Capítulo 1: Escuela infernal
«Despierta»
Abro los ojos y ya la luz del sol se cuela en el balcón de mi habitación.
No es que en mi casa siempre haya gente, y tampoco es que éramos una familia feliz. Pero como dije anoche, extraño el pan quemado de mamá. El jugo de naranja con sal. A mí fastidioso hermano mayor...
Hasta extraño a papá, aunque últimamente, de unos meses para acá no lo veía mucho.
Comienza a sonar mi celular. Observo la pantalla y me consigo con:
M.A. Luke🌚💖
Así se agendó él.
Porque es mi mejor amigo.
—¿Qué sucede? —mi voz sigue algo ronca.
—¿Larga noche? —escucho un ruido tremendo al otro lado del teléfono— ¿Sabes qué hoy tenemos evaluación en gimnasia, no?
¡Por supuesto qué lo olvidé!
Las clases de gimnasia son una buena excusa para hablar con Betta.
—Ahm, sí... Claro, ¿Cómo iba a olvidarlo?
—Ah, claro... No, yo pensaba... Es solo que... Aeris, son las nueve, te perdiste la primera clase. Y tú tía la bruja desquiciada y sexy no hace más que preguntar por ti.
Me siento de golpe en la cama.
¡Maldición!
La alarma no sonó.
—Me aparezco en diez minutos.
Finalizo la llamada.
¡Mierda, mierda, mierda!
Últimamente olvido mis responsabilidades de humano. Las puse en segundo plano, gracias a ser un Dominus. A veces, comprendo el porqué la abuela me había ocultado todo eso. Es demasiado para mi. Tengo que decidir seriamente qué quiero. Pero... No es que tenga elección. Dominus, ya soy y por lo visto es lo único bueno que podré hacer por la patria.
Me doy una ducha rápida, y busco el uniforme de deporte, lo paso en mi cuerpo sin fijarme siquiera en si está limpio.
Tomo la misma mochila de todos estos días y salgo de la habitación.
La casa está sola.
Daria no está.
Tampoco Agustín.
Me voy a la parte trasera de la casa en un cuartico donde guardamos los implementos de limpieza, para poderme desaparecer por allí, sin que nadie lo note. Odiaría tener que borrarle la memoria a alguno de mis vecinos.
De nuevo.
🍁
—Treinta minutos tarde —regaña Betta al frente de mis compañeros.
Suspiro. Ya no sé sí está actuando o en serio me está regañando.
—Lo siento...—en serio no tengo nada más qué decir.
La verdad estoy muy arrepentida y no quiero decepcionarla, en lo que sea. Ya sé que no debería, porque no es mi culpa lo que pasó a Abdón. Pero así me siento él murió porque tenía mis poderes, así que entre menos problemas le cause a ella, mejor me siento.
—Éste es tu tercer retraso en lo que va del mes, el Director me dijo que no se te podría permitir otro —se dirige a mis compañeros— ustedes, treinta vueltas a la cancha. Vuelto enseguida, ésta alumna merece una amonestación. Y sabré si las hicieron.
Frunce el entrecejo mientras observa a mis compañeros y suena el silbato.
<<¡Genial, tu llegas tarde y yo tengo qué trotar!>> me reclama Luke en sus pensamientos.
—Tu, acompáñame —me señala.
Con mucho fastidio todavía bastante sueño en mi organismo, la sigo.
Caminamos hasta una especie de pasaje, queda muy cerca de ese jardín en el que vi por primera vez a Abdón y a Agustín.
—¿Qué? —pregunto recostándome de un tronco, estoy agotada.
¿O es solo sueño?
—Necesito que mantengas la compostura.
—Eso hago —rodeo los ojos— ¿Cómo le pides a una adolescente Dominus sin familia de solo dieciséis que se comporte?
Recrimino.
—¡Ay, niña! Oyes, pero no escuchas —rodea los ojos.
No quiero que me traten como el adulto que no soy.
—¿Qué sucede, Betta? Traes muchas cosas en la mente.
