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7. ¿Aunque trate de evitarlo? #acosador

Despertó después de unas 10 horas de sueño seguidas, sintiéndose descansada y más relajada que en días anteriores. Se duchó y bajó a desayunar, encontrando a sus padres listos para salir.

—Por fin despiertas niña, creí que dormirías hasta mañana —exclamó Nilsa con sarcasmo— ¿No quieres seguir durmiendo?

—Debería, pero creo que no tengo ganas —contestó Naomi burlona—, gracias por la oferta.

—Serás... —replicó Nilsa reteniendo la risa— Está bien, ahora por graciosita te encargaras de todo el aseo. Tu sola. Que te diviertas.

—Hasta luego, nena —se despidió Félix con un beso en la frente.

—Yo regreso a medio día, cuidado sales Naomi Patricia porque te las verás conmigo.

—Sí mamá, ve en paz y me traes un dulce.

Esperó a perder de vista a sus padres, cerró la puerta y se dirigió de inmediato al equipo de sonido de la sala. La música a todo volumen era de los pocos gustos que se daba cuando estaba sola, y al son de sus propios pasos de baile hacía el aseo sin ningún problema. Desayunó, dejó la cocina limpia y continuó con la sala. El resto de la casa solo fue una pasada a excepción de la habitación de sus padres, donde no entraba sin una «orden por escrito». La última vez que había entrado, la dejó con una imagen mental que una niña de 6 años no debía tener hasta ser mayor de edad.

Eran ya las 11 de la mañana, solo faltaba una hora para que regresara su madre y aún no estaba ni de cerca de hacer almuerzo. Revisó con rapidez los estantes y nevera, buscando que podría hacer que no sea demorado. Sin embargo, no encontró nada útil.

—¿Qué se supone que debo cocinar si no hay nada? —indagó para sí misma— ¿Será que voy?

La idea de salir solo por un par de minutos a la supertienda de la esquina se le vino a la mente, pero enseguida la descartó al recordar estar castigada.

—Que valga madres todo, igual me van a regañar por una cosa o la otra —exclamó decidida.

Salió corriendo directo a la tienda con algo de dinero, siempre dejaban cierta cantidad para emergencias. Eligió lo primero que se le ocurrió, pasta.

—¿Apurada? —preguntó una suave y familiar voz detrás de ella.

—Hola, Vilma —contestó entre jadeos— ¿Se nota mucho?

—No mucho, solo de lejos —contestó entre risas—, y de cerca también.

—Muy graciosa —replicó llenando poco a poco su canasta.

—¿Puedo ayudarte? —con amabilidad, tomó el carrito de las manos de Naomi— Te veo algo enredada con esto.

—Algo así, debo hacer el almuerzo y mamá no dejo nada para preparar.

—Pero tranquila, nadie te está persiguiendo.

—Se supone que estoy castigada —comentó Naomi con gesto asustado—, si se enteran que salí, moriré.

—Señora, pero que drama —se burló Vilma—, te pareces a mi hermana. Pero no te preocupes, te ayudaré para que pagues de primera en caja.

—Gracias, tan gentil —dijo Naomi con sarcasmo, pero divertida.

La ayudó a elegir otro tipo de pastas, una de menor duración de cocción, algunas salsas, verduras y con qué acompañarlo. Pagó y salió como alma que lleva el diablo. Caminaba a paso apresurado, el peso de las bolsas no le permitía correr. Estaba a pocos metros de su casa, cuando es interceptada por la espalda.

—¿Y tú castigo? —preguntó de forma burlona Luke— ¿Ya te lo quitaron?

Ahí estaban los tres, mirándola curiosos.

—¿Estas castigada? —indagó Peter perplejo, pero de igual forma burlándose.

—¿Por qué será? —susurró Jeimmy con sarcasmo, mirándola mientras arqueaba una ceja.

—Soplón —susurró Naomi en su dirección.

