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9. Hay una serpiente en mi vecindario... digo en mi bota

Había pasado una tarde estupenda a pesar de su negativa de ir e insistencia por seguir evitando a sus vecinos, y todo gracias a su madre. Le había, literalmente, obligado a salir con ellos, pero por el momento no se arrepentía de nada. Una vez al año no hace daño, dicen por ahí, y ya había quemado esa oportunidad. No volverá a repetirse, en definitiva. Despertó temprano, más de lo acostumbrado y de muy buen humor, pero no lo iba a demostrar en frente de sus padres, menos de su madre.

—Hola nena —saludó Félix con cariño— ¿Cómo amaneciste?

Su eufórico y muy alegre recibimiento puso en alerta a Naomi, al parecer su salida del día anterior los emocionó demasiado. Ya se estaban haciendo ideas, muchas y erradas ideas.

—Bien, igual que siempre —contestó en el tono más neutral que pudo— ¿Por qué debería ser diferente?

—Nada en particular —esbozó una amplia sonrisa de satisfacción— ¿Quieres desayunar?

—Claro... —susurró mirando a su padre con sospecha.

Ayudó a su madre a servir el desayuno, comieron con calma y conversando de temas triviales. Pero como era esperarse, ella no iba a dejar pasar su oportunidad de presumir, menos después de haber logrado su objetivo, o el primero de ellos.

—¿Qué tal el partido? —preguntó emocionada.

—Normal, creo —respondió con indiferencia—, medio aprendí algo.

—¿Eso es todo? —su decepción fue evidente.

—¿Qué esperabas? Solo fue un simple juego —se excusó.

—No lo sé, que volvieran a reunirse para otro juego, que te invitaran a salir, o... —comentó, haciendo una pausa— Una cita con alguno de ellos, ¿Qué tal Luke? Parece interesado.

Con un suspiro de frustración, Naomi miró suplicante el techo esperando ver una especie de señal divina o algo parecido.

—Papá, ¿Son ideas mías o mamá me está buscando novio? —interrogó mirando atenta a su padre, quien trataba de mirar al lado opuesto y no demostrar que estaba a punto de estallar en risas.

—¿En serio? —respondió de forma casual— Yo no me di cuenta de nada.

—¿Tú también? —indagó ofendida— ¿Dónde quedó eso de no tener novio hasta los 40?

—¿40? —dijo entre risas— ¿No eran 35? Que conste que tú misma aumentaste la edad.

—¿Te está sobornando para que sigas su juego? —Naomi exigió saber— Me quiere vender, deberías defenderme, soy tu única, tierna y linda hijita.

—Bueno, única sí, linda tal vez, pero tierna... —explicaba Nilsa con actitud dudosa— A veces das miedo, eso no tiene nada de tierno.

—Eso no es cierto, es una calumnia —replicó de forma teatral—, haré huelga. ¡Hoy no hago nada!

Se levantó de su asiento de forma dramática y actitud rebelde, y sin mirar atrás se fue caminando gloriosamente a su habitación.

—¿Quieres quedarte sin tu colección de libros? —gritó Nilsa amenazante pero divertida.

—¡Hoy hago todo! —gritó Naomi en respuesta— Eso es injusto.

—¡Calla y empieza con el aseo, la escoba te espera!

Y los dos estallaron en risas, tanto Nilsa como Félix disfrutaban hacerle «bullying» a su propia hija. Era una manera de reforzar los lazos de confianza, que ella supiera que siempre puede confiar en sus padres.

Terminó de asear la casa temprano, se sentía llena de energías y lista para seguir liberándola. Solo le faltaba su habitación y allí en su privacidad, podría hacer el espectáculo que quisiera. Abrió las ventanas y las cortinas para dejar entrar el aire fresco, encendió su estéreo y puso su playlist a todo volumen. Al son de When i was your man de Bruno Mars empezó ordenando los libros por orden alfabético, continuó con la limpieza del polvo y toda la suciedad acumulada.