—Y deja de leer mi mente, niña Dominus insolente.
Eso me causaría gracia en cualquier instante de mi vida, pero hoy... Estoy muy cansada.
—Bueno... Como sabrás... Se acerca tu cumpleaños y...
¿Mi cumpleaños?
—¿Cuándo es mi cumpleaños?
Ella abre los ojos, mucho.
—¡El jueves, niña!
—¡Oh, vaya! El jueves...—añado—: ¿Cuándo es jueves?
Ella se da un facepalm.
—Mañana, Aeris. Mañana es jueves.
¡Mierda, mierda, mierda!
—Dios... Ni siquiera recuerdo mi propio cumpleaños.
Ella rodea los ojos.
—No estamos para celebraciones—, me encara —tengo noticias... De ellas.
Trago saliva.
—Al menos dime que están bien, no puedo sentirlas. Hace mucho que no siento a mamá, y me preocupa. ¿En serio está muerta?
Y pesar de ser una bruja, ella empalidece.
Asiente.
Como si me hubieran dado un golpe en la entrepierna, caigo sentada en el pasto. No tienes que ser chico para que te duelan ese tipo de golpes, ¿eh?
—¿Estás bien?
Siento que la respiración me falta, y eso que hace poco no necesitaba respirar para vivir, puesto que soy un bicho raro. Apenas y necesito agua.
Cierro los ojos y me concentro, tengo que encontrarlas...
—Aeris —escucho a lo lejos la voz de Betta, pero la ignoro.
Veo un pasillo oscuro, neutro. Hay silencio y dolor a la vez en el. Se resguardan cosas horrendas...
—Aeris, no...
Camino ignorando a todos lo seres y almas que me quieren tocar, pero no lo hacen, porque mi simple reflejo los quema. Me piden ayuda, pero al verme solo se alejan con mucho recelo.
—Detente...
No hago caso. Y sigo hasta esa enorme puerta de color rojo, allí siento algo.
—¡NO PUEDES IR AL INFIERNO! —Grita ella.
Me congelo con su grito, pero sigo...
Tengo qué encontrar a mamá, ella dio su vida por mi al principio. ¿Cómo la voy a dejar allí tirada teniendo el poder para sacarla?
Alguien me sujeta del hombro, esto me causa un fuerte escalofrío.
Abro de golpe los ojos y me consigo con Kristy de pie en el pasto.
—¿Qué haces aquí? —la encaro confundida— ¿Y Patrick?
Ella sonríe ampliamente.
—Descuida, cariño. Yo no como Nefilim no son saludables para mi organismo, bueno... No de esa forma en la que te imaginas.
Me guiña el ojo.
Me pongo de pie rápido y con un ademán de mi mano, pero sin tocarla, la ahorco. Deseo que sienta lo que es no respirar, que sienta que está apunto de morir. Ese amargor en la boca cuando no falta nada para que pierdas los sentidos.
Al principio, parece no afectarle pero segundos después, sus ojos se comienzan a abrir.
—¡Aeris, detente! —ordena Betta.
Pero no la escucho.
El rostro de Kristy cambia de expresión y no puede dejar de mirarme, de manera que ingreso en su mente, ella debe saber porqué no puedo encontrar a mamá. Tal vez descubra adónde está mi hermano. Tiene qué saberlo.
Cosas oscuras. Malévolas hay en su interior. Pero también...
Puedo ver el miedo.
Ella tiene miedo de convertirse en una persona cualquiera.
Es su mayor temor, y se supone que la hija de Satán no era vulnerable.
Definitivamente el mundo ha cambiado, no solo para mi. Pero en ella cambió por culpa de esa maldita profecía. Tenemos algo en común, una maldita profecía.
La dejo respirar.
Y ella toma enorme arcadas de aire. Cuando ya se recupera, vuelve a hablar:
—Supongo que estamos a mano...
Asiento.
—Tenía que vengarme por lo de la cabaña, ¿Dónde está mi hermano?