—Ahora que veo puedes salir, ¿Podemos hablar? —con mirada seductora, Luke se le fue acercando poco a poco ignorando la mirada asesina de Jeimmy.

—Me encantaría, pero sabes... —comentó Naomi caminando con lentitud hacia atrás— aún estoy castigada, es más ustedes no me han visto. Yo estoy juiciosa en mi casita encerrada, no estuve aquí... Adiós.

Y dicho esto, giró sobre sus talones y se marchó a paso decidido a su casa. Dio una última mirada en su dirección antes de entrar, solo para darse cuenta que Peter y Luke reían a carcajadas alejándose del lugar, mientras Jeimmy seguía observándola con ese mismo gesto indescifrable que ya era común en él.

Desempacó todo lo que compró y puso manos a la obra. En contados 40 minutos, el almuerzo estaba listo, justo a tiempo para la llegada de su madre.

—Huele muy bien —exclamó entrando directo a la cocina— ¿De verdad cocinaste tú?

—Tu desconfianza duele, madre —se quejó Naomi teatralmente—, para la próxima no pondré tanto esmero.

—Delicada... por cierto —Nilsa miraba curiosa lo que había preparado— ¿De dónde sacaste los ingredientes?

—Pedí domicilio —contestó desviando su atención a lo que estaba preparando.

—¿Segura? —interrogó con insistencia.

—Claro que sí, yo no puedo salir porque estoy castigada —recitó solemnemente—, y soy una niña obediente.

—Por ahora será creerte.

Se sentaron a almorzar, anunciando que la semana entrante Nilsa podría ir a trabajar como debería estar haciendo, dándole a Naomi más advertencias de las necesarias. Terminadas las amenazas, Nilsa se encargó de los pocos trastes sucios y Naomi fue directo a su habitación. Una ducha no le vendría mal, además, tenía una tarea de investigación pendiente por hacer.

Sintiéndose más fresca, desempolvó su portátil. Solo lo usaba cuando entraba a clases, para hacer las tareas y demás, pero también lo necesitaba para hacer sus pequeñas e improvisadas investigaciones y algo de ocio. La mayoría de información encontrada, pertenecían a leyendas y mitos, viejas historias de la antigüedad y algunas historias de terror, pero que escondían detalles que le habían sido de mucha ayuda para averiguar lo que necesitaba. Sin embargo, esta vez fue una excepción. No encontró nada relacionado con ese tipo de criatura, como si no existiese.

Días completos pasaron intentando obtener algo útil, pero todo fue en vano. Nada de lo que encontraba le sirvió de mucho, ni siquiera el volver a revisar el viejo libro de su padre. Siendo domingo casi media noche, se dio por vencida. Al día siguiente tendría que levantarse temprano para hacer el aseo, su madre ya no estaría para ayudarla así que le tocaba sola. Poco a poco se dejó llevar por el cansancio, divisando en lo profundo de su mente imágenes difusas. Un nuevo recuerdo la atormentaría en sus sueños.

Desde aquel día en que Niddeck le enseñó a usar sus habilidades, muchas criaturas la buscaban atraídos por esa energía despierta en ella, la cual crecía a cada hora que pasaba. Naomi, llena de inocencia al ser solo una pequeña niña, se dejaba llevar por aquellos hermosos y divertidos seres sacados de sus fantasías. Jugaban y reían con ella, tomando como costumbre el encontrarse a media noche en el patio de su casa. Sabía que no era la primera vez que conocía hadas y dríadas, Zoe y Nuzel fueron sus amigas por varios años, pero si era la primera vez que tantas de ellas la buscaban.

Eran tantas las criaturas que la buscaban, que incluso conoció otras especies mágicas, desde duendes y gnomos, hasta ninfas y elfos del bosque. Pero no todos la buscaban con buenas intenciones, siendo atacada en algunas ocasiones por varias de ellas sin razón aparente. Sin embargo, su padre Félix siempre estaba allí para ella, salvo una noche.