Bailaba con descontrol agitando su cabello y usando la misma escoba como pareja de baile, de vez en cuando hacía las coreografías que se sabía según la canción escuchada, cantaba a todo pulmón casi a gritos y brincaba sobre su cama como si del trampolín se tratara. Era algo que hacía siempre durante el aseo, una forma de distraerse sin verlo como una obligación.

Sonó una de sus canciones favoritas, Hair de Little Mix, y con gran entusiasmo recreaba la coreografía que había visto. A media canción en pleno clímax, su mirada se desvió por segundos al panorama fuera de su ventana, quedando muy sorprendida con ese solo vistazo. Apoyado en el marco de su ventana de forma tan casual, estaba Jeimmy observándola atento con una enorme y tierna sonrisa en su rostro. De inmediato, sus movimientos se detuvieron casi trastabillando hasta quedar sentada en su cama. Muchas preguntas se cruzaron por su cabeza en ese momento: ¿Desde cuándo estaba allí? ¿Cuánto ha visto?

Jeimmy reía con emoción y aunque a esa distancia no podía escucharlo, le pareció la sonrisa más dulce que había visto. El brillo que denotaba en sus ojos era indescriptible, siendo la primera vez que lo notara en su vecino y simplemente le encantó. Con lentitud, levantó su dedo pulgar mientras asentía con gracia, dando el visto bueno a lo que había observado. Con un suave sonrojo en sus mejillas, Naomi respondió con una radiante sonrisa embobada con su gesto.

—¿Interrumpo? —Nilsa entró a su habitación sobresaltándola— ¿Qué haces niña?

—Nada —contestó con rapidez, calmando su acelerado corazón y ocultando su evidente sonrojo—, estaba arreglando el cuarto, pero ya casi termino.

Su madre se sentó a su lado en la cama, observando todo a su alrededor para verificar la veracidad de sus palabras. Esta por parte, aprovechó el descuido de Nilsa para mirar con disimulo hacia la ventana de su vecino, pero Jeimmy ya no estaba.

—¿Qué miras? —preguntó Nilsa curiosa.

—Nada, solo verificaba si las ventanas se veían limpias —mintió regresando su atención a su madre.

—Bien, necesito que me prestes atención —anunció su madre con seriedad—. Sé que esto te lo repetimos todos los años, pero no está de más volver hacerlo, ¿Cierto?

—¿Cuál de todos los discursos? —indagó Naomi sospechando por donde quería ir su madre.

—Mañana es tu primer día de clases —continuó—, por lo que debemos siempre advertirte y aconsejarte, es solo recordar las reglas que debes seguir.

—Tener cuidado con mis habilidades, no alterarme y mantenerme relajada, evitar problemas con los demás —enumeraba Naomi de memoria y con actitud aburrida—, alejarme de todos, etc, etc, etc.

—Eso último sabes que no —corrigió Nilsa con dulzura—, jamás hemos querido que te alejes de todos, queremos que seas feliz nada más.

—Lo sé, mamá —replicó Naomi—, pero para eso no debes obligarme a salir con los vecinos, soy feliz solo con ustedes. ¿No debería ser suficiente?

—No lo es, nena —suspiró afligida—. Sé que temes que vuelva a suceder, pero ya no tienes 6 años y la gente no piensa igual que antes. Debes dejar el miedo atrás, vivir tu vida como una adolescente normal...

—Normal —se burló con sarcasmo—. Soy de todo menos normal, mamá.

—Pero puedes serlo si te lo propones —sugirió Nilsa con gran convicción—, no estoy diciendo que dejes de usar tus habilidades, debes seguir entrándolas, pero puedes seguir siendo la misma dulce niña que buscaba a sus amigos.

—No quiero, lo intenté y lo sabes —su voz se quebró sin poder evitarlo—. En serio no puedo todos los años pasar por lo mismo. ¿Para qué hacer amigos si de todas formas vamos a irnos a final de año? No tiene sentido.

—El dolor te hace más fuerte, no lo digo solo por decir, es real y por desgracia lo comprobé —el semblante de Nilsa se crispó en dolor, muy pocas veces Naomi la ha visto de esa manera, así qué sabia había tocado una fibra sensible—, pero puedes llegar a combatirlo si tú misma refuerzas tus barreras. No es necesario alejarte de los demás, eso te hace débil y vulnerable.

