aburrida—No suelo percatarme de quienes van o vienen a lo bailes—fue su respuesta
Su arrogancia era legendaria pero aun así la vizcondesa sonrió—No es importante ¿verdad?—Georgia la ignoró
—Los banquetes de los vizcondes ya no están como antes —comentó la Señora Cooper —¿Qué opina usted Lady Georgia?
Ésta comenzó a abanicarse el rostro—Es un verdadero problema para aquellos que solo vienen a comer, por suerte no pertenezco a esa clase de gente
—Tiene usted toda la razón—Georgia rodó los ojos y se limitó a mirar a los danzantes—No es muy común ver a Su Excelencia el que de Westhampton bailar ¿por qué mi lady?
Georgia la traspasó con la mirada—Ninguna mujer de este insípido baile es digna de bailar con mi hermano
Ambas mujeres se miraron—Por supuesto que no—respondieron ambas y Georgia tuvo que reprimir un bostezo.
—¡Oh miren!—Exclamó Lady Caroline—Son los condes de Addington
Georgia no pudo evitar sentir un escalofrío en la espalda. Efectivamente Catherine había llegado con su insípido esposo. Ésta no pudo evitar mirarla, se veía radiante con su vestido de mangas cortas y englobadas de color rojo; su hermosa cabellera castaña estaba recogida en un moño alto y su mano enguantada descansaba en el brazo de su marido.
—Lady Addington luce fresca—comentó la Señora Cooper—Le ha sentado bién su matrimonio
—El conde es un hombre de una muy buena procedencia—agregó Lady Carolina—Sin duda los duques de Hastings están felices con esa unión
—Así es. Lady Addington tiene veintiocho, todos sabemos que estar soltera es una desgracia hoy en día—Georgia le tiró una mirada asesina—Perdóneme mi lady, yo no pretendía...
—Tiene usted razón—le dijo Georgia gélidamente—Un hombre garantiza estabilidad, por suerte hay mujeres que cuentan con una herencia propia. Les pido un permiso.
Georgia se alejó del grupo a paso lento. Siempre era lo mismo, aquellas mujeres solo le hablaban porque los maridos se lo pedían para poder tener una excusa de acercarse a Wolfram, solo que ella jamás les servía de puente.
Sabía de antemano que Catherine la observaba, podía sentir su mirada y antes de que ésta si quiera pensara en acercársele, Georgia subió escaleras arriba y entró a la primera habitación que encontró. Ésta cerró la puerta tras sí. La habitación estaba a oscura y avanzó con paso rápido para buscar una lámpara; a Georgia nunca le había asustado la oscuridad, en un pasado la noche fue su compañera y estaba profundamente agradecida por eso; dejó de buscar la dicha lámpara y con sus manos pudo hallar un sofá, ésta lo rodeó para sentarse.
En ese instante sintió como unas manos la arrojaban a este y eso le sacó un grito; la criatura en cuestión era muy grande y se colocó encima de ella, Georgia forcejó hasta que sintió unos labios suaves que presionaban los suyos. Ésta se quedó muy quieta y luego le dio un rodillazo en los testículos.
El hombre emitió un grito ahogado y cayó al suelo; Georgia respiraba con dificultad, logró colocarse de pie y tomar distancia.
—Maldita sea...—susurró el hombre. Georgia abrió los ojos como platos al escuchar ese acento americano—¿No se suponía que nos veríamos aquí?
—¡No sé de qué me está hablando!
Georgia pudo ver la silueta del hombre colocarse de pie y eso la alertó. Ese hombre era un gigante.
—¿Usted no es Lady Swift?
—No—fue lo único que pudo decir Georgia. Nunca había sido besada por un hombre, aunque ese "beso" fue solo una presión de labios.
—Discúlpeme ha habido una equivocación, estaba esperando a otra persona
—Entiendo
—Puede sentirse libre de irse señora
—Muy bién
Pero Georgia no se movió. No sabía por qué sus pies no obedecían las órdenes de su cerebro, ella sentía que tenía que irse. Si alguien entraba iba ser el escándalo del año. Ésta sintió los pasos de aquel hombre dirigirse hacia ella, simplemente no comprendió lo que pasaba ¿Por qué diablos no se movía? La mano de aquel hombre le acarició la mejilla.
—¿Deseas quedarte? —le preguntó. Aquél acento la golpeó de nuevo.
El hombre acortó la distancia y la besó. Este metió su lengua y ésta tocó la de ella; ese gesto la embargó de sensaciones que no conocía y eso la asustó.
Ésta se separó y lo empujó con mucha fuerza pero que en él no le hizo nada.
Él la tomó por ambas manos—¿Eres casada? Dime tú nombre
—¡Suéltame imbécil! —Le gritó ésta—sino quieres repetir lo de hace un rato
—Vaya, no sabía que las inglesas eran tan rudas
—Si no quieres comprobarlo a profundidad ¡Será mejor que me sueltes!
—Solo quiero saber tú nombre
Georgia trató de soltarse—No nos han presentado formalmente
—¿No crees que compartir un beso nos hace cercanos?
—¡Por supuesto que no!