Como todas las anteriores, Naomi salió despacio de su casa a mitad de la noche. Esperaba poder jugar con sus amigas las dríadas del bosque, ellas siempre traían pequeños regalos frutales y hermosas flores. Tanto el patio como el jardín estaban en completa calma, el único ruido que se escuchaba era el rugir del viento, el frio y la confusión la arrollaron. Empezó a llamarlas como de costumbre, su clave secreta eran tres palmadas seguidas de un suave silbido. Pero no funcionó.

—¿Hola? —le parecía demasiado extraño que nadie apareciera— ¿Frey? ¿Tizu? ¿Ann? ¿Hay alguien cerca?

Entre los arbustos detrás de ella, un suave repiqueteo llamó su atención. Las hojas se movían en un extraño vaivén, diferente al causado por las corrientes de aire.

—¿Quién está ahí? —habló con voz temblorosa por los nervios.

Tres palmadas y un suave silbido sonaron de entre el arbusto. Emocionada, se acercó a aquel lugar esperando encontrar a alguno de sus nuevos amigos.

—¿Qué hacen allí? —interrogó entre risas— ¿Querían asustarme? Porque déjenme decirles que no...

Se vio interrumpida a solo unos cuantos pasos del arbusto, de este salió una pequeña criatura de piel roja, ojos redondos y negros, colmillos largos y filosos, caminaba como un pequeño simio con sus patas delanteras apoyadas en puños.

—¿Quién... eres? —titubeó llena de miedo.

—¡Hick! —exclamó aquella criatura, como en un balbuceo sin sentido.

—¿Qué? —dio dos pasos hacia atrás llena de temor— ¿Qué hiciste con mis amigos?

—¡Hick! —volvió a vociferar aquella criatura, dando dos pasos hacia ella.

—¡Mejor me voy!

Dio media vuelta para poder salir corriendo de allí, pero al girarse había dos de esas criaturas acercándose con rapidez. Sin tiempo de reaccionar, se lanzaron sobre ella tapándole la boca para evitar que gritara, dos más le sostuvieron las extremidades impidiéndole moverse con soltura. El miedo atenazaba en su pecho, el llanto y los gritos ahogados sonaban lejanos llevados por el viento, nadie la escucharía.

Cada vez aparecían más de esas cosas, se subían sobre su cuerpo fijándola con fuerza al suelo. Uno de ellos, más grande que el resto se ubicó en su pecho, balbuceó varios Hick a sus compañeros quienes respondieron con leves siseos, y miró a Naomi a los ojos. Este era diferente a los demás, tenía un brillo malicioso en su mirada y colmillos más grandes. Se acercó a su rostro, despedía un fuerte olor a fruta podrida.

Una sensación extraña le invadió el cuerpo completo, por un instante sus ojos se nublaron viendo todo oscuro, un mareo incesante le revolvió el estómago y se vio perdida en las tinieblas por un momento. Al recobrar el sentido, estaba de pie a un par de metros de esas criaturas, las cuales se retorcían de dolor en el suelo. Confundida, se miró las manos temblorosas y llenas de suciedad.

—¿Qué...? —jadeaba como si hubiese corrido.

—No te quedes quieta...

Escuchó un susurró como de un niño, pero miró en todas direcciones y no había nadie más. Estaba sola con esas cosas.

—¿Quién eres? —balbuceó entre jadeos.

—¡Hick! —gritó el más grande de ellos, por lo que los demás empezaron a levantarse como podían.

Se estaba preparando para volver a atacar. El miedo congeló las extremidades de Naomi, quien no se movía de donde estaba.

—¿Qué esperas? Muévete... —susurró de nuevo, enfadado.

—¿Quién...? —se vio interrumpida por un leve segundo, una imagen pasó fugazmente por sus ojos.