Por primera vez estaba dudando de sus propias creencias, por años se obligó a sí misma a creer en la necesidad de alejarse de todos por obvias razones. La principal era la seguridad de los demás, su sola presencia y energía mágica atraía gran número de peligros y no quería que nadie saliera herido. Pero en el fondo sabía que no deseaba seguir lastimando su corazón, ya estaba más que harta de todo eso, y Elías no hizo más que recordárselo. Aun así, las palabras de su madre le hicieron reconsiderar las cosas.

—De todas formas —comentó Naomi—, no es buena idea, soy un peligro para cualquiera. Por mi culpa casi le hacen daño a Elías y Ciro...

—Siento mucho lo de Ciro mi amor, pero no es algo que siempre suceda —una chispa de esperanza y emoción surgió en su voz—, tengo fe en que este año será único y diferente.

—¿Por qué estás tan segura? —interrogó con gran curiosidad.

—Intuición femenina —se encogió de hombros sonriente—. Piénsalo nena, algún día quiero tener un yerno bien guapo.

—¡Mamá! —replicó rompiendo en risas.

—Una última cosa, nunca jamás y por nada del mundo dejes el collar —sugirió Nilsa tomando en sus manos el pequeño trozo de piedra irregular—. Sí lo sabes, ¿Verdad?

—Claro, pero sigo sin entender de donde salió y por qué es tan importante.

—Fue heredado de tu abuela paterna, no la alcanzaste a conocer, pero sabemos que le hubiese gustado que lo llevaras —comento Nilsa—. Es un amuleto, te protegerá de todo peligro y te dará suerte. No lo olvides, siempre llévalo encima.

Nilsa se levantó sonriente y salió de la habitación, dándole el espacio necesario a Naomi para pensar en todo lo que había dicho.

—Pues, como que tiene razón, ¿No? —susurró para sí misma con un suspiro de resignación, apretando contra su pecho aquel collar acto que le ayudaba a tranquilizarse.

Desvió la mirada una vez más a la ventana de su cuarto, recordando quien había estado del otro lado de la calle maravillado con el espectáculo que, ella misma y sin querer queriendo, había dado. Recordó lo bien que la habían pasado el día anterior, y consideró de verdad hacerle caso a su madre, pero aquel pensamiento volvió. Recurrente e hiriente como siempre: «Eres un peligro, no eres buena, eres extraña».

Decidió ignorar los latigazos de su propio inconsciente y seguir con su labor, aumentó el volumen de la música para dejar de escuchar las voces de su cabeza. Encontró varios objetos desubicados por completo, colocándolos en donde iban en realidad, entre ellos, su libro de hechizos. Rápido, lo ocultó de cualquiera que pudiera verlos, cerró las cortinas y ventanas solo por si acaso. Recordó con claridad el día que lo encontró.

Había pasado ya un año desde aquel incidente en que perdió contacto con Niddeck, su buen amigo elemental. Su vida había vuelto a la aparente normalidad, iba a la escuela local y no hablaba con nadie. Los niños no le molestaban, solo era ignorada por todos y de cierto modo agradecía eso. Esa tarde, aburrida y sola en casa, decidió inspeccionar el garaje y tal vez encontrara algo de utilidad, algún juguete perdido o cosas que había olvidado que tenía con la mudanza.

Había una caja mediana llena de polvo y cubierta con un montón de símbolos desconocidos, le llamó tanto la atención que ignoró la sensación y cosquilleo que le provocó el ver esos garabatos. Limpió la suciedad y la abrió con cuidado, la cinta adhesiva estaba tan vieja y desgastada que cedió con facilidad. Dentro, había revistas y folletos de lugares hermosos, pero nada del otro mundo. Siguió sacando hasta llegar al fondo de su contenido, viendo allí un bulto envuelto en una tela amarillenta.

—¿Qué es esto? —se preguntó a sí misma, y como toda niña curiosa abrió aquel paquete.