Levanto una ceja.
—A salvo, y bloqueé mis pensamientos para que nadie sepa dónde está.
Suspiro.
—¿Qué haces aquí?
—Entraste al infierno... Soy parte de el, ¿lo olvidas? Casi me llega una notificación a mi celular diciendo que la inexperta Dominus quiere hurgar en el infierno.
Rodeo los ojos.
—¿Entonces viniste a...? —suelto con desprecio.
Observa a Betta.
—Tu madre, sí está muerta.
—Eso, extrañamente ya me lo sé.
—Bien, niña... Creemos que a tu madre la mató la misma persona que asesinó a los padres de Abdón. Y que claro, lo mordió a él hace unos siglos —Betta pierda la poca paciencia que ocupa.
Mi piel se eriza.
—¿Cómo saben eso?
—Estos meses... Patrick y yo hemos estado indagando... Al parecer tu abuela no es tan buena como crees.
Bufo.
—Espera, ¿me lo dice la hija del demonio y su amante la recién llegada bruja? —espeto.
Betta abre los ojos y ya sé que viene a regañarme, por lo que mejor me desaparezco de aquí.
🔮
Últimamente andar por la tumba de Abdón me tranquiliza. El clima es frío y me hace creer que sí, en efecto viví en esa época del siglo quién sabe cuál, cuando él era un simple chico de dieciséis. Me siento más conectada con él de lo que pensé. Y eso me enferma. Porque está muerto.
¿Y si no puedo hacer qué regrese?
Porque... Lo que hizo que el volviera fueron mis poderes, pero esos ya los tengo yo. ¿Con qué poderes lo traeré a la vida?
—Sabía que aquí podría encontrarte —su voz se oye muy acelerada.
—¿En serio corriste hasta acá? ¿Hasta Europa?
—No sé porqué todavía no puedo dejarte sola, creo que te seguiría hasta el fin del mundo.
—Agustín, yo me sé cuidar sola.
Se encoge de hombros.
—Pero yo no lo creo.
Se sienta sobre la lápida de mármol de Abdón. Está vacío.
—¿Qué sucede contigo? ¿Estás en tus días?
Sonrío.
—Estoy así desde hace más de un año, no creo que me dure tanto tiempo.
—Ventajas de ser hombre.
—Mitad hombre —corrijo.
Él solo se limita a cerrar los ojos e inspirar aire.
—¿No lo extrañas? —tomo asiento a su lado.
Asiente.
—Por supuesto que lo extraño. Aunque nunca dormía y era perturbador despertar a las tres de la mañana y conseguirlo de cabeza en el techo observándome.
Suelto una carcajada.
—¿Jamás tuviste otros amigos?
—No, creo que con Abdón siempre fue suficiente.
—Pero ahora tienes a Daria —añado.
—Daria... Ella es parte de la manada.
¿Qué habrá querido decir?
—¿Todavía te gusto? —esas palabras se deslizan de mis labios.
¿Por qué?
Agustín abre los ojos y me observa.
—Tus ojos estaban de color naranja, ¿qué sucedió? —cambia de tema.
—¿Cómo lo...?
—Porque puedo ver como todavía queda algo de ese color en ellos.
—Kristy.
—¿Te hizo algo?
Niego.
—Está débil. Y me dijo...—suspiro.
—¿La verdad? A veces duele. Es como el hecho de cuidarte y querer estar cerca de ti, aún sabiendo que yo para ti nunca seré lo que quiero.
Y ahí está la respuesta a mi pregunta.
—Podrías gustarme.
—Podría, una posibilidad no es nada frente a un hecho.
Me acomodo en mi frío y liso asiento.
—¿Podré traer de vuelta a Abdón?
Se encoge de hombros.
—La verdad no tengo mucho afán de traerlo a la vida, porque sé que él no quería vivir más así. Siempre lo dejó muy claro.
—¿Cómo?