Un niño de más o menos su misma edad le observaba con detenimiento, sus ojos verde-azules brillaban de emoción transmitiéndole sensaciones que desconocía, pero que no le agradaban en lo absoluto.

—Solo haz lo que te muestre...

Con pasos frenéticos, caminaba de espalda sin perder la vista de esas cosas, quienes también trataban de caminar cojeando acercándose a ella para atacar. Como guiada por una extraña fuerza, empezó a mover las manos en diferentes posiciones desconocidas todas. Sintió una corriente de energía recorrer su cuerpo concentrándose en ambas manos, esperando ser liberadas en el momento indicado.

—¡Quieta! —susurró y ella obedeció.

Las criaturas se acercaban a paso decidido, y ella tiritaba de terror.

—¡Destruir!

Sin saber porque, susurró aquellas mismas palabras posicionando sus manos formando un triángulo, señalando directo al centro de aquella hilera de pequeñas criaturas rojas que se acercaban veloces. Un destello y fuerte calor cegaron a Naomi, obligándola a cerrar los ojos. Al abrirlos, estaba sola con un montón de cenizas cubriendo una parte de césped seco en su jardín. El mareo volvió, una sensación de cansancio hizo que perdiera el conocimiento. En su inconsciencia, aquel chico de ojos verde-azules le decía cosas que no tenían sentido.

—Eres como yo Naomi, y pronto nos veremos —susurraba en su subconsciente.

Despertó sobresaltada y con el corazón acelerado. No le gustaba revivir aquel día, el primero en que vio a aquel chico que la atormentaba aún sin saber quién era. En su interior ella sabía que es malo, pero muchas veces la confundía. Sus cambios de actitud, la forma de hablarle, el hecho de ayudarla en los momentos cruciales de vida o muerte como aquella primera vez. Uno en particular, las frases inconclusas y el cambio en sus ojos. ¿Cómo era posible que una persona cambie de color de ojos así de la nada?

Muchas veces pensó y enumeró las causas que podría permitir tal cosa, razones lógicas, pero de igual forma también sopesó en demasiadas ocasiones que fuese solo un producto de su imaginación. Sin embargo, se obligó a sí misma a descarta esa opción, porque, a decir verdad, las visiones se sentían tan reales que dudaba fuese solo invención de su mente. No podía ni debía solo confiarse, tenía que prepararse para cualquier eventualidad.

Se levantó y fue directo a la ducha, necesitaba quitarse los restos del sueño y despejar su cabeza de aquellas imágenes. Al bajar sus padres ya se habían marchado, dejándole una nota pegada a la nevera.

«A partir de hoy estarás sola en la casa, espero seas lo suficientemente responsable como para evitar quemarla en tus intentos por cocinar. Como siempre, te hemos dejado una nota con los quehaceres y todo lo necesario para que cocines, además de dinero extra por si llegas a necesitar algo más. Y sí, te hemos levantado el castigo solo porque falta poco para que entres a clases. No abuses, Naomi Patricia.

Te queremos.

Papá y mamá»

—No sé, pero me siento regañada —se dijo a sí misma—, ya que.

Ojeó la lista de quehaceres, eran tantos que decidió solo desayunar cereal con leche y algo de fruta, cocinar en ese momento le parecía un gasto de energía y tiempo innecesario.

—Me viera mi madre vuelve a castigarme —susurró—, igual no está aquí.

Inició su rutina de aseo, música a todo volumen, las ventanas abiertas para dejar entrar aire fresco y despejar el calor, escoba y trapero en mano. Primero fue la sala, el estudio, el patio, sacar la basura y organizar la cocina para luego preparar el almuerzo y dejar la cena lista. Su habitación sería la última parada, allí donde podía hacer todo el espectáculo posible al bailar sin temor a que la vea quien pasara por el frente de su casa.