Era un libro grande de tapa dura de color negro, en plateado tenía unas letras con el título en un idioma que no entendió ni reconoció. Era bastante grande y pesado, por lo que decidió llevarlo a su cuarto. Allí con más tranquilidad, empezó a leerlo o intentarlo.

«Manual de hechizos básicos, edición 1754» decía en uno de los subtítulos. Poco a poco fue entendiendo que aquel idioma era neerlandés, lenguaje usado para recitar los conjuros que se describían allí. Ojeó cada página, maravillándose con su contenido. Había una sección especial para criaturas mágicas, las más comunes y conocidas estaban allí. Dríadas, ninfas, hadas descritas y dibujadas tal y como ella las conocía.

Llegó a una página en específico que llamó su atención por completo, un hechizo simple y sencillo de invocación. Sus indicaciones estaban en español, no necesitaba de ningún objeto extraño más que tiza blanca y podía hacerlo a cualquier hora. Estaba dispuesta y decidida a practicar con él, quería manejar sus habilidades hasta ser como su padre, y para eso se arriesgaría a usarlo. Para el resto de la tarde lo escondió en lo más profundo de su ropa, esperando que su padre no notara su ausencia y solo lo diera por perdido.

—¡Ya llegamos! —anunció la voz de Félix desde la entrada— ¡Naomi!

—¡Papi! —saltó emocionada directo a los brazos de su padre.

—¿Cómo está la nena hermosa? ¿Qué has hecho en mientras no estuvimos? —preguntó con dulzura.

—Ordené mi cuarto y ya —contestó—, me porté bien.

—Me alegra escuchar eso, te ganaste un premio —sacó de su bolso un chocolate de sus favoritos, con forma de animalitos.

—¡Gracias, papi! —con un tierno beso en la mejilla, recibió su regalo emocionada.

—Te lo comes después de cenar —advirtió Nilsa entrando detrás de Félix.

—Sí, mami —respondió, dándole un fuerte y cariñoso abrazo.

No solían dejarla sola por mucho tiempo, solo en casos necesarios como aquel. Félix y Nilsa habían sido llamados de emergencia, un viejo amigo los había contactado por algo urgente y no podían llevarla consigo, mucho menos dejarla con alguien más, no era seguro. Pero sí habían tomado medidas al respecto, solo que al ser tan pequeña Naomi no las había notado.

Esperó pacientemente a que la media noche llegara, comer chocolate en las noches la mantenía despierta e hiperactiva por mucho tiempo. Salió con cuidado sin hacer ruido, llevó consigo aquel viejo libro y con gran emoción, llegó hasta el patio trasero de su casa. Se aseguró primero que no hubiese nadie alrededor, era muy tarde pero siempre había una que otra persona caminando por ahí. Se sentó en el suelo y abrió directo la página de su interés, siguiendo las indicaciones al pie de la letra.

Tenía que dibujar un círculo de tiza y un símbolo de invocación dentro de este, todo sobre una superficie plana. Lo hizo sobre el tallo de un frondoso y gran árbol esperando que funcionara sin problemas. Revisó una vez más la lista de criaturas para elegir una, y se dispuso a recitar el hechizo. Su cabello empezó a brillar cada vez más a medida que avanzaba, era algo a lo que se había acostumbrado y que sucedía cuando hacía algo de esa magnitud con sus habilidades. Aquel circulo se iluminó con luz rojiza, creando en su interior un vórtice de oscuridad. Corrientes de aire gélido salían de aquel agujero negro, un sutil pero audible gruñido se escuchó desde dentro.

—¡Invocus...! —pronunció con firmeza, ero fue interrumpida.

Una fuerte corriente de aire la empujó con fuerza, cayendo de bruces sobre el césped y obligándola a cerrar los ojos por reflejo. Al abrirlos, vio frente a ella lo que a simple vista parecía un enorme perro ingles de pelaje negro azabache. Pero había algo que lo diferencia de un canino normal, sus brillantes ojos azul hielo y sus filosos colmillos. Se levantó a paso lento, no quería hacer movimientos bruscos que provocaran una respuesta agresiva por parte de aquella criatura.