—Odiaba ser un maldito vampiro. Por Dios, todos odiamos ser esclavos de la noche. El que diga que ama esto, es porque ha visto muchas películas y leído muchos libros basura. Tienen lavado el cerebro. Esto... Ésta vida es de lo peor.
Suelta con desprecio.
—De lo peor, es ser un Dominus. Ni siquiera sé con quién está mi fe.
Sostiene mi mano.
—Tú fe, está dónde tu escojas. No siempre los mandatos de Dios son los correctos. Habrán cosas que debes hacer por el bienestar común. Y no el propio.
—Matar seres oscuros, ¿eso me hace buena persona? Porque, después de todo sigue siendo un crimen. Yo mato su recipiente, es decir, al ser humano que ellos usan para hacer su fechorías. Eso es un pecado.
—Tal vez. Pero si ese crimen hace del mundo un lugar mejor para todos, entonces haces lo correcto. Dios no te habría puesto esa carga sino creyera que puedes con eso.
Y el lobo de dientes blancos tiene razón, sí. Lo convencí de ir al odontólogo. Aunque en su caso, creo que quedaría mejor un veterinario.
—Quizás tengas razón.
—La tengo. Debo hacerte una pregunta, porque por lo visto no te haz dado cuenta.
—¿De qué?
—¿Sabes adónde se encuentra la entrada del infierno?
Si lo supiera no hubiera pasado todos estos mese...
—¡EN LA ESCUELA! —grito, dejando mi eco en todo el cementerio.
—Silencio, puedes levantar a los muertos —bromea.
—Muy gracioso. Está en la escuela—. Repito.
—¿Cómo lo sabes?
—No lo sabía, lo acabo de deducir. Kristy tenía meses desaparecida y justo cuando intento contactarme con mamá, ella aparece para no dejarme entrar al infierno.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Que yo jamás había entrado al infierno y solo pude hacerlo en la escuela.
—Para aparecerte, solo debes conocer el lugar. Y en caso de no conocerlo...
—Debes estar cerca de el —completo la frase del libro de terciopelo que dejó mi abuela para mi, al cuidado de Pao.
Dicho libro me ha servido de mucho, se lo he leído una y mil veces a Luke, Daria y Agustín.
—Dios mío. La escuela es el infierno.
—Y ahora es literal. ¿Quién lo diría, no? Confirmada la teoría de porqué todos odian ir a clases.
Esboza una corta sonrisa.
—¿Entonces qué piensas hacer?
—Quiero buscar a mamá.
—¿Sí sabes qué todos en el infierno te están buscando? Quieren venganza con Dios y los ángeles y pelear contigo sería ideal, ya no te temen como dice la leyenda.
—Si tengo que correr el riesgo, estoy dispuesta Agustín.
Se levanta de la lápida y sacude su pantalón.
—¿Algún día vas a envejecer? —cuestiono.
—Cuando se acabe todo esto, descansaré.
Lo observo fijo.
—Es broma, a ver quién llega primero.
Comienza a correr y yo solo le doy ventaja por tres minutos, porque sé que siempre llegaré primero.
💫
—Nunca se cansan de comer carne cruda, ¿saben qué sale muy caro mantenerlos? —regaña Luke a Daria y a Agus.
Yo solo me dedico a observar mi plato con ensalada césar, el cual no me provoca ni un poquito.
—Prometo conseguir empleo —dice mi amiga con un trozo de carne cruda en su boca.
A veces me da curiosidad y quisiera probar de esa carne.
Ellos la condimentan antes de comerla, claro está. Porque dicen que los humanos también tienen su propio sazón en la piel. Así que deben hacerlo también con la carne de animales, así ésta no esté cocida.
—¿Podrías intentar comer algo? —pide Agustín.
Suspiro.
Sostengo el tenedor y pincho la lechuga. Lo llevo hasta mi boca y comienzo a masticar. Sabe bien. Pero no es que muera por comerme todo esto.
—Me perturba que ellos coman cosas crudas, pero también me perturba que tu no quieras comer.
—Todo te perturba —reclama Agustín.
