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CAPÍTULO 7 - Sin recuerdos

Un fuerte dolor hizo que despertara.

Me sentía terriblemente mal, era una locura.

Abrí los ojos de golpe y los cerré varias veces hasta que se acostumbraron a la luz.

La luz me lastimaba, era débil gracias a las gruesas cortinas, pero aún así, el sol se filtraba un poco y eso bastaba para que mis ojos escocieran.

Estaba en una gran habitación, sobre una enorme cama, muy incómoda por cierto.

Me puse de pié con dificultad e hice muecas de dolor al hacerlo, era como si mis huesos fueran nuevos y no resistieran mi peso. Me habría caído de no haber sido por el mueble junto a mí.

Miré mejor mi al rededor, era un dormitorio al estilo victoriano, pero no entendía lo que hacía ahí.

No sé que pasó de hecho, lo tenía todo borroso, como una mancha que ocultaba mis recuerdos.

¿Qué hago aquí? ¿En dónde estoy? Eran las preguntas que me repetía una y otra vez en mi mente.

¿Quién soy yo? Oh no, no recordaba ni cuál era mi nombre.

¿Qué estaba pasando conmigo? Debería estar muerta, algo afilado atravesando mi corazón era lo único que mi memoria guardaba.

Mi mirada se posó en un gran espejo y caminé con dificultad hacia él.

Era extraño, tal vez no recordara mi identidad, pero sí como era mi aspecto.

Ahora tenía los ojos negros, totalmente, se supone que debían ser grises. Mi cuerpo estaba un poco más delgaducho y mi piel más blanca de lo usual, más bien parecía como transparentosa y como si hubieran rociado un costal de harina sobre mí.

Mis labios, ahora estaban más oscuros, pero aún así era lo que más resaltaba en mi rostro.

—Escuché que habías despertado —dijo una mujer mientras entraba, su aspecto me recordaba al mío.

—¿Quién eres tú? ¿En dónde estoy? —pregunté al tiempo que me alejaba de ella, no la conocía pero no me daba buena espina.

—Creo que tu pregunta correcta aquí sería: ¿Quién soy yo? —insinuó sonriendo—. Se ve que estás un poco confundida, pero estoy aquí para resolver todas tus dudas. Mi nombre es Friggia por cierto.

—¿Cuál es mi nombre?

—Te llamas Juliet Black.

—¿Qué hago aquí? ¿Por qué me duele todo?

—Es por tu nueva condición, necesitas... De nuestro... Alimento para sentirte bien.

—Entonces necesito un poco, me siento verdaderamente mal —dije como en súplica y negó.

—Lo haré querida, pero debes esperar un rato más, no quiero que salgas de aquí con dudas.

—En ese caso respóndame.

—Estás aquí porque yo te salvé, quisieron matarte.

—¿Quién? ¿Por qué? ¿Qué hice?

—Unos hombres que se apellidan Wellyntong, ellos asesinaron a tu madre y quisiste vengarte. Te buscan por la Piedra de la Noche y antes de que preguntes qué es, me tardaré un rato en contarte toda la historia de cazadores y vampiros.

—Pero eso no existe —refuté y se carcajeó mientras iba y se sentaba sobre la cama.

—Mejor toma asiento, que esto tardará un poco.

*     *     *

—No puedo creerlo —murmuré varias horas después. Es que sonaba tan irreal todo esto que... Simplemente no podía hacerlo.

Friggia me había dicho que yo antes era cazadora de una organización llamada El Círculo Negro, por eso tenía su tatuaje en mi pecho. Mi madre también había sido, hasta que unos mitad vampiro la mataron porque querían una piedra capaz de hacerlos más poderosos que cualquier otro.

Yo quise vengarme de ellos, pero me convirtieron en una Sangre Oscura por la fuerza y  me habrían matado de no haber sido por Friggia.

—¿Espera que yo crea todo lo que me dice? —cuestioné mirándola con desconfianza y sonrió.

—Yo sólo digo la verdad, si fuera mala, no estarías viva. Quiero ayudarte a vengarte de ellos, también me hicieron sufrir.

—No quiero venganza, quiero recordar.

—Creeme, no quieres hacer eso, sufrirías demasiado.

—Lo siento pero no confío en usted.

—Te salvé y ¿así es como me pagas? —Ahora sí se veía molesta.

—No puede culparme, no creo en los vampiros —solté pero enmudecí cuando sus ojos se volvieron rojos y sacó sus colmillos, me hice instintivamente para atrás y se rió antes de contraerlos otra vez. Sí, mejor que los tuviera guardados.

—No temas, ahora eres igual que yo, sólo que necesitas sangre para comprobarlo.

—Yo no necesito la... —me callé de golpe al pensar en la sangre, de pronto sentí mi garganta demasiado seca y rasposa. Tenía tanta sed que ya no podía pensar en nada más—. ¿Tiene algo de agua?