Según el libro, se trataba de un Barghest, erro gigante y espectral que solían atacar viajeros y saciar su sed de sangre con ellos. No sabía por qué razón había salido, no alcanzó a especificar la criatura deseada. Y, aun así, quería hacer el intento, tenía la esperanza de poder entrenarlo para que sea su guardián y su amigo, como un lindo perrito.

—Hola —saludó Naomi esperando que el Barghest le entendiera—, soy Naomi, no voy hacerte daño y tú tampoco me harás nada. ¿Verdad?

—¡Grrr!

Un gruñido de advertencia fue lo que obtuvo de respuesta, el miedo empezaba a apoderarse de ella creyendo que se había equivocado el pensar aquello. Pero no se rindió, siguió intentándolo.

—Tranquilo —dijo con serenidad—, no quiero hacerte daño, soy buena.

Levantó ambas manos para reafirmar su punto, mostrando que no tenía ningún objeto peligroso. La criatura la miraba amenazante, con ojos entornados y un leve gruñido, mostrando sus colmillos se fue acercando a paso lento a Naomi. Estaba solo centímetros de ella, podía sentir su respiración sobre su rostro, era tan grande aquel animal que su cabeza le llegaba sobreasaba la suya. Por instinto, cerró los ojos al tenerlo tan cerca, llena de miedo esperaba poder cambiar el curso de los acontecimientos. Pero nada pasó.

Abrió los ojos y lo que vio la dejó impactada, el Barghest había disminuido su tamaño hasta parecer un lindo cachorrito que la miraba con curiosidad, sentado y meneando la cola, con grandes y brillantes ojitos azules. Se agachó hasta tenerlo a su altura, lo acarició con ternura en la cabeza y al ver que se dejaba, se atrevió a abrazarlo con fuerza.

—¡Qué lindo eres! —exclamó emocionada, viendo como su nuevo amigo meneaba la cola— De ahora en adelante vivirás conmigo, seremos amigos siempre y te voy a querer mucho.

Ladridos de emoción y pequeños saltos de alegría fueron su respuesta. Su apariencia terrorífica y gran tamaño era por su naturaleza, pero en realidad tan solo era un pequeño cachorro alejado de su manada, y Naomi le dio lo que necesitaba, una familia y amor.

—Te llamaré Ciro, ¿Te gusta? —le dijo sonriente después de lograr escabullirlo hasta su habitación.

Un par de lamidas en el rostro fue su forma de dar su visto bueno, esa noche durmieron juntos, preparándose para dar la gran noticia al día siguiente.

Con lágrimas en los ojos y viendo las fotos que aún conservaba de su fiel amigo, recordó la reacción de sus padres al verlo esa mañana. Ante ellos se había presentado como un lindo cachorrito, pero ellos sospechaban que era más que eso, sin embargo, la vieron tan emocionada con él que no tuvieron alternativa más que aceptarlo como parte de la familia. Por largos años, vivió con ellos cuidándolos de aquellas criaturas que querían hacerle daño, la protegía como si la vida se le fuera en ello. Lo extrañaba demasiado, pero ya no podía hacer nada por él. Ciro jamás volvería con ella y eso le partía el corazón en mil pedazos.

Sollozó en silencio, recordando todos los maravillosos momentos con su querido Ciro. Recreó de igual forma aquel día en que lo perdió, dándose golpes de pecho y culpándose por no haber actuado de una forma diferente. Eso le atormentaba todos y cada uno de los días, sin poder regresar en el tiempo y cambiar el curso de los hechos. Quedó dormida por unos breves segundos, dejando que la tristeza dominara por el momento bajando sus defensas. Un vistazo de un par de ojos verde-azules la sobresaltó despertándola de inmediato. No debía dejarlo entrar, tenía que controlarlo.

Se duchó para quitarse esa sensación que le produjo su breve desliz, despejar su mente de recuerdos deprimentes y limpiar de su rostro los restos de su llanto. Bajó a almorzar con sus padres, quienes no tocaron ningún tema extraño durante la conversación.