Sonrío y sigo comiendo del plato con ensalada. No queda de otra.
Pronto estaremos juntos...
Ésta noche...
Ve a la escuela.
—¡ABDÓN! —el tenedor se resbala de mi mano y cae de golpe haciendo un estruendoso ruido por todo el comedor.
—¿Abdón? —los sentidos de Agustín se ponen alerta.
Niego.
—Perdón... Yo...
Me pongo de pie y observo sus rostros confundidos.
—Debo ir al baño —avanzo hasta el pasillo— emergencia de chicas.
Subo rápido las escaleras en dirección a mi habitación y me encierro aquí, antes de que empiecen a preguntar.
Me siento en la orilla de la cama y creo un campo invisible a mi alrededor, donde nadie me puede ver. Ni escuchar. Eso descubrí que podía hacerlo hace unos cinco meses, cuando desperté llorando, por una pesadilla. Claro que Abdón estaba en ella.
Y no sé qué pasa, pero últimamente Abdón se ha vuelto más importante para mi que cualquier cosa, y creo que es porque se sacrificó por mi. Siento que le debo tanto.
Lo que no entiendo es porqué lo estoy escuchando.
¿POR QUÉ YO?
En caso tal, Betta o Agustín deberían escucharlo. No yo.
¿Acaso no había muerto?
Observo el reloj de mi iPhone y son las 7:58pm. Debería esperar un par de horas más. Luke y Daria se irán apenas terminen de comer y Agustín caerá rendido en el sofá. Toda una rutina.
De resto no tengo a nadie más que se preocupe por mi, ni por mi paradero.
🌑
9:30pm.
Me aparezco en sumo silencio en el jardín de la escuela, la cual luce escalofriante. Solo puedo ver un par de luces brillando en el estacionamiento y más nada. Avanzo hasta los troncos donde me encontré con Abdón y Agustín. Porque, después de todo si me voy a ver con Abdón, él tiene qué saber que ese es el lugar que podría identificarnos más.
No lo llamaría "nuestro lugar" demasiado cursi, pero él debe saberlo.
Me recuesto del tronco y me deslizo quedando sentada en el verde pasto.
Decido jugar con el tótem mientras el ser decide aparecer.
Una hora.
Dos horas.
Tres...
Cuatro...
Cinco horas y media.
—Suficiente —mi voz suena ronca.
Es solo una mala pasada de mi maldita mente.
Me pongo de pie y sacudo mis glúteos, pienso irme caminando a casa. Ya basta de aparecer y desaparecer y lo mejor que me puede pasar, es que en el camino me consiga con un duende. Así podría meterlo en sarcófago y descobrarme con él, el plantón que me acaban de echar.
Recojo mis pasos hasta la entrada de la escuela y escucho ese sonido típico y épico de las películas de terror. El de un columpio moverse en medio de la noche.
Por un motivo que desconozco, mi piel no está de gallina y tampoco tengo miedo. Lo que me hace llenarme de esperanza y creer que sí, en efecto se puede tratar de Abdón. O de una simple corriente de aire.
Camino veloz y quedo de frente a los columpios.
Hay un chico, alto. De cabello castaño. Y tez demasiado pálida. Está fuerte y tiene la respiración acelerada, huele a pelos húmedos, desesperación y sangre.
Es un lobo.
—¿Quién eres? —le doy la oportunidad de presentarse, mientras sostengo el sarcófago en mis manos.
¡ÉSTA NOCHE HABRÁ ACCIÓN, BITCHES!
No responde, solo acelera su baile en los columpios.
—¿Eres un lobo sordo o qué? —hablo dentro de su mente, éste se detiene de golpe.
<<Es una trampa>> la voz de Agustín.
Pero ya es un poco tarde.
El chico se da vuelta hasta mi, con sus colmillos super afilados asomados y listos para atacar. Sus amarillentos ojos observándome con recelo y odio.
Ya lo puedo distinguir.