—Tienes una voz bastante chillona
Georgia le dio otro rodillazo en los testículos con más fuerza que el anterior. Este la soltó y ella salió de la habitación. Ésta bajó las escaleras de prisa, en dirección a la sala de fumadores. Le inventaría a Wolfram que no se sentía bien y se marcharía; necesitaba meditar lo sucedido.
En ese instante Catherine y su esposo le bloquearon el camino.
—Lady Georgia—la saludó ésta
Georgia alzó la barbilla—Mi lady—se limitó a decir
—Es un placer verla mi lady—le dijo el conde—hace mucho no la veíamos por la ciudad
Ésta lo miró—Londres se ha convertido en el nido de los idiotas milord
Catherine sonrió—Cariño Lady Georgia es como yo, la ciudad nos aburre y el campo nos apasiona. Después de todo crecimos en Hampshire
Este sonrió—El campo es mucho mejor sin duda
—Les pido un permiso, iré a buscar a Westhampton—les informó Georgia
—¿Westhampton está aquí? —Le preguntó el conde—Quisiera hablar con él
—Dudo que se percate de su presencia milord—le dijo ésta—Puesto que ya nos vamos
—En otra ocasión será
—Lady Georgia—le dijo Catherine—Ya que está aquí venga a tomar el té a Addington House, nos pondremos al día con los cotilleos
—Quizás lo haga, con permiso—dijo ésta y se marchó.
***
Robert Harris era un americano procedente de Boston. Se había abierto en el negocio de las locomotoras y quería invertir en suelo inglés. A muy temprana edad había conocido el hambre, el frío y el miedo; todos vencidos por el instinto de supervivencia y ahora que tenía treinta y tres daba gracias de haber padecido eso tres factores, cada uno de ellos lo habían formado.
No era huérfano pero se había escapado de casa a los doce años, su padre era un vil borracho bueno para nada y su madre-si así se puede llamar al engendro que lo parió-era una enferma que disfrutaba de darle palizas sin ningún motivo alguno.
Su suerte había sido tocada al conocer en un barco-en el cual trabajaba como estibador-a la edad de dieciocho años a Lady Odilia Norwich, Condesa de St. James, era una mujer que en ese entonces tenía cuarenta y cinco años; ésta había enviudado a temprana edad y sus dos hijos eran "escoria", solía repetirlo constantemente. Su hija mayor ya estaba casada y su hijo, propietario del título, era un vividor.
Ella había decidido tomar unas vacaciones a América y allí la había conocido cuando la defendió de unos maleantes; hablaban todos los días y ésta decidió acogerlo bajo su ala. Ésta se fue a vivir a Boston y le enseñó el intermitente mundo de los negocios y hoy en día era el hombre más rico de los Estados Unidos.
Mama Odie como solía llamarle a su protectora tiempo después se marchó a Inglaterra dejándolo al frente de todo. Ésta le había pedido que viajara a Inglaterra lo más pronto posible y este así lo había hecho. Pero su llegada no fue bién recibida ni por los hijos de ésta ni por la aristocracia, los americanos no eran bien acogidos por estas tierras.
Había decidido quedarse un poco más y acompañar a mama Odie al baile de los vizconde de Sídney, los cuales lo trataron con mucha cortesía. Lady Swift lo había estado mirando desde que llegó, ésta le mandó una nota para encontrarse y él aceptó; poco le importaba el insípido esposo de la mujer. Con ese gesto había comprendido que la nobleza británica era una completa mierda, esas mujeres lo querían en su cama pero no le hablaban en público. Se dio cuenta que todas eran insípidas y estúpidas; a excepción de la tigresa de hace media hora. Hizo una mueca al recordar el dolor en su miembro viril, ella era de otro mundo y sonrió al pensarlo.
Este tomó un vaso de coñac que le había ofrecido un mesero y se acercó a mama Odie; ésta se encontraba sentada en un sillón con otras mujeres de su edad. Como siempre llevaba su cabeza llena de plumas, su vestido era negro, siempre vestía así porque aún conservaba el luto de su marido.
—¿A dónde te fuiste muchacho? —le preguntó ésta
Robert le sonrió—Por ahí
Ésta negó con la cabeza—Veo ese brillo en tus ojos
Este se echó a reír—Mama Odie tengo una pregunta que hacerte—ésta asintió y él tomó asiento junto a ella—Es imposible que una mujer perteneciente a la nobleza británica sea... ¿Violenta?
Ésta lo miró con el ceño fruncido—Una mujer nunca debe ser violenta y mucho menos si pertenece a la nobleza
Robert se llevó la copa a los labios—Interesante
—Recuerda la cita de mañana Robert, es muy importante que hables con él. Es el único que podría ayudarte, es un hombre muy poderoso
—Lo tengo presente así que no te preocupes. Sabes de sobra que sé cómo manipular a la gente para que haga lo que yo quiera
Mama Odie le tiró una mirada de advertencia—Todo lo que te enseñé no funcionará con él. Sé que amas el desafío pero si pisas en falso podrías fallar y él no da segundas oportunidades. Es el duque de Westhampton después de todo.
Robert le sonrió—Todo el mundo tiene una debilidad, ese hombre no será la excepción.
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