—¿Lista para tu primer día de clases? —preguntó Félix con tono causal— ¿Ya tienes todo listo?

—¿No era el próximo mes? —indagó Naomi con fingida sorpresa.

—¡Naomi! —exclamaron los dos en advertencia.

—Ya, sí lo sé, entró mañana que emoción —exclamó con fingida alegría—, no puedo esperar.

—Omitiendo el sarcasmo, en la mesita de la sala te dejé la lista de útiles y el dinero —señaló Nilsa—, pero solo limítate a comprar lo que está allí, nada más.

—¿Tengo que ir yo? ¿Obligatoriamente? —indagó con fastidio— Tengo flojera.

—¡Ay que mal! —exclamó Félix con sarcasmo— Tu madre y yo no conocemos muy bien el vecindario, pero tú sí. Ya debes saber dónde está cada almacén, ¿no? Para algo hiciste la «inspección de los alrededores» los primeros días que llegamos.

Nilsa estalló en risas ante la ocurrencia de su esposo, y por la expresión ofendida en el rostro de su hija.

—Y después preguntas que de dónde sacó yo tanta palabrería —replicó Naomi a su madre—. Ahí lo tienes, el mal ejemplo.

—Termina de comer y te vas —anunció Nilsa con firmeza.

No tenía de otra más que obedecer a menos que quisiera ganarse un nuevo castigo. Reposó el almuerzo viendo tv junto a su padre, el ver Juegos Mentales todos los domingos después de comer era algo imperdible para ambos, casi una tradición. Terminado el episodio, se fue a duchar y alistarse para salir. Se asomó por la ventana un breve instante, el sol resplandecía, pero no estaba demasiado caliente como para usar mangas largas. Se dio un último vistazo en el espejo, su cabello recogido en una cola de caballo y un poco de brillo labial era todo lo que se haría.

Se fue caminando rumbo a la papelería, recordando y esperando poder encontrar aquella paleta de colores tan maravillosa que había visto hace solo un par de semanas. Era muy costosa, pero valía cada centavo invertido. Estaba a solo un par de calles, pero se distrajo con algunos aparadores en los que mostraban libros, en otros pasteles y dulces, y algunas estanterías llenas de peluches.

En ultimas se distrajo con una tienda anime, viendo el aparador con mercancía variada de las series y películas que tanto le gustaban. Ensimismada y distraída, sintió un fuerte tirón en su brazo izquierdo.

—Pero que mier... —exclamó Naomi sorprendida.

Frente a ella y con el ceño fruncido, Mara la miraba con un brillo de odio en sus ojos.

—¿Quieres dejarme en paz? —Naomi se zafó de su agarre con fuerza.

—Todo este tiempo he pasado de ti como si no existieras...

—Favor que me hacías —interrumpió Naomi con fastidio.

—Cállate y escucha —advirtió Mara roja de la ira—, tampoco quiero desperdiciar mi valioso tiempo en ti, así que seré breve.

—Que privilegio —comentó con sarcasmo.

—No permitiré que te acerques a mi hombre, ¿Entendiste? —advirtió Mara ignorando las palabras de Naomi— La escenita del otro día no se repetirá jamás, más te vale no dirigirle la palabra. Comprende niña, hombres como ellos no se fijan en... —hizo una pausa buscando el calificativo adecuado, con expresión de asco— cosas como tú.

—¿Perdón? —exclamó Naomi incrédula— ¿Escuché bien? ¿Cosas... como yo?

—¡Ay que tonta eres! Sí, cosas como tú de fea, rara, desaliñada. ¿Eres hombre acaso?

Naomi trataba de hacerse oídos sordos ante sus comentarios, pero llegó a un punto en que no mediría sus palabras. Si Mara quería guerra, la tendría.

—Déjame decirte una cosa, Mara —vociferó Naomi con evidente enfado en su voz—. Ya me es suficiente con tener tu viperina y desesperada presencia rondando mi calle, solo por estar como perro faldero detrás de tres chicos que muy evidentemente te tienen fastidio. En serio, lo siento mucho por ellos, hasta les tengo lástima por tener que aguantarte casi todos los días con tus vestimentas tan repulsivas... según tú sexy.