Ya sé de quién se trata y no, no tengo la fuerza de voluntad como para defenderme. No puedo hacerle daño.
—Kyle, ¡No! —ordeno cuando se abalanza hasta mi, derribándome en el suelo.
Pero éste, parece poseído.
—La transformó a ella —dice dejando ver su afilados colmillos y llenándome de su baba de perro— puedo vivir con eso... Pero hacérmelo a mi...
Aúlla.
—¿De quién hablas?
En cuestión de segundos, algo quita a Kyle de encima de mi y es una bola de pelos de color gris y dorados.
Agustín, se transformó.
Me siguió hasta acá.
—¡DÉJALA! —ladra éste, lanzando a Kyle contra el barandal de los columpios.
Éste al estrellarse suelta un quejido, pero se pone de pie de inmediato.
—¿Sabes qué yo no tomo antídotos? Yo no soy débil. como tu.
Camina hasta nosotros, yo ya estoy de pie y Agustín se interpone entre ambos.
—¿Qué culpa tengo yo de esto? —susurro entre sollozos.
—Tienes toda la culpa, Aeris. Si no te hubiera conocido, yo fuera una persona normal.
Y esas palabras...
Realmente, si nadie de los que me rodea me hubieran conocido... Todos fueran normales. Yo soy el defecto aquí, y sí. Suena sad. Hipster. Tipo novela de Wattpad. Pero es la verdad. He dañado la vida de todos.
—¡Agustín, te ordeno qué lo dejes!
La fuerza invisible de mis órdenes, lo arrastra a otro lado, dejándolo paralizado.
—¡Aeris! Sabes que no te puedo defender si me ordenas eso...
—Lo sé —respondo sin quitar la mirada de Kyle— ¿Quieres venganza, no? Hazlo.
Me planto frente a él decidida a recibir lo que merezco.
—¿Estás segura? —sus colmillos brillan con la luz de la luna y no, no hay luna llena.
Pero es tan poderoso que se transformó sin necesidad de ella.
—Hazlo —repito.
Avanza hasta mí con tanto deseo. Sus ansías me confirman que lleva mucho tiempo esperando por esto.
Cuando la distancia que nos separa es de unos cuarenta centímetros, su rostro adopta una expresión distinta. Es como... ¿Dolor?
Cae el suelo en un golpe seco, como si estuviera petrificado.
—No durará mucho tiempo así.
—¡¿KRISTY?! —preguntamos al unísono Agustín y yo.
Agustín, ya fue liberado de la fuerza invisible y se encuentra a mi lado observando algo. Tengo una herida en el brazo, de la cual no me había percatado.
—¿Tampoco sangras? —espeta la pelirroja.
Observo bien la herida y no, no sangro. Solo está abierta y ni siquiera me duele.
—Soy fenómeno —declaro.
Ella sonríe con malicia.
—Eres más buena que el pan. Ahora largo.
—¿Estás cuidando las puertas del infierno, no es así? —debo encararla.
Todavía no confío en ella. Ni porque sea la diabólica novia de mi hermano.
—¿Y eso qué? Cuando mi padre no está, yo me encargo de esto. Es... ¿Cómo decirle? —coloca su dedo índice en sus labios, como si estuviera pensando la respuesta— Ah, sí. El negocio familiar.
Y de no ser porque me acaba de salvar la vida dos veces en menos de veinticuatro horas, la hubiera matado.
—Vámonos.
Ordeno a Agustín y emprendo el rumbo en dirección a casa.
Debería usar más seguido el auto de Patrick, en honor a él y las peleas que teníamos porque él sí tiene auto y yo no.
Y no, no pienso usar el auto de Abdón y menos el de Agustín. El orgullo no me deja.
—Hace frío —intenta sacar conversación.
Asiento, sigo caminando.
—Espera —detengo un poco el paso, que de por sí es acelerado, para quedar cerca de él— ¿Por qué te fuiste sin avisar?
—Estabas dormido.
—Sí, pero apenas dejé de sentir tu olor cerca me desperté. ¿Qué sucede, Aeris?