Preparó arroz de verduras, carne guisada y ensalada de papa, lo primero que se le ocurrió viendo los ingredientes que había. Almorzó y de inmediato fue a su habitación, pero al subir las escaleras un suave toqueteo en la puerta principal llama su atención.

—Hola Naomi, ¿Cómo te va con el castigo? —la sonrisa burlona de Luke y el brillo intenso en sus ojos impedía molestarse por su comentario.

—Luke —contestó con sarcasmo—, me va muy bien, sabes. Mejor que nunca.

—¿En serio? —exclamó en el mismo tono— ¿No te hace falta salir, manejar bicicleta, atropellar gente o quizá otro intento de suicidio no planeado?

—¿Sabes qué? Estoy algo ocupada, adiós —dijo un poco molesta esta vez.

—Espera —se reía a carcajadas por la expresión de enfado de Naomi—, perdón, pero me gusta hacerte enojar, te ves tierna. Pero hablando en serio, ¿Cuándo te levantan el castigo?

Quedo un poco perpleja ante sus palabras obligándose a reaccionar y contestar. No podía quedarse como piedra cada vez que un chico guapo le decía algo parecido, no si quería mantener su cordura intacta, o lo que quedara de ella.

—Mmmm... depende —titubeó— ¿Para qué sería?

—Lo de la nota era cierto, me encantaría hablar contigo —una sonrisa ladeada iluminó su rostro coqueto.

—En ese caso —anunció Naomi con seriedad—, estaré castigada hasta el próximo año, ahora si me disculpas tengo mucho aseo pendiente.

—¿Qué? En serio...

—En serio, estoy castigada por lo que no debo hablar con nadie... Bye.

Cerró la puerta con lentitud mientras decía esas últimas palabras, dejando anonadado a su vecino. Este solo dejo escapar una suave risa, mirando divertido la puerta que le acababan de cerrar en sus narices. Se marchó siendo observado por una muy sonrojada Naomi, quien no terminaba de creerse lo que acababa de suceder.

Terminó de asear su habitación y se duchó, alistándose para salir en su bicicleta y regresar al bosque. Allí había un esplendoroso árbol esperándola para terminar los últimos detalles de su casita, el refugio anti monstruos. Esperaría a que sus padres llegaran para poder salir, llevaría algunas cosas para decorar y poder distraerse mientras esté allá.

Se miró en el espejo de cuerpo completo, su cabello esta vez mas ondulado que de costumbre, tenía ese peculiar reflejo azul que tanto inquietaba a los demás. Era de color negro como la noche, pero por alguna razón desconocida reflejaba un brillo azul oscuro, como si se hubiese aplicado algún tipo de mascarilla. Pero no, era natural y lo tenía desde aquel día en que sus habilidades despertaron. Un tintineo de llaves y pasos en la entrada, le indicaron que sus padres ya habían llegado.

—¡Caramba! —exclamó su padre al verla bajar por las escaleras— Pero demórate un poco más en salir, ¿no?

—Esperé a que llegaran —replicó Naomi sonriente.

—Y más te valía si no querías que me retractara de levantar tu castigo —comentó Nilsa en tono amenazante— ¿Hiciste todo?

—Sí, todo al pie de la letra —anunció Naomi con orgullo—, incluso hice la cena.

—Cuanta eficiencia, ojalá sea así todos los días —dijo Félix.

—Si sabes lo que te conviene —continuó Nilsa.

—Cuanto amor se respira en el aire —exclamó Naomi con dramatismo—, pero yo prefiero salir un ratito por ahí, creo que se me olvidó donde queda la tienda, se me olvidó todo. Eso es grave.

Salió con lentitud de la casa mirando atenta a sus padres con una sonrisa inocente en su rostro, estos a su vez, la miraban con ojos entornados y expresión seria, pero sin decir nada.

—¡Los quiero!