—Ya no ocupas el agua, simplemente te dará náuseas.

—Quiero algo de beber —estaba desesperada.

—Paciencia querida, tengo un par de bocadillos esperando por ti.

—Por favor —supliqué y asintió. Estaba enloqueciendo.

—Te daré lo que pidas si aceptas servirme y luchar contra los Wellyntong —propuso.

—Pero no puedo recordar ¿qué tal si no son culpables?

—Confía en mí, lo son y tú me ayudarás —dijo seria mirándome directamente a los ojos, de repente fue como si me calmara y estuviera hipnotizada por ellos. Sólo podía decir sí, a todo lo que me pidiera, ahora ella era en quien debía confiar, no en nadie más.

—Lo haré, haré lo que me ordene —respondí sin pensar y con voz mecánica.

—Tomaste la decisión correcta, ahora ven, es hora de alimentarte —me tendió la mano y la observé unos segundos antes de aceptarla y dejar que me llevara a dónde quisiera.

*     *      *

—Vamos, aquí tienes —Friggia sostenía del brazo a una chica que se veía aterrorizada mientras chillaba y me dio un poco de pena por ella.

—Yo... Sólo necesito agua —dije despacio y Friggia alzó las cejas.

—¿En serio? —cuestionó dudosa antes de sacar un alargado cuchillo y hacerle un pequeño corte en el brazo.

Giré mi rostro hacia un lado mientras apretaba los labios fuertemente, no estaba respirando, algo me decía que si lo hacía estaría perdida, sin embargo al ver la sangre que brotó, despertó algo en mí que no sabía lo que era.

De repente sentí como dos de mis dientes se alargaban hacia abajo pinchándome el labio inferior.

—No te resistas, es mejor si dejas salir todo lo que tienes dentro —no quería oírla, quería desparecer de ese lugar.

Alguien me agarró de los hombros y me arrastró hacia ellas.

Cuando estuve frente a Friggia, ella pasó un dedo sobre la herida abierta y me tocó con él en la boca. Mi lengua salió sin poder evitarlo y lo toqué temerosa.

Fue cuando perdí la cordura y jalé el brazo de la chica hasta arrebatársela a Friggia, que sonrió complacida en respuesta.

—No por favor, no me hagas daño te lo suplico —dijo la desconocida llorando fuertemente, pero ya no escuchaba nada, sólo podía olerla, oler el exquisito aroma que desprendía de su sangre.

Era como una droga a mi olfato y a mis labios resecos y agrietados.

Beber, era lo único en que podía pensar.

Ya no veía el rostro de la chica, sólo miraba su cuello y su vena palpitante a la espera de que mis colmillos fueran clavados.

Agarré su cabeza y la incliné hacia un lado para dejar su cuello expuesto, acerqué mi boca y acaricié el lugar antes de abrir más la boca.

—No te controles, déjate llevar.

Hice caso al voz y por fin la mordí.

Podía sentir su corazón palpitar mientras bebía, hasta que paró completamente, a causa de que ya no quedaba más sangre en el cuerpo.

Dejé caer a la chica con un golpe sordo y miré su cadáver con repugnancia.

Palpé mi boca y cuando la sentí húmeda me la sequé con mi brazo.

Era una asesina, lo era y... No me importaba, sólo quería más y más.

—¿Tienen otra? —mi pregunta hizo sonreír a todos.

—Todas las que quieras —respondió un vampiro de cabello blanco después de darme una sonrisa seductora.

*     *     *

(Narrador omnisciente)

—Ahora explícame cabezota, ¿cómo se te pudo ocurrir dejarla sola en ese lugar? —Gregory preguntó furioso.

Estaban en un hotel, habían decidido pasar el rato ahí para crear un plan de rescate.

—Si hubiera sido por mí, no me habría ido —dijo duramente—. Ella decidió alejarme para que no me mataran.

—Tú también debes entenderlo Gregory, no fue su culpa —reprendió Danny mirando al rubio que bufó en respuesta.

—¿Ahora qué haremos?

—Deberíamos llamar a August —opinó Balthazar y Gregory entendió que no tenían otra opción.

—Llámale tú, yo no quiero hablarle.

Balthazar puso los ojos en blanco pero fue hasta la chaqueta de su hermano y sacó el teléfono del bolsillo.

—¿Dónde están? ¿Sabes cuán preocupados estamos? ¿Y dónde están Scarlette y Balthazar? —las preguntas sonaron del otro lado sin darle tiempo a hablar.

—Tenemos un grave problema —dijo en cambio el pelinegro que lo calló por completo.

—Habla rápido —ordenó y Balthazar respiró profundo antes de contarle desde lo malo hasta lo peor.

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