—Abdón, eso sucede.
Sus ojos se tornan confusos. Y no lo culpo. Para mi también lo es.
—Mira, desde un tiempo para acá he estado escuchando el llamado de Abdón. Me dice que me ama, que me extraña... En fin —acorto el tema para no aburrirlo— la cosa es, que hoy me citó en la secundaria. Y no podía negarme a eso.
—¿Estás seguro de qué fue Abdón? Él bueno... Ya sabes... Está muerto.
Asiento con euforia.
—Lo sé, pero es su voz. Bueno, era su voz. Ahora tengo otra teoría.
—¿Ah, sí? ¿Y cuál es?
—Que Kyle estaba jugando conmigo todo éste tiempo. Ya viste, está lleno de rencor. Y tiene toda la razón. Sabes que los vampiros y lobos, y cualquier otro ser tiene el poder de jugar con la mente de las personas.
—Uhm... Tal vez sí, o tal vez no. Nunca sabrás.
—La tiene —insisto.
—No lo sabes. Quizás estaba en su destino ser un lobo. Y sé que te vas a molestar, pero esa noche fue una noche de locos. Y antes de que preguntes, sí. Yo lo hice. Yo lo mordí. Pero fue porque me estaba atacando, me lanzaba piedras y no se cuántas cosas más.
—¿Y por qué es tan poderoso?
—Porque la pócima nos mantiene más humanos que lobos, de manera que debilita nuestros poderes un siete por ciento. Además, si un humano es mordido por un lobo, sus poderes serán el doble de los del lobo que los mordió. Sí los sabe desarrollar, claro está.
—Cada día se aprende algo nuevo.
—Es así. Oye Aeris...
—¿Qué sucede? —falta poco para llegar a casa.
Sostiene mi brazo herido y me acerca hasta él.
—¿Qué...?
¿ACASO ESTOY NERVIOSA?
Lleva mi brazo hasta sus labios y saca la lengua.
¿En serio Agustín está lamiendo mi herida?
Espero que nadie nos vea.
—¿Qué haces? —frunzo el ceño porque su saliva me arde.
Veo espuma en la herida.
—Agustín, para.
Pero él sigue.
¿Qué rayos?
¿Mi orden no funcionó?
Cuando por fin termina de lamerme como si fuera un helado, me observa crítico.
—En humanos sana unas seis horas aproximadamente, en ti no sé cuánto tarde. Y de nada.
—¿Me curaste lamiéndome?
WTF?!
—Sí, eso hacemos...
Se encoge de hombros y podría jurar que se sonrojó.
—¿Gracias?
—No tienes nada qué agradecer... Ah, y toma.
Saca de su bolsillo un estuche de terciopelo.
Comienzo a odiar el terciopelo.
—¿Esto qué es?
—Ábrelo.
Con mucho cuidado destapo el estuche y me consigo con un frasco que contiene un líquido de color dorado.
—¿Y esto es...?—insisto.
—Amor.
—¿Ah?
—Una posición de amor. Pero no es amor en sí, es una pócima que tu sabrás usar. Cuando sea el momento indicado.
Esboza una corta y nostálgica sonrisa.
—¿Para qué sirve?
—Llegado el momento, lo sabrás.
—De acuerdo.
—¡Feliz Cumpleaños, Aeris!
Es mi cumpleaños.
Al menos tengo a Agustín.
—
—¡FELIZ CUMPLEEEEAÑOSSSS! —me despiertan Luke y Daria mientras irrumpen en mi habitación con gorritos de fiesta, globos y serpentinas.
¿Por qué?
Me siento como puedo en la cama y al abrir los ojos, los veo de pie sosteniendo un afiche de NIRVANA y un enorme pastel de fresas con crema.
Extrañamente mi estómago cruje. Observo el brazo herido y ya no existe nada, no quedan ni rastros,ni siquiera una cicatriz.
—Como siempre, no iremos a clases. Disfrutaremos tú día, haremos lo que tu quieras.