Dijo y cerró la puerta, saliendo directo al garaje donde había dejado su bicicleta como siempre. En su espalda llevaba un maletín, grande y lleno de cosas que usaría para decorar su casita. Pedaleó veloz sin mirar atrás, la brisa fresca de la tarde golpeaba su rostro. Extrañaba esa sensación de libertad, ver los paisajes, entrenar sus piernas y liberar energía. Llegó al parque, sintiendo una vez más aquella misteriosa presencia que no detectaba su radar. Estaba segura que la seguían, pero no sabía quién ni por qué. Esta vez decidió seguir adelante sin detenerse, ignorándolo por completo. No dejaría de estar alerta, pero sí trataría de no verse afectada por algo que ni siquiera se le acercaba.

Subió a su escondite, el polvo y hojas desprendidas del árbol llenaban el lugar. Con un poco de su magia, hizo varias ventanas y una puerta por los cuales entraría algo de aire fresco. Con un poco de cuerda y algunas tablas, creó una escalera plegable con la cual podría subir y bajar más fácil, decorándola con algunas flores y enredaderas que encontró en el camino. Limpió el lugar, roció con un poco de desinfectante con olor a frutas de su propia casa y se maravilló con los resultados.

—Mi mejor trabajo hasta el momento —exclamó emocionada—, no vendrían mal algunos muebles, una silla tal vez y una mesita... Debería ser diseñadora de interiores... ¡Nah!

Siguió usando sus habilidades como una forma de entretenimiento, usando ramas y trozos de madera encontradas entre la hojarasca esparcida en el suelo. De ella creó una mesita redonda con flores y hojas, algunas sillas y un pequeño mueble donde poner sus libros. Con ayuda de una batería recargable, iluminó el lugar con pequeñas luces blancas en cascada, parecidas a las navideñas. Rodeó el tallo del árbol del centro con las luces, dándole un aspecto hermoso y mágico.

—¡Wow, esto es increíble!

Naomi pegó un brinco y un grito por la sorpresa, girándose con rapidez para ver al intruso. En el umbral de la puerta estaba un muy jocoso y sonriente Luke, mirando con un brillo de diversión en sus ojos a la pobre Naomi.

—Esto... no puede ser posible —susurró Naomi en extrema sorpresa.

—¡Oh! Sí que puede ser —exclamó entrando con confianza, acercándose a ella sin quitar su profunda mirada de sus ojos.

—¿Cómo llegaste? ¿cómo pudiste subir? —interrogó sin salir de su asombro y empezando a molestarse— ¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres? Y no me vengas con tus frases rebuscadas.

—Primero, respiremos —sugirió con ambas manos arriba en actitud rendida—, digamos que te vi salir de tu casa y creyendo que aún seguías castigada te seguí. Solo por curiosidad.

—Eso es aún más preocupante de lo que imaginé —levantó la mano señalando la puerta, mirándolo con ojos entornados— ¡Largo!

—¡Pero...

—Adiós, dije —interrumpió con firmeza.

*Media hora después discutiendo como pendejos*

—¡Wey, ya párale! —exclamó Naomi con frustración, pero riéndose de todas formas— En serio, ¿por qué eres tan cansón? ¿Qué te hice?

—Ignorarme —contestó—, y no soy cansón, soy persistente que es diferente y para tu información seguiré insistiendo. ¿Puedo quedarme?

—Sí, ya que —suspiró—, pero con una condición. Si vas a quedarte, que sea para algo útil. Me ayudarás a ordenar el lugar, ¿Qué tal?

Hizo la sugerencia con el pensamiento de que él mismo desistiría de tal cosa, alejándose por fin de su casita dejándola sola, como lo había planeado desde un inicio.

—De acuerdo, ¿por dónde empiezo? —le dedicó una sonrisa amplia y un brillo de emoción en sus ojos.