—¿Desesperada? —la indignación se hizo evidente, exclamando con voz demasiado aguda hasta para ella— ¿Cómo te atreves?

—¿No lo estabas? —indagó Naomi con fingida confusión— Ir casi todos los días hasta su casa usando ropa provocativa y vulgar, además de contonearte de forma exagerada solo para que los tres te ignoren como si fueses una simple cucaracha que ansía ser aplastada. Eso, mi querida Mara, es estar ultra desesperada por tener la atención de alguien. ¿Qué pretendes? ¿Ver cuál de los tres cae primero? Espera sentadita, cariño, vas pa' largo.

Concluyó con una radiante sonrisa fingida, alejándose de Mara y dejándola ofendida e indignada. No estaba orgullosa de haberlo hecho, pero si quería que dejara de molestarla estaba dispuesta hacerlo más de una vez.

—Aléjate de mi novio —escuchó las palabras de Mara, quien la alcanzó un aves más para terminar con su amenaza.

Naomi giró para encararla y terminar con esto, viendo cómo se acerca peligrosamente rápido con intenciones de agredirla. Mara levantó su mano dispuesta a abofetearla, y Naomi se preparaba para esquivarla, pero como salido de la nada Jeimmy detiene su mano a medio camino.

—¡Jeimmy! —exclamó Mara sorprendida y asustada— ¿Qué haces aquí?

—Evitando que hagas una estupidez —soltó con brusquedad su mano—, es mejor que te vayas.

—Pero... ¿Por qué la defiendes? —indagó dolida— No hace más que meterse en mi camino...

—No ha hecho nada para molestarte, eres tú quien se está metiendo con ella —expresó con fastidio—, así que te sugiero la dejes en paz, y de paso a nosotros también, ya me estas cansando.

—Ya estabas de lanzada con ellos, ¿Verdad? Maldita zorra —exclamó Mara, para acto seguido intentar llegar a Naomi siendo Jeimmy quien, de nuevo, se interponga en su camino.

—¡Basta! —advirtió Jeimmy furioso— Aquí la única lanzada eres tú, tente un poquito más de respeto ¿Quieres?

Tomó a Naomi de la mano llevándosela consigo lejos de Mara, quien permaneció de píe en el mismo lugar hasta que la perdieron de vista. En ese punto, a solo una esquina de la papelería, Jeimmy se plantó frente a Naomi sujetándola por los hombros.

—¿Estás bien? —su rostro expresaba preocupación, por lo que no pudo evitar quedarse atrapada en su mirada.

—Sí... estoy bien —titubeó nerviosa—, algo sorprendida, pero viviré.

—Siento que hayas pasado por eso —acarició con suavidad sus mejillas— ¿No alcanzó a golpearte?

—No la habría dejado —contestó con inocencia.

—¿Pensabas golpearla? —indagó riendo, suave y dulcemente.

—Bueno... ganas no me faltaron ¿Sabes? —un leve sonrojo surgió en sus mejillas— Pero no, solo iba a esquivarla y que ella solita se fuese de bruces. Solo digo, es física básica.

—¡Eres cosa seria! —exclamó pellizcando su mejilla— Mejor sigamos, me imagino que tienes cosas por hacer, ¿No?

—¿Te mandaron a vigilarme o qué? —preguntó mirándolo con ojos entornados, mientras caminaban a paso lento.

—¿Acaso hiciste algo para que tengan que enviar a alguien a vigilarte? —devolvió la pregunta en tono burlón.

—Claro que no —replicó con un puchero—, pero mi mamá es algo rara así que la creo capaz.

Charlaron el resto del camino hasta la papelería, entrando con un sonoro chasquido de puertas.

—Buenas tardes, ¿En qué puedo servirle? —saludó un joven detrás del mostrador.

—Buenas, vengo por algunas cosas para la escuela —comentó Naomi.

—Hoy estamos haciendo descuento en las compras escolares, ¿Trae la lista de asignada por su institución? —continuó con tono diplomático, para ser tan joven era muy profesional en el trato a los clientes.