Me pongo de pie y los abrazo, a ambos. Coloco el pastel sobre el escritorio y el afiche lo cuelgo detrás de la puerta.
Aquí entre nos, ni siquiera me gusta NIRVANA.
—Ehm... Chicos, éste año no quiero que sea igual. No puedo pretender que será igual a los demás.
Ambos tragan saliva.
—¿Y qué harás? ¿Regodearte en tu propia desgracia como el Grinch?
Rodeo los ojos.
—Solo no celebrar, no tengo nada qué celebrar.
Agustín pasa a la habitación con una cesta de mimbre repleta de frutas, flores y chocolates.
—Dejaron esto para ti.
Lo coloca en la cama.
Rápido tomo la tarjeta y por la perfecta letra escrita a mano y en lapicero negro, deduzco de quién se trata.
—Es de papá...—suelto con un hilo de voz.
—El arcángel —comenta Daria.
—Sí, el arcángel —confirmo.
✒
Estimada hija a la cual ya no puedo considerar mi pequeña bebé. Pero que siempre lo será para mi. Espero que en tu cumpleaños #17 puedas comprender y saber las respuestas de las dudas que justo ahora invaden tu cabeza. No estoy allí, al menos no físicamente, pero siempre estoy presente. Contigo. No me puedes ver, pero sé que me sientes. Lamento no habértelo dicho yo, de verdad. Pero ya deberías saberlo, en éste mundo las normas se deben cumplir. Y mi deber es hacer lo que el señor me ordene.
No por esto quiero que pienses que no eres importante para mi, porque sí que lo eres. Eres la mejor Aeris. Disfruta tu cumpleaños, porque sinceramente con esto de la rebelión quién sabe hasta cuándo podrás celebrar alguno. No estás sola, tenlo presente. Siempre que me necesites estaré allí, así no me puedas ver hija.
Con amor,
Papá.
✒
—¿Qué dice? —quiere curiosear Daria.
Pero no la dejo, retiro la tarjeta de la vista de todos.
—Deberían salir, debo asearme.
Mi expresión cambió por completo, porque de verdad no me siento cómoda con nada de esto. Mi padre dice que soy importante, pero me deja sola...
¿A qué juega?
El trío sale de mi habitación, un tanto cabizbajo. Honestamente me han tenido más paciencia de la que esperaba. Hace rato, de estar en su lugar, yo me hubiera dejado sola.
Entro al baño y me aseo. Hoy, a diferencia de los demás días, voy más temprano de lo normal.
📓
Llegamos a la secundaria y no hay nada nuevo. Hace dos días ya, que no he cazado ningún tipo de ser oscuro y eso me tiene entre nerviosa y ansiosa. ¿Y qué tal si huyen lejos de New Orleans?
¿También tengo qué recorrer el mundo para atraparlos?
—¡Aeris! —me llama mi profesa de literatura.
Me ha sacado del ensimismamiento, el cual es mi nuevo mejor amigo. Sacudo la cabeza y la observo.
—¿Diga?
—Sé que no me escuchaste, repito... Te dije que serás la nueva tutora del estudiante que acaba de ingresar, eres una de las que tiene las notas más decentes.
¿Qué?
¿Tutora de qué?
—¿Disculpe? —la profesora bufa y sigue con su charla.
—¿Quién demonios entra a estudiar a mitad del último periodo escolar? Ya no queda nada para que terminen las clases —susurra Luke.
—Bien chicos, démosle la bienvenida a Aitor.
¡MIERDA!
📸
Okey sensuales personas, si leyeron el primer libro y aman S.P. sabrán quién es Aitor.
Edité éste cap comiéndome una arepa frita con mantequilla y huevo frito. (Comentario solo apto para venezolanos)
Bien, nos vemos en la próxima. PD: Creo que actualizaré dos capítulos por semana, CREEEEEEO. No es seguro, porque son muy extensos y pues ya saben, no soy de escribir mucho.
Los jamo Prohibidos💎
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