Ante su respuesta, contraria a lo que se esperaba, no pudo más que aceptar y seguir con lo que tenía planeado. Ese cambio de actitud y el brillo en sus ojos provocaron un leve sonrojo en Naomi, ocultándolo justo a tiempo antes que Luke lo notara. Naomi desvió su mirada a cualquier otro lado del lugar, señalando algunas cosas que necesitaba un acomodó, como por ejemplo las luces que rodeaba el tallo en el centro de la casita.

Con su ayuda, terminó de organizar y decorar en menor tiempo, dándose el lujo de descansar y admirar su propia creación.

—¿Cómo encontraste este lugar? —indagó Luke curioso.

—Por casualidad —contestó distraída, mirando las pequeñas luces que entraban a través del techo, por entre las hojas en lo más alto de la copa del árbol—, se me dio por recorrer el bosque en mi bicicleta, y lo encontré.

—¿Así tal cual?

—Obvio no, yo... —logró reaccionar a tiempo, por nada del mundo debía decir que ella misma lo construyó— Lo encontré así, pero sucio y abandonado. Solo lo limpié y decoré un poco. Esta es la tercera vez que vengo.

—¿Todo ya estaba aquí? —la incredulidad se reflejaba en su rostro.

—Solo las sillas, la mesa y ese pequeño estante —señaló con énfasis—, los demás lo he traído yo, de a poco. ¿No vas a ir de soplón con mi mamá verdad?

Luke no apartaba su mirada inquisitiva del rostro de Naomi, aún no terminaba de creer su versión de la historia, pero no tenía de otra más que confiar.

—¿Por qué lo haría? —interrogó arqueando una ceja— ¿Debería?

—Mira niño, una palabra de esto y te mueres —sentenció Naomi— ¿Entendido?

—Primero, nada de niño, soy mayor que tú, y segundo —replicó Luke carcajeándose—, no diré nada, mantendré el secreto con una condición.

—Ya vas —puso los ojos en blanco— ¿Qué quieres?

La mirada de Luke se suavizó, transmitiéndole a Naomi una faceta suya que no había mostrado hasta el momento.

—Quiero que seamos amigos, eso es lo único que pido —anunció sonriente.

—No entiendo, ¿por qué yo? —no creía que fuese en serio, por eso la insistencia en el tema la descolocó por completo— Con tu... apariencia podrías tener todos los amigos que quieras, o sea, la verdad no te entiendo. ¿Por qué yo?

—¿Por qué no tú?

Su pregunta fue simple, pero traía muchas cosas en juego, cosas que no quería ni debía explicar.

—Hagamos algo —sugirió Luke—, yo contestaré con toda la sinceridad a tú pregunta, si me explicas algo primero. ¿Por qué huyes de la gente?

—No huyo de la gente —se defendió con firmeza, ocultando los nervios que empezaban a crecer en su interior—, solo las evito.

—¿Por qué?

—No... quiero hablar de eso —se levantó tomando sus cosas para irse.

—Está bien, no insistiré en el tema —manifestó Luke con calma—, esperaré a que te sientas preparada.

Se detuvo en el umbral de la puerta, sus palabras en cierto modo la apaciguaron, haciendo trastabillar un poco su gruesa pared de indiferencia hacia los demás. Le recordó a Elías, al igual que él Luke no se rendía con facilidad, y eso le oprimió el corazón.

—¿No vas a rendirte verdad? —interrogó dándole la espalda.

—Claro que no.

Una suave risa se escapó de sus labios, fue exactamente la misma respuesta que Elías le había dado un año antes. Suspiró resignada, se sentó en el borde del suelo dejando sus piernas colgar en lo alto de aquel árbol. Con delicados y lentos pasos se fue acercando, a lo que ella respondió dándole un espacio a su lado. Fue Luke quien se atrevió a romper el silencio que los envolvía, dando lugar a una larga y entretenida charla. Naomi solo se dejó llevar, extrañaba la sensación de ser escuchada, la compañía de alguien que de verdad quería estar con ella y que no le tuviese miedo o rencor.