—Claro.

Le tendió la lista que le dio su madre, dándose cuenta que Jeimmy la guio hasta ese lugar sin haberle mencionado que vendría.

—Jeimmy —dijo Naomi con cautela— ¿Cómo sabías que venía para acá?

—Soy psíquico —contestó sonriendo ante la expresión incrédula de Naomi—. La verdad es que vi la lista en tus manos, así que supuse que te mandaron a comprar todo eso.

—¿De verdad? —dudaba— Será creerte, por ahora.

Con ayuda del joven eligió los cuadernos de su agrado, lápices y demás útiles que ella misma calificó de inútiles. Solo faltaban los libros académicos, pero estaban del otro lado del almacén. Y detrás de ella, en medio de la sala se encontraba la paleta de colores que tanto quería.

—Es el único que queda, los demás se agotaron —anunció el joven.

—¿El último? —indagó sorprendida.

El joven asintió, Naomi volvió a centrar su atención en aquel majestuoso implemento de arte, haciendo los cálculos mentales para verificar si podía o no comprarlo.

—Ni lo pienses —sentenció Jeimmy a su lado—, aún te faltan los libros.

—Mmmm... creo que el de matemáticas no es tan urgente, de todas formas, ni me gustan los números —susurró para sí misma—, y si le sumo mis ahorros creo que podría alcanzar, hasta podría comprar un maletín.

—¿Me estás escuchando?

—Para nada —contestó en apariencia distraída sin mirarlo a la cara—, ni pienso hacerlo.

—Los libros están hacia allá —la guio con suavidad hasta el pasillo que daba al otro lado del almacén—, yo cuido lo demás, tu ve por ellos.

—Tan considerado —replicó con un puchero de enfado.

Llegó a una sala muy parecida a la anterior, llena de textos escolares, diccionarios y otra clase de libros, nada de interés para Naomi. Recogió y pagó los 10 libros que consideraba innecesarios, llevándolos en un par de bolsas de lona como obsequio por la compra.

—¡Listo! Ya... —se interrumpió al ver que la paleta de colores ya no estaba en su lugar— ¿Ya lo vendieron?

—Se lo acaban de llevar —respondió el joven encargado.

Miró con enfado a Jeimmy, quien se encogió de hombros con una sonrisa amplia en su rostro, reflejando toda la inocencia del mundo.

—¡Te detesto! —exclamó Naomi— Acabas de ganarte una enemiga de por vida.

Terminaron de empacar todo lo comprado para salir de aquel lugar, escuchando y burlándose de las quejas constantes de Naomi por haber perdido la oportunidad de comprar los colores. Logró acallar sus réplicas sobornándola con un helado grande y con chispas de chocolate, sabiendo que con eso calmaría su mal humor.

—Pareces una niña chiquita —se mofó Jeimmy entre risas.

—Cállate el hocico —replicó con fingida ofensa—, iba a comprar eso y por tu culpa lo perdí.

—Era eso o los libros, y no creo que tu madre se alegrara al verte llegar sin los útiles completos —explicó entre risas—, te evité un castigo.

—No pues gracias, tan lindo el niño —dijo con sarcasmo— Por cierto, ¿en qué momento compraste ese maletín?

—Cuando fuiste a comprar los libros, es para Luke —comentó.

Siguieron caminando y charlando rumbo a casa, se reían y comentaban cosas triviales. Naomi notó muy a su sorpresa que Jeimmy podía ser gracioso, tenía una sonrisa muy linda y no siempre era amargado. Con esta improvisada salida, su forma de verlo cambió considerablemente. Seguía siendo el mismo chico serio y sobreprotector, pero también tenía su lado alegre y vivaz, un lado que quería seguir viendo más seguido.

#DescubramosAlPersonajeMisterioso

¿Quien será Elías? Y la que me diga que el suggar le parto una manzanita, son buenas para la memoria

Nah, no crean.

¿Cómo vamos hasta aquí, mis pulguitas?

Leo sus opiniones.

Por cierto, F por la paleta, #PutoJeimmy

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