Las horas pasaron y el cielo se fue oscureciendo, bajaron con cuidado para regresar a casa. Aparcada junto a su bicicleta, había una grande de color negro. Recordó haberla visto antes, en casa de la señora Nieves la vez que Peter la ayudó. Pedalearon sin prisas siguiendo la conversación.

—Digamos que estamos castigados —explicaba Luke—, nuestros padres se molestaron por un par de cositas y nos enviaron a los tres con la abuela. Jeimmy por ser el mayor debía vigilarnos, Peter creo que no quería quedarse solo en casa y yo estoy obligado.

—Ok, déjame ver si entendí bien —comentó Naomi con una mirada amenazante— ¿Te estabas burlando de mí cuando tú también estas castigado?

—Pero solo un poquito —dijo entre risas.

—Caes mal, en serio que me caes mal —sentenció correspondiendo a su carcajada.

—¿Y por qué te ríes? —replicó Luke.

—Porque quiero, puedo y porque se me da la gana —contestó tratando de sonar seria—. Pero ya en serio, ¿por tu culpa los demás están pagando los platos rotos? ¿Por qué no te han asesinado aún? Yo lo haría, es más, estoy que les hago el favor ahora mismo.

—Lo intentaron —confesó con un mohín de tristeza—, y creo que ese fue un motivo más para enviarlos a hacerme compañía.

—Quien te ve te cree, pero sabes, solo te estás haciendo la víctima y considero que ellos deberían terminar su trabajo —manifestó Naomi con diplomacia.

—Cuanta agresividad —se quejó con fingida ofensa—, pero tienes razón, solo que están algo ocupados buscando trabajo. Ya sabes, hay que ayudar a la abuela con algunos gastos.

—Que considerado de su parte... Espera, ¿qué haces vagando por ahí mientras ellos buscan trabajo?

—Por una simple razón —explicó sonriente—, dentro de una semana entraré a clases.

—¿En serio? —replicó con un puchero— Pero dijiste que eras mayor que yo. Ya te hacia graduado.

—¡Ternurita! —exclamó con una mirada tierna una enorme sonrisa.

—¡Tu cállate!

Estaban a solo un par de minutos de sus casas, el momento de separar caminos se acercaba.

—De mí no te librarás tan fácil —anunció con firmeza—, seremos amigos, aunque trates de evitarlo.

—¿Me estas retando? —indagó con rebeldía.

—¿Quieres apostar? —preguntó en el mismo tono, lanzándose miradas asesinas con fingida molestia.

Rompieron en risas por sus propios gestos absurdos, llegando por fin a su destino.

—¡Hasta la vista, vecino! —se despidió Naomi, esperando ser la última vez que se acercaran tanto.

—Sigue creyendo, recuerda que ya sé dónde encontrarte —vociferó desde el andén de su casa—, así que seguiré molestando hasta el próximo año.

En ese instante, un amargado Jeimmy salía por la puerta principal de la casa de enfrente. Le dedicó una intensa mirada llena de mil preguntas a Naomi, arqueando una ceja como era su costumbre. Sin saber el por qué, contestó encogiéndose de hombros. Acto seguido, desvió su atención a su hermano Luke, a quién miró con molestia concentrada en sus ojos claros.

Naomi solo pudo reírse de aquella escena, el menor entrando a casa con la perspectiva de alguna bronca por parte de su hermano mayor. Ella no sabía lo que era tener hermanos, pero siempre le resultó curioso el ver los diferentes tipos de relación que hay entre ellos. Y sus vecinos, eran un caso muy particular.

Gracias a todas mis pulguitas que están leyendo esta historia

Es una de mis favoritas así que significa mucho para mí que le den amor

Ahora...

¿Que tal les parece hasta ahora?

Acepto felicitaciones, quejas, reclamos, sugerencias, tranferencias bancarias....  Uy no era así...

Pero si quieren no me quejo *guiño guiño*

Besos!!!

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